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sábado, 30 de abril de 2016

Testimonio de Lidia..joven que lo deja todo por Cristo





Repasando su diario de niña, entendió que Dios le llamaba

Lidia, a los 28 años: «Dejé mi trabajo, vendí mi piso, repartí mis cosas y comencé mi postulantado»

La historia vocacional de Lidia comenzó cuando tenía 11 ó 12 años, cuando visitó a unas monjas de clausura de Jerez de la Frontera.

 

Jesucristo dijo al joven: “Si quieres ser perfecto, ve, vende todo lo que tienes y dalo a los pobres, así tendrás un tesoro en el Cielo. Después, ven y sígueme” (Mt. 19:21). 

Así, Lidia Alcántara fue, dejó su trabajo, vendió su piso, repartió sus cosas "entre amigos, familiares y gente necesitada", y, a los 28 años, comenzó su postulantado con las Misioneras Claretianas.

La continuación del Evangelio de Mateo cuenta como “al oír estas palabras, el joven se retiró entristecido, porque poseía muchos bienes”. Por el contrario, el sí de Lidia le ha confirmado “cuán feliz soy cuando me entrego a los más necesitados”, según cuenta ella misma en un testimonio publicado en el semanario Paraula, de la diócesis de Valencia.

Una experiencia a los 12 años
La historia vocacional de Lidia Alcántara comenzó cuando tenía 11 o 12 años, momento en el que empezó a visitar a unas monjas de clausura de Jerez de la Frontera. “Me invitaron a hacer una experiencia dentro del convento”, a lo que sus padres se negaron, por ser todavía muy pequeña.

Durante la adolescencia, empezó a fijarse en los chicos aunque, al mismo tiempo, “la vida religiosa seguía ejerciendo una gran atracción sobre mí”. 

Su entorno le aconsejaba que se olvidara del tema porque "era una pena que una chica tan alegre y tan normal como yo, se metiera a monja". "Yo no entendía el comentario, porque la idea de vida religiosa que yo tenía no era ni triste ni anormal”, asegura.

Dejarlo todo por el trabajo
Al terminar el instituto, se implicó mucho en su parroquia a la vez que estudiaba su carrera de Económicas. Empezó a trabajar y a los nueve meses, una gran multinacional se puso en contacto con ella para ofrecerle un nuevo puesto en Canarias. 

La decisión suponía abandonar todo, “mi familia, mis amigos, mi parroquia, mis seguridades”. Pero Lidia sentía que la propuesta iba mucho más allá, “sentí que Dios quería que abandonara todas mis seguridades. El trabajo que estaba aceptando era una simple excusa; lo verdaderamente importante fue el acto de confianza ciega en el Señor”.

La joven aceptó el trabajo, se trasladó a Canarias y allí se integró en una comunidad de seglares dentro de una parroquia de Misioneros Claretianos. Conoció el amor humano, realizó experiencias misioneras y se dio cuenta de lo feliz que era entregándose a los pobres.

Repasando sus diarios infantiles
En un momento determinado, se le ocurrió leer los diarios que había escrito desde pequeña. Al terminar, “tuve la certeza de que la protagonista de esa historia siempre había estado llamada a vivir su consagración bautismal de una manera especial y, por eso, le di mi sí”. 

Eligió a las Misioneras Claretianas porque su carisma reflejaba todo lo que a Lidia le había inquietado desde pequeña.

A lo largo de estos años ha pasado momentos de todo tipo, buenos y malos, “pero Dios se ha mantenido firme en su llamada […] Para mí, Dios es mi Roca, el que llena de sentido mi vida, es el que me da fortaleza en mi debilidad, el único que está siempre ahí, habitando mis momentos de soledad y garantizando mi felicidad”.

Santo Evangelio 30 de Abril 2016



Día litúrgico: Sábado V de Pascua

Texto del Evangelio (Jn 15,18-21): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Si el mundo os odia, sabed que a mí me ha odiado antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero, como no sois del mundo, porque yo al elegiros os he sacado del mundo, por eso os odia el mundo. Acordaos de la palabra que os he dicho: El siervo no es más que su señor. Si a mí me han perseguido, también os perseguirán a vosotros; si han guardado mi Palabra, también la vuestra guardarán. Pero todo esto os lo harán por causa de mi nombre, porque no conocen al que me ha enviado».

«Todo esto os lo harán por causa de mi nombre, porque no conocen al que me ha enviado»
Rev. D. Ferran JARABO i Carbonell 
(Agullana, Girona, España)


Hoy, el Evangelio contrapone el mundo con los seguidores de Cristo. El mundo representa todo aquello de pecado que encontramos en nuestra vida. Una de las características del seguidor de Jesús es, pues, la lucha contra el mal y el pecado que se encuentra en el interior de cada hombre y en el mundo. Por esto, Jesús resucitado es luz, luz que ilumina las tinieblas del mundo. Karol Wojtyla nos exhortaba a «que esta luz nos haga fuertes y capaces de aceptar y amar la entera Verdad de Cristo, de amarla más cuanto más la contradice el mundo».

Ni el cristiano, ni la Iglesia pueden seguir las modas o los criterios del mundo. El criterio único, definitivo e ineludible es Cristo. No es Jesús quien se ha de adaptar al mundo en el que vivimos; somos nosotros quienes hemos de transformar nuestras vidas en Jesús. «Cristo es el mismo ayer, hoy y siempre». Esto nos ha de hacer pensar. Cuando nuestra sociedad secularizada pide ciertos cambios o licencias a los cristianos y a la Iglesia, simplemente nos está pidiendo que nos alejemos de Dios. El cristiano tiene que mantenerse fiel a Cristo y a su mensaje. Dice san Ireneo: «Dios no tiene necesidad de nada; pero el hombre tiene necesidad de estar en comunión con Dios. Y la gloria del hombre está en perseverar y mantenerse en el servicio de Dios».

Esta fidelidad puede traer muchas veces la persecución: «Si a mí me han perseguido, también os perseguirán a vosotros» (Jn 15,20). No hemos de tener miedo de la persecución; más bien hemos de temer no buscar con suficiente deseo cumplir la voluntad del Señor. ¡Seamos valientes y proclamemos sin miedo a Cristo resucitado, luz y alegría de los cristianos! ¡Dejemos que el Espíritu Santo nos transforme para ser capaces de comunicar esto al mundo!

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Se bautizó católico, pidió perdón a las víctimas y entendió el valor expiatorio de su sentencia


Mató a dos hombres y ha sido ejecutado: su conversión en el corredor de la muerte dejó huella

Se bautizó católico, pidió perdón a las víctimas y entendió el valor expiatorio de su sentencia


Mató a dos hombres y ha sido ejecutado: su conversión en el corredor de la muerte dejó huella
Entre el Bishop de 1994 y el de 2016 medió una conversión. Entre ambas imágenes suyas, el lugar del crimen.

El 25 de junio de 1994, Joshua Bishop, de 19 años, y Mark Braxley, de 36, mataron brutalmente a un hombre con quien habían estado tomando copas hasta las once de la noche en el Hill Top Grill, en el condado de Baldwin (Georgia, Estados Unidos). Querían robarle el coche, y Joshua intentó coger las llaves de su bolsillo mientras dormía la borrachera. Pero Leverett Morrison, de 44 años, se despertó, y entonces Joshua le golpeó reiteradamente en la cabeza y en la cara con una barra de madera. Luego metieron el cadáver en el maletero del propio coche de Morrison, y lo llevaron hasta un terreno cercano donde lo dejaron tirado. Luego intentaron borrar las huellas del crimen, incluso quemando el vehículo en otro lugar.

Pero el cuerpo fue hallado a las pocas horas, y ambos no tardaron en ser detenidos. Una vez bajo arresto, Joshua confesó también el asesinato, dos semanas antes y no muy lejos de allí, de Ricky Lee Wills, a quien después ambos enterraron. Indicado el lugar, efectivamente allí fue hallado.

El 13 de febrero de 1996 Braxley fue condenado a cadena perpetua, pero a Bishop, autor material, le sentenciaron con la pena de muerte. Tras más de 20 años en el corredor de la muerte, el 31 de marzo fue ejecutado, a los 41 años de edad.

Una necrológica singular
El caso habría pasado desapercibido de no ser por un largo y extenso obituario publicado en The Telegraph, un diario de Macon (Georgia), del todo inusual en el caso de un doble asesino convicto y confeso. El texto daba cuenta -sin justificar sus actos- de la dura infancia de Joshua, y relataba la profunda transformación que hubo en su vida durante las dos décadas que separaron sus crímenes de la pena pagada por ellos.

"Sus últimas palabras fueron de arrepentimiento y de amor", afirma la necrológica, escrita por su abogada, Sarah Gerwig-Moore, quien subraya que pasó una infancia "dickensiana" viviendo bajo los puentes, en residencias colectivas o en casas de acogida, "con frecuencia hambriento y asustado": "Describía sin amargura los días dorados de su niñez cuando podía pescar para comer o freía los tomates verdes que recogía de la basura". Era un chico "dulce, siempre bien dispuesto a ayudar a los demás y que adoraba a su madre", una prostituta que nunca pudo decirle quién era su padre. Las drogas (cometió el crimen bajo los efectos de la cocaína) y el alcohol, que consumía desde pequeño, le condujeron "a cometer horribles equivocaciones que no correspondían a su carácter". 

El amor de Dios y el perdón
Ya en el "sombrío y alienante mundo" del corredor de la muerte, continúa Sarah, Josh "descubrió que podía ser amado por los demás y por Dios, y es entonces cuando floreció como artista y como hombre". Pues, en efecto, consagró a la pintura esos años de prisión. La familia Shertenlieb empezó a visitarle y a ayudarle, transmitiéndole que "no hay nada fuera del alcance del perdón y de la redención", y finalmente "se bautizó como católico". De hecho, su misa funeral se celebró en la iglesia de San Pío X de Conyers (Georgia), aunque también hubo un acto funerario en una comunidad metodista que le ayudó en su infancia y adolescencia.

Joshua, con el capellán de la cárcel.

Tras su conversión multiplicó su actividad. Además de aprender a pintar de forma autodidacta -con obras que demuestran un gran talento natural-, leía con frecuencia, siendo el diario de Ana Frank una de sus obras favoritas y transformadoras.

Empezó a hacer amigos con gente de fuera de la cárcel que venía a verle, y eso le sirvió para comprometerse en obras sociales. En sus últimos años trabajó con la escuela jurídica de la Mercer University para enseñar cada año a medio centenar de estudiantes "lecciones sobre la justicia que nunca podrían aprender en el aula". Fallecida su madre, Carolyn, mantenía relación con su gran "héroe", su hermano Mike, y con la esposa de éste y sus dos sobrinas.

Uno de los cuadros que pintó Joshua en prisión.

Sarah alega también en su favor que "pidió perdón con humildad a los familiares de sus víctimas, y quedó confortado con la gracia de obtenerlo de la mayor parte de aquellos a quienes había herido". De hecho, tanto una de las hermanas de Morrison, como el medio hermano y único pariente vivo de Wills, como siete de los doce jurados que le encontraron culpable, intentaron que se le conmutase la pena por la cadena perpetua. Una petición que basaron, entre otros argumentos, en su conversión religiosa y en la frecuencia de su asistencia a misa.

