Una experiencia mística, de amor y lágrimas, la transformó y liberó
Exploró el budismo y se atascó en la Nueva Era, el reiki y el yoga, hasta que leyó a Santa Teresa
Asunción Ruíz, de Valencia, explicó su testimonio en el seminario de San Sebastián, presentada por el obispo José Ignacio Munilla
Asunción Ruíz explicó su testimonio de conversión a la fe cristiana tras su paso por el budismo, la Nueva Era, el Reiki y el hinduismo en el Seminario de San Sebastián, en el Instituto de Ciencias Religiosas Pío XII, el pasado 3 de noviembre de 2016, presentada por el obispo José Ignacio Munilla. Es la historia de un alma que buscaba la relación con Dios pero quedó atascada muchos años en los círculos falsamente luminosos de la New Age.
Una niña con fe en un entorno sin Dios
Su familia la bautizó de niña y recibió la Primera Comunión, pero solo como rito social. Casi todos sus amigos en su adolescencia y juventud en Valencia eran ateos, su mejor amiga era hija de un alto cargo del Partido Comunista. Pero ella, preparándose para la Primera Comunción de niña, había entablado una relación de amistad con Jesús, al que acababan de presentarle: rezaba por las noches, por su cuenta, y le contaba cosas a Dios.
Ella era una niña que a menudo enfermaba, y veía también problemas serios en casa. Se preguntaba por qué existía el sufrimiento, pero ya no tenía nadie en su entorno con quien hablar de la fe, que le diese respuestas cristianas.
Ante el dolor, la propuesta budista
En su adolescencia le prestaron unos libros de filosofía budista: le gustó su búsqueda de la paz, su ejercicio de la compasión... Empezó a practicar meditaciones budistas muy sencillas, que requerían sobre todo perseverancia. Le daban bienestar y paz. Pero "se me quedó pequeño porque no saciaban mi deseo de conocer a Dios". El budismo ofrecía sólo el Nirvana: una paz más allá de los ciclos de reencarnaciones. Y eso no le bastaba.
Entonces su profesor de Física y Química invitó a sus alumnos a hacer con él un curso de astrología "para conoceros a vosotros mismos". Asunción se apuntó al curso: primero de tres meses, después a otros con la Asociación Valenciana de Astrología, hasta dos años. Pero hacer cartas astrales, que vaticinaban lo que le pasaría, las influencias que le presionaban, más que liberarla sentía que era algo que parecía oprimirla.
Método Silva: invocar espíritus
Más adelante acudió a un curso del "Método Silva" que impartía un señor bien trajeado en la Escuela de Enfermería de Valencia, lo que parecía darle base científica. Consistía en unos ejercicios para, supuestamente, activar zonas del cerebro que ayudarían a vencer hábitos, adicciones...
Pero a partir de cierta sesión el profesor invitaba a invocar unos "maestros ascendidos" o seres superiores, ponerles nombre y hacer los ejercicios en su compañía y guía, también en casa, cada día. Animaba a invocar desde casa a esas entidades. Era, después de todo, una forma de espiritismo camuflado. A Asunción eso de invocar espíritus no le convenció: hizo los ejercicios sin invocaciones, no logró resultados y dejó esa técnica.
Los maestros de Reiki y sus cursos avanzados
Más adelante le presentaron a un maestro espiritual muy afable, que sonreía de forma acogedora. Hablaba de que incluso iba a misa, y le presentó el Reiki: hacer fluir una energía sanadora, algo compatible con cualquier creencia, que funcionaba invocando al Espíritu Santo o a Alá o a Buda. En el curso de Reiki ella sintió bienestar y calor físico. Cada semana acudía Asunción a dar y recibir Reiki.
Típica propaganda de Reiki que ofrece "sanación", equilibrio, etc... y habla de una indetectable "energía universal"
La invitaron entonces a un curso superior, con diez escogidos, impartido por la maestra de su maestro. Aquella mujer les dijo que ella, la maestra, era una diosa, que tenía forma humana para enseñar a los demás, que ellos habían sido elegidos para elevar la conciencia de la raza humana, que la Iglesia tergiversó los Evangelios, que María tuvo dos hijos, y Cristo era el hijo desobediente. "La supuesta diosa no paraba de fumar, yo lo comenté a mi maestro y me dijo: 'claro, necesita anclar su espíritu a la tierra de alguna manera porque, si no, subiría al Cielo'".
Pero vio además una escena más que preocupante. En cierto momento, cuando se aplicaban Reiki unos a otros, un chico cayó al suelo, empezó a contorsionarse, con convulsiones, su rostro se le deformó con "una expresión diabólica y carcajadas tremendas que no parecían ni humanas". Los maestros se sentaron sobre él, le dijeron unas palabras y se calmó. Pero no dieron explicaciones a nadie.
