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miércoles, 31 de marzo de 2021

Santo Evangelio 31 de Marzo 2021

 


Texto del Evangelio (Mt 26,14-25): 

En aquel tiempo, uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue donde los sumos sacerdotes, y les dijo: «¿Qué queréis darme, y yo os lo entregaré?». Ellos le asignaron treinta monedas de plata. Y desde ese momento andaba buscando una oportunidad para entregarle.

El primer día de los Ázimos, los discípulos se acercaron a Jesús y le dijeron: «¿Dónde quieres que te hagamos los preparativos para comer el cordero de Pascua?». Él les dijo: «Id a la ciudad, a casa de fulano, y decidle: ‘El Maestro dice: Mi tiempo está cerca; en tu casa voy a celebrar la Pascua con mis discípulos’». Los discípulos hicieron lo que Jesús les había mandado, y prepararon la Pascua.

Al atardecer, se puso a la mesa con los Doce. Y mientras comían, dijo: «Yo os aseguro que uno de vosotros me entregará». Muy entristecidos, se pusieron a decirle uno por uno: «¿Acaso soy yo, Señor?». Él respondió: «El que ha mojado conmigo la mano en el plato, ése me entregará. El Hijo del hombre se va, como está escrito de Él, pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre es entregado! ¡Más le valdría a ese hombre no haber nacido!». Entonces preguntó Judas, el que iba a entregarle: «¿Soy yo acaso, Rabbí?». Dícele: «Sí, tú lo has dicho».


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«¿Acaso soy yo?»


Rev. P. Higinio Rafael ROSOLEN IVE

(Cobourg, Ontario, Canadá)

Hoy, el Evangelio nos presenta tres escenas: la traición de Judas, los preparativos para celebrar la Pascua y la Cena con los Doce.

La palabra “entregar” (“paradidōmi” en griego) se repite seis veces y sirve como nexo de unión entre esos tres momentos: (i) cuando Judas entrega a Jesús; (ii) la Pascua, que es una figura del sacrificio de la cruz, donde Jesús entrega su vida; y (iii) la Última Cena, en la cual se manifiesta la entrega de Jesús, que se cumplirá en la Cruz.

Queremos detenernos aquí en la Cena Pascual, donde Jesucristo manifiesta que su cuerpo será entregado y su sangre derramada. Sus palabras: «Yo os aseguro que uno de vosotros me entregará» (Mt 26,20) invita a cada uno de los Doce, y de modo especial a Judas, a un examen de conciencia. Estas palabras son extensivas a todos nosotros, que también hemos sido llamados por Jesús. Son una invitación a reflexionar sobre nuestras acciones, sean buenas o malas; nuestra dignidad; plantearnos qué estamos haciendo en este momento con nuestras vidas; hacia dónde estamos yendo y cómo hemos respondido al llamado de Jesús. Debemos respondernos con sinceridad, humildad y franqueza.

Recordemos que podemos esconder nuestros pecados de otras personas, pero no podemos ocultarlos a Dios, que ve en lo secreto. Jesús, verdadero Dios y hombre, todo lo ve y lo sabe. Él conoce lo que hay en nuestro corazón y de lo que somos capaces. Nada está oculto a sus ojos. Evitemos engañarnos, y recién después de habernos sincerado con nosotros mismos es cuando debemos mirar a Cristo y preguntarle «¿Acaso soy yo?» (Mt 26,22). Tengamos presente lo que dice el Papa Francisco: «Jesús amándonos nos invita a dejarnos reconciliar con Dios y a regresar a Él para reencontrarnos con nosotros mismos».

Miremos a Jesús, escuchemos sus palabras y pidamos la gracia de entregarnos uniéndonos a su sacrificio en la Cruz.

10 maneras de contemplar y profundizar durante estos días en la Pasión de Cristo


 10 maneras de contemplar y profundizar durante estos días en la Pasión de Cristo

Escena de La Pasión de Cristo

En La Pasión de Cristo de Mel Gibson se puede visualizar con gran crudeza el sufrimiento de Jesús

La Encarnación del Hijo de Dios es la muestra de amor más grande que el hombre puede recibir. Jesús, siendo Dios, vino a este mundo y decidió entregar su propia vida para la salvación de la humanidad. Y lo hizo a través de una terrible muerte.

La Pasión de Cristo, en la que nos introducimos en esta Semana Santa, enseña este profundo amor por nosotros. Y podría haber evitado ese sufrimiento. Era el Hijo de Dios. Entonces, ¿por qué lo hizo? ¿Por qué decidió pasar por este terrible dolor?

San Ignacio de Loyola da dos razones fundamentales que responden a esta pregunta. Por un lado, sufrió la pasión para mostrar al mundo la gravedad del pecado. Pero también, y esta es la segunda razón, quería mostrar la inmensidad de su amor.

Jesús murió por nosotros para reparar nuestro pecado y mostrarnos su infinito. "¡No hay mayor amor que el que da la vida por sus amigos!", dice el Evangelio.

El padre Ed Broom, oblato de María Inmaculada, y experto en temas de espiritualidad ofrece en Catholic Exchange diez formas de contemplar la Pasión, el sufrimiento y la muerte de Jesús, realizada por amor al hombre:

1. Evangelios

Medita en oración los relatos de la Pasión en los cuatro Evangelios. Cada Evangelio tiene dos capítulos sobre la pasión de Cristo: Mt 26-27, Mc. 14-15, Lc. 22-23; y Jn. 18-19. Ve a la fuente última; ¡la palabra de Dios!

2. Contempla la cruz

Otra opción es pasar un tiempo en contemplación silenciosa ante un crucifijo. Contempla con amor la cabeza coronada de espinas. Luego contempla las cinco sagradas llagas de las que brotó la sangre para tu salvación. ¡Acércate y besa estas heridas expresando tu más sincera gratitud!

María Magdalena, la Virgen y San Juan en La Pasión de Cristo


3. Vía Crucis

Haz el Vía Crucis. Camina despacio y en oración contemplando las catorce Estaciones de la Cruz. Puedes estar con la Virgen, San Juan y María Magdalena acompañando a Jesús, el varón de dolores, en la Pasión. En oración, pregunta al Espíritu Santo cuál de las catorce estaciones toca más profundamente tu corazón.

4. Propuesta de una película: La pasión de Cristo

Una gran opción es ver la película de La Pasión de Cristo. Pero no la veas simplemente como una interpretación de Hollywood que ganó un Oscar. Hazlo según el modo de contemplación ignaciano. Debes estar listo para acompañar al Señor Jesús en cuerpo, mente y corazón con Nuestra Señora de los Dolores.

5. Otra película: Marcelino Pan y Vino

Hay otra bella película para ver estos días. Observa al niño Marcelino, y su íntima y creciente amistad con Jesús mientras está en la cruz. Conviértete en Marcelino tú mismo. Contempla a Jesús clavado de la cruz.

Conviértete en este amigo de Jesús. Habla con Jesús; comparte tus sentimientos con Él, tus dolores, tus luchas, tus miedos, tus dudas, tus inseguridades, ansiedades, tus tentaciones e incluso tus pecados. Dile a Jesús, mientras está clavado en la cruz, cuánto los amas, cuánto deseas renunciar al pecado y cuánto deseas estar con Él en el cielo por toda la eternidad.

6. Confesión

¿Por qué no arrodillarse ante Jesús crucificado y expresar con la más profunda contrición de corazón tu dolor por haber sido responsable de su horrenda y desgarradora pasión? Puedes terminar este acto de contrición haciendo una buena, mejor aún, la mejor confesión de toda tu vida. El Salvador sufriente te espera en este sacramento de la misericordia.

7. Meditación: las últimas siete palabras

Medita las últimas siete frases que Jesús expresó desde la cruz:

-“Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”

-"¡Tengo sed!"

-“Mujer, ahí tienes a tu hijo; hijo, ahí tienes a tu madre”

-"Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?"

-“En verdad te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso”

-"Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu"

-"¡Todo está cumplido!"

Escena de la última cena en La Pasión de Cristo


8. Santa Misa

Con mucho, el acto más grande en la tierra es el sacrificio de la Misa. De manera invisible pero real en cada misa se renuevan los frutos de la Pasión y muerte de Jesús en el Calvario (ese primer Viernes Santo). Asiste al Santo Sacrificio de la Misa para participar plenamente activa y conscientemente.