En sus últimas horas, recuerda su abogada, "Josh confortó a sus amigos, rezó con ellos, nos pidió que cuidáramos unos de otros, y cantó Amazing Grace, confiando en que su muerte alejase el dolor y trajese paz a aquellos a quienes había hecho daño". Ese valor expiatorio que él concedía a su propia muerte no obsta para que su abogada considere que "el mal que el estado quería extirpar ya no estaba ahí y por tanto se ha perdido el potencial de un alma redimida para hacer el bien".

Entre lágrimas
Sarah, profesora en la Mercer University, que es más su amiga que su abogada desde hace cuatro años, confiesa que escribió este obituario entre lágrimas, y lo hizo por una razón: "Él me dio permiso para contar su historia de forma que resultase útil para chicos en problemas" como los que pasó él.

"No era un santo", dice, "pero no había nada falso en él. Sé que tuvo momentos oscuros, pero quería estar preparado cuando llegase el momento, y lo estaba más que cualquiera de nosotros". Fue enterrado junto a un roble, cerca de un monasterio en las afueras de Conyers, un lugar que había visitado con su colegio siendo niño: "Fue uno de los mejores días de su vida. Treinta años después, aún recordaba el sabor del pan y de la miel fresca".

Santo Evangelio 29 de Abril 2016



Día litúrgico: Viernes V de Pascua

Santoral 29 de abril: Santa Catalina de Siena, virgen y doctora de la Iglesia

Texto del Evangelio (Jn 15,12-17): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Éste es el mandamiento mío: que os améis los unos a los otros como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. No os llamo ya siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a vosotros os he llamado amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros, y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y que vuestro fruto permanezca; de modo que todo lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo conceda. Lo que os mando es que os améis los unos a los otros».

«Éste es el mandamiento mío: que os améis los unos a los otros como yo os he amado»
Rev. D. Carles ELÍAS i Cao 
(Barcelona, España)

Hoy, el Señor nos invita al amor fraterno: «Que os améis los unos a los otros como yo os he amado» (Jn 15,12), es decir, como me habéis visto hacer a mí y como todavía me veréis hacer. Jesús te habla como a un amigo, pues te ha dicho que el Padre te llama, que quiere que seas apóstol, y que te destina a dar fruto, un fruto que se manifiesta en el amor. San Juan Crisóstomo afirma: «Si el amor estuviera esparcido por todas partes, nacería de él una infinidad de bienes».

Amar es dar la vida. Lo saben los esposos que, porque se aman, hacen una donación recíproca de su vida y asumen la responsabilidad de ser padres, aceptando también la abnegación y el sacrificio de su tiempo y de su ser a favor de aquellos que han de cuidar, proteger, educar y formar como personas. Lo saben los misioneros que dan su vida por el Evangelio, con un mismo espíritu cristiano de sacrificio y de abnegación. Y lo saben religiosos, sacerdotes y obispos, lo sabe todo discípulo de Jesús que se compromete con el Salvador.

Jesús te ha dicho un poco antes cuál es el requisito del amor, de dar fruto: «si el grano de trigo no cae en tierra y muere queda él solo; pero si muere da mucho fruto» (Jn 12,24). Jesús te invita a perder tu vida, a que se la entregues a Él sin miedo, a morir a ti mismo para poder amar a tu hermano con el amor de Cristo, con amor sobrenatural. Jesús te invita a llegar a un amor operante, bienhechor y concreto; así lo entendió el apóstol Santiago cuando dijo: «Si un hermano o una hermana están desnudos y carecen del sustento diario, y alguno de vosotros les dice: ‘Id en paz, calentaos y hartaos’, pero no les dais lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve? Así también la fe, si no tiene obras, está realmente muerta» (2,15-17).

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jueves, 28 de abril de 2016

Santo Evangelio 28 de Abril 2016


Día litúrgico: Jueves V de Pascua

Texto del Evangelio (Jn 15,9-11): En aquel tiempo, Jesús habló así a sus discípulos: «Como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor. Os he dicho esto, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea colmado».

«Como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros»
Rev. D. Lluís RAVENTÓS i Artés 
(Tarragona, España)

Hoy escuchamos nuevamente la íntima confidencia que Jesús nos hizo el Jueves Santo: «Como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros» (Jn 15,9). El amor del Padre al Hijo es inmenso, tierno, entrañable. Lo leemos en el libro de los Proverbios, cuando afirma que, mucho antes de comenzar las obras, «yo estaba allí, como arquitecto, y era yo todos los días su delicia, jugando en su presencia en todo tiempo» (Prov 8,30). Así nos ama a nosotros y, anunciándolo proféticamente en el mismo libro, añade que «jugando por el orbe de su tierra, mis delicias están con los hijos de los hombres» (Prov 8,31).

El Padre ama al Hijo, y Jesús no deja de decírnoslo: «El que me ha enviado está conmigo: no me ha dejado solo, porque yo hago siempre lo que le agrada a Él» (Jn 8,29). El Padre lo ha proclamado bien alto en el Jordán, cuando escuchamos: «Tú eres mi Hijo amado, en ti me he complacido» (Mc 1,11) y, más tarde, en el Tabor: «Éste es mi Hijo amado, escuchadle» (Mc 9,7).

Jesús ha respondido, «Abbá», ¡papá! Ahora nos revela, «como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros». Y, ¿qué haremos nosotros? Pues mantenernos en su amor, observar sus mandamientos, amar la Voluntad del Padre. ¿No es éste el ejemplo que Él nos da?: «Yo hago siempre lo que le agrada a Él».

Pero nosotros, que somos débiles, inconstantes, cobardes y —por qué no decirlo— incluso, malos, ¿perderemos, pues, para siempre su amistad? ¡No, Él no permitirá que seamos tentados por encima de nuestras fuerzas! Pero si alguna vez nos apartásemos de sus mandamientos, pidámosle la gracia de volver corriendo como el hijo pródigo a la casa del Padre y de acudir al sacramento de la Penitencia para recibir el perdón de nuestros pecados. «Yo también os he amado —nos dice Jesús—. Os he dicho esto, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea colmado» (Jn 15,9.11).

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Habla del poder del perdón y el papel de Dios



Habla del poder del perdón y el papel de Dios

La psicóloga de RedMadre es rotunda: «Toda mujer que aborta sufrirá síndrome post aborto»

 El estudio que parecía acreditar que no existe el síndrome postaborto estaba mal realizado

 Una trabajadora de salud mental podría ser despedida por opinar sobre el síndrome post-aborto

 Seis de cada diez mujeres que abortan pueden sufrir depresión, anorexia y conducta agresiva

 Abortó a sus gemelos y comenzó el calvario: Dios la salvó con el sueño de una caja liberadora


 Mercedes Castilla, casada y con 4 hijos, es psicóloga y voluntaria de Red Madre, en Madrid. Es especialista en drogodependencias, pero empezó a trabajar con mujeres tentadas de abortar cuando una chica embarazada con esta decisión apareció en su consulta. 

"Para mí fue un shock, porque nunca me había encontrado con una situación así. No sabía muy bien cómo hablarle. El sentido común, mis creencias y mi experiencia como madre (en ese momento estaba embarazada de mi tercer hijo) me ayudaron a protegerla contra el aborto". 

En esa primera experiencia "rescatadora", en su consulta, consiguió animar a la chica a tener a su bebé. 

Cuando el daño ya está hecho, sanar
Después vivió una segunda experiencia, pero esta vez el daño ya estaba hecho: "Una paciente vino por una depresión muy aguda. Hacía un año que había abortado". 

Esas dos experiencias le hicieron darse cuenta de la importancia de las pesonas que rodean a las mujeres en riesgo de abortar. "Eso me hizo reflexionar y movió algo dentro de mí. Esas dos situacones me hicieron tomar la decisión de hacer algo y ayudar a mujeres estaban embarazadas en una situación problemática o que ya habían abortado y que sufrían las consecuencias", explicó en la revista Palabra. 

Un mes después le surgió la oportunidad de colaborar con REDMADRE y no lo dudó. "Mi trabajo principal es hablar bien de la maternidad, de lo positivo y de las bondades que tiene la maternidad; hablarles de la esperanza, y entonces la mujer sonríe".

Ecografías: que se pueda ver
También les ayuda a concienciarse de que lo que realmente tienen es una vida humana. "Les hacemos ecografías para que vean que lo que tienen dentro no es una celulita, es un ser vivo y es su hijo. Eso es muy importante para ellas, porque visualizan la existencia real de esa vida".

A veces el problema no es, en sí, que la mujer esté embarazada, sino que no tiene trabajo, o dinero, o que piensa que la van a abandonar. "Se le ofrece ayuda psicológica, ayuda matenial, el apoyo que necesita, porque son momentos en los que la mujer se siente muy vulnerable, muy sola. La Fundación Red Madre lo que hace es que la mujer se sienta protegida y no se sienta sola". 

Voluntarios rescatadores disponibles
Mercedes explica que los voluntarios con tareas de "rescate", necesitan vivir "una disponibilidad horaria plena, ya que podemos recibir una llamada de emergencia a cualquier hora del día de una madre a punto de abortar. En ese caso hay que ir hasta donde esté la madre aunque sean las tres de la mañana y viva en la sierra".

Mercedes explica: "Muchas de las mujeres son conscientes de que lo que llevan dentro es su hijo. Aunque la sociedad les dice otra cosa, cuando una mujer se queda embarazada ella sabe que es de un ser humano no de una silla. Una mujer, antes de abortar, me dijo: ´ Qué pena, es mi primer hijo y lo voy a tirar a la basura´. Algunas lo reconocen, pero afirman que no les viene bien tener un hijo. Para ellas el aborto es la solución al problema, sólo piensan en eso, no se atienen a las consecuencias de un aborto". 

Siempre llega el dolor, aunque tarde años
Porque después del aborto, llega el dolor. Es la dimensión principal del servicio de Mercedes, ayudar a la mujer que ya ha abortado. Incluso cuando no se ha podido salvar la vida del bebé, es necesario sanar a la madre dañada, y quizá prevenir su suicidio. 

"Toda mujer que ha abortado padecerá, de una forma u otra, el síndrome Post Aborto. Estudios científicos lo demuestran. No tenemos datos ni cifras de suicidios porqué es muy difícil hacer una relación causa-efecto entre aborto y suicidio. Siempre se podría rebatir con que había otros factores intervinientes. Pero sabemos en Red Madre, que el suicidio es una de las opciones tras un aborto. Muchas lo intentan, algunas lo consiguen".

Ira, insomnio, drogas, rupturas...
"El síndrome post aborto se manifiesta con insomnios, problemas de alimentación, ira, drogas, conflictos dentro de sí mismas, culpabilidad, conducta auto-destructiva, baja autoestima. Muchas tienen sueños en las que salen bebés. Otras no se pueden acercar a parques donde hay niños. Otras, que abortaron con el consentimiento, la imposición o aval de su pareja, le dejan porque le culpan y les recuerda al niño".

