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viernes, 5 de abril de 2019

En la Exhortación «Christus Vivit» recopila a 12 santos jóvenes desde el siglo III al XXJóvenes, católicos y también santos:

El Papa ha propuesto estos 12 santos y beatos jóvenes como ejemplos para la juventud actual

En la Exhortación «Christus Vivit» recopila a 12 santos jóvenes desde el siglo III al XXJóvenes, católicos y también santos: 

El Papa propone a 12 de ellos como testimonio para la juventud

El Papa ha propuesto estos 12 santos y beatos jóvenes como ejemplos para la juventud actual

La juventud es la protagonista de la Exhortación Apostólica Postsinodal Christus Vivit que ha firmado el Papa Francisco y que sirve como colofón final al Sínodo de los Jóvenes que se celebró el pasado año en el Vaticano.

Para animar a los católicos más jóvenes en la misión que tienen por delante tanto en la Iglesia como en el mundo en el que les ha tocado vivir, Francisco presenta en su escrito el ejemplo de varios santos jóvenes, que ofrecieron su vida cada uno de una manera diferente a favor del prójimo.

“El corazón de la Iglesia también está lleno de jóvenes santos, que entregaron su vida por Cristo, muchos de ellos hasta el martirio. Ellos fueron reflejos de Cristo joven que brillan para estimularnos y para sacarnos de la modorra”, explica el Papa.

Otra forma de vivir la juventud

Por ello, Francisco insiste en que “a través de la santidad de los jóvenes la Iglesia puede renovar su ardor espiritual y su vigor apostólico. El bálsamo de la santidad generada por la vida buena de tantos jóvenes puede curar las heridas de la Iglesia y del mundo, devolviéndonos a aquella plenitud del amor al que desde siempre hemos sido llamados: los jóvenes santos nos animan a volver a nuestro amor primero”.

De este modo, en Christus Vivit recuerda a algunos santos y beatos jóvenes que “nos dejaron el testimonio de otra forma de vivir la juventud”. Estos son los ejemplos que propone el Papa:

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 Murió mártir a los 34 años tras vivir entre los años 256 y el 288. Francisco recuerda de él  que era un joven capitán de la guardia pretoriana. “Cuentan –explica Francisco- que hablaba de Cristo por todas partes y trataba de convertir a sus compañeros, hasta que le ordenaron renunciar a su fe. Como no aceptó, lanzaron sobre él una lluvia de flechas, pero sobrevivió y siguió anunciando a Cristo sin miedo. Finalmente lo azotaron hasta matarlo”.

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2. San Francisco de Asís

San Francisco es el santo cuyo nombre eligió este Papa para su Pontificado. Es especial para él pues con el ejemplo de su vida transformó la Iglesia y el mundo de su tiempo. No vivió más de 44 años, pero en ese momento (finales del siglo XII y especialmente el primer cuarto del XIII) realizó una impresionante obra evangelizadora. “Siendo muy joven y lleno de sueños escuchó el llamado de Jesús a ser pobre como Él y restaurar la Iglesia con su testimonio. Renunció a todo con alegría y es el santo de la fraternidad universal, el hermano de todos, que alaba al Señor por sus creaturas”, explica Francisco.

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3. Santa Juana de Arco

Esta joven campesina francesa vivió sólo 19 años hasta que fue quemada en la hoguera. Pero en ese tiempo (1412-1431) siguiendo las instrucciones que oía, las de voces celestiales logró enardecer a los desanimados franceses y llevarlos a la victoria. “Incomprendida por su aspecto y por su forma de vivir la fe, murió en la hoguera”, afirma el Papa. Es un ejemplo de ímpetu y valentía de una joven que siguió con firmeza lo que le dictaba su fe.

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4. Beato Andrés Phû Yên

Este joven fue el primer mártir de la Iglesia en Vietnam. Bautizado en 1641 fue asesinadopor su fe en 1644. Era un activo catequista y ayudaba a los misioneros que evangelizaban la zona. Cuando empezó la persecución contra los cristianos fue hecho prisionero por su fe, a la que se negó a renunciar. Un misionero que presenció su martirió solicitó que se le permitiera poner una alfombra debajo de Andrés, pero éste se negó porque quería que su sangre regase la tierra como lo había hecho la de Jesucristo. Murió diciendo: “¡Jesús!”.

