En aquel tiempo, Jesús dijo a la gente: «También es semejante el Reino de los Cielos a una red que se echa en el mar y recoge peces de todas clases; y cuando está llena, la sacan a la orilla, se sientan, y recogen en cestos los buenos y tiran los malos. Así sucederá al fin del mundo: saldrán los ángeles, separarán a los malos de entre los justos y los echarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes. ¿Habéis entendido todo esto?» Dícenle: «Sí». Y Él les dijo: «Así, todo escriba que se ha hecho discípulo del Reino de los Cielos es semejante al dueño de una casa que saca de sus arcas lo nuevo y lo viejo». Y sucedió que, cuando acabó Jesús estas parábolas, partió de allí.
«Recogen en cestos los buenos y tiran los malos»
Rev. D. Ferran JARABO i Carbonell
(Agullana, Girona, España)
Hoy, el Evangelio constituye una llamada vital a la conversión. Jesús no nos ahorra la dureza de la realidad: «Saldrán los ángeles, separarán a los malos de entre los justos y los echarán en el horno de fuego» (Mt 13,49-50). ¡La advertencia es clara! No podemos quedarnos dormidos.
Ahora debemos optar libremente: o buscamos a Dios y el bien con todas nuestras fuerzas, o colocamos nuestra vida en el precipicio de la muerte. O estamos con Cristo o estamos contra Él. Convertirse significa, en este caso, optar totalmente por pertenecer a los justos y llevar una vida digna de hijos. Sin embargo, tenemos en nuestro interior la experiencia del pecado: vemos el bien que deberíamos hacer y en cambio obramos el mal; ¿cómo intentamos dar una verdadera unidad a nuestras vidas? Nosotros solos no podemos hacer mucho. Sólo si nos ponemos en manos de Dios podremos lograr hacer el bien y pertenecer a los justos.
«Por el hecho de no estar seguros del tiempo en que vendrá nuestro Juez, debemos vivir cada jornada como si nos tuviera que juzgar al día siguiente» (San Jerónimo). Esta frase es una invitación a vivir con intensidad y responsabilidad nuestro ser cristiano. No se trata de tener miedo, sino de vivir en la esperanza este tiempo que es de gracia, alabanza y gloria.
Cristo nos enseña el camino de nuestra propia glorificación. Cristo es el camino del hombre, por tanto, nuestra salvación, nuestra felicidad y todo lo que podamos imaginar pasa por Él. Y si todo lo tenemos en Cristo, no podemos dejar de amar a la Iglesia que nos lo muestra y es su cuerpo místico. Contra las visiones puramente humanas de esta realidad es necesario que recuperemos la visión divino-espiritual: ¡nada mejor que Cristo y que el cumplimiento de su voluntad!
Sor Vincenzina, influencer: la autenticidad y la cercanía, contra los clichés
Sor Vincenzina Botindiari en 2020, durante la pandemia, con los colegios cerrados... pero llegaba a la gente por redes
Vincenzina Botindari es una religiosa italiana, de las Hermanas Franciscanas Misioneras del Inmaculado Corazón de María, que cuenta con unos 50.000 seguidores sumando los que le siguen en Instagram y TikTok. Se pueden añadir unos 9.000 más en Facebook. Es un ejemplo de los "evangelizadores digitales" que celebran estos días el Jubileo de los Influencers.
Las redes premian lo breve y fugaz, y ella difunde eso, reflexiones breves, mensajes del Evangelio y momentos reales que ella vive, con autenticidad. Explica a Sara Costantini, en VaticanNews, que se autodefine como "misionera digital" desde que abrió sus redes sociales en 2008. "Mi objetivo es comunicar el Evangelio, la Palabra, pero también los valores de la Iglesia católica, porque a menudo hay muchos clichés y desinformación", explica.
Autenticidad y lenguaje sencillo
En la evangelización digital, como en la presencial, y quizá más, la gente aprecia lo auténtico, la naturalidad. "Ser misionera digital significa estar ahí tal como eres, sin filtros. Comunicar un Evangelio que no está lejos de la gente, sino muy cercano, porque nace en las calles de este mundo. Dios no está lejos", detalla.
Para eso, usa un lenguaje sencillo y cotidiano, pensando a menudo en personas "en búsqueda", y otras en las que "navegan sin rumbo". "Hay quienes buscan comprender la fe, y quienes, en cambio, se dejan guiar por clichés, atacando a la Iglesia o a quienes la representan. Un escándalo hace más ruido que un párroco que, cada día, en silencio, vive y lleva a cabo el Evangelio en su misión", constata.
Como en otras evangelizaciones, en Internet y redes también hay que sembrar con perseverancia. "Sí, he conocido a personas que me han escrito diciendo que, desde que me conocen y les hablo de fe, han empezado a buscar la verdad de otra manera. Buscan un párroco, ayuda espiritual y están comenzando un camino. Pero para ello, es necesario crear una conexión: solo cuando perciben la verdad en lo que dices, puedes ser un medio para cambiar la vida de alguien".
Rob Galea, Jessica Bond, Claire Forbes y Augie Angrisano, presentadores de Catholic Influencers Podcast.
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Las 9 grandes amenazas de los «influencers» católicos: los valores del Evangelio... ¿o de Instagram?
Hay que tratarse con personas, y no sólo acumular followers. No solo hay que publicar, sino dialogar, acompañar y escuchar.
¿Qué habría hecho San Pablo con internet?
Ella se pregunta lo que habría hecho San Pablo con acceso a Internet. "Imaginen la rapidez con la que se habría difundido el Evangelio... En los Hechos de los Apóstoles dice: 'La Palabra se difundió'. Hoy, se habría difundido aún más".
Piensa también en la fundadora de su congregación la beata Catalina Troiani, que en el siglo XIX intentaba salvar niños esclavos en África. "Ella partió a Egipto y escribió cientos de cartas a todos —emperadores, pachás— para salvar a los niños de la trata. Pensé: si hubiera tenido las redes sociales, ¿cuánto más podría haber hecho?"
Comunión entre influencers católicos
El Jubileo de los Influencers le parece una ocasión para construir una red de comunión entre los influencers católicos. "No tememos las divisiones, pero queremos presentarnos como una gran hermandad. Ya hay grupos trabajando en ello. Juntos, queremos ofrecer una nueva imagen: una Iglesia que proclama, que acoge y que avanza", detalla.
Vincenzina Botindiari se hace un selfie con un grupo de jóvenes scouts italianosfacebook
Como religiosa, considera que este apostolado, como cualquier otro, empieza con la oración, "con la oración en fraternidad y con la Eucaristía".
No va de freelance, sino que se coordina con otros "misioneros digitales": "planificamos el contenido que publicaremos, haciendo referencia a eventos de la Iglesia, memoriales litúrgicos y los santos. Actualmente, colaboro con La Chiesa che ascolta y Vita Nuova in Te".
Ella dice que no busca complacer, sino proclamar, llevar la luz del Evangelio a un mundo de indiferencia y distracciones.
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En aquel tiempo, Jesús dijo a la gente: «El Reino de los Cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo que, al encontrarlo un hombre, vuelve a esconderlo y, por la alegría que le da, va, vende todo lo que tiene y compra el campo aquel.
»También es semejante el Reino de los Cielos a un mercader que anda buscando perlas finas, y que, al encontrar una perla de gran valor, va, vende todo lo que tiene y la compra».
«Vende todo lo que tiene y compra el campo»
Rev. D. Enric CASES i Martín
(Barcelona, España)
Hoy, Mateo pone ante nuestra consideración dos parábolas sobre el Reino de los Cielos. El anuncio del Reino es esencial en la predicación de Jesús y en la esperanza del pueblo elegido. Pero es notorio que la naturaleza de ese Reino no era entendida por la mayoría. No la entendían los sanedritas que le condenaron a muerte, no la entendían Pilatos, ni Herodes, pero tampoco la entendieron en un principio los mismos discípulos. Sólo se encuentra una comprensión como la que Jesús pide en el buen ladrón, clavado junto a Él en la Cruz, cuando le dice: «Jesús, acuérdate de mí cuando estés en tu Reino» (Lc 23,42). Ambos habían sido acusados como malhechores y estaban a punto de morir; pero, por un motivo que desconocemos, el buen ladrón reconoce a Jesús como Rey de un Reino que vendrá después de aquella terrible muerte. Sólo podía ser un Reino espiritual.
