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viernes, 24 de abril de 2020

Sacerdotes, «héroes anónimos», reconocidos en plena pandemia: «La Iglesia lleva haciéndolo siglos»

El padre Nacho, a su llegada a IFEMA antes de empezar su guardia en este megahospital de campaña / Getty Images

Sacerdotes, «héroes anónimos», reconocidos en plena pandemia: «La Iglesia lleva haciéndolo siglos»


El padre Nacho, a su llegada a IFEMA antes de empezar su guardia en este megahospital de campaña 

Son ya unos 80 los sacerdotes y religiosos los que han fallecido estas semanas en España debido al coronavirus y muchos más han enfermado jugándose la vida para atender espiritualmente a tantos enfermos víctimas de esta pandemia. Desde obispos a seminaristas y religiosas, son muchos los que han caído contagiados.

Con el paso de las semanas se está conociendo y poniendo en valor el papel que está jugando la Iglesia, tanto en el aspecto espiritual como asistencial. Y especialmente el de los sacerdotes, reconocidos en hospitales tanto por los propios enfermos como por los profesionales sanitarios por su entrega y dedicación.

El reconocimiento a los sacerdotes en esta pandemia

De este modo, publicaciones generalistas están cada vez dedicando más espacio a la labor que están desarrollando los sacerdotes en esta crisis.La revista de moda Telva, por ejemplo, los encuadra entre los “héroes anónimos” y relata el testimonio del padre Ignacio Javier Ortiz, conocido como Nacho, párroco en Coslada, y desde hace unas semanas uno de los siete capellanes del megahospital creado en IFEMA para acoger al aluvión de enfermos de coronavirus que han saturado los hospitales.

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Con el equipo de protección que están obligados a llevar es difícil distinguir a los sacerdotes / 

En esta entrevista, este religioso de la Congregación de la Sagrada Familia con 30 años de experiencia como sacerdote habla de sus miedos ante esta nueva misión encomendada, cómo ha visto a Dios en todo esto y cómo los pacientes reciben con alegría la atención espiritual entre tanto dolor y soledad.

El "miedo" ante una nueva misión

Este sacerdote cuenta que las “emergencias” se agolpaban en su teléfono como residencias que necesitaban atención para ancianos moribundos, personas aisladas que se sentían solas, enfermos de su parroquia… Y fue entonces cuando le llamaron desde el Arzobispado para pedirle que se trasladara temporalmente al hospital de IFEMA.

“Tuve miedo”, confiesa, y explica que “el miedo es humano, y no es malo. La adrenalina nos clarifica la mente y nos ayuda a darnos cuenta de la realidad del otro”. Y así fue como llegó a este hospital de campaña de 35.000 metros cuadrados y 1.300 camas.

Del miedo a la soledad de los enfermos

El padre Nacho asegura que “fueron días muy duros, mucho más que ahora en que vemos que la gente se cura y la situación se va estabilizando. Entonces había mucho miedo en la mirada de las personas. Ese miedo se ha ido trasladando en soledad. Hoy, lejos de sus familias y de las personas que quieren, la soledad es el sentimiento que se dibuja en el rostro de IFEMA”.

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Cabe recordar que en España han muerto ya más de 20.000 personas oficialmente diagnosticadas con coronavirus, más otras 11.000 con síntomas en residencias y domicilios. Además, decenas de miles de personas han enfermado. Precisamente al hospital de IFEMA van los casos de pacientes que no son graves.

En sus días de guardia en IFEMA está 12 horas, de 9 de la mañana a 9 de la noche, y espera la llamada desde cualquiera de las 1.300 camas. Y es que son los propios pacientes o sus familias las que se ponen en contacto con el coordinador del servicio religioso. Y un dato curioso: no siempre son católicos los que piden asistencia al capellán católico.

El ministerio de la escucha

En declaraciones a Telva habla de su experiencia con estos hospitalizados: “La escucha sana. Es más fácil que tu cuerpo vaya perdiendo la tensión brutal que lo atenaza si puedes hablar de ello, de la dicotomía entre lo que quieres vivir y lo que realmente estás viviendo, de los sentimientos que todo eso te genera. Hablar es una manera de poner palabras a lo que sientes y de darle valor”.

Hablando de casos concretos, recuerda a “un señor mayor con el que había charlado en varias ocasiones y el otro día me llamó: siéntate aquí Nacho, que hoy estoy más flojo y necesito hablar contigo”.

Tal y como explica el padre Nacho, “la incertidumbre sobre lo que les espera y el dolor por lo que han dejado en casa (una madre mayor que necesita ayuda, unos hijos pequeños…) son las grandes preocupaciones de los enfermos de coronavirus”.

La acogida de Jesús

Pero además, este religioso incide en que “es cierto que hay momentos en que buscamos respuestas. Yo, como ser humano y como sacerdote, simplemente estoy ahí, al lado de esas personas. Quizá en algunas ocasiones ellos sienten a Jesús que les acoge, que les escucha, que le da una identidad, que les cura… Y quizá es en esos momentos cuando se permiten el lujo de expresar su dolor… Y también su alegría cuando me dicen: ‘ya estoy mejor, ¡me voy a casa!”.

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Lo que lleva haciendo la Iglesia siglos

En este reportaje publicado en una revista femenina y de moda, el padre Nacho también habla de los recuerdos que guardará de este paso que está realizando por IFEMA. “No dejo de aprender. ¡Hay tantas historias sobrecogedoras! La de aquella mujer ingresada que explicaba a su hijo cómo enterrar a su padre y esposo, fallecido unos días antes; aquellas madres que intentaban consolar a otra madre contagiada que no podía atender a sus hijos pequeños; o aquel médico que me preguntó ¿qué tal todo Nacho? Y me dio la oportunidad de charlar un rato… Si algo he aprendido de IFEMA es de la humildad de todas esas personas que me han llamado para que compartiera con ellos su dolor, su incertidumbre y su soledad. En una sociedad donde lo tenemos todo, mostrarnos necesitado se ha convertido en algo tan difícil y como escaso. Estar al lado de esas personas es lo que lleva haciendo la Iglesia desde hace siglos. Y eso es lo que seguirá haciendo, también ahora”, confiesa.

El padre Nacho relata también su propia búsqueda que le llevó al sacerdocio y que comenzó a los 17 años. Cuenta que “tenía un gran deseo de entregarme a los demás. Y he ido recorriendo ese camino entre luces y sombras, con momentos de felicidad y con otros de dudas y oscuridad”.

Su experiencia en este hospital de campaña es una etapa más, “quizá una luz que nos iluminará a todos para seguir entregándonos a los demás. Estar aquí es una bendición. Una posibilidad única de poner rostro al dolor, al miedo y a una pandemia que está cambiando nuestras vidas”.

Fuente: Religión en Libertad

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