"El objetivo de mi trabajo es que la mujer se perdone a sí misma y se sienta perdonada por los demás. Ver la paz que ellas tienen cuando lo consiguen es lo más bonito de mi trabajo", señala Mercedes. 


El poder sanador del perdón y el de Dios
¿Cómo se mide el perdón? ¿Qué poder tiene? Un mundo materialista no sabe de esto, y sin embargo el perdón es la clave para la sanación y para lograr una vida nueva. 

"Estas mujeres necesitan ser perdonadas por otra persona, necesitan saber que hay alguien que las perdona. La salida pasa por Dios, o por un ente superior. Necesitan ser perdonadas. Les animo cuando cuentan su aborto: les digo que haberlo contado es el principio del fin. Qué es terapéutico contarlo".

"Les acojo, les demuestro cariño", explica Mercedes. "Son mujeres muy frágiles. Tienen tanta vergüenza que, algunas, se autodañan y dicen que no merecen ayuda. Muchas piensan que es justo que se sientan así. Callan y no piden ayuda. Piensan que han hecho algo tan malo que no merecen ser felices. Se castigan no pidiendo ayuda".

Las que llegan años después
Mercedes ve dos tipos de mujeres en su consulta: "Las que el síndrome les ha surgido antes de los 6 meses y, otras, que un desencadenante posterior (pasados muchos años, incluso), un recuerdo o una imagen de un niño, les hace explotar. Sin embargo el síndrome ya les había surgido".

El síndrome post-aborto es muy real y cotidiano: pasa por la consulta de Mercedes y de muchos otros psiquiatras y terapeutas día tras día. Daña a millones de mujeres, y a sus familias. Muchas de ellas lo sanan y lo superan y expresan su alivio y agradecimiento. Y sin embargo, no está reconocido como tal en los manuales de psiquiatría.

"No conviene, a pesar de que existen estudios que lo avalan. Si tu públicamente dices que el aborto conlleva una patología sales perdiendo. No puedes defender el aborto como derecho y a la vez decir que conlleva, en todos los casos, un síndrome", denuncia Mercedes. 

La incoherencia del silencio que daña
Eso también daña a las mujeres, porque no pueden hablar ante la sociedad de lo que están viviendo y les daña. 

"Es otra de las incoherencias. Porque la sociedad consiente y potencia tu aborto, pero tú, si estás en un bar con amigos, o en una reunión con familiares, no presumes ni dices que has abortado. El aborto es algo que se lleva muy dentro", señala Mercedes, en un diálogo con rescatadores del blog Rescatadoresdemadres.blogspot.com.es 

Mercedes Castilla pone su e-mail a disposición de cualquier persona que requiera ayuda, escucha u orientación sobre estos temas:
voluntariado@redmadre.es

miércoles, 27 de abril de 2016

Don Giraldo, sacerdote de 85 años, se había ahogado e iban a desconectarle: ¿le salvó un milagro?

Don Giraldo, sacerdote de 85 años, se había ahogado e iban a desconectarle: ¿le salvó un milagro?

Fue en Tiberíades, y los médicos no entienden que viva sin secuelas

Don Giraldo, sacerdote de 85 años, se había ahogado e iban a desconectarle: ¿le salvó un milagro?

Tiberiades se asoma a varios lugares donde Jesús hizo milagros. ¿Fue uno de ellos lo que vivió Don Giraldo? Los médicos no se lo explican.

La ciudad de Tiberíades, situada a orillas del Mar de Galilea, es una de las ciudades más bellas de Israel y con mayor importancia turística. En torno a ella tuvo lugar buena parte de la vida activa de Jesucristo, pocos años después de su fundación por Herodes Antipas, en el año 20 dC. Actualmente tiene en torno a 40.000 habitantes y recibe medio millón de peregrinos anualmente, que oran en alguna de sus diversas iglesias, desde la Iglesia del Primado a la Iglesia de la Multiplicación (donde tuvo lugar el milagro de los panes y los peces) y disfrutan también de sus 17 manantiales termo-minerales.

Entre esos peregrinos estaba en 2013 un sacerdote portugués del Opus Dei, cuya historia relató en su blog Santiago Quemada, también sacerdote de la prelatura, y recoge Fundación Tierra Santa:

Don Giraldo es un sacerdote portugués que ahora tiene 85 años. Fue de peregrinación a Tierra Santa en el año 2013. Era el mes de septiembre. El grupo se encontraba en Tiberíades. Era ya por la tarde. Después de un caluroso día recorriendo algunos lugares Santos del norte, Don Giraldo decidió darse un baño en la piscina del hotel. Le gustaba nadar, y quiso aprovechar la oportunidad del rato libre que tenían en el grupo para refrescarse y hacer algo de ejercicio.

La espectacular belleza nocturna de Tiberíades.

Empezó a nadar y -según nos contaba-, después de dar la vuelta en la piscina, se encontró mal. Estaba en la parte donde cubre poco de la piscina. Se incorporó, y en ese momento perdió el sentido y se desvaneció hacia adelante. Al principio los que estaban en la piscina no se dieron cuenta. Solo después de unos cuarenta o cincuenta segundos, alguien se fijó en que estaba debajo del agua, como tirado. Todo esto quedó grabado en las cámaras de que dispone el hotel en el recinto de la piscina. Él lo que creía recordar es que había salido de la piscina, y después de ducharse y vestirse, había perdido el conocimiento. Las cámaras reflejaron la realidad de lo que le había sucedido.

Prácticamente desahuciado
Le sacaron del agua y empezaron los intentos de reanimación. Llegaron médicos, y estuvieron bastante rato actuando. No respondía a los masajes cardiacos. Lo intentaron varias veces. Como no reaccionaba y parecía no tener constantes vitales, dejaron pasar el tiempo para llamar a la ambulancia, pues ya parecía inútil, no había nada que hacer. La ambulancia llegó después de más de una hora, y en ese tiempo había persistido la falta de respuesta a los sucesivos intentos de reanimación. 

Cuando llegó al hospital, Don Giraldo tenía encefalograma plano, y ausencia total de constantes vitales. En la pantalla salía una linea recta. Fue ingresado en la UVI, se le entubó, y se sucedieron los protocolos de intento de reanimación. 

Estuvo en estado de coma tres días. Como parecía irreversible, se pensó en desconectarle de las máquinas, pero el tercer día era Yom Kipur, el día judío de la expiación, en el que nadie trabaja. Sus hermanas, que fueron informadas de la situación, habían estado rezando en Portugal para que no lo desconectaran. Los médicos no lo hicieron por ser un día especial, en el que había la mínima actividad en el hospital. 

El milagro
Al día siguiente, sobre las diez de la mañana, ante el asombro de todo el personal del hospital, Don Giraldo se despertó.


El médico, en una visita al enfermo un día después, decía que lo que había acontecido era milagroso, que se podía decir que había estado muerto. Afirmaba que de mil pacientes que sufren un colapso de las arterias del corazón tan prolongado solo sobrevivía uno, y además quedaba con graves daños cerebrales. A todo esto se sumaba la elevada edad del paciente. No encontraba explicación humana a lo que había sucedido. A Don Giraldo se le saltaban las lágrimas mientras el doctor detallaba cuál había sido su estado.

¿La Extremaunción salvadora?
La primera noche, después de ser ingresado, a las tres de la madrugada, un obispo católico de rito melquita acudió al hospital y le impartió el sacramento de la unción de los enfermos. No se sabe quién le avisó. Don Giraldo estaba muy agradecido de que a esas horas de la noche ese buen obispo hubiera acudido a impartirle el sacramento de la unción de enfermos.

Don Giraldo es un sacerdote de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz y Opus Dei. Fueron de Jerusalén a verle el vicario y otro miembro del Opus Dei, pensando que no estaría consciente. Al llegar, solo hacía una hora que había despertado. Estuvieron charlando un rato con él acerca de todo lo que había sucedido. Preguntó dónde estaban sus pertenencias, pues creía que había entrado con ropa. La enfermera dijo que las habían depositado en el cajón de la mesilla de noche. Al abrirlo encontraron una bolsita con un bañador y un gorro de piscina. Eso era todo. 

Por su habitación no cesaba de pasar personal del hospital para comprobar el milagro de su salida del coma y, además, que estuviera totalmente consciente, sin haber perdido facultades mentales. Hasta el conductor de la ambulancia quiso ir a verle, pues no salía de su asombro de que siguiera con vida.

Después de esa ocasión, Don Giraldo ha vuelto a peregrinar a Tierra Santa en dos ocasiones más. La última, en septiembre de 2015. Nos volvió a contar la historia de su curación muy emocionado, renovando su acción de gracias a Dios por todo lo sucedido.

Fuente: Religión en libertad

Santo Evangelio 27 de Abril 2016


Día litúrgico: Miércoles V de Pascua

Santoral 27 de Abril: La Virgen de Montserrat, patrona principal de Cataluña
Texto del Evangelio (Jn 15,1-8): En aquel tiempo, Jesús habló así a sus discípulos: «Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el viñador. Todo sarmiento que en mí no da fruto, lo corta, y todo el que da fruto, lo limpia, para que dé más fruto. Vosotros estáis ya limpios gracias a la Palabra que os he anunciado. Permaneced en mí, como yo en vosotros. Lo mismo que el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid; así tampoco vosotros si no permanecéis en mí. Yo soy la vid; vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque separados de mí no podéis hacer nada. Si alguno no permanece en mí, es arrojado fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen, los echan al fuego y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y lo conseguiréis. La gloria de mi Padre está en que deis mucho fruto, y seáis mis discípulos».

«Permaneced en mí, como yo en vosotros»
Rev. D. Antoni CAROL i Hostench 
(Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)


Hoy contemplamos de nuevo a Jesús rodeado por los Apóstoles, en un clima de especial intimidad. Él les confía lo que podríamos considerar como las últimas recomendaciones: aquello que se dice en el último momento, justo en la despedida, y que tiene una fuerza especial, como de si de un postrer testamento se tratara.

Nos los imaginamos en el cenáculo. Allí, Jesús les ha lavado los pies, les ha vuelto a anunciar que se tiene que marchar, les ha transmitido el mandamiento del amor fraterno y los ha consolado con el don de la Eucaristía y la promesa del Espíritu Santo (cf. Jn 14). Metidos ya en el capítulo decimoquinto de este Evangelio, encontramos ahora la exhortación a la unidad en la caridad.

El Señor no esconde a los discípulos los peligros y dificultades que deberán afrontar en el futuro: «Si me han perseguido a mí, también a vosotros os perseguirán» (Jn 15,20). Pero ellos no se han de acobardar ni agobiarse ante el odio del mundo: Jesús renueva la promesa del envío del Defensor, les garantiza la asistencia en todo aquello que ellos le pidan y, en fin, el Señor ruega al Padre por ellos —por todos nosotros— durante su oración sacerdotal (cf. Jn 17).

Nuestro peligro no viene de fuera: la peor amenaza puede surgir de nosotros mismos al faltar al amor fraterno entre los miembros del Cuerpo Místico de Cristo y al faltar a la unidad con la Cabeza de este Cuerpo. La recomendación es clara: «Yo soy la vid; vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque separados de mí no podéis hacer nada» (Jn 15,5).