Jesús, en su primera predicación, habla del Reino como de un tesoro escondido cuyo hallazgo causa alegría y estimula a la compra del campo para poder gozar de él para siempre: «Por la alegría que le da, va, vende todo lo que tiene y compra el campo aquel» (Mt 13,44). Pero, al mismo tiempo, alcanzar el Reino requiere buscarlo con interés y esfuerzo, hasta el punto de vender todo lo que uno posee: «Al encontrar una perla de gran valor, va, vende todo lo que tiene y la compra» (Mt 13,46). «¿A propósito de qué se dice buscad y quien busca, halla? Arriesgo la idea de que se trata de las perlas y la perla, perla que adquiere el que lo ha dado todo y ha aceptado perderlo todo» (Orígenes).
El Reino es paz, amor, justicia y libertad. Alcanzarlo es, a la vez, don de Dios y responsabilidad humana. Ante la grandeza del don divino constatamos la imperfección e inestabilidad de nuestros esfuerzos, que a veces quedan destruidos por el pecado, las guerras y la malicia que parecen insuperables. No obstante, debemos tener confianza, pues lo que parece imposible para el hombre es posible para Dios.
Tres peregrinos de EE.UU. recorren juntos el Camino de Santiago: «¡Dios mío, pero si son obispos!»
Los prelados reconocen que les ha servido para darse ánimos en su tarea como pastores y para sentirse acompañados.
Cualquiera que haya hecho el Camino de Santiago sabe que, durante las etapas, es normal encontrarse a todo tipo de personas llegadas de cualquier rincón del planeta y que realizan esta peregrinación por motivos de lo más variopinto. Lo que ya no es tan habitual es dar con un grupo de amigos que, además, son obispos de la Iglesia Católica.
James Conley tiene 67 años, y es obispo de Lincoln, en Nebraska; el arzobispo Paul Coakley, tiene los mismos años, y es la cabeza de la Iglesia en la ciudad de Oklahoma; y el obispo James Wall, de 57 años, pastorea la diócesis de Gallup, en Nuevo México. Los tres son de EE.UU y realizaron el Camino el pasado mes de agosto. El uno de septiembre llegaron a Santiago, con la intención de repetir.
El mejor "kit de supervivencia"
Cargados con el equipaje imprescindible, como marca el protocolo, y vestidos con ropa cómoda, los tres amigos recorrieron el Camino de Santiago en oración y sin renunciar a intercambiar las habituales conversaciones con los peregrinos que se iban encontrando.
En su mochila llevaban un kit con todos los objetos sagrados para poder celebrar la misa.
Cada tarde, en los pueblos que atravesaban, había una misa del peregrino, que solían presidir o concelebrar. Ya que su mochila incluía un "kit de auténtica Supervivencia": un cáliz, una patena, un corporal, un purificador, y dos botellas de plástico para el agua y el vino. Cada obispo, además, tenía su propia alba, una casulla de viaje ligera, una estola y la cruz pectoral.
Como han hecho millones de personas durante más de mil años, los tres amigos obispos caminaron más de 25 kilómetros diarios, durante dos semanas y media, para conseguir llegar hasta la tumba del Apóstol. "No ocultamos que éramos obispos. Muchas veces estábamos caminando y hablando con algunas personas, y cuando llegaba la hora de misa, nos vestíamos, y decían: '¡Dios mío, pero si son obispos!'. Después, empezábamos una conversación sobre Dios o sobre otras cosas", dijo Conley a CNA.
Cargados de intenciones
Los amigos obispos también llevaban intenciones personales por las que ofrecer el Camino. El obispo Wall Conley, por ejemplo, en 2018, comenzó a sufrir depresión y se tomó un año sabático. "Pensé que sería una gran oportunidad para ofrecérselo a Dios en acción de gracias, por haberme ayudado a superar un momento tan difícil en mi vida", dijo Conley.
Pero, también, ofrecía intenciones concretas por sus propios fieles. "Quise ofrecer cada día el Camino por una intención especial. Elegía a una persona, o un apostolado, de mi diócesis, y, simplemente, ofrecía por ellos todo el dolor y sufrimiento de ese día", relató el obispo. Al final de la jornada, cuando llegaban al albergue, se conectaba a Internet brevemente y se comunicaba con las personas por las que había rezado.
Durante el Camino conversaron con algunos peregrinos que lograban identificarlos.
"Aunque los tres somos obispos, nos desconectamos de esa responsabilidad durante algunos días, lo cual fue sentimiento de liberación. Sabíamos que estábamos dejando nuestras diócesis bien cuidadas, con nuestros vicarios generales y nuestro personal. Hacer el Camino fue una sensación maravillosa", dijo Conley.
Una oportunidad para no ser "el obispo"
Conley destacó la importancia de estas actividades, no solo para la salud espiritual, sino también para la mental. "En nuestras diócesis estamos en la cima y no tenemos a nadie a quien podamos acudir. Cuando estamos juntos, como ahora, tenemos la oportunidad de ser nosotros mismos y no ser 'el obispo'", comentó.
Para el prelado, el Camino ha supuesto una auténtica bendición caída del cielo. "En estas ocasiones podemos abrir nuestros corazones y hablar de nuestros desafíos. Es una excelente manera de recibir apoyo, fortaleza, consejo y asesoramiento sobre nuestra tarea como obispos, y sobre nuestra vida: que no estamos solos", confesó. "Cada día tenía a alguien por el que rezar. Esa era la mejor motivación", señaló el prelado.
El obispo Coakley (a la derecha) reconoce que, como sucesores de los apóstoles, sienten mucha afinidad por Santiago.
Como cualquier Camino de Santiago, este tampoco iba a estar exento de sufrimiento. El obispo Conley se había sometido a una cirugía en ambos pies recientemente, que no dejó de acusar durante toda la peregrinación. "Una vez mis compañeros se me adelantaron tanto que terminé desviándome del Camino y acabé en un pueblecito, a un kilómetro de la ruta. Tuve que acercarme a unos vecinos y se dieron cuenta de que estaba perdido, porque su pueblo no estaba en el Camino", comentó el obispo.
Por su parte, el arzobispo Coakley señaló a NC Register que durante las veces que había hecho el Camino nunca había conocido a otros obispos. Y, confesó, que a él, y a sus amigos, les gustaba mucho poder ir en peregrinación al lugar de descanso de uno de sus predecesores más ilustres. "Como sucesores de los apóstoles, creo que sentimos gran afinidad por él y por su testimonio", concluyó el prelado.
En aquel tiempo, Jesús entró en un pueblo; y una mujer, llamada Marta, le recibió en su casa. Tenía ella una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra, mientras Marta estaba atareada en muchos quehaceres. Acercándose, pues, dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile, pues, que me ayude». Le respondió el Señor: «Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la parte buena, que no le será quitada».
«Te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola»
Rev. D. Antoni CAROL i Hostench
(Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)
Hoy, también nosotros —atareados como vamos a veces por muchas cosas— hemos de escuchar cómo el Señor nos recuerda que «hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola» (Lc 10,42): el amor, la santidad. Es el punto de mira, el horizonte que no hemos de perder nunca de vista en medio de nuestras ocupaciones cotidianas.
Porque “ocupados” lo estaremos si obedecemos a la indicación del Creador: «Sed fecundos y multiplicaos y henchid la tierra y sometedla» (Gn 1,28). ¡La tierra!, ¡el mundo!: he aquí nuestro lugar de encuentro con el Señor. «No te pido que los retires del mundo, sino que los guardes del Maligno» (Jn 17,15). Sí, el mundo es “altar” para nosotros y para nuestra entrega a Dios y a los otros.
