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viernes, 7 de julio de 2017

Lejos de la fe, dañada en el reiki y hundida en la tristeza, un cura le dijo: «¿Puedo rezar por ti?»


La historia de liberación de Marta Massegú

Lejos de la fe, dañada en el reiki y hundida en la tristeza, un cura le dijo: «¿Puedo rezar por ti?»

Marta Massegú cuenta su testimonio de retorno a la Iglesia y de liberación de una oscuridad que la oprimía

Lejos de la fe, dañada en el reiki y hundida en la tristeza, un cura le dijo: «¿Puedo rezar por ti?»

Marta Massegú tiene 31 años y hoy disfruta animando a la gente a pasar ratos de oración ante el Santísimo, en Tarrasa y en la cercana Barcelona, a menudo con su guitarra, con canciones de adoración. Siente pasión por evangelizar.

Pero hace apenas seis años ella estaba muy alejada de la Iglesia. Una experiencia de liberación, del amor de Dios, fue lo que la transformó. Ha contado con detalle su historia a ReligionEnLibertad, consciente de que algunas personas con poca experiencia en las realidades espirituales pueden encontrar sorprendentes algunos momentos.

Una familia católica… en un entorno que no lo era 
Nació y se educó en una familia católica de Tarrasa. “Somos cinco hermanos, yo soy la tercera. De niños íbamos con alegría a los sacramentos, aunque nuestros padres no nos obligaban a ir a misa siempre. Hubo incluso épocas en que ellos no iban a misa aunque mantenían la fe”.

“En nuestro colegio bastantes profesores y compañeros eran activos contra la religión y había gente que nos rechazaba por ser católicos. Algunos niños y niñas se reían de nosotros porque éramos creyentes y el profesor lo permitía. Yo me mantenía firme en mi fe ya con 10 o 12 años, pese a las burlas. Ya entonces sabía que Jesús me amaba y que yo quería entregarme a Él de alguna manera. Y luego, hacia los 15 años, tuve un buen grupo parroquial de jóvenes”.


Decepcionada con la parroquia y la Iglesia 
A esa edad empezaron los problemas. Y en el origen estuvo un cura. “Aquel sacerdote desmanteló el grupo de jóvenes. En ese proceso vi envidias y traiciones y el sacerdote me defraudó. Sentí que la parroquia, la Iglesia, me defraudaba, así que dejé de ir a la iglesia y a cosas católicas. Corté con mis amistades cristianas y pasé a tratarme sólo con amistades no creyentes”.

Marta aún creía en Dios “a mi manera” pero ya no en la Iglesia. “Empezó una etapa de soberbia y rebeldía y sobre todo de egoísmo. Mi objetivo era satisfacerme solo a mí. Yo era el centro. Mi familia mantenía su fe y yo alguna vez rezaba o me encomendaba a Dios. Admitía, a veces, que creer en Dios podía ayudar a algunas personas. Pero yo a Dios lo mantenía a distancia”.

Herida por la falta de sentido 
Una serie de heridas y tristezas empezaron a dañar a Marta. Tenía roces dañinos con su familia. Sentía mucha insatisfacción. Muchas veces pensaba: “mi vida no tiene sentido, no sé para qué estoy aquí”.

Estudiaba música y psicología, buscando alivio y sentido. “Yo escuchaba música house, rave, máquina, música ruidosa que no me dejara pensar, para evadirme, para bloquear ese dolor de la falta de sentido. Y además sufría unos problemas de salud que me afectaban más y me hundían más”, recuerda.

Las amigas del reiki… pagando, claro
En esta época se adentró en el mundo de la nueva era, con “rituales con piedras” y sesiones de reiki, una práctica pseudoterapéutica que no tiene validez científica y que, por el contrario, muchos exorcistas católicos señalan que guarda relación con el mundo de las ciencias ocultas y lo demoníaco. Pero Marta no sabía nada de eso en esa época.


    El reiki es una técnica que supuestamente hace fluir una "energía sanadora"; médicamente, no se ha demostrado ninguna eficacia; los sacerdotes católicos que trabajan temas de exorcismos y aspectos sobrenaturales denuncian muchos casos de personas dañadas por el reiki

“Me hicieron reiki en varias ocasiones, y las sesiones me costaban 25 euros cada una. Algunas veces me lo hizo una compañera de trabajo, otras veces fue una profesora de canto y otra vez una chamán… las tres decían ser maestras de reiki. En una de esas sesiones sentí algo raro: me imponían las manos en la cabeza, pero a mí me daba la sensación de que unas manos me tocaban las rodillas. Yo pensaba: ‘qué guay, los espíritus se acercan’. Pero el caso es que nada de eso me dio paz. Cada vez estaba más abatida. Hoy creo que esas sesiones tuvieron un efecto negativo y que eran una forma en la que yo buscaba espiritualidad sin Dios, era darle la espalda a Dios”. 