9. La contemplación su Preciosa Sangre

Jesús derramó su sangre varias veces por la salvación de la humanidad para que puedas estar con Él para siempre en el cielo. Reflexiona lentamente y en oración los diversos momentos en que derramó su sangre, comenzando con la circuncisión cuando era un bebé. Luego, sigue con las diversas escenas de su vida, específicamente su Pasión en la que derramó su sangre por amor.

-Huerto de los Olivos: gotas de sangre brotaron de Sus poros.

-Flagelación: ¡Fue azotado brutalmente soldados romanos, abriendo grandes heridas en su cuerpo. Él sufre esto para reparar los pecados contra la virtud de la pureza.

-Coronación de espinas, las cuales que penetraron profundamente en la piel de su cabeza

- Cargando con la cruz hasta el Calvario: San Bernardo y otros santos han hablado sobre el dolor insoportable que debió haber experimentado con la cruz y sus astillas atravesando y penetrando Su hombro.

-Las vestiduras desgarradas: Al llegar al Calvario, los soldados rasgaron brutalmente sus vestiduras, reabriendo así las heridas que le habían infligido en la flagelación; una vez más para reparar los pecados de la impureza.

-Crucifixión: con los clavos que atravesaron y penetraron sus manos y pies su sangre corría a borbotones.

-Costado abierto: incluso después de su muerte, siguió dando su sangre. Con la lanza, el soldado perfora su costado atravesando su Sagrado Corazón, del que salió sangre y agua.

10. Nuestra Señora de los Dolores

Como en la película La Pasión de Cristo, ¿por qué no intentar vivir todos los diferentes momentos de la Pasión, el sufrimiento y la muerte de Nuestro Señor y Salvador Jesucristo a través de los ojos y del Corazón Doloroso e Inmaculado de María, la Madre de Dios?

martes, 30 de marzo de 2021

Santo Evangelio 30 de Marzo 2021

 


Texto del Evangelio (Jn 13,21-33.36-38): 

En aquel tiempo, estando Jesús sentado a la mesa con sus discípulos, se turbó en su interior y declaró: «En verdad, en verdad os digo que uno de vosotros me entregará». Los discípulos se miraban unos a otros, sin saber de quién hablaba. Uno de sus discípulos, el que Jesús amaba, estaba a la mesa al lado de Jesús. Simón Pedro le hace una seña y le dice: «Pregúntale de quién está hablando». Él, recostándose sobre el pecho de Jesús, le dice: «Señor, ¿quién es?». Le responde Jesús: «Es aquel a quien dé el bocado que voy a mojar». Y, mojando el bocado, le toma y se lo da a Judas, hijo de Simón Iscariote. Y entonces, tras el bocado, entró en él Satanás. Jesús le dice: «Lo que vas a hacer, hazlo pronto». Pero ninguno de los comensales entendió por qué se lo decía. Como Judas tenía la bolsa, algunos pensaban que Jesús quería decirle: «Compra lo que nos hace falta para la fiesta», o que diera algo a los pobres. En cuanto tomó Judas el bocado, salió. Era de noche.

Cuando salió, dice Jesús: «Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre y Dios ha sido glorificado en Él. Si Dios ha sido glorificado en Él, Dios también le glorificará en sí mismo y le glorificará pronto. Hijos míos, ya poco tiempo voy a estar con vosotros. Vosotros me buscaréis, y, lo mismo que les dije a los judíos, que adonde yo voy, vosotros no podéis venir, os digo también ahora a vosotros». Simón Pedro le dice: «Señor, ¿a dónde vas?». Jesús le respondió: «Adonde yo voy no puedes seguirme ahora; me seguirás más tarde». Pedro le dice: «¿Por qué no puedo seguirte ahora? Yo daré mi vida por ti». Le responde Jesús: «¿Que darás tu vida por mí? En verdad, en verdad te digo: no cantará el gallo antes que tú me hayas negado tres veces».


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«Era de noche»


Abbé Jean GOTTIGNY

(Bruxelles, Bélgica)

Hoy, Martes Santo, la liturgia pone el acento sobre el drama que está a punto de desencadenarse y que concluirá con la crucifixión del Viernes Santo. «En cuanto tomó Judas el bocado, salió. Era de noche» (Jn 13,30). Siempre es de noche cuando uno se aleja del que es «Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero» (Símbolo de Nicea-Constantinopla).

El pecador es el que vuelve la espalda al Señor para gravitar alrededor de las cosas creadas, sin referirlas a su Creador. San Agustín describe el pecado como «un amor a sí mismo hasta el desprecio de Dios». Una traición, en suma. Una prevaricación fruto de «la arrogancia con la que queremos emanciparnos de Dios y no ser nada más que nosotros mismos; la arrogancia por la que creemos no tener necesidad del amor eterno, sino que deseamos dominar nuestra vida por nosotros mismos» (Benedicto XVI). Se puede entender que Jesús, aquella noche, se haya sentido «turbado en su interior» (Jn 13,21).

Afortunadamente, el pecado no es la última palabra. Ésta es la misericordia de Dios. Pero ella supone un “cambio” por nuestra parte. Una inversión de la situación que consiste en despegarse de las criaturas para vincularse a Dios y reencontrar así la auténtica libertad. Sin embargo, no esperemos a estar asqueados de las falsas libertades que hemos tomado, para cambiar a Dios. Según denunció el padre jesuita Bourdaloue, «querríamos convertirnos cuando estuviésemos cansados del mundo o, mejor dicho, cuando el mundo se hubiera cansado de nosotros». Seamos más listos. Decidámonos ahora. La Semana Santa es la ocasión propicia. En la Cruz, Cristo tiende sus brazos a todos. Nadie está excluido. Todo ladrón arrepentido tiene su lugar en el paraíso. Eso sí, a condición de cambiar de vida y de reparar, como el del Evangelio: «Nosotros, en verdad, recibimos lo debido por lo que hemos hecho; pero éste no hizo mal alguno» (Lc 23,41).


Las masas con palmas «aclamaban y admiraban a Jesús, pero no querían dejarse sorprender por Él»


 Las masas con palmas «aclamaban y admiraban a Jesús, pero no querían dejarse sorprender por Él»

Domingo de Ramos de 2021 en San Pedro - sin actos exteriores y con aforo reducido

Domingo de Ramos de 2021, el segundo en el marco de la pandemia del coronavirus. El Papa Francisco ha celebrado la Misa de Domingo de Ramos en el interior de la basílica de San Pedro, con un aforo reducido y sin actos exteriores, pero llamando a todos a dejarse transformar por la Semana Santa.

La liturgia del Domingo de Ramos, dijo el Papa, “suscita cada año en nosotros un sentimiento de asombro”, pues “pasamos de la alegría que supone acoger a Jesús que entra en Jerusalén, al dolor de verlo condenado a muerte”. Se trata de un sentimiento “que nos acompañará toda la Semana Santa”.

Recordando a las masas que aclamaban a Jesús al llegar a Jerusalén, el Papa preguntó: “¿Qué le sucedió a aquella gente, que en pocos días pasó de aclamar con hosannas a Jesús a gritar ‘crucifícalo’?”

Su respuesta: "En realidad, aquellas personas seguían más una imagen del Mesías, que al Mesías real. Admiraban a Jesús, pero no estaban dispuestas a dejarse sorprender por Él".


La procesión con ramos de los obispos y el Papa en la Misa de Ramos de 2021 en San Pedro

Diferencia entre la admiración mundana y el asombro abierto

Después, el Pontífice ha explicado que "el asombro es distinto de la simple admiración. La admiración puede ser mundana, porque busca los gustos y las expectativas de cada uno; en cambio, el asombro permanece abierto al otro, a su novedad.

El Papa señaló que también hoy hay muchos que admiran a Jesús, pero que, sin embargo “sus vidas no cambian”.Feligreses con ramos y mascarillas en la misa de Ramos del Papa en el Vaticano


Esto porque “admirar a Jesús no es suficiente”, sino que es necesario “seguir su camino, dejarse cuestionar por Él, pasar de la admiración al asombro”.

