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sábado, 8 de diciembre de 2018

La disponibilidad de María



LA DISPONIBILIDAD DE MARÍA

Por Gabriel González del Estal

1.- Hágase en mí según tu palabra. Es evidente que la santidad inmaculada de María fue un don gratuito de Dios, pero no es menos cierto que si la Virgen no hubiera abierto de par en par su corazón a Dios, no hubiera recibido la gracia plena que recibió. María fue pura y total disponibilidad a su Señor, aún en los momentos más oscuros y difíciles de su vida. Fue una disponibilidad libre y voluntaria, una entrega generosa y agradecida a la voluntad de Dios. Nosotros no hemos recibido la misma gracia plena y total de Dios que recibió María, porque nuestra misión en esta vida no es tan única e irrepetible como la de la Virgen Madre. Pero también a cada uno de nosotros Dios nos da toda la gracia que necesitamos para realizar la santidad a la que hemos sido llamados. De nosotros depende el aceptar o no la gracia que Dios nos da y hacerla fructificar en frutos de santidad. En esta fiesta de la Inmaculada Concepción de la Virgen María nuestro propósito debe ser este: ponernos a disposición del Señor siempre, aún en los momentos más oscuros y difíciles de nuestra vida; ser pura disponibilidad, ofreciéndonos al Señor para se haga siempre en nosotros su voluntad y no la nuestra. Se lo pedimos así a la Virgen Inmaculada, maestra en disponibilidad para el Señor.

2.- Oí tu ruido en el jardín, me dio miedo, porque estaba desnudo, y me escondí. Adán oyó el ruido de Dios, la llamada de Dios y tuvo miedo. Hasta ese momento había estado disponible para el Señor, había obedecido siempre la voluntad de su Señor, y la voz de Dios había sido siempre para él una voz dulce y amiga. Nunca, hasta entonces, había tenido miedo al Señor, nunca se había tenido que esconder de él. Pecó porque dejó de fiarse de Dios, porque desconfió de la palabra y de la promesa de Dios y prefirió escuchar otras promesas orgullosas y egoístas. Y cuando Dios le echa en cara su orgullo y su vanidad, él intenta descargar su culpa en Eva y ésta en la serpiente. Pero no pensemos tan mal nosotros de nuestros primeros padres, porque nosotros nos comportamos demasiadas veces como fieles hijos suyos: escuchamos con demasiada frecuencia voces que halagan nuestra vanidad y, cuando nos equivocamos lamentablemente, echamos a otros las culpas de nuestros propios fallos y pecados. Recemos a María para que vuelva a nosotros, los desterrados, hijos de Eva, sus ojos misericordiosos.

3.- Él nos eligió en la persona de Cristo para que fuésemos santos e irreprochables ante él por el amor. La vocación de toda persona, como la de María, es la santidad. Debemos intentar siempre que nuestra conducta sea irreprochable y además debemos hacer esto por amor, no por intereses egoístas y calculados. A esto estamos destinados por decisión del que hace todo según su voluntad. Es siempre la voluntad de nuestro Padre Dios la que debemos buscar y cumplir, como hizo el mismo Cristo, aún en los momentos más duros de su vida, como hizo también la Virgen Inmaculada. El amor a Dios debe hacernos disponibles para Dios y el amor al prójimo debe hacernos disponibles para el prójimo. María Inmaculada fue irreprochable ante Dios por amor y por amor aceptó la misión que Dios, a través del ángel Gabriel, le encomendó. Porque ella se supo siempre esclava del Señor y, por eso, permitió, agradecida, que fuera la voluntad de su Señor la que dirigiera su vida.

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