Lista de páginas

sábado, 6 de julio de 2024

Santo Evangelio 6 de Julio 2024

 


Texto del Evangelio (Mt 9,14-17):

 En aquel tiempo, se le acercan los discípulos de Juan y le dicen: «¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos, y tus discípulos no ayunan?». Jesús les dijo: «¿Pueden acaso los invitados a la boda ponerse tristes mientras el novio está con ellos? Días vendrán en que les será arrebatado el novio; entonces ayunarán. Nadie echa un remiendo de paño sin tundir en un vestido viejo, porque lo añadido tira del vestido, y se produce un desgarrón peor. Ni tampoco se echa vino nuevo en pellejos viejos; pues de otro modo, los pellejos revientan, el vino se derrama, y los pellejos se echan a perder; sino que el vino nuevo se echa en pellejos nuevos, y así ambos se conservan».



«Días vendrán en que les será arrebatado el novio; entonces ayunarán»


Rev. D. Joaquim FORTUNY i Vizcarro

(Cunit, Tarragona, España)

Hoy notamos cómo con Jesús comenzaron unos tiempos nuevos, una doctrina nueva, enseñada con autoridad, y cómo todas las cosas nuevas chocaban con la praxis y el ambiente dominante. Así, en las páginas que preceden al Evangelio que estamos contemplando, vemos a Jesús perdonando los pecados al paralítico y curando su enfermedad, mientras que los escribas se escandalizan; Jesús llamando a Mateo, cobrador de impuestos y comiendo con él y otros publicanos y pecadores, y los fariseos “subiéndose por las paredes”; y en el Evangelio de hoy son los discípulos de Juan quienes se acercan a Jesús porque no comprenden que Él y sus discípulos no ayunen.

Jesús, que no deja nunca a nadie sin respuesta, les dirá: «¿Pueden acaso los invitados a la boda ponerse tristes mientras el novio está con ellos? Días vendrán en que les será arrebatado el novio; entonces ayunarán» (Mt 9,15). El ayuno era, y es, una praxis penitencial que contribuye a «adquirir el dominio sobre nuestros instintos y la libertad del corazón» (Catecismo de la Iglesia, n. 2043) y a impetrar la misericordia divina. Pero en aquellos momentos, la misericordia y el amor infinito de Dios estaba en medio de ellos con la presencia de Jesús, el Verbo Encarnado. ¿Cómo podían ayunar? Sólo había una actitud posible: la alegría, el gozo por la presencia del Dios hecho hombre. ¿Cómo iban a ayunar si Jesús les había descubierto una manera nueva de relacionarse con Dios, un espíritu nuevo que rompía con todas aquellas maneras antiguas de hacer?

Hoy Jesús está: «Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo» (Mt 28,20), y no está porque ha vuelto al Padre, y así clamamos: ¡Ven, Señor Jesús!

Estamos en tiempos de expectación. Por esto, nos conviene renovarnos cada día con el espíritu nuevo de Jesús, desprendernos de rutinas, ayunar de todo aquello que nos impida avanzar hacia una identificación plena con Cristo, hacia la santidad. «Justo es nuestro lloro —nuestro ayuno— si quemamos en deseos de verle» (San Agustín).

A Santa María le suplicamos que nos otorgue las gracias que necesitamos para vivir la alegría de sabernos hijos amados.

Cautiva en los «campos de la muerte» de Pol Pot conoció a Dios: «Fue un milagro, siempre estuvo ahí»

 



Cautiva en los «campos de la muerte» de Pol Pot conoció a Dios: «Fue un milagro, siempre estuvo ahí»

Tran Lam.

"Entendí que Dios había estado ahí en cada momento de mi vida, que me había dado la fuerza para continuar y perdonar", relata Tran Lam, cautiva de los Jemeres Rojos durante años.

Miedo, sangre, cadáveres en descomposición y masacres. Son buena parte de los recuerdos de infancia de Tran Lam. Nació en Camboya en 1970, tres años después de que comenzase la guerra civil en su país natal (1967-1975) y cinco antes de que los Jemeres Rojos iniciasen su régimen de terror y persecución hasta 1979.

Entrevistada por el diario canadiense Le Verbe, comienza recordando el 17 de abril de 1975, fiesta del Año Nuevo camboyano. Su madre había acudido a visitar la tuba de su padre, pero sería el último día que la viese con vida.

Ese día, los Jemeres Rojos -el brazo armado del Partido Comunista de Kampuchea- liderados por Pol Pot culminaron la victoria que les llevaría al poder.

Durante los siguientes ocho años, Camboya asistió al genocidio de la tercera parte de la población, al menos 1,5 millones de personas, según las cifras más reducidas. La madre de Tran fue una de las víctimas. Muchos fueron enviados a los oficiales "campos de reeducación", también conocidos como "campos de muerte".

"Sin la ayuda de Dios, habría muerto"

La joven, por entonces de unos 5 años, también fue llevada a los campos. Allí permanecería cuatro años privada de alimentos, dedicada por entero a los trabajos forzados y rodeada de amenazas de muerte, sin conocer prácticamente desde la niñez lo que significaba una muestra de cariño.

"Sin mi hermano mayor y la ayuda de Dios, habría muerto", cuenta la mujer.

Su extenuante trabajo se desarrollaba en los arrozales plagados de sanguijuelas. Lo bueno, dice, "es que nos chupaban las heridas y nos curábamos más rápido". 

En los campos, la pequeña fue interrogada por los Jemeres sobre su hermano, consciente de que "si decía que sabía leer y escribir lo matarían". Por eso el silencio era la respuesta de Tran, lo que la llevó a comer aún menos que buena parte de los maltrechos prisioneros y tener que asar ranas y sapos por su cuenta para poder sobrevivir.

"Los tiraba al fuego para cocinarlos. Recuerdo el terror en sus ojos, ¡como los nuestros! ¡Éramos como esas bestias! ¡Aterrados, sin salida!", recuerda.

Rodeada de cadáveres "Nunca podré olvidarlo"

Llegado un momento, los supervivientes de la guerra debían trabajar incluso en la noche, valiéndose de algunos granos de arroz y sal negra como único sustento para los que lograban sobrevivir al calor del día.

"Caían como moscas. Literalmente. Había gente muerta por todas partes. Recuerdo una mañana en que, sin motivo alguno, nos soltaron. Caminé con la esperanza de encontrar a mi madre. Sólo había cadáveres alrededor. Los Jemeres Rojos habían enterrado a los muertos, pero no lo suficientemente profundo...  Llovía y los cuerpos emergían del suelo. Nunca podré olvidar aquellas imágenes", confiesa.



Cautiva del régimen de Pol Pot, Tran Lam escuchó el nombre de Jesús por primera vez en los campos de la muerte. 

En el campo, escuchó el nombre de Jesús

Su estancia en los campos marcarían buena parte de su vida. Y no solo por los horrores: allí, por primera vez, escuchó el nombre de Jesús.

Tran fue liberada una noche de 1979, mientras observaba atónita como los jemeres huían del fuego de ametralladora proveniente de Vietnam, lo que obligó a Pol Pot a abandonar el país y ocultarse. Se dice que, cuando tuvo constancia de la huida de algunos camboyanos a Tailandia, Pol Pot sembró la frontera con diez millones de minas antipersona para evitar nuevas huidas.

Su descanso no duraría mucho: aquel año, las fuerzas del comunismo vietnamita, enemigo del camboyano, ocuparon Phnom Penh y pusieron fin al dominio jemer, pero la resistencia se cobró otras decenas de miles de vidas y salir del país con vida era prácticamente imposible.

