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jueves, 30 de junio de 2022

Santo Evangelio 30 de Junio 2022

 


Texto del Evangelio (Mt 9,1-8):

 En aquel tiempo, subiendo a la barca, Jesús pasó a la otra orilla y vino a su ciudad. En esto le trajeron un paralítico postrado en una camilla. Viendo Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: «¡Animo!, hijo, tus pecados te son perdonados». Pero he aquí que algunos escribas dijeron para sí: «Éste está blasfemando». Jesús, conociendo sus pensamientos, dijo: «¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir: ‘Tus pecados te son perdonados’, o decir: ‘Levántate y anda’? Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar pecados —dice entonces al paralítico—: ‘Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa’». Él se levantó y se fue a su casa. Y al ver esto, la gente temió y glorificó a Dios, que había dado tal poder a los hombres.



«Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa»


Rev. D. Francesc NICOLAU i Pous

(Barcelona, España)

Hoy encontramos una de las muchas manifestaciones evangélicas de la bondad misericordiosa del Señor. Todas ellas nos muestran aspectos ricos en detalles. La compasión de Jesús misericordiosamente ejercida va desde la resurrección de un muerto o la curación de la lepra, hasta perdonar a una mujer pecadora pública, pasando por muchas otras curaciones de enfermedades y la aceptación de pecadores arrepentidos. Esto último lo expresa también en parábolas, como la de la oveja descarriada, la didracma perdida y el hijo pródigo.

El Evangelio de hoy es una muestra de la misericordia del Salvador en dos aspectos al mismo tiempo: ante la enfermedad del cuerpo y ante la del alma. Y puesto que el alma es más importante, Jesús comienza por ella. Sabe que el enfermo está arrepentido de sus culpas, ve su fe y la de quienes le llevan, y dice: «¡Animo!, hijo, tus pecados te son perdonados» (Mt 9,2).

¿Por qué comienza por ahí sin que se lo pidan? Está claro que lee sus pensamientos y sabe que es precisamente esto lo que más agradecerá aquel paralítico, que, probablemente, al verse ante la santidad de Jesucristo, experimentaría confusión y vergüenza por las propias culpas, con un cierto temor a que fueran impedimento para la concesión de la salud. El Señor quiere tranquilizarlo. No le importa que los maestros de la Ley murmuren en sus corazones. Más aun, forma parte de su mensaje mostrar que ha venido a ejercer la misericordia con los pecadores, y ahora lo quiere proclamar.

Y es que quienes, cegados por el orgullo se tienen por justos, no aceptan la llamada de Jesús; en cambio, le acogen los que sinceramente se consideran pecadores. Ante ellos Dios se abaja perdonándolos. Como dice san Agustín, «es una gran miseria el hombre orgulloso, pero más grande es la misericordia de Dios humilde». Y en este caso, la misericordia divina todavía va más allá: como complemento del perdón le devuelve la salud: «Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa» (Mt 9,6). Jesús quiere que el gozo del pecador convertido sea completo.

Nuestra confianza en Él se ha de afianzar. Pero sintámonos pecadores a fin de no cerrarnos a la gracia.


Agnès B., un mito de la moda con 300 tiendas: «A veces, ver a Cristo en la Cruz me hace llorar»


 Agnès B., un mito de la moda con 300 tiendas: «A veces, ver a Cristo en la Cruz me hace llorar»

Agnès B. saluda a la finalización de uno de sus desfiles.

Agnès B. abrió su primer establecimiento en París, en 1975, "en un lugar muy hippy... Soy hija del 68, me manifesté mucho en la calle". Hoy tiene trescientas tiendas y puntos de venta en todo el mundo, la mitad de ellos en Japón, donde sus diseños han entrado muy bien.

Es un mito de la moda francesa y mantiene un intenso ritmo de trabajo que no se circunscribe al ámbito de las últimas tendencias en el vestido. En 1983 adquirió una galería de arte y desde entonces su colección privada suma ya más de cinco mil piezas entre pinturas, esculturas, fotografías y arte callejero.

Agnès B. saluda tras la presentación de una de sus colecciones.


Nació en Versalles en 1941 y se crió junto al Palacio, en cuyo jardín jugaba a diario: "Entonces no era Disneylandia, como lo es ahora, sino un lugar poético y mágico. Esa belleza te condiciona, porque luego te pasas toda la vida buscándola", recordaba en una entrevista hace pocos años.

En octubre de 2019, Agnès publicó una obra sobre su propia espiritualidad, Je crois en l'âme [Creo en el alma], donde confiesa su "fe católica inquebrantable", su formación en "el amor de Cristo" y su deseo de poner en práctica el mandato de "amaos los unos a los otros". Como explicó a L'1visible, lo que por encima de todo siente es gratitud: "¡No puedo sino dar gracias al Cielo! Creo que todo el mundo puede ser perdonado y amado por Dios. Creo que hay mucha misericordia en la persona de Dios".


La televisión católica francesa KTO entrevistó a Agnès B. en su programa Lumière interieur [Luz interior].

Agnès Troublé creció en una familia católica con muchos hermanos, hija de un abogado y nieta de un general, "una familia burguesa clásica de Versalles, con mucha cultura y gusto por la vida y por la música". Siempre ha sido cristiana: "Desde que era pequeña pienso continuamente en Jesús, en la Santísima Virgen y en el Cielo. Cada mañana pido al Cielo que me ayuda, siempre le pido algo". Y recuerda momentos espiritualmente "fuertes": "Mi primera comunión, o unos ejercicios espirituales que dirigió un sacerdote al que apreciaba mucho... Esos momentos privilegiados me confortaron en la fe. Desde mi infancia jamás he dudado de mi fe en Dios".

Pero sí hay una herida en su pasado que afecta a su vida espiritual. Se casó a los 17 años con Christian Bourgois (1933-2007), un editor que difundió en Francia, entre otros, a Gabriel García Márquez o J.R.R. Tolkien, y  que en 1989 publicó Los versos satánicos de Salman Rushdie, desafiando la fatwa decretada contra él por grupos yihadistas. La B de Agnès B. procede precisamente el apellido de su marido. Tuvieron dos niños, gemelos, cuando ella tenía 19 años, pero luego se separaron: "Me separé de él a los 20 años. Me divorcié dos años más tarde y desde entonces no puedo comulgar. Lo cual me entristece, en ocasiones hasta llorar".

"A veces, ver a Cristo en la Cruz me hace llorar. Pienso en su sufrimiento, en el momento en el que pide a su Padre que le ahorre esa prueba... ¡Es tan humano y cercano a nosotros!", exclama: "Piensa en las bodas de Caná. Se palpa toda Su humanidad cuando los invitados se preguntan por qué se ha servido el vino bueno después del malo".

Agnès se siente también muy cercana también a la Virgen María: "Hubo un día en el que tuve la impresión de abrazarla entre mis brazos. Uno de mis hijos estaba muy enfermo y le pedí por él con todo mi corazón. Estaba conduciendo, y en ese momento tuve la impresión de sentir su presencia entre mis brazos. Es un momento que recordaré siempre, y pienso en él en los momentos difíciles, como la pérdida de mi hermana pequeña el año pasado".

"No me imagino cómo se puede vivir sin fe", concluye su entrevista en L'1visible: "¡Es la fe la que ayuda a hacer las cosas grandes que no podríamos hacer solos. A mí me educaron en un principio: 'Ayúdate y el cielo te ayudará'. Así que... ¡actúa!"

Publicado en ReL el 1 de diciembre de 2019 y actualizado.

miércoles, 29 de junio de 2022

Santo Evangelio 29 de Junio 2022

 


Texto del Evangelio (Mt 16,13-19):

 En aquel tiempo, llegado Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: «¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?». Ellos dijeron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías, otros, que Jeremías o uno de los profetas». Díceles Él: «Y vosotros ¿quién decís que soy yo?». Simón Pedro contestó: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo». Replicando Jesús le dijo: «Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos».



«Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo»


Mons. Jaume PUJOL i Balcells, Arzobispo Emérito de Tarragona

(Tarragona, España)

Hoy celebramos la solemnidad de San Pedro y San Pablo, los cuales fueron fundamentos de la Iglesia primitiva y, por tanto, de nuestra fe cristiana. Apóstoles del Señor, testigos de la primera hora, vivieron aquellos momentos iniciales de expansión de la Iglesia y sellaron con su sangre la fidelidad a Jesús. Ojalá que nosotros, cristianos del siglo XXI, sepamos ser testigos creíbles del amor de Dios en medio de los hombres tal como lo fueron los dos Apóstoles y como lo han sido tantos y tantos de nuestros conciudadanos.

