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domingo, 31 de marzo de 2019

El Padre pródigo en amor

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EL PADRE PRÓDIGO EN AMOR

Por José María Martín OSA

1.- Dios es misericordioso y bueno con nosotros. La intención de Lucas en la llamada "Parábola del Hijo Pródigo" es manifestar la ternura de un Dios que nos invita a estar a su lado. Habitar en la casa del Padre es gozar de la misericordia y el cariño de Dios. Si hay una palabra que resuma el mensaje de la Cuaresma de este año es ésta: "misericordia". El padre del "hijo pródigo" fue ciertamente misericordioso, porque llevaba a su hijo en el corazón, en sus entrañas más profundas. Demostró que le quería porque formaba parte de su ser. Por eso recibió a su hijo con los brazos abiertos, sin reprocharle nada. Le había perdonado incluso antes de que su hijo se lo pidiera. Así actúa Dios con nosotros. Espera que volvamos a su encuentro, porque es en su regazo, acogiéndonos a sus entrañas amorosas, como podemos ser felices.

2.- El hijo menor representa al discípulo autosuficiente. Lejos de la casa del padre no hay vida verdadera, sino desgracia y muerte. No vuelve a casa porque ame a su padre, vuelve porque ama su vida. No vuelve a casa porque quiere ser mejor sino porque no quiere morir en el camino. Ni siquiera vuelve como hijo, se contenta con ser un criado más. No vuelve porque le duele el corazón sino porque le duele el estómago. Es un retorno egoísta, interesado. Sabe que el padre lo va a recibir. El Padre lo acoge de nuevo y, de alguna manera, vuelve a engendrarlo. La acogida paternal y amistosa del Padre devuelve a aquel hombre la certeza de sentirse querido y lo rehabilita como persona.

3.- El hijo mayor no ha comprendido la misericordia del padre. El hijo mayor, resentido, necesitado de reconciliación también, recrimina al padre: “ese tu hijo” -ni siquiera lo llama su hermano- El hermano mayor es el paradigma del cristiano que siempre se ha creído en el camino adecuado, pero le ha faltado lo más importante: el amor que supone el encuentro personal con el Dios que nos da vida. Había vivido en la misma casa del Padre, ha pertenecido desde su bautismo a la Iglesia, quizá ha trabajado duramente en defensa de su fe, pero no ha experimentado el gran gozo del amor del Padre. Por eso pone dificultades a la misericordia, no entiende a una Dios que perdona siempre sin límites. El "hijo que no era pródigo" no supo, o mejor, no quiso ser misericordioso, quizá porque le faltaban entrañas o porque su corazón era duro como una piedra.

4.- Un padre que sale al encuentro. El Padre es el auténtico protagonista de la Parábola, que debería llamarse mejor "Parábola del Padre Pródigo en amor", o "Parábola del Padre que sale al encuentro y perdona". Es magnífico saber, hermanos, que a su padre no le interesa saber si su hijo está arrepentido, no le interesa conocer los motivos por los que regresa, no le importa que su hijo vuelva a hacer lo mismo otra vez. Ha vuelto a casa. ¡Qué alegría! Es consolador saber que Dios no me exige un corazón puro para abrazarme. Es consolador saber que Dios me recibe cuando vuelvo porque no he encontrado la felicidad en mis fiestas y pecados, cuando vuelvo por egoísmo para encontrar seguridad y paz. El amor de Dios no necesita que le expliques nada. Dios se contenta con tenerte en casa. El amor de Dios no pone condiciones. Dios se contenta con tu presencia. El amor de Dios es una relación de Padre. El Dios de Jesucristo es el Dios de la vida. Cuando nos alejamos de El nuestra vida se debilita. Cuanto más estemos lejos del fuego de su amor, más frío tendremos. Nos sentimos solos y abandonados, como la oveja perdida. Cuando nos cerramos a su amor, como el hijo mayor, nos invade la rutina, la desesperación y el desamor. Lo más significativo que nos enseña la parábola no es ni nuestra huida ni nuestra cerrazón, lo más importante es la misericordia y la ternura de Dios, que quiere que vivamos de verdad. Hemos de darnos cuenta de que Dios nos lleva en la palma de la mano, solo quiere nuestra autorrealización personal. Esta es la invitación que el Padre nos hace, ¿la aceptamos?

4.- Debemos ser como el padre. La actitud de Dios es la acogida, la comprensión y el perdón. Es semejante a lo que me contó hace unos días un joven: "Una mañana cuando me dirigía al trabajo en mi coche recién estrenado fui golpeado levemente en el parachoques por otro automóvil. Los dos vehículos se detuvieron y el chico que conducía el otro coche bajó para ver los daños. Yo estaba asustado, reconocía que la culpa había sido mía. Me daba terror tener que contarle a mi padre lo que me había sucedido, sabiendo que sólo hacía dos días que mi padre lo había comprado. El otro chico se mostró muy comprensivo tras intercambiar los datos relativos a las licencias y el número de matrícula de ambos vehículos. Cuando abrí la guantera para sacar los documentos me encontré con un sobre con una nota de puño y letra de mi padre, que decía: "hijo, en caso de accidente, recuerda que a quien quiero es a ti, no al coche". Yo pensé al escuchar este relato: si esto lo hacen los padres y los amigos, cuánto más Dios que es Padre misericordioso. Pensé además, que Dios nos da siempre una nueva oportunidad. No quiero ser sólo el que recibe compasión, quiero ser el que la ofrece. Intentaré ser como el Padre: "¡gustad y ved qué bueno es el Señor!" (salmo 33). Ser bueno no es simplemente no meterse con nadie, es hacer el bien, salir al encuentro del que está angustiado, perdonar y amar entrañablemente, como nos enseña Jesús en la parábola.

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