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jueves, 30 de abril de 2020

Santo Evangelio 30 de abril 2020



Día litúrgico: Jueves III de Pascua

Texto del Evangelio (Jn 6,44-51): En aquel tiempo, Jesús dijo a la gente: «Nadie puede venir a mí, si el Padre que me ha enviado no lo atrae; y yo le resucitaré el último día. Está escrito en los profetas: serán todos enseñados por Dios. Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí. No es que alguien haya visto al Padre; sino aquel que ha venido de Dios, ése ha visto al Padre. En verdad, en verdad os digo: el que cree, tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto y murieron; éste es el pan que baja del cielo, para que quien lo coma no muera. Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo».


«Yo soy el pan vivo, bajado del cielo»

Rev. D. Pere MONTAGUT i Piquet
(Barcelona, España)

Hoy cantamos al Señor de quien nos viene la gloria y el triunfo. El Resucitado se presenta a su Iglesia con aquel «Yo soy el que soy» que lo identifica como fuente de salvación: «Yo soy el pan de la vida» (Jn 6,48). En acción de gracias, la comunidad reunida en torno al Viviente lo conoce amorosamente y acepta la instrucción de Dios, reconocida ahora como la enseñanza del Padre. Cristo, inmortal y glorioso, vuelve a recordarnos que el Padre es el auténtico protagonista de todo. Los que le escuchan y creen viven en comunión con el que viene de Dios, con el único que le ha visto y, así, la fe es comienzo de la vida eterna.

El pan vivo es Jesús. No es un alimento que asimilemos en nosotros, sino que nos asimila a nosotros. Él nos hace tener hambre de Dios, sed de escuchar su Palabra que es gozo y alegría del corazón. La Eucaristía es anticipación de la gloria celestial: «Partimos un mismo pan, que es remedio de inmortalidad, antídoto para no morir, para vivir por siempre en Jesucristo» (San Ignacio de Antioquía). La comunión con la carne del Cristo resucitado nos ha de acostumbrar a todo aquello que baja del cielo, es decir, a pedir, a recibir y asumir nuestra verdadera condición: estamos hechos para Dios y sólo Él sacia plenamente nuestro espíritu.

Pero este pan vivo no sólo nos hará vivir un día más allá de la muerte física, sino que nos es dado ahora «por la vida del mundo» (Jn 6,51). El designio del Padre, que no nos ha creado para morir, está ligado a la fe y al amor. Quiere una respuesta actual, libre y personal, a su iniciativa. Cada vez que comamos de este pan, ¡adentrémonos en el Amor mismo! Ya no vivimos para nosotros mismos, ya no vivimos en el error. El mundo todavía es precioso porque hay quien continúa amándolo hasta el extremo, porque hay un Sacrificio del cual se benefician hasta los que lo ignoran.

El alcohol golpea con más fuerza en confinamiento... y este diácono lo combate con retiros online

El diácono Dan Giblin,  veterano en el acompañamiento contra el alcoholismo, ha impulsado una red de apoyos online en el confinamiento

Aplica las enseñanzas del venerable Matt Talbot (1856-1925) en la era de Zoom y el coronavirus

El alcohol golpea con más fuerza en confinamiento... y este diácono lo combate con retiros online

El diácono Dan Giblin,  veterano en el acompañamiento contra el alcoholismo, ha impulsado una red de apoyos online en el confinamiento

Dan Giblin es un diácono permanente de la parroquia de Saint Ann en Phoenixville (Pensilvania, EEUU) con experiencia en la atención de adicciones y un título estatal como especialista en recuperación de adictos. Pronto al empezar el confinamiento constató que muchas personas con problemas de alcoholismo se enfrentaban a un grave peligro de caída o recaída.

Mucha gente que está dejando el alcohol se apoya en una reunión semanal de Alcohólicos Anónimos o un grupo similar, en el apoyo y amistad presencial de gente capaz de entenderle y acompañarle con un abrazo, o una palmada en la espalda, o un apretón de manos. Y con el coronavirus han perdido ese recurso humano precioso.

Varias personas contactaron con el diácono explicándole sus problemas y él decidió convocar un novedoso "retiro virtual" de tres días a principios de abril, combinando Facebook y Zoom para congregar a los participantes y fomentar que se mantengan sobrios y firmes.

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En confinamiento, más venta de alcohol

Giblin se dedica a tiempo completo a acompañar espiritualmente en el St. John Vianney Center de Downingtown, un centro especializado en ayudar a clérigos y religiosos con problemas de adicciones. Vio que el confinamiento podía arrojar a muchos de vuelta a la botella y a otras sustancias.

Según un estudio medido por la casa Nielsen, en EEUU las ventas de alcohol crecieron un 55% en la semana que finalizaba el 21 de marzo. La venta de licores y cócteles aumentó un 75%, y el vino y la cerveza subieron un 66% y 42%. ¿Aprovisionamiento para el confinamiento? Pero el acohol también puede llegar a casa fácilmente mediante venta online.

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Gente que se siente sola se puede sumar a "happy hours" online y a sesiones de bebida “quarantini”, a veces incluso patrocinadas por celebridades y famosos. La OMS tuvo que declarar que recomendaba "evitar completamente el alcohol" durante la crisis del coronavirus.

Ofreció un retiro online y enseguida se llenó

Cuando el diácono Giblin ofreció su retiro online en varios grupos de Facebook, más de 100 personas se apuntaron en apenas 48 horas, y un tiempo después ellos invitaron a más personas, llegando casi a los 200. Se apuntaron personas "desde Nueva York a Texas", incluyendo muchas para las que esa ocasión era "el primer retiro al que acudían".

Giblin, con experiencia en estos retiros lo organizó así:

- sesión introdutoria en viernes noche
- tres talleres a distintas horas en sábado
- sesión de clausura en domingo

Integrado en este fin de semana, se organizó un encuentro de Alcohólicos Anónimos para los asistentes en la plataforma Zoom.

Los contenidos y el formato que usó se basaron en los del Movimiento de Retiros Matt Talbot, centrado en una sanación espiritual de las adicciones. Abierto a personas de distintas convicciones religiosas, este movimiento se inspira en Matt Talbot (1856-1925), un trabajador irlandés que venció al alcoholismo mediante la oración y la espiritualidad, años antes de existir Alcohólicos Anónimos y su programa de 12 pasos. En proceso de beatificación, Talbot es reconocido como venerable por la Iglesia.

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Un sitio especial para rezar, constancia cada día

Giblin explica que uno de los primeros objetivos del encuentro fue ayudar a los asistentes a establecer lazos de cercanía y confianza con sus parientes. También les animó a establecer un momento tranquilo, y en soledad, en compromiso cotidiano con Dios, un tiempo especial de oración, "fuera de la vida cotidiana".

Otro paso inicial es que la persona establezca un lugar o rincón especial de la casa donde realizar la oración o reflexión. Puede ser, dice el diácono, "una silla, una mesa, una imagen que le inspire, con unos materiales de lectura" sobre espiritualidad y recuperación.

El "retiro" incluye tener apagado Netflix y las redes que distraen, y poder pasar "tiempo en soledad con uno mismo".

En los días posteriores, las personas que trabajan con adictos -muchos de ellos adictos recuperados- han reconocido la importancia de estar contactables y se han volcado en Zoom y otras plataformas para mantener un trato "en tiempo real" con los que sufren más.

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Gente dispuesta a ayudar casi a cualquier hora online

Según Giblin, ahora hay una "comunidad vibrante online de recuperación" con "cientos de reuniones en Zoom, casi 24 horas al día" para apoyar en el esfuerzo de mantenerse sobrios.

Los "veteranos" en la lucha por la sobriedad pueden estar, de hecho, especialmente bien equipados para no dejarse amilanar por el confinamiento. Giblin da un ejemplo histórico: muchas personas que tenían controlada su adicción al alcohol fueron a la II Guerra Mundial y volvieron sin perder ese control, pese a las circunstancias traumáticas. Eran capaces de gestionarlo con sus herramientas de atención y prevención.

La pandemia, dice Giblin, "no es excusa para comportarse de forma autodestructiva".

Para algunos, de hecho, puede ser un momento de salvación y decisión. "He visto personas que han alcanzado la sobriedad en estos días", explica Giblin en CatholicPhilly.com. 