Las primeras generaciones de cristianos conservaron una conciencia muy viva de la necesidad de permanecer unidos por la caridad. He aquí el testimonio de un Padre de la Iglesia, san Ignacio de Antioquía: «Corred todos a una como a un solo templo de Dios, como a un solo altar, a un solo Jesucristo que procede de un solo Padre». He aquí también la indicación de Santa María, Madre de los cristianos: «Haced lo que Él os diga» (Jn 2,5).

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martes, 26 de abril de 2016

Santo Evangelio 26 de Abril 2016



Día litúrgico: Martes V de Pascua

Santoral 26 de Abril: San Isidoro, obispo y doctor de la Iglesia
Texto del Evangelio (Jn 14,27-31a): En aquel tiempo, Jesús habló así a sus discípulos: «Os dejo la paz, mi paz os doy; no os la doy como la da el mundo. No se turbe vuestro corazón ni se acobarde. Habéis oído que os he dicho: ‘Me voy y volveré a vosotros’. Si me amarais, os alegraríais de que me fuera al Padre, porque el Padre es más grande que yo. Y os lo digo ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis. Ya no hablaré muchas cosas con vosotros, porque llega el Príncipe de este mundo. En mí no tiene ningún poder; pero ha de saber el mundo que amo al Padre y que obro según el Padre me ha ordenado».

«Mi paz os doy; no os la doy como la da el mundo»
Rev. D. Enric CASES i Martín 
(Barcelona, España)


Hoy, Jesús nos habla indirectamente de la cruz: nos dejará la paz, pero al precio de su dolorosa salida de este mundo. Hoy leemos sus palabras dichas antes del sacrificio de la Cruz y que fueron escritas después de su Resurrección. En la Cruz, con su muerte venció a la muerte y al miedo. No nos da la paz «como la da el mundo» (cf. Jn 14,27), sino que lo hace pasando por el dolor y la humillación: así demostró su amor misericordioso al ser humano.

En la vida de los hombres es inevitable el sufrimiento, a partir del día en que el pecado entró en el mundo. Unas veces es dolor físico; otras, moral; en otras ocasiones se trata de un dolor espiritual..., y a todos nos llega la muerte. Pero Dios, en su infinito amor, nos ha dado el remedio para tener paz en medio del dolor: Él ha aceptado “marcharse” de este mundo con una “salida” sufriente y envuelta de serenidad.

¿Por qué lo hizo así? Porque, de este modo, el dolor humano —unido al de Cristo— se convierte en un sacrificio que salva del pecado. «En la Cruz de Cristo (...), el mismo sufrimiento humano ha quedado redimido» (Juan Pablo II). Jesucristo sufre con serenidad porque complace al Padre celestial con un acto de costosa obediencia, mediante el cual se ofrece voluntariamente por nuestra salvación.

Un autor desconocido del siglo II pone en boca de Cristo las siguientes palabras: «Mira los salivazos de mi rostro, que recibí por ti, para restituirte el primitivo aliento de vida que inspiré en tu rostro. Mira las bofetadas de mis mejillas, que soporté para reformar a imagen mía tu aspecto deteriorado. Mira los azotes de mi espalda, que recibí para quitarte de la espalda el peso de tus pecados. Mira mis manos, fuertemente sujetas con clavos en el árbol de la cruz, por ti, que en otro tiempo extendiste funestamente una de tus manos hacia el árbol prohibido».

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Y quedaron llenos del Espiritu Santo. Testimonio Raniero Cantalamessa




Mi historia personal con el Señor empezó muy temprano. Fui bautizado a los pocos días después de mi nacimiento; pero esto no era todavía un encuentro personal. Mi primer encuentro personal fue a los trece años. Yo estaba en un Colegio de Capuchinos. No sabía todavía lo que iba a hacer en mi vida, cuando tuvimos un primer retiro y escuché por primera vez las grandes verdades de nuestra fe: el amor de Dios, la vida eterna, el infierno ... Recuerdo muy bien la impresión que me dio la meditación sobre el infierno; me hizo entender que la vida es algo muy serio, una aventura  muy seria. Y escuchando estas verdades, exponiéndome por primera vez a la luz del Evangelio, percibí inmediatamente mi vocación, me sentí llamado por el Señor a hacerme sacerdote franciscano. El ser franciscano era secundario en aquel momento; lo que era primordial era que yo dedicaba mi vida al Señor Jesús.

Empecé mi formación que duró muchos años. Estudié, fui ordenado sacerdote en Loreto, que es un lugar donde hay un Santuario de la Virgen muy importante. Fue ordenado sacerdote en 1.958, hace muchos años, algunos de vosotros todavía no habíais nacido. Después los superiores me enviaron a Suiza a estudiar Teología y me doctoré en Teología estudiando a los Padres de la Iglesia. Después me enviaron a la Universidad Católica de Milán para profundizar en el conocimiento de las lenguas clásicas, latín y griego, para estudiar mejor los Padres de la Iglesia y la Escritura.

Cuando terminé mis estudios de filología clásica, me invitaron a quedarme a la Universidad. El Rector de entonces que era un santo. Ahora está en proceso su beatificación. Él fue un precioso laico para la Iglesia de Italia. El me invitó a ser su ayudante y después de dos años se instituyó una cátedra para mí que era la cátedra de Historia de los Orígenes del Cristianismo. Se estudia en esta cátedra el Nuevo Testamento y los primeros siglos de la Iglesia, un precioso campo.

Llevaba allí enseñando varios años y predicaba los domingos algunas homilías, pero nada más. Mi papel era sobre todo la búsqueda científica. Estaba contento y mis superiores decían que estaban muy orgullosos de tener un miembro de su orden en la Universidad Católica. Es una importante Universidad que en aquel tiempo; tenía unos veintidós o veintitrés mil estudiantes. 

En 1.975, una señora a quien yo acompañaba en su camino espiritual, regresó de un Retiro de fin de semana en una casa de Milán y me dijo: “He encontrado un grupo de personas extrañas que oran de una manera nueva, que levantan las manos y se habla incluso de milagros que ocurren entre ellos”. Y yo como un buen director espiritual muy prudente le dije: “Tu no irás más a estos Retiros”. Eran los primeros grupos de oración de la Renovación Carismática que llegaban a Italia. Esta señora obedeció, pero me invitaba a acudir a algunos encuentros de la R.C. para ver ... Una vez me llevó a Roma a un Encuentro. Yo estaba allí como observador. Había cosas que no podía aceptar, por ejemplo: abrazarse, besarse ... Yo expongo mis dificultades porque sé que hay muchos que hoy encuentran las mismas dificultades, sobre todo entre el clero. Entonces me pidieron que confesase. Y escuchando estas confesiones fue mi primer impacto con la gracia. No simplemente las manifestaciones, sino la gracia interior de la Renovación Carismática. Porque había un arrepentimiento que yo raramente había encontrado y se trataba de laicos, de gente muy normal. Me parecía que los pecados caían como piedras de su alma. Había una liberación, una gracia, lágrimas... Yo estaba asustado y me decía a mi mismo: “ No puedes negar que aquí está la gracia de Dios. Éste es el Espíritu que obra, porque solamente Él puede dar una idea, un conocimiento tan claro del pecado, un arrepentimiento tan grande”. Pero todavía estaba en una posición de juez. Juzgaba lo que me parecía bueno, lo que no me parecía bueno. Y los animadores de entonces, los líderes, decían a los hermanos : no vayáis a ese sacerdote porque él es un enemigo de la Renovación Carismática.

Tengo que decir otra cosa. Para mucha gente el primer impacto con la R.C. se manifiesta en lágrimas, para mi fue en una sonrisa. Yo tuve mucha dificultad en reprimir mi risa, pero sentía que era un reír santo, diferente. Era como si Dios me sacudiera, para sacudir el hombre viejo y hacerme salir de mi seguridad, de mi orgullo. Y está fue la primera ofrenda de liberación que el Señor me daba.

Di un curso en la Universidad en aquel momento sobre los movimientos carismáticos proféticos de la primera Iglesia, para intentar comprender algo de esta nueva manifestación en la Iglesia. No me ayudó mucho esta búsqueda científica, pero me sirvió porque me mantuvo en contacto con la R.C.. Ellos me conocían, incluso me invitaban a dar algunas enseñanzas; y yo estaba ahí, atraído, fascinado por lo que veía. Yo me decía a mi mismo: “Esto es lo que pasaba en las primeras comunidades cristianas, tú lo sabes, tú estudias esto y sabes que esto es precisamente lo que pasaba en aquellas primeras comunidades: carismas, profecías, laicos tomando su papel en la vida de la Iglesia, no callando siempre, no sólo hablando el sacerdote...”

Algunas objeciones, que yo ponía, fueron encontrando su respuesta. Por ejemplo, para mí era una dificultad ver que si aquello era del Espíritu de Dios porque había algunas cosas que eran claramente carnales y humanas. El Señor me hizo comprender que el don de Dios está siempre mediado por los hombres, la debilidad humana. El carisma de la autoridad en la Iglesia a veces no está ejercitado de manera perfecta porque existe la ambición, el poder y a nadie se le ocurre abolir la autoridad. Lo mismo tenemos que decir de otros carismas : no están empleados de manera angélica pero es la manera de Dios de obrar con medios humildes, pobres y defectuosos.

En 1.977 una mujer -notad que hay siempre una mujer como mediadora; y éste es un don de la mujer, ser una ayuda; el hombre debe ser una ayuda también- , una mujer ofreció cuatro boletos con todo incluido para ir a América a un Encuentro Carismático Ecuménico que tendría lugar en Kansas City en los Estados Unidos. Uno de estos boletos se le ofreció a un profesor de teología que después fue nombrado arzobispo de Turín y fue cardenal, ahora jubilado. Pero en el último momento su madre enfermó y no pudo ir. Este boleto llego a mí. Yo me decía: “Será una experiencia más”. Yo tenía que ir a los EE.UU. para aprender inglés y me decía: “En una semana todo habrá acabado y yo iré a mi comunidad capuchina”.

Me fui a este Encuentro. Había 40.000 personas. La mitad católicos y la otra mitad de otras confesiones cristianas, muchos pentecostales, anglicanos y toda clase de confesión cristiana. Y allí yo seguía en esta posición de observador que está interesado con algunas manifestaciones, como la manera de proclamar la Palabra de Dios con tanta unción, pero rechazaba otras expresiones que no entraban en mi esquema mental.

Por la mañana cada Iglesia se reunía por su cuenta y por la tarde nos reuníamos todos juntos en un estadio escuchando, cantando ... Hubo una escena que siempre me quedará grabada en la memoria. Una tarde, un líder de la R.C. muy conocido, tomó el micrófono y empezó a hablar de una manera nueva para mí. Él dijo: “Llorad y haced lamento porque el cuerpo de mi Hijo está destrozado. Vosotros, los obispos, llorad y haced lamento porque el cuerpo de mi Hijo está destrozado, vosotros los sacerdotes, los pastores, los laicos...” .

