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lunes, 20 de mayo de 2019

En junio será diácono: «Ha sido un proceso largo, cansado, duro... Lo mejor está por llegar»

Alejandro Ruíz-Mateos, durante la presentación de la Jornada de Oración por las Vocaciones Nativas / OMP

Alejandro Ruiz-Mateos tardó 10 años en responder a la llamada

En junio será diácono: «Ha sido un proceso largo, cansado, duro... Lo mejor está por llegar»

Alejandro Ruíz-Mateos, durante la presentación de la Jornada de Oración por las Vocaciones Nativas / OMP

Alejandro Ruiz-Mateos será uno de los seminaristas de Madrid que será ordenado diacono el próximo mes de junio en la catedral de La Almudena. Como desvela su apellido, este madrileño pertenece a una de las familias de empresarios más conocidas de España, especialmente a finales del siglo pasado. Es concretamente sobrino de José María Ruiz-Mateos.

Pero su llegada hasta esta ordenación no ha sido nada sencilla sino un proceso largo, complicado, con altibajos y muchas idas y venidas. Pero al fin está a las puertas de lo que había soñado desde niño, pero que por miedo no se atrevió a cumplir antes.

Un proceso vocacional largo

En una entrevista con la web Jóvenes Católicos, Alejandro confiesa que “tardé diez años en decidirme…y no sólo eso, sino que estando ya en el seminario poco me ha faltado, en alguna ocasión, para tirar la toalla. Ha sido un proceso largo, cansado, duro en momentos, pero espectacular en definitiva. Y lo mejor está por llegar”.

Creció en una familia católica y en un colegio como el Retamar en el que también la fe es una parte importante. Sin embargo, este joven recalca que “llega un momento en la vida, en el que uno tiene que pasar de vivir ‘la fe de sus padres’ a vivir ‘su fe’. Quiero decir, que en un momento determinado la fe debe pasar de algo sólo cultural, a fruto de un verdadero encuentro con Jesucristo. Si no tienes un encuentro con Cristo Resucitado que te quiere y tiene una misión para ti, es más difícil perseverar en la vida cristiana, porque ésta se convertirá en ‘preceptos’ a cumplir”.

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Pero la realidad es que durante muchos años vivió “esa fe cultural” de ir a misa porque toca o de simplemente no ir si no le daba tiempo. “Junto con esta fe tan tibia, aunque gracias a Dios nunca me separé del todo de la Iglesia, se juntaba que tenía una vida muy cómoda. Estudié la carrera de Derecho, tenía un trabajo que me encantaba en una agencia de publicidad y marketing, por lo que tenía mi sueldo y además vivía tan feliz en casa de mis padres”, recalca Ruiz-Mateos.

La visita de San Juan Pablo II a España sembró la semilla

La semilla de la vocación, y que acabaría germinando años más tarde, se produjo el 3 de mayo de 2003 durante la visita de San Juan Pablo II a España. Alejandro tenía 23 años y todavía recuerda lo que el gran santo polaco gritó con fuerza pese a su ancianidad: “si sientes las llamada de Dios que dice, sígueme, no la acalles”.

“Eso captó mi atención. Acto seguido contó su testimonio. 56 años de sacerdote. Y nos aseguró, con potencia: ‘al echar la mirada atrás, y repasar estos años de mi vida, os puedo asegurar que vale la pena dedicarse a la causa de Cristo’. Estas palabras proclamadas por un anciano y enfermo Papa, que sufrió el horror de la guerra, de perder a su madre siendo niño, la persecución del comunismo, un atentado que no acabó con su vida de milagro…..se me clavaron en lo más profundo del alma”, recuerda.

Pero tardaría mucho en que estos frutos se manifestaran en Alejandro. Cuenta que “el fin de semana siguiente, con mis amigos de fiesta, todo aquello de Cuatro Vientos estaba olvidado. Pasaron muchos años con mi vida cómoda y entretenida”.



El encuentro con las Misioneras de la Caridad en Calcuta

Entonces en 2008 se produjo otro momento clave en su vida. Se fue a Calcuta en Semana Santa. “Lo pasé bastante mal al principio, pero el ejemplo de vida alegre y entregada de las Misionera de la Caridad, hicieron crecer rápidamente aquella semilla plantada por Juan Pablo II. La idea del sacerdocio seguía sin convencerme, no quería. Monté con unos amigos una ONG, volví 4 veces más a Calcuta y tres veces estuve en Haití tras el terremoto. A eso dedicaba mis vacaciones. Pensé que con eso Dios se quedaría satisfecho y yo también”, explica en la entrevista.

Pero aquellos viajes constataban una cosa: Alejandro era verdaderamente feliz cuando se entregaba a los demás. A partir de ese momento empezó a tomarse la vida cristiana más en serio. Gracias a un sacerdote empezó  recibir una dirección espiritual que acabaría resultando fundamental.

"Quiero ser sacerdote"

“Recuerdo que justo antes de Semana Santa del 2013, nos fuimos de ejercicios espirituales. En un momento concreto, meditando el pasaje de la Hemorroísa que toca el manto del Señor y queda curada, recuerdo que me sentí muy identificado….con el manto. Un manto sucio del caminar, sencillo, remendado seguramente varias veces, fue lo que “medió” o trasmitió o puso en conexión el sufrimiento de aquella mujer con la Misericordia de Jesús. Igual yo, sin grandes cualidades ni dones, con mucha suciedad de mi vida, muchos remiendos, mucha cicatriz, me sentía llamado por Jesús a ser humilde intermediario entre su Misericordia infinita y las necesidades humanas de tantas personas. Quería ser sacerdote”, relata el futuro diacono.

Ya en el seminario, Alejandro Ruiz-Mateos afirma que al llegar “no me veía como un bicho raro, pero debo reconocer que la primera vez que fui al seminario tuve la sensación de estar rodeado de un montón de bichos raros. Yo fui pensando que bueno, tenía que dar una respuesta aquella inquietud vocacional pero que no tardaría en volverme a casa. Luego van pasando los días, ves que los demás son personas totalmente normales, cada uno con su historia personal, vocacional. Algunos súper diferentes a mí y otros con trayectorias parecidas. Cada uno somos como somos y Dios llama a quien quiere”.

Fuente: Religión en Libertad

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