miércoles, 10 de diciembre de 2025

Por qué tantos sacerdotes jóvenes abandonan el ministerio... y algunas posibles soluciones

 


Por qué tantos sacerdotes jóvenes abandonan el ministerio... y algunas posibles soluciones

La fraternidad sacerdotal y el apoyo laico son de vital importancia. ¿Cómo podemos mejorar en esos aspectos?

Jesucristo envió a sus discípulos de dos en dos, pero muchos jóvenes sacerdotes se dan de bruces desde el principio con una gran soledad.

El abandono de su ministerio por parte de un número significativo de sacerdotes, no muchos años después de su ordenación, sigue siendo un problema grave en el seno de la Iglesia. ¿Cuáles son las razones? ¿Qué soluciones prácticas y realistas están al alcance de la mano?

Jonah McKeown aborda ambas cuestiones en un reciente reportaje en National Catholic Register:

Cuando Toby (no es su nombre real) se acercó al altar durante su misa de ordenación hace aproximadamente una década, estaba comprensiblemente nervioso, quizás mucho más que el ordenando medio.

A pesar de haber crecido como católico, amar su fe y recibir constante apoyo durante su experiencia en el seminario, Toby albergaba serias dudas sobre si realmente podría decir "Sí" al sacerdocio. Sin embargo, afirma que las expectativas de su familia, de sus conocidos y del propio seminario crearon una situación en la que le resultó imposible renunciar a la ordenación.

Aunque inmediatamente se sintió profundamente inseguro en el sacerdocio, Toby, siguiendo el consejo de un sacerdote mayor, decidió esforzarse al máximo en el ministerio parroquial.

"En Navidad llegaba al borde de un colapso nervioso", recuerda Toby: "Intentaba hacer algo con todo el corazón, de forma correcta y consciente, pero no me sentía capaz. Sobre todo, celebrar la misa se volvió muy doloroso. Era la experiencia de un abismo entre lo que hacía y mi estado mental".

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Toby solicitó la reducción al estado laical pocos años después de su ordenación. Declaró al Register que siempre había sentido una fuerte atracción por el matrimonio; hoy está felizmente casado.

Sin duda, Toby dedicó mucho menos tiempo al ministerio sacerdotal que la mayoría de los hombres ordenados. Pero el fenómeno de los hombres que abandonan muy pronto el sacerdocio -por razones ajenas a la mala conducta o al escándalo- es más común de lo que se cree.

Expertos que trabajan con sacerdotes estadounidenses declararon al Register que, en los últimos años, han observado con mayor frecuencia que los problemas de agotamiento y soledad alejan a los hombres de su vocación. Y los datos respaldan esta observación: según un estudio reciente de The Catholic Project, los sacerdotes más jóvenes tienen niveles más altos de agotamiento y soledad que sus colegas de mayor edad.

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Los sacerdotes necesitan una interacción y fraternidad habituales y deliberadas con sus pares, apoyo de los laicos y formación humana y espiritual continua para perseverar en la entrega de su vida al servicio de la Iglesia, dijeron al Register expertos en formación sacerdotal.

"De hecho, la formación realmente nunca termina. Debería ser una parcela constante en la vida de un sacerdote, pero no siempre es así", dice Anthony Lilles, profesor de teología moral y dogmática en el Seminario de San Patricio en Menlo Park (California).

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Se sabe que un número considerable de sacerdotes solicitan actualmente el abandono del ministerio, pero es difícil saber con certeza cuántos. Lilles y otros investigadores comentan que tienen la sensación de que un número cada vez mayor de jóvenes abandona el sacerdocio poco después de la ordenación, pero hasta la fecha esto no ha sido corroborado por un estudio formal.

En términos generales, dijo Lilles, que un hombre abandone el sacerdocio en los cinco primeros años indica un problema con su formación en el seminario; si es después de cinco años, la falta de apoyo continuo es probablemente el factor más importante.

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Peter -cuyo nombre tampoco es real-, un joven vicario parroquial ordenado hace aproximadamente una década y que sirve en la Costa Este de Estados Unidos, declaró al Register que conoce a "un número notable de jóvenes" de su edad y más jóvenes que han dejado el sacerdocio, tanto en su diócesis como en otras.

