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domingo, 8 de febrero de 2015

Santa Josefina Bakhita 8 de Febrero



8 de febrero

SANTA JOSEFINA BAKHITA
Religiosa
* Sudán, hacia 1869/1872 
+ Schio (Italia), 8-febrero-1947
B. 17-mayo-1992 
C. 1-octubre-2000

 
Fue la suya una vida en la que se manifestó la fuerza de la gracia de Dios en medio de enormes dificultades. El terror a que se vio sometida cuando todavía era una niña llegó a hacerle olvidar su procedencia y hasta su propio nombre. Se sabe que nació en el Sudán, en el África Nororiental, hacia 1869-1872. Sus padres eran oficialmente musulmanes, pero, de hecho, practicaban la religión animista. Cuando tenía unos seis o siete años de edad fue capturada por comerciantes de esclavos, como lo había sido tiempo antes una hermana, mayor que ella. Metida entre la multitud de esclavos no pudo recordar cómo se llamaba; por ironía o sarcasmo la llamaron Bakhita, que en el dialecto de sus raptores significaba Afortunada o Dichosa.

Fue horriblemente vejada y obligada a emprender con los demás prisioneros un larguísimo camino hacia los mercados del Norte; pero, en compañía de otra niña, pudo huir en busca de libertad; vagaron por selvas y desiertos donde poco faltó para que las devoraran las fieras. Finalmente, fueron capturadas y entregadas a otros mercaderes. Bakhita fue vendida a un oficial del ejército turco; la mujer y la madre de éste se encargaron de someterla a un trato tiránico. Con frecuencia la golpeaban sin piedad, hasta el punto de dejarla incontables cicatrices que le duraron toda la vida. Ella, sin embargo, sufrió con fuerte ánimo todos aquellos tormentos y nunca se quejó de ellos. Se mostró humilde y sumisa durante el año que pasó con la familia turca.

En 1884 la pusieron en venta en la ciudad de Jartum y la adquirió el cónsul italiano en aquellas tierras, Calixto Legnani; la retuvo como criada y trató con blandura y humanidad. Dos años después se volvió el cónsul Legnani a Italia y se la llevó consigo. La entregó a su amigo Augusto Michieli, que tenía muchos negocios en África. Estuvo en la población de Mirano Véneto, y allí se dispuso para recibir la fe cristiana. En Venecia fue recibida en un pío instituto de catecúmenos, que dirigían las Hijas de la Caridad llamadas vulgarmente Canosianas, por su fundadora Magdalena de Canossa. Atraída por el amor de la religión cristiana, quiso morar entre aquellas hermanas más que retornar a África. Superadas enormes dificultades fue dejada en libertad en 1889.

El 9 de enero de 1890 recibió el Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía. Le impusieron los nombres de Josefina, Margarita, Fortunata Bakhita. Hasta su contacto con el cristianismo no había dado su nombre a religión alguna, pero se dejaba llevar por el testimonio de su alma «naturalmente cristiana», como diría su coterráneo Tertuliano. Cuando contemplaba las estrellas, la luna o el sol consideraba todo aquello como obra de las manos de un Artífice supremo. Su acercamiento a la vida cristiana lo atribuyó a una peculiar gracia de la divina providencia, y a la intercesión de la Santísima Virgen María. Pero su llamada a la vida cristiana, como había sucedido siglos antes a San Agustín, también africano, iba acompañada de la vocación al estado religioso. Pidió insistentemente y obtuvo ingresar en el mencionado Instituto de Hermanas Canosianas. Finalizado el noviciado, profesó el 8 de diciembre de 1896.

Fue enviada a la casa que tenían en Schio, en la diócesis de Vicenza, y allí se ejercitó en los oficios de cocinera, portera, sacristana y enfermera de soldados. En todas estas ocupaciones se ponía de manifiesto su virtud egregia, particularmente su limpieza de espíritu, plena renuncia a la propia voluntad, humildad y caridad ferviente para con Dios y el prójimo.

Durante dos años (1933-1935), por obediencia, prestó su ayuda a las misiones del propio instituto recorriendo las casas de la congregación en Italia, no sin incomodidad que soportó con espíritu ecuánime. Volvió a la casa de Schio, donde permaneció hasta el fin de su vida.

Como consecuencia de los malos tratos que había recibido, soportó muchas enfermedades, pero tales dolencias le ayudaban a revelar sus virtudes. Llevó siempre una vida humilde y completamente rendida a la voluntad de Dios y a la regla que había profesado. Pobre de espíritu, misericordiosa, limpia de corazón, pacífica, amante de la oración, devota de la Santísima Virgen. Para todos los que la conocieron fue un fúlgido ejemplo de fidelidad al Evangelio y a la Iglesia de Cristo.

Murió el 8 de febrero de 1947, dejando tras de sí no pequeña fama de santidad. Los primeros pasos del proceso de beatificación y canonización se dieron entre 1955 y 1958. Juan Pablo I mandó publicar el decreto de virtudes el 22 de septiembre de 1978. Fue beatificada por Juan Pablo II el 17 de mayo de 1992, y canonizada el 1 de octubre de 2000.

VITO T. GÓMZ, O.P.

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