viernes, 17 de septiembre de 2021

La mirada de fe y luz de la misionera Isa Solá, en sus fotografías de Haití y su testimonio


 La mirada de fe y luz de la misionera Isa Solá, en sus fotografías de Haití y su testimonio

Una Isa Solá sonriente... la mayor parte de su trabajo misionero fue con niños

En Barcelona, una exposición de fotografías recoge la mirada de fe y belleza de la misionera Isa Solá, que fue asesinada a tiros en Haití por unos ladrones en 2016, cuando tenía 51 años.

La misionera pertenecía a la congregación de religiosas de Jesús-María. En Haití era profesora e impulsaba un taller de prótesis para amputados. Era de familia pudiente, pero como misionera en Guinea Ecuatorial y luego, desde 2009, en Haití, vivía con austeridad. Al morir, su única posesión personal de cierto valor parecía ser su cámara fotográfica.

El título de la exposición es un refrán indio que a menudo citaban la Madre Teresa de Calcuta y el escritor Dominique Lapierre: "Lo que no se da se pierde". También es el título del libro que cuenta la vida y muerte de la misionera.

La exposición exhibe en el Museo Diocesano de Barcelona 35 de las imágenes tomadas por la religiosa, agrupadas en tres categorías: paisajes, retratos y escenas. De la selección y presentación se encargaron la periodista Mey Zamora, autora del libro biográfico de Isa Solà y por Javier Solà, uno de los hermanos de la misionera.

Una nota del obispado detalla que las fotografías recogen "su mirada nítida y apasionada hacia Haití y su gente. A pesar de vivir rodeada de extrema pobreza, la hermana Isa Solá se focalizó en resaltar la belleza».

Una de las fotos de niños haitianos que hizo Isa Solá... y el mar y el cielo, símbolos de libertad y eternidad



Entre las frases de la misionera que acompañan a las fotografías, una que se puede aplicar a toda la vida cristiana: «Cuando encuadro algo, se me exige amarlo y eso me hace bien».

La muestra dedica también un espacio al taller de prótesis de miembros amputados que la misionera puso en marcha en Puerto Príncipe después del terremoto de 2010. Incluso sin terremotos, Haití es un país con un tráfico caótico, abundan los accidentes y los equipos de emergencia tardan en llegar: hay amputaciones y escasean las prótesis y las fisioterapias que requieren.

La Fundación Juntos Mejor mantiene el taller en Haití. Quien visite la muestra -abierta hasta el 8 de noviembre- puede ayudar con donativos o comprando reproducciones de las fotografías tamaño postal. Se podrá visitar de miércoles a lunes de 10 a 20h y hay actividades previstas para las visitas de grupos escolares. Está previsto, además, realizar un acto público a finales de septiembre con distintos ponentes que ahondarán en la figura y en el trabajo de la misionera barcelonesa.

Antes de la inauguración, el obispo auxiliar de Barcelona, Sergi Gordo, celebró una Misa en la cripta de la catedral de Barcelona en memoria de la misionera, al cumplirse 5 años de su muerte. A la inauguración acudió el obispo Gordo, la directora general de Asuntos Religiosos de la Generalitat, Yvonne Griley; la de asuntos religiosos del ayuntamiento barcelonés, Anna Salvador, la superior internacional de las religiosas de Jesús-María, Hna. Monica Joseph, la provincial en España, Marta Guitart, y otros representantes de esta familia religiosa. En la muestra han colaborado la congregación, el Museo Diocesano y la empresa Witte y Solá (WyS).

El impacto del terremoto

En 2010 un terremoto de 7 grados en la escala Richter golpeó Haití hundiendo infinidad de edificios llenos de gente. Causó unos 300.000 fallecidos y 1,5 millones de personas quedaron sin vivienda. Como otras misioneras de Jesús-María, Isa Solá mantenía un blog en el que a veces contaba sus vivencias misioneras. Esos días narró sus experiencias inmediatas. Entre la rabia y la impotencia se convenció de una cosa: "Haití es mi casa, mi familia, mi trabajo, mi sufrimiento y mi alegría, y mi lugar de encuentro con Dios".

En este vídeo, Isa Solá explicaba cómo vivió el terremoto de Haití de 2010 y los meses que siguieron



En 2011, un año después del terremoto, explicaba en La Razón (y ReL se hacía eco aquí) cómo lanzó el taller de amputados y cómo el terremoto y la fe de los haitianos afectó a su fe y su relación con Dios.

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El nacimiento del taller y la experiencia del terremoto (texto de 2011)

Aquí funciona desde hace un año un taller de prótesis para mutilados. La responsable es Isa Solá, una misionera catalana de las Religiosas de Jesús-María.

«Estuve en el terremoto, asistiendo como enfermera, con 60 amputados allí al aire libre. Lo comenté a mi hermano Javier, que habló con un amputado de la Fundación Sant Jordi, con experiencia en talleres de este tipo en África y países en guerra. Y así empezamos».

Más de 50 pacientes saben ahora usar sus prótesis; otros 40 están aprendiendo el proceso. Cada prótesis cuesta 800 dólares de media. Lo paga la Fundación Juntos Mejor, de las Religiosas de Jesús-María. También ayudan Cáritas Barcelona y asociaciones de amputados de Cataluña y Castilla-León. Toda ayuda es poca, explica Isa a la delegación de Manos Unidas que visita Haití.

Aunque fue misionera 14 años en Guinea Ecuatorial, es la fe de los haitianos tras el terremoto lo que más ha impactado en su espiritualidad.

«[Los haitianos tras el terremoto] Me enseñaron a descubrir a Dios en todas las circunstancias. Yo me rebelé contra Él esos días: ¿cómo permitía esa lluvia sobre mojado, esa tragedia que se multiplicaba? Pero los haitianos no hacían de ello un problema. Celebraban misa junto a los cascotes de las iglesias, y el viento traía el olor de los cadáveres bajo los escombros. Después de la comunión, como es costumbre aquí, se daba gracias a Dios, y cantaban llorando, de rodillas, y decían “Gracias, Señor”, con los brazos en alto, y yo no podía cantar, no tenía palabras. Estaba sobrecogida por cómo se abandonaban en manos de Dios. “Sólo Dios sabrá”, decían ellos.

"Los curas haitianos predicaron del amor de Dios, que el terremoto no era un castigo, como decía alguna gente sencilla". 

"Descubrí que Dios ama a los haitianos. Si tienes muchos hijos y uno es paralítico, por ejemplo, ¿acaso no le quieres de una forma especial? Pues así Dios tiene una predilección por ellos, porque necesitan más. Aquí nadie está enfadado con Dios; ninguno de los amputados de este centro lo está».

Isa Solà era de familia «pudiente», pero ya a los 17 años «tenía claro que lo material no me llenaba». En cambio, le gustaba tratar con «gente marginal» en campos de trabajo a los que iba con su colegio de Religiosas de Jesús-María. «Supe que mi manera de encontrar a Dios sería a través de los más pobres y a los 19 años entré en la congregación».

El horror del terremoto de enero de 2010 le enseñó que «no puedo salvar a nadie, sólo Jesús salva» y que, al final, «lo importante es ser, no hacer».

Fuente: Religión en Libertad

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