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miércoles, 27 de septiembre de 2017

Stanley Rother, primer beato mártir de EEUU: asesinado por un escuadrón de la muerte en Guatemala



«El pastor no puede huir ante la primera señal de peligro», escribía poco antes de morir

Stanley Rother, primer beato mártir de EEUU: asesinado por un escuadrón de la muerte en Guatemala

El padre Rother estuvo durante 13 años como misionero en Guatemala


El pasado sábado una multitud de más de 20.000 personas se congregaba en Oklahoma City para celebrar un momento histórico de la Iglesia Católica en Estados Unidos. En una ceremonia presidida por el cardenal Amato, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, se beatificaba al padre Stanley Francis Rother, conocido como padre Francisco, asesinado a golpes por un escuadrón de la muerte en Guatemala mientras protegía en su misión católica a los indígenas.

Es el primer estadounidense en ser declarado mártir por la Iglesia Católica y su fiesta ha sido fijada el día de su muerte, 28 de julio de 1981.

Vivió su servicio sacerdotal hasta "su martirio"
En una carta que se leyó en la ceremonia, el Papa Francisco destacaba su “fe profundamente arraigada”, su “profunda unión con Dios” y su “arduo trabajo para difundir la palabra de Dios en tierras misioneras, viviendo fielmente su servicio sacerdotal y misionero hasta su martirio”.


A la ceremonia de beatificación acudieron más de 20.000 personas

Un discípulo de Cristo
El padre Rother llevó hasta sus últimas consecuencias su misión de sacerdote misionero y pastor, motivo por el cual no quiso alejarse de la comunidad indígena a la que servía en Santiago Atitlan, en plena guerra civil y aún sabiendo que era un objetivo prioritario por su defensa de los campesinos.

En la ceremonia había decenas de obispos de Estados Unidos, fieles llegados desde Guatemala y la propia familia del mártir, siendo su hermana la que leyó la primera lectura. En la homilía, el cardenal Amato definió al nuevo beato como un discípulo de Cristo “haciendo el bien y difundiendo la paz y la reconciliación entre el pueblo”.

Su recompensa en la tierra fue "persecución y muerte"
Sin embargo, añadió el purpurado, “desgraciadamente, su inmediata recompensa en esta tierra fue persecución y una muerte sangrienta”. “Este fue un momento real y verdadero de sangrienta persecución a la Iglesia –agregó el cardenal-, el padre Rother, consciente del peligro inminente de su vida, se preparó para el martirio, pidiendo al Señor la fuerza para afrontarlo sin temor”.

Este sacerdote nació en 1935 en un pequeño pueblo de Oklahoma en el seno de una familia de granjeros de origen alemán y profundamente católica. Creció trabajando en la granja y con mucho contacto con la parroquia lo que alimentó su vocación al sacerdocio.

Una vez en el seminario, aunque tenía una vocación muy clara, tuvo problemas para ir sacando los cursos adelante. Ya habiendo sido ordenado sacerdote, el entonces papa Juan XXIII hizo un llamamiento a la Iglesia en Estados Unidos para que enviara misioneros a América central.


En respuesta a esta llamada la diócesis de Oklahoma impulsó una misión en Santiago Atitlan, una comunidad indígena muy pobre de Guatemala. Y allí pidió voluntariamente ir Stanley. Estuvo 13 años hasta que finalmente su sangre regó la tierra a la que decidió servir.

'Bautizado' como padre Francisco
Su llegada a esta zona de Guatemala fue un acontecimiento pues llegaba un hombre alto, con pelo y barba pelirroja. Pronto fue ‘bautizado’ por los indios como “padre Francisco” pues no encontraban equivalente en español a su nombre Stanley.

Rápidamente, el sacerdote estadounidense se fue haciendo un sitio en la comunidad pues vio que además de atender espiritualmente a esta gente podía ayudarles a tener una vida mejor. Sus conocimientos aprendidos en la granja familiar resultaron además de gran utilidad.

De este modo, el nuevo beato también arreglaba camiones, construyó un granero, una escuela, un hospital así como la primera estación de radio católica, cuya señal podía llegar a los pueblos más remotos.

Una misión pastoral interminable
Durante su apostolado aprendió español y las lenguas mayas. De hecho, tradujo el Nuevo Testamento al tzutuhil e inició la celebración regular de la Misa en esa misma lengua”. Su labor era ingente y cada vez más pues se fue quedando sólo. Llegó a pedir una autorización para celebrar cinco misas el domingo en cuatro lugares diferentes con el objetivo de atender al mayor número de aldeas.

De hecho, celebraba más de mil bautizos año y daba la comunión a más de 3.000 personas cada domingo. Cientos de personas se preparaban anualmente para la confirmación y otro número parecido para la primera comunión. Además, oficiaba más de un centenar de bodas cada año.

Pero Guatemala se encontraba en una guerra civil que se alargó durante décadas y que dejó decenas de miles de muertos y muchas víctimas colaterales.  Durante esos años se produjeron muchos asesinatos de periodistas, catequistas y sacerdotes y el padre Rother estaba en su lista negra pues consideraban que por ayudar a las víctimas del conflicto y a su comunidad era comunista.

Confianza en Dios ante el posible martirio
“Ante los secuestros y la violencia, el Padre Rother se sintió impotente porque no logró cambiar la situación de reconciliación y perdón. Cuando una monja le preguntó qué hacer si le mataban, respondió: ‘Levante el estandarte de Cristo Resucitado’”, recordaba el cardenal Amato.


La guerra civil llegó a la misión. Las desapariciones y asesinatos empezaron a ser comunes y el sacerdote se convirtió en el gran apoyo de la comunidad ante una situación trágica. Era consciente de que podía ser asesinado pero no quiso dejar esta tierra.

Así queda atestiguado en una carta que envió a su familia en Estados Unidos las navidades previas a su asesinato:

"El pastor no puede huir ante la primera señal de peligro"
“La realidad es que estamos en peligro. Pero no sé cuándo o qué forma usará el gobierno para reprimir más a la Iglesia. Dada la situación no estoy listo para irme. Pero si es mi destino y debo dar mi vida aquí, será así. No quiero abandonar a este pueblo…aún se puede hacer mucho bien en estas circunstancias”, escribía el beato.

Y además, en la misiva añadía la que es la frase más conocida del padre Stanley: “El pastor no puede huir ante la primera señal de peligro. Rezad por nosotros para que podamos ser la señal del amor de Cristo para nuestro pueblo, que nuestra presencia los fortalezca para que enfrenten estos sufrimientos como preparación para el Reino que se acerca”.

Finalmente, el 28 de julio de 1981 tres individuos corpulentos entraron de noche en la casa parroquial y le asesinaron a golpes. La causa, ya la había anunciado él poco antes: “Mi vida es por mi pueblo. No tengo miedo”.


Fuente: Religión en Libertad

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