lunes, 22 de diciembre de 2025

Ermitaño, rockero y fan de la misa en latín: Maximilian, el cura que arrasa ante miles en Spotify

 


Ermitaño, rockero y fan de la misa en latín: Maximilian, el cura que arrasa ante miles en Spotify

El sacerdote ermitaño Maximilian Mary Dean, en el festival Catholicpalooza de 2024.

Puede no ser joven, pero el padre Maximilian Mary Dean es, sin duda, parte de la tendencia que ha venido a llamarse “el giro católico”, si por este se entiende el creciente peso de este credo en el panorama cultural hegemónico. Y viene con multitud de señas de una identidad propia que seguro darán que pensar:  es converso, músico desde la infancia, rockero y ermitaño y, al mismo tiempo, convencido de que la música de alabanza y la liturgia tradicional no son antitéticos.

Hoy, el ermitaño de la Diócesis de Harrisburg está en Spotify y registra un promedio de más de 500.000 reproducciones anuales de más de 60.000 oyentes, según arroja National Catholic Register. En la primera edición de los Premios de la Música Católica, celebrada en el Vaticano este verano, fue finalista en la categoría de mejor canción de rock, y su tema “Canción a María, Reina de Todos los Corazones” ganó el premio a la “Mejor Canción Mariana”. Él compone y graba su música capa por capa en la Ermita de San José, donde dispone de una cabina de grabación y un equipo de trabajo de audio digital. 



De Knopfler a Van Halen, siguiendo a las grandes estrellas del rock

La particular trayectoria de este sacerdote se remonta a los años 80. En su web personal, detalla que su afán por la música comenzó con nueve años, cuando empezó a tocar el piano y la guitarra. No tardó en ver su estilo influenciado por estrellas del momento como Mark Knopfler, Jimmy Page, Rik Emmett, Eddie Van Halen o Stevie Ray Vaughan.



El padre Maximilian Mary Dean, en su primer concierto, en torno a 1983.

De escuchar, estudiar y tocar pasó a la escena. Aunque su instrumento principal siempre ha sido la guitarra, tuvo la oportunidad de tocar otros instrumentos como el bajo en The Catholic Cowboys, en 1991; el teclado en Departure o la batería en The Understatements. Llegó incluso a ser alumno tutelado del músico consagrado Mark Maxwell. Pero cuenta que, más allá de sus progresos técnicos o de estudiar guitarra clásica, su gran desahogo llegaba cada martes por la noche, cuando daba rienda suelta en el escenario a sus conocimientos de blues con quien quisiese seguirle.

Como relató recientemente a National Catholic Register, su época universitaria no solo fue un progreso técnico en lo musical. Llevaba tiempo, dese secundaria, sintiendo “un gran vacío y una profunda soledad” en su vida. Lo achaca a tomar conciencia de cómo “el pecado, el éxito, las buenas notas y los buenos amigos existen, pero no llenan una necesidad más profunda”. Y él sabía que “tenía que haber algo más”.

La vocación, un cambio drástico 

La universidad sería el lugar donde experimentó una importante conversión a la fe católica que había abandonado hace años. Y con la conversión, llegó la vocación. Sintiendo que Dios llamaba al sacerdocio, Dean se trasladó a la Universidad Franciscana de Steubenville para estudiar filosofía. Se graduó en 1991 y fue ordenado sacerdote con los Frailes Franciscanos de la Inmaculada en el año 2000.



Aunque nunca abandonó del todo su guitarra, se alejó del rock cuando comenzó sus estudios para el sacerdocio. Durante su tiempo con los Frailes Franciscanos de la Inmaculada, tocó y grabó música sacra, y en 1998 grabó su primer álbum, «Vigilia de Navidad con San Francisco de Asís».

“Asociaba la música rock con la cultura pagana y hedonista. Así que dejé de lado la guitarra eléctrica y la batería [si bien] seguí tocando la guitarra y cantando, y aprendí muchas canciones bellas mientras estuve en la Universidad Franciscana”, cuenta el sacerdote.

La trayectoria musical de Dean prosiguió junto a los Frailes Franciscanos de la Renovación, de 1992 a 1995, y más tarde con los Frailes Franciscanos de la Inmaculada, entre1995 y 2017. “Siempre dirigí la música, principalmente como cantante, pero también acompañando con la guitarra o el órgano según la ocasión”, cuenta.