Mientras él hablaba yo empecé a ver la gente que caía a mi alrededor hasta que todo el estadio era una inmensa muchedumbre de gente llorando de arrepentimiento por la división, la discordia entre los cristianos. Y todo esto pasaba y había un gran letrero sobre el cielo, un letrero electrónico que decía: Jesus is Lord -Jesús es Señor-. Me pareció una profecía: La Iglesia, reunida en un lugar, formando un solo cuerpo, todos de rodillas lloramos, pidiendo perdón al Señor bajo el señorío de Cristo. Fue allí cuando concebí este libro, “La vida en el señorío de Cristo” que ahora se titula de forma más sencilla “La vida en Cristo”, porque era el descubrimiento del Señorío de Cristo, de Jesús, el Señor. Era muy extraño porque yo como profesor había estudiado este título: Kirios, Señor. Conocía su importancia; pero me parecía algo nuevo porque para mi el descubrimiento del señorío de Cristo es el alma de la R.C., su fruto más profundo. La experiencia del Espíritu viene sobre los que proclaman a Jesús Señor. Tengo que decirlo con gran vergüenza: no estaba todavía convencido. No era mala fe, sino que, como sacerdote, como hombre de estudio, me sentía obligado a discernir y ser prudente, tal vez demasiado prudente.

Había un canto que se cantaba allí que era la historia de Jericó que cae al son de las trompetas. Esta canción cuenta la historia y había un estribillo que repetía: “Jericó debe caer”. Cuando se cantaba este estribillo, imaginad éramos 40.000 personas, mis compañeros italianos me daban codazos y me decían: escucha bien porque Jericó eres tú. Y Jericó cayó. No inmediatamente, no tan fácilmente.

Me invitaron a un Retiro en New Jersey y tengo que comentar la importancia de no criticar a los sacerdotes que tienen dificultades en aceptar la Renovación, sino amarles. Fue el amor que yo encontré en mis hermanos, sobre todo en un joven sacerdote irlandés que trabaja en América, su paciencia, sus cuidados y atenciones. Esto preparó el terreno para mi experiencia. Me fui a esta casa de Retiro, pensando en quedarme allí un día y después irme a mi comunidad capuchina en Washington. Me dijeron quédate aquí. Y empezó una lucha en mí. Yo me decía: “Esta no es una casa de perdición, es una casa de Retiro, si me quedo no me puede hacer mal.. Entonces, ¡me quedo Señor!; te doy esta última posibilidad de convencerme, de hablarme”.

Empecé aquella semana que concluía con el bautismo en el Espíritu. Insisto, compartir mis dificultades puede ayudar a otros. Había todavía en mí una resistencia. Yo me decía: “Soy ya bautizado, sacerdote, religioso. Yo soy hijo de San Francisco de Asís. Tengo a S. Francisco como mi padre. ¿Que más necesito?. ¿Que pueden darme estos hermanos laicos?”. Era una objeción de la carne, del hombre viejo, evidentemente. Y continuaba retumbando en mí esta frase: “Yo soy ya hijo de S. Francisco de Asís, tengo ya una hermosa espiritualidad”. Y mientras yo pensaba esto, una mujer -siempre una mujer- abrió la Biblia y, sin saber nada, empezó a leer. Era el pasaje donde Juan Bautista dice a los fariseos: “No digáis en vuestros corazones: tenemos a Abraham como nuestro padre”. Yo entendí que el Señor me hablaba a mi. Y ésta es la manera del Señor de hablar a través de la Escritura. Estaba claro que el Señor contestaba a mi objeción. Me levanté, no hablaba todavía inglés, hablaba en italiano, pero extrañamente todos parecían entenderme y dije: “Señor, no diré ya más que soy hijo de S. Francisco de Asís porque me doy cuenta de que no lo soy. Te pido a Ti que hagas de mí un hijo verdadero de S. Francisco de Asís y si para eso es necesario someterme al bautismo en el Espíritu, acepto”.

Empecé a prepararme para recibir el Bautismo en el Espíritu. Esta fue la ocasión para mí, como teólogo, de preguntarme qué es este signo del bautismo en el Espíritu de la R.C. . Y lo que percibí en un primer momento es lo siguiente: es una manera de decir a Dios este “si, acepto”, que otros dijeron por mí en mi bautismo. En mi bautismo, la iglesia peguntó: ¿crees en Dios?. Y otras personas -que fueron mis padres- contestaron: si, creo. ¿Aceptas a Jesús como Señor?. Y me di cuenta que ahora había llegado el momento de decir yo en primera persona a Jesús: sí, acepto a Jesús como Señor. También era la ocasión para renovar mi profesión religiosa, mi ordenación sacerdotal, renovar todo por el Espíritu Santo. Después tuve la ocasión de reflexionar sobre el Bautismo en el Espíritu, también he escrito algo en mis libros. Para mí es una gracia de renovación de todo el rito de la iniciación cristiana, el bautismo, la confirmación. Pero es también una gracia extraordinaria que no se puede explicar con las categorías que ya conocemos. Es una gracia, es una respuesta a la plegaria del Papa Juan XXIII que pidió a Dios un nuevo Pentecostés para la Iglesia Católica. El Señor ha contestado y esta gracia es una gracia especial de un Pentecostés renovado para la Iglesia del final del II Milenio y tal vez de todo el III Milenio. Es una gracia especial y esto explica por qué esta gracia de l Bautismo en el Espíritu, de un nuevo Pentecostés, no es sólo conocida por nosotros los católicos; también los protestantes la conocieron antes que nosotros y para ellos también es una gracia especial.

 La última impresión que recuerdo, en la vigilia de mi bautismo, es que paseaba por el parque y el Señor me habló con una imagen, como muy a menudo el Señor hace. Es una imagen que se forma en mi interior y que es una palabra. Imágenes que son palabras que se graban a fuego en el alma. Es una manera de Dios de comunicarse con sus criaturas. Yo me veía como un cochero que estaba sobre un coche y tenía las riendas del coche. Intenté guiar y decidir si ir rápido o despacio, a derecha o izquierda. Entonces me pareció que el Señor Jesús subía a mi lado y muy amablemente me decía: ¿Quieres darme las riendas de tu vida?. Hubo un momento de pánico porque me di cuenta que esto significaba que si yo daba las riendas de mi vida al Señor, a partir de ese momento yo ya no volvía a ser más el señor de mi vida, el dueño de mi vida. Él sería el Dueño de mi vida. Por gracia de Dios, en momentos como éste se descubre qué es la gracia de Dios. Se descubre lo que dice San Pablo que todo es gracia, que por la gracia somos salvados. Por la gracia de Dios encontré en mi corazón un sí, Señor, toma las riendas de mi vida porque yo me doy cuenta de que no puedo ni siquiera decidir sobre mi vida; mañana podría estar muerto; entonces ... toma Tú, Señor, las riendas de mi vida. Ahora tengo que hacer en voz baja una pequeña confesión pública : muy a menudo, de muchas maneras, he intentado retomar las riendas de mi vida y esto son las debilidades humanas; pero cada vez, el Señor me hace comprender que una vez que se le han dado las riendas no se pueden volver a tomar.

 Llegó el momento de esta oración del Bautismo en el Espíritu y había muchas profecías y todas eran sobre un ministerio que era la proclamación del Evangelio. Un hermano -este sacerdote irlandés- decía: “Tu encontrarás un nuevo gozo en tu vida en proclamar MI Palabra”. Ya he dicho que hasta ese momento yo no era un predicador y no sabía qué significaba esta palabra. Se hablaba de Pablo que iba a Antioquia y anunciaba el Evangelio a todas las naciones. Hubo un momento en que me dijeron, ahora elige a Jesús como el Señor de toda tu vida. En ese momento levanté mis ojos y encontré el crucifijo que estaba por encima del altar y otra imagen, otra voz interior: “Yo soy el Señor que estás eligiendo. Yo, el Crucificado”. Esto me ayudó enormemente porque me hizo entender que la Renovación Carismática no es simplemente algo emocional, esa alegría, levantar los brazos... Sí,  ésos son signos exteriores de una alegría nueva. Pero lo esencial es que, en la R.C., el Espíritu Santo te lleva al corazón del Evangelio que es la cruz de Jesús; de allí brota el Espíritu como la sangre y el agua.

No hubo emociones particulares durante mi Bautismo en el Espíritu; pero sí la certeza de que algo estaba sucediendo. El día después me fui al aeropuerto para irme a Washington y, en el coche, el sacerdote que me acompañaba me dijo: “ahora escucha bien porque yo pongo una cinta en el cassette y la primera canción es una profecía para ti”. Era un canto que decía: “Que bellos son los pies de los que anuncian el Evangelio”. Ahora, por donde voy en Italia, me cantan este canto porque saben que es mi canción.



Me fui en el avión y sentía que algo había pasado. Y abriendo el Breviario me parecía que los salmos eran nuevos, me hablaban, parecían escritos especialmente para mí ... Y me di cuenta que esto es uno de los primeros signos del obrar del Espíritu Santo: la Escritura se vuelve Palabra viva de Dios.

No podemos descuidar este don magnífico para la Iglesia. La Iglesia en el Concilio ha hablado de la importancia de la Escritura en la Constitución Dei Verbum. Pero la realidad es que los cristianos, los laicos que nunca habían tenido una Biblia, ahora no pueden separarse de su Biblia. Yo he conocido muchos casos conmovedores de la Biblia que habla directamente, ilumina, da fuerza a los cristianos más sencillos.

En una misión en Australia encontré un obrero, un emigrante italiano que estaba allí y que el último día de la misión vino y me dijo: Padre, yo tengo un gran problema en mi familia, tengo un muchacho de once años que no está todavía bautizado. El problema es que mi mujer se ha vuelto Testigo de Jehová y no quiere escuchar hablar del bautismo. Si lo bautizo, habrá una tragedia en mi familia; si no lo bautizo, no estoy tranquilo porque cuando nos casamos éramos los dos católicos. Yo le dije: déjame esta noche para reflexionar y mañana hablamos y vemos qué podemos hacer. A la mañana siguiente este hombre viene hacia mi muy contento y me dice: Padre, yo ya he hallado la respuesta. Me alegré mucho porque yo todavía no lo veía nada claro. Me dice: Ayer por la tarde, regresé a mi casa y me puse a orar y abrí la Biblia y me vino la página donde Abraham lleva a su hijo Isaac a la inmolación y leyendo me he dado cuenta que cuando Abraham llevó a su hijo Isaac a la inmolación no dijo nada a su mujer. Era una respuesta incluso exegéticamente perfecta. Porque es verdad, los rabinos cuando comentan este pasaje hacen notar que Abraham se calló, no dijo nada temiendo que su mujer le impidiera obedecer a Dios y yo mismo bauticé a este muchacho y fue una gran fiesta para todos.