Haciéndose eco de la apreciación de Lilles, Peter dice que la mayoría de los sacerdotes adquieren una idea correcta de la realidad del sacerdocio a los cinco años, y que si pueden continuar dependerá de su madurez, formación y vida espiritual.

Como sacerdote, "se exige mucho de tu energía y de tu corazón. Si un hombre no ha aprendido a equilibrar su propia vida y no cuida de la 'parroquia de su alma', eso se convierte en un problema", dijo el padre Peter.

Para muchos sacerdotes que Peter conoce y que han dejado el sacerdocio, las exigencias del sacerdocio no se ajustan a sus expectativas. Ha visto una cultura clerical de adicción al trabajo que lleva al descuido de la salud espiritual, física y mental de los sacerdotes, abriendo así la puerta a la aparición de vicios.

Recuerda a un compañero que dejó el sacerdocio después de tan solo seis años y citaba el comportamiento "poco cristiano" de sus compañeros sacerdotes. Otros compañeros, una vez que comprendieron lo "desordenados y destruidos" que pueden estar quienes trabajan en la Iglesia tras las bambalinas, concluyeron que el sacerdocio no es para ellos.

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"He conocido a algunos que no quieren dejar el sacerdocio, pero que sienten que no tienen otra opción ni apoyo de otros sacerdotes ni de su obispo", dijo Peter.

"Básicamente, llegan a un punto en el que dicen: si esto es el sacerdocio, entonces no quiero formar parte de ello", dijo.

Una vida solitaria

A pesar de su tiempo relativamente corto en el ministerio activo, Toby, quien ejerció su ministerio en el Reino Unido, dice que pudo observar de primera mano cómo el estilo de vida sacerdotal, a menudo solitario, puede ser perjudicial y empujar a los hombres a irse.

"Básicamente, formamos una comunidad [en el seminario], y luego [después de la ordenación] se nos pide vivir prácticamente una vida de aislamiento, de soledad... He visto ese factor en otros compañeros que decidieron salir del seminario antes de ser ordenados. Sé que fue un factor importante para un buen amigo mío", declaró Toby al Register.

La observación de Toby refleja un problema al que se enfrentan los sacerdotes en muchas diócesis estadounidenses. Si bien suelen comenzar con gran celo, a muchos sacerdotes jóvenes se les encomiendan hoy responsabilidades importantes poco después de recibir el alzacuellos. Mientras grandes diócesis estadounidenses cierran y fusionan parroquias, por la continua escasez de sacerdotes se les pide a los jóvenes pastores que atiendan varias parroquias a la vez.

Matthew Rudolph, cofundador de Chrism, un ministerio de Colorado que busca brindar apoyo integral y continuo para el desarrollo de los sacerdotes, señala que Jesús, en los Evangelios, envió a sus discípulos "de dos en dos", reconociendo la necesidad de compañía. Hoy en día, los sacerdotes suelen ser enviados "uno a uno", asignados a las rectorías a veces en lugares geográficamente distantes de su hermano sacerdote más cercano, señaló.

Rudolph comenta que conoció personalmente a dos amigos que dejaron el sacerdocio apenas un par de años después de su ordenación. Ambos experimentaron una profunda desilusión y soledad casi inmediatamente después de comenzar su ministerio activo. Descubrieron que, tras la ordenación, el apoyo y la fraternidad que se forjaron durante el seminario pueden desaparecer repentinamente.

El estrés, el aislamiento y el "estilo de vida de soltero" en el que caen algunos sacerdotes pueden conducir a la depresión, la desesperanza, el abuso de sustancias e incluso, trágicamente, al suicidio.

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Ante estas terribles realidades, el modelo de Chrism reúne a los sacerdotes en "cohortes": pequeños grupos de cuatro a seis que se reúnen mensualmente para orar, compartir y hacer balance. Chrism también ofrece coaching individual para aplicar los principios al contexto único de cada sacerdote y trabaja para conectar a los sacerdotes con directores espirituales.

"Creo que tenemos que recordar que los sacerdotes también son humanos", dice Rudolph.

Sentando las bases en el seminario

Carter Griffin, rector del Seminario San Juan Pablo II en Washington, D.C., insiste en que los seminarios desempeñan un papel fundamental en la preparación de los hombres para una fidelidad duradera a su vocación sacerdotal. Señala que ya se han logrado mejoras significativas en las últimas décadas.

