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domingo, 16 de agosto de 2020

No se sabía ni el avemaría y se ha bautizado con 20 años: «la Iglesia enseña cosas buenas»

Alberto Muñoz se ha bautizado con 20 años, tras una experiencia con la enfermedad y el Camino de Santiago

No se sabía ni el avemaría y se ha bautizado con 20 años: «la Iglesia enseña cosas buenas»

Alberto Muñoz se ha bautizado con 20 años, tras una experiencia con la enfermedad y el Camino de Santiago

Alberto Muñoz Vázquez, de Arroyomolinos (Madrid) se ha bautizado con 20 años en junio de 2020, después de algunos aplazamientos causados por la pandemia del coronavirus. Su historia es representativa, hasta cierto punto, de un nuevo fenómeno del que cada vez se darán más casos: españoles por los cuatro costados, hijos de bautizados, pero con toda una vida completamente ajenos a lo religioso hasta que una crisis despierta en ellos una inquietud. Alberto ha contado su historia en HM Televisión, en el programa "Cambio de Agujas", unas pocas semanas después de bautizarse.

Aunque sus padres fueron bautizados e hicieron la primera comunión, en su casa no hubo ninguna alusión a nada religioso ni fueron bautizados los niños. Sólo una abuela de Alberto iba a misa y cantaba en un coro rociero. Esta abuela le regaló el antiguo rosario del abuelo, que no usaría hasta su conversión. A los 7 u 8 años en el colegio oyó por sus compañeros que había una asignatura opcional llamada "religión" y recuerda haber preguntado a un profesor "¿qué es la religión?" No cursó la asignatura: de Dios y de la Iglesia sólo fue conociendo lo que se decía en la calle o en los medios de comunicación.

La incertidumbre ante la enfermedad

A los 18 años, en la universidad, dos experiencias impactaron en su vida. Por un lado, la dificultad de los estudios, pero él sabía que con esfuerzo y decisión podía superarlo. Pero después detectaron a su padre un tumor en el colon y le hicieron una intervención rápida para quitárselo. Quedaba la incertidumbre de si había más puntos afectados, si había más tumores... "Ante eso yo ya no podía hacer nada con mi esfuerzo, sólo podía ponerme en manos de los médicos y esperar", constató.

Tomó el viejo rosario de su abuelo. "Yo no sabía rezar. No sabía ni un padrenuestro ni un avemaría ni nada. Pero con el rosario dije: 'Señor, si tú salvas a mi padre de lo del tumor yo haré el Camino de Santiago, me bautizaré y ayudaré a todo aquel que lo necesite, sea amigo o enemigo'".

Pasadas unas semanas, en nuevas pruebas, el tumor no aparecía por ningún lado. Alberto entendió que era obra de Dios y que debía cumplir sus promesas. Pero no tenía muy claro cómo empezar.

"Ven a misa"; "ah, ¿pero se puede?"

Un amigo que hoy es su padrino le vio "bastante fastidiado" cierto día y le dijo:

- Oye, ¿por qué no vienes a misa?
- Pero ¿eso se puede, Pedro? -preguntó él
- Pues claro que sí, hombre...
- Es que no estoy ni bautizado, ni me sé un padrenuestro ni un avemaría...

La hermana de Alberto, dos años mayor que él, también en proceso de acercarse a la fe, lo acompañó a su primera misa.

También realizó su peregrinación a Santiago. Él no había hablado de su voto con nadie, pero de nuevo fue su amigo Pedro quien le invitó por su cuenta. "La semana que viene me hago el Camino de Santiago. Sé que es un poco prematuro pero, ¿te quieres venir?", le dijo Pedro. Organizaba la peregrinación el Instituto Secular Alianza en Jesús por María, fundado en España en los años 30, hoy con presencia en 10 países. 

"La primera cara de la Iglesia que conocí fueron ellas, unas mujeres consagradas, increíbles, que me ayudaron mucho en esos primeros momentos", señala.

En el Camino aprendió mucho del vivir cristiano: alegría, ayuda generosa, austeridad...

"Yo no conocía cómo actuaba la gente cristiana. Me movía por tópicos, por lo que dice la gente, pero era totalmente diferente. En el Camino de Santiago veía que todo el mundo se ayudaba. Ahí aprendí la importancia de ayudar al prójimo sin esperar nada a cambio. Vi que eso era muy bueno", apunta.

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El pecado... y el perdón de Dios

En el Camino, Alberto reflexionaba en serio. Se daba cuenta de que en su juventud y adolescencia no había sido muy virtuoso. Especialmente, le dolía ahora haber sido blasfemo y burlón con las cosas de fe. Despertó en él una fuerte conciencia de pecado, muy natural, y en cambio le costaba entender lo sobrenatural, el perdón de Dios. "Es imposible que Dios te perdone, con todo lo que has hecho", se decía a sí mismo. Aún hoy, casi dos años después, incluso después del bautismo, que borra el pecado, le cuesta asumir interiormente -aunque lo acepta- que Dios perdona y limpia a la persona.

Sobre las doctrinas de la Iglesia que fue aprendiendo en el catecumenado comenta: "me gusta mucho utilizar la razón, pero yo veía que las cosas que aprendía de la Iglesia eran buenas, no era necesario darle muchas vueltas y marearse mucho. La Iglesia enseña cosas buenas. Y detrás de cada mandamiento, de cada negación, hay un gran sí. El 'no matarás' es en realidad un gran 'sí a la vida', por ejemplo."

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"No es un trueque, Dios te ama"

Durante un tiempo Alberto pensó que la relación con Dios debía ser una especie de intercambio de iguales, que si Dios le perdonaba, él debía hacer algo a cambio. Por eso, muchas veces su catequista tuvo que insistir en la gratuidad del don de Dios: "Alberto, esto no es un trueque, Dios te ama y lo hace por ti. No es que Él te da algo y tú le has de devolver. No, es por amor".

Bautizarse fue complicado. Prevista la ceremonia para la Vigilia Pascual, se aplazó, y de hecho sufrió hasta 3 cambios de fecha a causa del coronavirus. Finalmente lo pudo hacer en junio en el día del Inmaculado Corazón de María, y asombrosamente consiguió reunir a mucha gente importante para él que en citas anteriores no habría podido ir.

El día de su bautizo, cuando le pusieron el alba, Alberto se emocionó y pensó: "ya, se terminó todo lo anterior, ahora empieza el futuro". Ahí quedaba la vieja vida y el pecado pasado.

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Y en la comunión vivió "un sentimiento de sacar mucha fuerza, como si, ahora que el Señor está conmigo, puedo ir ya a por todas con Él".

Una vida que ya ha cambiado

Dice que hoy su vida ha cambiado en varias cosas concretas. Por lado, él mismo perdona mucho más, un signo específicamente cristiano. "La gente de mi entorno ha visto un cambio en mí, creo. Antes yo era bastante rencoroso, no quería perdonar. Yo no daba una segunda o tercera oportunidad; ahora doy siete y setenta veces siete, como dice la Biblia".

Siente además un impulso constante de ayudar a la gente que ve en apuros. Considera que ahora es más amable y que trata mejor a la gente. Y se siente más tranquilo y apoyado y hasta ha mejorado su rendimiento en los estudios.

A quien tenga curiosidad por saber más de las cosas de Dios, aunque sea "minúscula", le anima a seguir ese impulso, ir a misa, buscar y aprender. "Le puedo asegurar que no se va a arrepentir en la vida", afirma.



Fuente: Religión en Libertad

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