En una de las primeras intervenciones del Papa Francisco, dirigiéndose a los cardenales, les dijo que hemos de «caminar, edificar y confesar». Es decir, hemos de avanzar en nuestro camino de la vida, edificando a la Iglesia y confesando al Señor. El Papa advirtió: «Podemos caminar tanto como queramos, podemos edificar muchas cosas, pero si no confesamos a Jesucristo, alguna cosa no funciona. Acabaremos siendo una ONG asistencial, pero no la Iglesia, esposa del Señor».

Hemos escuchado en el Evangelio de la misa un hecho central para la vida de Pedro y de la Iglesia. Jesús pide a aquel pescador de Galilea un acto de fe en su condición divina y Pedro no duda en afirmar: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo» (Mt 16,16). Inmediatamente, Jesús instituye el Primado, diciendo a Pedro que será la roca firme sobre la cual se edificará la Iglesia a lo largo de los tiempos (cf. Mt 16,18) y dándole el poder de las llaves, la potestad suprema.

Aunque Pedro y sus sucesores están asistidos por la fuerza del Espíritu Santo, necesitan igualmente de nuestra oración, porque la misión que tienen es de gran trascendencia para la vida de la Iglesia: han de ser fundamento seguro para todos los cristianos a lo largo de los tiempos; por tanto, cada día nosotros hemos de rezar también por el Santo Padre, por su persona y por sus intenciones.

4 formas de apartar de nosotros el Orgullo: no es nada fácil, pero es camino seguro a la felicidad


 4 formas de apartar de nosotros el Orgullo: no es nada fácil, pero es camino seguro a la felicidad

La soberbia es uno de los siete pecados capitales.

El orgullo que va unido a la soberbia es un pecado que ha acompañado al ser humano a lo largo de su historia. Se ha manifestado en estos miles de años en multitud de circunstancias, mostrando el mal que el pecado trajo al mundo. Pero este orgullo es también algo que acompaña al hombre de hoy, pues es el intento de igualarse a Dios.

De este modo, esta soberbia puede dividirse en cuatro partes, cada una con sus particularidades: la jactancia, la ostentación, la hipocresía y la ambición.

En Catholic Exchange, el profesor emérito de la Universidad de St. Jerome, Donald DeMarco, recuerda que estas características del orgullo cuando se ven en el otro son rechazadas, pero uno mismo las adopta para sí. “Esta es la gran paradoja del orgullo. Lo que encontramos repugnante en los demás, lo elegimos para nosotros mismo”, señala.

Entonces, ¿cómo podemos deshacernos de este vicio impropio? Hay, afortunadamente, formas prácticas de apartar cada una de estas cuatro especies de orgullo. Así lo explica este profesor:

Jactancia

La tentación de presumir de logros propios es muy fuerte. Un antídoto práctico del elogio a uno mismo es elogiar a los demás. No importa lo bien que se haga algo, siempre habrá alguien que lo haga mejor. Es mucho más razonable alabar a los demás que envidiarlos. La envidia trae infelicidad y no lleva a ninguna parte.

Es bueno regocijarse por los logros de los demás y estar agradecidos por poder compartir sus dones. Cuando se elogia a los demás, en lugar de a uno mismo, se vence la necesidad de jactarse. Esto da una libertad maravillosa de la tarea fútil de tratar de convencer a los demás de que uno es mejor de lo que en realidad es.

Ostentación

La ostentación es asumir el papel del pavo real o, para decirlo de manera más simple, ser un “presumido”. La jactancia involucra palabras, la ostentación involucra posesiones. La persona codiciosa trata de impresionar a los demás con su atuendo, su riqueza, su estatus e incluso su coche. La competencia para superar a los demás puede ser muy frustrante. La preocupación por las posesiones puede interferir con el crecimiento. “Mantener las apariencias” puede ser un juego perdido. Si se apuesta por cultivar más el interior (sin coste económico), las ganas de hacer alarde de lo que uno tiene empiezan a desaparecer.  

Hipocresía

Todos tratamos de convencer a los demás de que somos mejores de lo que sabemos que somos, explica el autor. Para complicar aún más las cosas, se nos insta, como dice el refrán, a “dar lo mejor de nosotros”. Pero no es fácil practicar lo que uno predica. La cura obvia para la hipocresía es ser honesto con uno mismo y admitir que no debemos “darnos aires” que falsifican cómo se vive.

Más bien, se debe vivir de tal manera que se pueda respaldar lo que uno predica al ponerlo en práctica. La integridad, por lo tanto, es la respuesta a la hipocresía. La gente admira la integridad y detesta la hipocresía. Pero la integridad es a la vez difícil de alcanzar y precaria cuando se logra. La persona íntegra se da cuenta de que debe permanecer seguir siendo humilde si quiere conservar dicha integridad.

Ambición

Nuestras ambiciones pueden ir en contra del destino que Dios asigna a cada uno. El hombre no puede leer el futuro. Por lo tanto, las ambiciones a menudo se basan en la ignorancia. Además, se inventan pensando únicamente en uno mismo, y no en el plan que Dios tiene en mente.

En Enrique VIII de Shakespeare, un cardenal Wolsey ambicioso, pero amargado, se da cuenta de la futilidad de sus ambiciones. En un estado de ánimo desesperado, dice: “Si hubiera servido a mi Dios con la mitad del celo que serví a mi rey, a mi edad no me habría dejado desnudo ante mis enemigos”. Su pecado trajo a su conciencia uno de significado más primordial. Se vuelve hacia Cromwell y dice: "Te ordeno que deseches la ambición: por ese pecado cayeron los ángeles". Cuando sé es fiel a Dios, el destino se hace evidente. Cualesquiera que sean las ambiciones que uno tenga, son meramente provisionales. Dios tiene nuestro destino planeado de antemano.

En resumen, podemos dejar de lado el orgullo así:

1) elogiar a los demás en lugar de a uno mismo.

2) estar más atentos a nuestro desarrollo espiritual que a nuestra acumulación de bienes.

3) asegurándonos de que practicamos lo que predicamos.

4) permitir que Dios manifieste nuestro destino.

“Estas son cuatro formas prácticas en las que podemos disipar el orgullo y permitir que el realismo de la humildad ocupe su lugar. Ser humilde es ser quienes somos. Ser orgulloso es el intento desesperado de vivir una existencia ficticia”, concluye Donald

Fuente: Religión en Libertad

martes, 28 de junio de 2022

Santo Evangelio 28 de Junio 2022

 


Texto del Evangelio (Mt 8,23-27):

 En aquel tiempo, Jesús subió a la barca y sus discípulos le siguieron. De pronto se levantó en el mar una tempestad tan grande que la barca quedaba tapada por las olas; pero Él estaba dormido. Acercándose ellos le despertaron diciendo: «¡Señor, sálvanos, que perecemos!». Díceles: «¿Por qué tenéis miedo, hombres de poca fe?». Entonces se levantó, increpó a los vientos y al mar, y sobrevino una gran bonanza. Y aquellos hombres, maravillados, decían: «¿Quién es éste, que hasta los vientos y el mar le obedecen?».



«Entonces se levantó, increpó a los vientos y al mar, y sobrevino una gran bonanza»


Fray Lluc TORCAL Monje del Monasterio de Sta. Mª de Poblet

(Santa Maria de Poblet, Tarragona, España)

Hoy, Martes XIII del tiempo ordinario, la liturgia nos ofrece uno de los fragmentos más impresionantes de la vida pública del Señor. La escena presenta una gran vivacidad, contrastando radicalmente la actitud de los discípulos y la de Jesús. Podemos imaginarnos la agitación que reinó sobre la barca cuando «de pronto se levantó en el mar una tempestad tan grande que la barca quedaba tapada por las olas» (Mt 8,24), pero una agitación que no fue suficiente para despertar a Jesús, que dormía. ¡Tuvieron que ser los discípulos quienes en su desesperación despertaran al Maestro!: «¡Señor, sálvanos, que perecemos!» (Mt 8,25).

El evangelista se sirve de todo este dramatismo para revelarnos el auténtico ser de Jesús. La tormenta no había perdido su furia y los discípulos continuaban llenos de agitación cuando el Señor, simplemente y tranquilamente, «se levantó, increpó a los vientos y al mar, y sobrevino una gran bonanza» (Mt 8,26). De la Palabra increpatoria de Jesús siguió la calma, calma que no iba destinada sólo a realizarse en el agua agitada del cielo y del mar: la Palabra de Jesús se dirigía sobre todo a calmar los corazones temerosos de sus discípulos. «¿Por qué tenéis miedo, hombres de poca fe?» (Mt 8,26).

Los discípulos pasaron de la turbación y del miedo a la admiración propia de aquel que acaba de asistir a algo impensable hasta entonces. La sorpresa, la admiración, la maravilla de un cambio tan drástico en la situación que vivían despertó en ellos una pregunta central: «¿Quién es éste, que hasta los vientos y el mar le obedecen?» (Mt 8,27). ¿Quién es el que puede calmar las tormentas del cielo y de la tierra y, a la vez, las de los corazones de los hombres? Sólo quien «durmiendo como hombre en la barca, puede dar órdenes a los vientos y al mar como Dios» (Nicetas de Remesiana).