A la gloria por el camino de la humillación

Lo que más sorprende del Señor y de su Pascua, afirma el Sumo Pontífice, es “el hecho de que Él llegue a la gloria por el camino de la humillación”.

Monja con ramos y mascarilla en la misa del Papa de Domingo de Ramos 2021 en el Vaticano


"Él triunfa acogiendo el dolor y la muerte, que nosotros, rehenes de la admiración y del éxito, evitaríamos. […] Sorprende ver al Omnipotente reducido a nada. Verlo a Él, la Palabra que sabe todo, enseñarnos en silencio desde la cátedra de la cruz. Ver al rey de reyes que tiene por trono un patíbulo. Ver al Dios del universo despojado de todo. Verlo coronado de espinas y no de gloria. Verlo a Él, la bondad en persona, que es insultado y pisoteado".

Jesús sabe lo que es vivir rechazo y fracaso

El Señor se humilló por nosotros, “para tocar lo más íntimo de nuestra realidad humana, para experimentar toda nuestra existencia, todo nuestro mal”, explicó Francisco. Subió a la cruz para descender a nuestro sufrimiento, probando nuestros peores estados de ánimo: el fracaso, el rechazo de todos, la traición de quien le quiere e, incluso, el abandono de Dios".

Procesión de la misa del Papa de Domingo de Ramos 2021 en San Pedro del Vaticano


"Su amor se acerca a nuestra fragilidad, llega hasta donde nosotros sentimos más vergüenza. Y ahora sabemos que no estamos solos. Dios está con nosotros en cada herida, en cada miedo. Ningún mal, ningún pecado tiene la última palabra. Dios vence, pero la palma de la victoria pasa por el madero de la cruz. Por eso las palmas y la cruz están juntas".

Monotonía y legalismos: un cristianismo que no se asombra

La vida cristiana, aseguró el Papa, “sin asombro, es monótona”, pues, si la fe "pierde su capacidad de sorprenderse se queda sorda”: no siente la maravilla de la gracia, ni experimenta el gusto del Pan de vida y de la Palabra, y no percibe la belleza de los hermanos y el don de la creación, y no tiene otra vía que refugiarse en legalismos, clericalismos y todas esas cosas que Jesús condena en el capítulo 23 de Mateo. De ahí la invitación del Santo Padre a que, en esta Semana Santa, “levantemos nuestra mirada hacia la cruz para recibir la gracia del estupor”.

Fieles en la misa del Papa de Domingo de Ramos 2021 en San Pedro del Vaticano


"San Francisco de Asís, mirando al Crucificado, se asombraba de que sus frailes no llorasen. Y nosotros, ¿somos capaces todavía de dejarnos conmover por el amor de Dios? ¿Por qué hemos perdido la capacidad de asombrarnos ante él?"

"Tal vez porque nuestra fe ha sido corroída por la costumbre. Tal vez porque permanecemos encerrados en nuestros remordimientos y nos dejamos paralizar por nuestras frustraciones. Tal vez porque hemos perdido la confianza en todo y nos creemos incluso fracasados. Pero detrás de todos estos “tal vez” está el hecho de que no nos hemos abierto al don del Espíritu, que es Aquel que nos da la gracia del estupor".

El Papa anima a mirar al Crucificado y decirle “Señor, ¡cuánto me amas! ¡qué valioso soy para Ti!”. Dejarse sorprender por Jesús “para volver a vivir, porque la grandeza de la vida no está en tener o en afirmarse, sino en descubrirse amados". "La grandeza de la vida está precisamente en la belleza del amor".

Acoger a los otros rechazados

En el Crucificado vemos a Dios humillado, al Omnipotente reducido a un despojo. Y con la gracia del estupor entendemos que, acogiendo a quien es descartado, acercándonos a quien es humillado por la vida, amamos a Jesús. Porque Él está en los últimos, en los rechazados, en aquellos que nuestra cultura farisea condena.

El Sumo Pontífice concluyó su homilía refiriéndose a la escena “más hermosa” del estupor que el Evangelio de hoy nos muestra: la del centurión que, al ver expirar a Jesús exclama: “¡Realmente este hombre era Hijo de Dios!”. El centurión, dijo el Papa, se dejó asombrar por el amor: vio morir a Jesús “amando” y eso lo asombró. Sufría, estaba agotado, pero seguía amando.

"Esto es el estupor ante Dios, quien sabe llenar de amor incluso el momento de la muerte. En este amor gratuito y sin precedentes, el centurión, un pagano, encuentra a Dios. ¡Realmente este hombre era Hijo de Dios! Su frase ratifica la Pasión".

Ante la cruz, no hay admiración mundanal

Muchos otros antes del centurión, habían reconocido a Jesús como Hijo de Dios. Pero, sin embargo, “Cristo mismo los había mandado callar, porque existía el riesgo de quedarse en la admiración mundana, en la idea de un Dios que había que adorar y temer en cuanto potente y terrible”.

Ahora, ante la cruz “no hay lugar a malas interpretaciones”, pues “Dios se ha revelado y reina sólo con la fuerza desarmada y desarmante del amor”. De ahí la exhortación final del Sumo Pontífice que, haciendo presente que Dios “continúa sorprendiendo nuestra mente y nuestro corazón”, anima a que dejemos que "el estupor nos invada”: “Miremos al Crucificado y digámosle también nosotros: “Realmente eres el Hijo de Dios. Tú eres mi Dios”.

Misa del Domingo de Ramos de 2021 en San Pedro del Vaticano con el Papa

Fuente: Religión en Libertad

 

lunes, 29 de marzo de 2021

Santo Evangelio 29 de Marzo 2021

 





Texto del Evangelio (Jn 12,1-11): 

Seis días antes de la Pascua, Jesús se fue a Betania, donde estaba Lázaro, a quien Jesús había resucitado de entre los muertos. Le dieron allí una cena. Marta servía y Lázaro era uno de los que estaban con Él a la mesa.

Entonces María, tomando una libra de perfume de nardo puro, muy caro, ungió los pies de Jesús y los secó con sus cabellos. Y la casa se llenó del olor del perfume. Dice Judas Iscariote, uno de los discípulos, el que lo había de entregar: «¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios y se ha dado a los pobres?». Pero no decía esto porque le preocuparan los pobres, sino porque era ladrón, y como tenía la bolsa, se llevaba lo que echaban en ella. Jesús dijo: «Déjala, que lo guarde para el día de mi sepultura. Porque pobres siempre tendréis con vosotros; pero a mí no siempre me tendréis».

Gran número de judíos supieron que Jesús estaba allí y fueron, no sólo por Jesús, sino también por ver a Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos. Los sumos sacerdotes decidieron dar muerte también a Lázaro, porque a causa de él muchos judíos se les iban y creían en Jesús.


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«Ungió los pies de Jesús y los secó con sus cabellos»


Rev. D. Jordi POU i Sabater

(Sant Jordi Desvalls, Girona, España)

Hoy, en el Evangelio, se nos resumen dos actitudes sobre Dios, Jesucristo y la vida misma. Ante la unción que hace María a su Señor, Judas protesta: «Dice Judas Iscariote, uno de los discípulos, el que lo había de entregar: ‘¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios y se ha dado a los pobres?’» (Jn 12,4-5). Lo que dice no es ninguna barbaridad, ligaba con la doctrina de Jesús. Pero es muy fácil protestar ante lo que hacen los otros, aunque no se tengan segundas intenciones como en el caso de Judas.

Cualquier protesta ha de ser un acto de responsabilidad: con la protesta nos hemos de plantear cómo lo haríamos nosotros, qué estamos dispuestos a hacer nosotros. Si no, la protesta puede ser sólo —como en este caso— la queja de los que actúan mal ante los que miran de hacer las cosas tan bien como pueden.

María unge los pies de Jesús y los seca con sus cabellos, porque cree que es lo que debe hacer. Es una acción tintada de espléndida magnanimidad: lo hizo «tomando una libra de perfume de nardo puro, muy caro» (Jn 12,3). Es un acto de amor y, como todo acto de amor, difícil de entender por aquellos que no lo comparten. Creo que, a partir de aquel momento, María entendió lo que siglos más tarde escribiría san Agustín: «Quizá en esta tierra los pies del Señor todavía están necesitados. Pues, ¿de quién, fuera de sus miembros, dijo: ‘Todo lo que hagáis a uno de estos pequeños... me lo hacéis a mí? Vosotros gastáis aquello que os sobra, pero habéis hecho lo que es de agradecer para mis pies’».

