domingo, 30 de julio de 2017

El Reino de los Cielos, es para los cristianos, el mismo Jesús



EL REINO DE DIOS ES, PARA LOS CRISTIANOS, EL MISMO JESÚS

Por Gabriel González del Estal

1.- El Reino de los cielos se parece a… Jesús nunca describió el Reino de los Cielos, seguramente porque daba por supuesto que sus oyentes ya sabían, en general, lo que Jesús quería decir con esa expresión. Cuando habla del Reino de los Cielos lo hace con comparaciones y en parábolas. Hoy lo compara con el tesoro que un señor encuentra en el campo, o con la perla de gran valor que encuentra un comerciante en perlas finas. Lo que hacen el señor que encuentra el tesoro, o el comerciante en perlas finas, parecen económicamente lógicas: compran el tesoro o la perla para venderlas y así obtener un fruto superior a lo que habían invertido. Es decir, aplicando ya este evangelio a nuestras vidas, que si nos encontramos con el Reino de Dios, debemos dejar todo lo demás y quedarnos con el Reino. Y como para nosotros el Reino de Dios es el mismo Jesús, si nos encontramos con Jesús, debemos dejar todo lo demás para seguirle a él. Jesús ya había dicho esto mismo, con otras palabras, en varias ocasiones. Hace uno domingos comentábamos unas frases de Jesús que decían lo mismo que hoy, con palabras muy distintas: el que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que no carga con su cruz y me sigue, no es digno de mí. Es decir, debemos dejar todo por Jesús, porque Jesús es un bien superior a todos los demás bienes juntos. Santa Teresa dijo esto mismo con otras palabras: el que a Dios tiene nada le falta, sólo Dios basta. Entender esto es fácil, llevarlo a la práctica es muy difícil y sólo con una especial gracia de Dios podemos conseguirlo. Pero este debe ser el propósito de todos los cristianos: seguir a Jesús, porque para nosotros Jesús es el verdadero Reino de Dios. Así lo entendieron todos los santos y así debemos intentar hacerlo todos nosotros, si de verdad aspiramos a la santidad a la que hemos sido llamados. No es necesario que leamos muchos libros sobre lo que entendía Jesús por “Reino de los Cielos”, nos basta con leer frecuentemente el evangelio e intentar ser buenos discípulos de Jesús. Todo lo demás se nos dará por añadidura.

2.- En aquellos días, El Señor se apareció en sueños a Salomón y le dijo: pídeme lo que quieras. Respondió Salomón: Da a tu siervo un corazón dócil para gobernar a tu pueblo, para discernir el mal del bien… Por la Biblia, en el libro de los Reyes, sabemos algo de la vida e historia del rey Salomón. Es considerado como el rey sabio, por excelencia, y también conocido, al final de sus días, como rey idolátrico y mujeriego. Hoy, en este relato del primer libro de los Reyes, nos fijamos en Salomón como rey sabio, humilde y prudente. Lo que Salomón pidió al Señor es algo que todos nosotros debemos pedir a Dios todos los días: corazón dócil para discernir el bien del mal. Esto es algo muy difícil, pero absolutamente necesario para pasar por la vida haciendo el bien: discernir el bien del mal y practicar el bien, desechando el mal. Si nos dejamos llevar por nuestras pasiones de egoísmo, vanidad y afán de poder, difícilmente escogeremos siempre el bien y desecharemos el mal, porque el mal es muchas veces más apetecible que el bien. Pidamos a Dios que nuestro afán de dinero, de vanidad y de afición al poder no desvíen nunca nuestra decisión de hacer siempre el bien, porque esa es la voluntad de Dios y así nos lo exige nuestra vocación a la santidad.

3.- Hermanos: sabemos que a los que aman a Dios todo les sirve para el bien.  Es maravilloso ver cómo a algunas personas todo les sirve para el bien, lo mismo la salud que la enfermedad, la abundancia que la escasez, la suerte o la desgracia. Son personas que ven en todo el designio de Dios para sus vidas. Lo único importante para ellas es ser fieles a la voluntad de Dios, ofrecer a Dios con humildad y agradecimiento su realidad de cada momento. Son personas de una profunda fe en Dios y de una gran confianza en su misericordia. Todo lo que les pasa a ellas lo interpretan como un medio para crecer en santidad. Esto no les hace personas blandas o descuidadas, sino todo lo contrario: son personas sacrificadas, generosas, y siempre dispuestas a hacer el bien a los demás. No buscan exclusivamente su propio bien, sino que siempre están dispuestas a ponerse al servicio de las personas que les necesitan. En fin, que son personas que viven ya en el Reino de Dios, porque han dejado todo para seguir a Jesús.

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