Por eso, Tran recuerda como "un milagro" que ella y Bunna, -nombre ficticio de la mujer de un familiar de la cautiva-, se encontrasen en el bosque, evitasen los disparos y llegasen a Tailandia, mientras "las balas silbaban por todos lados".

Aunque todavía no tenía claro por quién, sabía que "estaba realmente protegida".

Cautiva de nuevo y confiada a Dios

Con Bunna y a salvo en Montreal (Canadá) tampoco obtuvo la libertad que esperaba: a los 16 años, lejos de enviarla a un colegio, la obligaba a trabajar en una fábrica seis días por semana, sin salario, apenas comía y sin saber leer o escribir.

"Era como Cenicienta. Bunna me pegaba y me encerraba en una habitación. Cuando salía, fue para hacer las tareas del hogar", recuerda.

Finalmente la echó de casa en pleno invierno y Tran estaba segura de que "iba a morir congelada".

"Entonces pensé en Jesús. Le confié mi vida mientras lloraba. Siento que mi fe nació en ese momento. Entendí que él había muerto en la cruz y que yo iba a morir de frío", recuerda.

Salvada por un matrimonio de fe

Congelada, solo tenía dos personas a las que acudir, Lucille y Maurice, el matrimonio que ayudó a las dos  refugiadas tras su llegada a Canadá.

Al verla, la preparó un  baño, algo de lo que Tran nunca había disfrutado: "Lucille lloraba mientras me aplicaba un ungüento en las quemaduras [a causa de la congelación]. Yo no sabía cómo reaccionar ante su cariño. Era la primera vez que alguien me quería así. Fue como un sueño".  

También pudo comer como no lo hacía en mucho tiempo, mientras tomaba conciencia de que Dios la había salvado definitivamente de Bunna.

Pasaba el tiempo y el matrimonio fue como una auténtica familia para ella: la enseñaron francés, respondieron todas las preguntas que Tran se hacía sobre la fe y Jesús y la acompañaron durante su catequesis.

Bautizada y aprendiendo de Dios: "Siempre ha estado ahí"

A los 18 años, tres meses después de la muerte de Lucille, Tran recibió el bautismo, llorando a su madre por segunda vez en su vida.

La última en acogerla fue una de las Siervas del Sagrado Corazón de María, que la matriculó en un colegio interno en Waterville, donde vivió y rezó con las hermanas durante los siguientes tres años.

Algo más tarde, cuenta que en un retiro, durante un momento de oración, sintió la voz de Jesús llamándole a "entregar" su sufrimiento, a lo que siguió una experiencia "indescriptible".

"Entonces entendí que tenía que morir a mi pasado para poder seguir viviendo. Entendí que Dios había estado ahí en cada momento de mi vida, que me había dado la fuerza para continuar y perdonar. Dios es inocente, como yo lo era. En la cruz perdonó a sus verdugos. Tiene razón: ¡no sabemos lo que estamos haciendo!", concluye la cautiva.


Fuente: Religión en libertad


viernes, 5 de julio de 2024

Santo Evangelio 5 de Julio 2024



 Texto del Evangelio (Mt 9,9-13):

 En aquel tiempo, al pasar vio Jesús a un hombre llamado Mateo, sentado en el despacho de impuestos, y le dice: «Sígueme». Él se levantó y le siguió. Y sucedió que estando Él a la mesa en casa de Mateo, vinieron muchos publicanos y pecadores, y estaban a la mesa con Jesús y sus discípulos. Al verlo los fariseos decían a los discípulos: «¿Por qué come vuestro maestro con los publicanos y pecadores?». Mas Él, al oírlo, dijo: «No necesitan médico los que están fuertes, sino los que están mal. Id, pues, a aprender qué significa aquello de: ‘Misericordia quiero, que no sacrificio’. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores».



«Sígueme»


Rev. D. Pere CAMPANYÀ i Ribó

(Barcelona, España)

Hoy, el Evangelio nos habla de una vocación, la del publicano Mateo. Jesús está preparando el pequeño grupo de discípulos que han de continuar su obra de salvación. Él escoge a quien quiere: serán pescadores, o de una humilde profesión. Incluso, llama a que le siga un cobrador de impuestos, profesión menospreciada por los judíos —que se consideraban perfectos observantes de la ley—, porque la veían como muy cercana a tener una vida pecadora, ya que cobraban impuestos en nombre del gobernador romano, a quien no querían someterse.

Es suficiente con la invitación de Jesús: «Sígueme» (Mt 9,9). Con una palabra del Maestro, Mateo deja su profesión y muy contento le invita a su casa para celebrar allí un banquete de agradecimiento. Era natural que Mateo tuviera un grupo de buenos amigos, del mismo “ramo profesional”, para que le acompañaran a participar de aquel convite. Según los fariseos, toda aquella gente eran pecadores reconocidos públicamente como tales.

Los fariseos no pueden callar y lo comentan con algunos discípulos de Jesús: «¿Por qué come vuestro maestro con los publicanos y pecadores?» (Mt 9,10). La respuesta de Jesús es inmediata: «No necesitan médico los que están fuertes, sino los que están mal» (Mt 9,12). La comparación es perfecta: «No he venido a llamar a justos, sino a pecadores» (Mt 9,13).

Las palabras de este Evangelio son de actualidad. Jesús continúa invitándonos a que le sigamos, cada uno según su estado y profesión. Y seguir a Jesús, con frecuencia, supone dejar pasiones desordenadas, mal comportamiento familiar, pérdida de tiempo, para dedicar ratos a la oración, al banquete eucarístico, a la pastoral misionera. En fin, que «un cristiano no es dueño de sí mismo, sino que está entregado al servicio de Dios» (San Ignacio de Antioquía).

Ciertamente, Jesús me pide un cambio de vida y, así, me pregunto: ¿de qué grupo formo parte, de la persona perfecta o de la que se reconoce sinceramente defectuosa? ¿Verdad que puedo mejorar?


De darlo en adopción, a reencontrarlo cuando iba a ser cura: «Dios te ama, mamá, me dijo, y le creí»

 



 De darlo en adopción, a reencontrarlo cuando iba a ser cura: «Dios te ama, mamá, me dijo, y le creí»

Laura con su hijo

"Cuando regresé a casa, seguí pensando en esa historia. Si el Creador del universo me ama, probablemente quiera conocerme. Y probablemente quiera que lo conozca. Entonces hice lo mismo que el amigo de Stephen", dice Laura.

Laura Richards descubrió a Dios a sus cuarenta años, después de haber vivido el dolor de haber quedado embarazada en la adolescencia y tener que dar a su hijo en adopción. Más de dos décadas después de aquel trauma se reencontró con un joven, que por aquel entonces se preparaba para ser sacerdote.

"Cuando era adolescente fui a hacerme la prueba de embarazo. Recuerdo sentir el miedo de tener que contárselo a mis padres y a mi novio, y la vergüenza de enfrentarme con sus padres", cuenta Laura Richards en The Coming Home Network.

"He pensado en ti durante 23 años" 

"Solía recordar el nacimiento de mi hijo, abrazarlo y luego tener que darlo en adopción. Recordaba los sentimientos de dolor y pérdida durante 23 años separados, y pensaba en la alegría abrumadora que sería nuestro reencuentro. Supe por primera vez que Dios estuvo allí cuando estaba embarazada y lo tuve que dar en adopción. Este niño, a quien salvé, regresó y me salvó a mí; todo eso estaba en el plan del Señor", comenta Laura.