Precisamente en esta última fase, el sacerdote grabó su primer CD, Vigilia de Navidad de San Francisco de Asís, celebrando que “ya era un artista de música cristiana que grababa alabanzas divinas! La emisora EWTN solía transmitirlo cada Nochebuena durante muchos años. Tras varios álbumes y más de cien conciertos de música sacra y de ingresar en la Diócesis de Harrisburg como ermitaño diocesano, publiqué una antología de mis grabaciones”.

Entonces, y dada su nueva dedicación como ermitaño, Dean daba por concluida su carrera musical.

Y llegó una extraña e incontenible inspiración 

Sin embargo, algo que solo pudo interpretar como la misma voz de Dios irrumpió en su vida enviándole canciones a su fuero interno.

Los episodios comenzaron en 2017.

“Me despertaba de repente con canciones completas en la cabeza entre las 3 y las 4 de la madrugada. Eran canciones alegres con instrumentos contemporáneos; a veces incluso oía la sección de vientos”, asegura.

Cuando le ocurrió hasta en tres ocasiones, el sacerdote tuvo el convencimiento de que su faceta musical debía regresar:

“Con el tiempo y a través de la oración, comprendí que se me llamaba a grabar de nuevo, me di cuenta de que Nuestro Señor me estaba llamando a grabar de nuevo, pero esta vez desde el silencio y la soledad de la ermita y utilizando instrumentos más contemporáneos”.

Una prolífica composición como eremita de hasta cinco álbumes publicados en soledad, amén de los conciertos ocasionales, son la muestra de que la Providencia ha dado fruto a sus talentos. La música, dice, es la obra de su vocación religiosa.



El religioso, en una de sus grabaciones.

“Tanto los monasterios como los ermitaños deben ser autosuficientes”, dijo. “Así que tienen que realizar algún trabajo que también les ayude a mantener su estilo de vida. Yo hago música, y ese es mi trabajo”.

El padre Maximilian se sorprendió a partir de entonces utilizando dones que había desarrollado antes de su conversión, que había dejado de lado y que nunca usó para la gloria de Dios después de su conversión.

Hoy, cree que se debía a razones espirituales: necesitaba purificarme profundamente de mi apego al pecado y al egoísmo antes de poder poner estos dones a su servicio y usarlos para la edificación del Cuerpo de Cristo.

¿Pueden coexistir el gregoriano y la música alabanza?

Tras una vida dedicada a la música, una pregunta le persigue: ¿Puede la música contemporánea y moderna dar gloria a Dios? Tras décadas de estudio y oración, el sacerdote parece haber hallado una respuesta estructurada.

“Sin duda existe música sacra adecuada para la liturgia, y esa es una de las principales razones por las que siempre me ha atraído la misa tradicional, en latín. El canto gregoriano, polifonía, el órgano… Pero también hay lugar, incluso necesidad, para la música no litúrgica”, comenta.



Entre otros ejemplos o metáforas, evoca un campamento de verano con amigos reunidos en torno a un fuego al atardecer. “Sin duda, hay espacio para una guitarra, una pandereta y unas palmadas festivas… Cantos de alabanza. Es coger lo “laico” o profano y lavarlo con la sangre de Cristo”, expone. Algo que, según él, “ha sido una misión constante de la Santa Madre Iglesia”.

También responde comentando que un monasterio puede preparar formas para la Santa Misa, pero también otros panes y dulces que, si bien no son para la Misa, forman parte de la cultura católica. Los bollos de Pascua, los pretzels y el roscón de Reyes son ejemplos claros. Aunque no son apropiados para la celebración de la Misa, sí lo son fuera de ella y constituyen una auténtica expresión de nuestra fe católica.

Son para él algunos ejemplos de lo que santos como Alfonso María de Ligorio comprendieron al destacar la necesidad y la función de la música no litúrgica como parte integral de la cultura católica.

Respondiendo a las aparentes contradicciones o choques iniciales, el sacerdote y ermitaño parafrasea a la Madre Angélica al destacar que “hay que hacer lo ridículo para que Dios obre milagros”. “Y es bastante ridículo que un ermitaño toque la guitarra y la batería y cante canciones pop-rock, pero hay que hacer lo ridículo porque Dios puede obrar milagros en la vida de los demás”.

¿Cuál es el objetivo de su música? Concluye destacando una vez más una “humilde plegaria”, “que mi música lleve a las almas a glorificar a Dios con todo el corazón y la mente, y que las ayude en su camino espiritual”.

Fuente_ Religión en Libertad

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