 Conocí en Italia a una viuda que había perdido a su marido muy joven. Tenía tres hijos. Era un matrimonio muy unido y ésta era una prueba terrible. Lo que le ayudó e incluso hizo de esta mujer una evangelizadora, fue la Palabra de Dios, la Biblia. Ella tiene una sensibilidad, un sentido de la Escritura que a mí mismo me asombra. Las primeras semanas sin su marido ella decía que ponía la Biblia a su lado en la cama porque la Biblia se había vuelto su compañero vivo, Dios le hablaba.

Los tres meses que pasé en Washington después de mi bautismo fueron mi luna de miel con el Señor. También nosotros los sacerdotes tenemos nuestra luna de miel. Mi luna de miel duró tres meses. Pero yo siento que la luna de miel  -de los casados- no suele durar mucho más.  Regresé a Italia y la gente de la Renovación que me había conocido estaba maravillada. Una mujer decía: “Hemos enviado a América a Saulo y ellos nos han devuelto a Pablo”.

Empecé a participar en un grupo de oración en Milán y después de algunos meses ocurrió algo que cambió mi vida. Yo estaba en mi celda orando. No penséis que soy un gran hombre de oración. Deseo, deseo orar. Y a veces incluso me quejé un poco con el Señor diciéndole: “Señor, tu me envías por todo el mundo a hablar de la oración, incluso de la oración trinitaria, ¿por qué no me das una gracia de oración un poco más fuerte, porque mi oración es tan débil, Señor?. Me avergüenzo de hablar a los demás de oración. Y el Señor me contestó de esta manera tan simple: “Raniero, ¿cuáles son las cosas de las que se habla con más pasión y entusiasmo, las que se desean o las que se poseen?. Yo contesté: “Las que se desean, Señor”. “Bien -me contestó el Señor- sigue deseando y hablando de la oración”. Por eso, cuando hablo, siempre me siento discípulo y no maestro. Siempre recuerdo un dicho de los Padres del desierto que decía: “Si tienes que hablar a los demás de algo que tú no vives, algo que no has alcanzado todavía con tu vida, habla; pero haciéndote el más pequeño de todos tus oyentes; habla como discípulo, no como maestro”. Y yo trato de hacer mío este consejo.

Pues lo que pasó en aquel momento de oración fue esto. Tuve de nuevo una imagen interior. Aparentemente nada extraordinario, pero interiormente muy extraordinario. Tan extraordinario que cambió mi vida. Era como si el Señor Jesús pasara delante de mí ... Y no sé por qué, pero reconocía que era Jesús como cuando regresaba del Jordán después de su bautismo y estaba a punto de empezar a proclamar el Reino de Dios; y pasando delante de mí, me decía: “si quieres ayudarme a proclamar el Reino de Dios, déjalo todo y sígueme”. Yo entendí inmediatamente que el Señor quería decir: “deja tu enseñanza, tu cátedra universitaria...”. Yo era incluso director de un departamento de esta Universidad, el departamento de Ciencias Religiosas. “Déjalo todo y vuélvete un simple predicador itinerante de la Palabra de Dios al estilo de tu padre Francisco de Asís”. Yo tuve miedo de no estar lo bastante decidido, porque el Señor invitaba pero parecía tener prisa. No se paraba, era como quien tiene mucho qué hacer. Y de nuevo esta experiencia de la gracia de Dios, al final de la oración encontré en mi corazón un “sí” lleno. “Señor, ¡lo dejo todo!”. La Universidad había instituido esta cátedra especialmente para mí y el Rector de la Universidad era mi maestro, mi amigo. En mi corazón había un “sí, Señor, aquí estoy”.

Me fui a mi superior a Roma pidiendo el permiso para cambiar mi vida. Dejar la Universidad y ser un predicador a tiempo completo. El Superior General era un hombre que murió el pasado mes de Febrero a la edad de 91 años, un santo, un hombre de oración. Tuve la gracia de orar con él las últimas horas de su vida. De San Francisco se decía que no era un hombre que oraba era un hombre hecho oración. Y así era también mi superior.

Este superior a quien yo ya había manifestado mi experiencia del Bautismo en el Espíritu, como buen superior prudente, me dijo: “Esperemos un año y después decidiremos”. Ésta fue la ocasión para mí de descubrir la gracia de la obediencia. Yo había tenido una inspiración clara del Señor que me pedía dedicarme a predicar. Pero ahora tenía que someter mi inspiración personal a la autoridad de mi superior, incluso cuando me decía “esperamos”. Aquí yo concebí un pequeño libro titulado “Obediencia”. Puede ser útil porque, a veces, la gente en la R.C. tiene una inspiración del Señor, se sienten llamados a hacer algo y piensan que esto es suficiente y sin pedir ningún permiso, ni al obispo, o al superior... se lanzan a llevarlo a cabo y nadie puede pararlos. Esto no es bueno, porque siempre la inspiración interior del Espíritu tiene que someterse al discernimiento objetivo de la Iglesia. El Espíritu que te habla personalmente te habla también a través de la obediencia a la autoridad que puede ser: el obispo, el superior, el párroco, el director espiritual... puede ser de diferentes clases. Éste es un criterio muy importante : no podemos actuar simplemente bajo la inspiración personal porque nunca sabremos si hemos acertado o nos hemos equivocado. Si yo hubiera dejado la Universidad simplemente bajo esta inspiración personal, nunca habría sabido si era verdaderamente la voluntad de Dios. La obediencia salvó mi vocación.

Después de un año, no estaba para mí tan claro. ¿Qué voy a hacer ahora?. Yo había pasado toda mi vida en el estudio, en la búsqueda. ¿Qué voy a hacer?. Había un cierto temor. Volví entonces al superior y él con mucha decisión me dijo: “Es la voluntad de Dios. Dirán que estamos locos los dos, tu y yo; pero después de diez años tal vez entenderán”.

El Señor me hizo un descuento. No esperó diez años, fueron menos.

Me fui, hice un Retiro en una pequeña casa de capuchinos en Suiza para prepararme. Éste fue el momento en el que el Señor me habló, sobre todo a través de Pablo, en la carta a los Filipenses, cuando Pablo habla de lo que era antes : circuncidado, de la tribu de Benjamín, fariseo, irreprensible, un hombre perfecto, podía incluso ser canonizado... pero todo lo que yo consideraba una ganancia lo considero una pérdida a partir del momento cuando conocí a Jesús como Señor, y he dejado de lado todo para encontrar esta justicia que viene de la fe en Cristo y todo esto para conocerle a Él y el poder de su resurrección y la participación en sus sufrimientos.

Pero lo que me impresionó más fue precisamente la palabra más pequeña de esta frase Él. Porque cuando Pablo dice -a fin de conocerle a Él-. El pronombre personal en este momento me parecía contener más verdad sobre Jesús que todos los libros que yo había leído o escrito. Porque cuando Pablo dice Él, entiende el Jesús vivo, el Jesús en carne y hueso; no una teoría sobre Jesús o una idea abstracta. Ésta es la diferencia. Conocer a Jesús como Señor significa conocerlo como el Viviente, el que ha resucitado. No un personaje del pasado ... ¡ Él !, a fin de  conocerle ¡a Él!. 

Yo llevaba un mes en esta casa de retiro y me llegó una llamada de teléfono. Era mi superior general que me decía: “El Santo Padre te ha nombrado predicador de la Casa Pontificia; ¿tienes objeciones serias para renunciar?”. Yo intenté buscar objeciones serias. Pero, aparte del miedo, no encontré objeciones serias. Entonces le dije: “Padre, si esta es la voluntad de Dios, acepto ir”. Tuve que prepararme deprisa porque en un mes tenía que empezar a predicar mi primera Cuaresma al Papa. Y voy a decirles algo de este ministerio. No para hablar de mí mismo sino para hacerles conocer algo del Santo Padre. Algo que nos revela cosas muy edificantes del Papa.

Existe este ministerio que está otorgado a la orden capuchina que se llama el predicador de la Casa Pontificia y esto consiste en que cada viernes por la mañana, en Advierto y Cuaresma, un fraile  tiene que dar una meditación al Papa, a sus secretarios, cardenales, obispos de la Curia Romana y los superiores generales de las órdenes religiosas. Son entre 60 y 100 personas. Yo empecé este ministerio y después de 23 años todavía continúo. ¡Veis la paciencia heroica del Papa!. El lleva escuchándome veintitrés años. Fue una gracia del Señor. Me di cuenta que era una providencia para hacer resonar en el corazón mismo de la Iglesia, en esos momentos de gran recogimiento, hacer resonar la gracia del Espíritu que circula en la base de la Iglesia. Y,  precisamente, unas de las primeras meditaciones fue sobre el Bautismo en el Espíritu. Hablé con mucha fuerza de que ésta es una gracia para toda la Iglesia. De como es una manera de hacer del cristianismo algo vivo, de renovar la autoridad, la predicación, la liturgia, cada aspecto de la Iglesia. Y me di cuenta de que hablé de una manera muy atrevida. Incluso dije: “ No tenemos que decir de los laicos, ¿qué pueden darnos a nosotros los sacerdotes y a los obispos, estos laicos?. Nosotros hemos recibido la plenitud del Espíritu”. Así les hablé en aquel momento. Porque el Señor puede contestarnos: “Yo también recibí la plenitud del Espíritu en el momento de mi encarnación en María y a pesar de esto me fui al Jordán y pedí a Juan el Bautista, que era un simple laico, ser bautizado”. Después de la charla yo siempre me encuentro con el Papa en una salita contigua. Y yendo a encontrar al Papa, un cardenal me dijo: “hoy en esta sala hemos escuchado al Espíritu Santo que nos ha hablado”. Y se fue.

El Papa no falta nunca, nunca. El me edifica a mí. Pensad : el maestro de toda la Iglesia que encuentra cada mañana, a las nueve, tiempo de escuchar la meditación de un sacerdote, el último sacerdote de la Iglesia Católica.

A veces, saliendo de la predicación encuentro Jefes de Estado que están esperando para ser recibidos por el Papa y él está allí escuchando a un pobre fraile. Un año -creo que era 1.986- faltó dos viernes porque estaba de viaje en América Central y cuando vino, se dirigió derecho hacia mí, pidiendo perdón por haber faltado a dos charlas. A veces yo digo a mis hermanos los laicos: ¿habéis ido a pedir perdón alguna vez a vuestro párroco por haber faltado a la homilía del domingo?.

Recuerdo otra pequeña anécdota. Una vez al año, en viernes santo, la homilía se tiene en la Basílica de San Pedro. Es la única ocasión en la que el Papa preside la liturgia, pero no habla. Se sienta y el predicador de la Casa Pontificia tiene que subir al altar papal y dar su homilía. Y allí está toda la Iglesia, todos los cardenales... Es un momento de gran solemnidad. Me di cuenta inmediatamente que tenía que hablar muy despacio porque el sonido en la Basílica retumbaba. Pero hablando despacio tardé diez minutos más de lo previsto en el programa. Y el responsable del horario del Papa -entonces era un obispo, después fue cardenal; ahora ya ha muerto- estaba muy nervioso y a menudo miraba su reloj, porque el Papa después tenía que presidir un Vía Crucis en el Coliseo. Yo no lo veía. Pero este obispo contó a algunas hermanas al día siguiente que después de la liturgia el Papa lo llamó y le dijo: “Cuando un hombre nos habla en el nombre de Dios, no tenemos que mirar a nuestro reloj”.