"Un martes después del trabajo, mi esposo salió a recoger el correo. La carta decía que tenía derecho a conocer la información sobre el niño que había dado en adopción cuando era un adolescente. Gracias a Dios estaba sentada, si no me habría desplomado. La primera página incluía el nombre y el número de teléfono de mi hijo. Las siguientes contenían una copia de su partida de nacimiento", explica Laura.

"Me sentía en shock. Había pasado los últimos 23 años pensando en este hijo. Darlo en adopción fue una decisión muy difícil que me marcó y dejó en mí heridas con las que luché seriamente durante varios años. Solía mirar a los niños pequeños en las tiendas, buscando a alguien que se pareciera a mí", relata.

"Llegué a calcular si se habría graduado en el instituto, y hojeaba los periódicos para ver si alguno de los graduados se parecía a mi antiguo novio. Pasé años soñando con esto. Así que imagínate ahora... teniendo su nombre y su número de teléfono en mis manos. Mi marido me dijo: '¡Espera! ¿Estás segura de que estás preparada para esto? ¿Sabes lo que vas a decir?'. Marqué el número y me saltó el buzón de voz. Pensé: 'No creo que se pueda decir por mensaje', así que colgué", recuerda.

"Entonces abrí mi ordenador, y escribí un correo electrónico: '¿Eres el Stephen que fue adoptado por Sean y Tanya? Si es así, soy tu madre biológica y llevo esperando 23 años y 8 días para hablar contigo'. Envié el correo electrónico, y por la mañana tenía una respuesta esperándome: 'Sí, soy el Stephen adoptado por Sean y Tanya, ¡y he pensado en ti durante 23 años y 9 días! Eres mi mejor regalo de cumpleaños'", comenta Laura.

"¡No te puedes imaginar mi alegría! Quedamos para hablar por primera vez esa misma tarde. ¡Estaba tan emocionada! Llamé a mi hermana y hablamos brevemente. Después de colgar, ella empezó a buscar en Google el nombre de Stephen y me envió un correo con una foto de un joven apuesto que se parecía mucho a mi antiguo novio y a mi hijo mayor. Llevaba una camisa negra y un alzacuellos de cura. Stephen estaba en el seminario".

"Recuerdo que mi primer pensamiento fue: '¡Qué lástima, va a ser cura!'. Pero, luego, me dije: '¡Vaya, va a ser cura! ¡Qué guay! ¿No me dará vía libre para ir al cielo o algo así... por ser la madre de un sacerdote?'. A las 17:01, corrí y me senté en mi cama a esperar su llamada. Recuerdo estar mirando el teléfono, preguntándome cuántas veces debería dejarlo sonar. La respuesta era obvia: un timbre sería suficiente", recuerda.

"Entonces sonó el teléfono y ¡hablamos durante tres horas! Nos metimos en las páginas de Facebook de cada uno y miramos todas las fotos. Recuerdo que me mostró una foto en la que yo habría jurado que era mi antiguo novio el que estaba allí y no Stephen. Era una sensación increíble, conocer a alguien sin conocerlo. Un sentimiento que es difícil de describir. Pasamos el siguiente mes y medio hablando casi a diario".

"Durante ese tiempo, puse en contacto a Stephen con su padre biológico, lo que fue algo maravilloso para ambos, e hicimos planes para encontrarnos en persona el día de Acción de Gracias. Él estaba en Maryland, en el seminario, y yo, en Washington, ambos hicimos planes para volar a casa. Stephen eligió el lugar del encuentro: la gruta del campus de la Universidad de Notre Dame".

"Aquella mañana estaba muy nerviosa. Cuando llegué al campus, me tomó tiempo encontrar la gruta, así que llegué unos minutos tarde. Recuerdo que al doblar una esquina vi la gruta y luego a un hombre delgado arrodillado frente a ella. Stephen me oyó, se levantó y se dio la vuelta. No podía creer que estuviera delante de mí, me sentía emocionada. El largo sueño había terminado; ¡por fin era realidad!".



Laura Richards y su hijo"Ella empezó a buscar en Google el nombre de Stephen y me envió un correo con una foto de un joven apuesto que se parecía mucho a mi antiguo novio y a mi hijo mayor".

"No hay palabras para describir aquel encuentro. Cuando ya habíamos pasado un rato juntos, él empezó a decirme: '¿Sabes, mamá?, Dios te ama mucho'. Al principio, yo respondía: 'Sí, lo sé'. Porque nací y crecí católica, asistí a la escuela primaria y secundaria católica, asistí a clases de catecismo y a una universidad católica... Por supuesto que lo sabía, pero realmente no iba mucho a la Iglesia. Sin embargo, Stephen continuó diciéndome: 'Dios te ama mucho, mamá. Ni siquiera puedes imaginar cuánto'".

"Él repetía su 'mantra' y recuerdo que me detuve por un momento y pensé: '¿Eh, de verdad? ¿Es realmente posible? ¿Él, que es el Creador de todo el universo? ¿Él, que creó las estrellas... realmente se preocupa por mí? ¿Cómo es posible? Soy un ácaro de polvo. No soy nada más. ¿Cómo es posible?'".

"La primavera siguiente, Stephen me invitó al seminario a pasar una semana para estar juntos. Una noche salimos a cenar con un amigo que también estaba en el seminario. Su amigo nos contó su historia de conversión. Había estado trabajando como informático y en un momento dado sintió que Dios lo llamaba a tener una relación personal con Él. Pensó: 'Si quiero conocer a mi Creador, si quiero saber a qué me llama, necesito pasar tiempo con Él. Necesito ir a la iglesia más de una vez a la semana, todos los días si puedo'".

"Cuando regresé a casa, seguí pensando en esa historia. Si el Creador del universo me ama, probablemente quiera conocerme. Y probablemente quiera que lo conozca. Entonces hice lo mismo que el amigo de Stephen: empecé a ir a misa a menudo. Le pregunté a mi jefe si podía entrar a trabajar pronto y salir para ir a la misa de ocho. Recuerdo que hizo un comentario sarcástico, algo así como que no quería ser la razón por la que yo me fuera al infierno".

"Un día, en la misa dominical, el sacerdote se levantó para pronunciar la homilía y leyó esto: 'Es verdad. Estoy a la puerta de tu corazón, día y noche. Incluso cuando no estás escuchando, incluso cuando dudas que pueda ser yo, estoy ahí...'. Él sabía todo sobre mí, todas las cosas malas que había hecho, y, sin embargo, me había amado toda mi vida. ¡Qué alegría saber eso! ¡Qué consuelo!". 


Puedes escuchar aquí el testimonio de Laura Richards.

"Entonces, me pregunté, ¿por qué nadie me había dicho esto antes? Tengo 40 años, por el amor de Dios; hubiera sido bueno saber esto antes. Él estuvo allí cuando yo estaba embarazada y dí en adopción a mi hijo. Y este niño, a quien salvé, regresó y me salvó; todo eso estaba en su plan", concluye Laura, que ahora es terciaria carmelita.

Fuente: Religión en LIbertad

jueves, 4 de julio de 2024

Santo Evangelio 4 de Julio 2024

 


Texto del Evangelio (Mt 9,1-8):

 En aquel tiempo, subiendo a la barca, Jesús pasó a la otra orilla y vino a su ciudad. En esto le trajeron un paralítico postrado en una camilla. Viendo Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: «¡Animo!, hijo, tus pecados te son perdonados». Pero he aquí que algunos escribas dijeron para sí: «Éste está blasfemando». Jesús, conociendo sus pensamientos, dijo: «¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir: ‘Tus pecados te son perdonados’, o decir: ‘Levántate y anda’? Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar pecados —dice entonces al paralítico—: ‘Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa’». Él se levantó y se fue a su casa. Y al ver esto, la gente temió y glorificó a Dios, que había dado tal poder a los hombres.



«Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa»


Rev. D. Francesc NICOLAU i Pous

(Barcelona, España)

Hoy encontramos una de las muchas manifestaciones evangélicas de la bondad misericordiosa del Señor. Todas ellas nos muestran aspectos ricos en detalles. La compasión de Jesús misericordiosamente ejercida va desde la resurrección de un muerto o la curación de la lepra, hasta perdonar a una mujer pecadora pública, pasando por muchas otras curaciones de enfermedades y la aceptación de pecadores arrepentidos. Esto último lo expresa también en parábolas, como la de la oveja descarriada, la didracma perdida y el hijo pródigo.

El Evangelio de hoy es una muestra de la misericordia del Salvador en dos aspectos al mismo tiempo: ante la enfermedad del cuerpo y ante la del alma. Y puesto que el alma es más importante, Jesús comienza por ella. Sabe que el enfermo está arrepentido de sus culpas, ve su fe y la de quienes le llevan, y dice: «¡Animo!, hijo, tus pecados te son perdonados» (Mt 9,2).

¿Por qué comienza por ahí sin que se lo pidan? Está claro que lee sus pensamientos y sabe que es precisamente esto lo que más agradecerá aquel paralítico, que, probablemente, al verse ante la santidad de Jesucristo, experimentaría confusión y vergüenza por las propias culpas, con un cierto temor a que fueran impedimento para la concesión de la salud. El Señor quiere tranquilizarlo. No le importa que los maestros de la Ley murmuren en sus corazones. Más aun, forma parte de su mensaje mostrar que ha venido a ejercer la misericordia con los pecadores, y ahora lo quiere proclamar.

Y es que quienes, cegados por el orgullo se tienen por justos, no aceptan la llamada de Jesús; en cambio, le acogen los que sinceramente se consideran pecadores. Ante ellos Dios se abaja perdonándolos. Como dice san Agustín, «es una gran miseria el hombre orgulloso, pero más grande es la misericordia de Dios humilde». Y en este caso, la misericordia divina todavía va más allá: como complemento del perdón le devuelve la salud: «Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa» (Mt 9,6). Jesús quiere que el gozo del pecador convertido sea completo.

Nuestra confianza en Él se ha de afianzar. Pero sintámonos pecadores a fin de no cerrarnos a la gracia.


La «levitación» de los santos: algunos milagros extraordinarios, concretos y bien documentados



 La «levitación» de los santos: algunos milagros extraordinarios, concretos y bien documentados

San José de Cupertino levitando

San José de Cupertino es el santo más conocido por sus levitaciones

En la Iglesia a lo largo de su historia la levitación es uno de los signos más llamativos sobre la posible santidad de la persona. No ha sido muy frecuente, pero se ha escrito mucho y se ha atribuido a grandes santos, aunque la devoción también se ha encargado de extenderla más de lo que probablemente haya sucedido.

La levitación es un hecho muy concreto y visible, pues suspenderse en el aire es algo realmente extraordinario. Pero a diferencia de la incorrupción, sus efectos son muy limitados en el tiempo por lo que en este caso los relatos de los testigos presenciales son de vital importancia.

Precisamente sobre la levitación investiga Adam Blai en su libro de 2021 The Catholic Guide to Miracles: Separating the Authentic from the Counterfeit (La guía católica de los milagros: Separando lo auténtico de lo falso).

El autor es un laico, perito de la Diócesis de Pittsburgh, experto en demonología y exorcismos. Lleva años dedicándose a la formación de sacerdotes, seminaristas y laicos. Es miembro auxiliar de la Asociación Internacional de Exorcistas y colabora con el exorcista diocesano desde hace años.

En un artículo en Catholic Exchange, Blai explica que en todo lo concerniente a lo milagroso y lo extraordinario, como es la levitación, la Iglesia ha estado en guardia contra la exageración o la invención.

Es muy importante contar con el testimonio directo de la persona que levitó, o de aquellos que presenciaron la levitación, e incluso entonces, la Iglesia examina detenidamente la confiabilidad y las motivaciones de los testigos. Un ejemplo de este tipo de investigación se puede encontrar en las afirmaciones sobre San Francisco de Asís.


Una imagen clásica de San Francisco de Asís en oración

1. ¿Levitó San Francisco de Asís?

San Buenaventura nació en 1221, cinco años antes de que Francisco muriera. Ingresó en la Orden de los Frailes Menores (los franciscanos) y se convirtió en el séptimo líder de la orden. Aunque se le conoce principalmente como filósofo, Buenaventura también escribió sobre el fundador de su orden, incluida la afirmación de que a menudo se encontraba a San Francisco levitando en el aire durante los éxtasis espirituales.

Los informes de escritores posteriores se hicieron eco y ampliaron estas afirmaciones, diciendo que San Francisco se elevaba hasta las copas de los árboles y, a veces, al cielo, donde apenas se lo podía ver.

La dificultad es que en 1245 (diecinueve años después de su muerte), la Iglesia había realizado una investigación detallada sobre la vida de Francisco. Las autoridades entrevistaron a muchas personas que lo conocían, y ninguna mencionó la levitación.

Entonces, o San Buenaventura tuvo acceso a materiales que no han sobrevivido, o las historias de levitación fueron una invención que Buenaventura escuchó y repitió como un hecho. A menudo se hace creer que las personas en el pasado, especialmente en la Iglesia, eran fácilmente engañadas o indiferentes a los hechos, pero la Iglesia, a lo largo de su historia, ha aplicado los mejores métodos disponibles para llegar a la verdad de los milagros.

Rara vez el desarrollo de estas afirmaciones se debió al engaño: más bien, los escritores piadosos transmitieron historias que surgieron de los devotos de los santos. Dado este patrón, ¿se deberían descartar todas las afirmaciones de levitación en la vida de los santos? No, parece que no.



2. Santa Teresa de Ávila

El autor explica también que hay buenas razones para creer que santa Teresa de Ávila levitó en varias ocasiones. Sus levitaciones fueron presenciadas repetidamente por muchas personas. También existen los relatos de la propia santa: describió la experiencia en su autobiografía. Aunque prefería no hablar de tales asuntos, escribió el libro obedeciendo a su superior. Aquí describe cómo resistió estos raptos que a veces la llevaron a la levitación:

“Estos efectos son muy llamativos. Uno de ellos es la manifestación del gran poder del Señor: como no somos capaces de resistir la voluntad de Su Majestad, ni en alma ni en cuerpo, y no somos nuestros propios dueños, nos damos cuenta de que, por molesta que sea esta verdad, hay una más fuerte que nosotros, y que estos favores son otorgados por Él, y que nosotros, por nosotros mismos, no podemos hacer absolutamente nada. Esto nos imprime una gran humildad. De hecho, confieso que me produjo un gran miedo, al principio un miedo terrible. Uno ve cómo se levanta el cuerpo del suelo; y aunque el espíritu lo arrastra hacia sí mismo, y si no se ofrece resistencia, lo hace con mucha suavidad, uno no pierde el conocimiento; al menos, yo mismo he tenido lo suficiente para permitirme darme cuenta de que estaba siendo elevada”.



Cuadro de Santa Teresa y San Juan de la Cruz levitando del pintor José García Hidalgo.

El obispo Diego de Yepes la conocía bien y escribió una de sus muchas biografías. Una vez, después de recibir la Comunión de él a través de la reja del convento, ella comenzó a levantarse. El obispo plasmó sus súplicas mientras se agarraba a los barrotes para detener su ascenso: “Señor, por una cosa de tan poca importancia como es que me haya privado de este favor Tuyo, no permitas que una criatura tan vil como yo sea tomada por una mujer santa”.