Fuente: Religión en Libertad

miércoles, 29 de abril de 2020

Santo Evangelio 29 de abril 2020



Día litúrgico: Miércoles III de Pascua


Texto del Evangelio (Jn 6,35-40): En aquel tiempo, Jesús dijo a la gente: «Yo soy el pan de la vida. El que venga a mí, no tendrá hambre, y el que crea en mí, no tendrá nunca sed. Pero ya os lo he dicho: Me habéis visto y no creéis. Todo lo que me dé el Padre vendrá a mí, y al que venga a mí no lo echaré fuera; porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado. Y esta es la voluntad del que me ha enviado; que no pierda nada de lo que él me ha dado, sino que lo resucite el último día. Porque esta es la voluntad de mi Padre: que todo el que vea al Hijo y crea en Él, tenga vida eterna y que yo le resucite el último día».


«El que venga a mí, no tendrá hambre»

Fr. Gavan JENNINGS
(Dublín, Irlanda)

Hoy vemos cuánto le preocupan a Dios nuestro hambre y nuestra sed. ¿Cómo podríamos continuar pensando que Dios es indiferente ante nuestros sufrimientos? Más aún, demasiado frecuentemente "rehusamos creer" en el amor tierno que Dios tiene por cada uno de nosotros. Escondiéndose a Sí mismo en la Eucaristía, Dios muestra la increíble distancia que Él está dispuesto a recorrer para saciar nuestra sed y nuestro hambre.

Pero, ¿de qué "sed" y qué "hambre" se trata? En definitiva, son el hambre y la sed de la "vida eterna". El hambre y la sed físicas son sólo un pálido reflejo de un profundo deseo que cada hombre tiene ante la vida divina que solamente Cristo puede alcanzarnos. «Ésta es la voluntad de mi Padre: que todo el que vea al Hijo y crea en Él, tenga vida eterna» (Jn 6,39). ¿Y qué debemos hacer para obtener esta vida eterna tan deseada? ¿Algún hecho heroico o sobre-humano? ¡No!, es algo mucho más simple. Por eso, Jesús dice: «Al que venga a mí no lo echaré fuera» (Jn 6,37). Nosotros sólo tenemos que acudir a Él, ir a Él.

Estas palabras de Cristo nos estimulan a acercarnos a Él cada día en la Misa. ¡Es la cosa más sencilla en el mundo!: simplemente, asistir a la Misa; rezar y entonces recibir su Cuerpo. Cuando lo hacemos, no solamente poseemos esta nueva vida, sino que además la irradiamos sobre otros. El Papa Francisco, el entonces Cardenal Bergoglio, en una homilía del Corpus Christi, dijo: «Así como es lindo después de comulgar, pensar nuestra vida como una Misa prolongada en la que llevamos el fruto de la presencia del Señor al mundo de la familia, del barrio, del estudio y del trabajo, así también nos hace bien pensar nuestra vida cotidiana como preparación para la Eucaristía, en la que el Señor toma todo lo nuestro y lo ofrece al Padre».

Sacamos la mano por la puerta y él dejó caer la Sagrada Forma»: Carla y su experiencia con el virus

Carla fue uno de los primeros casos que se dieron en España, y tras pasar por el hospital y luego en cuarentena en casa ya está completamente recuperada

Carla fue uno de los primeros casos en España y relata su encuentro con Dios esos día

«Sacamos la mano por la puerta y él dejó caer la Sagrada Forma»: Carla y su experiencia con el virus

Carla fue uno de los primeros casos que se dieron en España, y tras pasar por el hospital y luego en cuarentena en casa ya está completamente recuperada

Carla Vilallonga es una más de las miles de personas que durante las últimas semanas ha tenido que ser hospitalizada por el coronavirus. Su caso fue de los primeros en España, pues fue diagnosticadas a finales de febrero tras haber estado poco antes en Italia.

La responsable de alumnos Erasmus de la Universidad Francisco de Vitoria de Madrid vivió el tiempo de enfermedad y hospitalización como un encuentro profundo con el Señor que se manifestaba en ese momento de miedo e incertidumbre. Ya curada ella misma cuenta en Alfa y Omega su testimonio y la experiencia que vivió durante esas semanas:

"Jesús entró por la puerta de infecciosos"

A finales de febrero me diagnosticaron COVID-19. Había estado en Italia recientemente y por eso en cuanto me dolió la cabeza varios días seguidos fui al centro de salud. Enseguida me ofrecieron estar una semana aislada en el hospital, y dije que sí, aunque no he necesitado cuidados especiales, pues mi cuadro ha sido leve, estilo gripe. Los principales síntomas que he tenido han sido algunos días de fiebre o febrícula, pitidos en los oídos, dolor de cabeza y de ojos, y, quizá lo más característico, un gran agotamiento físico. A nivel emocional fue bastante impactante cuando vinieron tres ambulancias a mi casa para llevarme al hospital; me tuve que poner ropa desechable que me trajeron de manera que quedaban cubiertos todo mi cuerpo y mi cara, guantes, mascarilla..., con los vecinos mirando. Todo tu alrededor hace que sientas que hay algo que no va bien.

Se me hizo duro cuando empecé a saber de personas cercanas que habían contraído el virus. Pensaba: «Seguro que lo han cogido por mí». Y repasaba lo que había hecho durante los días que me había dolido la cabeza, y me sentía culpable, aunque en la salud pública, adonde había llamado varias veces a lo largo de esa semana, tras contarles mis síntomas me habían respondido siempre que siguiera haciendo vida normal. En el centro de salud fueron más prudentes y finalmente me recomendaron quedarme varios días en casa.

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En el hospital tuve la suerte de que me pusieran en la habitación con una mujer que es cristiana también. Rezamos juntas todos los días, tanto la liturgia de las horas como el Rosario. Y le pedíamos al Señor por las personas a las que habíamos contagiado y por las que estaban esperando el resultado de las pruebas en ese momento. Sobre todo, nuestro corazón descansaba al ponernos en Sus manos.

Miedo a haber contagiado a otros

La primera noche en el hospital tardé mucho en dormirme. Sentía todo ese peso. Es lo contrario que deseamos: uno quiere aportar algo bueno al otro, al mundo, y esto no dependía siquiera de mi voluntad: el mal había pasado a través de mí, y yo no podía hacer nada al respecto.

En el hospital se siguieron unos días muy luminosos. Lo único para lo que tenía energías era para dibujar, nada de pelis y libros. Es algo que suelo hacer en mi día a día que me ayuda a «hacer silencio», a que entre en mi alma algo distinto de mí que me cura. Al tener las oraciones como la principal fuente de alimento, enseguida me venían dibujos en mente. En el hospital nos trataron tan bien que era fácil identificarse con los salmos en los que se habla del cuidado de Dios por su criatura. Yo estaba siendo cuidada como una criatura preciosa: cada mañana nos traían un pijama nuevo, toallas, sábanas, esponjas, nos limpiaban el cuarto; nos daban las tres comidas y, además, dos tentempiés... Todo me parecía un don. Desde la habitación podíamos ver las montañas, y muchísimo cielo, ¡que, además, esos días fue muy azul! Me identifiqué plenamente con una meditación de Luigi Giussani (fundador de Comunión y Liberación), que en un texto comenta el salmo 8, la parte que dice: «¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él, el ser humano, para darle poder? Lo hiciste poco inferior a los ángeles, lo coronaste de gloria y dignidad». Giussani se pregunta: «¿Por qué? ¿Por qué lo hiciste así? ¿Por qué lo has coronado de gloria y dignidad?». Me quedaba impresionada, porque era verdad que a mí, que no soy nada, el Señor me estaba cuidando de mil maneras que me llenaban de estupor.

El Pan de cada día

Los primeros días me daban ganas de llorar, porque tuve también como síntoma la falta de apetito y a duras penas conseguía comerme una tercera parte de lo que venía en las bandejas, y no quería tirar la comida. Una enfermera nos llamaba por teléfono todas las noches, y, la verdad, me quedé con ganas de conocerla en persona.

También en el hospital sentí que comprendía, por primera vez, el significado de la frase: «Danos hoy nuestro pan de cada día», del Padrenuestro. Antes no solía fijarme en esas palabras al rezarlas. En cambio, en todas las comidas nos traían pan. Y el pan era algo que siempre me entraba bien. Los cuidados del hospital eran algo que se nos daba cada día. Yo no sabía qué iba a ser de mí cuando me levantaba, pero empecé a comprender que se me daría lo que necesitaba. El pan era un símbolo de ello. Y cuando me acostaba, lo hacía agradecida, porque se me habían dado signos de que el Señor, que es el verdadero alimento, se me había dado ese día.