Este ministerio de proclamar la Palabra de Dios, en la simplicidad de San Francisco y el poder del Espíritu Santo, me ha llevado por todo el mundo, por muchas naciones. Predicando retiros a los obispos. He predicado este año a todos los obispos de Irlanda. Tengo que predicar en Noviembre de este año 2.002 a todos los obispos de Polonia. También en Italia daré un Retiro de sacerdotes. A menudo es la Renovación Carismática la que organiza mis viajes y ofrece la posibilidad de Retiros para el Clero y junto a esto hay un fin de semana para la Renovación. Queridos hermanos, es un don que la R.C. hace a la Iglesia.

Hubo un Retiro en 1.995, con ocasión de los quinientos años de la evangelización de América Latina. Fue un largo Retiro en Monterrey (Méjico). Había 1.700 sacerdotes y 70 obispos de toda América Latina. Un obispo mexicano dijo: “Si la Renovación Carismática no hubiera hecho nada más que organizar estos Retiros para el Clero, habría ya sido suficiente para la Iglesia”. Muy a menudo, los sacerdotes son renovados en estos retiros. Hay una gracia especial; muchos sacerdotes que habían llegado al retiro invitados y a veces traídos por los laicos, antes de irse daban testimonio de que habían llegado decididos a abandonar el ministerio sacerdotal y ahora regresaban decididos a retomar con más entusiasmo. Era un momento de gran efusión del Espíritu. Yo estaba al lado del altar orando por los demás, y fue en esta ocasión cuando un joven sacerdote se acercó a mí, se arrodilló y muy decidido me dijo: bendígame padre, “quiero ser profeta de Dios”. Yo habría hablado en la homilía precisamente de esto: que el Señor necesita profetas entre los sacerdotes. Especialmente en América Latina, necesita profetas, es decir, personas que permitan a Dios hablar. Este es el profeta. El profeta es uno que se calla. “El profeta verdadero cuando habla se calla”, decía el judío Filón. Porque en este momento no es más el que habla. Había hablado entonces de la necesidad de profetas, y vino este joven diciendo, visiblemente inspirado, “quiero ser profeta de Dios”. Percibí que hablaba en serio. Fue una gran emoción para mí. Y ahora sigo sirviendo al Señor en esta manera, proclamando la gracia del Señor, como ahora. Os voy a decir una última palabra.

Cuando mi superior me permitió cambiar mi vida y empezaba a ser predicador a tiempo completo, en la Liturgia de las Horas -era un 10 de octubre- había un pasaje de Ageo, el profeta Ageo. En el pasaje, cuando después de haber reprochado a su pueblo de cuidar de su casa y no reconstruir el Templo, el pueblo se convierte, empieza a reconstruir el Templo de Dios, y Dios envía de nuevo al profeta Ageo, esta vez con un mensaje de consuelo. Dice ahora: “¡Ánimo, Zorobabel, id al trabajo porque estoy yo con vosotros! –oráculo del Señor-”. “¡Al trabajo, Josué, al trabajo pueblo entero del país porque estoy yo con vosotros! –dice el Señor-”

Después de leer este pasaje en la Liturgia de las Horas, me fui a la plaza de San Pedro. Quería orar un poco a San Pedro para bendecir mi ministerio nuevo. En la plaza de San Pedro no había nadie; era un día de octubre muy lluvioso. Como si la palabra de Dios se volviera viva, mirando hacia la ventana del Papa, empecé a gritar: ¡Ánimo, Juan Pablo II, al trabajo porque estoy yo con vosotros! Era muy fácil porque no había nadie alrededor.

Y después de tres meses, me encontré que estaba frente al Papa, y le dije lo que había hecho bajo su ventana. Y de nuevo proclamé este pasaje de Ageo, pero no como una cita, sino como una palabra viva, en este momento, para el corazón de la Iglesia. Entonces, mirando al Papa, que estaba al lado mío,  empecé a decir: ¡Ánimo, Juan Pablo II!, a pesar de que Juan Pablo II es el hombre que tiene más ánimo de toda la humanidad, pero en el Nombre del Señor, ¡ánimo Juan Pablo II, ánimo Cardenales y Obispos de la Iglesia Católica, y al trabajo porque estoy yo con vosotros

Y siempre cuando el Señor me envía a alguna parte del mundo, repito este mensaje de nuevo como una palabra viva, no como un recuerdo de antaño. Entonces, ahora os digo a vosotros: ¡Ánimo, ánimo sacerdotes y laicos de la Renovación Carismática de España, de la Iglesia de España, y al trabajo porque estoy yo con vosotros! –dice el Señor-. ¡Amén!.


lunes, 25 de abril de 2016

Así era la fe de las cinco jóvenes postulantes del Hogar de la Madre fallecidas en el terremoto De izquierda a derecha, Mayra, Valeria, Jazmina, María Augusta y Catalina

Así era la fe de las cinco jóvenes postulantes del Hogar de la Madre fallecidas en el terremoto

Así era la fe de las cinco jóvenes postulantes del Hogar de la Madre fallecidas en el terremoto
De izquierda a derecha, Mayra, Valeria, Jazmina, María Augusta y Catalina

El pasado 16 de abril de 2016 murieron bajo los escombros de las Siervas del Hogar de la Madre en Playa Prieta (Manabí, Ecuador), a causa del terrible terremoto que asoló el país, cinco jóvenes que se encontraban en las primeras etapas de su formación en esta comunidad. 

La más joven tenía tan solo 15 años, las mayores 23. 

"Con toda generosidad habían dado su sí a Dios, a pesar de las luchas y las dificultades de cada una. En ellas hemos visto cumplirse aquello que decía Santa Teresita del Niño Jesús, que el amor puede suplir una larga vida”, explica un comunicado de las Siervas del Hogar de la Madre.

De las cinco jóvenes fallecidas, tres eran candidatas a entrar en la comunidad: María Augusta, Jazmina y Mayra. Una de ellas, Valeria, era demasiado joven para entrar de candidata cuando lo solicitó, ya que las candidatas deben tener al menos dieciséis años cumplidos y el permiso de sus padres mientras son menores de edad. Por eso Valeria no pudo entrar como candidata, sino que entró como aspirante con 14 años. 

Caso especial es el de Catalina, que todavía no era oficialmente Sierva del Hogar de la Madre, aunque había pedido ya la entrada y había sido admitida. Por eso la consideramos una candidata más. 

(El relato de cómo murieron, aquí)

Las inundaciones de los días anteriores
Días antes del terremoto, Playa Prieta había sufrido unas gravísimas inundaciones. El agua enlodada llegaba hasta más arriba de la cintura. 

Las hermanas de la comunidad de Chone, también en la región de Manabí, informaban de los destrozos de las inundaciones en Playa Prieta: “Las pérdidas van a ser muchas. Rezad por la gente, por los pobres. Ahora mismo ellas están sin luz, pero estamos en contacto con ellas. Las hermanas están bien. Solo preocupadas por la gente”. 

Las hermanas y las candidatas pasaron esos días previos al terremoto y a su propia muerte, completamente entregadas en aliviar los sufrimientos de tantas familias que – como consecuencia de las inundaciones – lo habían perdido todo.

"Ayer estuvieron repartiendo comida a algunas familias", explicaban las hermanas de Chone el día 14 acerca del trabajo de las chicas en Playa Prieta. "Hemos quedado en que iban a hacer un recorrido por el pueblo para ver qué necesidades hay y poder llevar mañana un cargamento desde aquí”. 

La Hermana Estela, española, superiora de la comunidad, cuando pudo comunicarse con la superiora general en España, le comentaba: “Puedes estar orgullosa de las candidatas. Están trabajando como auténticas Siervas”.

"Así encontró el Señor a estas jóvenes generosas y alegres: con las manos llenas de buenas obras en favor de sus hermanos necesitados, perfumadas por el olor del sacrificio, de la entrega y del olvido de sí mismas", constata la comunidad en un comunicado que repasa las figuras de las más jóvenes. 


Jazmina Jessenia Castro Delgado
Jazmina nació el 9 de febrero de 1994 en Chone, en la provincia de Manabí (Ecuador). Estudiaba Trabajo Social en Portoviejo (Ecuador), y vivía con las otras candidatas y residentes en la Residencia de Estudiantes del Hogar de la Madre.

Jazmina tenía una gran valentía para dar testimonio de su fe y defenderla en cualquier situación. Nunca se echaba para atrás cuando se trataba de defender al Señor, incluso ante profesores y compañeros de clase.

Era una chica muy alegre y expresiva. Cuando comenzó a descubrir su vocación, tuvo que trabar una fuerte batalla interior antes de responder a la llamada de Dios. Finalmente entró como candidata el día 20 de abril de 2015, en una peregrinación a un lugar mariano en la Serranía de la provincia de Cuenca (Ecuador). 

Las hermanas recuerdan un enorme sacrificio que realizó poco antes de entrar como candidata. Cada tres o cuatro meses, las hermanas organizan una semana de misiones para entrar en la selva amazónica, en el Puyo, en el Oriente ecuatoriano. El objetivo es evangelizar a los indios shuar, que están recibiendo ahora las primeras noticias acerca del Reino de Dios.

A Jazmina se la avisó de que si iba era para ayudar y para hacer todo lo que se le dijera sin quejas. Ella aceptó y decidió ir. Hay que señalar que Jazmina aborrecía la suciedad. Era incapaz de beber de un vaso en el que hubiera bebido otra persona, ni aunque fuera su misma madre. No se le escondía que en la misión tendría que esforzarse mucho en este sentido. Cuando uno llega a un poblado shuar, lo primero que se le ofrece al recién llegado es un vaso de “chicha”. La “chicha” es una bebida realizada con yuca. 

La yuca primero se cuece para reblandecerla. Después, las ancianas de la comunidad mastican la yuca y la escupen en un caldero que van removiendo con sus propias manos. La operación se repite una y otra vez hasta alcanzar la consistencia adecuada. Se deja fermentar hasta el día siguiente y entonces ya se puede consumir. Forma parte de la alimentación básica de los “shuares”, que la ofrecen a sus visitantes como muestra de acogida y hospitalidad. Rechazarla significa rechazar su amistad. Por eso, el misionero se tiene que tragar la repugnancia instintiva que le provoca y beberla con gesto amable. Es el primer paso para que el Evangelio pueda ser anunciado en un poblado Shuar.

Las hermanas y los jóvenes acompañadas por un sacerdote y algún médico, realizaron una larga marcha atravesando la selva con el barro por las rodillas hasta alcanzar el poblado shuar al que querían llegar. Al llegar, fueron acogidos por los indígenas, que les invitaron a sentarse y descansar. Al momento llegaron las mujeres trayendo la chicha. Jazmina no solo se bebió su vaso sin decir una sola palabra, sino que al ver que su compañera lo estaba pasando mal y que la fuerza de las arcadas le impedía seguir bebiendo, tomó el vaso de la amiga y se lo bebió también. Con el rostro sereno, sin hacer ningún tipo de aspaviento. Al terminar el acto de acogida tampoco hizo ningún comentario sobre el esfuerzo que le habría – sin duda – supuesto.


