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miércoles, 1 de noviembre de 2017

La Carta Magna del Reino



LA CARTA MAGNA DEL REINO

Por Antonio García-Moreno

1.- EL NÚMERO DE LOS SALVADOS.- "Después de esto vi una gran muchedumbre que nadie podía contar..." (Ap 7,9) Estamos ante una de la visiones de Juan en su destierro de la isla de Patmos. El Cielo abre sus puertas y deja que la mirada penetrante del evangelista, simbolizado por el águila, contemple los misterio del más allá. Hoy nos habla de los que fueron sellados en la frente, es decir los que se han salvado de la hecatombe apocalíptica. Habla primero de los pertenecientes al pueblo elegido, y luego de las demás naciones.

Sin duda que es un cuadro maravilloso y consolador. De cada una de las doce tribus son ciento cuarenta y cuatro mil, esto es, una cantidad muy elevada. No se dice que todos se salven, pero sí se insiste en que son muchos, como se deduce al hablar de la muchedumbre que no se puede contar y que procede de todos los pueblos. No podía ser de otra forma, la sangre derramada del Cordero bien valió esa salvación de alcance universal.

2.- ¡SOMOS HIJOS DE DIOS! "Ved qué amor nos ha mostrado el Padre, que seamos llamados hijos de Dios y los seamos" (1 Jn 3,1) La frase de San Juan tiene matices de asombro que no se captan bien en la traducción castellana. El “potapén” griego lo traduce la versión oficial latina por “qualem”, que además encuadra esa frase con una admiración. Alguna traducción antigua decía "cuál amor", expresión inadecuada hoy. De todas formas hay que subrayar el asombro del hagiógrafo ante la magnitud y profundidad del amor divino que nos hace hijos de Dios. ¡Nada menos!

Es cierto, sigue diciendo San Juan que aún no se ha manifestado esa nuestra maravillosa condición, pero un día se realizará haciendo que seamos semejantes a El, "porque le veremos tal cual es". Esta verdad es fundamental en nuestra vida. Por eso decía San León Magno que reconociéramos nuestra dignidad. Es lo que, de otra manera, concluye nuestro texto: "Y todo el que tiene en el esta esperanza se santifica, como Santo es El".

3.- FELICES VOSOTROS.- "Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos" (Mt 5,3) El Sermón de la montaña ha sido llamado la Carta magna del Reino. Es el primero de los cinco grandes discursos que vertebran el primer evangelio y que giran siempre en torno al Reino de Dios que Jesús ha venido a instaurar. La Bienaventuranzas hacen de pórtico a esos puntos programáticos que el Señor proclama ante la multitud. Tienen el sabor de los antiguos salmos, que también se iniciaban a veces con esa misma fórmula de dicha y felicidad.

Se describen situaciones en las que el hombre sufre de ordinario y en las que, sin embargo, alcanza la felicidad apoyado en la esperanza. Las promesas son tan extraordinarias y ciertas que fortalecen al justo, e incluso le llenan de gozo íntimo, aún en las situaciones más adversas que se puedan imaginar. Por otra parte hay una nota común en cada uno de esos estados descritos, la humildad y la confianza inquebrantable en Dios nuestro Padre.

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