«Sacamos la mano por la puerta y el sacerdote dejó caer la Sagrada Forma»

Hubo tres días muy especiales: aquellos en que, a través del cristal de la puerta, un sacerdote nos visitó. No le conocíamos de nada, y ahí estaba, con un corazón sencillo, disponible, deseoso de servir de instrumento entre Dios y sus fieles. Uno de esos días cayó en domingo, y cuál fue nuestra alegría cuando nos dijo que sí, que nos podía dar la comunión, e incluso confesarnos antes. Sacamos la mano por la puerta y él dejó caer la Sagrada Forma. Llena de asombro, todavía hoy me pregunto: ¿Qué es la Iglesia, que llega hasta los más marginados? Era la planta de infecciosos, y Jesús había entrado en ella para tender la mano a sus criaturas.

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Estos meses estoy trabajando sobre algunos textos de Etty Hillesum, una joven judía que en 1943 fue deportada a Auschwitz y que hizo un recorrido espiritual fascinante. Estoy preparando un monólogo teatral para contar su historia, y me llevé el texto al hospital. Solo conseguí ensayar media hora en toda la semana, por la fatiga, y lo hice en el baño para no molestar a mi compañera de cuarto. Pero sus frases me han acompañado mucho estas semanas. En concreto, comprendí mejor cuando ella dice: «La posibilidad de la muerte se ha integrado perfectamente en mi vida. Es una paradoja: si se excluye la muerte, nunca se tendrá una vida completa. Si se la acepta, la vida se enriquece». Me estaba pasando algo parecido, en cuanto a descubrimiento: cuando los amigos y la familia me deseaban que mejorase, algo me decía que eso por supuesto era deseable –y por eso rezábamos por todos–, pero no era aquello para lo que el hombre, en última instancia, está hecho. No puede ser que mi felicidad, mi plenitud, dependa de que yo esté sana.

La muerte es un hecho: tiene que haber algo en esta vida que desafíe a la muerte; que sea más grande y más fuerte que la muerte. De hecho, en algunos momentos me resultó claro cuál es el punto clave de la existencia: «En la vida y en la muerte, somos del Señor», dice san Pablo. Una amiga que es de riesgo por su delicada salud me escribió la primera noche diciéndome que se estaba haciendo las pruebas porque no se encontraba bien. Esto también me hizo pensar que no podía ser que todo se terminase en la muerte física, comprendiendo una derrota para el alma, que también habría de desaparecer con el cuerpo (gracias a Dios, mi amiga dio negativo en el test y está bien). Por la experiencia de la relación de estos años con el Señor, uno tiene suficientes elementos para hacer el juicio de que la muerte no es la última palabra sobre nuestra existencia. Es imposible que el amor que Dios nos profesa a sus criaturas se termine en algún punto. Un padre es padre para siempre: ¡cuánto más lo será el Padre de todos!

Terminando de curarme desde casa

Al cabo de siete días tuvimos que abandonar el hospital porque se estaban quedando ya sin camas y nosotras podíamos terminar de curarnos en casa. Estuve dos semanas encerrada en mi habitación. En ese tiempo se me respondió a mi pregunta sobre la muerte. Leí una biografía preciosa sobre santa Catalina de Siena, de Sigrid Undset (¡sí, por fin tuve fuerzas para leer!), y pude comprender, o recordar –como quien sabía algo que olvidó hace tiempo– que la muerte significa un paso de esta vida a la vida verdadera, donde Jesús nos está esperando, y donde se colmará, por fin, hasta el último anhelo de nuestro corazón. No habrá satisfacciones penúltimas, sino un gozo último. Entonces comprendí que todos los que están muriendo están, realmente, pasando a una vida mejor. Como somos humanos, se nos olvida fácilmente que quien nos ha creado nos está esperando para que, cada uno en su momento, volvamos a Él. Si uno lo piensa en serio, ¿qué mayor gozo podrá encontrar una criatura, por sí misma finita, que el de unirse definitivamente a su Creador, que es quien nos vuelve infinitos?

Una vez en casa, seguí redescubriendo a la Iglesia: me conectaba a las 12 con el Vaticano para rezar el Ángelus y el Rosario, me apunté a las misas del arzobispo de Madrid... Más tarde me uní a las misas del Papa, a quien estoy pudiendo conocer como nunca me habría imaginado que fuera posible. Simplemente conocerlo a través de sus movimientos físicos (su caminar, su bendecir con la cruz) y de sus moniciones de entrada y homilías está siendo para mí una revolución. Para mí el Papa antes era alguien respetable, cuyas indicaciones seguía, pero con el corazón lejos, inconsciente, ignorante de quién es ese Francisco, de su forma de hablar y de estar en silencio, de las distintas formas concretas de su paternidad. Para mí esto ha supuesto un antes y un después. Por otro lado, también estuve rezando por teléfono con una amiga que había cogido el virus y lo estaba pasando sola en su casa. Las palabras de las oraciones cobran tanta más densidad cuando son dos «los que se reúnen en mi nombre». Todo ha sido pura gracia, gratis.

Vivir el presente

El tener una casa a la que volver es algo que tampoco di por descontado; y una casa donde se me fuera a proporcionar un cuidado que exigía unas reglas muy estrictas de higiene para que mis compañeras de piso no se contagiaran. En casa también se me daba «el pan de cada día».

Cuando todavía se podía circular por Madrid, varios amigos y familiares se pasaron a verme. Al vivir en un primer piso, me asomaba a la ventana y hablábamos por ahí. Ver rostros se convirtió en toda una fiesta; también cuando me cruzaba, de lejos, con alguna compañera de piso era una bendición poder ver sus ojos, su sonrisa...

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Este tiempo ha sido muy rico para mí porque es como si el Señor me hubiera devuelto a la verdad de lo que soy: una pequeña alma, pecadora, que por la gracia del Bautismo es hija de Dios. Me ha ayudado a volver a la Fuente de todo, y a darme cuenta de la facilidad con que me adueño de las cosas, dejando a Dios de lado, como un adorno en mi vida. El COVID-19 me ha obligado a vivir el presente –no podía trabajar, no podía hacer planes, ni siquiera a futuro–. Entonces, solo podía esperar del instante que estaba viviendo. Estaba en mi habitación y estábamos solo Dios y yo («Nos hemos quedado solos, Dios y yo», dice Hillesum en sus diarios). Es como si el Señor me hubiera quitado todas las distracciones para que, por fin, me dignara a mirarle a Él, y así recuperar la vida.

Gracias a este tiempo, y también al libro sobre la santa de Siena, he recuperado el sentido de la oración: de expresar a Dios una petición y rezar pidiéndole ayuda por esta persona en concreto, por el padre de la otra, por el amigo de tal otro... Esa lectura me ha ayudado a comprender, de nuevo, que Jesús nos escucha e intercede; que la oración es un diálogo entre yo misma y Alguien viviente; y lo respetuoso que es el Señor con nosotros. Una tarde pensé: «Qué fuerte: tú, Señor, me has estado esperando todo este tiempo, y lo has hecho en silencio, no me has obligado a volver a tu lado». Sentía como si hubiera estado de viaje en destinos que, en última instancia, no eran la respuesta a mi sed. Jesús, en cambio, sí es el destino; sí es la respuesta. Jesús nunca me va a forzar a quererlo, pero ¡cuánto me pierdo yéndome de viaje a destinos penúltimos!

«Es fácil volver a dejar a Jesús en un rincón»

Ahora que ya puedo salir de mi cuarto, he vuelto a caer muchas veces en esa distracción, en esa falta de confianza... Al poder trabajar y tener energía para hacer algunas cosas más, se me hace fácil volver a dejar a nuestro silencioso Jesús en un rincón, como un mendigo que espera su turno y no se atreve a pedir nada. En este sentido, soy la misma Carla que antes; lo que ahora tengo que hacer es pedir que esa conciencia que ha durado algunos días muy particulares de mi vida se me conceda vivirla el resto de mis días en esta tierra. En resumen: ahora siento que he comprendido algunas cosas, pero la partida estará abierta hasta que nos encontremos cara a cara con Él. Es una relación libre –no existe otra más libre– que requiere de todo mi ser. Mi responsabilidad de cara a mi propia plenitud y de cara al bien de mi prójimo es suplicar al Señor que me conceda quedarme en este destino bueno, y aprender de lo sucedido: cuidar la oración personal; cuidar esa relación entre Él y yo, que es insustituible, y participar lo más posible en la vida de la Iglesia.