Se hace hincapié en garantizar una formación humana integral, que incluye el mantenimiento de la salud y la castidad, el manejo de la ansiedad y la gestión de la inmensa carga de trabajo de la vida parroquial. También se trabaja para cultivar una cultura de compromiso desde el seminario.

"Vivimos en una época y en una sociedad en la que los compromisos no se toman en serio... pero se debe hacer todo lo posible para ayudar a nuestros hombres a asumir y cumplir sus compromisos", dijo Griffin.

Naturalmente, la formación espiritual también sigue siendo de vital importancia.

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La respuesta más eficaz para los sacerdotes que abandonan su ministerio es una relación más profunda con el Señor. Hay que afrontar las cosas a nivel humano, por supuesto, pero el sacerdocio solo tiene sentido a través de la fe y la relación con Dios. Un buen seminario ayudará a un hombre a cultivar esa relación cada día, dice

Cómo podría ser una fraternidad sacerdotal

"[Los sacerdotes] no dan tanta prioridad a reunirse como sería conveniente", comenta el padre Peter, observando que a veces la falta de fraternidad sacerdotal tiene menos que ver con la logística y más con la falta de motivación.

Sean Conroy, vicario parroquial de Santo Tomás Moro en Centennial (Colorado), se unió durante el seminario a los Compañeros de Cristo, un grupo de sacerdotes diocesanos que se comprometen a vivir en comunidad con permiso del arzobispo. Los compañeros nunca se pierden la comida comunitaria del sábado por la noche: los sacerdotes cocinan para sí, dedican tiempo a la oración y disfrutan de la compañía mutua.

En medio de las responsabilidades y el estrés de ser párroco, es fácil considerar el tiempo que pasa con sus hermanos sacerdotes como "un compromiso más", admitió Conroy. Pero aprecia que le ayude a crecer en santidad y a promover su desarrollo humano y espiritual.

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"Reconocemos que [la comunidad] es algo que necesitamos para ser sacerdotes santos, así que la buscamos", dijo Conroy: "Cuando soy fiel al apoyo de los hermanos, siempre salgo sintiéndome mucho mejor... En resumen: la fraternidad sacerdotal es necesaria".

Intimidad saludable

Bob Schuchts, fundador del Centro de Sanación Juan Pablo II en Florida, ha observado que la crisis de los abusos sexuales ha creado un "miedo generalizado a la intimidad entre laicos y clérigos", sustituyendo la saludable amistad entre sacerdotes y laicos por la precaución y la distancia.

Frente a eso, Schuchts dice que los católicos deberían considerar el dar pequeños pasos para invitar a su sacerdote a la vida de su familia, como por ejemplo invitarlo a comer.

"Realmente no amamos activamente a nuestros sacerdotes. La mejor comunidad es entre los hermanos sacerdotes, entre ellos. Pero también es necesario que los sacerdotes y las familias se comprometan unos con otros", dijo Schuchts.

Toby dice que, en su opinión, es importante que los sacerdotes se hagan amigos de los laicos, especialmente de las parejas casadas, ya que las vocaciones del matrimonio y el sacerdocio tienen una cierta "complementariedad".

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"Creo que una cosa que los laicos pueden hacer es... invitarlo a sus vidas, hacerse amigos suyos en cierto sentido, pero también en términos de darle un lugar como alguien que está ahí para acompañarlos espiritualmente, fomentarlos y alimentarlos", dijo Toby.

Rudolph, por su parte, dijo que cree que muchos párrocos se sienten genuinamente queridos por su feligresía, aunque de forma algo anónima. Aconsejó a los feligreses que "conozcan al hombre tras el alzacuellos": que sepan cosas de él, que recen y ayunen por él, y que lo animen de forma específica y personal. Los sacerdotes suelen recibir más críticas que ánimos, añadió Rudolph, así que aconseja que compartan comentarios positivos y expresen su gratitud.

Griffin coincide en esto: "Los sacerdotes agradecemos mucho el amor y el apoyo de las personas a las que servimos... Participar en las iniciativas parroquiales y otras necesidades de la parroquia no solo fortalecerá su sentido de pertenencia a la comunidad parroquial, sino que también será un gran apoyo para su sacerdote".

Ed Thompson, fallecido con 92 años, consideraba sus últimos 23 años como los más felices de su vida sacerdotal, ya libre de alcohol.

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Fuente: Religión en Libertad

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