Misa de la Cena del Señor en la cárcel de Rebibbia
Francisco lavó los pies de ¡12+1! apóstoles: «Rezad en la misa para que yo sea más esclavo vuestro»
Francisco lavó los pies de seis hombres y seis mujeres, y el hijo de una de ellas.
Francisco celebró la Mesa de la Cena del Señor en la tarde del Jueves Santo, en la iglesia del Padrenuestro de la cárcel romana de Rebibbia, ante los presos y funcionarios de la prisión. Entre ellos, doce que hicieron de apóstoles para el lavatorio de pies, seis hombres y seis mujeres, una de las cuales estaba sentada junto con su hijo, un niño pequeño a quien el Papa no dudó también en hacerle el ritual.
Los participantes en el lavatorio fueron seis presos italianos (cuatro hombres y dos mujeres) y seis extranjeros (dos nigerianas, una congoleña, una ecuatoriana, un brasileño y un nigeriano)
Por tanto, trece personas vivieron (con emoción difícilmente contenida, entre lágrimas y palabras de gratitud al sucesor de Pedro) este gesto tan específico de la Última Cena, cuyo sentido explicó el pontífice en su homilía: "El pasaje del Evangelio que hemos escuchado dice una frase que es justamente el centro de lo que ha hecho Jesús por todos nosotros: ´Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo´. Jesús nos amó, Jesús nos ama, pero sin límites, siempre, hasta el extremo".
Dio la vida por cada uno de nosotros, con nombre y apellidos
"El amor de Jesús por nosotros no tiene límites, siempre es más, siempre más, no se cansa de amar", insistió Francisco: "Nos ama a todos nosotros, hasta tal punto de dar la vida por nosotros. Cada uno de nosotros puede decir: por mí. ¡Cada uno! Ha dado la vida por ti, por ti, por mí, por cada uno, con nombre y apellidos... Su amor es así: personal".
El hijo de una de las reclusas se convirtió en el "apóstol número trece".
"El amor de Jesús no desilusiona jamás, porque no se cansa de amar, como no se cansa de perdonar, ni se cansa de abrazarnos. Ésta es la primera cosa que quería decir: Jesús nos amó a cada uno de nosotros hasta el final", concluyó Francisco para dar sentido a la ceremonia que iba a tener lugar, y que los discípulos no comprendieron.
Más esclavo de la gente
"En aquel tiempo era costumbre lavar los pies de los invitados", explicó, "porque la gente, cuando llegaba a una casa, tenía los pies sucios por el polvo del camino. ¡No existían entonces los adoquines de Roma! [bromeó el Papa en alusión al célebre pavimentado de la Ciudad Eterna, n.n.] Pero no lo hacía el patrón de la casa, era trabajo de esclavos. Así que Jesús lava nuestros pies como esclavo".
"Jesús tiene tanto amor que se ha hecho esclavo para servirnos, para curarnos, para limpiarnos. Y hoy en esta misa, la Iglesia quiere que el sacerdote lave los pies de doce personas, en memoria de los doce apóstoles. Pero en nuestro corazón debemos tener la certeza de que cuando el Señor nos lava los pies, nos lava enteros, nos purifica, nos hace sentir otra vez su amor", dijo.
Y dio fin a su breve homilía con una consideración muy personal: "Yo hoy lavaré los pies de doce de vosotros, pero en estos hermanos y hermanas estáis todos vosotros, todos, todos, todos los que vivis aquí. Vosotros representais a todos ellos. También yo necesito ser lavado por el Señor, y por eso rezad durante esta misa para que el Señor también lave mi suciedad, para que yo sea más esclavo vuestro, más esclavo en el servicio de la gente, como lo fue Jesús"
No hay comentarios:
Publicar un comentario