domingo, 29 de octubre de 2017

El amor en los "ültimos combates"


EL AMOR EN LOS “ÚLTIMOS COMBATES”         

Por Ángel Gómez Escorial

1.- El evangelio de Mateo de hoy encara la realidad más clara en la forma se ser cristiano: Jesús la define totalmente, sin ambigüedades. La escena se produce dentro de las continuas disputas –y preguntas trampa— que los enemigos del Nazareno le están planteando continuamente. Hoy son los fariseos. Jesús acaba a responder a saduceos y herodianos. Es lo que José Luis Martín Descalzo en su monumental biografía de Jesús de Nazaret llama “Los últimos combates”. Pero si en los anteriores episodios que hemos venido escuchando parecía que las respuestas –aun llenas de enseñanza— se circunscribían al momento y la situación creada por sus adversarios, hoy, ante los fariseos define la esencia de su mensaje: amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo.

2.- Y realmente nosotros no debemos pasar la oportunidad de reflexionar sobre el momento actual de los cristianos y de su asignatura pendiente en el amor. Sinceramente creo que la “ecuación” que plantea Cristo es de una profundidad e importancia inconmensurable. No ha dicho que tenemos que amar a Dios y, por otro lado, a los hermanos. Es que reúne dos preceptos de la antigua Ley y los convierte a uno solo. Y es esa doble cuestión la que tanto déficit produce. Tiene razón Juan el Evangelista cuando dice que como vamos a amar a Dios que no vemos si no somos capaces de amar a los hermanos a los que si vemos. Van por ahí las cosas. Pero la realidad es que somos escasos en amor para nuestros semejantes. No hay escena más siniestra como la de dos personas, vecinas de toda la vida, en un ascensor, donde ni se hablan, ni se miran –a no ser de soslayo— y hacen mil equilibrios para evitar el menor contacto físico, ni el más mínimo roce. La falta de amor se convierte en una terrible falta de educación, cuanto menos y, además, se incrementa el doloroso aislamiento en que la gente vive en nuestra época.

3.- Alguna vez, yo mismo, he dicho que hay mucha gente que no se quiere y que si va a tratar al prójimo como a sí mismo pues… ¡qué no le pasa nada al prójimo! Esa es otra carencia de amor en nuestro tiempo. No tener estima por uno mismo y hacerse daño. De ahí surgen muchos pecados, tales como las drogas, o los excesos alimenticios. Pero, realmente, creo que esta falta de aprecio por uno mismo es también cuestión de aislamiento y de soberbia. Mucha gente prefiere vivir en un silencio total antes que pedir algo o dedicar una sonrisa a un vecino.

4.- A su vez, en el trato con el prójimo en nuestros tiempos pone muy de actualidad la Carta de Santiago. Vamos a tratar mejor, vamos a “querer más” a aquellas personas que nos parecen importantes, que van bien vestidas o que, de hecho, podemos sacar algo de ellas. Las apariencias ejercen una tiranía cada vez mayor. Es el mismo diagnóstico que hizo Jesús con los fariseos. Dichas apariencias exteriores en el vestir, en la calidad del automóvil, o en la presunción excesiva sobre el puesto que se ocupa en la sociedad son como los sepulcros blanqueados. ¿Qué tenemos en nuestro interior si no amamos?, pues porquería y podredumbre. Hemos de mirar al interior y hemos de amar a todos los hermanos por igual, teniendo una especial debilidad por los “peores”: por los pobres, los más enfermos. Incluso, los más feos o los peor vestidos. Si hay algo que repugna en esos hermanos será un camino para ejercitar nuestro amor y nuestra compresión. Y, probablemente, una vez hecho, comprenderemos que esas impresiones a primera vista, no tenían el menor sentido.

5.- Jesús de Nazaret amplió este precepto del amor al prójimo marcando el camino a seguir. Dice cuanto amor hemos de tener por nuestros semejantes. Y lo dijo, también, rotundamente: “Amaros como yo os amo”. La capacidad de amar de Cristo fue, sin duda, sobrehumana. Pero ese es nuestro camino. Y nos deberían reconocer por la forma en que nos amamos. Tampoco es así. Porque, por ejemplo, en el seno de la Iglesia hay un exceso de enfrentamientos y de luchas. Muchas diferencias, la mayoría de ellas ilógicas que resienten nuestro amor mutuo de cristianos y que, desde luego, evita que se cumpla aquello de que “os reconozcan por como os amáis. Si hoy fuéramos capaces de hacer un ejercicio de introspección, un buen examen de conciencia sobre nuestras carencias en el amor habremos dado un paso de gigante. No dejemos pasar la enseñanza concreta que nos da Jesús en el Evangelio de hoy. Sería un grave error.

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