La hermosa historia de Christine, madre a los 19
Su novio la golpeó por no abortar... y Dios premió su decisión con cuatro regalos, entre ellos la fe
Christine dudó y pensó abortar, pero al final optó por su hija... y su hija vino con un Pan debajo del brazo. Foto: Shutterstock.
Hace unos días se celebró el 44º aniversario de la sentencia Roe vs. Wade, la decisión del Tribunal Supremo de los Estados Unidos que dio el vía libre a que una madre pudiera abortar a su hijo. Hemos sido testigos de la Marcha por las Mujeres ante el Capitolio, en la que cientos de miles de mujeres se manifestaron para que se proteja su opción de matar a sus hijos.
Para traer algo de luz en esta oscuridad, Pete Baklinski ofrecié recientemente en LifeSiteNews esta historia real de una joven asustada y destrozada emocionalmente que aprendió la alegría de decir "sí" a la vida a pesar de las dificultades. Los nombres de las personas y lugares -con excepción del de Michael Hichborn- se han cambiado para salvaguardar la identidad de las personas:
Era una desapacible y helada tarde canadiense del mes de diciembre. Christina Woods, de veintidós años, acababa de pasar unos momentos en paz rezando en una iglesia cercana. Abrigada con una gruesa parka, se dirigía hacia su casa caminando con dificultad por la acera limpia de nieve. Christina no lo sabía, pero en ese momento estaba siendo acosada por su ex-novio. Estaba furioso con ella por no seguir con el plan de acabar con el embarazo. Su rechazo estaba arruinando su vida. Se prometió que esa vez nada le impediría obligarla a ver las cosas como él quería.
La agresión
Christina había entrado en una tienda para comprar algunas cosas. Cuando estaba cruzando un rincón oscuro del parking llevando las bolsas con la compra, su ex-novio decidió enfrentarse a ella.
"¡Mira lo que has hecho con mi vida!", le gritó. "Si hubieras seguido con el plan original de abortar, ambos estaríamos en la universidad y seguiríamos con nuestras vidas como antes. Pero tú tenías que hacer las cosas a tu manera. Lo has estropeado todo. ¡Arréglalo siguiendo el plan original!", le imploró enfadado.
Christina se había parado para escucharle. Pero cuando oyó que él le sugería de nuevo que abortara, con tranquilidad le respondió "no" y siguió su camino.
Pero el joven se acercó agresivamente, agarrándola por la parka.
"¿Qué quieres decir con 'no'?", le gritó airado. "Te voy a enseñar yo que es 'no'".
Y la golpeó con brutalidad en la cara. Christina dejó caer las bolsas demasiado tarde para protegerse de los golpes, que le ocasionaron la rotura de un diente y un ojo morado. El ex-novio, al darse cuenta de lo que había hecho, huyó y la dejó llorando, aturdida y sangrando, en el parking nevado.
"Estaba furioso conmigo porque había decidido quedarme con el bebé", ha contado Christina a LifeSiteNews en una entrevista exclusiva.
"Odiaba que hubiera cogido las riendas y tomado decisiones por mí y el bebé. Me dijo que él era la víctima porque no tenía más alternativa que aceptar mis planes. Se quejaba de que su vida había cambiado a causa de mi decisión. Estaba furioso por esto. Me acusó de estropear su relación con sus padres", ha añadido.
Golpeada y emocionalmente destrozada, en ese garaje Christina se sintió más aterrorizada, abatida y sola que nunca. ¿Qué sería de ella y de su bebé, que tenía ya 19 semanas? ¿Qué había pasado para que su gran aventura de empezar el primer año de universidad, unos meses antes, hubiera acabado así?
Recordó, con dolor, la triste cadena de acontecimientos.
Malas decisiones
A principios de 2014, a Christina se le presentó la oportunidad de ir a una universidad cristiana junto a un joven de su comunidad, perteneciente a la Iglesia Reformada. Ambos habían crecido en familias muy estrictas en las que el centro de la vida eran la fe, el trabajo duro y Dios.
"Ambos crecimos en familias 'muy pro-vida'", dijo.
Viajaron juntos desde Calgary. En la universidad se encontraron con un ambiente que no les era familiar, lleno de rostros desconocidos, por lo que pasaban todo el tiempo juntos.