Somos del mundo, pero no hemos de ser mundanos. Bien al contrario, estamos llamados a ser —en bella expresión de san Juan Pablo II— “sacerdotes de la creación”, “sacerdotes” de nuestro mundo, de un mundo que amamos apasionadamente.
He aquí la cuestión: el mundo y la santidad; el tráfico diario y la única cosa necesaria. No son dos realidades opuestas: hemos de procurar la confluencia de ambas. Y esta confluencia se ha de producir —en primer lugar y sobre todo— en nuestro corazón, que es donde se pueden unir cielo y tierra. Porque en el corazón humano es donde puede nacer el diálogo entre el Creador y la criatura.
Es necesaria, por tanto, la oración. «El nuestro es un tiempo de continuo movimiento, que a menudo desemboca en el activismo, con el riesgo fácil del “hacer por hacer”. Tenemos que resistir a esta tentación, buscando “ser” antes que “hacer”. Recordemos a este respecto el reproche de Jesús a Marta: ‘Tú te afanas y te preocupas por muchas cosas y sin embargo sólo una es necesaria’ (Lc 10,41-42)» (San Juan Pablo II).
No hay oposición entre el ser y el hacer, pero sí que hay un orden de prioridad, de precedencia: «María ha elegido la parte buena, que no le será quitada» (Lc 10,42).
«Santiago: Un Camino espiritual», la cinta que muestra el gran poder del Camino, a debate en el CEU
La película se presentó en el mes de noviembre de 2024 en diferentes ciudades de España.YOUTUBE
El pasado 4 de marzo, la Fundación Cultural Ángel Herrera Oria, obra de la Asociación Católica de Propagandistas, organizó en la Universidad CEU San Pablo un acto de carácter jacobeo con la proyección de la película-documental de título Santiago: Un Camino espiritual.
De izquierda a derecha: el sacerdote Andrés Ramos, Maria Luisa Muñoz (presidenta de la Asociación de Amigos de los Caminos de Santiago de Madrid) y Juan Caamaño Aramburu.ACdp
El acto estaba dirigido a profesores y alumnos de la Universidad, así como al público en general. La cinta, de 1 hora y 35 minutos de duración, ha sido realizada por Ahava Productions, una productora que trabaja con el objetivo de crear películas que reafirmen la profundidad y la belleza católica.
Mostrar la fuerza espiritual
Se estrenó en los Estados Unidos en el año 2023, mientras que en España se presentó en el mes de noviembre de 2024 en diferentes ciudades.
La película tiene como objetivo central mostrar la vivencia y fuerza espiritual y religiosa que el Camino de Santiago ofrece a todo peregrino, sean cuales sean los motivos que le llevan a Santiago de Compostela.
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Mediante el uso de pausas y silencios, junto a las imágenes que muestran la belleza del paisaje, el lento caminar de los peregrinos y sus testimonios, el espectador es invitado a la reflexión y contemplación llegando a compartir la transformación interior que vive el propio peregrino.
Es de destacar las imágenes y narración de Donald Hying, obispo de la Diócesis de Madison en Estados Unidos, que participó en la dirección de la película, impresionado por cómo la película «capta tanto la asombrosa belleza física como la irresistible atracción espiritual de recorrer el antiguo Camino de Santiago en España».
Los prelados reconocen que les ha servido para darse ánimos en su tarea como pastores y para sentirse acompañados.
Tras la proyección de la película, hubo un coloquio dirigido por Andrés Ramos, Delegado Episcopal para las Relaciones con las Instituciones, y Juan Caamaño Aramburu, marino, escritor y peregrino, y la participación de los asistentes.
En aquel tiempo, Jesús propuso todavía otra parábola a la gente: «El Reino de los Cielos es semejante a un grano de mostaza que tomó un hombre y lo sembró en su campo. Es ciertamente más pequeña que cualquier semilla, pero cuando crece es mayor que las hortalizas, y se hace árbol, hasta el punto de que las aves del cielo vienen y anidan en sus ramas».
Les dijo otra parábola: «El Reino de los Cielos es semejante a la levadura que tomó una mujer y la metió en tres medidas de harina, hasta que fermentó todo». Todo esto dijo Jesús en parábolas a la gente, y nada les hablaba sin parábolas, para que se cumpliese el oráculo del profeta: ‘Abriré en parábolas mi boca, publicaré lo que estaba oculto desde la creación del mundo’.
«Nada les hablaba sin parábolas»
Rev. D. Josep Mª MANRESA Lamarca
(Valldoreix, Barcelona, España)
Hoy, el Evangelio nos presenta a Jesús predicando a sus discípulos. Y lo hace, tal como en Él es habitual, en parábolas, es decir, empleando imágenes sencillas y corrientes para explicar los grandes misterios escondidos del Reino. Así podía entender todo el mundo, desde la gente más formada hasta la que tenía menos luces.
«El Reino de los Cielos es semejante a un grano de mostaza...» (Mt 13,31). Los granitos de mostaza casi no se ven, son muy pequeños, pero si tenemos de ellos buen cuidado y se riegan... acaban formando un gran árbol. «El Reino de los Cielos es semejante a la levadura que tomó una mujer y la metió en tres medidas de harina...» (Mt 13,33). La levadura no se ve, pero si no estuviera ahí, la pasta no subiría. Así también es la vida cristiana, la vida de la gracia: no se ve exteriormente, no hace ruido, pero... si uno deja que se introduzca en su corazón, la gracia divina va haciendo fructificar la semilla y convierte a las personas de pecadoras en santas.
Esta gracia divina se nos da por la fe, por la oración, por los sacramentos, por la caridad. Pero esta vida de la gracia es sobre todo un don que hay que esperar y desear con humildad. Un don que los sabios y entendidos de este mundo no saben apreciar, pero que Dios Nuestro Señor quiere hacer llegar a los humildes y sencillos.
Ojalá que cuando nos busque a nosotros, nos encuentre no en el grupo de los orgullosos, sino en el de los humildes, que se reconocen débiles y pecadores, pero muy agrad
ecidos y confiados en la bondad del Señor. Así, el grano de mostaza llegará a ser un árbol grande; así la levadura de la Palabra de Dios obrará en nosotros frutos de vida eterna. Porque, «cuanto más se abaja el corazón por la humildad, más se levanta hacia la perfección» (San Agustín).
«Me di cuenta de que tener fe era una gran oportunidad; me fortaleció», asegura
Augustin, scout de 18 años, llega a Roma caminando solo: 1000 kilómetros de entrega «solo por Dios»
Nacido en Suiza, en Morges, un pueblo a orillas del lago Lemán, Augustin es el tercero de tres hijos.
Augustin llegó a Roma desde Suiza el lunes 21 de julio tras caminar 1.000 kilómetros. "Estar un poco solo en un entorno que ha abandonado la fe despertó en mí cierta motivación para la misión", comenta en una publicación de Aleteia.
Augustin cumplirá 19 años el 24 de julio y ha llegado a Roma a pie desde el Paso del Gran San Bernardo por la Vía Francígena. "Siempre he querido seguir una de las grandes rutas del cristianismo: Santiago de Compostela, Jerusalén o Roma", explica. El año jubilar y la posibilidad de cruzar las puertas santas finalmente lo convencieron.
Una pequeña aventura
Nacido en Suiza, en Morges, un pueblo a orillas del lago Lemán, Augustin es el tercero de tres hijos. Apasionado por la geopolítica y la historia, y más concretamente por la historia del cristianismo, estudia relaciones internacionales en Ginebra.
Ha sido scout en los Scouts de Europa, una federación de scouts católicos con más de 60.000 miembros en 17 países, incluyendo España. El año pasado realizó una excursión en solitario de tres semanas por los Balcanes. "Continúo con esta tradición, heredada de mis muchos años como scout, de vivir una pequeña aventura cada verano", afirma.
El año jubilar y la posibilidad de cruzar las puertas santas finalmente lo convencieron.