La protesta de Judas no tiene ninguna utilidad, sólo le lleva a la traición. La acción de María la lleva a amar más a su Señor y, como consecuencia, a amar más a los “pies” de Cristo que hay en este mundo.


Confesionarios vacíos, un signo de la crisis de la Iglesia: qué hacer para que vuelvan a llenarse


 Confesionarios vacíos, un signo de la crisis de la Iglesia: qué hacer para que vuelvan a llenarse

Un sacerdote confesando

La confesión es un sacramento al que muchos católicos les cuesta acudir

Uno de los grandes problemas de la Iglesia Católica en las últimas décadas y que explica buena parte de la secularización de Occidente ha sido el arrinconamiento de la confesión. Durante mucho tiempo se ha quitado importancia a este sacramento y los sacerdotes abandonaron los confesionarios. Como consecuencia, muchos católicos siguieron a sus pastores y al percibirlo como algo secundario dejaron de confesarse.

A diferencia de esta deriva, es importante destacar que en los lugares donde se está produciendo un reavivamiento de la fe la confesión es un elemento fundamental. 

Pero todavía hoy existe un grave problema con un sacramento central, pues es común ir a una iglesia y no encontrar un confesor. ¿Los sacerdotes no confiesan porque nadie acude o los fieles no van porque no hay curas confesando? Sea una cosa o la otra, o una mezcla de las dos, la realidad es que buena parte de la solución de los males de la Iglesia llegará por el confesionario.

Para ayudar a muchos católicos que han abandonado la confesión o apenas recurren a ella, el sacerdote Tim McCauley, de la Archidiócesis de Ottawa y converso al catolicismo, ha querido desmontar viejos e inútiles argumentos contra este sacramento así como el miedo de acudir al confesionario.


El sacerdote Tim McCauley se convirtió al catolicismo y ahora es sacerdote en Ottawa

En un artículo en Catholic Exchange, pide a los sacerdotes y también a los católicos más comprometidos “no limitarse a explicar la enseñanza de la Iglesia sobre los requisitos y beneficios del sacramento de la reconciliación. Necesitamos comprender el pensamiento de los numerosos católicos que evitan este sacramento. Tratemos de encontrarnos con ellos en el lugar de sus dudas y temores para aclarar su teología equivocada que les impide ir a confesar y tener una experiencia más profunda de la misericordia de Dios”.

En su opinión, hay varios motivos por los cuales hay católicos que no acuden a este sacramento:

-Están los que asumen que creen que la confesión implica admitir que son muy malas personas que han hecho cosas horribles.

-Los hay que piensan que la confesión regular significa pensar constantemente en los pecados cometidos recordando así todo el tiempo en qué han fallado.

- Muchos católicos rechazan la idea de desnudar su alma por miedo a abrirse y a ser juzgadas o castigadas de alguna manera.

Respondiendo a la primera de a las posibilidades, este sacerdote recuerda que “para aquellos que temen que la confesión les obligue a juzgarse a sí mismos como personas muy malas, necesitamos aclarar la naturaleza compleja de los seres humanos y cómo nos ve el Padre. El Padre nos ama como a sus hijos porque somos esencialmente buenos. Jesús mismo nos recuerda nuestro valor como hijos de Dios. ‘¿No se venden dos pajarillos por un as? Sin embargo, Dios no olvida a ninguno de ellos. De hecho, todos los cabellos de tu cabeza están contados. No tengas miedo; vales más que muchos pajarillos’. Jesús está confirmando que tenemos un valor inherente a los ojos de Dios”, recuerda el sacerdote.


En los lugares donde la fe se está reavivando la confesión es un elemento central

Por otro lado, el padre McCauley señala que “también poseemos una bondad fundamental como parte de nuestra naturaleza, por el mero hecho de que fuimos creados a imagen y semejanza de Dios. Al mismo tiempo, también somos pecadores. Como resultado del pecado original, nuestra naturaleza ha sido herida y nos inclinamos hacia el mal y el pecado”.

Con respecto a la posibilidad de que la confesión implica obsesionarse y pensar en todo momento en los pecados, el sacerdote insiste en que si así fuera viviríamos una “obsesión por nosotros mismos y nos desanimaríamos todo el tiempo. Debemos confesar nuestros pecados y dárselos a Jesús, luego enfocarnos en Su amor, misericordia y perdón. Quizás por esta razón la Iglesia ‘renombró’ la confesión como el sacramento de la ‘reconciliación’, para enfatizar este mismo punto: nuestro enfoque no está en nuestros pecados sino en reconciliarnos con Dios y recibir Su misericordia”.

Pero también el padre McCauley habla de los católicos que tienen una imagen falsa de Dios y malinterpretan cómo Dios ve el pecado. “El pecado es una ofensa contra Dios”, explica, pero también cree que esto hay que entenderlo correctamente. Afirma que “no es como si Dios guardara celosamente su posición y privilegio y se sintiera ofendido de que sus criaturas se atrevieran a insultar su majestad desobedeciendo sus mandamientos y pecando contra Él. Esta es una imagen distorsionada de Dios. En el nivel más profundo, nuestros pecados afligen al Corazón de Jesús porque nuestros pecados nos hieren a nosotros y a otras personas”.

Por último, este sacerdote habla del caso de los católicos que temen abrir su alma en la confesión. Por ello, les recuerda que “Dios nos ama porque somos esencialmente buenos”, es decir, el hombre ha sido creado a imagen y semejanza de Dios. Pero considera que hay incluso una verdad más profunda: “Dios también nos ama como pecadores, como personas débiles que cometen errores y fracasan, que se hacen daño a sí mismos y a los demás”.


El santo Cura de Ars confesando

En la Iglesia hacen falta más santos como el Cura de Ars que dediquen horas al confesionario, y así acabará llenándose.

Así mismo, Tim McCauley afirma que “es difícil para la mayoría de las personas admitir su vulnerabilidad, debilidades y pecados. Podemos tender a ser como Adán, escondiéndonos de Dios porque nos sentimos desnudos y asustados. Pero es precisamente en nuestra vulnerabilidad, debilidad y pecados donde podemos experimentar plenamente lo mucho que somos amados y la profundidad de la tierna misericordia de Dios”.

En el fondo –prosigue- “todos tenemos la necesidad de sabernos amados cuando somos ‘malos’, cuando estamos en nuestro peor momento. Este es precisamente el tipo de amor que Cristo nos ofrece”.

Así, cualquier persona puede decir sin miedo: “aquí estoy Jesús. Estoy tan avergonzado. Estos son mis secretos más oscuros, mis pecados ocultos. Estas son mis debilidades y fallos como ser humano. ¿Cómo es posible que me ames con esta parte de mí? No sé si alguien más me amaría si supiera todo esto sobre mí”.

Sin embargo, cree que acudiendo con esta disposición arrepentida Dios diría: “Sí, hijo mío. Te amo hasta en tu peor momento. No vine a condenar al mundo, sino a salvarlo. Recuerda, durante mi tiempo en la tierra comí y bebí con pecadores. El mío es un amor misericordioso atraído por los más necesitados. Has confesado y te perdono. Vete en paz”.

domingo, 28 de marzo de 2021

Santo Evangelio 28 de Marzo 2021

 


Texto del Evangelio (Mc 14,1—15,47): 

Faltaban dos días para la Pascua y los Ázimos. Los sumos sacerdotes y los escribas buscaban cómo prenderle con engaño y matarle. Pues decían: «Durante la fiesta no, no sea que haya alboroto del pueblo».