Cuando pensamos que la tierra se nos hunde, no olvidemos que nuestro Salvador es Dios mismo hecho hombre, el cual se nos acerca por la fe.

«Nos vemos en el cielo, ¡Viva Cristo Rey!»: así fueron las últimas horas del mártir y niño cristero

 


«Nos vemos en el cielo, ¡Viva Cristo Rey!»: así fueron las últimas horas del mártir y niño cristero

José Sánchez del Río. 

En "San José Sánchez del Río y mártires de México", el sacerdote de Sahuayo Luis Laureán Cervantes repasa los grandes hitos del laicismo liberal mexicano, de la Cristiada y del niño cristero.

Con la beatificación del niño, héroe y mártir cristero José Sánchez del Río el 16 de octubre de 2016, la Iglesia no solo elevó como ejemplo las virtudes de este joven mexicano. También le definió como modelo de coherencia cristiana en la vida pública, que en su caso le llevó hasta la misma muerte.

En San José Sánchez del Río y mártires de México (Encuentro), el sacerdote Luis Laureán Cervantes -paisano sahuayense de "Joselito"- ha volcado su oda personal al santo y su reconocimiento del espíritu que llevó a decenas de miles de mexicanos a defender la fe frente al gobierno con su propia sangre. "Cristeros" fue su nombre, y los "vivas a Cristo Rey y la Virgen de Guadalupe", su consigna.

Esta guerra -la "Cristera"-, (1926-1929), de profundas motivaciones religiosas en ambos contendientes -en los perseguidores por odio, en sus defensores por amor- ha llegado a ser valorada como la antesala de posteriores persecuciones que tendrían lugar pocos años después. Como en España (1931-1939), las motivaciones de corte económico y social también estuvieron presentes. Pero en última instancia, fue el odio y casi aniquilación de la fe lo que llevó a los católicos de a pie a alzarse en armas.

Una persecución que justificó el uso de las armas  

No fueron pocos los motivos que justificaron el recurso a las armas contra la feroz persecución de legisladores y políticos -puedes encontrarlas desarrolladas extensamente en el mismo libro y en este artículo de Religión en Libertad-. Tampoco fue una decisión rápida o tomada existiendo otras alternativas. Llegado un punto, los mismos obispos y teólogos de Roma sentenciaron su licitud. "En las presentes circunstancias, la defensa armada es lícita", sentenciaron.

La Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa fue uno de los principales órganos que movilizaron la defensa de la fe en México. Nacida en 1925, asistió a un gran incremento entre sus miembros con la publicación de la anticatólica "Ley Calles" en junio de 1926, muchos de los cuales tomaron las armas. 30.000 católicos caídos en combate, 500 sacerdotes asesinados y 40 mártires reconocidos fue el balance de esta cruenta persecución a la Iglesia por el Estado liberal. 

A sus 14 años, José Sánchez del Río, buscó por todos los medios ser uno de ellos. Laureán Cervantes resalta la "fortaleza, valentía, audacia, fe, fortaleza, esperanza y caridad cristianas" como las principales virtudes que confirmaban "el temple de su corazón cristero", pero no fueron suficientes para que las autoridades cristeras y su familia se lo permitiese. "No hasta que cumpla diecisiete o dieciocho años", sentenció el general cristero de Sahuayo, Ignacio Sánchez Ramírez.

Ejemplo de virtud y admirado por todos 

Pero "Joselito" tenía prisa. Prisa porque, como decía, nunca como entonces había sido "tan fácil ganarse el cielo", y quería hacerlo como cristero.

Nada le hizo desistir y lo único que pudieron sacar a cambio familia y autoridades fue que acudiese a las milicias como ayudante del capitán, abanderado o corneta para su mayor seguridad como condición.

Desde el primer momento, José y su amigo José Trinidad se mostraron diligentes en sus labores, fuesen cuales fuesen y no tardaron en ganarse el aprecio de los más veteranos.

Pronto comenzó a participar en combate como corneta, distinguiéndose por su gallardía y generosidad.

Joselito, solo frente al enemigo

Muestra de ello fue su última batalla, el 6 de febrero de 1928, entre Cotija y Jiquilpan. Una ensordecedora ametralladora del gobierno, de las que carecía el ejército cristero, comenzó a cargar contra el ejército de católicos fulminando al caballo del general.

"Yo soy chico, usted hace más falta que yo. ¡Viva Cristo Rey!", le dijo José antes de darle el caballo a su superior.

Se quedó solo frente a todo un ejército enemigo, a quien comenzó a disparar las pocas balas que le quedaban. Cuando se le acabó la munición, el joven fue apresado e iba a ser fusilado cuando le ofrecieron unirse al ejército gubernamental para salvar su vida.

"¡Me han apresado porque se me acabó el parque -la munición- pero no me he rendido!", espetó antes de ser encerrado junto a otro compañero.


"¡Nunca con el perseguidor de la Iglesia"

"Querida mamá: fui hecho prisionero. Creo que voy a morir, pero no me importa. Muero contento al lado de nuestro Dios. No te apures por mi muerte, que es lo que me mortifica; antes diles a mis otros hermanos que sigan el ejemplo que el más chico les dejó. Mándame la bendición con la de mi padre y recibe por último el corazón de tu hijo que tanto te quiere", escribió a su madre.

Pronto comenzó para José lo que el autor denomina "el vía crucis de un muchacho preso". Fue en un templo, que usaban como gallinero, caballeriza y lugar para retenerle, cuando su padrino -el diputado liberal y laicista Rafael Picazo- le ofreció salvarle a cambio de aceptar el Gobierno.

"¡Primero muerto! ¡Nunca con el perseguidor de la Iglesia! ¡Si me sueltan, mañana regreso con los cristeros! ¡Viva Cristo Rey! ¡Viva la Virgen de Guadalupe!", le respondió. Solo deseaba combatir por la Iglesia o morir, incluso llegó a escribir a su tía para que no se entregase ni un solo centavo de los cinco mil pesos que pedían como rescate.

Malos olores, estiércol, polvo, sillas de montar, gallos de pelea… el interior del templo donde José fue bautizado, confirmado y donde recibió la primera Comunión estaba irreconocible y no estaba dispuesto a tolerarlo. Mató a dos de los animales y rezó hasta quedarse dormido, tranquilo, pues "si Cristo limpió el templo de mercaderes, él lo había limpiado de gallos de pelea".



Junto con "Cristiada", "Mirando al Cielo" es otra película centrada en la figura del joven niño cristero José Sánchez del Río. 

Un largo y doloroso camino hacia la santidad 

Cuando uno de sus captores se enteró, le dio una bofetada que le hizo sangrar el rostro, nariz y boca: nada comparado a lo que le esperaba al joven, pues su sentencia "estaba dictada".

Como último deseo, le permitieron escribir a su tía Magdalena, a quien le pidió en clave que le trajese "la cena", refiriéndose a la comunión. Cuando se acabó su tiempo, José sabía que no volvería a ver a su tía y su familia nunca más.

"A las once de la noche confirmaron la sentencia. Lo torturaron, le rajaron las plantas de los pies o le desollaron y golpearon con brutalidad", explica Laureán Cervantes.

El sacerdote recoge su martirio en las palabras del cristero Rafael Degollado Guizar: "Le quitaron los zapatos y le hicieron caminar… tenía 14 años. No dejó de decir: `¡Viva Cristo Rey!´. Pero iba todo golpeado, los pies le chorreaban sangre".

"Después se le obligó a caminar descalzo hasta el cementerio. Diez calles hubo de recorrer, a manera de calvario, desde su prisión y parroquia venerable hasta el cementerio, lugar de su martirio. Los verdugos le decían: `Renegado´, `Engreído´, `Para que aprendas´, `Hijo de tal por cual´ o `Te vamos a matar´. `¡Viva Cristo Rey! ¡Viva la Virgen de Guadalupe!´ era la única respuesta de José", relata el sacerdote y autor de San José Sánchez del Río y mártires de México.

José Sánchez del Río antes de su martirio. 


Escena de la película Cristiada (For greater glory), donde Joselito espera su cruento martirio junto con otro joven cristero. 

Un verdadero soldado de Cristo 

Mientras lo golpeaban y empujaban, las fuerzas le fallaban y los dolores le hacían casi imposible caminar hasta que dejó de sentir los pies y el propio camino: "Les desconcertaba su fortaleza. Ante sus ojos tenían a un verdadero soldado de Cristo. Querían hacerlo apostatar con crueldad brutal. Todo en vano".

Llegada la comitiva al cementerio, el Vía Crucis de Joselito estaba cerca de terminar. Ante su propia fosa, recibió un culatazo que le rompió la mandíbula y lo tiró al suelo y después comenzaron a acuchillarle sin pausa en el pecho, el cuello y la espalda, respondiendo a cada una con un enérgico ¡Viva Cristo Rey! hasta que no pudo más.

