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viernes, 20 de septiembre de 2013

El Papa Francisco quiere que la Iglesia hable al mundo con misericordia: «Hay que curar heridas»


Larga e insólita entrevista en las revistas de los jesuitas

El Papa Francisco quiere que la Iglesia hable al mundo con misericordia: «Hay que curar heridas»


El papa Francisco ha concedido una entrevista a La Civiltà Cattolica, la histórica publicación de la Compañía de Jesús, en unión a otras publicaciones jesuitas. De forma coordinada, todas ellas han publicado esta larga entrevista (27 páginas en PDF). En España, ha sido difundida por Razón y Fe. La firma el jesuita Antonio Spadaro, director de La Civiltà Cattolica. 

En ella, el Papa compara la Iglesia con un hospital de campaña, donde hay tareas urgentes ("curar heridas") y otras que pueden esperar a una fase posterior ("medir el colesterol y el azúcar"); así, expresa que la acogida de las personas y el anuncio del Evangelio deben darse antes de empezar la formación en temas morales. 

El Papa admite también ser "indisciplinado", necesitar vivir con gente y promover una "clase media de la santidad". 

Y sorprende a la prensa mundial al declarar "Jamás he sido de derechas". Eso sí, en su juventud pecó de autoritarismo sobre sus subordinados, confiesa.

La versión completa en PDF en español:
www.razonyfe.org/images/stories/Entrevista_al_papa_Francisco.pdf

En ReL hemos seleccionado sus palabras sobre 18 temas

Sobre su "espontaneidad" con la prensa
»No me reconocía a mí mismo cuando comencé a responder a los periodistas que me lanzaban sus preguntas durante el vuelo de vuelta de Río de Janeiro.

Sobre cómo se define
»Quizá podría decir que soy despierto, que sé moverme, pero que al mismo tiempo, soy bastante ingenuo. Pero la síntesis mejor, la que me sale más desde dentro y siento más verdadera es esta: "soy un pecador en quien el Señor ha puesto los ojos".

Sobre su vocación jesuita
»De la Compañía de Jesús me impresionaron tres cosas: su carácter misionero, la comunidad y la disciplina. Y esto es curioso, porque yo soy un indisciplinado nato, nato, nato.

Sobre su alojamiento en Santa Marta
»El apartamento pontificio no es lujoso. Es antiguo, grande y puesto con buen gusto, no lujoso. Pero en resumidas cuentas es como un embudo al revés. Grande y espacioso, pero con una entrada de verdad muy angosta. No es posible entrar sino con cuentagotas, y yo, la verdad, sin gente no puedo vivir. Necesito vivir mi vida junto a los demás.

Sobre la toma de decisiones
»Yo desconfío de las decisiones tomadas improvisadamente. Desconfío de mi primera decisión, es decir, de lo primero que se me ocurre hacer cuando debo tomar una decisión. Suele ser un error. Hay que esperar, valorar internamente, tomarse el tiempo necesario.

Sobre la Compañía de Jesús
»El jesuita es un descentrado. La Compañía en sí misma está descentrada: su centro es Cristo y su Iglesia. Por tanto, si la Compañía mantiene en el centro a Cristo y su Iglesia, tiene dos puntos de referencia en su equilibrio para vivir en la periferia. Pero si se mira demasiado a sí misma, si se pone a sí misma en el centro, sabiéndose una muy sólida y muy bien armada estructura, corre peligro de sentirse segura y suficiente.

Sobre el beato Pedro Fabro, el primer compañero de San Ignacio de Loyola:
Dice que de Pedro Fabro le impresiona "el diálogo con todos, aun con los más lejanos y con los adversarios; su piedad sencilla, cierta probable ingenuidad, el ser un hombre de grandes y fuertes decisiones que hacía compatible con ser dulce, dulce..."

Sobre Ignacio, la mística y los Ejercicios
»Ignacio es un místico, no un asceta. Me enfada mucho cuando oigo decir que los Ejercicios Espirituales son ignaciones solo cuando se hacen en silencio. La verdad es que los Ejercicios pueden ser perfectamente ignacianos, incluso en la vida corriente y sin silencio. La tendencia que subraya el ascetismo, el silencio y la penitencia es una desviación que se ha difundido incluso en la Compañía, especialmente en el ámbito español. Yo, por mi parte, soy y me siento más cercano a la corriente mística, la de Luois Lallement y Jean-Joseph Surin. Fabro era un místico.

Sobre su forma de gobernar, siendo Provincial joven 
»Tenía 36 años: una locura. Yo tomaba mis decisiones de manera brusca y personalista. Cuando confío algo a una persona, me fío totalmente de esa persona. Debe cometer un error muy grande para que yo la reprenda. Pero a pesar de esto, al final la gente se cansa del autoritarismo. Mi forma autoritaria y rápida de tomar decisiones me llevó a tener problemas serios y a ser acusado de ultraconservador. Tuve un momento de gran crisis interior estando en Córdoba. No habré sido ciertamente como la beata Imelda, pero jamás he sido de derechas. 

Sobre la "clase media de la santidad"
»Yo veo la santidad en el pueblo de Dios, su santidad cotidiana. Existe una clase media de la santidad de la que todos podemos formar parte, aquella de la que habla Malègue (1876-1940, escritor francés que algunos llaman "el Proust católico"). 

»[...] Yo asocio frecuentemente la santidad a la paciencia. 