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5. Santa Catalina Tekakwhita

Esta joven, hija de un jefe Mohawk, fue la primera santa “piel roja” nativa de lo que hoy es Estados Unidos. Apenas vivió 24 años (1656-1680) y su vida estuvo marcad desde su infancia por el dolor y también por las dificultades debido a la fe que encontró gracias a unos misioneros jesuitas.  Dedicó su vida al cuidado de los ancianos y enfermos y que vivió en Nueva York y Canadá, se consagró a Dios, tuvo que huir más de 300 kilómetros por los bosques y finalmente moriría enferma diciendo: “¡Jesús, te amo!”.
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6. Santo Domingo Savio

Murió tres semanas antes de cumplir los 15 años, convirtiéndose en uno de los santos no mártires más jóvenes de la Iglesia. Fue alumno de San Juan Bosco en el oratorio de San Francisco de Sales. Enfermo, este niño quería sobre todo ser santo. El Pontífice dice de él que “ofrecía a María todos sus sufrimientos. Cuando San Juan Bosco le enseñó que la santidad supone estar siempre alegres, abrió su corazón a una alegría contagiosa. Procuraba estar cerca de sus compañeros más marginados y enfermos. Murió diciendo: “¡Qué maravilla estoy viendo!”.

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7. Santa Teresa del Niño Jesús

Teresa de Lisieux vivió únicamente 24 años, y pese a las dificultades y la enfermedad, pudo ingresar en un convento carmelita a los 15 años. Aunque falleció muy joven esta francesa nacida en 1873 es Doctora de la Iglesia. “Vivió el caminito de la confianza total en el amor del Señor y se propuso alimentar con su oración el fuego del amor que mueve a la Iglesia”, escribe el Papa en la Exhortación.

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8. Beato Ceferino Namuncurá

Compatriota del Papa Francisco, e hijo de un destacado cacique mapuche, Ceferino murió en 1905 antes de cumplir los 20 años en Roma, cuando era un joven salesiano aspirante a sacerdote debido a la tuberculosis. En 2007 fue beatificado, y recientemente Francisco le recordaba con estas palabras: “Me hace mucho bien pensar en el deseo que Ceferino tenía de ser sacerdote para servir a su pueblo. Así debe de ser. El sacerdote siempre identificado con su pueblo, de tal manera que su tiempo, su vida, su persona sean para sus hermanos”.

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9. Beato Isidoro Bakanja

Este joven laico del Congo dio un impresionante testimonio de fe con su vida. Iniciado en la fe cristiana en su adolescencia, con gran ardor y valentía hablaba a Cristo a otros jóvenes mientras trabajaba. El encargado de la colonia, por odio al cristianismo, lo mandó torturar durante un largo tiempo. Finalmente, murió en 1909 perdonando a sus verdugos.

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10. Beato Pier Giorgio Frassati

Este joven turinés murió en 1925 con sólo 24 años, pero Francisco destaca de él que “era un joven de una alegría contagiosa, una alegría que superaba también tantas dificultades de su vida. Decía que él intentaba retribuir el amor de Jesús que recibía en la comunión, visitando y ayudando a los pobres”.  Por su parte, San Juan Pablo II decía en su beatificación que “en la Acción Católica vivió la vocación cristiana con alegría y orgullo, y se afanó por amar a Jesús y descubrir en Él a los hermanos que encontraba en el camino o que buscaba en los lugares del sufrimiento, de la marginación, del abandono, para hacerles sentir el calor de su solidaridad humana y el consuelo sobrenatural de la fe en Cristo. Murió joven, al final de una vida breve, pero extraordinaria de frutos espirituales, dirigiéndose "a la verdadera patria a cantar alabanzas a Dios".

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11. Beato Marcel Callo

Este laico francés murió con tan sólo 23 años en el campo nazi de Mauthausen en 1945, a donde le enviaron prisionero por ser “demasiado católico”. Durante la II Guerra Mundial y después en el campo de exterminio siguió confortando en la fe a sus compañeros pese a que todos estaban agotados por los duros trabajos a los que les sometían.

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12. Beata Chiara Badano

Esta joven italiana murió en 1990 a los 18 años tras una dura enfermedad. Tanto ella como su familia eran focolares y durante su agonía repetía una y otra vez: “Por ti, Jesús, ¡si tú lo quieres, yo también lo quiero!”. Francisco afirma que Chiara “experimentó cómo el Señor puede ser transfigurado por el amor. La clave de su paz y alegría era la plena confianza en el Señor y la aceptación de la enfermedad como misteriosa expresión de su voluntad para su bien y el de los demás”.

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