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domingo, 6 de agosto de 2017

La Divinidad de Jesús se hizo presente



LA DIVINIDAD DE JESÚS SE HIZO PRESENTE

Por Ángel Gómez Escorial

1. - Este domingo la Iglesia celebra la fiesta de la Transfiguración del Señor Se interrumpe el relato de los domingos del Tiempo Ordinario y así nos correspondería el decimoctavo, con todo su contenido litúrgico. La Transfiguración es una gran fiesta y este hecho –su reflejo evangélico— está presente en los “tiempos fuertes” de Cuaresma y Pascua.

Fue la Transfiguración algo muy extraordinario, dirigido a incrementar la fe de los Apóstoles y que sirvió para confirmarles la divinidad del Señor Jesús. Es verdad que los seguidores de Cristo no fueron capaces de ver lo magnifico de aquel hecho y solo a Pedro, con su capacidad de inmediata iniciativa, se le ocurrió construir tres chamizos para perpetuar la presencia en la tierra de la Gloria de Jesús, acompañado de Moisés y Elías. Después de la Ascensión del Señor este hecho se admitió como portentoso y es, sin duda, una de las celebraciones más antiguas de la Iglesia. Leemos hoy la Segunda Carta de San Pedro donde él mismo hace memoria histórica de aquel sucedido.

2. - La enseñanza que nos da a nosotros, ya transcurridos unos años del Tercer Milenio, es idéntica a la que Jesús pretendía que recibieran Pedro, Santiago y Juan. Tenían que saber que Cristo era Dios y que tenía poder sobre el tiempo, el espacio, los cuerpos, la vida y la muerte. Pero, además, Cristo recibe una vez mas el beneplácito del Padre al oírse desde el interior de la nube de gloria: "Este es mi, el amado, mi predilecto. Escuchadlo". Así lo refiere el Evangelio de Mateo que se lee en este ciclo A. Por un lado es la confirmación de la misión del Hijo en presencia de la Trinidad y por otra se trata de una aproximación al tiempo futuro: cuando todos los cuerpos estén glorificados y la muerte haya perdido su aguijón. Y esas enseñanzas siguen vigentes.

3. - En nuestro tiempo hay un afloramiento excesivo de lo mágico o de lo esotérico, en contraposición al racionalismo que impregnó la vida humana a partir de la Ilustración. Lo "mágico" ha supuesto un retroceso y la misma Iglesia sin negar, ni atenuar, ninguno de los hechos portentosos que aparecen en las Escrituras no entra en la sublimación mágica de las mismas. En realidad, cada cristiano debe tomar estas cosas con alegría y humildad. Alegría porque muestran la magnificencia futura de nuestros cuerpos resucitados y glorificados. Y humildad ante lo difícil que resulta, racionalmente, admitir este hecho cierto. Lo demás, lo mágico, poco importa.

El Reino de Cristo vive en este mundo, pero no es de él. Transciende hacia lo espiritual y lo eterno. Y en esa dimensión --que queda fuera de la historia, del tiempo y del espacio-- tienen que acontecer grandes maravillas. No podemos cerrarnos a lo que contendrá ese ya aludido mundo futuro. Pero no debemos convertirlo en una fábula. Está ahí y es nuestra esperanza. Y como tal hemos de esperarlo y respetarlo. La Transfiguración es pues una muestra del poder de Dios y, también, de su misericordia, porque un día nosotros nos veremos con los cuerpos y los semblantes radiantes en conversación con Jesús Glorificado y todos sus santos.

4. - La Profecía de Daniel nos va a recordar al Apocalipsis de Juan, en la que el Apóstol se inspiró. Pero narra igualmente la grandeza del presente de Dios, vislumbrado por los hombres. Juan también fue testigo del milagro del Monte Tabor. Es el resplandor del Hijo en presencia del Padre y para que lo vean los discípulos. Saquemos de esta fiesta –que se instituyó en el siglo VI por la dedicación de una basílica en ese monte de Palestina— una clara idea de que Dios tiene gloria y quiere mostrarla. No es un Dios solitario, lejano, mágico, difícil. Es un Padre amante que, en muchas ocasiones, refuerza la fe de sus hijos con prodigios.

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