Hay anécdotas similares contadas por monjas que vieron levitar espontáneamente a Santa Teresa. Después de los hechos, les ordenó que nunca hablaran de ello, pero más tarde, bajo la obediencia de las autoridades superiores durante la investigación de la Iglesia sobre su vida, describieron estos sucesos. Por su parte, Santa Teresa estaba muy avergonzada por sus levitaciones y oró para que se detuvieran, y según todos los informes, disminuyeron enormemente en su vida posterior.

3. San José de Cupertino

Seguramente el santo más famoso por sus levitaciones es José de Cupertino (1603-1663). José tuvo una infancia muy difícil. Hoy probablemente habría sido acusado de sufrir algún tipo de trastorno psiquiátrico. Al parecer, no era inteligente y se le dio el sobrenombre del “boca abierta" porque a menudo miraba al vacío con la boca abierta. Mientras tanto, quizás debido a sus limitaciones y la respuesta de los demás a ellas, desarrolló mal genio. Para empeorar las cosas, su padre murió cuando José era muy joven.

José quería unirse a los franciscanos, pero debido a su falta de educación, no lo aceptaron. Luego fue aceptado por los capuchinos, pero lo expulsaron después de ocho meses. Su madre no quería que volviera a casa, por lo que le pidió a su hermano, un monje franciscano, que lo aceptara como sirviente en su monasterio. Su hermano estuvo de acuerdo y asignó a José a cuidar del ganado.

Con el tiempo, el temperamento de José se suavizó y comenzó a desempeñarse mejor en su trabajo, lo suficientemente bien como para que los franciscanos le permitieran estudiar para convertirse en sacerdote. Fue ordenado sacerdote en 1628.



Una imagen tipo estampa de San José de Cupertino volando sobre edificios

Después de su ordenación, José realizó muchas penitencias, incluido un ayuno riguroso, y por lo general solo comía alimentos sólidos dos veces por semana. Luego comenzó a sentir éxtasis espiritual cuando decía Misa o miraba imágenes devocionales.

Durante estos éxtasis, a menudo levitaba a unos pocos centímetros del suelo. Sus levitaciones eran tan frecuentes que la gente empezó a ir a verle. Durante la investigación de su causa de santidad, las autoridades corroboraron al menos setenta ocasiones en las que levitó en presencia de testigos.

Un ejemplo notable ocurrió durante una visita a Italia del embajador español. El embajador había visitado a José en su celda monástica y estaba tan impresionado que quiso regresar con su esposa. José entró en la iglesia donde la pareja esperaba encontrarse con él y, al ver una estatua de María, elevada tres metros en el aire, voló sobre la multitud hacia la estatua, oró, voló de regreso a la puerta y regresó a casa. Más tarde, la Iglesia tomó declaraciones de varias personas que estaban allí ese día, y sus historias fueron consistentes.

Hubo muchos otros casos que fueron investigados de manera similar, incluido uno frente al Papa Urbano VIII. En ese momento era costumbre besar los pies del Papa, en señal de respeto al Santo Padre. Cuando José lo hizo, se elevó en el aire y pudo volver a bajar solo cuando su superior le ordenó que lo hiciera. El Papa Urbano VIII dijo que si José moría mientras él vivía, testificaría de la levitación que ocurrió en su presencia.

Después de un tiempo, las levitaciones de José se convirtieron en un problema para el monasterio. Algunos pensaron que los episodios eran demoníacos, y fue denunciado por brujería e investigado por la Inquisición.

Lo enviaron a un monasterio en Asís para observación. Se le ordenó que no dijera misas públicas y que cesara por completo las apariciones públicas. Pero sus levitaciones continuaron en el monasterio, y pronto fue relegado a su celda y ni siquiera se le permitió comer con los otros frailes. José usó este aislamiento para acercarse a Dios en oración.

Finalmente, la Inquisición determinó que no estaba practicando la brujería y le permitió regresar a la vida monástica normal. José de Cupertino murió en 1663 a la edad de sesenta años y fue canonizado en 1767 por el Papa Clemente XIII.




La hermana Mariam Baouardy fue canonizada por Francisco en 2015

4. Santa María de Jesús Crucificado (Mariam Baouardy)

Un ejemplo más reciente de levitación es Santa María de Jesús Crucificado (1846-1878), quien fue canonizada el 17 de mayo de 2015 por el Papa Francisco. El 22 de junio de 1873, la santa no estaba en la cena y sus compañeras monjas fueron a buscarla. La encontraron en equilibrio sobre un gran tilo, cantando. La maestra de novicias le ordenó que bajara sin lastimarse, y ella obedeció de inmediato.

Las monjas documentaron siete ocasiones más en las que levitó. Como es habitual en estos casos, algunos sospecharon de ella por engaños, por lo que la espiaron y observaron, pero no se pudo descubrir una explicación natural.

Hay una maravillosa inocencia, incluso infantil, -afirma el autor- en las historias de las levitaciones de la hermana María. Ella pasaba de rama en rama del árbol mientras cantaba el amor de Dios. Al final de su vida, los testigos dieron fe de ocho episodios de este tipo, todos en el patio de su monasterio.

En ella se puede ver cómo un amor simple y fiel a Dios a veces puede hacer que se supere cualquier limitación. Por lo general, esto sucede interiormente a través de la conversión del alma por la gracia, pero a veces, en circunstancias extraordinarias, puede ocurrir externamente a través del cuerpo.

(Artículo publicado originariamente el 21 de mayo de 2021 en ReligionEnLibertad).

miércoles, 3 de julio de 2024

Santo Evangelio 3 de Julio 2024



 Texto del Evangelio (Jn 20,24-29):


 Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor». Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré».

Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro y Tomás con ellos. Se presentó Jesús en medio estando las puertas cerradas, y dijo: «La paz con vosotros». Luego dice a Tomás: «Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente». Tomás le contestó: «Señor mío y Dios mío». Dícele Jesús: «Porque me has visto has creído. Dichosos los que no han visto y han creído».



«Señor mío y Dios mío»


Rev. D. Joan SERRA i Fontanet

(Barcelona, España)

Hoy, la Iglesia celebra la fiesta de santo Tomás. El evangelista Juan, después de describir la aparición de Jesús, el mismo domingo de resurrección, nos dice que el apóstol Tomás no estaba allí, y cuando los Apóstoles —que habían visto al Señor— daban testimonio de ello, Tomás respondió: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré» (Jn 20,25).

Jesús es bueno y va al encuentro de Tomás. Pasados ocho días, Jesús se aparece otra vez y dice a Tomás: «Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente» (Jn 20,27).

—Oh Jesús, ¡qué bueno eres! Si ves que alguna vez yo me aparto de ti, ven a mi encuentro, como fuiste al encuentro de Tomás.

La reacción de Tomás fueron estas palabras: «Señor mío y Dios mío!» (Jn 20,28). ¡Qué bonitas son estas palabras de Tomás! Le dice “Señor” y “Dios”. Hace un acto de fe en la divinidad de Jesús. Al verle resucitado, ya no ve solamente al hombre Jesús, que estaba con los Apóstoles y comía con ellos, sino su Señor y su Dios.

Jesús le riñe y le dice que no sea incrédulo, sino creyente, y añade: «Dichosos los que no han visto y han creído» (Jn 20,28). Nosotros no hemos visto a Cristo crucificado, ni a Cristo resucitado, ni se nos ha aparecido, pero somos felices porque creemos en este Jesucristo que ha muerto y ha resucitado por nosotros.