"Habíamos crecido en familias muy unidas en las que se cuidaban los unos a los otros. De repente nos encontramos en un nuevo ambiente en el que estábamos desesperadamente solos. Crecimos muy protegidos. Pero ahora todos los frenos y controles que recibíamos de nuestros padres y nuestra comunidad habían desaparecido. Perdimos nuestro sentido de responsabilidad", dijo Christina a LifeSiteNews.
Sin control, la pareja empezó a tomar lo que Christina ahora llama "malas decisiones".
"Sabíamos que estábamos tomando malas decisiones a pesar de haber recibido siempre mucho apoyo para elegir bien, como una formación sólida, maravillosos padres y estar en una universidad donde se valoraba el hecho de que el sexo fuera exclusivo del matrimonio".
¡Embarazada!
Christina recuerda que ambos se quedaron "atónitos" el día que descubrieron que ella estaba embarazada.
"Éramos las personas más asombradas de la tierra. Nunca se me había ocurrido que esto pudiera pasar. No era consciente de la situación", ha declarado.
Debido a las normas de la universidad relacionadas con el código de conducta, según las cuales se castigaba con la expulsión a los estudiantes que mantenían relaciones sexuales, el novio le dijo a Christina que sería "desleal" por parte de ella que el embarazo revelara su mala conducta, porque esto haría que le expulsaran.
"Fue implacable, según él el aborto era la única solución", ha dicho.
Christina se sintió abrumada por la gravedad de la situación. Se sentía empujada en distintas direcciones. Algunos días deseaba poder tener un aborto espontáneo. Otros pensaba que su novio tenía razón y que abortar "era la única solución". Pero había también días en los que sentía que abortar era "la cosa peor que podía hacer" y pensaba en la nueva vida que estaba creciendo dentro de ella.
Christina estaba abrumada también por la idea de que su relación secreta fuera descubierta por su familia, sobre todo por su padre, al que no quería decepcionar. Cualquier escenario que su mente se imaginaba en esos días, al final se veía sola y no amada, perdiendo a su padre y a su familia, o a su novio, o a todos.
"Era una situación insoportable", ha dicho.
Indicios de esperanza
Sin apoyo y necesitada de respuestas, Christina intentó desesperadamente buscar en Facebook y en algunos blogs algo, cualquier cosa, que le ofreciera una perspectiva distinta al aborto. No sabía exactamente qué quería, pero buscaba un indicio de esperanza. Un artículo pro-vida colgado en Facebook llamó su atención. Se puso en contacto con la persona que lo había colgado, que resultó ser Michael Hichborn, un escritor católico estadounidense muy conocido, investigador y presidente del Lepanto Institute. Hichborn respondió de inmediato a su mensaje.
"Christina me contactó inesperadamente porque necesitaba hablar con alguien que no conociera y que fuera pro-vida. Tenía miedo, estaba en su primer año de universidad y embarazada", declaró Hichborn a LifeSiteNews.
Michael Hichborn, también colaborador de la American Life League, junto con su familia.
Hichborn animó a Christina a pensar en su situación desde la perspectiva del bebé. Le dijo que el bebé dependía de su fortaleza. Le dijo que sólo ella, nadie más, tenía derecho a tomar buenas decisiones para ella y su bebé.
"La animé a volver a casa y hablar con sus padres sobre lo que había ocurrido. Me pidió que rezara por ella y toda mi familia lo hizo", dijo.
El consejo de Hichborn le dio a Christina la esperanza que estaba buscando. A finales de noviembre dejó la universidad sin avisar y volvió a casa. No renunció formalmente y tampoco le dijo nada a su novio de sus planes. Simplemente se fue.
"Pensé que si le decía a mi novio lo que estaba haciendo, intentaría detenerme. No estaba emocionalmente preparada para resistir si él intentaba detenerme", ha declarado.
Padre y madre, diferente reacción
Dar la noticia del embarazo a sus padres fue tan difícil como se había imaginado; su madre fue la que reaccionó peor.
"Para mi madre fue realmente una humillación saber que su hija estaba embarazada. Estaba segura de que todos en la comunidad la juzgarían y criticarían a sus espaldas".
"Pero con mi padre fue muy distinto. Le dolió saber que había tomado en consideración la posibilidad de abortar a su único nieto. Se preguntaba por qué no había sido instintivo en mí llamarle y decírselo", ha añadido.