María Augusta Muñoz Rodríguez
María Augusta nació el 22 de julio de 1992 en Chone, población de la provincia de Manabí (Ecuador). Las otras jóvenes del Hogar de la Madre la llamaban “Cieli”, porque su hermana le decía que tenía ojos de cielo. Entró como Candidata de las Siervas del Hogar de la Madre el 20 de octubre de 2014, en la capilla de la casa de Playa Prieta. 

Estudiaba cuarto de Medicina en la Universidad de Portoviejo (Ecuador), donde residía actualmente, en la Residencia de Estudiantes que el Hogar de la Madre tiene en esa ciudad. Como las demás candidatas, los fines de semana y la mayor parte de las vacaciones las pasaba en nuestro Colegio de Playa Prieta, ayudando en los diversos apostolados de las hermanas y formándose como Sierva. 

Tenía un amor muy grande al Señor y a la Virgen Santísima. Cuando algo le costaba, bastaba preguntarla: “¿Y no lo harías por la Virgen?” A lo que ella, indefectiblemente, respondía: “Sí, por la Virgen hago lo que sea”. 

Le gustaba mucho cantar la canción “Tomad Virgen pura”. Muchas veces pedía que cantáramos esta canción y explicaba el por qué, decía: “Así estamos con la Virgen”.

Una de las candidatas que vivió con ella recuerda que a veces “en sus luchas por responder a su vocación, algunas veces se enfadaba con las candidatas que vivían con ella (en la Residencia de estudiantes)”. 

Pero en una ocasión, hablando con las candidatas, les pidió disculpas explicándolas: “Es que os veo a vosotras y me enojo, porque aún no tengo la fuerza necesaria para hacer lo que Dios quiere de mí”. 

Era una chica responsable con sus obligaciones y muy ordenada. Tenía mucho celo apostólico, aunque al tiempo tenía que vencerse mucho para atreverse a hablar de Dios a otros jóvenes. Pero lo hacía por amor al Señor y a las almas. 

Quería que sus compañeras de clase conocieran al Señor y las invitaba a las actividades del Hogar de la Madre, y quedaba con ellas para hablar, con la intención de acercarles al Señor y a Nuestra Madre.

En los cumpleaños de las chicas de la Residencia de Estudiantes dedicaba todo el tiempo que fuera necesario para preparar la fiesta y que las chicas pasaran un día muy feliz.

Cuando acompañó a las hermanas a las misiones en la selva amazónica, en el Puyo, había que hacer largas caminatas a través de la selva, por senderos enfangados y atravesando a pie, con el agua por la cintura, ríos caudalosos. 

María Augusta, a pesar de estar muy cansada por el esfuerzo físico, se entregó a tope, y cuando llegaban a las aldeas, se olvidaba de su cansancio y se ponía a jugar con los niños, para ganárselos y preparar así el ambiente para poder darles luego las catequesis. Una candidata que la acompañó en aquel viaje, recuerda: “Se entrego en todo momento con mucha alegría y por amor a Dios”.


Mayra Alejandra Alcívar Vega
Mayra nació el 1 de octubre de 1994 en Chone (Manabí, Ecuador). Actualmente estudiaba Trabajo Social en la Universidad de Portoviejo (Ecuador) y estaba viviendo en la Residencia de Estudiantes del Hogar de la Madre.

Mayra, como Jazmina, era también muy valiente a la hora de dar testimonio y defender su fe. Le daba igual lo que le dijera la gente: si ella sabía que tenía que hacer algo porque entendía que Dios lo quería, entonces iba derecha a hacerlo. Era una chica muy disponible, siempre dispuesta a hacer todo lo que se le pidiera, más aún tratándose de las hermanas. Tenía también una alegría desbordante que te contagiaba cuando estabas con ella.

En la ceremonia de su Confirmación, la vieron romper a llorar. Cuando el sacerdote pronunció su nombre para ungirla con el Santo Crisma, ella experimentó que se le concedía en ese momento fuerza para todo lo que se le pedía: para defender su fe, para entregarse por entero a Dios… Y esto, ¡con mucha alegría!

En una ocasión el grupo de jóvenes del Hogar organizó una peregrinación al Santuario de Olón. Mayra era muy amiga de María Augusta, y cada una conocía las luchas que la otra tenía en cuanto a su vocación, así que -para ayudarse mutuamente- decidieron decir juntas el “sí” al Señor. Este sencillo gesto las ayudó mucho a las dos.

Entró como aspirante el 19 de octubre de 2014 en la capilla de la casa de las Siervas en Chone. Desde que entró, tuvo muy claro que debía entregar todo a Dios sin reservarse nada. El 1 de enero de 2015, entró como candidata. Ese día, era llamativa la alegría que tenía por poder entregarse más a Dios: ¡la alegría se le salía por los poros!

Después de su primer viaje al Puyo, para evangelizar en los poblados de los shuar ella comentó a una compañera la gracia que había sido para ella el poder formar parte de la expedición misionera, para hablar a los indígenas del amor de Dios. Y repetía que era una gracia enorme que Dios la hubiera elegido precisamente a ella como su instrumento.


Tania Valeria Intriago Sánchez
Valeria nació el 14 de mayo de 2000 en Portoviejo, capital de la provincia de Manabí (Ecuador). Murió por lo tanto con quince años.

Era todavía una niña aún cuando su madre falleció en dramáticas circunstancias y su padre la abandonó. Fue acogida en casa de sus abuelos, que vivían en Playa Prieta. Poco después, comenzó a estudiar en el colegio de las religiosas en Playa Prieta. 

Valeria recibió la llamada de Dios muy temprano. Tenía una sensibilidad muy especial para las cosas de Dios. Tuvo una infancia muy dura, pero el mal nunca enraizó en su corazón, al revés, ella creció con una gran bondad de corazón que hacía que todos sus compañeros de clase quisieran estar siempre con ella. 

Muchas veces, sus compañeros les decían, como asombrados, a las hermanas: “Es que Valeria es muy buena, muy buena”, haciendo hincapié en la palabra “muy”.

"Nosotras la comparábamos con Santo Domingo Savio, el joven discípulo de San Juan Bosco, porque al igual que él, Valeria tenía la persuasión – y así lo manifestaba de vez en cuando – de que tenía que ser santa rápido, porque no le quedaba mucho tiempo. Viendo como se han desarrollado los acontecimientos, viéndola morir con quince años, da la sensación de que realmente fue una persuasión que el Señor puso en su corazón", dicen sus compañeras hoy.

Era tan grande el deseo que tenía de entregar su vida a Dios y de ser solo de Él, que pidió permiso a su abuela, para poder ser Sierva cuando solo tenía catorce años. De hecho, era demasiado joven para entrar de candidata, ya que las candidatas deben tener al menos dieciséis años cumplidos y el permiso de sus padres mientras son menores de edad. Por eso Valeria no podía entrar como candidata, sino que entró como aspirante. Su abuela le concedió el permiso necesario y entró el 17 de octubre de 2014.

Después de ver la película de San Felipe Neri, hizo suyo - como lema de su vida - el famoso: “Prefiero el paraíso”. 

Unos días antes del terremoto, la llamó su abuela, preocupada por las inundaciones y la propuso pasar esos días en su casa, mientras las cosas volvían a la normalidad. Valeria le respondió a su abuela que ella quería morir con las hermanas. El Señor cumplió su deseo pocos días después.

"Hay un último detalle que ha conseguido emocionarnos más aún. Valeria fue enterrada en Playa Prieta el lunes 18 de abril. La vistieron con una túnica blanca y un pañuelo blanco a modo de velo, imitando el hábito de las Siervas del Hogar de la Madre. Entre los escombros encontraron la cruz de votos perpetuos de una de las hermanas. Valeria fue enterrada con esa cruz sobre su pecho", añaden.


Catalina Navarrete Falcones
Catalina nació el 7 de noviembre de 1992 en Tosagua, Manabí (Ecuador). Estaba estudiando Trabajo Social en la Facultad del Seminario de S. Pedro de Portoviejo y residía, con las candidatas y otras jóvenes, en la Residencia de Estudiantes que el Hogar de la Madre tiene en esa ciudad. 

Catalina había tenido una fuerte conversión después de una vida muy alejada del Señor. Llevaba dos años preparándose para entrar en las Siervas. Había sido ya admitida, aunque no había llegado a emitir su compromiso oficial. Por eso, compartía ya muchos momentos de la vida de la comunidad. Pero cuando hablamos de ellas, hablamos de las cinco candidatas, incluyendo a Catalina. Deseaba ardientemente entregarse a Dios como Sierva del Hogar de la Madre. De hecho, en su corazón, ya había realizado esa entrega, y lo estaba demostrando con su vida.

Gema Menéndez, otra de las candidatas, recuerda cómo la conoció: "Yo estaba en la iglesia del Espíritu Santo, en Portoviejo. Al terminar la Eucaristía, miré hacia atrás y experimenté fuertemente que la Virgen me decía: «Ve y háblale a esa chica». Como soy muy vergonzosa, no lo hice en ese momento, pero le dije a la Virgen que si la volvía a ver le hablaría y la invitaría a las reuniones para jóvenes que teníamos en la Universidad”. La sorpresa para Gema fue que coincidió con Catalina en la parada de autobús, y pudo cumplir su promesa a nuestra Madre de hablarla si la volvía a ver. 

Gema sigue contando: “Ella - desde que conoció a Dios - no paró de querer conocerle más y más, hasta el punto de cambiar totalmente de vida y querer entregarse por entero al Señor”. “Catalina fue una chica que se enamoró completamente de Jesús, se arrojó en sus brazos, y Él la purificó a través de la confesión y la Eucaristía. Podría describirla como una chica alegre. Contaba muchos chistes para que las personas se rieran. Tenía un sentido del humor muy agradable. Amó mucho a Jesús en la Eucaristía, y su trato con la Virgen fue de madre a hija”. 

Quizás la parte más emocionante del testimonio de Gema es cuando afirma: “Desde que se convirtió, sus ojos estaban puestos en el Cielo, porque tenía muchas ganas de ver a aquellos que habían cautivado su corazón: el Señor y nuestra Madre la Virgen”.

Gema conserva algunas cartitas que le envió Catalina. Por ejemplo, al terminar la Semana Santa del 2015, Catalina le escribió: “Qué Semana Santa, ¿eh?!!! Ojalá siempre viviésemos junto a Él y con Él. Con Ella también. En el altar de la capilla de Playa Prieta estaba esto: «Busqué quien me consolara y no los hallé». Y me pregunté si éramos o somos su consuelo. No lo supe en ese momento. Ayer sábado, día de la Virgen, miré durante el Rosario a la Virgen Dolorosa, a su Corazón. Y Ella me dijo: «Eres mi consuelo. Tú»”.

Catalina fue enterrada el 18 de abril de 2016, en Playa Prieta. También ella, como Valeria, fue vestida con una túnica blanca, como expresión de su deseo de consagrarse a Dios como Sierva del Hogar de la Madre.
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