Hay un salmo en que le pedimos al Señor: «Que el corazón no se me quede desentendidamente frío». El haber vivido el COVID-19 desde el principio me ha hecho sentir como míos a todos los enfermos. Ahora corro el riesgo de olvidarme de ellos, al haberme curado e involucrarme en mil cosas. Para que esto no me pase, procuro seguir rezando a diario por personas con nombres y apellidos concretos, ya sean conocidos míos o de mis amigos; sabiendo, quizá como hacía tiempo que no sabía, que hay Alguien escuchando al otro lado. Ahora que he vuelto a reconocer a Jesús como el significado de la vida, pido no sólo por la curación de los enfermos, sino, sobre todo, por su conversión y la de todos, pues ¿para qué vivir sin Él? También quiero seguir leyendo vidas de santos, por el bien tan grande que me ha hecho profundizar en santa Catalina de Siena.

Tiempo de conversión

En Semana Santa uno intuye que es posible ser tratado con gloria y dignidad porque hay Uno que ha dado su vida para que así sea. Gracias al sacrificio de Jesús puedo percibir el amor de mi Creador por mí sin haber derramado yo una gota de sangre. Creo que este momento de COVID-19, si estamos disponibles en el corazón, puede ser un tiempo de gracia, de conversión (dentro de que ninguno queremos el virus); de volver a descubrir nuestra naturaleza de hombres heridos, amados y, por ello, salvados. ¿Por qué no pedir al Espíritu Santo la conversión para todos? Para Él no hay barreras que valgan en tiempos de pandemia: puede moverse con libertad, puede abrazarnos, puede tocar nuestro corazón... Puede sentarse a nuestro lado y sufrir con nosotros, y escucharnos, y respondernos. Él es la respuesta.

Fuente: Religión en Libertad

martes, 28 de abril de 2020

Santo Evangelio 28 de abril 2020



Día litúrgico: Martes III de Pascua


Texto del Evangelio (Jn 6,30-35): En aquel tiempo, la gente dijo a Jesús: «¿Qué señal haces para que viéndola creamos en ti? ¿Qué obra realizas? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, según está escrito: Pan del cielo les dio a comer». Jesús les respondió: «En verdad, en verdad os digo: No fue Moisés quien os dio el pan del cielo; es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo; porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da la vida al mundo». Entonces le dijeron: «Señor, danos siempre de ese pan». Les dijo Jesús: «Yo soy el pan de la vida. El que venga a mí, no tendrá hambre, y el que crea en mí, no tendrá nunca sed».

«Es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo»

Rev. D. Joaquim MESEGUER García
(Rubí, Barcelona, España)

Hoy, en las palabras de Jesús podemos constatar la contraposición y la complementariedad entre el Antiguo y el Nuevo Testamento: el Antiguo es figura del Nuevo y en el Nuevo las promesas hechas por Dios a los padres en el Antiguo llegan a su plenitud. Así, el maná que comieron los israelitas en el desierto no era el auténtico pan del cielo, sino la figura del verdadero pan que Dios, nuestro Padre, nos ha dado en la persona de Jesucristo, a quien ha enviado como Salvador del mundo. Moisés solicitó a Dios, a favor de los israelitas, un alimento material; Jesucristo, en cambio, se da a sí mismo como alimento divino que otorga la vida.

«¿Qué señal haces para que viéndola creamos en ti? ¿Qué obra realizas?» (Jn 6,30), exigen incrédulos e impertinentes los judíos. ¿Les ha parecido poco el signo de la multiplicación de los panes y los peces obrada por Jesús el día anterior? ¿Por qué ayer querían proclamar rey a Jesús y hoy ya no le creen? ¡Qué inconstante es a menudo el corazón humano! Dice san Bernardo de Claraval: «Los impíos andan alrededor, porque naturalmente, quieren dar satisfacción al apetito, y neciamente despreciar el modo de conseguir el fin». Así sucedía con los judíos: sumergidos en una visión materialista, pretendían que alguien les alimentara y solucionara sus problemas, pero no querían creer; eso era todo lo que les interesaba de Jesús. ¿No es ésta la perspectiva de quien desea una religión cómoda, hecha a medida y sin compromiso?

«Señor, danos siempre de este pan» (Jn 6,34): que estas palabras, pronunciadas por los judíos desde su modo materialista de ver la realidad, sean dichas por mí con la sinceridad que me proporciona la fe; que expresen de verdad un deseo de alimentarme con Jesucristo y de vivir unido a Él para siempre.

Sólo soy y siempre seré vuestra verdadera Madre

Marcelo Van murió en 1959, con 31 años de edad, a consecuencia de la tuberculosis y otras enfermedades adquiridas en un campo de «reeducacion» comunista en Vietnam.

El sacerdote Álvaro Cárdenas recoge frases de gran ternuraLos coloquios de Marcelo Van con la Virgen 

«Sólo soy y siempre seré vuestra verdadera Madre»

Marcelo Van murió en 1959, con 31 años de edad, a consecuencia de la tuberculosis y otras enfermedades adquiridas en un campo de «reeducacion» comunista en Vietnam.

Recientemente fueron publicados en español los Coloquios de Marcelo Van, el joven religioso vietnamita muerto en un campo de concentración comunista y cuya causa de beatificación está en marcha. Álvaro Cárdenas, sacerdote de la diócesis de Getafe (Madrid) y organizador de las vigilias Asalto al Cielo, ha destacado algunos de sus diálogos con la Santísima Virgen en el portal mariano Cari Filii:


El benedictino Olivier de Roulhac es el actual postulador de la causa de beatificación de Marcelo Van, que comenzó el cardenal François-Xavier Nguyen Van Thuan. En la foto, sostiene una reliquia de Santa Teresita del Niño Jesús junto a un retrato del joven redentorista confesor de la Fe.

Acaba de salir a la luz,  hace unas semanas, la preciosa obra que recoge los Coloquios o diálogos interiores que mantuvo el joven vietnamita Marcelo Van con sus interlocutores del cielo. Estos diálogos interiores comenzaron siendo un muchacho de apenas catorce años.

En ellos Marcelo Van, “el pequeño secretario de Jesús”, recoge por orden de nuestro Señor los coloquios o diálogos interiores que tenía con Él, con la Virgen María y con Santa Teresita del Niño Jesús. Estos diálogos, de una sencillez asombrosa y a veces desconcertante, nos enseñan a abrir el corazón a Jesús, llenos de confianza, como lo hacen los niños, revelándonos también el amor y la solicitud maternal de María respecto a su pequeño hijo y la profunda relación filial que él tuvo con ella.



Desde niño, Marcelo Van tuvo que sufrir enormemente por el mal ejemplo y las conductas escandalosas de algunos sacerdotes. Tras años de sufrimiento entró en los redentoristas, donde pudo ver cumplido su sueño desde niño de vivir consagrado al Señor. Antes de iniciar su vida religiosa empieza a tener coloquios interiores con Santa Teresita y más tarde con Jesús y con la Virgen. A través de estos coloquios llegó a la cima del Amor. Murió a los 31 años de edad, extenuado y enfermo, a causa de las penalidades que sufrió en un campo de reeducación comunista en Vietnam. Está iniciada su causa de beatificación y el primer postulador de su causa de beatificación fue el cardenal Van Thuan.

En estos  coloquios, la Virgen María habla tiernamente con él, y lo va educando interiormente como una verdadera Madre. Él, por su parte, responde a la delicada solicitud de la Virgen, llamándola “Madre”: «Ya en el Cielo, siempre te llamaré con el nombre de Madre, como suele llamarte mi hermana Teresita. Y si los santos cantan en tu honor algún cántico en que te den el nombre de “Reina”, por mi parte, al llegar a esta palabra “Reina”, la sustituiré por la palabra “Madre”. Sí, este nombre de “Madre” es el único que me gusta darte. No me gusta llamarte “Reina”, ni darte otro nombre. ¡Oh María!, tú eres Madre, sólo Madre, y nada más. Para mí, eres Madre, la única que es verdaderamente mi Madre» (Coloquios, 250).


Sí, María es su Madre. En todos los años de sufrimiento lejos de su madre terrena, ha experimentado la solicitud maternal de la Virgen. Por eso, el niño sediento de ternura materna no encuentra ningún otro modo de dirigirse a la María que como Madre. Todo lo que en la sensibilidad de Van, o en la percepción más o menos implícita de la piedad de su época, pudiera parecerse a una relación de autoridad, aunque sólo fuera algo lejana, viene a ser inaceptable para él. “Su vida mariana” se realiza en una profunda intimidad filial, llena de amor hacia la Madre.