Muchas emociones y un gran estrés se convirtieron en los compañeros constantes de Christina cuando volvió a casa. A esto se añadió la culpa que sentía por haber sido sexualmente activa y por haber contemplado la posibilidad de abortar. Sufría mucha tensión en casa, sobre todo a causa de su madre; en cambio, la relación con su padre mejoraba día tras día y esto la animaba. Mientras tanto, se enamoraba cada día más de la pequeña vida que crecía dentro de ella.
Conectados
En este periodo el padre de Christina contrató los servicios de un electricista llamado Joseph, un católico serio, para que le ayudara con la renovación del negocio familiar. Debido a las tensiones con su madre, Christina pasaba a menudo el día en el taller de su padre, donde le escuchaba discutir apasionadamente con Joseph sobre sus respectivas convicciones religiosas. Para ella era algo increíble, puesto que su padre siempre había sido un firme creyente de la Iglesia Reformada y no le gustaba discutir sobre otras creencias religiosas distintas a la suya.
"Me costaba creer que dejara que un católico discutiera con él sobre estos temas, puesto que él se sentía muy cómodo con sus creencias", dijo.
A medida que pasaban los días, Christina empezó a darse cuenta de que Joseph parecía tener otros intereses aparte de defender su fe católica.
El amor
"Empezó a pasar más tiempo con mi padre, creo que porque le gustaba, le gustaba mi familia y, empecé a sospechar, porque le gustaba yo".
A medida que las intenciones de Joseph se fueron haciendo cada vez más evidentes -con la bendición de su padre-, la relación de Christina y Joseph floreció. Al cabo de poco tiempo se prometieron.
En este periodo la madre de Christina sentía tanta vergüenza de que su hija soltera y embarazada fuera a la iglesia que le dijo que era mejor que se quedara en casa. Para tranquilizar a su madre Christina aceptó, aunque era consciente de que así perdía la ayuda espiritual que recibía en la iglesia.
Cuando chateando en Facebook el amigo americano de Christina, Michael Hichborn, supo las dificultades que tenía, la animó a permanecer cerca de Dios aunque no fuera a la iglesia. Para apoyarla espiritualmente le envío por correo unos CDs con unas charlas del Venerable Siervo de Dios el arzobispo Fulton Sheen, incluyendo su famoso catecismo de 50 partes.
"En poco tiempo ya había escuchado todas las charlas, lo que la llevó a plantear un montón de preguntas", dijo Hichborn.
El misterio de la Presencia Real
Lo que más le intrigaba a Christina de esas charlas era la idea católica de que Jesús estaba realmente presente -cuerpo, sangre, alma y divinidad- en el pan y el vino consagrados por el sacerdote en la misa. Su educación en la Iglesia Reformada le había enseñado que el pan y el vino eran únicamente símbolos de Jesús, no el propio Jesús. Sintió curiosidad por saber qué sentiría al experimentar esta misteriosa presencia de Jesús en el pan y el vino consagrados.
Se preguntaba si las palabras de Jesús podían ser literalmente verdad cuando dijo: "Si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros". Siguiendo un impulso decidió ir un domingo a una iglesia católica. Pensó que aunque la decepcionara, significaría salir de casa y estar lejos de su madre y las tensiones.
Pero Christina no salió decepcionada de la iglesia.
"Cuando entré en la iglesia sentí que había algo distinto, que había algo santo y sagrado, una presencia muy fuerte que no había sentido nunca en mi iglesia", ha declarado.
Christina recuerda que, de repente, la asaltó la idea de que si la enseñanza católica sobre la presencia real de Jesús en el pan consagrado era verdad, entonces ella estaba perdiéndose algo, alguien, extraordinariamente importante.
Empezó a ir a misa de manera regular. Cuanto más experimentaba la presencia del pan consagrado -la Eucaristía- conservado en el tabernáculo, más creía que Jesús estaba verdaderamente presente en ese pan.
"Cuando experimenté la Eucaristía, sentí que allí había algo sagrado", ha dicho.
El Santísimo, ayuda para la vida diaria
Christina empezó a desear estar más tiempo con Jesús en la Eucaristía. Empezó a ir a la Adoración Eucarística, en la que Jesús es expuesto en una custodia para que la gente pueda acercarse y rezar. Empezó a ir a misa diariamente. Estar en presencia de Jesús le daba una paz y una fuerza que no eran de este mundo y que le permitían enfrentarse a las dificultades diarias.
