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jueves, 29 de octubre de 2020

Era atea y contaba chistes gruesos sobre Jesús: «Solo un compañero no se reía. Eso me interpeló»

 


Cuando habló por primera vez con un sacerdote, quiso burlarse de él

El testimonio de integridad de un compañero de trabajo, su amabilidad y simpatía, le hicieron interesarse por la fe de la que se burlaba.

Era atea y contaba chistes gruesos sobre Jesús: «Solo un compañero no se reía. Eso me interpeló»




"Tengo que saber si Dios existe o no existe": a esta conclusión llegó la atea Eliane tras unos acontecimientos que marcaron un antes y un después en su vida en torno a la persona de Jesucristo.

Ella había nacido en una familia católica por costumbre social, pero nada practicante: "Jamás vi a mis padres rezar ni ir a misa. Mi padre murió cuando yo era pequeña y mamá rehízo su vida con un señor con quien se casó más tarde, quien también era viudo y tenía cuatro hijos. Pero él no estaba bautizado ni era creyente y sus hijos tampoco".

"Creciendo en esa familia, me hice atea por mimetismo", resume.

El único que no se reía

El momento en el que todo cambió fue a los 24 años. En aquella época trabajaba en una empresa de los alrededores de París: "Cuando contaba chistes sobre Jesús para hacer reír a la galería, solo un compañero no se reía. Eso me interpeló. En otra ocasión, pregunté qué era la Chandeleur [Candelaria]... ¡y él fue el único que pudo explicarme algo distinto a que es el día en el que se comen los crêpes!"




El 2 de febrero, festividad de la Candelaria, la Iglesia celebra la presentación de Jesús en el templo y la purificación de la Virgen María. En Francia, la Chandeleur [Candelaria] es también el día del crêpe, uno de sus dulces más tradicionales, especialmente consumido en esa fecha. Foto: Bonne Maman.

Ese mismo compañero la invitó más adelante a la conferencia de un sacerdote: "Era tan cortés y tan simpático que yo lamentaba un poco mis chistes gruesos sobre Jesús... Así que acepté".

En un momento de su intervención, el sacerdote comentó el Evangelio en el que Jesús dice: "Quien se avergüence de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga con la gloria de su Padre entre sus santos ángeles" (Mc 8, 38). 

Las palabras justas

"Comprendí perfectamente lo que aquello significaba", dice Eliane al contar su testimonio en Découvrir Dieu, "pero no consideré que tuviese que ver conmigo. Me dije: 'Tiene razón. Si ellos -los otros- son cristianos, deben serlo de verdad'”.



Al finalizar la conferencia, su compañero le presentó al sacerdote diciéndole: “He aquí una joven que ha oído hablar de Dios hoy casi por primera vez", le dijo. El sacerdote, bromeando, respondió: “¡El buen grano se hace con la mala hierba!”

Aquellas palabras hicieron algo de mella en Eliane: "Yo vivía en mi casa con una cierta pobreza, no era fácil. Me dije: '¡Al menos hay esperanza!' Pero eso fue todo, no pasó nada más ese día, aunque eso no impidió que un mes y medio más tarde yo me hubiese convertido y me hiciese creyente".

Saltos de alegría

¿Que sucedió? Que la charla había suscitado una comezón en ella: "Al día siguiente me dije: 'Tengo que saber si Dios existe o no existe'. Comencé a dudar de mi ateísmo".

Su compañero volvió a invitarla un par de veces a ver al mismo sacerdote: "Yo solo iba con ganas de una cosa: de burlarme, de provocar… Le llamaba 'señor' a propósito y le hacía preguntas extravagantes".

Pero en la segunda visita, de pronto el sacerdote le dijo: “¿Te gustaría confesarte?”

"Paradójicamente, dije que sí", recuerda Eliane: "Tras decir mis pecados no me sentí aliviada, fue como se los hubiera contado a un amigo o a un psicólogo. Pero en cuanto el sacerdote me otorgó el perdón de Dios… ¡ahí, de golpe, el amor de Dios entró en mi corazón! ¡El pode de Dios, el amor de Dios, la alegría de Dios, el amor de la Iglesia católica....! Le dije: '¡Gracias, padre!' ¡Antes le llamaba 'señor'! Cuando salí de allí, daba saltos de alegría en la calle, de lo feliz que me sentía".

Comunidad del Emmanuel

"En mi vida hay un antes y un después de Jesús", concluye: "Los días siguientes comprendí que si Dios me amaba hasta ese punto, bien podía darle yo mi vida entera. Mucho más tarde, once años después, descubrí la Comunidad del Emmanuel. ¡Así que soy hermana en la Comunidad del Emmanuel! Y doy gracias al Señor por todo lo que ha hecho por mí".


Fuente: Religión en Libertad

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