»[...] Esta era la santidad de la Iglesia militante de la que habla el mismo san Ignacio. Esta era la santidad de mis padres: de mi padre, de mi madre, de mi abuela Rosa, que me ha hecho tanto bien. En el breviario llevo el testamento de mi abuela Rosa y lo leo a menudo: porque para mí es como una oración. 

»[...] Esta Iglesia con la que debemos sentir es la casa de todos, no una capillita en la que cabe solo un grupito de personas selectas.

Sobre la renuncia de Benedicto XVI
»El Papa Benedicto realizó un acto de santidad, de grandeza y de humildad. es un hombre de Dios.

Sobre la prioridad de anunciar el kerigma
»Veo a la Iglesia como un hospital de campaña tras una batalla. ¡Qué inútil es preguntarle a un herido si tiene altos el colesterol o el azúcar! Hay que curarle las heridas. Ya hablaremos luego del resto. Curar heridas, curar geridas... y hay que comenzar por lo más elemental. La Iglesia a veces se ha dejado envolver en pequeñas cosas, en pequeños preceptos. Cuando lo más importante es el anuncio primero: ¡Jesucristo te ha salvado!"

Sobre la evangelización: salir a buscar
»En lugar de ser solamente una Iglesia que acoge y recibe, manteniendo sus puertas abiertas, busquemos más bien ser una Iglesia que encuentra caminos nuevos, capaz de salir de sí misma yendo hacia el que no la frecuenta, hacia el que se marchó de ella, hacia el indiferente. El que abandonó la Iglesia a veces lo hizo por razones que, si se entienden y valoran bien, pueden ser el inicio de un retorno. Pero es necesario tener audacia y valor.

Sobre los confesores: o rigoristas o laxos
»El confesor corre siempre peligro de ser o demasiado rigorista o demasiado laxo. Ninguno de los dos es misericordioso, porque ninguno de los dos se hace de verdad cargo de la persona. El rigorista se lava las manos y lo remite a lo que está mandado. El laxo se lava las manos diciendo simplemente "esto no es pecado" o algo semejante. A las personas hay que acompañarlas, las heridas necesitan curación.

Sobre homosexualidad: Catecismo y acogida
»Durante el vuelo en que regresaba de Río de Janeiro dije que si una persona homosexual tiene buena voluntad y busca a Dios, yo no soy quién para juzgarla. Al decir esto he dicho lo que dice el Catecismo. 

»La religión tiene derecho de expresar sus propias opiniones al servicio de las personas, pero Dios en la creación nos ha hecho libres: no es posible una injerencia espiritual en la vida personal. Una vez una persona, para provocarme, me preguntó si yo aprobaba la homosexualidad. Yo entonces le respondí con otra pregunta: ‘Dime, Dios, cuando mira a una persona homosexual, ¿aprueba su existencia con afecto o la rechaza y la condena?’.

»Hay que tener siempre en cuenta a la persona. Y aquí entramos en el misterio del ser humano. En esta vida Dios acompaña a las personas y es nuestro deber acompañarlas a partir de su condición. Hay que acompañar con misericordia. Cuando sucede así, el Espíritu Santo inspira al sacerdote la palabra oportuna.

Sobre cómo hablar de aborto o matrimonio: en un contexto 
»No podemos seguir insistiendo solo en cuestiones referentes al aborto, al matrimonio homosexual o al uso de anticonceptivos. Es imposible. Yo he hablado mucho de estas cuestiones y he recibido reproches por ello. Pero si se habla de estas cosas hay que hacerlo en un contexto. Por lo demás, ya conocemos la opinión de la Iglesia y yo soy hijo de la Iglesia, pero no es necesario estar hablando de estas cosas sin cesar

Sobre el papel de la mujer
»Es necesario ampliar los espacios para una presencia femenina más incisiva en la Iglesia. Temo la solución del ‘machismo con faldas’, porque la mujer tiene una estructura diferente del varón. Pero los discursos que oigo sobre el rol de la mujer a menudo se inspiran en una ideología machista. Las mujeres están formulando cuestiones profundas que debemos afrontar. 

»La Iglesia no puede ser ella misma sin la mujer y el papel que esta desempeña. La mujer es imprescindible para la Iglesia. María, una mujer, es más importante que los obispos. Digo esto porque no hay que confundir la función con la dignidad. Es preciso, por tanto, profundizar más en la figura de la mujer en la Iglesia. Hay que trabajar más hasta elaborar una teología profunda de la mujer. Solo tras haberlo hecho podremos reflexionar mejor sobre su función dentro de la Iglesia. En los lugares donde se toman las decisiones importantes es necesario el genio femenino. Afrontamos hoy este desafío: reflexionar sobre el puesto específico de la mujer incluso allí donde se ejercita la autoridad en los varios ámbitos de la Iglesia

Sobre la diferencia entre la experiencia y la teoría
»Pensemos en las religiosas que viven en hospitales: viven en las fronteras. Yo mismo estoy vivo gracias a ellas. Con ocasión de mi problema de pulmón en el hospital, el médico me prescribió penicilina y estreptomicina en cierta dosis. La hermana que estaba de guardia la triplicó porque tenía ojo clínico, sabía lo que había que hacer porque estaba con los enfermos todo el día. El médico, que verdaderamente era un buen médico, vivía en su laboratorio, la hermana vivía en la frontera y dialogaba con la frontera todos los días. Domesticar las fronteras significa limitarse a hablar desde una posición de lejanía, encerrase en los laboratorios, que son cosas útiles. Pero la reflexión, para nosotros, debe partir de la experiencia

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