"Había días muy difíciles, en los que me costaba mucho afrontar la situación o tener una perspectiva; en esos días dirigir mi mirada a la Eucaristía y, sobre todo, a la Adoración, me ayudaba mucho. Me reforzaba y me centraba. Realmente me ayudaba, de un modo que no puedo explicar, a superar esos momentos".
Volvió la alegría
A medida que Christina rezaba ante Jesús, empezó a ser consciente de que había más en la vida que la suma de sus problemas y sufrimiento. De repente volvió a descubrir la alegría.
"Sabía que con la ayuda de Jesús podría seguir adelante con mi embarazo, pero no sabía que podría encontrar la alegría. Jesús, en la Eucaristía, me ayudó a encontrar una nueva alegría".
Christina estaba volviendo de una de sus visitas a Jesús en la Adoración cuando su novio la atacó violentamente en el parking. Había dejado la universidad porque se había enterado de que su mala conducta había salido a la luz y que estaba a punto de ser expulsado. Al no tener ningún sitio donde ir, había vuelto a casa. Christina le denunció a la policía y emitieron una orden de alejamiento contra él.
Esperando a Rachael
Christina se mantuvo en contacto con su amigo pro-vida Hichborn a través de Facebook durante los primeros meses de 2015 y a menudo le planteaba preguntas sobre la fe católica. Hichborn se alegraba de oírla hablar del amor que sentía por Jesús en la Eucaristía. La animó a participar en el Rito de Iniciación Cristiana para Adultos (RICA), en el que podría encontrar respuestas profundas para sus preguntas. Christina se dio cuenta que a medida que aprendía en las clases, más profunda era su relación con Jesús en la Eucaristía.
En abril, cuando su embarazo estaba casi a término, Christina sintió de una manera abrumadora que Jesús la estaba llamando para profundizar su relación con él en la fe católica. Esto ocurrió en la misa del domingo de la Divina Misericordia, un día en el que los católicos celebran la misericordia que Dios otorga generosamente a todo el que la pida, sobre todo a los oprimidos y a los que han sido heridos.
Mientras Christina rezaba ante la presencia de Jesús en la Eucaristía, las lágrimas empezaron a brotar espontáneamente, aunque ella no entendía por qué. Lo único que sabía es que algo profundo había sucedido en su corazón de corazones. Sabía que le había sido concedida la fuerza para seguir a Jesús allí donde Él quisiera, incluso si esto significaba abandonar sus antiguas creencias.
El día del nacimiento se acercaba. Christina le pidió a su padre que estuviera presente en el parto y él aceptó. Su relación era más fuerte que nunca. Él estaba deseando ver a su primer nieto.
"Creo que lo que me mantuvo fue ver lo que esto significaba para mi padre. Creo que nunca le vi llorar cuando yo era pequeña. Pero lloró mucho cuando su nieta nació".
Christina le puso a su hija el nombre de Rachael.
"Rachael fue la alegría más grande en la vida de mi padre", ha dicho. "Pasó de ser una persona que yo creía alteraría su vida, a ser la más importante de su vida".
"Enamorada de ella"
Christina sintió una gran alegría cuando tuvo en su brazos a Rachael por primera vez. Estaba feliz de no haber seguido el consejo de su novio y agradecida por el apoyo que había recibido.
"Tenía ganas de verla. Me había enamorado de ella cuando estaba embarazada. No me sorprendió ver cuánto la amaba cuando la tuve por primera vez en mis brazos", ha dicho, añadiendo: "Es duro para mí pensar que hubo un tiempo en que pensé en no tenerla. Ella es todo para mí".
Aunque Christina aún no era católica, quiso que su hija fuera bautizada en la fe católica lo antes posible.
"Significaba mucho para mí que mi hija fuera bautizada, probablemente mucho más que mi propia conversión, porque es mi deber en la vida darle todo lo que pueda en términos de fe y criarla para que vaya al cielo".
El párroco local aceptó hacer una excepción permitiendo que el hijo de un padre no católico fuera bautizado, pues sabía que en cuanto Christina acabara su curso RICA también ella se convertiría a la fe católica.
El encuentro con Jesús Sacramentado
Christina fue admitida en la Iglesia Católica en junio de 2015, después de confesarse por primera vez y confiar a Dios todos sus errores pasados y recibir la absolución. Con su alma limpia recibió a Jesús en la Primera Comunión. Fue una experiencia que nunca olvidará.
"Significó mucho para mí recibir la Eucaristía. Fue algo realmente importante. Sentí que había encontrado a Dios de un modo como no lo había hecho antes, como no lo había encontrado leyendo las Escrituras, rezando y en la adoración, o de cualquier otra manera".
