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domingo, 17 de mayo de 2020

Misionera al filo de lo imposible: Rocío, monja cuyo carisma es llegar a los lugares más inhóspitos

Estas monjas misioneras tienen como carisma llegar a los lugares más inhóspitos y recónditos

Esta religiosa atiende a personas que viven en lugares donde no llegan los sacerdotes

Misionera al filo de lo imposible: Rocío, monja cuyo carisma es llegar a los lugares más inhóspitos

Estas monjas misioneras tienen como carisma llegar a los lugares más inhóspitos y recónditos

María Rocío, es una religiosa misionera de las Misioneras de Jesús Verbo y Víctima cuya labor es llevar la Palabra de Dios allá donde los sacerdotes no pueden hacerlo o únicamente pueden ir una o dos veces al año. Ya sea en la Amazonia o en las montañas del Perú, esta monja llega a caballo, en bicicleta, en barca o en cualquier transporte que les permita llegar a sus misiones.

Dada su misión tan particular de ir a sitios recónditos donde la Iglesia no tiene estructura, las religiosas de esta congregación tienen permiso de la Santa Sede para poder bautizar, asistir a matrimonios o realizar entierros.

Ayudar a la gente pobre

Esta monja lleva 14 años como misionera y ahora dentro de su orden tiene otra misión importante pero diferente a lo que había vivido hasta ahora. Se encuentra en Roma estudiando Comunicación Social e Institucional en la Universidad de la Santa Cruz gracias a una beca de CARF (Centro Académico Romano Fundación) y  su campaña “Que ninguna vocación se pierda”.

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Nacida en Argentina, Rocío vivió una adolescencia en la que Dios no tenía ningún interés para ella, pese a que sus padres eran devotos católicos. Pero al mudarse de casas empezó a ir a un colegio al que también asistían algunos chicos del seminario menor. “Me impresionó mucho ver a jóvenes de mi edad entregando su vida a Dios, en especial uno de mis compañeros que ahora es sacerdote”, explica.

Este hecho le hizo preguntarse “que debía hacer” en su vida, hasta que se dio cuenta de que quería seguir ese mismo camino. Un retiro ratificó esa decisión de entregarse a Dios. “Pero, ¿a dónde ir?, ¿dónde servir al Señor? Una cosa tenía clara: quería ayudar a la gente pobre”, relata Rocío.

Tras visitar varias congregaciones finalmente conoció y se enamoró de las Misioneras de Jesús Verbo y Víctima. Tras acabar la Secundaria ingresó en el convento.

Misionera en lugares abandonados

Esta monja explica que su congregación “tiene como carisma trabajar en lugares abandonados, alejados y pobres que carecen de sacerdotes residentes. Nosotras vamos a estos lugares y compartimos el abandono con nuestra gente acompañándolos espiritualmente”.

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De este modo, la hermana Rocío (María del Valle Roco) asegura preparan a estas personas “por medio de una adecuada catequesis, para que un sacerdote los visite una o dos veces al año y puedan acercarse a los sacramentos bien preparados. Por vivir en zonas de difícil acceso, donde es imposible participar de la Santa Misa todos los días, celebramos una paraliturgia para explicar el evangelio y administramos el sacramento de la Eucaristía a los fieles que han podido confesarse”.

Una de las particularidades de su misión es que debido a la vocación de su congregación y a la formación que reciben tienen permiso de la Santa Sede para “administrar el sacramento del Bautismo, asistir a matrimonios, ayudar a nuestros feligreses al buen morir. También dirigimos entierros, enseñamos las verdades religiosas y les ayudamos según nuestras posibilidades, en sus necesidades temporales”.

A caballo, bicicleta, andando y hasta en carruaje

Tras un periodo de estudio que va de los 6 a 7 años, el primer destino misionero para la hermana Rocío fue “La Candelaria”, en Santiago del Estero, una de las zonas más pobres de Argentina. “Para poder llegar a nuestros pueblitos, las religiosas utilizamos todos los medios de transporte disponibles. Por eso, aparte de llegar a pie o camioneta, vamos a caballo, carruajes, bicicleta, etc”, señala.

Esta religiosa confiesa que una de las experiencia más bonitas que ha podido vivir como mujer consagrada a Dios es la de “pedalear 20 o 25 kilómetros, por esos caminos arenosos y silenciosos de Santiago llevando el Santísimo. La naturaleza se siente en toda su expresión y podemos meditar la bondad y misericordia del Señor que a veces se vale de instrumentos tan indignos como nosotros para llevar la Buena Nueva de la Salvación”.

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Una vez que llegan a las comunidades que tienen a su cargo, sus habitantes las esperan para la catequesis y la Palabra. Es toda una fiesta para estos pueblos aislados que “las madrecitas”, como las llaman, puedan ir a visitarlos.

Tras tres años en este destino, situado en la calurosa llanura argentina donde se dan temperaturas de hasta 50º fue enviada a la sierra del Perú, a misiones situadas entre los 3.500 y los 5.000 metros de altura.

"El Señor siempre está con nosotras"

En su opinión, ambas realidades “son muy distintas unas de otras, pero para mí siempre muy hermosas, porque la vida misionera me encanta. Caminar por esos lugares tan inhóspitos, dónde también hay almas que tienen hambre de Dios, llevando la alegría del Evangelio, a pesar del frío, de la distancia o de las dificultades es una experiencia que no la comparo con nada”.

“Nosotras como misioneras, vamos a lugares muy difíciles geográficamente, pero no imposibles, porque sabemos que el Señor siempre está con nosotras”, afirma convencida.

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La importancia de la formación

En su carisma, esta congregación tiene muy presente que para enseñar a la gente sencilla las religiosas tienen que tener muchos conocimientos para así “transmitir las grandes verdades de la fe de una forma accesible y comprensible para todos”. Es por ello que la hermana Rocío se encuentra ahora en Roma ampliando sus estudios gracias a los benefactores de CARF.

“Estoy estudiando la Licenciatura de Comunicación Social e Institucional, ya que las redes sociales son también un lugar que necesita ser evangelizado, y necesita de Dios. También podré, algún día, ayudar a mi Congregación en la transmisión de su misión y labor pastoral dentro de la Iglesia. La Santa Madre Iglesia, a quien nuestro fundador nos enseñó a amar con un cariño y fidelidad entrañables, es tan universal, tan maternal y siempre actual, que busca estar presente en cada rincón del planeta”, señala.

Esta monja recuerda que “no buscamos el aplauso ni la admiración de las personas o del mundo, sino que todo lo hacemos para mayor gloria de Dios y salvación de las almas, quedando con esto satisfechos todos nuestros anhelos, donde procuramos hacer del mejor modo posible aquello que es la Voluntad de Dios. Soy feliz de haber sido elegida por Dios para ayudar a los más necesitados, y por mi vocación misionera acercar a Dios a tantas almas que necesitan de Él”.

Fuente: Religión en Libertad

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