Tras dejar el Paso del Gran San Bernardo el 16 de junio, con la tienda a cuestas, recorrió la Vía Francígena durante mil kilómetros. "Buscaba la idea de caminar solo, pero en realidad es una soledad relativa porque me encontré con mucha gente por el camino y no imaginaba tantas instalaciones de acogida para peregrinos".
También hubo dificultades en el camino: el calor abrasador del principio, la soledad, los altibajos... Al llegar a Roma, expresó su "gran orgullo" por haber alcanzado su meta. "Llegué a la Plaza de San Pedro a tiempo para la Misa en la basílica, ¡fue fantástico!".
Agustín permanecerá tres días en la Ciudad Eterna, que visita por primera vez, y luego se reunirá con su familia en Suiza, sin participar en el Jubileo de la Juventud.
"No puedo participar en el Jubileo de la Juventud; me hubiera gustado quedarme, pero lo que me importa es que hice esta peregrinación durante el año jubilar. Y lo hice por Dios; ¡no creo que a Dios le importe mucho si me quedo para el Jubileo o no!", exclama con razón el joven.
Su madre, Charlotte, destaca su madurez y determinación. "Lo admiro, estoy muy orgullosa de él y estoy un poco preocupada. Durante esos días, cuando no estábamos muy conectados, lo dejamos encontrar su propio camino, pero en el fondo, yo estaba en paz porque sabía que Augustin estaba protegido", confiesa.
España
«Santiago: Un Camino espiritual», la cinta que muestra el gran poder del Camino, a debate en el CEU
Cuando le preguntan sobre su motivación para peregrinar solo, el joven explica: "Este año, al empezar la universidad, entré en un mundo diferente, bastante anticlerical. Dejé el escultismo y quise reencontrar este ambiente de oración, en definitiva, como reacción al universo en el que me desenvolví este año".
"Me di cuenta de que tener fe era una gran oportunidad; me fortaleció, y el hecho de estar un poco solo en un entorno que había abandonado la fe despertó en mí cierta motivación para la misión, el deseo de perpetuar la fe en un mundo que la niega", dice.
Una misa de campo con Scouts de Europa de Troyes en 2013
Nueva Evangelización
Seminaristas en Francia: un tercio son Scouts de Europa; dos tercios son de «nuevas comunidades»
Un día que Jesús estaba en oración, en cierto lugar, cuando hubo terminado, uno de sus discípulos le dijo: «Señor, enséñanos a orar, como Juan lo enseñó a sus discípulos». Les dijo: «Cuando oréis, decid: ‘Padre, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Danos cada día el pan que necesitamos. Perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos todos los que nos han ofendido. Y no nos expongas a la tentación’».
También les dijo Jesús: «Supongamos que uno de vosotros tiene un amigo, y que a medianoche va a su casa y le dice: ‘Amigo, préstame tres panes, porque otro amigo mío acaba de llegar de viaje a mi casa y no tengo nada que ofrecerle’. Sin duda, aquel le contestará desde dentro: ‘¡No me molestes! La puerta está cerrada y mis hijos y yo estamos acostados. No puedo levantarme a darte nada’. Pues bien, os digo que aunque no se levante a dárselo por ser su amigo, se levantará por serle importuno y le dará cuanto necesite. Por esto os digo: Pedid y Dios os dará, buscad y encontraréis, llamad a la puerta y se os abrirá. Porque el que pide, recibe; el que busca, encuentra y al que llama a la puerta, se le abre. ¿Acaso algún padre entre vosotros sería capaz de darle a su hijo una culebra cuando le pide pescado? ¿O de darle un alacrán cuando le pide un huevo? Pues si vosotros, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más el Padre que está en el cielo dará el Espíritu Santo a quienes se lo pidan!».
«Jesús estaba en oración… ‘Señor, enséñanos a orar’»
Abbé Jean GOTTIGNY
(Bruxelles, Bélgica)
Hoy, Jesús en oración nos enseña a orar. Fijémonos bien en lo que su actitud nos enseña. Jesucristo experimenta en muchas ocasiones la necesidad de encontrarse cara a cara con su Padre. Lucas, en su Evangelio, insiste sobre este punto.
¿De qué hablaban aquel día? No lo sabemos. En cambio, en otra ocasión, nos ha llegado un fragmento de la conversación entre su Padre y Él. En el momento en que fue bautizado en el Jordán, cuando estaba orando, «y vino una voz del cielo: ‘Tú eres mi hijo; mi amado, en quien he puesto mi complacencia’» (Lc 3,22). Es el paréntesis de un diálogo tiernamente afectuoso.
Cuando, en el Evangelio de hoy, uno de los discípulos, al observar su recogimiento, le ruega que les enseñe a hablar con Dios, Jesús responde: «Cuando oréis, decid: ‘Padre, santificado sea tu nombre…’» (Lc 11,2). La oración consiste en una conversación filial con ese Padre que nos ama con locura. ¿No definía Teresa de Ávila la oración como “una íntima relación de amistad”: «estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos que nos ama»?
Benedicto XVI encuentra «significativo que Lucas sitúe el Padrenuestro en el contexto de la oración personal del mismo Jesús. De esta forma, Él nos hace participar de su oración; nos conduce al interior del diálogo íntimo del amor trinitario; por decirlo así, levanta nuestras miserias humanas hasta el corazón de Dios».
Es significativo que, en el lenguaje corriente, la oración que Jesucristo nos ha enseñado se resuma en estas dos únicas palabras: «Padre Nuestro». La oración cristiana es eminentemente filial.
La liturgia católica pone esta oración en nuestros labios en el momento en que nos preparamos para recibir el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo. Las siete peticiones que comporta y el orden en el que están formuladas nos dan una idea de la conducta que hemos de mantener cuando recibamos la Comunión Eucarística.
Cardenal joven y misionero, ¿evangelizar solo por Internet?: «Dios no es una idea, no es marketing»
"Quizá algunos piensen hoy que es más eficaz invertir en comunicación para lograr impactos cuantificables en la opinión pública. Pero el Evangelio no se comunica como una idea o como una de las opciones de un menú", dice el cardenal.
Cardenales
"El primer anuncio no debe disiparse en discursos demasiado genéricos sobre la misión", comenta el cardenal Giorgio Marengo, misionero de la Consolata, Prefecto Apostólico de Ulán Bator, en una reciente entrevista en la Agencia Fides. El purpurado italiano pone el foco en el valor insustituible, más allá de Internet y las redes sociales, de llevar a Dios hasta el último rincón de la tierra y, especialmente, de la importancia del primer anuncio.
"El redescubrimiento de la llamada a ser todos misioneros, inscrita en el bautismo, ha sido providencial en muchos sentidos. Pero ahora parece haberse perdido un poco de vista la singularidad de la vocación misionera que se conoce como 'ad gentes'. Es como si, en la era de la globalización y de la aparente reducción de las distancias geográficas, ya no hubiera lugar para este horizonte de la labor misionera que implica salir e inserirse en contextos humanos diferentes del propio", lamenta el cardenal.
Atracción y contacto
"Creo que precisamente en nuestro tiempo merece la pena reconocer que existe una especificidad del primer anuncio del Evangelio, del Evangelio anunciado a quienes no saben realmente lo que es. Esta especificidad no debe diluirse, no debe evaporarse en un discurso demasiado genérico sobre la misión. En este momento, me parece vital para toda la labor de la Iglesia en el mundo, y para su camino en la historia, precisamente percibir y tener siempre en cuenta esta particularidad", añade.
Marengo recuerda, en este punto, la importancia de "atraer por contacto". Este encuentro puede producirse siempre por caminos desconocidos para nosotros. Pero normalmente sigue siendo necesario el impacto con una realidad humana. Una realidad humana que facilite y haga posible el encuentro con Cristo. Porque esta experiencia se transmite siempre por atracción y contacto. Y este dinamismo se manifiesta y se percibe claramente sobre todo allí donde las posibilidades reales de entrar de alguna manera en contacto con la persona de Cristo son objetivamente escasas. Por ejemplo en lugares donde la Iglesia no existe o está en un estado inicial, como es el caso de Mongolia".