Por tanto, oremos: «Señor mío y Dios mío, quítame todo aquello que me aparta de ti; Señor mío y Dios mío, dame todo aquello que me acerca a ti; Señor mío y Dios mío, sácame de mí mismo para darme enteramente a ti» (San Nicolás de Flüe).


6 cualidades necesarias para el matrimonio: casarse no es para cenizos ni rencorosos



 6 cualidades necesarias para el matrimonio: casarse no es para cenizos ni rencorosos

Unos novios ríen con una flor - foto de Carly Rae Hobbins en Unsplash

El matrimonio es algo solemne y elevado, pero también alegre, jovial y disfrutable - foto de Carly Rae Hobbins en Unsplash

Matrimonio para inconformistas (Rialp) es un libro de 160 páginas qué insiste en una idea: el matrimonio es para disfrutarlo.

Cada etapa, con los años, tiene sus desafíos y la pareja siempre necesitará ternura, trabajo, perdón, sinceridad y fidelidad, pero sus autores animan a trabajar para hacerlo disfrutable y no un ejercicio de estoicismo.

El libro es especialmente útil para novios (ayuda a elegir bien) y para matrimonios novatos e incluso para los veteranos, que han de aprender a explorar nuevas formas decrecer en su amor. Los autores son el matrimonio de Trini Puente y Alberto Baselga, Máster en Matrimonio y Familia por la Universidad de Navarra, profesores en la UIC y padres de cuatro hijos. Ya escribieron anteriormente el libro Sexo para Inconformistas pero en este tomo participa también el comunicador Antonio Tormo. El matrimonio Baselga Puente tiene cuenta en Instagram LoNuestro.info con más de 20.000 seguidores.



Matrimonio para Inconformistas, un libro con ideas de Antonio Tormo y el matrimonio de Trini Puente y Alberto Baselga

"Hay que empezar a decir alto y claro que el matrimonio es para disfrutarlo, sin esconder que es el tipo de relación más complicada, que requiere una capacidad de empatizar que no todos tienen. Esto no quiere decir que sea algo solo para selectos, inalcanzable. Muchas veces se recalca tanto la parte de entrega y de sacrificio que parece que el matrimonio es lo único que cuesta en esta vida, y que otros aspectos como el trabajo, el estudio, el deporte, el control del peso, mantener una amistad y mil otros asuntos no requieren ese sacrificio. No es así: todo lo que vale cuesta".

El libro, en su primera parte, señala 6 tips o cualidades fundamentales para emprender el camino del matrimonio, que recogemos a continuación:

1. Cada uno tiene que conocerse y amarse a sí mismo

¿Por qué es tan importante amarse a uno mismo? "La razón es que al casarse ya no somos dos, sino una sola carne, por tanto, si uno no se ama a sí mismo ¿cómo amará a esa nueva carne? Imposible. Podrá seguir admirando a su cónyuge, pero no su matrimonio, esa nueva carne ya que no ama a la mitad de esa unión. Cuando uno se conoce y se ama resulta más fácil aceptar al otro, también con sus virtudes y debilidades".

2. Hay que tener capacidad de enamorarse

En el matrimonio se necesitan capacidades de inteligencia emocional como: motivarse, perseverar, controlar los impulsos, esperar para alcanzar gratificaciones, evitar que la angustia bloquee la razón, confiar... "Empatizar es la capacidad de ponerse en el lugar del otro y ser aceptado", explican. En el matrimonio la empatía incluye hablar, expresar los sentimientos, escuchar con atención e interés y usar la mirada para expresar amor, acogida, apoyo...

3. Ha de haber deseo y la compatibilidad sexual

La compatibilidad sexual es, para los autores, básicamente la capacidad de sentirse mutuamente atraídos también en lo sexual. "Las personas sin deseo sexual no están capacitadas para casarse", dicen con rotundidad. La sexualidad forma parte del matrimonio. Hay que tomarse en serio el noviazgo y elegir bien a la persona con la que se quiere hacer una vida común. "¿Hay que acostarse con esa persona antes de casarse? La realidad es que no, hay que saber si esa persona nos atrae sexualmente o simplemente nos gusta su compañía. Nos atrae o no nos atrae". "No puedes obligarte por la voluntad a amar [sexualmente] a una persona. La podrás querer como amigo en el mejor de los casos, pero obligarte a que sea carne de tu carne va en contra de la esencia del matrimonio".



4. Requiere capacidad de perdonar

"Señal del amor hacia el otro es perdonar. Quizás sea la cualidad que más cuesta vivir. ¿Puedes olvidar y pasar página? Saber perdonar y saber disculpar es un ejercicio que hace crecer el amor. Hay que acompañar al otro en ese proceso y no meterle prisa para que nos perdone. Es verdad que el ofendido debe percibir el esfuerzo del otro en pedirle perdón. Es una situación complicada y a veces humillante", admiten los autores.

"Ir dejando cuentas pendientes sin perdonar y seguir adelante enfría el amor. Puede que sean muy buenos compañeros de piso pero ya no son amantes. Es una pena ir acumulando ofensas en la mochila de cada uno. Cuando alguien perdona, se siente libre y disfruta de su matrimonio y de la vida. Cuando es de doble dirección, madura y fortalece el amor, llevándolo al amor verdadero".

5. Hay que dar y también saber recibir

Lo de "dar sin esperar nada" no es parte de la lógica del matrimonio, avisan los autores. "Dar siempre impide al otro dar también. El matrimonio no es una competición de a ver quién es el que más se olvida de uno mismo. Consiste en hacerse felices mutuamente. Si uno está únicamente pendiente de hacer feliz al otro, no se dará cuenta de tantos detalles que el otro tiene y que no se disfrutan. El otro nunca sabrá si de verdad nos apetece una cosa o no. Lo que es peor, nos estará dando cosas que no nos gustan, creyendo que nos hace feliz".

"Negarse a recibir puede ser muy egoísta y hacer infeliz al otro. Cansa mucho una persona que nunca se siente feliz al recibir, por su deseo de negarse a disfrutar de las cosas. Disfrutar de las cosas es la posición más inteligente para ser feliz en el matrimonio", insisten.

6. Hay que saber ser feliz: el matrimonio no es para cenizos

"Hay personas que nunca son felices, siempre les falta algo para serlo. El que nunca está contento no puede tener vocación al matrimonio. En nuestra opinión, más bien sirve para vivir en el desierto sin molestar a nadie. El matrimonio es para gente optimista y no para cenizos. Las cosas buenas pasan, es verdad, pero hay que disfrutar a tope aunque sepamos que se acaban. Si nuestro amante nos ve disfrutar de ese momento a tope le estamos haciendo feliz y disfruta con nosotros".

"Hay que ser unos disfrutones de la vida, de lo bueno que tiene. Desear ser feliz no es voluntarismo ni inmadurez de carácter, es saber que hemos sido creados para ser felices. Saber disfrutar de una puesta de sol, del sonido de un río, de las olas del mar, de un abrazo, de un beso... no implica negar las dificultades de la vida. Saber ser feliz es una cualidad imprescindible en la vida matrimonial. Nadie puede ser feliz si cree que es imposible", advierten los autores.

Fuente: Religión el Libertad

martes, 2 de julio de 2024

Santo Evangelio 2 de Julio 2024

 


Texto del Evangelio (Mt 8,23-27):

 En aquel tiempo, Jesús subió a la barca y sus discípulos le siguieron. De pronto se levantó en el mar una tempestad tan grande que la barca quedaba tapada por las olas; pero Él estaba dormido. Acercándose ellos le despertaron diciendo: «¡Señor, sálvanos, que perecemos!». Díceles: «¿Por qué tenéis miedo, hombres de poca fe?». Entonces se levantó, increpó a los vientos y al mar, y sobrevino una gran bonanza. Y aquellos hombres, maravillados, decían: «¿Quién es éste, que hasta los vientos y el mar le obedecen?».