Una vocación: trabajar con niños y organizar cosas
A los 26 años Marta estaba triste y enfadada con la Iglesia, pero colaboraba con una parroquia que estaba poniendo en marcha un esplai, un centro de ocio juvenil-infantil, muy común en Cataluña. “El párroco, Josep Maria Manresa, era amigo de la familia, y a mí siempre me ha gustado estar con niños y también organizar cosas y pensaba: ‘le organizaré el esplai en la parroquia y luego lo dejaré’.”

Pero, además, sucedía un fenómeno peculiar. “Cuando yo pasaba ante el Sagrario, sentía como una llamada en mi corazón, como si el Sagrario me dijese: ‘ven a Mí, ven a Mí’. Era muy claro. Y yo me decía: ‘nah, esto ya lo dejé atrás…’. Pero el caso es que fui un par de veces, unos minutos, ante el Sagrario, y allí sentía paz. Era como una paz que esperaba por mí”.


Del Camino de Santiago a unos ejercicios ignacianos 
“Ese año me animé a hacer el Camino de Santiago con los jóvenes de la diócesis porque quería conocer gente y meditar. En el Camino de Santiago recibí una mala noticia y yo me rompí, digamos, emocionalmente, llorando mucho, como bloqueada. Mosén Emili Marlés, que caminaba con nosotros, me animó entonces a confesarme. Era mi primera confesión en 8 años, y de hecho yo no creía en ella, yo sólo quería hablar. Pero me confesé y pude comulgar por primera vez en todos esos años y sentí una gran paz. Lloraba, pero con paz”.

Emili Marlés envió a Marta a unos ejercicios ignacianos en cuanto volvieron a Cataluña. Ella aceptó “solamente porque me sentía muy rota y no quería volver a casa así”.

“Llegué a la casa de ejercicios, vi una monja y pensé: ‘yo aquí no me quedo, me iré mañana mismo’. Pero entonces apareció el sacerdote del retiro”.

-          ¿Puedo hablar contigo, por favor? – dijo él.
-          Bueno… -dijo ella con cierta aspereza.

Hablaron, y ella le contó su vida con detalle, y le explicó que tenía 26 años y pensaba que no tenía futuro, que el futuro no valía la pena.

-          ¿Puedo rezar por ti un momento? – dijo él.
-          ¿Cómo?- dijo ella, sorprendida.
-          Por favor, necesito hacerlo –dijo él.

Una oración liberadora
 “Con la estola, me impuso las manos sobre la cabeza y oró en voz baja. E inmediatamente me vinieron unos pensamientos muy groseros, llenos de odio, contra ese sacerdote, por ser sacerdote. Sentía en mi interior como una mirada, como unos ojos con odio. Yo sentía miedo. En mi mente resonaban pensamientos que parecían decir: “esta persona es muy mala, quiere hacerte daño, vete”. Yo sentía un dolor en la nuca, como si me pinchasen”.

“Y entonces expiré profundamente, y empecé a llorar con desespero. Tenía la sensación de que algo muy malo salía de mi interior. Esta experiencia solamente duró unos segundos, y después me vino una sensación de gozo, de inmensa paz y alegría”.

Marta miró al sacerdote, sonriendo, asombrada, llena de alegría, de gozo, sintiéndose liberada:

-          ¿Qué me has hecho? –preguntó la joven.
-          Solo impuse las manos e invoqué al Espíritu Santo –dijo él.

Una confesión general
Al día siguiente decidieron preparar una confesión general, de toda su vida. “Pasé el día repasándola toda, desde mi infancia, el dolor y sufrimiento que me había hecho a mí misma, a otros… Fue duro, muy cansado. Cuando por fin hice mi confesión, experimenté un gran consuelo, amor y paz, como hacía años que no sentía. Esa fue mi confesión y conversión. Y mientras me confesaba sentí la llamada a ser misionera. Era una idea muy clara: “Tú eres misionera”. Y eso que yo no conocía a ningún misionero ni sabía en qué consistía eso. Pero me daba paz y propósito. Después de la confesión también sentí como una noción que parecía venir de Dios. “Marta, yo me olvido de todo y tú también”, decía. Entendí que Dios no solo perdona, sino que olvida”.