Y, sobre los rasgos propios de la misión del primer anuncio, Margengo, comenta: "Dios, nuestro Padre, no envió un mensaje, sino que se hizo carne enviando a su Hijo único. Dios se abajó para abrazar la condición humana. Y por analogía, también la misión ha sido llamada desde entonces a someterse a las leyes del tiempo y del espacio, teniendo como modelo a Jesús. Si el mensaje de Cristo fuera un mero mensaje, una enseñanza de vida, no habría necesidad de pedir a hombres y mujeres que fueran hasta los confines de la tierra, como hace el propio Jesús en el Evangelio. Jesús entró a formar parte de un pueblo y una cultura definidos. Treinta años de vida oculta, tres años de actividad explícita y tres días de pasión, que desembocan en la resurrección. Todos los que le siguen están llamados a ser moldeados por el Espíritu Santo para vivir el mismo misterio. Ésta es la misión".
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"Quizá algunos piensen hoy que es más eficaz invertir en comunicación para lograr impactos cuantificables en la opinión pública. Pero el Evangelio no se comunica como una idea o como una de las opciones de un menú. Eso es marketing. A veces tenemos tendencia a hacer teorías sobre la misión, o a organizar estrategias con acciones sociales o humanitarias que presentamos como cosas útiles para lo que llamamos 'anuncio'. Hasta la ilusión de una Iglesia que se construye 'por proyecto'", explica.
En aquel tiempo, Jesús propuso a las gentes otra parábola, diciendo: «El Reino de los Cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo. Pero, mientras su gente dormía, vino su enemigo, sembró encima cizaña entre el trigo, y se fue. Cuando brotó la hierba y produjo fruto, apareció entonces también la cizaña. Los siervos del amo se acercaron a decirle: ‘Señor, ¿no sembraste semilla buena en tu campo? ¿Cómo es que tiene cizaña?’. Él les contestó: ‘Algún enemigo ha hecho esto’. Dícenle los siervos: ‘¿Quieres, pues, que vayamos a recogerla?’. Díceles: ‘No, no sea que, al recoger la cizaña, arranquéis a la vez el trigo. Dejad que ambos crezcan juntos hasta la siega. Y al tiempo de la siega, diré a los segadores: Recoged primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo recogedlo en mi granero’».
«Dejad que ambos crezcan juntos»
Rev. D. Manuel SÁNCHEZ Sánchez
(Sevilla, España)
Hoy consideramos una parábola que es ocasión para referirse a la vida de la comunidad en la que se mezclan, continuamente, el bien y el mal, el Evangelio y el pecado. La actitud lógica sería acabar con esta situación, tal como lo pretenden los criados: «¿Quieres que vayamos a recogerla?» (Mt 13,28). Pero la paciencia de Dios es infinita, espera hasta el último momento —como un padre bueno— la posibilidad del cambio: «Dejad que ambos crezcan juntos hasta la siega» (Mt 13,30).
Una realidad ambigua y mediocre, pero en ella crece el Reino. Se trata de sentirnos llamados a descubrir las señales del Reino de Dios para potenciarlo. Y, por otro lado, no favorecer nada que ayude a contentarnos en la mediocridad. No obstante, el hecho de vivir en una mezcla de bien y mal no debe impedir el avanzar en nuestra vida espiritual; lo contrario sería convertir nuestro trigo en cizaña. «Señor, ¿no sembraste semilla buena en tu campo? ¿Cómo es que tiene cizaña?» (Mt 13,27). Es imposible crecer de otro modo, ni podemos buscar el Reino en ningún otro lugar que en esta sociedad en la que estamos. Nuestra tarea será hacer que nazca el Reino de Dios.
El Evangelio nos llama a no dar crédito a los “puros”, a superar los aspectos de puritanismo y de intolerancia que puedan haber en la comunidad cristiana. Fácilmente se dan actitudes de este tipo en todos los colectivos, por sanos que intenten ser. Encarados a un ideal, todos tenemos la tentación de pensar que unos ya lo hemos alcanzado, y que otros están lejos. Jesús constata que todos estamos en camino, absolutamente todos.
Vigilemos para no dejar que el maligno se cuele en nuestras vidas, cosa que ocurre cuando nos acomodamos al mundo. Decía santa Ángela de la Cruz que «no hay que dar oído a las voces del mundo, de que en todas partes se hace esto o aquello; nosotras siempre lo mismo, sin inventar variaciones, y siguiendo la manera de hacer las cosas, que son un tesoro escondido; son las que nos abrirán las puertas del cielo». Que la Santísima Virgen María nos conceda acomodarnos sólo al amor.
Olivera, misionero en Mongolia: «Es como si el comunismo les hubiera quitado el amor por el otro»
Javier Olivera llegó a Japón a los 19 años como seminarista del Camino Neocatecumenal.omp
Javier Olivera es un sacerdote nacido en Salamanca pero incardinado en la diócesis de Osaka-Takamatsu. Miembro del Camino Neocatecumenal, sintió estando en Japón una "segunda" vocación misionera y partió rumbo a Mongolia, la Iglesia local más joven del mundo. OMP cuenta su testimonio.
Olivera recuerda una anécdota que contó su propia madre cuando le ordenaron sacerdote en Japón. Su madre solía decir: "Cuando recéis, tenéis que tener cuidado con lo que pedís. Cuando Javier nació estaba muy enfermo y yo recé con fe al Señor y le pedí que si mi hijo sobrevivía, lo ofrecería para que fuera misionero en Asia".
La oración de su madre
Después, cuando Javier entró al Camino Neocatecumental y sintió la vocación al sacerdocio, en una convivencia, había una cesta donde estaban los nombres de los seminarios de muchos países y, en otra, los nombres de los seminaristas, entre ellos el suyo.
Al azar salió Takamatsu y luego salió su nombre. "Me dijeron ¿'aceptas ir a Japón'? Y yo acepté, pero detrás creo que estaba esta oración de mi madre de que fuera misionero en Asia". Hasta su ordenación, su madre nunca le había dicho nada.
Llegó a Japón con 19 años y para él todo era nuevo. Era una lengua nueva, una cultura nueva, todo era novedoso. Dividieron a los seminaristas de dos en dos, para que vivieran con familias durante el primer año y medio. A él le tocó con una familia en Imabari, una pequeña ciudad del sur del Japón.
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"Yo veía que Dios me puso allí y lo llevé todo con naturalidad… el Señor me ayudó a entrar, a no tener problema". Además, "era un seminario que empezaba todo de cero". Así que todo era nuevo tanto "para los hermanos, como para las parroquias que nos acogían".
El padre Javier reconoce que no es bueno para los idiomas y le costó el estudio del japonés. En una parroquia algunos cristianos le daban clases de japonés y la familia con la que vivía ayudó también mucho. Al año y medio más o menos ya se defendía en la lengua.
Cuando llegó estaba en una parroquia muy pequeñita en Imabari: "me sorprendió que los católicos, que a lo mejor éramos 40 o 50, contando algún extranjero, en ese momento los japoneses, por ejemplo, todos comulgaban".
Le sorprendió "porque aquí muchas veces en misa, hay muchos católicos que no comulgan. Sin embargo allí, en ese sentido, son más, no sé si fervorosos o fervientes, pero el ambiente de oración como que se ve un poquito más arraigado. Es decir, entras en la iglesia y hay silencio".
Silencioso, todo muy ordenado, "pero también duro en el sentido de que fuera del domingo las parroquias estaban muertas, o sea la mayor parte de las parroquias, quitando el sábado quizás, y el domingo, no hay nada más, porque no es como aquí que tienes iglesias muy cerquita de casa".