«Entonces se levantó, increpó a los vientos y al mar, y sobrevino una gran bonanza»


Fray Lluc TORCAL Monje del Monasterio de Sta. Mª de Poblet

(Santa Maria de Poblet, Tarragona, España)

Hoy, Martes XIII del tiempo ordinario, la liturgia nos ofrece uno de los fragmentos más impresionantes de la vida pública del Señor. La escena presenta una gran vivacidad, contrastando radicalmente la actitud de los discípulos y la de Jesús. Podemos imaginarnos la agitación que reinó sobre la barca cuando «de pronto se levantó en el mar una tempestad tan grande que la barca quedaba tapada por las olas» (Mt 8,24), pero una agitación que no fue suficiente para despertar a Jesús, que dormía. ¡Tuvieron que ser los discípulos quienes en su desesperación despertaran al Maestro!: «¡Señor, sálvanos, que perecemos!» (Mt 8,25).

El evangelista se sirve de todo este dramatismo para revelarnos el auténtico ser de Jesús. La tormenta no había perdido su furia y los discípulos continuaban llenos de agitación cuando el Señor, simplemente y tranquilamente, «se levantó, increpó a los vientos y al mar, y sobrevino una gran bonanza» (Mt 8,26). De la Palabra increpatoria de Jesús siguió la calma, calma que no iba destinada sólo a realizarse en el agua agitada del cielo y del mar: la Palabra de Jesús se dirigía sobre todo a calmar los corazones temerosos de sus discípulos. «¿Por qué tenéis miedo, hombres de poca fe?» (Mt 8,26).

Los discípulos pasaron de la turbación y del miedo a la admiración propia de aquel que acaba de asistir a algo impensable hasta entonces. La sorpresa, la admiración, la maravilla de un cambio tan drástico en la situación que vivían despertó en ellos una pregunta central: «¿Quién es éste, que hasta los vientos y el mar le obedecen?» (Mt 8,27). ¿Quién es el que puede calmar las tormentas del cielo y de la tierra y, a la vez, las de los corazones de los hombres? Sólo quien «durmiendo como hombre en la barca, puede dar órdenes a los vientos y al mar como Dios» (Nicetas de Remesiana).

Cuando pensamos que la tierra se nos hunde, no olvidemos que nuestro Salvador es Dios mismo hecho hombre, el cual se nos acerca por la fe.

5 reglas «contraintuitivas» que podrían fortalecer tu matrimonio: «discutir» más y tener amigos

 


5 reglas «contraintuitivas» que podrían fortalecer tu matrimonio: «discutir» más y tener amigos

A veces, se necesita un tiempo para recordarnos que ser "una sola carne" no significa ser los mismos. En el matrimonio siempre se tienen intereses que difieren de los del otro, y así debería ser.

¿Tendrías que discutir más con tu esposa?, pues igual, en algunos casos, es lo mejor que podrías hacer. Como existen muchas formas de fortalecer un matrimonio, algunas de ellas no exactamente intuitivas, el portal All Pro Dad enumera cinco opciones "contradictorias" que pueden hacer que un día el "hasta que la muerte los separe" se haga realidad. 

1. Discutir más

A veces evitamos el conflicto en aras de mantener la paz y, al hacerlo, evitamos abordar cuestiones muy reales. Si tu mujer o marido está haciendo algo que crea una brecha entre los dos, alguien debería tener el valor de abordar el problema. Ya pudiera ser la forma en que te habla, las decisiones que toma sobre el dinero... cualquier tema puede ser objeto de una sana discusión, aunque, ciertamente, haya momentos en los que debas dejar pasar las cosas porque la relación es más importante.   

2. Consigue tu espacio

El tiempo que pasas junto a tu mujer o tu marido es fundamental. Pero también lo es el tiempo de "separación". La visión bíblica del matrimonio tiene como centro la idea de que "el hombre dejará a sus padres y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne". Sí, de alguna manera te vuelves "uno" con él o con ella, pero esa unidad nunca es a expensas de tu "identidad individual".

A veces, se necesita un tiempo para recordarnos que ser "una sola carne" no significa ser los mismos. En el matrimonio siempre se tienen intereses que difieren de los del otro, y así debería ser. Ambos necesitan la libertad de dedicarse a las cosas que les interesan sin sentirse culpables por ello. Por supuesto, siempre hay un sacrificio por los hijos, el trabajo y las obligaciones, pero una forma de servirse mutuamente es asegurarse de que el otro tenga un espacio para dedicarse a las cosas que les interesan.

3. Confía en amigos

Ningún matrimonio puede avanzar si el marido o la mujer son lo único en esta vida. Tu esposa puede ser tu mejor confidente, en el sentido de que te conoce y te apoya de una manera que otros no lo hacen, pero necesitas un sistema de apoyos más amplios. Personas en tu vida que puedan caminar contigo, animarte y apoyarte a ti y a tu matrimonio cuando los tiempos sean difíciles.

Sacar tiempo para charlar con personas sólidos en la fe es esencial si quieres ser el mejor marido o la mejor esposa. Esto no tiene por qué ser semanal. Se pueden tener amigos con los que comunicarse regularmente a través de mensajes de texto, a quienes solo se ven cuatro veces al año. De una forma u otra, fortalecer el matrimonio es fortalecer también las amistades y viceversa.

4. Decir que no

Muchas veces se inician discusiones en la pareja en las que, en realidad, un "no" o un "sí" no es tan relevante, y otras, en cambio, es necesario tomar decisiones trascendentales, aunque ello conlleve el enfado de la otra persona. En determinados casos, hay que saber, como mínimo, manifestar estar en desacuerdo, aunque luego se termine acatando lo que diga la otra persona. 

5. Abraza el silencio

A menudo, tenemos miedo al silencio. Vivimos en una cultura ruidosa en la que somos bombardeados constantemente con sonidos de diversa índole. En los matrimonios, puede resultar tentador pensar que es necesario que haya "ruido" constante. Ya sea cuando se está discutiendo el cómo fue el día, cuando se habla de cuáles serán los planes para la semana o de cómo tratar con los niños. Pareciera que siempre hay algo de lo que hablar, pero, a veces, necesitamos estar presentes sin ninguna agenda marcada.

Digamos: "Hoy no hay ningún problema que resolver". El simple hecho de estar con la pareja, sin ningún propósito más allá de la conexión, es algo que no tiene precio para fortalecer el matrimonio. Como dijo el autor escocés del siglo XIX George MacDonald: "Pocos placeres pueden igualar la mera presencia de alguien en quien confiamos plenamente". Es muy necesario estar presente con tu esposa sin una agenda, y practicar estar en silencio juntos.

Fuente: Religión en Libertad

lunes, 1 de julio de 2024

Santo Evangelio 1 de Julio 2024



 Texto del Evangelio (Mt 8,18-22):

 En aquel tiempo, viéndose Jesús rodeado de la muchedumbre, mandó pasar a la otra orilla. Y un escriba se acercó y le dijo: «Maestro, te seguiré adondequiera que vayas». Dícele Jesús: «Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza». Otro de los discípulos le dijo: «Señor, déjame ir primero a enterrar a mi padre». Dícele Jesús: «Sígueme, y deja que los muertos entierren a sus muertos».