Estando Él en Betania, en casa de Simón el leproso, recostado a la mesa, vino una mujer que traía un frasco de alabastro con perfume puro de nardo, de mucho precio; quebró el frasco y lo derramó sobre su cabeza. Había algunos que se decían entre sí indignados: «¿Para qué este despilfarro de perfume? Se podía haber vendido este perfume por más de trescientos denarios y habérselo dado a los pobres». Y refunfuñaban contra ella. Mas Jesús dijo: «Dejadla. ¿Por qué la molestáis? Ha hecho una obra buena en mí. Porque pobres tendréis siempre con vosotros y podréis hacerles bien cuando queráis; pero a mí no me tendréis siempre. Ha hecho lo que ha podido. Se ha anticipado a embalsamar mi cuerpo para la sepultura. Yo os aseguro: dondequiera que se proclame la Buena Nueva, en el mundo entero, se hablará también de lo que ésta ha hecho para memoria suya».

Entonces, Judas Iscariote, uno de los Doce, se fue donde los sumos sacerdotes para entregárselo. Al oírlo ellos, se alegraron y prometieron darle dinero. Y él andaba buscando cómo le entregaría en momento oportuno.

El primer día de los Ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dicen sus discípulos: «¿Dónde quieres que vayamos a hacer los preparativos para que comas el cordero de Pascua?». Entonces, envía a dos de sus discípulos y les dice: «Id a la ciudad; os saldrá al encuentro un hombre llevando un cántaro de agua; seguidle y allí donde entre, decid al dueño de la casa: ‘El Maestro dice: ¿Dónde está mi sala, donde pueda comer la Pascua con mis discípulos?’. Él os enseñará en el piso superior una sala grande, ya dispuesta y preparada; haced allí los preparativos para nosotros». Los discípulos salieron, llegaron a la ciudad, lo encontraron tal como les había dicho, y prepararon la Pascua.

Y al atardecer, llega Él con los Doce. Y mientras comían recostados, Jesús dijo: «Yo os aseguro que uno de vosotros me entregará, el que come conmigo». Ellos empezaron a entristecerse y a decirle uno tras otro: «¿Acaso soy yo?». Él les dijo: «Uno de los Doce que moja conmigo en el mismo plato. Porque el Hijo del hombre se va, como está escrito de Él, pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre es entregado! ¡Más le valdría a ese hombre no haber nacido!».

Y mientras estaban comiendo, tomó pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio y dijo: «Tomad, este es mi cuerpo». Tomó luego una copa y, dadas las gracias, se la dio, y bebieron todos de ella. Y les dijo: «Ésta es mi sangre de la Alianza, que es derramada por muchos. Yo os aseguro que ya no beberé del producto de la vid hasta el día en que lo beba nuevo en el Reino de Dios». Y cantados los himnos, salieron hacia el monte de los Olivos.

Jesús les dice: «Todos os vais a escandalizar, ya que está escrito: ‘Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas’. Pero después de mi resurrección, iré delante de vosotros a Galilea». Pedro le dijo: «Aunque todos se escandalicen, yo no». Jesús le dice: «Yo te aseguro: hoy, esta misma noche, antes que el gallo cante dos veces, tú me habrás negado tres». Pero él insistía: «Aunque tenga que morir contigo, yo no te negaré». Lo mismo decían también todos.

Van a una propiedad, cuyo nombre es Getsemaní, y dice a sus discípulos: «Sentaos aquí, mientras yo hago oración». Toma consigo a Pedro, Santiago y Juan, y comenzó a sentir pavor y angustia. Y les dice: «Mi alma está triste hasta el punto de morir; quedaos aquí y velad». Y adelantándose un poco, caía en tierra y suplicaba que a ser posible pasara de Él aquella hora. Y decía: «¡Abbá, Padre!; todo es posible para ti; aparta de mí esta copa; pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieras tú». Viene entonces y los encuentra dormidos; y dice a Pedro: «Simón, ¿duermes?, ¿ni una hora has podido velar? Velad y orad, para que no caigáis en tentación; que el espíritu está pronto, pero la carne es débil». Y alejándose de nuevo, oró diciendo las mismas palabras. Volvió otra vez y los encontró dormidos, pues sus ojos estaban cargados; ellos no sabían qué contestarle. Viene por tercera vez y les dice: «Ahora ya podéis dormir y descansar. Basta ya. Llegó la hora. Mirad que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levantaos! ¡vámonos! Mirad, el que me va a entregar está cerca».

Todavía estaba hablando, cuando de pronto se presenta Judas, uno de los Doce, acompañado de un grupo con espadas y palos, de parte de los sumos sacerdotes, de los escribas y de los ancianos. El que le iba a entregar les había dado esta contraseña: «Aquel a quien yo dé un beso, ése es, prendedle y llevadle con cautela». Nada más llegar, se acerca a Él y le dice: «Rabbí», y le dio un beso. Ellos le echaron mano y le prendieron. Uno de los presentes, sacando la espada, hirió al siervo del Sumo Sacerdote, y le llevó la oreja. Y tomando la palabra Jesús, les dijo: «¿Como contra un salteador habéis salido a prenderme con espadas y palos? Todos los días estaba junto a vosotros enseñando en el Templo, y no me detuvisteis. Pero es para que se cumplan las Escrituras». Y abandonándole huyeron todos. Un joven le seguía cubierto sólo de un lienzo; y le detienen. Pero él, dejando el lienzo, se escapó desnudo.

Llevaron a Jesús ante el Sumo Sacerdote, y se reúnen todos los sumos sacerdotes, los ancianos y los escribas. También Pedro le siguió de lejos, hasta dentro del palacio del Sumo Sacerdote, y estaba sentado con los criados, calentándose al fuego. Los sumos sacerdotes y el Sanedrín entero andaban buscando contra Jesús un testimonio para darle muerte; pero no lo encontraban. Pues muchos daban falso testimonio contra Él, pero los testimonios no coincidían. Algunos, levantándose, dieron contra Él este falso testimonio: «Nosotros le oímos decir: ‘Yo destruiré este Santuario hecho por hombres y en tres días edificaré otro no hecho por hombres’». Y tampoco en este caso coincidía su testimonio. Entonces, se levantó el Sumo Sacerdote y poniéndose en medio, preguntó a Jesús: «¿No respondes nada? ¿Qué es lo que éstos atestiguan contra ti?». Pero Él seguía callado y no respondía nada. El Sumo Sacerdote le preguntó de nuevo: «¿Eres tú el Cristo, el Hijo del Bendito?». Y dijo Jesús: «Sí, yo soy, y veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra del Poder y venir entre las nubes del cielo». El Sumo Sacerdote se rasga las túnicas y dice: «¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Habéis oído la blasfemia. ¿Qué os parece?». Todos juzgaron que era reo de muerte. Algunos se pusieron a escupirle, le cubrían la cara y le daban bofetadas, mientras le decían: «Adivina», y los criados le recibieron a golpes.

Estando Pedro abajo en el patio, llega una de las criadas del Sumo Sacerdote y al ver a Pedro calentándose, le mira atentamente y le dice: «También tú estabas con Jesús de Nazaret». Pero él lo negó: «Ni sé ni entiendo qué dices», y salió afuera, al portal, y cantó un gallo. Le vio la criada y otra vez se puso a decir a los que estaban allí: «Éste es uno de ellos». Pero él lo negaba de nuevo. Poco después, los que estaban allí volvieron a decir a Pedro: «Ciertamente eres de ellos pues además eres galileo». Pero él, se puso a echar imprecaciones y a jurar: «¡Yo no conozco a ese hombre de quien habláis!». Inmediatamente cantó un gallo por segunda vez. Y Pedro recordó lo que le había dicho Jesús: «Antes que el gallo cante dos veces, me habrás negado tres». Y rompió a llorar.

Pronto, al amanecer, prepararon una reunión los sumos sacerdotes con los ancianos, los escribas y todo el Sanedrín y, después de haber atado a Jesús, le llevaron y le entregaron a Pilato. Pilato le preguntaba: «¿Eres tú el Rey de los judíos?». El le respondió: «Sí, tú lo dices». Los sumos sacerdotes le acusaban de muchas cosas. Pilato volvió a preguntarle: «¿No contestas nada? Mira de cuántas cosas te acusan». Pero Jesús no respondió ya nada, de suerte que Pilato estaba sorprendido.