De vuelta a casa, Asunción contactó con otros asistentes: todo aquello había sido muy extraño y no encajaba con lo que les atraía al principio. Decidieron telefonearse a los otros participantes para animarse a dejarlo. Aquello enfadó al maestro, que amenazó por teléfono a Asunción y fue a casa de otros desencantados a gritarles con la cara desencajada, exigirles las fotos del encuentro y amenazarles con energías negativas. "En eso quedó todo aquel amor y la sonrisa del principio", comenta Asunción. Fueron días de decepción y miedo, temiendo que la supuesta "diosa" enviara alguien a hacerles daño.
La New Age pide pagar en euros
Una amiga la convenció de que siguiera en el Reiki con otro maestro, y así lo intentó, pero pronto vio que el nuevo maestro no era consistente con sus enseñanzas: era deshonesto, incoherente... "Yo ya en esos primeros años de New Age me daba cuenta que muchos maestros decían querer ayudar a la humanidad pero cobraban mucho dinero, justificándolo en que si impartían gratis los cursos no se valoraría su enseñanza", recuerda Asunción. "¡Qué diferencia con lo que vería después, en la Iglesia católica, con tanta gente que da su vida por los demás, con olvido de sí mismos!"
Asunción siguió buscando en la Nueva Era: cursos de sanación, de poder "sanador" de los cristales, de Feng Shui (fluir de las "energías" en edificios), de yoga...
"Los cursos siempre eran muy agradables, muy amorosos, con muchos abrazos, pero a mí nada me funcionaba: ni me sanaba, ni yo sanaba nada, ni me sentía mejor".
Efectos perjudiciales de la New Age
Años después, reflexionando sobre esa época, Asunción constata que la Nueva Era la estaba haciendo vanidosa. Ella, educada en la austeridad por su madre, gastaba mucho en comida, ropa, porque "en la Nueva Era te dicen que eres divina, que te lo mereces todo, que busques bienestar..." Además, "yo estaba tan ocupada en esta búsqueda, en mi crecimiento, que no tenía tiempo para los demás, para mi familia".
Pero, para Asunción, lo peor de los cursos de New Age es que casi todos estaban contaminados a algún nivel por el mundo del ocultismo y de la magia, aunque se disfrazasen con algo de medicina, psicología o antropología.
El atractiva de la Nueva Era y sus cursos, explica Asunción, es que lo ofrecen todo -prosperidad, paz, armonía, sanación- de forma muy cómoda, sin renuncias, disciplina ni austeridad. Los cursos que ofrecen contactar con "maestros ascendidos" o "invocar una luz que te guiará" prometen una especie de genio de la lámpara al servicio del usuario.
La New Age: muchos abrazos y colores bonitos, pero mala doctrina que esclaviza y lleva a la frustración o cosas peores
No existe el pecado... ¡la culpa es de los otros!
Por otra parte, el lenguaje de la Nueva Era es un anzuelo muy agradable, que habla de paz, amor y a menudo usa frases del Evangelio o utiliza la figura de Jesucristo y del Espíritu Santo para vender, por detrás, mala doctrina, como que "no existe el pecado, no existe el mal, los cuerpos físicos son mera ilusión, etc..."
La New Age acoge a muchas personas muy heridas -por maltratos infantiles, por divorcios y rupturas- y les repite "eres muy valioso, eres divino, tienes poder, eres magnífico", y al no admitir la existencia del pecado (que se presenta como un invento de la iglesia), tanta repetición lleva al orgullo, y la persona, al no prestar atención a sus defectos, deja de intentar mejorar y piensa que "la culpa de todo lo que te pasa es del otro, que no está suficientemente evolucionado".
La Nueva Era es atractiva también, explica Asunción, porque asegura no tener dogmas ni mandamientos y permite a cada uno diseñar su propio camino espiritual a la carta, movido, sobre todo, por meros sentimientos. Y Asunción ya veía, a estas alturas, que guiarse por los sentimientos era un asidero muy frágil.
Meditación y yoga en el hinduísmo
Decidió buscar en algo más estructurado y tradicional y exigente: el hinduísmo, una religión antigua, con textos hermosos que le atraían. No pensó explorar el cristianismo porque tenía muchos prejuicios contra él.
Mediante una escuela de yoga y una tradición de meditación intentaba lograr la unión con lo divino. "La teoría era complicadísima; la práctica, tediosa, y al final me pasó como con el budismo... se me ofrecía una unión con Brahma, la esencia subyacente a todo, pero eso es un dios impersonal, y yo ansiaba en el fondo una relación personal con Dios, poder comunicarme con Él".
