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jueves, 6 de febrero de 2020

Era ateo y descreído, pero Cristo le salió al encuentro de forma asombrosa en 3 ocasiones seguidas

William Rocha cuenta su testimonio de encuentro con Cristo en una adoración eucarística... hoy es misionero

Era ateo y descreído, pero Cristo le salió al encuentro de forma asombrosa en 3 ocasiones seguidas

William Rocha cuenta su testimonio de encuentro con Cristo en una adoración eucarística... hoy es misionero

William Rocha es hoy un joven misionero brasileño de la comunidad Shalom que empieza una temporada de misión en Suecia, uno de los países menos religiosos del mundo.

Pero no le va a costar tanto entender a los suecos, porque él también fue durante unos años un ateo convencido. Fue en 2007 cuando su vida cambió.

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William Rocha, contento al empezar su vida como misionero en Estocolmo

"Cuando yo era más joven no creía ni en Dios, ni en los ángeles, ni en los santos, ni en la vida tras la muerte, ni en el Juicio Final, ni nada de eso. Nada", insiste al contar su testimonio. "Yo pensaba que la vida era aquí en la tierra, y cuando te mueres te entierran y los insectos te comen y ya está", explica el joven.

"En esa mentalidad, yo no tenía a Dios para rendirle cuentas, ni a nadie que me mirase. La mirada de mis padres, de mis profesores, no me alcanzaba. Y yo no creía en una Mirada Superior, que lo sabe todo, que lo conoce todo. Y como nadie me miraba, yo me creía con derecho a hacer cualquier pecado", recuerda.

Además, en la escuela veía que los profesores nunca hablaban de la Iglesia ni de la historia de la Iglesia. La escuela reforzó más su ateísmo convencido.

Un encuentro de oración, invitado por su tía

Fue su tía quien lo llevó a una misa de oración por los enfermos de la Comunidad Shalom. Fue en 2007, en el centro Shalom, en Fortaleza, Brasil, en un encuentro con cientos y cientos de personas.

Una vez allí, durante la adoración, ella le dijo: "William, ya sé que no crees en Dios. Pero cierra los ojos, y aunque pienses que no hablas con nadie, pídele que te muestre que existe".

Él pensó: "Está bien. Bajé la cabeza, cerré los ojos". Y rezó así: "'Dios, o al que lllaman Dios, en quien no creo, si existes, pruébalo. Si no veo, si no toco, no voy a creer en Ti'. Y en cuanto hice esa oración- que no sabía que era una oración, que la inventé yo sólo- miré alrededor. Y la gente estaba en adoración al Santísimo, y todo el mundo estaba brazos en alto, cantando, llorando, gritando 'Señor Jesús'."

Unas palabras que lo dejaron perplejo... ¿casualidad?

Pasó un rato esperando mientras la gente a su alrededor rezaba con intensidad. Después, una mujer con un micrófono proclamó, como inspirada por Dios: "Hay un joven aquí que no cree en Dios; está en el lado izquierdo, al final, cerca de la capilla. Joven, Dios te dice, ahora, que Él no necesita tu fe para existir". William se quedó perplejo al comprender que él cumplía todas esas condiciones.

Poco después, se acercó el sacerdote que recorría el lugar con el Santísimo. El cura e puso a su lado, trazó el signo de la cruz con la custodia, y puso su mano sobre el hombro del joven. "En ese momento, algo tocó mi corazón. Sentí algo distinto. Recordé mi infancia y mi pasado en mi escuela católica, cuando iba de procesiones".

Pero al acabar la oración, con su música y su emoción, William reflexionó: "¿cuánta gente habrá aquí que no cree en Dios? No es tan raro que salga esa señora y diga 'aquí hay alguien que no cree en Dios'. La mujer dijo cualquier cosa, y yo estaba ahí por casualidad". Así se convenció para no verlo como una acción de Dios. 

Una segunda experiencia: ¿otra vez casualidad?

Una semana después, William volvió a la oración, de nuevo invitado por su tía. Había tenido una charla burlándose de la idea de que la Virgen María fuera virgen. Le gustaba hablar de los detalles biológicos, o del vocabulario, acerca de cómo no podía darse partenogénesis en el ser humano.

Y esta vez, en el momento de la adoración final, la mujer de nuevo habló con el micrófono: "Hay un joven aquí, en el medio, cerca de la imagen de Nuestra Señora, que le decía a alguien que no cree en la pureza de Nuestra Señora, en su virginidad, pero, hijo mío, Ella de verdad es Virgen y es la Madre de Dios, y la Virgen es pura, santa y casta; cree en ella, porque tu felicidad e intimidad con Dios, tu relación con Él, llegará por tu relación con Nuestra Señora".

Y también en esta ocasión, se acercó el sacerdote con el santísimo y le hizo la señal de la cruz. "Yo me puse a llorar. 'Nuestra Señora me perdona, Dios me perdona, ahora creo en Ti', sollozaba. Y al final sintió "una gran paz, exquisita".

Pero, de nuevo, pasado el momento de emoción, volvió a dudar de todo. "¿Será que mi tía le está pasando mensajes a esa mujer, para que ella sepa qué ha de decir? ¿Le estará pasando mensajes por móvil?", se planteó. Y tomó el teléfono celular de su tía, lo revisó, "y nada de nada". Pero decidió que él no iba a creer, no iba a cambiar de visión de la vida "sólo" por "otra casualidad".

La tercera experiencia, escondiéndose tras un árbol

Pero acudió aún una tercera vez a la semana siguiente. "Ahí ya iba yo atento, esperando, mirando a ver qué pasaba... Y allí nadie proclamó nada". Esta vez asistían unas 5.000 personas, y él se había escondido detrás de un árbol. No quería que el cura fuera a por él, si es que se había quedado con su cara. Incluso llevaba una ropa distinta.

"El sacerdote pasó con el Santísimo entre la gente. Ya había pasado de largo de donde yo estaba y casi estaba de vuelta en el altar". De repente, el sacerdote cambió de dirección y sin pararse ni tocar a nadie, se acercó moviéndose entre las sillas exactamente hacia donde estaba William. "Yo me encogí y me escondí detrás del árbol, pero él giró, y allí estaba yo. Hizo la señal de la cruz con la custodia y me tocó".

"Desde ese momento en adelante descubrí que, aunque ni vi ni toqué a Dios, sí creía que ese pedazo de pan no era un pedazo de pan, era el verdadero Jesucristo, que en el aquel pan lo podía tocar y comer, que ya no era pan. ¡Ese Jesús fue hacia mí 3 veces! Él no depende de mi fe o falta de fe para actuar, en mi vida. Él vino a mí y me hizo una persona nueva, una persona feliz que ya no sigue las modas del mundo".

Tras su conversión, empezó a participar en un grupo de oración semanal de Comunidad Shalom, y desde 2011 fue asumiendo pasos de compromiso en la comunidad. Desde enero de 2020 vive con otros dos jóvenes misioneros brasileños en Suecia, primero en Uppsala, más adelante en Estocolmo, invitados por el cardenal Anders Arborelius y la pequeña iglesia católica del país.

William contó la historia de su conversión ya en este vídeo de 2013, invitando a campamentos juveniles de Comunidad Shalom

Fuente: Religión en Libertad

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