Cada Fiesta les concedía la libertad de un preso, el que pidieran. Había uno, llamado Barrabás, que estaba encarcelado con aquellos sediciosos que en el motín habían cometido un asesinato. Subió la gente y se puso a pedir lo que les solía conceder. Pilato les contestó: «¿Queréis que os suelte al Rey de los judíos?». Pues se daba cuenta de que los sumos sacerdotes le habían entregado por envidia. Pero los sumos sacerdotes incitaron a la gente a que dijeran que les soltase más bien a Barrabás. Pero Pilato les decía otra vez: «Y ¿qué voy a hacer con el que llamáis el Rey de los judíos?». La gente volvió a gritar: «¡Crucifícale!». Pilato les decía: «Pero, ¿qué mal ha hecho?». Pero ellos gritaron con más fuerza: «¡Crucifícale!». Pilato, entonces, queriendo complacer a la gente, les soltó a Barrabás y entregó a Jesús, después de azotarle, para que fuera crucificado.

Los soldados le llevaron dentro del palacio, es decir, al pretorio y llaman a toda la cohorte. Le visten de púrpura y, trenzando una corona de espinas, se la ciñen. Y se pusieron a saludarle: «¡Salve, Rey de los judíos!». Y le golpeaban en la cabeza con una caña, le escupían y, doblando las rodillas, se postraban ante Él. Cuando se hubieron burlado de Él, le quitaron la púrpura, le pusieron sus ropas y le sacan fuera para crucificarle.

Y obligaron a uno que pasaba, a Simón de Cirene, que volvía del campo, el padre de Alejandro y de Rufo, a que llevara su cruz. Le conducen al lugar del Gólgota, que quiere decir: Calvario. Le daban vino con mirra, pero Él no lo tomó. Le crucifican y se reparten sus vestidos, echando a suertes a ver qué se llevaba cada uno. Era la hora tercia cuando le crucificaron. Y estaba puesta la inscripción de la causa de su condena: «El Rey de los judíos». Con Él crucificaron a dos salteadores, uno a su derecha y otro a su izquierda. Y los que pasaban por allí le insultaban, meneando la cabeza y diciendo: «¡Eh, tú!, que destruyes el Santuario y lo levantas en tres días, ¡sálvate a ti mismo bajando de la cruz!». Igualmente los sumos sacerdotes se burlaban entre ellos junto con los escribas diciendo: «A otros salvó y a sí mismo no puede salvarse. ¡El Cristo, el Rey de Israel!, que baje ahora de la cruz, para que lo veamos y creamos». También le injuriaban los que con Él estaban crucificados.

Llegada la hora sexta, hubo oscuridad sobre toda la tierra hasta la hora nona. A la hora nona gritó Jesús con fuerte voz: «Eloí, Eloí, ¿lema sabactaní?», que quiere decir «¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado?». Al oír esto algunos de los presentes decían: «Mira, llama a Elías». Entonces uno fue corriendo a empapar una esponja en vinagre y, sujetándola a una caña, le ofrecía de beber, diciendo: «Dejad, vamos a ver si viene Elías a descolgarle». Pero Jesús lanzando un fuerte grito, expiró.

Y el velo del Santuario se rasgó en dos, de arriba abajo. Al ver el centurión, que estaba frente a Él, que había expirado de esa manera, dijo: «Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios». Había también unas mujeres mirando desde lejos, entre ellas, María Magdalena, María la madre de Santiago el menor y de José, y Salomé, que le seguían y le servían cuando estaba en Galilea, y otras muchas que habían subido con él a Jerusalén.

Y ya al atardecer, como era la Preparación, es decir, la víspera del sábado, vino José de Arimatea, miembro respetable del Consejo, que esperaba también el Reino de Dios, y tuvo la valentía de entrar donde Pilato y pedirle el cuerpo de Jesús. Se extraño Pilato de que ya estuviese muerto y, llamando al centurión, le preguntó si había muerto hacía tiempo. Informado por el centurión, concedió el cuerpo a José, quien, comprando una sábana, lo descolgó de la cruz, lo envolvió en la sábana y lo puso en un sepulcro que estaba excavado en roca; luego, hizo rodar una piedra sobre la entrada del sepulcro. María Magdalena y María la de José se fijaban dónde era puesto.

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«Verdaderamente, este hombre era Hijo de Dios»


Rev. D. Fidel CATALÁN i Catalán

(Terrassa, Barcelona, España)

Hoy, en la Liturgia de la palabra leemos la pasión del Señor según san Marcos y escuchamos un testimonio que nos deja sobrecogidos: «Verdaderamente, este hombre era Hijo de Dios» (Mc 15,39). El evangelista tiene mucho cuidado en poner estas palabras en labios de un centurión romano, que atónito, había asistido a una más de entre tantas ejecuciones que le debería tocar presenciar en función de su estancia en un país extranjero y sometido.

No debe ser fácil preguntarse qué debió ver en Aquel rostro -a duras penas humano- como para emitir semejante expresión. De una manera u otra debió descubrir un rostro inocente, alguien abandonado y quizá traicionado, a merced de intereses particulares; o quizá alguien que era objeto de una injusticia en medio de una sociedad no muy justa; alguien que calla, soporta e, incluso, misteriosamente acepta todo lo que se le está viniendo encima. Quizá, incluso, podría llegar a sentirse colaborando en una injusticia ante la cual él no mueve ni un dedo por impedirla, como tantos otros se lavan las manos ante los problemas de los demás.

La imagen de aquel centurión romano es la imagen de la Humanidad que contempla. Es, al mismo tiempo, la profesión de fe de un pagano. Jesús muere solo, inocente, golpeado, abandonado y confiado a la vez, con un sentido profundo de su misión, con los "restos de amor" que los golpes le han dejado en su cuerpo.

Pero antes -en su entrada en Jerusalén- le han aclamado como Aquel que viene en nombre del Señor (cf. Mc 11,9). Nuestra aclamación este año no es de expectación, ilusionada y sin conocimiento, como la de aquellos habitantes de Jerusalén. Nuestra aclamación se dirige a Aquel que ya ha pasado por el trago de la donación total y del que ha salido victorioso. En fin, «nosotros deberíamos prosternarnos a los pies de Cristo, no poniendo bajo sus pies nuestras túnicas o unas ramas inertes, que muy pronto perderían su verdor, su fruto y su aspecto agradable, sino revistiéndonos de su gracia» (San Andrés de Creta).

Creció junto a Medjugorje y ahora es sacerdote allí: «Para mí significa impartir la gracia de Dios»

 


Creció junto a Medjugorje y ahora es sacerdote allí: «Para mí significa impartir la gracia de Dios»

Fray Zvonimir Pavicic, franciscano en Medjugorje

Fray Pavicic nació y se ordenó en Móstar, ciudad muy cercana a Medjugorje, donde actualmente es vicario parroquial.

Fray Zvonimir Pavicic es un joven franciscano nacido en Móstar y que actualmente ejerce su ministerio en Medjugorje, muy cerca de su localidad natal, y uno de los mayores lugares de peregrinación católicos en este momento.

Con apenas 31 años este religioso se ha criado cerca de Medjugorje y las apariciones marianas que supuestamente se producen en ella, y ahora él mismo pertenece a la comunidad franciscana que atiende a los numerosos peregrinos que llegan procedentes de todo el mundo.

De niño asistió a la escuela de música y le gustaba cantar en los coros parroquiales, a la vez que también era monaguillo. Con el paso del tiempo se licenció en la Facultad Católica de Teología de la Universidad de Zagreb en 2016, fue ordenado diácono el 26 de febrero de 2017, también en Zagreb, y sacerdote en Mostar, el 25 de junio de 2017.

En una entrevista que recoge la web Centro Medjugorje, el joven Pavicic habla de su vocación y su relación con este santuario mariano.

Nació y creció en un ambiente de fe. En su casa –cuenta- “todos los días rezábamos Laudes y Vísperas del breviario, y después de las Vísperas, el Santo Rosario también. Nunca lo saltamos. Creo que, en tal ambiente de oración, creció dentro de mí la llamada a la vida religiosa y al sacerdocio. Así que pienso que la llamada fue creciendo en mí desde el mismo vientre materno y más tarde en el seno de mi familia”.