Las frustraciones que su corazón de niño experimentó ante la incomprensión de su madre, a la que admiraba extraordinariamente, hizo que su relación existencial con la Virgen se hiciera más firme y determinada.


Marcelo Van (1928-1959) tuvo una infancia muy dura en su permanente búsqueda de entrega a Dios.

Marcelo Van habla con la Virgen desde una verdadera y profunda actitud  filial. Y la Virgen responde a su pequeño hijo con una verdadera y profunda actitud maternal, llena de delicadeza, de amor y de comprensión. Este delicioso diálogo entre ellos nos deja ver esa profunda relación entre ambos:

Marcelo le pregunta a la Virgen: «¡Oh, Madre! Más tarde en el Cielo, seguirás llamándome tu pequeño, ¿verdad?, y yo te daré el nombre de Madre, excluyendo cualquier otro nombre. A propósito, Madre, si no te llamo con el nombre de “Reina”, ¿estarás contenta conmigo? ¿Habrá alguna falta en no llamarte “Reina”?» (Coloquios, 671).

Y la Virgen le contesta: «Hijo mío, ¿te puedo hacer yo también una pregunta? Antes de que muriese, ¿te dijo Jesús que me llamases Reina, o te dijo que me llamases Madre? ¿Dijo: "¿Aquí tienes a María, tu Reina”? No, nunca dijo eso. Al darme a ti para ser tu Madre, al darte a mí para par que seas mi hijo, dijo sencilla y llanamente: “He aquí a tu Madre, aquí tienes a tu hijo”. Por lo tanto, no tiene ninguna importancia el hecho de no llamarme Reina. No soy Reina, sólo tengo el poder de una reina. Respecto a mis hijos, los hombres, sólo soy y siempre seré vuestra verdadera Madre. Jamás me atrevo a tratar con vosotros como una reina con sus súbditos, por temor a hacer mentir la palabra de Jesús expresándome su última voluntad. Jamás me estableció la Trinidad como Reina, sólo me estableció como Madre. Por consiguiente, en el Cielo, no oirás nunca la palabra Reina, sino sólo la palabra “Madre”» (Coloquios, 672).

Habiendo sufrido terriblemente el abuso de poder desde niño, Marcelo Van se dirige a ella para explicarle la razón de su modo exclusivo de tratarla como Madre: «Si se dijera a los pecadores que eres su verdadera Madre, seguramente que se sentirían algo consolados y acudirían a ti. ¿No sería esto muy hermoso? Pero, si por lo contrario se te sigue llamando reina, ¿quién no te tendrá miedo? En su trato con su madre, los niños son muy espontáneos, pero no sucede lo mismo a los súbditos con su reina. Aunque a mí me ofrecieran un montón de piedras preciosas, no me atrevería a acercarme a ella» (Coloquios, 673).

Una inspiración para tiempos de sufrimiento

La Asociación Amigos de Van ha sido la responsable de editar en español estos extraordinarios Coloquios de Marcelo Van con sus interlocutores divinos. La asociación hermana en Francia, Amis de Van, encargada de la causa de beatificación, ha sido quien ha hecho la publicación. La traducción de las Obras Completas de Marcelo Van está siendo realizada por Cordelia de Castellane y por el padre Álvaro Cárdenas.



Cordelia de Castellane y Álvaro Cárdenas, en una presentación de las obras de Marcelo Van.

En los Coloquios, Marcelo Van va recibiendo el amor incondicional de Dios por él, en medio de su fragilidad humana y su debilidad. Además es iluminado respecto al misterio del sufrimiento, encontrando maravillosamente el modo de transformarlo en alegría.

Estos extraordinarios Coloquios son una guía sencilla, segura y adaptada a nuestros tiempos para todos aquellos que anhelamos, desde la experiencia de nuestra fragilidad y debilidad humana, una relación íntima y profunda con Dios. Todo aquel que se aventura a su lectura queda maravillado por la simplicidad, profundidad y delicadeza con que el cielo trata a su pequeño interlocutor y por el modo en que él responde.

Resulta imposible no ver la mano de la Providencia en el hecho de que  su vida y su mensaje salgan a la luz precisamente en esta hora de dolor y de extraordinario sufrimiento para el mundo. Podemos preguntarnos por qué ha estado oculto todo este tiempo y por qué el Cielo ha querido que salga a la luz precisamente en este Tercer Milenio marcado por el sufrimiento y por tanta amenazas extraordinarias, tanto para la Iglesia como para el mundo, y en nuestro mundo hispano, en medio de esta terrible y dolorosa pandemia que está llenando el mundo de dolor, angustia y sufrimiento.

Marcelo Van quiere hacerse presente en esta hora de dolor y sufrimiento de nuestra historia para realizar la misión que Jesús le prometió que realizaría desde el Cielo: «En el cielo te daré como tarea... ayudar a tu hermana mayor [Teresa] a derramar en el mundo la confianza en mi amor. […] Más tarde, en el Cielo, como Teresita, no tendrás más que una sola ocupación: hacer caer una lluvia de rosas sobre tu país y sobre el mundo entero…» (Coloquios, 108).

La aparición de Marcelo Van en esta hora de dolor, de perplejidad y de sufrimiento, está aportando al mundo un profético mensaje lleno de luz y de esperanza.

Pincha aquí para visitar el portal de la asociación Amigos de Van.

Artículo publicado originalmente en Cari Filii.



lunes, 27 de abril de 2020

Santo Evangelio 27 de abril 2020


Día litúrgico: Lunes III de Pascua



Texto del Evangelio (Jn 6,22-29): Después que Jesús hubo saciado a cinco mil hombres, sus discípulos le vieron caminando sobre el agua. Al día siguiente, la gente que se había quedado al otro lado del mar, vio que allí no había más que una barca y que Jesús no había montado en la barca con sus discípulos, sino que los discípulos se habían marchado solos. Pero llegaron barcas de Tiberíades cerca del lugar donde habían comido pan. Cuando la gente vio que Jesús no estaba allí, ni tampoco sus discípulos, subieron a las barcas y fueron a Cafarnaúm, en busca de Jesús.

Al encontrarle a la orilla del mar, le dijeron: «Rabbí, ¿cuándo has llegado aquí?». Jesús les respondió: «En verdad, en verdad os digo: vosotros me buscáis, no porque habéis visto señales, sino porque habéis comido de los panes y os habéis saciado. Obrad, no por el alimento perecedero, sino por el alimento que permanece para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre, porque a éste es a quien el Padre, Dios, ha marcado con su sello». Ellos le dijeron: «¿Qué hemos de hacer para realizar las obras de Dios?». Jesús les respondió: «La obra de Dios es que creáis en quien Él ha enviado».


«Obrad (…) por el alimento que permanece para la vida eterna»

Abbé Jacques FORTIN
(Alma (Quebec), Canadá)

Hoy, después de la multiplicación de los panes, la multitud se pone en busca de Jesús, y en su búsqueda llegan hasta Cafarnaúm. Ayer como hoy, los seres humanos han buscado lo divino. ¿No es una manifestación de esta sed de lo divino la multiplicación de las sectas religiosas, el esoterismo?

Pero algunas personas quisieran someter lo divino a sus propias necesidades humanas. De hecho, la historia nos revela que algunas veces se ha intentado usar lo divino para fines políticos u otros. Hoy, en el Evangelio proclamado, la multitud se ha desplazado hacia Jesús. ¿Por qué? Es la pregunta que hace Jesús afirmando: «Vosotros me buscáis, no porque habéis visto señales, sino porque habéis comido de los panes y os habéis saciado» (Jn 6,26). Jesús no se engaña. Sabe que no han sido capaces de leer las señales del pan multiplicado. Les anuncia que lo que sacia al hombre es un alimento espiritual que nos permite vivir eternamente (cf. Jn 6,27). Dios es el que da ese alimento, lo da a través de su Hijo. Todo lo que hace crecer la fe en Él es un alimento al que tenemos que dedicar todas nuestras energías.

Entonces comprendemos por qué el Papa nos anima a esforzarnos para re-evangelizar nuestro mundo que frecuentemente no acude a Dios por los buenos motivos. En la constitución "Gaudium et Spes" ("La Iglesia en el mundo actual") los Padres del Concilio Vaticano II nos recuerdan: «Bien sabe la Iglesia que sólo Dios, al que ella sirve, responde a las aspiraciones más profundas del corazón humano, el cual nunca se sacia plenamente con solo los alimentos terrenos». Y nosotros, ¿por qué continuamos siguiendo a Jesús? ¿Qué es lo que nos proporciona la Iglesia? ¡Recordemos lo que dice el Concilio Vaticano II! ¿Estamos convencidos del bienestar que proporciona este alimento que podemos dar al mundo?

