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sábado, 15 de junio de 2013

Bienaventurada eres María




Bienaventurada eres María 

Padre Tomás Rodríguez Carbajo


î Porque entre todas las mujeres has sido elegida par ser Madre de Dios.

î Porque has sido la primera redimida con los méritos preventivos de Cristo.

î Porque fuiste Madre de Tu Creador.

î Porque tu virginidad te hizo propiedad exclusiva de Dios.

î Porque te enamoraste de un hombre sin que esto disminuyera para nada Tu amor a Dios.

î    Porque sin entender lo que te decía de tu Hijo, Tu lo guardabas en tu corazón.

î    Porque sin comprender las reacciones de Tu Hijo, lo aceptabas.

î    Porque has tenido capacidad de cambiar tus planes, para acomodarlos a los de Dios.

î    Porque en medio de las preocupaciones de este mundo, tenías tu corazón puesto en Dios.

î    Porque generosamente te desprendiste de Tu Hijo, para que no nos faltase el alimento de su Palabra.

î    Porque escuchaste los primero balbuceos de Jesús.

î    Porque tuviste conversaciones íntimas con Tu Hijo, Redentor del mundo.

î        Porque llevaste a la práctica las enseñanzas de Jesús.

î        Porque tu maternidad dolorosa hizo que nos engendraras a nosotros como hijos.

î        Porque esperaste con plena certeza la resurrección de Tu Hijo, mereciste que te visitara en primer lugar.

î       Porque supiste descubrir la dignidad del que sirve, al prestar tus servicios a tu prima Isabel.

î      Porque tu generosidad te llevó a darnos a Tu Hijo para que nos salvara.

î     Porque tu capacidad de silencio te hizo pasar incólume por la prueba de la desconfianza.

î     Porque tu repulsa a la mediocridad te hizo mantener siempre firme el sí a la voluntad de Dios.

î      Porque tu exquisita caridad te llevó a que no quedasen en ridículo unos recién casados.

î    Porque en el anonimato desempeñaste el papel de Madre del Salvador del mundo.

î      Porque descubriste el valor de las cosas pequeñas.

î     Porque toda enseñanza que nos dejaste a los hombres fue orientarnos a Jesús.

î      Porque tu pobreza no fue obstáculo para que tu Hijo estuviera a gusto contigo.

î     Porque tu humildad atrajo las miradas de Dios.

î      Porque tu grandeza sencilla nos hace clamarte a todos los hombres: ¡Bienaventurada!.

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