Ahora lleva 19 años fuera de Japón, y cuando vuelve, visitas breves pero frecuentes, ve que han disminuido mucho los fieles japoneses, pero han aumentado mucho los extranjeros, venidos de Hispanoamérica, de Filipinas, de Vietnam. Ahora hay parroquias muy vivas gracias a estos extranjeros.
Desde hacía tiempo el padre Javier cuenta que sentía en el corazón que tenía que ir a Mongolia. Así que cuando se abrió la oportunidad de abrir una misión del Camino Neocatecumenal no lo dudó. Empezaron cuatro y luego vinieron familias en Misión y allí siguen. Cuenta que la Iglesia está empezando.
Una historia que comenzó con la caída del comunismo y la llegada de los misioneros. Es una misión ad gentes, en la que poco a poco se va extendiendo el mensaje de Jesús, con una labor paciente que lleva muchos años.
"No pierdo la esperanza, porque yo pienso que yo no tengo ni siquiera que ver el fruto". Reconoce que "estamos sembrando, pico y pala; habrá quien se ría… otros se burlarán, otros dirán, bueno, sobre esto te escucharemos otro día y habrá quien crea. Tengo esperanza en que lo que se siembra tarde o temprano producirá fruto, aunque yo no lo vea".
El padre Javier valora la caridad de la Iglesia hacia los pobres. En Mongolia "hay mucha gente abandonada, abandonada completamente. Se abandona a los niños, se abandona a los abuelitos, muchos borrachos tirados en la calle y no hay nada ni nadie que les ayude".
"Parece como que el comunismo de tantos años les ha cortado la caridad, les ha quitado el amor a las personas. Nadie hace nada gratis por otro, nadie. La presencia de la Iglesia hace ver a la gente que se puede hacer algo por otro sin esperar dinero, sin un sueldo. Yo hago esto por amor al otro".
"Quizá algunos piensen hoy que es más eficaz invertir en comunicación para lograr impactos cuantificables en la opinión pública. Pero el Evangelio no se comunica como una idea o como una de las opciones de un menú", dice el cardenal.
Cardenal joven y misionero, ¿evangelizar solo por Internet?: «Dios no es una idea, no es marketing»
Aquella visita del Papa "nos ha dado más visibilidad porque, ya digo, en Mongolia no hay caridad, no hay amor, no se enseña eso a los chavales. No, las familias tampoco. Y, sin embargo, en estas instituciones de la Iglesia sí. Y ellos lo ven, ven el amor con el que se les trata, la relación entre los profesores, entre las monjas, entre los que están allí trabajando. Ven una relación distinta que en casa no la ven y en la calle tampoco".
En cuanto a su vocación, el padre Javier Olivera se siente contento, porque "el Señor me ha hecho ir a sitios a los que yo por aventura no iría, porque no me arriesgaría". Hay que "dejar que sea el Espíritu el que nos lleve, dejar que sea Él el que trabaje en nosotros". A los jóvenes que sientan la vocación les refiere su experiencia, que "si Dios te llama, jamás te va a abandonar".
En aquel tiempo, se acercó a Jesús la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos, y se postró como para pedirle algo. Él le dijo: «¿Qué quieres?». Dícele ella: «Manda que estos dos hijos míos se sienten, uno a tu derecha y otro a tu izquierda, en tu Reino». Replicó Jesús: «No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa que yo voy a beber?». Dícenle: «Sí, podemos». Díceles: «Mi copa, sí la beberéis; pero sentarse a mi derecha o mi izquierda no es cosa mía el concederlo, sino que es para quienes está preparado por mi Padre».
Al oír esto los otros diez, se indignaron contra los dos hermanos. Mas Jesús los llamó y dijo: «Sabéis que los jefes de las naciones las dominan como señores absolutos, y los grandes las oprimen con su poder. No ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será vuestro esclavo; de la misma manera que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos».
«¿Podéis beber la copa que yo voy a beber?»
Mons. Octavio RUIZ Arenas Secretario del Pontificio Consejo para la promoción de la Nueva Evangelización
(Città del Vaticano, Vaticano)
Hoy, el episodio que nos narra este fragmento del Evangelio nos pone frente a una situación que ocurre con mucha frecuencia en las distintas comunidades cristianas. En efecto, Juan y Santiago han sido muy generosos al abandonar su casa y sus redes para seguir a Jesús. Han escuchado que el Señor anuncia un Reino y que ofrece la vida eterna, pero no logran entender todavía la nueva dimensión que presenta el Señor y, por ello, su madre va a pedir algo bueno, pero que se queda en las simples aspiraciones humanas: «Manda que estos dos hijos míos se sienten, uno a tu derecha y otro a tu izquierda, en tu Reino» (Mt 20,21).
De igual manera, nosotros escuchamos y seguimos al Señor, como lo hicieron los primeros discípulos de Jesús, pero no siempre logramos entender a cabalidad su mensaje y nos dejamos llevar por intereses personales o ambiciones dentro de la Iglesia. Se nos olvida que al aceptar al Señor, tenemos que entregarnos con confianza y de manera plena a Él, que no podemos pensar en obtener la gloria sin haber aceptado la cruz.
La respuesta que les da Jesús pone precisamente el acento en este aspecto: para participar de su Reino, lo que importa es aceptar beber de su misma «copa» (cf. Mt 20,22), es decir, estar dispuestos a entregar nuestra vida por amor a Dios y dedicarnos al servicio de nuestros hermanos, con la misma actitud de misericordia que tuvo Jesús. El Papa Francisco, en su primera homilía, recalcaba que para seguir a Jesús hay que caminar con la cruz, pues «cuando caminamos sin la cruz, cuando confesamos un Cristo sin cruz, no somos discípulos del Señor».
Seguir a Jesús exige, por consiguiente, gran humildad de nuestra parte. A partir del bautismo hemos sido llamados a ser testigos suyos para transformar el mundo. Pero esta transformación sólo la lograremos si somos capaces de ser servidores de los demás, con un espíritu de gran generosidad y entrega, pero siempre llenos de gozo por estar siguiendo y haciendo presente al Señor.
Romanelli, párroco católico en Gaza relata con crudeza cómo el horror «se ha convertido en hábito»
La situación en Gaza es ya totalmente insostenible para la población civil.
Una cebolla cuesta 10 euros, un kilo de tomates, 15, quien encuentra un pañal paga por él 3 euros cuando en España serían solo algunos céntimos, y cuando los niños escuchan las bombas impactar a pocos metros, “siguen jugando”, como diría San Luis Gonzaga ante la muerte inminente. Es la situación en Gaza que relata el padre Gabriel Romanelli, párroco de la Sagrada Familia, en una entrevista telefónica a Vatican News. Pasados 20 meses de su refugio en la parroquia con cientos de refugiados, contempla como “se sienten abandonados por todos” pero, al mismo tiempo, “saben que sólo a Dios le importa su destino” y «el Papa León es un estímulo para resistir».
Conforme se acercan los dos años desde el inicio de la guerra, el sacerdote ve cómo cunde la resignación,y más que la falta de alimentos, de agua potable, medicinas o el peligro, le preocupa que se pierda la esperanza. “La de que esta maldita guerra termine, de que regrese la paz, de que podamos permanecer en esta tierra y reconstruir los hogares destruidos, de que nuestra pequeña y resiliente comunidad cristiana pueda seguir siendo testigo del Resucitado”, declaró.
El párroco incide en que la esperanza “se desvanece”, especialmente conforme la gente y sus refugiados se consideran “tratados como objetos y no como sujetos de derechos”.
Objetos, dice, “que se pueden mover a voluntad. La gran mayoría de los habitantes de Gaza son civiles, que no forman parte del conflicto armado. Nuestra comunidad debe resistir porque un signo de la presencia cristiana debe permanecer en Gaza”.
Profundizando en los detalles, Romanelli asegura que, si hasta ahora han podido ayudar a los cientos de refugiados de la parroquia e incluso “a decenas de miles de familias”, es “gracias a la ayuda que llega de la Iglesia y de muchos amigos de todo el mundo”.