"¿Qué le vamos a decir a tu papá?", le preguntó uno de sus asesinos.

"Que nos veremos en el cielo. ¡Viva Cristo Rey!": fueron sus últimas palabras.



Así fue el martirio de José Sánchez del Río, según la película Cristiada (2012). 

Fuente: Religión en Libertad

lunes, 27 de junio de 2022

Santo Evangelio 27 de junio 2022

 


Texto del Evangelio (Mt 8,18-22):

 En aquel tiempo, viéndose Jesús rodeado de la muchedumbre, mandó pasar a la otra orilla. Y un escriba se acercó y le dijo: «Maestro, te seguiré adondequiera que vayas». Dícele Jesús: «Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza». Otro de los discípulos le dijo: «Señor, déjame ir primero a enterrar a mi padre». Dícele Jesús: «Sígueme, y deja que los muertos entierren a sus muertos».


«Sígueme»

Rev. D. Jordi PASCUAL i Bancells

(Salt, Girona, España)

Hoy, el Evangelio nos presenta —a través de dos personajes— una cualidad del buen discípulo de Jesús: el desprendimiento de los bienes materiales. Pero antes, el texto de san Mateo nos da un detalle que no querría pasar por alto: «Viéndose Jesús rodeado de la muchedumbre...» (Mt 8,18). Las multitudes se reúnen cerca del Señor para escuchar su palabra, ser curados de sus dolencias materiales y espirituales; buscan la salvación y un aliento de Vida eterna en medio de los vaivenes de este mundo.

Como entonces, algo parecido pasa en nuestro mundo de hoy día: todos —más o menos conscientemente— tenemos la necesidad de Dios, de saciar el corazón de los bienes verdaderos, como son el conocimiento y el amor a Jesucristo y una vida de amistad con Él. Si no, caemos en la trampa de querer llenar nuestro corazón de otros “dioses” que no pueden dar sentido a nuestra vida: el móvil, Internet, el viaje a las Bahamas, el trabajo desenfrenado para ganar más y más dinero, el coche mejor que el del vecino, o el gimnasio para lucir el mejor cuerpo del país.... Es lo que les pasa a muchos actualmente.

En contraste, resuena el grito lleno de fuerza y de confianza del Papa San Juan Pablo II hablando a la juventud: «Se puede ser moderno y profundamente fiel a Jesucristo». Para eso es preciso, como el Señor, el desprendimiento de todo aquello que nos ata a una vida demasiado materializada y que cierra las puertas al Espíritu.

«El Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza (...). Sígueme» (Mt 8,22), nos dice el Evangelio de hoy. Y san Gregorio Magno nos recuerda: «Tengamos las cosas temporales para uso, las eternas en el deseo; sirvámonos de las cosas terrenales para el camino, y deseemos las eternas para el fin de la jornada». Es un buen criterio para examinar nuestro seguimiento de Jesús.


«Cómo tener un padre gay me hizo ver las mentiras del progresismo católico» tipo James Martin



 «Cómo tener un padre gay me hizo ver las mentiras del progresismo católico» tipo James Martin

Manifestación homosexual.

Katie vivió durante una parte de su vida la contradicción entre lo que intuitivamente veía mal y lo que algunos católicos le transmitían que estaba bien. Foto (contextual): Quino Al / Unsplash.

Katie Gillio es una madre que educa a sus 9 hijos en Nueva York en homeschooling. Es colaboradora de medios católicos como Aleteia y One Peter Five. Recientemente ofreció su testimonio de vida en Crisis Magazine, todo un llamamiento a que la Iglesia transmita la verdad sobre la sexualidad sin disimularla ni falsearla por temor a la cultura ambiente.

Cómo tener un padre gay me hizo ver las mentiras del progresismo católico

"Mamá, ¿por qué os divorciasteis papá y tú?", pregunté por enésima vez. Estaba acostumbrada a oír su respuesta: "Simplemente, no podíamos seguir viviendo juntos". Pero esta vez no dijo eso. Estábamos de camino a la lavandería y recuerdo exactamente dónde estábamos cuando respondió. 

"Porque tu padre es gay". 

"Oh, lo sabía", mentí, tratando de disimular mi sorpresa. No lo sabía. Tenía nueve años. 

No lo sabía. 

Adaptándose a una situación incómoda

Aunque mis padres me habían criado con una visión cristiana del mundo y yo conocía bien la Biblia, mi mundo empezó a cambiar radicalmente después de que mi padre me explicara por qué se acostaba con hombres. En poco tiempo, tanto el apartamento de mi padre como nuestras visitas comenzaron a cambiar. En el baño apareció un calendario de hombres, en su mayoría desnudos, junto con algunas obras de arte reveladoras. Era muy incómodo visitarlo, pero intenté que no me molestara. 

Los fines de semana que pasaba con mi padre, íbamos a la calle Castro de San Francisco. Era un lugar muy colorido, y pronto descubrí que tenía que tener cuidado con lo que miraba, no fuera que viera más de lo que esperaba. Aprendí a moverme por el barrio, sabiendo cuáles eran los bares de gays y cuáles los de lesbianas. Incluso asistí a las olimpiadas gay para animar a un miembro de la familia.

Estaba en la onda, tenía la mente abierta. Era una persona ilustrada.  

Pero también me sentí desgarrada. Cuando alguien con autoridad, especialmente alguien en quien se confía, le dice a un niño que algo es cierto, ese niño le creerá. De hecho, ese niño puede construir su visión del mundo sobre esa base. Yo lo hice. Por eso los desfiles del Orgullo, la hora del cuento de las drag queen y la enseñanza del género como construcción social son tan insidiosos.    

Por lealtad a mi padre, nunca habría compartido mis dudas instintivas sobre su estilo de vida, pero recuerdo claramente que me inquietaba. Sin embargo, me encogí de hombros e ignoré mi malestar para poder ser una hija solidaria. Cuando me hice mayor, me convertí en una buena activista progre en mi escuela. Aprendí a poner condones en los plátanos y la importancia del sexo seguro, independientemente de quién fuera tu pareja. Desde luego, yo no juzgaría.  

Conversión a un catolicismo... aguado

Mi padre murió de sida cuando yo tenía 17 años, la mañana de mi baile de graduación. Le vi sufrir sus últimos meses sin pareja, y le escuché expresar sus remordimientos.  

Poco antes de que mi madre se volviera a casar, ambas nos convertimos al catolicismo. Pero en nuestra parroquia ultraprogresista de California había muy poca catequesis precisa sobre lo que la Iglesia católica enseña sobre estos temas. Sin embargo, sí que acepté lo que oí que la Iglesia enseñaba sobre la sexualidad: apertura de miras, tolerancia, aceptación. Estaba desesperada por encontrar una forma de explicar lo que la Biblia decía tan claramente, y el ala progresista de la Iglesia católica estaba deseando ayudarme. 

Mi universidad jesuita hizo un trabajo fantástico, no solo excusando sino celebrando el comportamiento de mi padre, ya fallecido, al abrazar y validar de todo corazón el estilo de vida homosexual. En mi clase de Teología del Matrimonio, en lugar de que hablara una pareja heterosexual, el instructor hizo que una pareja gay viniera a hablar sobre la santidad de su "matrimonio". En ese momento dije que me alegraba mucho de que la Iglesia estuviera cambiando sus puntos de vista retrógrados sobre la homosexualidad; sin embargo, en el fondo, esa idea me inquietaba.  



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El jesuita James Martin es el gran impulsor de la agenda LGTBIQ+ en el seno de la Iglesia.

Esta ilusión de la Iglesia cambiante continúa hoy en día. En su reciente ensayo en Outreach, el padre James Martin, S.J., explica por qué el Orgullo y el mes del Sagrado Corazón de Jesús no solo son compatibles sino complementarios. Argumenta que Nuestro Señor ama a todo el mundo, lo cual es evidentemente cierto. Pero su resbaladizo argumento de que el Mes del Orgullo es algo que los católicos deberían celebrar está lleno de aprobación implícita de las relaciones homosexuales. En primer lugar, dice: "Imagina a un joven LGBTQ que no tiene ningún tipo de relación sexual, sino que simplemente quiere ser aceptado. ¿Dónde está el pecado? En segundo lugar, ignora el hecho de que todos nosotros somos pecadores. ¿Quién de nosotros no ha pecado?".  

Por supuesto, una persona casta que lucha contra la atracción por el mismo sexo no está pecando. Pero entonces el padre Martin pasa a argumentar que todos somos pecadores. Bueno, sí. Pero también se supone que debemos tratar de dejar de pecar. Este tipo de tú-odias-a-los-individuos-LGBTQ-castos da paso a "todos somos pecadores", y entonces el lector puede rellenar el espacio en blanco como quiera: pero Dios me ama de todos modos; o, así que la Iglesia está equivocada; o tal vez, así que nunca deberíamos juzgar las acciones de los demás.  