Era atea, escribía libros sobre sexo... ahora, madre de familia católica, escribe de la Virgen

Sally Read hace ya unos años que dejó el ateísmo... ahora intenta hacer su fe comprensible para su hija y otros lectores

Era atea, escribía libros sobre sexo... ahora, madre de familia católica, escribe de la Virgen

Sally Read hace ya unos años que dejó el ateísmo... ahora intenta hacer su fe comprensible para su hija y otros lectores

La escritora y poeta Sally Read tiene una hija en la adolescencia que se hace preguntas sobre la fe. Sally no puede recurrir a su propio pasado para responder porque ella se formó en una familia atea.

“Fui educada como atea, el credo de la no-creencia estaba en mi sangre, el cristianismo era un síntoma de debilidad mental y de intolerancia”, escribía en The Tablet a principios de 2012. “Mi bisabuelo era un orangeman en Irlanda del Norte, vengo de generaciones de protestantes de línea dura convertidos en ateos”.

Era atea, enfermera psiquiátrica, descreída, partidaria -por inercia, no por entusiasmo- de una sexualidad desinhibida… Pero en primavera de 2010, escribiendo un libro sobre sexualidad femenina, habló por primera vez en serio con un cura. Así empezó un viaje espiritual que incluiría intuir “la posibilidad de Dios”, de un “autor Último”, y luego una experiencia mística y un cambio total de vida. En apenas dos años pasó a ser una católica devota. La historia de esta conversión asombrosa se puede leer aquí en español.

Ahora, pasados 10 años desde que empezó ese viaje, como madre de familia católica se plantea cómo responder a las preguntas de su hija, que en parte son también las suyas propias, y las de nuestra época acelerada y ruidosa.


Sally Read con su hija… una exploración de la fe de la mano del acontecimiento
mariano crucial: el sí de María al plan de Dios

Eso le llevó a escribir el libro Annunciation, y a reflexionar más sobre María. De eso ha hablado con CariFilii.es.

– ¿Qué pensaba acerca de la Virgen María cuando usted era atea?

– Es extraño, pero cuando era atea sentía fascinación por imágenes de la Virgen María. Mi abuela tenía en la pared una ilustración de la Virgen con el Niño Jesús y dos angelitos, de Fray Filippo Lippi. Me atraía mucho mucho el rostro de María. Tanto, que cuando mis abuelos murieron pedí quedarme con el dibujo. Desde entonces, siempre tuve una imagen de la Virgen en la pared de mi habitación.


La Virgen con Niño y dos ángeles, de Fray Filippo Lippi (pintado entre 1460 y 1465), es la imagen que capturó la imaginación de Sally Read siendo niña

»Supongo que me atraía el arte renacentista. Pero también la noción pagana de una diosa, y tenía la idea de que María era una figura de divinidad femenina que había sido usurpada y suprimida por la Iglesia Católica. Pensaba que ella era una mujer silenciada, mantenida bajo cristal. Y ya entonces sentía también curiosidad por la Anunciación, y en mis dos primeros libros de poemas había un poema (blasfemo) sobre el tema.

– Para una poeta, ¿qué sugiere María cuando proclama el Magníficat?

– Lo que el Magníficat me dice es que María tenía una profunda comprensión de la Escritura y la fe y estaba incrustada en ella de tal forma ¡que la hacía cantar! La idea de magnificar al Señor es tan hermosa, tan correcta y tan paradójica… María es muy pequeña, pero al mismo tiempo es muy poderosa. Ella captura y reconduce sin esfuerzo la naturaleza de Dios y la esperanza que nosotros ponemos en Él.

»Lo mejor de todo es que es realmente una canción, en el mejor sentido de la tradición bíblica. Lo es en su ritmo, su métrica… y creo que ella debió prácticamente cantarla cuando expresó esas palabras a Isabel. Desde que me convertí, ha habido momentos en que he necesitado cantar para expresar mi gozo en Su amor. Rápidamente tuve que aprender algunas canciones de fe para poder hacerlo.

– Al hacerse católica, ¿qué pensó de las doctrinas católicas sobre la Virgen?

– Quizá es extraño, pero ninguna de las doctrinas marianas me pareció extraña. La Inmaculada Concepción me pareció muy lógica, y si la aceptamos, la Asunción emana de ella. De hecho, quizá la Inmaculada Concepción y la Asunción son mis partes preferidas de la doctrina mariana. La Inmaculada Concepción es infinitamente interesante, porque nos hace preguntarnos cómo sería el comportamiento de alguien sin pecado. Esto es algo de lo que mi hija y yo hablamos mucho.

» En Cerdeña, donde viven mis suegros, la fiesta de la Asunción es muy grande. Llevan una estatua de María en su lecho por el pueblo, con gaitas y disparos de cañón y caballos que montan sin silla. He descubierto que estos aspectos de la vida de la Virgen son inspiradores, y también para mi hija, porque apuntan a la realidad del Cielo.

– Su nuevo libro, Anunciación, surge a raíz de las inquietudes y preguntas de fe de su hija adolescente… 

– Cuando mi hija era pequeña se relacionaba con María mucho más fácilmente que con la Trinidad. Le encantaba la historia de Santa Bernadette y Lourdes y siempre quería una estatua o dibujo de María en su habitación. Yo solía ver la fe como una cadena: los padres van por delante guiando a los niños, los entregamos a María, que a su vez los entrega a su Hijo. María es alguien que viene a buscarnos donde estamos: eso lo vemos en sus apariciones, en el campo… Creo que el hecho de que se haya aparecido a tantos niños es muy significativo. En Annunciation cuento un sueño que tuvo mi hija acerca de María cuando tenía 6 años y el impacto que tuvo en ella. A medida que mi hija entra en la adolescencia, creo que el papel de María seguirá desarrollándose. Nuestra Madre será la mejor para enseñar modestia, prudencia y sabiduría en todo.


Una Anunciación de Filippo Lippi, llena de detalle y poder en la tranquilidad

– ¿Por qué la Anunciación le ha inspirado?

– La Anunciación es un punto crucial, de cambio, un encuentro denso entre un ángel y una mujer del que depende todo: nuestra relación con Dios, nuestra esperanza, nuestro futuro, nuestro presente y nuestro pasado. Cuando era atea, mi cuadro preferido en la National Gallery de Londres era la Anunciación de Fray Filippo Lippi. Me encantaba el arco que acogía a sus cabezas dobladas y el detalle exquisito, y la calma suave. Y la sensación de que era un acontecimiento.


La Anunciación “Martelli” de Fray Filippo Lippi, un clásico del Renacimiento

» Hoy todos los eventos tratan de acción, de audiencias. Pero la Anunciación de Lippi muestra que los momentos más tranquilos pueden ser épicos. Y el acontecimiento de la Anunciación es lo más épico. Y, si nos fijamos, no tenía público, no había aplausos el día que vino el ángel. Su grandeza está en la relación con Dios y sus planes. Es algo que deberíamos recordar en cada acontecimiento.

» La fiesta de la Anunciación a veces es infravalorada, pero, como digo, es crucial. Es el momento en que la carne de Dios tocó por primera vez nuestra carne. También es presagio de la Eucaristía: María fue la primera en tener dentro de ella al Cristo físico. A través de ella, también nosotros podemos recibir al Cristo físico en la forma de la Eucaristía.

– ¿Descubrió algo escribiendo sobre la Anunciación?

– A medida que escribía este libro, me di cuenta de que estaba escribiendo una “anunciación” para mi hija, que le estaba pidiendo su fiat. Y a medida que escribía, entendía que nuestro fiat se nos pide en cada momento de la vida, cuando nos levantamos, cuando descubres que estás embarazada, etc… Espero vivir una espiritualidad de fiat, de decir siempre sí.

Este artículo se publicó originariamente en el portal de noticias marianas CariFilii.es

El libro Annunciation, aún en inglés, se puede conseguir aquí en Ignatius Press

En este vídeo en HM Televisión, Sally Read contaba en 2017 su conversión en el programa “Cambio de Agujas” (en español)





Fuente: Religión en Libertad

domingo, 26 de abril de 2020

Evangelio 26 de abril 2020


Día litúrgico: Domingo III (A) de Pascua


Texto del Evangelio (Lc 24,13-35): Aquel mismo día, el domingo, iban dos de ellos a un pueblo llamado Emaús, que distaba sesenta estadios de Jerusalén, y conversaban entre sí sobre todo lo que había pasado. Y sucedió que, mientras ellos conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó y siguió con ellos; pero sus ojos estaban retenidos para que no le conocieran.

