miércoles, 19 de diciembre de 2012

Regocíjate, hija de Sión, grita de júbilo Israel.


"Regocíjate, hija de Sión, grita de júbilo, Israel; alégrate y gózate de todo corazón, Jerusalén" (Sof 3, 14). "Gritad jubilosos" (Is 12, 2). "Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito, estad alegres" (Flp 4, 4) -«Entonces, ¿qué hacemos?» Él contestó: -«El que tenga dos túnicas, que se las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo.» (Lc 3, 10).



MEDITACIÓN

Tanto en los textos del Antiguo Testamento, como en la carta paulina que hoy se proclaman en la liturgia, se puede observar la reiteración de las palabras gozo, alegría y regocijo.

La Iglesia, en razón de la proximidad de la Navidad, invita a los fieles a la alegría. Sin embargo, elige textos un tanto paradójicos, que nos abren a una reflexión más honda de lo que se podría entender en una primera lectura.

Observemos que el texto evangélico invita al despojo, a la generosidad, a compartir. En una primera lectura, la naturaleza puede reaccionar con resistencia por el afán de poseer, y por tanto, todo lo que signifique renuncia, parece contrario al gozo.

En las palabras de Jesús encontramos una resonancia de las Bienaventuranzas, y en ellas se nos revelan los modos por los que se puede obtener la felicidad, la dicha, en suma, la alegría.

Desde la Sagrada Escritura, la opción solidaria, el amor a los débiles, la generosidad con los que menos tienen, se convierten en fuente de alegría. El gozo cristiano no nos llega por el consumo y la evasión, sino por las entrañas compasivas. El mismo Jesús, según el Evangelio de Mateo, revela cómo conseguir la bienaventuranza: "Venid, benditos, dichosos, felices, porque tuve hambre y me disteis de comer".

De cara a la celebración de la Navidad, se nos invita a la fiesta cristiana, la que nace de la entrega, como la de Jesús por nosotros.

SÚPLICA

"Derrama, Señor, sobre nosotros el don de la alegría".

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