Este tipo de artículo es exactamente el tipo de evidencia a la que me aferraba en mis días progresistas y liberales cuando trataba de justificar, no solo la homosexualidad que me rodeaba, sino también mis propias elecciones pecaminosas. Aunque el padre Martin tiene razón en que estamos llamados a amar a todo el mundo, a veces lo más amoroso que podemos hacer es llamar a otros a salir del pecado mortal.    

La verdad de las cosas

Después de convertirme en madre, entablé amistad con varias mujeres católicas de mentalidad tradicional que se tomaron el tiempo de educarme en la enseñanza de la Iglesia sobre la homosexualidad. Lo que las hizo tan efectivas fue que compartieron la verdad en el contexto de nuestra relación más amplia. Aunque nuestra familia no educaba en casa, estas madres que educaban en casa me acogieron. Cada mes cenábamos fuera y en algunas ocasiones teníamos lo que llamábamos noches de "asombrar al sacerdote" en las que podíamos hacer preguntas y discutir la fe libremente. En estos encuentros podíamos discutir y debatir, pero solo después de compartir nuestras recetas favoritas y lamentar las noches de insomnio con nuestros bebés, y antes de organizar el siguiente encuentro en el parque para que nuestros hijos jugaran juntos.  

Estas discusiones, a veces acaloradas, sobre la homosexualidad no definían nuestra amistad. Eran solo una faceta de nuestra relación, y estas mujeres se preocupaban por mí incluso cuando yo era una relativista. El hecho de que pudiéramos pasar a otros temas en los que compartíamos puntos de vista me dio el espacio para reflexionar sobre sus palabras y bajar la guardia. A menudo, lo que decía mientras discutíamos ya no era lo que yo creía. A veces, aunque creía lo que me decían, sentía que tenía que argumentar todo lo contrario.  

Gracias a la influencia de mis amigas y a la gracia de Dios, nuestra familia empezó a ajustarse a la enseñanza de la Iglesia. Pero, sin su valiente forma de decir la verdad, me pregunto si yo habría cambiado.

Recientemente, Rod Dreher describió en su blog la experiencia de una artista progresista a la que llamó "Jane". Una noche, sumida en la depresión y en las garras del transgenerismo, hizo clic por casualidad en un vídeo de Jordan Peterson que aparecía en sus redes sociales. Se sorprendió al descubrir que estaba de acuerdo con todo lo que este decía. Su única voz en medio del mar de locura en el que se había visto arrastrada, al igual que las valientes voces de mis amigos, le dio permiso para salir de él. Abandonó su carrera artística porque se dio cuenta de que el trabajo que requería no valía la pena.  

Escuchar la verdad le importaba a Jane, y me importaba a mí. Para aquellos que están en la posición de enseñar a otros la verdad sobre la homosexualidad, el matrimonio o la ideología transgénero, por favor, hablad. Compartid la belleza de la verdad sin miedo, porque la vuestra puede ser la única voz cuerda que escuchen vuestros amigos y familiares. Sabed que la gente puede enfadarse. Puede sentirse atacada. Podría estar a la defensiva. Pero en un mundo en el que las escuelas, los medios de comunicación, las empresas, e incluso muchos dentro de la Iglesia (como el padre Martin), enseñan medias verdades o mentiras descaradas, ¿cómo va a encontrar alguien la verdad si no se la mostramos? Los frutos de la sabiduría y el consejo a menudo no se ven, pero eso no significa que la semilla de la verdad que se siembra no crezca.  

Con el tiempo pude aceptar que las personas que me decían la verdad y que defendían las enseñanzas reales de la Iglesia eran las personas que se preocupaban por mí. Eran las que me amaban y las que querían que conociera el plan que Dios tiene para la sexualidad humana. No siempre reaccioné con gracia a sus correcciones, y hubo muchas discusiones y desacuerdos, pero mis amigos -mis verdaderos amigos- siempre respondieron pacientemente a mis argumentos con la verdad, entregada con compasión. No se echaron atrás ni me condenaron al ostracismo cuando me encontraba en la agonía de mi ignorancia. Dijeron la verdad con caridad y, con el tiempo, ablandaron mi corazón endurecido.

Traducido por Verbum Caro.

Fuente: Religion en libertad

domingo, 26 de junio de 2022

Santo Evangelio 26 de Junio 2022

 


Texto del Evangelio (Lc 9,51-62):

 Sucedió que como se iban cumpliendo los días de su asunción, Jesús se afirmó en su voluntad de ir a Jerusalén, y envió mensajeros delante de sí, que fueron y entraron en un pueblo de samaritanos para prepararle posada; pero no le recibieron porque tenía intención de ir a Jerusalén. Al verlo sus discípulos Santiago y Juan, dijeron: «Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo y los consuma?». Pero volviéndose, les reprendió; y se fueron a otro pueblo.

Mientras iban caminando, uno le dijo: «Te seguiré adondequiera que vayas». Jesús le dijo: «Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza». A otro dijo: «Sígueme». Él respondió: «Déjame ir primero a enterrar a mi padre». Le respondió: «Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el Reino de Dios». También otro le dijo: «Te seguiré, Señor; pero déjame antes despedirme de los de mi casa». Le dijo Jesús: «Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás es apto para el Reino de Dios».

«Sígueme»

Pbro. José MARTÍNEZ Colín

(Culiacán, México)

Hoy, el Evangelio nos invita a reflexionar sobre nuestro seguimiento de Cristo. Importa saber seguirlo como Él lo espera. Santiago y Juan aún no habían aprendido el mensaje de amor y de perdón: «Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo y los consuma?» (Lc 9,54). Los otros convocados aún no se desprendían realmente de sus lazos familiares. Para seguir a Jesucristo y cumplir con nuestra misión, hay que hacerlo libres de toda atadura: «Nadie que (...) mira hacia atrás es apto para el Reino de Dios» (Lc 9,62).

Con motivo de una Jornada Misionera Mundial, San Juan Pablo II hizo un llamamiento a los católicos a ser misioneros del Evangelio de Cristo a través del diálogo y el perdón. El lema había sido: «La misión es anuncio de perdón». Dijo el Papa que sólo el amor de Dios es capaz de hermanar a los hombres de toda raza y cultura, y podrá hacer desaparecer las dolorosas divisiones, los contrastes ideológicos, las desigualdades económicas y los violentos atropellos que oprimen todavía a la Humanidad. Mediante la evangelización, los creyentes ayudan a los hombres a reconocerse como hermanos.

Si nos sentimos verdaderos hermanos, podremos comenzar a comprendernos y a dialogar con respeto. El Papa ha subrayado que el empeño por un diálogo atento y respetuoso es una condición para un auténtico testimonio del amor salvífico de Dios, porque quien perdona abre el corazón a los demás y se hace capaz de amar. El Señor nos lo dejó dicho en la Última Cena: «Que os améis los unos a los otros, así como Yo os he amado (...). En esto reconocerán todos que sois discípulos míos» (Jn 13,34-35).

Evangelizar es tarea de todos, aunque de modo diferente. Para algunos será acudir a muchos países donde aún no conocen a Jesús. A otros, en cambio, les corresponde evangelizar a su alrededor. Preguntémonos, por ejemplo, si quienes nos rodean saben y viven las verdades fundamentales de nuestra fe. Todos podemos y debemos apoyar, con nuestra oración, sacrificio y acción, la labor misionera, además del testimonio de nuestro perdón y comprensión para con los demás.


La transición de género no arregló su vida y estropeó su voz como cantante: «Son todo mentiras»


 La transición de género no arregló su vida y estropeó su voz como cantante: «Son todo mentiras»

Cat Cattinson es una exitosa profesional del jazz y la música que vio truncada su vida y carrera cuando la disforia de género entró en su vida siguiendo la receta trauma-trastorno-negligencia médica. Tras lograr salir y arrepentirse, difunde las mentiras LGTB y lucha por recuperar su vida.

Trastornos alimenticios, ansiedad, depresión y traumas durante la infancia: son los cuatro ingredientes principales para recibir un espontaneo diagnóstico de disforia y con él, la vía libre hacia la transición de género. Un camino que llevó a esta joven a intentar suicidarse dos veces y a estar cerca de perder por completo su carrera profesional. Hoy, a sus 30 años, se define como "detrans" -un transgénero arrepentido- y alerta sobre el movimiento de género: "Está basado en mentiras".

Desde pequeña, a los trastornos de alimentación, ansiedad y depresión, Cat Cattinson pronto tuvo que añadir una experiencia traumática que alteraría su vida por completo.