Él les dijo: «¿De qué discutís entre vosotros mientras vais andando?». Ellos se pararon con aire entristecido. Uno de ellos llamado, Cleofás le respondió: «¿Eres tú el único residente en Jerusalén que no sabe las cosas que estos días han pasado en ella?». Él les dijo: «¿Qué cosas?». Ellos le dijeron: «Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras delante de Dios y de todo el pueblo; cómo nuestros sumos sacerdotes y magistrados le condenaron a muerte y le crucificaron. Nosotros esperábamos que sería Él el que iba a librar a Israel; pero, con todas estas cosas, llevamos ya tres días desde que esto pasó. El caso es que algunas mujeres de las nuestras nos han sobresaltado, porque fueron de madrugada al sepulcro, y, al no hallar su cuerpo, vinieron diciendo que hasta habían visto una aparición de ángeles, que decían que Él vivía. Fueron también algunos de los nuestros al sepulcro y lo hallaron tal como las mujeres habían dicho, pero a Él no le vieron».

Él les dijo: «¡Oh insensatos y tardos de corazón para creer todo lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Cristo padeciera eso y entrara así en su gloria?». Y, empezando por Moisés y continuando por todos los profetas, les explicó lo que había sobre Él en todas las Escrituras. Al acercarse al pueblo a donde iban, Él hizo ademán de seguir adelante. Pero ellos le forzaron diciéndole: «Quédate con nosotros, porque atardece y el día ya ha declinado».

Y entró a quedarse con ellos. Y sucedió que, cuando se puso a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron, pero Él desapareció de su lado. Se dijeron uno a otro: «¿No estaba ardiendo nuestro corazón dentro de nosotros cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?». Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén y encontraron reunidos a los Once y a los que estaban con ellos, que decían: «¡Es verdad! ¡El Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón!». Ellos, por su parte, contaron lo que había pasado en el camino y cómo le habían conocido en la fracción del pan.


«Aquel mismo día, el domingo»

Rev. D. Jaume GONZÁLEZ i Padrós
(Barcelona, España)

Hoy comenzamos la proclamación del Evangelio con la expresión: «Aquel mismo día, el domingo» (Lc 24,13). Sí, todavía domingo. Pascua —se ha dicho— es como un gran domingo de cincuenta días. ¡Oh, si supiésemos la importancia que tiene este día en la vida de los cristianos! «Hay motivos para decir, como sugiere la homilía de un autor del siglo IV (el Pseudo Eusebio de Alejandría), que el ‘día del Señor’ es el ‘señor de los días’ (…). Ésta es, efectivamente, para los cristianos la “fiesta primordial”» (San Juan Pablo II). El domingo, para nosotros, es como el seno materno, cuna, celebración, hogar y también aliento misionero. ¡Oh, si entreviéramos la luz y la poesía que lleva! Entonces afirmaríamos como aquellos mártires de los primeros siglos: «No podemos vivir sin el domingo».

Pero, cuando el día del Señor pierde relieve en nuestra existencia, también se eclipsa el “Señor del día”, y nos volvemos tan pragmáticos y “serios” que sólo damos crédito a nuestros proyectos y previsiones, planes y estrategias; entonces, incluso la misma libertad con la que Dios actúa, nos es motivo de escándalo y de alejamiento. Ignorando el estupor nos cerramos a la manifestación más luminosa de la gloria de Dios, y todo se convierte en un atardecer de decepción, preludio de una noche interminable, donde la vida parece condenada a un perenne insomnio.

Sin embargo, el Evangelio proclamado en medio de las asambleas dominicales es siempre anuncio angélico de una claridad dirigida a entendimientos y corazones tardos para creer (cf. Lc 24,25), y por esto es suave, no explosivo, ya que —de otro modo— más que iluminar nos cegaría. Es la Vida del Resucitado que el Espíritu nos comunica con la Palabra y el Pan partido, respetando nuestro caminar hecho de pasos cortos y no siempre bien dirigidos.

Cada domingo recordemos que Jesús «entró a quedarse con ellos» (Lc 24,29), con nosotros. ¿Lo has reconocido hoy, cristiano?

Era atea y buscaba la Verdad «con mayúscula»: vio en la red una oración a Jesús y probó a rezarla

Al principio, Gabrielle tuvo miedo de mostrar su fe en su entorno, totalmente ateo.

Era atea y buscaba la Verdad «con mayúscula»: vio en la red una oración a Jesús y probó a rezarla

Al principio, Gabrielle tuvo miedo de mostrar su fe en su entorno, totalmente ateo.

"Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá; porque todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre. Si a alguno de vosotros le pide su hijo pan, ¿le dará una piedra?" (Mt 7, 7-9). Son palabras de Jesucristo en el Sermón de la Montaña, y se verifican cada día de forma notoria u oculta. Sucedió también en la vida de una joven francesa. Gabrielle era atea, pero buscaba la Verdad y, de forma tímida pero sincera, pidió a Dios ayuda. Lo que sucedió se lo explicó ella misma a KTO: 



Nací en una familia que no era católica ni creyente. Nunca oí hablar de Dios, aunque fui bautizada de pequeña para agradar a mi abuela.

La búsqueda

Cuando llegué a la adolescencia, a los 15 o 16 años, empecé a plantearme muchas preguntas existenciales: ¿por qué vivo? ¿A dónde voy? ¿Tiene valor mi vida?

En ese momento me sentía bastante triste, porque realmente no sabía para qué vivir, para quién vivir. Sentía como un vacío.

De repente, en el último curso descubrí la Filosofía y gracias a esa asignatura empecé a buscar la verdad, pero la Verdad con una V mayúscula enorme. Pasó todo ese año, y al cabo de un año mi sed de Verdad seguía ahí.

La petición

Una noche en la que estaba fatal me dije: esto no puede seguir así, es demasiado duro. Si existe Dios (que para mí no existía), ya no puedo más, estoy exhausta y agotada.

Entonces encontré en internet una oración que pedía a Jesús venir a mi vida y ser mi Salvador y recité esa oración intentando convencerme a mí misma.

El hallazgo

Algunos días después pasó algo maravilloso. De golpe sentí una fortísima presencia de Amor que me envolvía. Realmente tuve la impresión de rebosar de alegría y de amor. Fue muy fuerte. En ese momento comprendí que Dios existía, que Dios era Amor y que me amaba.

Entonces empecé a avanzar en la fe, pero en secreto, porque como mi entorno era profundamente ateo tenía miedo de hablar de ello.

La respuesta

Cuando me fui de casa para empezar mis estudios universitarios empecé a ir a misa, yo sola. Me sentía perdida, pero volvía a ir.

Un día llamé al despacho parroquial y le conté toda mi vida a  un sacerdote. Este sacerdote quedó muy impactado y me acompañó en mi camino de fe. Una semana después me confesé por primera vez. Seguí formándome con él, un 20 de enero hice mi Primera Comunión y fui confirmada en Pentecostés.

Fue un momento fortísimo. Actualmente soy una creyente muy feliz y en crecimiento.

Cristo, Salvador y Verdad

Cuando se conoce el amor de Cristo solo hay una cosa que nos invade, y yo quería hacer lo mismo que Él, yo quería entregarme, yo quería amarle.

Cristo para mí es una persona, es Jesús que entro en mi vida cuando yo sentí muy fuerte esa presencia de amor. Es también mi Salvador, porque me sacó de todos los callejones sin salida en donde estaba metida, en los que había caído. Por todo ello le digo: gracias.

Cristo para mí es la persona que ha dado la respuesta a todas mis preguntas y ahora que conozco la Verdad, soy muy feliz.

Fuente: Religión en Libertad

sábado, 25 de abril de 2020

Santo Evangelio 25 de abril 2020



Día litúrgico: 25 de Abril: San Marcos, evangelista


Texto del Evangelio (Mc 16,15-20): En aquel tiempo, Jesús se apareció a los once y les dijo: «Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación. El que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará. Estas son las señales que acompañarán a los que crean: en mi nombre expulsarán demonios, hablarán en lenguas nuevas, agarrarán serpientes en sus manos y aunque beban veneno no les hará daño; impondrán las manos sobre los enfermos y se pondrán bien».

