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martes, 25 de diciembre de 2018

Dios quiere encarnarse en cada uno de nosotros



DIOS QUIERE ENCARNARSE EN CADA UNO DE NOSOTROS

Por Gabriel González del Estal

1.- El Verbo se hizo carne y acampó entre nosotros. Cuando se acerca la Navidad muchas familias cristianas colocan un sencillo y adornado Belén en un sitio muy visible de la casa. Quieren, simbólica y devotamente, que el niño Dios acampe entre ellos durante los días que duran estas fiestas. Es una costumbre bonita y tierna que puede ayudar, sobre todo a los niños, a comprender algo de lo que realmente es el misterio de la encarnación de Dios en un niño tan frágil y necesitado como cualquiera de nosotros. Pero la celebración del misterio no puede, ni debe, quedarse en eso. La Navidad no debe reducirse a conmemorar un acontecimiento histórico que ocurrió hace ya algo más de dos mil años. Dios se encarnó en Cristo para que nosotros, unidos a él, podamos seguir haciendo presente en nuestras vidas la vida de Cristo. La encarnación de Dios en Cristo debe hacer posible la encarnación de Dios en cada uno de nosotros. Dios se hizo hombre para que, como dice San Agustín, nosotros podamos, de alguna manera, ser dioses. A través de la encarnación de Dios en Cristo, Dios quiere encarnarse en la vida de cada uno de nosotros. El mejor Belén en el que Dios quiere acampar es nuestro corazón; debemos hacer de nuestro corazón un altar donde pueda acampar y vivir el Hijo de Dios.

2.. La virtud necesaria e imprescindible que nos exige el Señor para poder acampar en nuestro corazón es la virtud del amor. Dios es amor y sólo a través del amor podemos llegar a él. No un amor teórico, ni simplemente contemplativo, sino un amor activo y desbordante que llega hasta nuestro prójimo, sobre todo hasta el prójimo que más nos necesite. Una Navidad que no tenga en cuenta el amor al prójimo no es una Navidad cristiana. Si Dios acampa entre nosotros, junto a nosotros, debe haber siempre a nuestro lado un espacio donde pueda estar el prójimo más necesitado. La Navidad es la fiesta de un Dios que se ha hecho hombre y ha querido compartir nuestra pobreza y nuestra debilidad. Si en estas fiestas de Navidad no se hace visible, en nuestro comportamiento, el amor de Dios al prójimo necesitado, realmente no estamos celebrando cristianamente la fiesta de la Navidad cristiana.

3.- Como nos dice repetidamente san Pablo, todos los cristianos, sin distinción, formamos el cuerpo místico, el cuerpo total, de Cristo. El mismo Dios que se encarnó en Cristo quiere encarnarse y hacerse visible en cada uno de los cristianos. Por eso, yo creo que, además de celebrar en Navidad la encarnación de Dios en Cristo Jesús, debemos celebrar, con gozo y agradecimiento, las encarnaciones de Dios en cada uno de nosotros, los cristianos.

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