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martes, 26 de febrero de 2013

¡Oh excelsa Madre de Dios y Esperanza de los mortales!


¡Oh excelsa Madre de Dios y Esperanza de los mortales!

Sabedor de que habéis recibido la misión divina de guardar, guiar, alegrar y consolar a las almas, a Vos acudo con inquebrantable fe e ilimitada confianza.

Vuestro título de Madre de la Esperanza me alienta sobremanera; vuestro nombre ya es prenda de buena acogida; vuestra misión es seguridad de otorgamiento.

Seguro de que vuestros brazos se abren en todo momento con solicitud maternal, en ellos me arrojo. De Vos todo lo espero.

Aun cuando todo el mundo me abandone, aun cuando la ciencia me desahucie, aun cuando el Cielo oculte sus celajes, aun cuando Dios no oyera ya mis ruegos, aun cuando las tinieblas envolvieran mi alma, aun cuando todo el camino se me cerrara, y sin luz, sin calor, sin fuerza, sin aliento, sin sostén alguno ni humano ni divino, estuviera por hundirme en el abismo de la desesperación, a vuestro amparo me acojo. Vos no me abandonaréis, oh Madre mía; Vos fuistéis, sois y seréis, después de Jesús, toda mi esperanza. En Vos confié y en Vos confío contra toda esperanza y seguro estoy que no quedaré confundido. ¡Oh Madre buena y poderosa, oh Madre de la Esperanza! mirad mi aflicción y necesidad, dadme consuelo, escuchad mi plegaria.

Por Jesucristo tu Hijo, nuestro Señor.

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