Con esto, el Señor Jesús, después de hablarles, fue elevado al cielo y se sentó a la diestra de Dios. Ellos salieron a predicar por todas partes, colaborando el Señor con ellos y confirmando la Palabra con las señales que la acompañaban.


«Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación»

Mons. Agustí CORTÉS i Soriano Obispo de Sant Feliu de Llobregat
(Barcelona, España)

Hoy habría mucho que hablar sobre la cuestión de por qué no resuena con fuerza y convicción la palabra del Evangelio, por qué guardamos los cristianos un silencio sospechoso acerca de lo que creemos, a pesar de la llamada a la “nueva evangelización”. Cada uno hará su propio análisis y apuntará su particular interpretación.

Pero en la fiesta de san Marcos, escuchando el Evangelio y mirando al evangelizador, no podemos sino proclamar con seguridad y agradecimiento dónde está la fuente y en qué consiste la fuerza de nuestra palabra.

El evangelizador no habla porque así se lo recomienda un estudio sociológico del momento, ni porque se lo dicte la “prudencia” política, ni porque “le nace decir lo que piensa”. Sin más, se le ha impuesto una presencia y un mandato, desde fuera, sin coacción, pero con la autoridad de quien es digno de todo crédito: «Ve al mundo entero y proclama el Evangelio a toda la creación» (cf. Mc 16,15). Es decir, que evangelizamos por obediencia, bien que gozosa y confiadamente.

Nuestra palabra, por otra parte, no se presenta como una más en el mercado de las ideas o de las opiniones, sino que tiene todo el peso de los mensajes fuertes y definitivos. De su aceptación o rechazo dependen la vida o la muerte; y su verdad, su capacidad de convicción, viene por la vía testimonial, es decir, aparece acreditada por signos de poder en favor de los necesitados. Por eso es, propiamente, una “proclamación”, una declaración pública, feliz, entusiasmada, de un hecho decisivo y salvador.

¿Por qué, pues, nuestro silencio? ¿Miedo, timidez? Decía san Justino que «aquellos ignorantes e incapaces de elocuencia, persuadieron por la virtud a todo el género humano». El signo o milagro de la virtud es nuestra elocuencia. Dejemos al menos que el Señor en medio de nosotros y con nosotros realice su obra: estaba «colaborando el Señor con ellos y confirmando la Palabra con las señales que la acompañaban» (Mc 16,20).

Los Gómez, una familia muy especial con 8 hijos, 5 adoptados con discapacidad: ¿por qué lo hicieron?

La familia Gómez Samblas está compuesta por Alejandro y Coro, que tienen 8 hijos, 3 naturales y 5 adoptados, de los cuales ha fallecido uno

Los Gómez, una familia muy especial con 8 hijos, 5 adoptados con discapacidad: ¿por qué lo hicieron?

La familia Gómez Samblas está compuesta por Alejandro y Coro, que tienen 8 hijos, 3 naturales y 5 adoptados, de los cuales ha fallecido uno

En el pasado Congreso Nacional Provida que se celebró el fin de semana anterior a la declaración del Estado de Alarma contó su testimonio una familia muy especial, los Gómez Samblas, que mostraron la belleza de la vida humana, la dignidad de toda persona pero también el torrente de amor y de fe profunda que les ha permitido superar situaciones que parecían imposibles.

Alejandro (46 años) y Coro (44 años) son un matrimonio, ambos controladores aéreos, casados desde hace 21 años y que tienen ocho hijos, tres biológicos y otros cinco adoptados, todos ellos con graves discapacidades tanto físicas como intelectuales. Y sobre esta experiencia quisieron hablar.

"Una llamada en sí misma, no un plan B"

Durante el congreso ofrecieron su historia en boca de Coro, que comenzó su intervención explicando que “tenemos ocho hijos, aquí veréis siete, el otro nos mira desde el cielo, es Borja”. Además, indicó que “los tres primeros hijos son biológicos, los demás también pero han llegado a nosotros a través de la adopción. Nosotros decimos que tenemos hijos que nos ha enviado Dios y otros que nos manda Dios a buscarlos”.

El matrimonio siempre había tenido en mente la idea de adoptar y aunque tuvieron tres hijos propios con el tiempo vieron que lo de adoptar se convertía para ellos “en una llamada en sí misma y no en un ‘plan B’”.



Optaron por China y allí descubrieron que había hasta siete años con lista de espera. Observaron que había niños para dar en adopción pero no los que normalmente se querían. Un año antes el país abrió la adopción de niños con necesidades especiales, y decidieron que esta era la vía que debían seguir.

La llegada de la discapacidad a la familia

“Somos creyentes y pensamos que Dios no elige a los capacitados si no que capacita a los que elige”, afirmaba. No fue fácil adoptar este tipo de niños. De hecho, recordaba que les “llamaron de todo, locos e irresponsables, y nos decían que al tener más hijos era una locura. Pero a nosotros nos parecía lo contrario”.

Así fue como llegó a sus vidas Bruno, que sufría una cardiopatía compleja y algún problema más. Y esta experiencia les marcó, pues contaban que una vez que vieron a tantos niños que esperaban una familia, éstos entraron en su corazón y ya no salieron.

En su experiencia, “la orfandad es la mayor de las miserias, no la enfermedad. La maravilla que es vivir en familia es la mayor necesidad del ser humano. A su lado una enfermedad se sobrelleva”. Ya en España operaron a Bruno y ahora hace deporte y nadie diría que tiene una cardiopatía.

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La familia, con sus cinco primeros hijos.

Olalla, una niña muy especial

No pararon ahí, pues Alejandro y Coro no se olvidaban de los niños que seguían en China sin familia. Y entonces llegó Olalla. Tenía también una cardiopatía, pero además sufría síndrome de Noonan, que implicaba una discapacidad intelectual.

“Así entró en nuestra vida la discapacidad intelectual, y recomiendo que todas las familias tengan en su hogar o muy cerca personas con discapacidad intelectual. Estas personas te ayudan a vivir en lo esencial, te dejas de tonterías. Nos enseñan a vivir sin rencor”, relataba esta madre.

El milagro viviente de Borja

Borja fue el siguiente en llegar desde China. “Era especial, tenía sólo medio corazón, era un milagro viviente. Tenía seis años y había vivido con medio corazón y todas las vísceras descolocadas”, contó su madre.

Que hubiera vivido tantos años ya era en sí un milagro, pero Coro indicó que “le adoptamos para luchar a su lado, sin condiciones. El objetivo era que cuando se fuera lo hiciera desde los brazos de su familia. Y se fue al cielo muy pronto. Intentamos dos operaciones”.

"Un gozo doloroso"

Esta experiencia –aseguraba esta familia- “lo vivimos como un gozo doloroso. Gozo porque sabemos que está en el cielo, y allí tenemos un intercesor brutal. Lo conseguimos vivir así. Fue doloroso pero lo vivimos todos en casa, hasta Olalla, con muchísima verdad. Esto es la vida”.

Cuando fueron a China a por Borja conocieron al que era su “súper mejor amigo” y que ahora es su hermano, Benjamín. En él vieron “un niño que era pura luz, hablaba sin parar. Nos llamaba y nos echaba piropos. Alejandro y yo nos miramos y vimos que no podía quedarse ahí”.

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La llegada de las sillas de ruedas

Benjamín tiene parálisis de los miembros inferiores por causa desconocida. Bromeando, Coro explicaba que “así entró en nuestra vida la silla de ruedas”. Al principio creían que sería algo dificilísimo para su vida familiar pero “no fue para tanto”.

“Con esta tranquilidad que tuvimos de la silla de ruedas nos lanzamos otra vez y fuimos a por Samuel, que lleva mes y medio con nosotros”, contaba Coro sobre la reciente llegada del más pequeño de la familia, también en silla de ruedas.

Las conclusiones que saca esta familia tan especial

Y antes de acabar esta familia quiso ofrecer tres conclusiones:

“Lo que nos mueve es el amor. Lo esencial es invisible a los ojos. Hay que mirar con el corazón, no con los ojos o las estadísticas. Esa mirada tiene que ser de amor”.
“Somos adictos a los milagros. No somos adictos al riesgo, nos ponemos en riesgo porque vivimos en la esperanza de milagro. Si tú no sales de tu zona de confort nunca vas a experimentar los milagros que hemos experimentado”.
“La experiencia más ‘salvaje’, según la RAE aquello que no está controlado ni dominado, es la que más te permite crecer”.

Fuente: Religión en Libertad