Francisco destaca un pasaje bíblico y por tres veces lo propone a todos como oración al despertar
La oración que propuso Francisco es un bálsamo para el alma en toda circunstancia: la certeza del amor de Dios en cada amanecer.
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ReL1 enero 2016
Antes de la oración del Ángelus delante de miles de peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro, el Papa Francisco deseó a todos un feliz año y pidió al Señor que nos conceda la paz al celebrar la Jornada Mundial de la Paz.
“Que el Señor ponga su mirada sobre vosotros y que podáis alegraros sabiendo que cada día su rostro misericordioso, más brillante que el sol, resplandece sobre vosotros y ¡no se oculta nunca!”, dijo el Papa.
Asimismo recordó que se celebra la Jornada Mundial de la Paz, que tiene por tema: Vence la indiferencia y conquista la paz y añadió que “la paz, que Dios Padre desea sembrar en el mundo, debe ser cultivada por nosotros. No sólo eso, debe ser también conquistada. Esto implica una verdadera lucha, una lucha espiritual que tiene lugar en nuestro corazón, porque la enemiga de la paz no es solamente la guerra sino también la indiferencia que hace pensar sólo en sí mismo y crea barreras, sospechas, miedos, aislamientos".
En ese sentido de la paz como lucha, destacó la "paciencia" que el Señor tiene con nosotros: "No se cansa de recomenzar cada vez que nosotros caemos".
"Pero el Señor no promete cambios mágicos", añadió enseguida, "Él no usa una varita mágica. A Él le gusta cambiar la realidad desde dentro, con paciencia y amor. Pide entrar en nuestra vida con delicadeza, como la lluvia en la tierra, para después producir fruto. Y siempre nos espera y nos mira con ternura. Cada mañana, al despertar podemos decir: Hoy el Señor hace resplandecer su rostro sobre mí (cfr. Núm 6, 25; Sal 67, 1) ¡Hermosa oración que es una realidad!".
Finalmente, y en consonancia con la festividad del día, invocó a "la Reina de la Paz, la Madre de Dios, de quien hoy celebramos la solemnidad, quien «guardaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón» (Lc 2,19). Las esperanzas y las preocupaciones, la gratuidad y los problemas: todo aquello que sucedía en la vida se transformaba, en el corazón de María, en oración, diálogo con Dios. He aquí el secreto de la Madre de Dios. Y ella hace así también con nosotros: guarda las alegrías y desata los nudos de nuestra vida, llevándolos al Señor”, dijo el Papa.
Esa alusión final a la Virgen que "desata los nudos de nuestra vida" alude a la advocación mariana que Francisco conoció en Alemania durante sus años de estudio allí e introdujo en Buenos Aires en cuanto fue nombrado obispo auxiliar de la diócesis.
Tras el rezo del Angelus y la bendición, el Papa inició un capítulo de agradecimientos y ánimos a quienes trabajan por la paz en el mundo, tras lo cual retomó la referencia que había hecho minutos antes al pasaje de los Números y de los Salmos, con una propuesta muy clara que, según su peculiar estilo, hizo repetir tres veces a los presentes para grabarla en su memoria y en su corazón.
"Cada mañana, cuando os despertéis", exhortó, "recordad aquel pasaje de la bendición de Dios: Hoy el Señor hace resplandecer su rostro sobre mi. ¡Todos! Hoy el Señor hace resplander su rostro sobre mi. ¡Otra vez! Hoy el Señor hace resplandecer su rostro sobre mi".
Una oración de esperanza en medio de los sufrimientos de la vida y del mal del mundo, que invitó a reiterar cotidianamente en el contexto de lo que proclama el Año Jubilar: la misericordia y la ternura de Dios.
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