![Con 9 años ya es habitual verla dando de comer a los indigentes: una lección aprendida de su madre](http://www.religionenlibertad.com/imagenes/fotosdeldia/29743_fabioli_y_tania_con_su_hermana.jpg)
"Me gusta dar alimentos y hablar de Dios a los indigentes"
Con 9 años ya es habitual verla dando de comer a los indigentes: una lección aprendida de su madre
Fabioli es una niña venezolana de nueve que ya conoce el gozo y la misericordia de ayudar a los más necesitados y abandonados. Lo aprendió de su madre que cuando ella apenas contaba con un año su padre las abandonó. Un grupo devoto de la Divina Misericordia les ayudó a ver la vida de este modo, tal y como explica Ramón Antonio Pérez en Aleteia:
Fabioli Pernía tiene nueve años. Junto a su hermana menor Fabiola acompaña con frecuencia a Tania, la madre, a varios centros de acogida y a las plazas públicas del sur oeste de Caracas, para llevar alimento y mucho consuelo espiritual a varias personas mayores que se encuentran en situación de calle.
El 2 de abril pasado, la chiquilla participó en la caminata organizada por el movimiento de apostolado Jesús de la Divina Misericordia; en vísperas de esta festividad. Peregrinaron desde Plaza Francia de Altamira, hasta la iglesia de San José en Chacao.
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Mientras Tania expresaba sus motivaciones para abrazar la devoción propagada por santa Faustina de Kowalska y san Juan Pablo II, la inquieta niña también quería dar su testimonio: “Yo siempre he acompañado a mi madre cuando lleva comida a los indigentes y a los niños de la calle”.
Se sentía protagonista de una historia distinta. Sus palabras eran refrendadas por la madre. “Es cierto”, acota Tania.“Mi niña saca espacio a su tiempo de estudios y recreación para acompañarnos en esta labor de mi grupo de apostolado”.
Cual si de un adulto se tratara, la niña relataba: “Me gusta dar alimentos y hablar de Dios a los indigentes, porque eso me ha ayudado a crecer y sentirme muy útil”.
“Como ellos padecen más hambre que yo, entonces reflexiono y me digo: ¿por qué no ayudarlos? Y preguntaba a Tania: ¿Mami, vamos a seguir ayudándolos?”.
¿Cómo te tratan estas personas sabiendo que eres una niña? Su respuesta es corta y sencilla: “Ellos sonríen y me dicen: gracias, niña, por darme comida. A mí eso me gusta, que se sientan felices”.
Dios no abandona nunca
La actitud de esta niña no deja lugar a dudas: crece en un hogar donde se ha practicado el amor y la caridad. “Esto se lo debemos a la Divina Misericordia”, apunta Tania, relatando la otra parte de la historia, esa de cómo llegó a ser una fiel devota.
“Fabioli tenía apenas un año de edad cuando su padre abandonó el hogar”, dijo. En medio del sufrimiento buscó cobijo en Dios y en un grupo de apostolado. “Cada día, a las tres de la tarde, se reunían y todavía se reúnen en la iglesia parroquial para rezar la Coronilla de la Divina Misericordia”, indica Tania.
“Me quedé sola con dos niñas a mi cargo, Fabioli de casi un año, y Fabiana de pocos meses”, narra. “Mi esposo me abandonó pero Dios no me ha abandonado jamás, y a mis niñas, mucho menos”, comentó apretando el Santo Rosario que le colgaba del cuello.
Y prosigue su historia: “Un día vi un papelito en la iglesia ‘María Reina de Luz’, que decía: ‘los viernes, reunión de la Divina Misericordia’. Asistí, pregunté si podía entrar; me dijeron que sí, y desde esa fecha me quedé recibiendo apoyo, formación y muchas ganas de ayudar a otras personas que viven en condiciones peores a las mías”.
De esa manera, la fe y devoción de Tania también ha ido alimentando la de sus dos hijas, desarrollando junto a ellas un intenso trabajo en favor de los más abandonados.
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“Realizamos Coronillas de la Misericordia en la vía pública del boulevard de Caricuao, en el Puente Los Leones. Y también me integré al equipo de la Misericordia que ayuda en un comedor de La Paz donde se alienta a la gente abandonada”.
Comentó que con esto, Fabioli ha crecido aprendiendo la importancia de ayudar a los demás. Una vez más, la niña interviene y repite que siente mucha alegría cuando “los abuelitos” le toman la mano y le dicen: “¡Gracias niña por darme la comida!”.
Publicado en Aleteia
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