De hecho, recalca que “el punto de inflexión fue cuando me mude a Split para estudiar ingeniería eléctrica. Allí vivía separado de mi familia. Y había que empezar una vida de oración individual. Y en ese año, separado de mi familia, todavía rezaba el breviario y el Rosario todos los días, leía lecturas diarias, (creo que era el único estudiante que tenía el calendario litúrgico y la Biblia en mi cuarto), y participaba de la Eucaristía casi todos los días. Ahí empecé a sentir la llamada más claramente y en mi interior sentí que Dios me llamaba a la vida religiosa”.

En su proceso de discernimiento recibió la ayuda de sacerdotes franciscanos y también de su propia parroquia. “Así conocí a San Francisco y me empapé del espíritu franciscano. Creo que fue la elección lógica. Cuando decidí ser religioso, los franciscanos eran lo único que tenía en la mente”, explica.

No fue un proceso fácil para él. Fray Pavicic confiesa que tuvo “mucho miedo y dudas al principio. No podía dormir tranquilo, hasta que decidí probarlo. Y al tomar la decisión todas las dudas y miedos desaparecieron y ya dormía mejor”.

Uno de los aspectos que más le llena de su actividad pastoral en la parroquia de Medjugorje es trabajar con la gente. “Desde hace 4 años doy clases de religión en los colegios y disfruto mucho de ese servicio. Una vez quería ser profesor de matemáticas. Y finalmente he llegado a ser profesor, pero de religión. Me gusta cantar y tocar, especialmente la música litúrgica. Así que me gusta cuando tengo la oportunidad de dirigir un coro o cantar y tocar en la misa; o enseñar a los demás a cantar. Me gusta dar catequesis. Y en Medjugorje, sentí el amor por la confesión”, enumera.

Sobre su experiencia como vicario parroquial en Medjugorje, donde llegó como diácono, asegura que al principio “pensé que sería demasiado difícil para mí y que no podría hacerlo. Pero según pasaban los días, cada vez era más fácil para mí y me gustaba cada vez más el hecho de estar en Medjugorje y servir aquí como sacerdote. Confesar tanto, celebrar la Eucaristía, participar de diferentes devociones, conocer gente de todo el mundo. Es una gracia el poder servir como sacerdote en un lugar de peregrinación. He estado relacionado con Medjugorje desde pequeño, porque vivía a tan sólo 30 minutos en coche de Medjugorje. Así que estoy muy agradecido a Dios por haberme puesto aquí en el ministerio. Vivir y servir en Medjugorje para mí significa impartir la gracia de Dios a los demás”.

Por otro lado, el padre Pavicic explica así su día a día en Medjugorje: “Nos levantamos temprano y rezamos la Liturgia de las Horas. Luego celebramos la Eucaristía. Y después siguen el desayuno, el trabajo (en el colegio), y otros deberes hasta el Santo Rosario cuando empezamos a confesar. Acolito durante la Misa y la Comunión, y casi siempre después de la Santa Misa me toca dirigir alguna de las oraciones o devociones (Adoración, Veneración de la Cruz, Rosario…) Por las noches, comparto con los hermanos de la comunidad y vamos a descansar”.

La música es su otra gran pasión y ahora como sacerdote la puede utilizar también para alabar a Dios. Cuenta que “en la Juventud Franciscana, durante la escuela secundaria, tocaba en la misa y dirigía el coro juvenil. Y cuando entré en la orden franciscana, empecé a trabajar más seriamente en ese campo. En la facultad, como asignaturas optativas escogía las del Instituto de Música Eclesiástica y así me fui perfeccionando en el canto, interpretación, dirección, canto gregoriano. Y simplemente amé la liturgia y la música litúrgica”.

De este modo, asegura que en este tiempo ha reconocido que “como religioso debo cultivar la música litúrgica y tratar de transmitir a los demás su belleza. Este don me ayuda mucho a evangelizar porque trabajo con los jóvenes y luego, a través del canto y de los ensayos, siempre puedo decirles algo acerca de la Eucaristía, de Dios, de la espiritualidad. Y ciertamente puedo mostrarles con el propio ejemplo lo hermoso que es ser sacerdote y religioso”.

Fuente. Religión en Libertad

sábado, 27 de marzo de 2021

Santo Evangelio 27 de Marzo 2021




 Texto del Evangelio (Jn 11,45-56): 

En aquel tiempo, muchos de los judíos que habían venido a casa de María, viendo lo que había hecho, creyeron en Él. Pero algunos de ellos fueron donde los fariseos y les contaron lo que había hecho Jesús. Entonces los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron consejo y decían: «¿Qué hacemos? Porque este hombre realiza muchas señales. Si le dejamos que siga así, todos creerán en Él y vendrán los romanos y destruirán nuestro Lugar Santo y nuestra nación». Pero uno de ellos, Caifás, que era el Sumo Sacerdote de aquel año, les dijo: «Vosotros no sabéis nada, ni caéis en la cuenta que os conviene que muera uno solo por el pueblo y no perezca toda la nación». Esto no lo dijo por su propia cuenta, sino que, como era Sumo Sacerdote aquel año, profetizó que Jesús iba a morir por la nación —y no sólo por la nación, sino también para reunir en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos—. Desde este día, decidieron darle muerte.

Por eso Jesús no andaba ya en público entre los judíos, sino que se retiró de allí a la región cercana al desierto, a una ciudad llamada Efraim, y allí residía con sus discípulos. Estaba cerca la Pascua de los judíos, y muchos del país habían subido a Jerusalén, antes de la Pascua para purificarse. Buscaban a Jesús y se decían unos a otros estando en el Templo: «¿Qué os parece? ¿Que no vendrá a la fiesta?». Los sumos sacerdotes y los fariseos habían dado órdenes de que, si alguno sabía dónde estaba, lo notificara para detenerle.


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«Jesús iba a morir por la nación, y no sólo por la nación, sino también para reunir en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos»


Rev. D. Xavier ROMERO i Galdeano

(Cervera, Lleida, España)

Hoy, de camino hacia Jerusalén, Jesús se sabe perseguido, vigilado, sentenciado, porque cuanto más grande y novedosa ha sido su revelación —el anuncio del Reino— más amplia y más clara ha sido la división y la oposición que ha encontrado en los oyentes (cf. Jn 11,45-46).

Las palabras negativas de Caifás, «os conviene que muera uno solo por el pueblo y no perezca toda la nación» (Jn 11,50), Jesús las asumirá positivamente en la redención obrada por nosotros. Jesús, el Hijo Unigénito de Dios, ¡en la Cruz muere por amor a todos! Muere para hacer realidad el plan del Padre, es decir, «reunir en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos» (Jn 11,52).

¡Y ésta es la maravilla y la creatividad de nuestro Dios! Caifás, con su sentencia («Os conviene que muera uno solo...») no hace más que, por odio, eliminar a un idealista; en cambio, Dios Padre, enviando a su Hijo por amor hacia nosotros, hace algo maravilloso: convertir aquella sentencia malévola en una obra de amor redentora, porque para Dios Padre, ¡cada hombre vale toda la sangre derramada por Jesucristo!

De aquí a una semana cantaremos —en solemne vigilia— el Pregón pascual. A través de esta maravillosa oración, la Iglesia hace alabanza del pecado original. Y no lo hace porque desconozca su gravedad, sino porque Dios —en su bondad infinita— ha obrado proezas como respuesta al pecado del hombre. Es decir, ante el “disgusto original”, Él ha respondido con la Encarnación, con la inmolación personal y con la institución de la Eucaristía. Por esto, la liturgia cantará el próximo sábado: «¡Qué asombroso beneficio de tu amor por nosotros! ¡Qué incomparable ternura y caridad! ¡Oh feliz culpa que mereció tal Redentor!».

Ojalá que nuestras sentencias, palabras y acciones no sean impedimentos para la evangelización, ya que de Cristo recibimos el encargo, también nosotros, de reunir los hijos de Dios dispersos: «Id y enseñad a todas las gentes» (Mt 28,19).


Predicar, confesar, esquiar, ir en Kawasaki, pintar iconos rezando... el día a día del padre Jim

 


Predicar, confesar, esquiar, ir en Kawasaki, pintar iconos rezando... el día a día del padre Jim

El padre Jim Perkl, en una homilía en la parroquia de Burnsville

El padre Jim Perkl evangeliza pintando, en moto o en las plazas de toros

Jim Perkl, de 62 años, es sacerdote en Burnsville (Minnesota, EEUU). Los feligreses de su parroquia le conocen por su espesa barba blanca y sus peculiares aficiones: deporte, su moto Kawasaki y su pasión por pintar iconos.

