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domingo, 17 de diciembre de 2017

La alegría de la fe



LA ALEGRÍA DE LA FE

Por Javier Leoz

Ahí están las respuestas (que sin ser cocinadas por manos interesadas) concluyen algunas cosas muy interesantes: viven con más alegría, confían en el futuro, son fuertes en las pruebas y no se dejan llevar por el derrotismo porque, entre otras cosas, hay una fuerza superior que les sostiene.

1.- ¡Domingo de gaudete! ¡Domingo de regocijo! No nos preparamos a una Navidad sin sentido (en la cual muchos caen). Mucho menos a unos días en los que, solamente, compartamos las caras risueñas o el sentimentalismo que dura menos que un pastel en la boca de un niño. ¡Vamos mucho más allá! El Papa recientemente nos lo recordaba: “No es que el hombre vaya al encuentro de Dios; es Dios quien viene al encuentro del hombre”.

2.- Por ello mismo, este domingo, es causa de una alegría inmensa: un Niño nos va a nacer, y ese nacimiento, llena todas las habitaciones de nuestra persona de una sensación de emoción, misterio, fe, gozo, optimismo. Y es que, quien vive la Navidad cristianamente, se siente realizado, lleno y sobre todo con mil razones para seguir adelante en medio de un mundo resquebrajado y con altas dosis de nerviosismo, corrupción, guerras, pasotismo, frialdad y consumo facilón. Y es que, la alegría de la Navidad, es una muralla que preserva lo santo, lo sagrado y lo genuino de ella.

3.- ¿Qué es la alegría? La alegría es esa muralla contra la que tropieza y se hace añicos esa gran lista de calamidades y de malos acontecimientos que nos rodean. El adviento, y hay que reconocerlo, no nos aportará soluciones ni, de repente, hará que desaparezcan nuestros problemas. ¿Dónde está entonces la respuesta? Ni más ni menos que en Dios. En Jesús. En el Nacimiento de Dios Niño en Belén.

4.- San Pablo nos invita a la alegría. Parece como si, el Apóstol de los Gentiles, nos gastase una broma ¿Estar alegres? ¿Por? ¿Para? ¿Para quién? ¿Por qué? Son interrogantes a los cuales tenemos derecho y que, en gran parte, son fruto de muchas situaciones que vivimos, nos preocupan y eclipsan demasiado nuestra felicidad. Pero lo cierto es que las grandes crisis, y también las grandes contrariedades, se llevan mejor con un poco de amor y hasta con un poco de humor. Y, en el adviento, la alegría la tenemos llamando a nuestra puerta: ¡UN NIÑO NOS VA A NACER!

5.- Es el momento adecuado para ponernos en marcha y no perder la esperanza. Cuando colocamos nuestro centro en Dios, El, siempre nos da la respuesta apropiada a la incertidumbre, la luz en la oscuridad y el júbilo frente a la tristeza. Dios no nos proporciona recetas mágicas de cara a conseguir unas sonrisas fingidas. Es bueno que, nuestra alegría, sea sincera. Fruto de nuestra vivencia interior De nuestro encuentro personal con Cristo.

6.- ¿Quién es Jesús para nosotros? ¿Qué significa en nuestros comportamientos y en nuestras familias? Porque, dependiendo de nuestras respuestas a estas preguntas, es cuándo tendremos más o menos posibilidades de alcanzar o reconquistar una alegría duradera para nuestra vida. Pongamos a Dios como fundamento y pilar de nuestra vida y, entonces, no solamente viviremos con paz sino con una vida alegre y agradecida.

¿Que tenemos muchas experiencias amargas, encontronazos, dificultades, ansiedad, problemas y mil historias? ¿Y por eso vamos a perder la alegría?

Viene el Señor, Él nos la dará con creces

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