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lunes, 23 de septiembre de 2013

San Pio de Pietrelcina, 23 de septiembre



23 de Septiembre


San Pío de Pietrelcina

(1887-1968)


Francisco Forgione de Nunzio nació en Pietrelcina, Italia, el 25 de mayo de 1887. A la edad de 5 años prometió “fidelidad” a San Francisco de Asís y comenzaron para él los primeros fenómenos místicos, éxtasis, ataques, visiones del Señor, de la Virgen María, de San Francisco, del Ángel Custodio…, que no comunicó a nadie hasta el año 1915 porque “creía que eran cosas ordinarias que sucedían a todas las almas”. El 22 de enero de 1903 vistió el hábito capuchino y recibió su nuevo nombre: fray Pío de Pietrelcina. Recibió la ordenación sacerdotal en Benevento, en el año 1910.

Una enfermedad misteriosa le obligó a dejar el convento y buscar el clima y los aires de su Pietrelcina natal hasta febrero de 1916, fecha en que se incorporó a la fraternidad capuchina de Santa Ana de Foggia. En estos años, sus penitencias, sus largas horas de oración, su lucha denodada contra los ataques, los fenómenos místicos que se repetían y a los que hay que añadir la “coronación de espinas”, la “flagelación”, las “llagas” en su cuerpo desde el mes de septiembre de 1910, que, ante sus ruegos insistentes al Señor, permanecieron por unos años invisibles…, le prepararon para cumplir su “grandísima misión” que se le reveló en el año de su noviciado y a la que haría alusión en una carta.

Después de servir 2 años como soldado a la nación, subió a la montaña donde se encontraba el convento de San Giovanni Rotondo con la intención de tomar el aire puro de la montaña por unos días y en este convento, silencioso y solitario al principio y bullicioso y concurridísimo después, lo quiso el Señor durante los 52 últimos años de vida. Allí murió y allí mismo fue enterrado.

Las llagas de manos, pies y costados que sangraron constantemente por cincuenta años y otros carismas extraordinarios le obtuvieron muy pronto una fama mundial, pero le acarrearon también un sin fin de problemas. Graves calumnias motivaron que el Santo Oficio le impusiera serias restricciones al ministerio pastoral del padre Pío. Del año 1931 al 33 no se le permitía salir del convento, ni recibir visitas, ni mantener correspondencia. Podía sólo celebrar la santa misa en privado. Como afirmó Juan Pablo II en la homilía de la beatificación “por una permisión especial de Dios” tuvo que sufrir el padre Pío espionajes y dolorosas incomprensiones, calumnias y limitaciones en el ejercicio de su ministerio sacerdotal.

Pero en los muchos años que pudo ejercer sin trabas su ministerio, el padre Pío realizó una intensa y sorprendente labor sacerdotal, centrada en el altar y en el confesonario, en el que permanecía hasta quince horas seguidas, labor que impulsó a muchos miles de hombres y mujeres de todo el mundo hacia la santidad, y ayudó a otros a recobrar la fe o a encontrar a Dios. También enriqueció a la Iglesia con obras beneficiosas como el moderno hospital llamado ”Casa Alivio del Sufrimiento” y los “Grupos de Oración”.

Fue canonizado el año 2002 por Juan Pablo II, quien se había confesado varias veces con él.

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