Poco después le preguntó a su madre "si era posible que las personas cambiasen de sexo. Ella no sabía mucho sobre el tema", relata a The Epoch Times. Tan solo le dijo que era "básicamente imposible" y Cat trató de desechar la idea: "Me sentía un niño, pero no pensé que pudiese hacer nada para ser una niña, así que lo dejé... hasta que tuve  13 años".

Una receta que se repite: trastornos, traumas... y disforia

Fue entonces, al inicio de la adolescencia, cuando su problema se agravó debido al bullying. "Se metían conmigo por estar gorda y desarrollé anorexia y bulimia, de repente mis pechos eran grandes y no podía hacer nada por evitarlo", relata.

Con el tiempo, los trastornos alimentarios y su disforia se agravaron y desarrolló una ansiedad y depresión que la llevaron, con 13 años, a cometer su primer intento de suicidio, del que fue rescatada.

Tras conocer a una primera comunidad trans en un internet por entonces primitivo, Cattinson decidió comunicárselo a su familia: "Se lo dije a mis padres, ambos me dijeron que no debería ni intentar llevar a cabo la transición porque no funcionaría".

El argumento no convenció a la joven, que aprovechó una consulta con un terapeuta para disipar las dudas sobre el origen de sus problemas.

Segundo ingrediente: afirmación de género, pero sin ayuda

"Era el jefe de la atención de género en Sacramento. Pensé que me ayudaría a profundizar en la explicación de mis problemas psicológicos, pero en lugar de eso afirmó que era un niño y empezó a llamarme con el pronombre `él´", recuerda.

En solo tres citas el doctor recomendó a sus padres afirmar su nueva identidad y que comenzase el tratamiento de hormonas cruzadas.

"Por un lado me pareció bien que afirmase mi identidad, pero sentí que casi ni me conocía. Tenía un trastorno alimentario grave, depresión y ansiedad, parecía que no me estaba escuchando", recuerda.  

Los problemas de Cat se agravaron sin control. Además de un segundo intento de suicidio, dejó la universidad en varias ocasiones nada más comenzar sus estudios, desarrolló el alcoholismo y empezó a consumir cocaína.

Pronto llegó a sus oídos el mantra del "suicidio trans", que en nada se parecía al que ella trató de poner en práctica. "Si tienes disforia y no haces la transición, es probable que te suicides", le decían. Por experiencia, Cat sabía que no era ese el motivo que inoculaba las tendencias suicidas, pero decidió intentar llevar a cabo la transición como último recurso.

Cat Cattinson con el tratamiento de hormonas cruzadas. 



Durante meses, Cattinson recibió testosterona sin ningún tipo de terapia ni conocimiento médico, con consecuencias devastadoras. Entre ellas, el fin de su carrera y talento musical. 

Y tercero, diagnóstico y hormonas sin terapia previa

Con tan solo 18 años, acumulaba en su haber una adicción a las drogas, alcoholismo, dos intentos de suicidio y media docena de problemas mentales que nadie se preocupaba de solventar.

"Cuando hablé con Planned Parenthood -una de las mayores multinacionales abortistas que también ofrece tratamientos de género- mencioné que tenía otros problemas, pero el médico me recetó testosterona en tan solo 30 minutos, sin si quiera terapia. El mismo día fui a por las hormonas. Fue increíble hasta para mí", relata.

El tratamiento pronto se cebó con Cat, especialmente en su carrera como músico de jazz: "Durante los primeros tres meses mi voz todavía estuvo bien, pero poco a poco se fue volviendo más grave y comencé a tener problemas de salud, palpitaciones en el corazón, cuando tomaba alimentos con grasa o alcohol me sentía realmente enferma y vomitaba y cuando hablaba durante un rato, me dolía al cantar" (en el siguiente vídeo, la evolución de su voz).


Así fue la evolución en la voz de Cat durante la transición, estando cerca de arruinar su carrera musical.

Casi de inmediato, detuvo su tratamiento y se lo jugó todo a una cirugía que le extirparía los dos pechos.

"Un médico [de Planned Parenthood] con el que hablé durante media hora me escribió diciéndome que ya podía ir". En el último momento, la joven se arrepintió y canceló la cita, consciente de que la transición estaba arruinando su vida.

Cada vez más cerca de ser una "detrans" y de que se derrumbasen todas las mentiras que había escuchado, como que un hijo trans sin cambiar de género se suicidaría irremediablemente.

Luchando contra una ideología "basada en mentiras"

Para Cattinson, esta ideología no solo "se basa en mentiras", sino que incluye la persecución imparable a todo el que discrepe: "Me cerraron la cuenta en TikTok, la gente dice que los niños trans van a suicidarse por mi culpa y piensan que tienen un motivo para enviarme amenazas de muerte".

También duda y alertasobre las operaciones de reasignación quirúrgica. "Estas intervenciones no están respaldadas por la ciencia. Son peligrosas. Los efectos a largo plazo son en gran parte desconocidos. Creo que está dañando por completo a las personas, especialmente a los niños y a las personas con enfermedades mentales graves como la que tuve yo. Es absolutamente peligroso para ellos”, advierte.

Cattinson considera crucial compartir su historia como "detransitioner", ya que es consciente de las grandes mentiras que difunde este movimiento.

"Algunas personas creen que tienes una cosa llamada identidad de género", cuando lo que realmente tienen es "una doctrina trans como parte de la educación sexual de las escuelas", cuestiona.

"Las trans son mujeres, y los trans, hombres"

"Se enseña como si fuese un hecho, como si todos tuvieran una identidad de género cis, trans o no binario", explica Cattinson, si bien su advertencia más importante alerta de los "individuos que tienen una agenda específica para convertir y adoctrinar niños". 

Actualmente, Cat reniega por completo de la transición y se muestra arrepentida de la operación y los efectos de la testosterona de los que nadie le avisó.

"Estoy mucho mejor de lo que he estado en mucho tiempo. Tuve que volver a aprender a cantar y aún echo de menos mi voz, pero también siento que he aprendido mucho sobre mi a través de este proceso. Al contar mi historia, tal vez pueda ayudar a alguien que esté pasando por lo mismo", menciona.

"Soy una detrans", concluye: "Me identifique como trans cuando era una niña, pero ahora acepto mi sexo biológico y no creo que las mujeres trans sean mujeres, ni que los hombres trans sean hombres".


Un año después de concluir su "detransición", Cat Cattinson hace balance de cómo ha sido recuperar su vida (en inglés).

Fuente: Religión en Libertad

sábado, 25 de junio de 2022

Santo Evangelio 25 de Junio 2022

 


Texto del Evangelio (Lc 2,41-51):

 Los padres de Jesús iban todos los años a Jerusalén a la fiesta de la Pascua. Cuando tuvo doce años, subieron ellos como de costumbre a la fiesta y, al volverse, pasados los días, el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin saberlo sus padres. Pero creyendo que estaría en la caravana, hicieron un día de camino, y le buscaban entre los parientes y conocidos; pero al no encontrarle, se volvieron a Jerusalén en su busca.

Y sucedió que, al cabo de tres días, le encontraron en el Templo sentado en medio de los maestros, escuchándoles y preguntándoles; todos los que le oían, estaban estupefactos por su inteligencia y sus respuestas. Cuando le vieron, quedaron sorprendidos, y su madre le dijo: «Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira, tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando». Él les dijo: «Y ¿por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?». Pero ellos no comprendieron la respuesta que les dio. Bajó con ellos y vino a Nazaret, y vivía sujeto a ellos. Su madre conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón.



«Su madre conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón»


Rev. D. Jordi PASCUAL i Bancells

(Salt, Girona, España)

Hoy celebramos la memoria del Corazón Inmaculado de María. Un corazón sin mancha, lleno de Dios, abierto totalmente a obedecerle y escucharle. El corazón, en el lenguaje de la Biblia, se refiere a lo más profundo de la persona, de donde emanan todos sus pensamientos, palabras y obras. ¿Qué emana del corazón de María? Fe, obediencia, ternura, disponibilidad, espíritu de servicio, fortaleza, humildad, sencillez, agradecimiento, y toda una estela inacabable de virtudes.

¿Por qué? La respuesta la encontramos en las palabras de Jesús: «Donde está tu tesoro allí estará tu corazón» (Mt 6,21). El tesoro de María es su Hijo, y en Él tiene puesto todo su corazón; los pensamientos, palabras y obras de María tienen como origen y como fin contemplar y agradar al Señor.

El Evangelio de hoy nos da una buena muestra de ello. Después de narrarnos la escena del niño Jesús perdido y hallado en el templo, nos dice que «su madre conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón» (Lc 2,51). San Gregorio de Nisa comenta: «Dios se deja contemplar por los que tienen el corazón purificado». ¿Qué guarda María en su corazón? Desde la Encarnación hasta la Ascensión de Jesús al cielo, pasando por las horas amargas del Calvario, son tantos y tantos recuerdos meditados y profundizados: la alegría de la visita del ángel Gabriel manifestándole el designio de Dios para Ella, el primer beso y el primer abrazo a Jesús recién nacido, los primeros pasos de su Hijo en la tierra, ver cómo iba creciendo en sabiduría y en gracia, su “complicidad” en las bodas de Caná, las enseñanzas de Jesús en su predicación, el dolor salvador de la Cruz, la esperanza en el triunfo de la Resurrección...