"Cuando recibí a Jesús por primera vez me sentí pequeña, indigna, no por lo que había hecho, sino por lo que Él había hecho por mí, muriendo en la cruz".
La tragedia imprevista
Al cabo de muy poco tiempo la nueva fe de Christina fue puesta a prueba con dureza. Una noche de septiembre su padre se fue a la cama con un terrible dolor de cabeza. Cuando la familia se levantó por la mañana, se quedaron destrozados al descubrir que había muerto durante el sueño. La autopsia reveló que la causa había sido un aneurisma cerebral.
Pero incluso en medio de la tragedia Christina pudo comprobar que Dios seguía trabajando. Gracias a su embarazo ella había vuelto a casa y había pasado un tiempo valioso con su padre antes de que éste muriera. Le había hecho abuelo antes de morir y había visto la alegría que le daba su nieta.
"Estoy muy agradecida por haber pasado ese tiempo con mi padre antes de que muriera. Si hubiera estado en la universidad hubiera recibido una llamada informándome de su muerte y no le habría podido decir adiós... habría sido terrible. Tal como han ido las cosas, he podido pasar mucho tiempo con él, tiempo que no hubiera pasado si no me quedo embarazada. Pasé cada día con él. Estuvo en el nacimiento de mi hija. Tuvo la oportunidad de verme convertida en madre".
Joseph
Christina cree que su padre tuvo un papel importante en la relación que se inició entre ella y Joseph. Se pregunta si él intuyó, en el fondo de su corazón, que tenía que buscarle a su hija una pareja porque sabía que su tiempo en la tierra se acababa. Con su padre -su mayor apoyo- muerto, Christina se dio cuenta de que había llegado el momento de que ella y Joseph se casaran.
Lo hicieron por la iglesia el 4 de noviembre de 2015. Fue una ceremonia sencilla; después hubo una celebración aún más sencilla. El día antes de la boda, Christina y unos cuantos de sus amigos católicos rezaron ante Jesús en la capilla de la adoración: le pidieron que bendijera la nueva pareja y la ayudara a vivir fielmente sus votos.
Un pecado y cuatro dones
Cuando Christina piensa en el pasado, en ese primer año de universidad, se maravilla por el modo como Jesús las atrajo, a ella y a su hija, hacia Él en el momento en que ella se sentía más sola, pensando que todo estaba perdido. Ahora ve como Dios saca lo bueno de lo malo.
Los pecados sexuales que ella cometió con su novio tuvieron como resultado el don de Rachael. Esos mismos pecados la llevaron a descubrir de nuevo a su padre, a profundizar su relación y a estar con él en sus últimos días. Esos mismos pecados se convirtieron también en el trampolín que la llevó a descubrir la presencia real de Jesús en la Iglesia Católica, y a recibirle en la Primera Comunión. Se maravilla al ver la manera que tuvo Dios de hacer entrar a Joseph en su vida, para ayudarla a aumentar su nueva fe católica y para convertirse en el padre de Rachael.
"Con Dios todo es posible"
"Si no hubiera sido porque Dios estaba trabajando en mi vida, ahora no tendría nada, ni siquiera a mi hija. Pero con Él ahora tengo todo lo que importa: mi Rachael, mi marido, la presencia real de Jesús en mi vida y la seguridad de que Dios me cuida a pesar de mis debilidades y mis límites", ha dicho. "Aunque desprecio mis pecados, le agradezco al Señor la inmerecida misericordia que ha mostrado conmigo", ha añadido.
Christina dijo a LifeSiteNews que su experiencia le ha enseñado a confiar en Dios, sin importar lo que pase.
"Ahora sé que con Dios todo es posible. Le doy gracias al Señor por su amor y misericordia", ha declarado.
Epílogo
El ex-novio no dejó de acosar a Christina, incluso estando ya casada. Los recién casados se mudaron a otra provincia para alejarse de él, pero sin éxito. El ex-novio llegó a exigir su derecho legal a visitar a su hija, pero la causa judicial se interrumpió cuando tuvo un ataque de violencia en el tribunal y le dio una patada a la sillita de la niña. Christina y Joseph han tenido otro hijo el pasado mes de julio. Christina y su madre tienen ahora buena relación.
Traducción de Helena Faccia Serrano (diócesis de Alcalá de Henares).
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