Conoce su primer católico firme
Mientras tanto, recorriendo el Camino de Santiago se hizo amiga de un joven peregrino católico norteameriano. Era el primer católico fervoroso que conocía. "Era como un ángel, regaló su abrigo a otro peregrino pobre, rezaba con devoción en cada iglesia, yo veía que sentía la presencia de Dios, hacía gestos de bondad", recuerda Asunción.
Los libros de Santa Teresa: "esto es la verdad"
Con este amigo fue también de excursión a Ávila. Él le regaló allí un librito titulado "Así pensaba Santa Teresa de Jesús". Tras un tiempo de desinterés, se animó a leerlo y lo acabó de un tirón. "Esto es lo más hermoso y más profundo que he leído acerca de Dios", pensó. Después leyó su "Libro de la Vida", y notó que "algo despertaba en mi interior". "Pensé, desde lo más profundo: esto es la verdad".
Se sentía identificada con la santa, con sus luchas, con sus debilidades. "Me di cuenta que era posible una relación personal con un Dios vivo, con un Dios que no era una fuerza, una energía del universo, sino que tenía un nombre y un rostro, que era Jesucristo".
Después compró un Catecismo, libros de santos... "Me sentía como un mendigo sentado en un cofre que toda la vida pidiera unas monedas de limosna y ahora abriera el cofre y encontrara un tesoro de incalculable valor".
Pero su único contacto católico era su amigo que vivía en Estados Unidos. No conocía más católicos y sí le rodeaban ofertas de Nueva Era. Conocía la Iglesia solo por libros.
Misas sin entender... y primera confesión
Fue cuando pasó a vivir una temporada en Estados Unidos, en un ambiente nuevo, cuando empezó a ir a misa cada domingo. En misa se aburría, no entendía "eso del levantarse y sentarse", nadie le había explicado la misa, no sabía nada de la Presencia de Cristo en la Eucaristía. Sin embargo, un día sintió que necesitaba ir al templo, a la Eucaristía, que en ella adquiría paz y alegría, escuchando la Palabra de Dios.
Se animó -tras muchas resistencias- a ir a confesarse. "Yo no entendía por qué había que confesarse con un sacerdote y no directamente con Dios". Pero ya se fiaba de la Iglesia, aunque no lo entendiera bien. En la catedral de Washington con un inglés muy pobre confesó todos los pecados de su vida, aunque suavizando algunos, o sin especificarlos del todo. "Al salir, sentí como que me hubiera liberado de muchas cadenas".
De vuelta a España, iba a misa a escondidas. "Pensé que nadie de mi entorno me iba a entender", recuerda.
Una experiencia mística de Dios
Asunción aún pensaba, a su vuelta, que podía ser católica practicante y beneficiarse de enseñanzas de maestros Nueva Era. Un día acudió, con mucha antelación, a un pabellón de deportes donde iba a presidir un acto una maestra hindú. No había casi nadie. Se sentó con tranquilidad, con los ojos cerrados. Y entonces recibió una experiencia mística.
"Fue una experiencia de gracia, del amor del Señor. Vi pasar todos los pecados de mi vida a través mío, incluso los que había confesado mal, me pasaron por la mente. Sentí como que Dios me decía: 'Cuando tú te alejabas de mí, yo continuaba amándote'. Y después sentí el amor de Dios que se derramaba en mí, tan grande, tan desbordante, tan fuerte que mi cuerpo físico parecía que no iba a poder albergarlo. Cuando terminó esta experiencia empezaron a brotar lágrimas de mis ojos, sin que yo pudiera evitarlo. Me daba mucha vergüenza que me vieran llorar, pero no podía evitarlo. Las lágrimas siguieron muchos minutos. Unos niños que me vieron me trajeron un paquete de pañuelos de papel. Pensé: '¡un gesto más de la bondad de Dios!'"
Una vida transformada
Esa experiencia la transformó. Fue a confesarse correctamente. Sintió, al salir, que su alma recobraba la vida. Estaba tan llena de amor que quería besar y abrazar a todo el mundo, incluso a personas de su trabajo que se habían portado mal con ella. Iba a misa cada día.
Lloró mucho, toda una semana. En la misa era donde más lloraba: sentía que allí pasaban grandes misterios. Y decidió abrazar la fe plenamente, decirlo a su familia. Hizo la Confirmación, se sintió reforzada en la fe y empezó a compartir su experiencia.
Hoy Asunción pertenece a una fraternidad de laicos cistercienses que se reúne una vez al mes y busca poner a Dios en el centro de su vida. Rezan con el Rosario, la liturgia de las horas, la adoración y se unen a las hermanas cistercienses para vivir, en lo cotidiano, su estilo monástico.
El vídeo del testimonio de Asunción, sereno e ilustrativo, dura una hora
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