Sin embargo, desde hace tres meses, la ayuda ha sido bloqueada desde el exterior de la Franja de Gaza. “Ya sea comida, agua o medicinas, toda ayuda está bloqueada”, lamenta el sacerdote.
Hasta ahora habían subsistido por el almacenamiento y racionamiento de provisiones, pero ahora se limitan a pensar en los propios internos de las instalaciones parroquiales. “Ya no podemos ayudar fuera de nuestra comunidad”, admite el párroco.
Muchos podrían considerarles como afortunados. Y todo por tener “algo de harina para hacer pan”, sin importar que esté “llena de gusanos” y deba ser tamizada cada día o que el agua deba ser purificada para evitar enfermedades.
El encarecimiento es otro obstáculo que empieza a ser insalvable.
“Una cebolla cuesta 10 euros, un kilo de tomates más de 15 euros. Debemos administrar con mucha prudencia los suministros que nos quedan para nuestros casi 500 refugiados, incluidos aproximadamente 50 niños acogidos por las religiosas de la Madre Teresa. No podemos encontrar pañales y cuando estaban disponibles costaban no menos de 3 euros cada uno. La situación de los medicamentos también es desesperada, porque también nos hemos quedado sin suministros”, enumera el sacerdote, que ve necesidad “dondequiera que mires”.
Pero lo peor, dice, “es esta incertidumbre la que genera la pérdida de la esperanza. Se sienten abandonados por todos, sienten que sólo a Dios le importa su destino”.
Por paradójico que parezca, el miedo empieza a ser un problema menor. Se han acostumbrado.
Hablando de las explosiones cercanas a la parroquia, el sacerdote asegura que las escuchan cada día, viendo como las astillas y la metralla llegan con normalidad hasta las instalaciones.
"El Papa León es un estímulo para resistir"
“Hay una situación surrealista de hábito. Mientras hablamos, los niños están jugando fuera, en el oratorio; si escuchaban explosiones, incluso cerca, seguían jugando. Porque el peligro está confiado al destino. Cuando pasan los cazas israelíes, la gente busca refugio en sus casas, espera unos minutos a que caiga algo de metralla y luego vuelve a salir y continúa con su vida normal. El horror se ha convertido en hábito”, relata.
Fuente: Religión en Libertad
En la Iglesia de Romanelli ocurre lo mismo. Mientras rezan, las ventanas se abren y las astillas y el polvo cae, pero los fieles siguen rezando. Hacerlo, asegura, “nos da más seguridad que huir”.
La fe y la oración es de las pocas cosas que les siguen dando esperanza, como también lo es León XIV desde el mismo momento de su elección.
“Habíamos puesto la pantalla en la iglesia y afortunadamente esa noche había electricidad e Internet. Sentimos inmediatamente un estímulo para resistir con sus primeras palabras de invocación por la paz”, cuenta el párroco, que no duda en mandar un mensaje al pontífice.
“Estamos muy agradecidos por sus palabras de paz y toda la comunidad está rezando por él. Y no sólo nosotros. La cercanía del Papa Francisco era la cercanía de toda la Iglesia. Y seguimos escuchándolo con el Papa León. Es el sucesor de Pedro, padre de la Iglesia y padre de todos. De todos”, concluye.
Publicado originariamente en la web de la Fundación Tierra Santa.
En aquel tiempo, se acercó a Jesús la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos, y se postró como para pedirle algo. Él le dijo: «¿Qué quieres?». Dícele ella: «Manda que estos dos hijos míos se sienten, uno a tu derecha y otro a tu izquierda, en tu Reino». Replicó Jesús: «No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa que yo voy a beber?». Dícenle: «Sí, podemos». Díceles: «Mi copa, sí la beberéis; pero sentarse a mi derecha o mi izquierda no es cosa mía el concederlo, sino que es para quienes está preparado por mi Padre».
Al oír esto los otros diez, se indignaron contra los dos hermanos. Mas Jesús los llamó y dijo: «Sabéis que los jefes de las naciones las dominan como señores absolutos, y los grandes las oprimen con su poder. No ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será vuestro esclavo; de la misma manera que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos».
«¿Podéis beber la copa que yo voy a beber?»
Mons. Octavio RUIZ Arenas Secretario del Pontificio Consejo para la promoción de la Nueva Evangelización
(Città del Vaticano, Vaticano)
Hoy, el episodio que nos narra este fragmento del Evangelio nos pone frente a una situación que ocurre con mucha frecuencia en las distintas comunidades cristianas. En efecto, Juan y Santiago han sido muy generosos al abandonar su casa y sus redes para seguir a Jesús. Han escuchado que el Señor anuncia un Reino y que ofrece la vida eterna, pero no logran entender todavía la nueva dimensión que presenta el Señor y, por ello, su madre va a pedir algo bueno, pero que se queda en las simples aspiraciones humanas: «Manda que estos dos hijos míos se sienten, uno a tu derecha y otro a tu izquierda, en tu Reino» (Mt 20,21).
De igual manera, nosotros escuchamos y seguimos al Señor, como lo hicieron los primeros discípulos de Jesús, pero no siempre logramos entender a cabalidad su mensaje y nos dejamos llevar por intereses personales o ambiciones dentro de la Iglesia. Se nos olvida que al aceptar al Señor, tenemos que entregarnos con confianza y de manera plena a Él, que no podemos pensar en obtener la gloria sin haber aceptado la cruz.
La respuesta que les da Jesús pone precisamente el acento en este aspecto: para participar de su Reino, lo que importa es aceptar beber de su misma «copa» (cf. Mt 20,22), es decir, estar dispuestos a entregar nuestra vida por amor a Dios y dedicarnos al servicio de nuestros hermanos, con la misma actitud de misericordia que tuvo Jesús. El Papa Francisco, en su primera homilía, recalcaba que para seguir a Jesús hay que caminar con la cruz, pues «cuando caminamos sin la cruz, cuando confesamos un Cristo sin cruz, no somos discípulos del Señor».
Seguir a Jesús exige, por consiguiente, gran humildad de nuestra parte. A partir del bautismo hemos sido llamados a ser testigos suyos para transformar el mundo. Pero esta transformación sólo la lograremos si somos capaces de ser servidores de los demás, con un espíritu de gran generosidad y entrega, pero siempre llenos de gozo por estar siguiendo y haciendo presente al Señor.
En aquel tiempo, acercándose los discípulos dijeron a Jesús: «¿Por qué les hablas en parábolas?». Él les respondió: «Es que a vosotros se os ha dado el conocer los misterios del Reino de los Cielos, pero a ellos no. Porque a quien tiene se le dará y le sobrará; pero a quien no tiene, aun lo que tiene se le quitará. Por eso les hablo en parábolas, porque viendo no ven, y oyendo no oyen ni entienden. En ellos se cumple la profecía de Isaías: ‘Oír, oiréis, pero no entenderéis, mirar, miraréis, pero no veréis. Porque se ha embotado el corazón de este pueblo, han hecho duros sus oídos, y sus ojos han cerrado; no sea que vean con sus ojos, con sus oídos oigan, con su corazón entiendan y se conviertan, y yo los sane’.
»¡Pero dichosos vuestros ojos, porque ven, y vuestros oídos, porque oyen! Pues os aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que vosotros veis, pero no lo vieron, y oír lo que vosotros oís, pero no lo oyeron».
«¡... dichosos vuestros ojos, porque ven, y vuestros oídos, porque oyen!»
Rev. D. Manel MALLOL Pratginestós
(Terrassa, Barcelona, España)
Hoy, recordamos la "alabanza" dirigida por Jesús a quienes se agrupaban junto a Él: «¡dichosos vuestros ojos, porque ven, y vuestros oídos, porque oyen!» (Mt 13,16). Y nos preguntamos: ¿Van dirigidas también a nosotros estas palabras de Jesús, o son únicamente para quienes lo vieron y escucharon directamente? Parece que los dichosos son ellos, pues tuvieron la suerte de convivir con Jesús, de permanecer física y sensiblemente a su lado. Mientras que nosotros nos contaríamos más bien entre los justos y profetas -¡sin ser justos ni profetas!- que habríamos querido ver y oír.
