domingo, 31 de diciembre de 2017

EL AMOR SAGRADO HACE A LA FAMILIA SAGRADA



EL AMOR SAGRADO HACE A LA FAMILIA SAGRADA

Por Gabriel González del Estal

1.- José y María, la madre de Jesús, estaban admirados de lo que se decía del niño… El niño iba creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios lo acompañaba. Poco, casi nada, sabemos de la vida de José, María y el Niño, mientras vivieron en Nazaret. Y, cuando Jesús comienza su vida pública, es el mismo Jesús el que nos dice que su familia es “toda persona que cumple la voluntad de Dios”. Cumplir la voluntad de Dios es cumplir el mandamiento nuevo de Jesús, “amarnos unos a otros como él nos amó”. Si, como nos dice San Pablo, en su carta a los Colosenses, “el amor es el ceñidor de la unidad consumada”, hoy debemos pensar que fue el amor sagrado el que hizo sagrada a la Sagrada Familia. En esta fiesta de la Sagrada Familia, nosotros debemos pedir a Dios por todas las familias cristianas, para que hagan del amor el soporte y el vínculo de su unidad familiar. Sólo así las familias cristianas podrán ser, con todas sus limitaciones, familias sagradas, como lo fue la Familia Sagrada de Nazaret.

2.- El que respeta a su padre tendrá larga vida, al que honra a su madre el Señor le escucha. La familia parental está formada por padres, hijos, y nietos; tíos, primos y sobrinos. Yo creo que, si tuviéramos que dar una medalla a la mejor institución de la historia, deberíamos dársela a la familia parental. Nadie ha hecho más por el niño, el joven, el adulto, el viejo, que la familia parental. Con todos sus defectos, limitaciones y excepciones, cuando tenemos problemas físicos, psicológicos, económicos, sociales, al final siempre queda y, en muchos casos, sólo queda, la familia. La familia es siempre la primera que nos ayuda, nos comprende, nos defiende, nos corrige, nos anima, nos ama. Demos hoy, especialmente, gracias a Dios por la existencia de la familia parental. Y defendámosla.

3.- Cantad a Dios, dadle gracias de corazón, con salmos, himnos y cánticos inspirados. Hablando desde una fe religiosa y para personas religiosas, debemos también afirmar la bondad de la familia eclesial, vivida dentro de una parroquia. De la primera Iglesia doméstica que fue nuestra casa familiar, pasamos, de la mano de nuestros padres, a la iglesia de nuestra parroquia; allí empezamos a rezar comunitariamente las oraciones comunes de la Iglesia, allí recibimos los primeros sacramentos, allí le hemos confesado a Dios, en secreto, nuestros pecados, y le hemos contado nuestras angustias y nuestros anhelos más íntimos. También allí, con todas las limitaciones y excepciones que cada uno pueda tener, hemos alimentado nuestra fe y mantenido nuestra esperanza cristiana. Alabemos a Dios por todos los bienes que hemos recibido, desde nuestra parroquia cristiana. Y como miembros vivos de esta familia parroquial, ayudemos a nuestra parroquia a mantenerse cada vez más viva y cristiana, dándole gracias a Dios con salmos, himnos y cánticos espirituales.

4.- Que la paz de Cristo actúe de árbitro en vuestros corazones; a ella habéis sido convocados en un solo cuerpo, (que es la Iglesia). Cristo vivió y murió por todos y para todos. En la Iglesia de Cristo caben todas las personas de buena voluntad. De la iglesia parroquial debemos pasar a la Iglesia universal. Por amor a Cristo, y como buenos discípulos de Cristo, amamos a todas las personas como a hermanos, como a miembros de nuestra familia. Y no olvidemos que en la familia parental y en la familia eclesial siempre se ama más al que más lo necesita; amemos, por tanto, con especial atención y esfuerzo a las personas que más sufren dentro de iglesia parroquial y de la Iglesia universal, que quiere ser la familia humana en general. No hagamos distinción de razas, ni de lenguas; amemos a todos, porque todos son de nuestra familia, de la Iglesia que quiere reunir Cristo sobre la tierra. La Iglesia de Cristo quiere ser católica, es decir, universal, todas las iglesias particulares forman parte de la Iglesia universal, que es el cuerpo de Cristo. Amenos a todos como Cristo nos amó.

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