Pidámosle a Dios tener el gozo de amarle cada día de un modo más perfecto, con todo el corazón, como buenos hijos de la Virgen.

Cardenal Robert Sarah: «Occidente ya no puede mantenerse en pie porque ya no sabe arrodillarse»


 

Cardenal Robert Sarah.

El cardenal Sarah insiste en la necesidad del silencio y del espíritu de adoración para facilitar el encuentro con Dios. Foto: captura diócesis de Nancy y Toul.

Inquieto por la despreocupación que la modernidad muestra por las almas, el cardenal Robert Sarah acaba de publicar un Catecismo de la vida espiritual sobre el cual le ha entrevistado Charlotte d'Ornellas en Valeurs Actuelles:

-Usted ha escrito un nuevo libro que lleva el título de Catecismo. No de la Iglesia, sino de nuestra vida espiritual... ¿Por qué ha sentido la necesidad de escribir sobre este tema?

-La vida espiritual es lo más íntimo, lo más precioso que tenemos. Sin ella, somos animales infelices. Quería subrayar este punto: la espiritualidad no es un conjunto de teorías intelectuales sobre el mundo. La espiritualidad es una vida, la vida de nuestra alma.

»Llevo años viajando por el mundo, conociendo a gente de todas las culturas y condiciones sociales. Pero puedo afirmar una constante: la vida, si no es espiritual, no es realmente humana. Se convierte en una triste y agónica espera de la muerte o en una huida hacia el consumo materialista. ¿Sabía que durante el confinamiento, una de las palabras más buscadas en Google fue la palabra "oración"?

»Nos hemos ocupado de la economía, de los salarios, de la sanidad, ¡esto está bien! Pero ¿quién se ha ocupado de su alma?

»Quería responder a esta expectativa inscrita en el corazón de todos. Por eso he elegido este título, Catecismo de la vida espiritual. Un catecismo es una colección de verdades fundamentales. Tiene una finalidad práctica: ser un punto de referencia incuestionable más allá del flujo de opiniones. Como cardenal de la Iglesia católica, he querido dar a todos un punto de referencia para los fundamentos de la vida del alma, de la relación del hombre con Dios.

-Usted ya había escrito un libro sobre La fuerza del silencio. En este libro, usted sigue insistiendo mucho en la necesidad vital de encontrar el silencio. ¿Qué podemos encontrar tan importante en el silencio?

-Permítame que le dé la vuelta a la pregunta: ¿qué podemos encontrar sin el silencio? El ruido está en todas partes. No solo en las bulliciosas ciudades envueltas por el estruendo de los motores; incluso en el campo es raro no ser perseguido por un fondo musical intrusivo. Incluso la soledad está colonizada por las vibraciones del teléfono móvil.


Portada del 'Catecismo de la vida espiritual' del cardenal Robert Sarah.

»Por consiguiente, sin el silencio, todo lo que hacemos es superficial. Porque en el silencio podemos volver a lo más profundo de nosotros mismos. La experiencia puede ser aterradora. Algunas personas ya no pueden soportar este momento de verdad en el que lo que somos ya no está enmascarado por ningún disfraz. En el silencio, ya no hay forma de escapar a la verdad del corazón. Entonces se revela nuestro interior: la culpa, el miedo, la insatisfacción, los sentimientos de carencia y el vacío. Pero este pasaje es necesario para escuchar a Aquel que habla a nuestro corazón: Dios. Él es "más íntimo a mí mismo que yo", dice San Agustín.

»Se revela dentro del alma. Es ahí donde comienza la vida espiritual, en esa escucha y diálogo con el otro, el Totalmente Otro, en lo más profundo de mí. Sin esta experiencia fundacional del silencio y de Dios que habita en el silencio, nos quedamos en la superficie de nuestro ser, de nuestra persona. ¡Qué pérdida de tiempo! Cuando me encuentro con un monje o una monja ancianos, desgastados por años de silencio diario, me sorprende ver la profundidad y la radiante estabilidad de su humanidad. El hombre solo es verdaderamente él mismo cuando ha encontrado a Dios, no como una idea, sino como la fuente de su propia vida. El silencio es el primer paso en esta vida verdaderamente humana, en esta vida del hombre con Dios. 

-Entendemos que encontrar el silencio es bastante original para nuestro tiempos. Es más, usted nos recuerda que debemos obligarnos a encontrarlo... en una época de comodidad, bienestar y rechazo casi sistemático del esfuerzo. ¿Es necesario romper con los tiempos para ser un buen cristiano?

-Tiene usted razón al señalar esto. ¡No animo a ir con el viento! Una ambición de hoja muerta, como dijo Gustave Thibon. Vivir, vivir plenamente, requiere un compromiso, un esfuerzo y a veces una ruptura con la ideología del momento. En un mundo donde el materialismo consumista dicta el comportamiento, la vida espiritual nos compromete a una forma de disidencia. No se trata de una actitud política, sino de una resistencia interior a los dictados de la cultura mediática.

»No, la comodidad, el poder y el dinero no son los fines últimos. Nada bello se construye sin esfuerzo. Esto es cierto en todas las vidas humanas. Es aún más cierto en el plano espiritual. El Evangelio no nos promete una "superación personal sin esfuerzo" como muchas de las pseudoespiritualidades baratas que abarrotan las estanterías de las librerías. Nos promete la salvación, la vida con Dios. Vivir la vida misma de Dios implica una ruptura con el mundo. Esto es lo que el Evangelio llama conversión. Es un giro de todo nuestro ser. Una inversión de nuestras prioridades y nuestras urgencias. Significa a veces ir a contracorriente. Pero cuando todo el mundo corre hacia la muerte y la nada, ¡ir a contracorriente es ir hacia la vida!

-El mundo ve a la Iglesia como una institución milenaria, pero a menudo plagada de los mismos males que el resto de la sociedad. El tema de la pedofilia es un ejemplo... ¿Cómo deben entender los cristianos (y quizás explicar) lo que es la Iglesia en sus vidas?

-La Iglesia está formada por hombres y mujeres que tienen las mismas faltas, los mismos defectos, los mismos pecados que sus contemporáneos. Pero estos pecados, cuando son cometidos por hombres de la Iglesia, escandalizan profundamente a creyentes y no creyentes. Todo el mundo sabe intuitivamente que la Iglesia nos da los medios de la santidad, todo el mundo sabe que el fruto más hermoso de la Iglesia son los santos. San Juan Pablo II, Santa Madre Teresa, San Carlos de Foucauld son el verdadero rostro de la Iglesia.

»Sin embargo, la Iglesia es también una madre que carga con los hijos recalcitrantes que somos. Nadie sobra en la Iglesia de Dios: los pecadores, los que flaquean en su fe, los que se quedan en el umbral sin querer entrar en la nave. Todos son hijos de la Iglesia. La Iglesia es nuestra madre porque puede darnos sus dos tesoros. Ella puede alimentarnos con la doctrina de la fe que recibió de Jesús y que transmite de siglo en siglo. Ella puede curarnos a través de los sacramentos que nos transmiten la vida espiritual, la vida con Dios, lo que se llama la gracia.

»La Iglesia es, pues, una madre para nosotros porque nos da la vida. A menudo nuestra madre nos molesta porque nos dice lo que no queremos oír. Pero en el fondo la queremos con gratitud. Sin ella, sabemos que no seríamos nada. Lo mismo ocurre con la Iglesia, nuestra madre. Sus palabras son a veces difíciles de escuchar. Pero seguimos volviendo a ella, porque solo ella puede darnos la vida que viene de Dios.

»La Iglesia es el rostro humano de Dios. Es veraz, justa y misericordiosa, pero a menudo desfigurada por los pecados de los hombres que la componen. 

-Los que no se declaran católicos aman a la Iglesia cuando se transforma en una ONG global, a la escucha de los más pobres, de las minorías, de los perseguidos, de los diferentes... Y es una tentación que a veces parece impulsarla. ¿En qué es más que una súper ONG con sucursales en todos los países del mundo?

-Los que no se identifican como creyentes no esperan que la Iglesia sea una ONG internacional, una sucursal de la bienpensante ONU. Lo que describe usted es más bien el caso de cristianos acomplejados que quisieran ser aceptables para el mundo, populares según los criterios de la ideología dominante.


Cardenal Robert Sarah, en un estudio de televisión.

La voz del cardenal Robert Sarah es una de las más relevantes de la Iglesia actual, por su precisión en la doctrina y su rechazo a seguir la corriente dominante de sumisión al mundo.