La nueva Marta que reza 
“ Yo antes no era nada de rezar, solo aguantaba 10 minutos como mucho, no tenía qué decir. Pero desde ese momento mi gusto por la oración se hizo grande. Podía pasar largos ratos delante del Santísimo. Mi relación con Jesús era cada día más íntima y bendecida.

“En los siguientes 5 años he sentido que Dios me acompaña, que tiene un amor fuerte. Es como un enamoramiento mutuo. Serví en la parroquia, empecé acompañar chicas jóvenes en la vida de fe, a rezar con ellas. Me dedico a llevar gente al Sagrario, a que recen allí, uso la música para acompañarles y para acercarles a Dios con la alabanza y la adoración, que estén cerca del Sagrario, que en la música encuentren un bálsamo. Es algo que viene de Dios y consuela”.

“Fui casi dos meses a Perú a evangelizar a los más pobres y olvidados. Yo servía con la música y ayudaba en la parroquia y en los pueblos en todo lo que necesitaban. Viví el gozo de llevar la Palabra de Dios a las personas y sus familias, Su consuelo y Su paz. Aprendí a encontrar a Cristo en la pobreza y Dios renovó mi fe".



En EEUU: aprender a evangelizar con NET Ministries
Los sacerdotes Josep Maria Manresa y Bruno Bérchez, el delegado de pastoral juvenil y universitaria de Barcelona, hablaron a Marta de NET Ministries (www.netusa.org). , un método de evangelización juvenil nacido en Estados Unidos.

“NET Ministries es una organización de la Iglesia Católica, con más de 30 años de historia, que se basa en enviar jóvenes misioneros por todo el país a dar fe y testimonio del Amor de Dios”, explica Marta.

Consiste en pasar 9 meses viajando en una furgoneta, con un grupo de jóvenes, impartiendo charlas, pequeños teatros con enseñanzas del Evangelio, juegos, etc… con el anuncio del amor de Dios en colegios y en parroquias. Fueron cuatro jóvenes de Cataluña a vivir la experiencia: dos de Tarrasa, uno de Gerona y uno de Barcelona.

“Pasamos los 15 primeros días en Minnesota recibiendo entrenamiento con todos los misioneros. Allí aprendemos a rezar, a tratarnos como hermanos, y sobre todo a redescubrir nuestra relación con Dios Padre. Contemplamos el inmenso amor de Dios por sus hijos e hijas, su plan de amor para todo el mundo y la importancia de hacer conocer ese amor. Otras dos semanas son de entrenamiento donde te dan herramientas para evangelizar a jóvenes del Primer Mundo. Te hablan de las necesidades de los jóvenes: soledad, tristeza, depresión… Aprendes a hablar en público, aprendes como debe ser el misionero. El entrenamiento dura 4 semanas. Luego a mi equipo y a mí nos mandaron 3 meses a una parroquia de Florida. Mis compañeros catalanes pasaron esos meses viajando como misioneros”.

¿Cómo contagiar esta fe?
 Marta cree que NET Ministries es sobre todo un discipulado para el joven evangelizador: llega un chico con buena voluntad y sale de allí un discípulo de Cristo maduro en la fe, capaz de compartirla y anunciarla. También es una herramienta que aviva la fe de muchos adolescentes y estudiantes.

¿Cómo importar este sistema a España? “Tendríamos que enviar a más jóvenes a hacer la experiencia en EEUU.  Lo que por ahora vamos aplicando en España son retiros inspirados en NET, de entre 4 y 6 horas, en colegios o parroquias, con dramatizaciones, música, etc… Los jóvenes que participan en los retiros, de 15 a 17 años, tienen un encuentro con Cristo, rezan y salen de allí transformados. De momento hemos hecho experiencias en Barcelona, Valldoreix y Huesca. Hay un momento en que los chicos se quiebran y ven sus heridas y que necesitan a Dios. Puede ser bueno que haya un sacerdote pero no es imprescindible”.

Marta cree que las diócesis, o entidades católicas grandes, deberían enviar a chicos “durante un año entero a servir a NET Ministries, formarse como misioneros y guiar a otros jóvenes. Cuando haya suficientes personas que hayan hecho esa experiencia en EEUU podremos hacer ya los entrenamientos aquí. Pueden ser también consagrados pero a los adolescentes lo que les impresiona es ver a jóvenes que dejan sus carreras y trabajos un año entero para servir a Dios. Algunos dicen “un año es mucho”, pero quien por causa del Reino deja casa y familia recibe el ciento por uno ya en esta vida: casi todos los que fuimos allí ahora tenemos un trabajo bueno… Hay un antes y un después de la experiencia NET. Para mí fue un quebrarse y un resucitar, pero me ha cambiado la vida a mejor”. 


  Fuente: Religión en Libertad

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