«Sígueme»


Rev. D. Jordi PASCUAL i Bancells

(Salt, Girona, España)

Hoy, el Evangelio nos presenta —a través de dos personajes— una cualidad del buen discípulo de Jesús: el desprendimiento de los bienes materiales. Pero antes, el texto de san Mateo nos da un detalle que no querría pasar por alto: «Viéndose Jesús rodeado de la muchedumbre...» (Mt 8,18). Las multitudes se reúnen cerca del Señor para escuchar su palabra, ser curados de sus dolencias materiales y espirituales; buscan la salvación y un aliento de Vida eterna en medio de los vaivenes de este mundo.

Como entonces, algo parecido pasa en nuestro mundo de hoy día: todos —más o menos conscientemente— tenemos la necesidad de Dios, de saciar el corazón de los bienes verdaderos, como son el conocimiento y el amor a Jesucristo y una vida de amistad con Él. Si no, caemos en la trampa de querer llenar nuestro corazón de otros “dioses” que no pueden dar sentido a nuestra vida: el móvil, Internet, el viaje a las Bahamas, el trabajo desenfrenado para ganar más y más dinero, el coche mejor que el del vecino, o el gimnasio para lucir el mejor cuerpo del país.... Es lo que les pasa a muchos actualmente.

En contraste, resuena el grito lleno de fuerza y de confianza del Papa San Juan Pablo II hablando a la juventud: «Se puede ser moderno y profundamente fiel a Jesucristo». Para eso es preciso, como el Señor, el desprendimiento de todo aquello que nos ata a una vida demasiado materializada y que cierra las puertas al Espíritu.

«El Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza (...). Sígueme» (Mt 8,22), nos dice el Evangelio de hoy. Y san Gregorio Magno nos recuerda: «Tengamos las cosas temporales para uso, las eternas en el deseo; sirvámonos de las cosas terrenales para el camino, y deseemos las eternas para el fin de la jornada». Es un buen criterio para examinar nuestro seguimiento de Jesús.


Esta monja no era católica y la misa le parecía un «espectáculo»... hasta que alguien la arrodilló



 Esta monja no era católica y la misa le parecía un «espectáculo»... hasta que alguien la arrodilló

María de Betania, dominica de Nashville

La hermana María de Betania ni siquiera era católica y ahora es una feliz religiosa dominica

La hermana Mary Bethany (María de Betania) es una de las numerosísimas jóvenes monjas que llenan el monasterio de las dominicas de Nashville, uno de los mayores fenómenos vocacionales que hay en estos momentos, y que cada vez atrae a más chicas que quieren entregar su vida a Dios.

Ella nunca imaginó que acabaría siendo monja, sobre todo porque ni siquiera era católica. Cuando era una adulta joven se bautizó, confirmó y recibió la Eucaristía durante una Vigilia Pascual. Se había enamorado de casualidad de un Dios al que apenas conocía y en el santuario de la Medalla Milagrosa de París tuvo la certeza de que estaba claramente llamada a ser católica.

“Mi camino hacia el convento está íntimamente ligado a mi camino hacia la Iglesia Católica”, cuenta en la web de las dominicas de Nashville.

Hasta la Educación Secundaria no era consciente de la existencia de Dios. Ella misma relata que “una maestra de teatro en la escuela de artes escénicas a la que asistí fue la primera que compartió conmigo las verdades más básicas de nuestra fe. Muy rápidamente me enamoré perdidamente de Dios y cuando se lo dije a ella, recuerdo claramente que un día me preguntó: ‘¿no te irás a convertir en monja, verdad?’. Me apresuré a responder: "¡Ni siquiera soy católica!".

La conversión en la Medalla Milagrosa de París

Tras acabar Secundaria pudo realizar un programa de intercambio de una escuela de danza y viajó a Inglaterra durante seis semanas. Fue ya casi al final de su estancia allí donde un amigo le invitó a misa por primera vez. Desde su perspectiva artística, pero sin conocimiento alguno de la fe y la liturgia, asegura que quedó impresionada y lo veía como un “espectáculo” fabuloso por las “coreografías, vestuario y canciones fascinantes”. De hecho, quería ir a misa una y otra vez así que antes de volver a su casa fue a todas las Eucaristías que pudo.



Dominicas de Nashville

Pero la verdadera conversión de la Hermana María de Betania se produjo en el santuario parisino de la Medalla Milagrosa. Era 1999, se celebraba la fiesta de los santos Pedro y Pablo, estaba sentada en el último banco y los fieles volvían a sus asientos tras comulgar.

Como hacía cada vez que iba a misa ella se queda sentada disfrutando del “espectáculo”. Pero algo ocurrió ese día. “Un completo desconocido que estaba arrodillado junto a mí, me sonrió, tomó mi brazo con su mano y suavemente me puso de rodillas también”, recuerda.

De este modo, la ahora monja señala que “en el instante en el que mis rodillas tocaron el reclinatorio de repente me di cuenta de toda la verdad, que esto no era sólo un ‘espectáculo’ y que el hombre clavado en la cruz ante mí no sólo había extendido sus brazos para ‘aquellos católicos’ sino también para mí”.

Igualmente, la Hermana María de Betania asegura que en ese instante “también supe que la estatua de la mujer con sus brazos extendidos hacia mí, a quien los católicos llamaban María, fue la que me llevó a su Hijo. Sobre todo, supe que Jesús estaba realmente en la pequeña ‘caja’ de oro y que sólo una cosa me impedía recibir a Dios dentro de mí: el bautismo”.

Así que así fue como el 22 de abril del año 2000 en la Vigilia Pascual, “una noche gloriosa que nunca olvidaré”, entró a formar parte de la Iglesia y recibió a Jesús por primera vez.

Del bautismo a la vocación

“Desde la primera vez que me plantearon la cuestión de la vocación religiosa, el deseo de entregar mi vida a Dios como religiosa fue creciendo. Después de mi bautismo, mi corazón estaba verdaderamente lleno de gratitud y supe que nunca podría devolverle el gozo que me había dado en mi fe. También estaba segura de que solo Él podía satisfacer mi corazón. No podía imaginar un novio más perfecto”, explica.



Jóvenes dominicas de Nashville

Gracias a un amigo sacerdote conoció a las hermanas dominicas de Nashville. Estaba convencida de entregar su vida a Dios, pero quería elegir bien dónde.

“Conduje hasta el convento y decidí ‘entrevistar’ a las Hermanas con preguntas diseñadas para ayudarme a evaluar si su comunidad era una buena opción para mí. Les expliqué que estaba buscando tres cosas en la congregación a la que sentía que Dios me estaba llamando a unirme: un amor profundo por la Eucaristía con el Santo Sacrificio de la Misa como fuente y cumbre del día; una verdadera devoción a María manifestada llevando el rosario y rezando juntos el rosario todos los días como comunidad; y un amor por nuestro Santo Padre y un gran deseo de difundir la gran noticia de nuestra fe católica al mundo entero, particularmente a los jóvenes. Cuando las Hermanas me escucharon decir estas tres cosas, sonrieron y dijeron: ‘Tenemos esas tres’. ¡Solo entonces accedí a sentarme y escuchar más!”, relata María de Betania.

Finalmente en 2003 ingresó en este convento y en 2010 profesó sus votos perpetuos. Por ello, afirma convencida que “la mejor decisión que he tomado en mi vida ha sido convertirme en católica. La segunda fue ingresar en el convento”.

“Todos los días, cuando me pongo el santo hábito de Santo Domingo Dios me sigue asombrando por el amor tan tierno que tiene por cada uno de nosotros. ¡Él verdaderamente ha derramado su bondad sobre mí y estoy llena de gozo sabiendo que soy totalmente suya”, concluye.

Publicado originariamente en ReL el 12 de febrero de 2021