»Por el contrario, los incrédulos esperan que hablemos de fe, que hablemos claro. Esto me recuerda lo que viví en Japón cuando me encargué de llevar la ayuda humanitaria de la Santa Sede tras el tsunami. Frente a estas personas que lo habían perdido todo, comprendí que no solo debía dar dinero. Comprendí que necesitaban algo más. Una ternura que solo viene de Dios. Así que recé durante mucho tiempo en silencio frente al mar por todas las víctimas y los supervivientes. Unos meses después, recibí una carta de un budista japonés que me decía que cuando había decidido suicidarse por desesperación, esta oración le había devuelto el sentido de la dignidad y el valor de la vida. Había experimentado a Dios en ese momento de silencio. ¡Esto es lo que el mundo espera de la Iglesia! 

-Usted insiste mucho en la oración. ¿Cómo podemos rezar cuando tenemos la impresión de repetir lo mismo una y otra vez, de ser más o menos escuchados...? ¿Qué debemos buscar realmente en la oración?

-Esta es una cuestión fundamental. La oración no consiste en una letanía de peticiones. Y la eficacia de la oración no se mide por si se responde más o menos. De hecho, es muy sencillo. ¡Rezar es hablar con Dios! No necesitamos fórmulas extravagantes para ello, aunque a veces puedan ayudarnos. ¿Qué tenemos que decir a Dios?

En primer lugar, que lo adoramos, que reconocemos su grandeza, su belleza, su poder, tan lejos de nuestra pequeñez, de nuestro pecado, de nuestra impotencia. Adorar es la actividad más noble del hombre. Occidente ya no puede mantenerse en pie porque ya no sabe arrodillarse. No hay nada humillante en ello. Arrodillarse es ocupar un lugar ante Dios.

»Rezar es también decirle a Dios nuestro amor. Con nuestras palabras, le agradecemos su amor gratuito por nosotros, por la salvación eterna que nos ofrece. Rezar es decirle nuestra confianza, pedirle que apoye nuestra fe. Rezar es, finalmente, callar ante Él, hacerle un hueco.

»¿Me pregunta qué hay que buscar en la oración? Le respondo que no busque nada. Busque a alguien: a Dios mismo, que se revela con el rostro de Cristo. 

-Un catecismo escrito por un cardenal se dirige necesariamente a los cristianos... ¿Los que no tienen fe y que nos leen hoy también forman parte de su reflexión? ¿Los que no creen que Dios existe necesitan el mismo silencio?

-¡Por supuesto! Me dirijo a todos. El silencio no está reservado a los monjes, ni a los cristianos. El silencio es un signo de humanidad. Me gustaría invitar a todas las personas de buena voluntad, creyentes o no, a experimentar este silencio. ¡Atrévanse a parar! Atrévanse a callar. Atrévanse a dirigirse a un Dios que quizás no conozcan, en el que ni siquiera crean.

»Benedicto XVI repite a menudo una frase que leyó en Pascal, el filósofo francés: "¡Haz lo que hacen los cristianos y verás que es verdad!". Me atrevo a decir a todos: atrévanse a experimentar la oración, aunque no crean, y verán. No se trata de revelaciones extraordinarias, visiones o éxtasis. Pero Dios habla al corazón en silencio. El que tiene el valor del silencio acaba encontrándose con Dios.

»Charles de Foucauld es el mejor ejemplo de ello. No creía, había rechazado la fe de su infancia y no llevaba una vida cristiana, por no decir otra cosa. Sin embargo, tras experimentar el silencio en el desierto, su corazón se abrió al deseo de Dios. Dejó que surgiera en su vida. 

-Usted también habla de la práctica de los sacramentos para alimentar el alma. ¿Puede explicar lo que son realmente, ya que reprocha que a veces se malinterpreta su significado?

-Los sacramentos son contactos reales con Dios a través de signos sensibles. Nuestra época tiende a reducirlas a ceremonias simbólicas, ocasiones rituales para reunirse, para tener una celebración familiar. Son mucho más profundos que eso. Mediante el signo sensible del agua derramada en la frente de un niño en el bautismo, Dios lava realmente el alma de este niño y viene a habitarla. No se trata de una metáfora poética. ¡Es una realidad! A través de los sacramentos, Dios nos toca, nos lava, nos cura, nos alimenta.

»Tal vez a veces nos sintamos un poco celosos de los apóstoles y de los que conocieron a Cristo. Lo tocaron, lo besaron, lo abrazaron. Él los bendijo, los consoló y los fortaleció. Y nosotros... tantos años nos separan de Él. Pero tenemos los sacramentos. A través de ellos, estamos físicamente en contacto con Jesús. Su gracia viene a nosotros. No se trata de un símbolo bonito que solo es tan bueno como nuestro fervor. No. Los sacramentos son efectivos. Pero debemos dejar que produzcan su fruto en nosotros, preparando nuestras almas mediante la oración y el silencio. Entonces, de verdad, si me confieso, es el mismo Jesús quien me perdona. Si participo en la misa, estoy participando realmente en el sacrificio de la cruz. Si comulgo, es realmente Él, Cristo, Jesús, quien entra en mí para alimentarme. Los sacramentos son los pilares de la vida espiritual. 

-Los sacramentos también van acompañados de una liturgia... ¿No es necesario también un acompañamiento para que todos puedan tomar conciencia del valor real de estos signos?

-Es cierto. ¡Hay una inmensa necesidad de catecismo! Con demasiada frecuencia, las enseñanzas de los sacerdotes se desvían y se convierten en comentarios sobre la actualidad o en discursos filosóficos. Creo que la gente espera de nosotros un catecismo claro y sencillo que explique el sentido de la vida cristiana y los ritos que la acompañan. Sería bueno que las homilías explicaran el significado de los gestos de la misa. ¡Eso sería fructífero! Pero también creo que la liturgia habla por sí misma. Habla al corazón. El canto gregoriano no necesita traducción porque evoca la grandeza y la bondad de Dios. Cuando el sacerdote se dirige a la cruz, todo el mundo entiende que nos señala la dirección de nuestra vida, la fuente de luz. La liturgia es un catecismo del corazón.

Traducido por Verbum Caro.

Fuente. Religión en Libertad

viernes, 24 de junio de 2022

Santo Evangelio 24 de Junio 2022

 



Texto del Evangelio (Lc 15,3-7):

 En aquel tiempo, Jesús dijo esta parábola a los fariseos y maestros de la Ley: «¿Quién de vosotros que tiene cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va a buscar la que se perdió hasta que la encuentra? Y cuando la encuentra, contento, la pone sobre sus hombros; y llegando a casa, convoca a los amigos y vecinos, y les dice: ‘Alegraos conmigo, porque he hallado la oveja que se me había perdido’. Os digo que, de igual modo, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no tengan necesidad de conversión».



«Alegraos conmigo, porque he hallado la oveja que se me había perdido»


Rev. D. Pedro IGLESIAS Martínez

(Rubí, Barcelona, España)

Hoy celebramos la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús. Desde tiempo inmemorial, el hombre sitúa “físicamente” en el corazón lo mejor o lo peor del ser humano. Cristo nos muestra el suyo, con las cicatrices de nuestro pecado, como símbolo de su amor a los hombres, y es desde este corazón que vivifica y renueva la historia pasada, presente y futura, desde donde contemplamos y podemos comprender la alegría de Aquel que encuentra lo que había perdido.

«Alegraos conmigo, porque he hallado la oveja que se me había perdido» (Lc 15,6). Cuando escuchamos estas palabras, tendemos siempre a situarnos en el grupo de los noventa y nueve justos y observamos “distantes” cómo Jesús ofrece la salvación a cantidad de conocidos nuestros que son mucho peor que nosotros... ¡Pues no!, la alegría de Jesús tiene un nombre y un rostro. El mío, el tuyo, el de aquél..., todos somos “la oveja perdida” por nuestros pecados; así que..., ¡no echemos más leña al fuego de nuestra soberbia, creyéndonos convertidos del todo!

En el tiempo que vivimos, en que el concepto de pecado se relativiza o se niega, en el que el sacramento de la penitencia es considerado por algunos como algo duro, triste y obsoleto, el Señor en su parábola nos habla de alegría, y no lo hace solo aquí, sino que es una corriente que atraviesa todo el Evangelio. Zaqueo invita a Jesús a comer para celebrarlo, después de ser perdonado (cf. Lc 19,1-9); el padre del hijo pródigo perdona y da una fiesta por su vuelta (cf. Lc 15,11-32), y el Buen Pastor se regocija por encontrar a quien se había apartado de su camino.

Decía san Josemaría que un hombre «vale lo que vale su corazón». Meditemos desde el Evangelio de Lucas si el precio —que va marcado en la etiqueta de nuestro corazón— concuerda con el valor del rescate que el Sagrado Corazón de Jesús ha pagado por cada uno de nosotros.