No olvidemos, sin embargo, que el Señor se refiere a los justos y profetas anteriores a su venida, a su revelación: «Os aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que vosotros veis, pero no lo vieron» (Mt 13,17). Con Él llega la plenitud de los tiempos, y nosotros estamos en esta plenitud, estamos ya en el tiempo de Cristo, en el tiempo de la salvación. Es verdad que no hemos visto a Jesús con nuestros ojos, pero sí le hemos conocido y le conocemos. Y no hemos escuchado su voz con nuestros oídos, pero sí que hemos escuchado y escuchamos sus palabras. El conocimiento que la fe nos da, aunque no es sensible, es un auténtico conocimiento, nos pone en contacto con la verdad y, por eso, nos da la felicidad y la alegría.
Agradezcamos nuestra fe cristiana, estemos contentos de ella. Intentemos que nuestro trato con Jesús sea cercano y no lejano, tal como le trataban aquellos discípulos que estaban junto a Él, que le vieron y oyeron. No miremos a Jesús yendo del presente al pasado, sino del presente al presente, estemos realmente en su tiempo, un tiempo que no acaba. La oración -hablar con Dios- y la Eucaristía -recibirle- nos aseguran esta proximidad con Él y nos hacen realmente dichosos al mirarlo con ojos y oídos de fe. «Recibe, pues, la imagen de Dios que perdiste por tus malas obras» (San Agustín).
Cáritas Jerusalén denuncia el drama humano en Gaza y pide ayuda: «La situación es catastrófica»
Anton Asfar, director de Cáritas Jerusalén.Vatican news
Tras el inicio de los ataques israelíes contra Irán el viernes 13 de junio, Cáritas Jerusalén suspendió sus actividades para evaluar los riesgos de continuar su acción humanitaria.
Sin embargo, ante las "enormes necesidades", su director, Anton Asfar, organizó la reanudación de las operaciones al día siguiente. "Estamos en primera línea para llevar ayuda a la población y, como gran organización y 'brazo social' de la Iglesia, teníamos que continuar con nuestro trabajo", explica a Vatican News.
Ni alimentos ni agua potable
En la Franja de Gaza, 122 miembros de los equipos de Cáritas Jerusalén están distribuidos en diez unidades médicas para garantizar la ayuda de emergencia. Labor que se lleva a cabo bajo bombardeos, con muertos cada día, especialmente en el norte, como informó el miércoles 18 de junio el Hospital Al-Ahli, uno de los socios de la organización católica.
"La situación es catastrófica", resume Anton Asfar, citando la grave escasez de medicamentos, alimentos e incluso agua potable. "Trajimos todo el equipo que pudimos durante el reciente alto el fuego, pero ahora nuestros suministros se están agotando". Los equipos a veces reciben medicamentos de la OMS o de otros socios.
En la Franja de Gaza, las escenas de la vida cotidiana son indescriptibles. Niños descalzos hurgando en los cubos de basura en busca de restos de comida, insectos transmisores de enfermedades infecciosas...
Dentro de la parroquia latina de Gaza, los cristianos también sufren una asfixia lenta y progresiva. Algunos viven dentro de la iglesia, alrededor de la cual no cesan los bombardeos. Cáritas Jerusalén está en estrecho contacto con el padre Gabriel Romanelli, párroco de la Sagrada Familia, cuando es posible llamarlo: recientemente el sacerdote tuvo que subir al tejado de la iglesia para tener señal.
Para el director de Cáritas Jerusalén, tener equipos sobre el terreno es una fuente de angustia constante. Seguimos evaluando la situación porque no queremos poner en riesgo a nuestros equipos: es muy peligroso operar en Gaza, que se ha convertido en una auténtica zona sin ley.
Al mismo tiempo, Cáritas Jerusalén también lanza la alarma sobre la dramática situación en Cisjordania. Al regresar de una visita al norte, Anton Asfar fue testigo de la construcción de nuevos muros y puestos de control.
"He visto cambios significativos sobre el terreno", dice con preocupación, como en el pueblo de Sinjil, a 50 kilómetros al norte de Jerusalén, ahora rodeado por muros de alambre de púas de varios metros de altura. "Cisjordania está paralizada, hay muy poca libertad de movimiento", continúa Anton Asfar, quien habla de no menos de 900 puestos de control o barreras en toda Cisjordania.
Romanelli, párroco católico en Gaza relata con crudeza cómo el horror «se ha convertido en hábito»
La agricultura, la educación y toda la economía están sufriendo gravemente estas restricciones, que se suman a un contexto ya de por sí difícil. Además, con la suspensión de las peregrinaciones a Tierra Santa, muchas ciudades como Belén viven "en cámara lenta".
Cáritas Jerusalén también trabaja para los 40.000 refugiados que viven en los campos de Jenin, Nour Shams y Tulkarem. «Estas personas desplazadas dentro del país no tienen nada: necesitan comida, kits de higiene y artículos de primera necesidad. "Estamos haciendo todo lo posible para ayudarlos y lanzaremos jornadas médicas y programas de apoyo psicosocial en el norte de Cisjordania", explica Anton Asfar.
En aquel tiempo, salió Jesús de casa y se sentó a orillas del mar. Y se reunió tanta gente junto a Él, que hubo de subir a sentarse en una barca, y toda la gente quedaba en la ribera. Y les habló muchas cosas en parábolas. Decía: «Una vez salió un sembrador a sembrar. Y al sembrar, unas semillas cayeron a lo largo del camino; vinieron las aves y se las comieron. Otras cayeron en pedregal, donde no tenían mucha tierra, y brotaron enseguida por no tener hondura de tierra; pero en cuanto salió el sol se agostaron y, por no tener raíz, se secaron. Otras cayeron entre abrojos; crecieron los abrojos y las ahogaron. Otras cayeron en tierra buena y dieron fruto, una ciento, otra sesenta, otra treinta. El que tenga oídos, que oiga».
«Una vez salió un sembrador a sembrar»
P. Julio César RAMOS González SDB
(Mendoza, Argentina)
Hoy, Jesús —en la pluma de Mateo— comienza a introducirnos en los misterios del Reino, a través de esta forma tan característica de presentarnos su dinámica por medio de parábolas.
La semilla es la palabra proclamada, y el sembrador es Él mismo. Éste no busca sembrar en el mejor de los terrenos para asegurarse la mejor de las cosechas. Él ha venido para que todos «tengan vida y la tenga en abundancia» (Jn 10,10). Por eso, no escatima en desparramar puñados generosos de semillas, sea «a lo largo del camino» (Mt 13,4), como en «el pedregal» (v. 5), o «entre abrojos» (v. 7), y finalmente «en tierra buena» (v. 8).
Así, las semillas arrojadas por generosos puños producen el porcentaje de rendimiento que las posibilidades “toponímicas” les permiten. El Concilio Vaticano II nos dice: «La Palabra de Dios se compara a una semilla sembrada en el campo: los que escuchan con fe y se unen al pequeño rebaño de Cristo han acogido el Reino; después la semilla, por sí misma, germina y crece hasta el tiempo de la siega» (Lumen gentium, n. 5).
«Los que escuchan con fe», nos dice el Concilio. Tú estás habituado a escucharla, tal vez a leerla, y quizá a meditarla. Según la profundidad de tu audición en la fe, será la posibilidad de rendimiento en los frutos. Aunque éstos vienen, en cierta forma, garantizados por la potencia vital de la Palabra-semilla, no es menor la responsabilidad que te cabe en la atenta audición de la misma. Por eso, «el que tenga oídos, que oiga» (Mt 13,9).
Pide hoy al Señor el ansia del profeta: «Cuando se presentaban tus palabras, yo las devoraba, tus palabras eran mi gozo y la alegría de mi corazón, porque yo soy llamado con tu Nombre, Señor, Dios de los ejércitos» (Jr 15,16).