Conoció su vocación en un lugar milagroso

“Conocí mi vocación en el estanque de Betesda, en Jerusalén, durante un programa de estudios en el St. Olaf College”, cuenta en The Catholic Spirit. Era 1979 y aquel mismo día “mis compañeros dijeron que `ya que estamos todos de viaje, ¡no nos afeitaremos!´ Así empezó todo”, recuerda el padre Jim, que desde aquel día luce una frondosa barba, hoy blanca.

En 1984 se ordenó sacerdote. “Tras ordenarme, estaba en el seminario de St. John Vianney trabajando como director espiritual cuando escuché que se impartían unas clases de iconos. Nunca había cogido un pincel”, explica el sacerdote, aunque admite que sus padres sí pintaban.

Aprendió así a escribir iconos (pues, según la tradición griega, los iconos se 'escriben', no son meramente pintados). Esta disciplina se convirtió en su “otra forma de predicar y de anunciar el Evangelio”.

Para el padre Jim, “la pintura de iconos es un regalo de Dios. Él tiene su propia manera de relacionar ideas y sucesos, y la pintura de iconos, por ser un proceso silencioso y que favorece la oración, me ha ayudado en esa reflexión”.

¿Casualidades o señales de Dios?

Perkl recuerda algunas sorpresas que le han sucedido realizando algunos iconos. “Por ejemplo, hice uno para la sala de San Olaf en el seminario de San Pablo. Estaba realizando los últimos detalles y añadiendo pequeñas impresiones en el halo dorado. Era de noche y yo estaba muy cansado, pero de repente me vino un curioso pensamiento: `¡Cuéntalas! ¿Estás seguro de que quieres hacer más impresiones? Quizá ya esté terminado…´”.

Jim se apresuró a contar las impresiones y descubrió que eran 84, el año en que fue ordenado. “El sacerdocio te da un asiento de primera fila ante la vida, y los iconos te ayudan a pintar aquello que ves. Aquel icono, con sus 84 impresiones que significaban mi ordenación, era una anticipación de los seminaristas que contemplasen con aquel icono su próxima ordenación”.


El padre Jim Perkl, con algunos de sus iconos. A la izquierda, el Buen Pastor para la misión de Risen Savior en Filipinas (Catholic Spirit)

Sus iconos han dado la vuelta al mundo

Jerry y Barb Krosnowski son dos feligreses de la parroquia del padre Perkl en Burnsville que luchan contra el hambre en el Tercer Mundo. Desde 1967, Risen Savior Missions, el proyecto de este matrimonio, ha enviado a Filipinas más de 56 millones de comidas a los más necesitados, y el sacerdote quiso agradecerles su trabajo.

“Hice un icono del Buen Pastor para Jerry y las misiones, para mostrar como su proyecto ayuda a los niños y a los más necesitados, alimentándoles e impartiéndoles la eucaristía”, explicó el sacerdote, que  incluyó fotografías de los niños junto a la alegoría de Cristo del Buen Pastor.

Desafiando un toro en España

Preguntado por sus aficiones, el sacerdote menciona que le gusta esquiar, patinar y caminar. 

Recuerda especialmente “el año sabático que tomé antes de la pandemia. Hicimos el Camino de Santiago en España. Era el tercer pueblo por el que pasábamos en el que veíamos toros, y pensé: `El hombre contra el toro, vamos a hacerlo´”. Iban a correr delante de los animales.

“El toro nos embistió tres veces. Después hubo bebidas para todos, nunca había visto a gente tan feliz, pero mi sabiduría me dice que no vuelva a correr delante de los toros”.

El padre Perkl también tiene “una motocicleta, de la vieja escuela”, matiza: Una Kawasaki Concours 2000. “No la uso como medio de transporte diario, solo para hacer viajes largos, me resulta muy relajante. Un amigo de un feligrés se enteró de que necesitaba una moto, y entre los chicos de los Cursillos y los Caballeros de Colón me la regalaron”.

Jim Perkl imparte la bendición a un conductor en una carretera helada

El sacerdote Jim Perkl imparte la bendición a un conductor (Catholic Spirit)



"¿A quién amas?", pregunta en las confesiones

Perkl disfruta viendo los frutos espirituales de la confesión. “Cuando me encuentro con penitentes que no saben ni por dónde empezar, les preguntó que a quién aman. Suelen responder que a su familia, a Dios y a los demás”, menciona el padre Jim.

“Entonces les preguntó de qué modo han hecho daño a sus seres queridos y comienzan a hablar de todo lo que han ocultado durante años. Ahí es cuando comienza el sacramento de la penitencia, y empiezan a sentir alivio de la carga que han llevado durante tanto tiempo. Es precioso presenciar la sanación espiritual del Señor”.

Reservar un lugar de oración en casa

 “Jesucristo siempre desea penetrar profundamente el corazón de los fieles”, menciona el padre Perkl, refiriéndose a la importancia de la oración. “Antes de la pandemia, el padre Tim y yo invitamos a nuestros feligreses a reservar un lugar de oración en sus hogares, para darle a Jesús un lugar de descanso en el hogar.

El sacerdote concluye remarcando la importancia de la oración. “El domingo es el día de descanso, y oración. La mayor injusticia del mundo es olvidarse de agradecer a Dios, que todo lo provee”, explica. “Haciendo caso a la gracia en nuestra vida, nos aguarda un maravilloso mensaje que espera a ser descubierto”.

Fuente: Religion en libertad

viernes, 26 de marzo de 2021

Santo Evangelio 26 de Marzo 2021

 



Texto del Evangelio (Jn 10,31-42):

 En aquel tiempo, los judíos trajeron otra vez piedras para apedrearle. Jesús les dijo: «Muchas obras buenas que vienen del Padre os he mostrado. ¿Por cuál de esas obras queréis apedrearme?». Le respondieron los judíos: «No queremos apedrearte por ninguna obra buena, sino por una blasfemia y porque tú, siendo hombre, te haces a ti mismo Dios». Jesús les respondió: «¿No está escrito en vuestra Ley: ‘Yo he dicho: dioses sois’? Si llama dioses a aquellos a quienes se dirigió la Palabra de Dios —y no puede fallar la Escritura— a aquel a quien el Padre ha santificado y enviado al mundo, ¿cómo le decís que blasfema por haber dicho: ‘Yo soy Hijo de Dios’? Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis; pero si las hago, aunque a mí no me creáis, creed por las obras, y así sabréis y conoceréis que el Padre está en mí y yo en el Padre». Querían de nuevo prenderle, pero se les escapó de las manos. Se marchó de nuevo al otro lado del Jordán, al lugar donde Juan había estado antes bautizando, y se quedó allí. Muchos fueron donde Él y decían: «Juan no realizó ninguna señal, pero todo lo que dijo Juan de éste, era verdad». Y muchos allí creyeron en Él.

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«¿Por cuál de esas obras queréis apedrearme?»


Rev. D. Carles ELÍAS i Cao

(Barcelona, España)

Hoy viernes, cuando sólo falta una semana para conmemorar la muerte del Señor, el Evangelio nos presenta los motivos de su condena. Jesús trata de mostrar la verdad, pero los judíos lo tienen por blasfemo y reo de lapidación. Jesús habla de las obras que realiza, obras de Dios que lo acreditan, de cómo puede darse a sí mismo el título de “Hijo de Dios”... Sin embargo, habla desde unas categorías difíciles de entender para sus adversarios: “estar en la verdad”, “escuchar su voz”...; les habla desde el seguimiento y el compromiso con su persona que hacen que Jesús sea conocido y amado —«Maestro, ¿dónde vives?», le preguntaron los discípulos al inicio de su ministerio (Jn 1,38)—. Pero todo parece inútil: es tan grande lo que Jesús intenta decir que no pueden entenderlo, solamente lo podrán comprender los pequeños y sencillos, porque el Reino está escondido a los sabios y entendidos.

Jesús lucha por presentar argumentos que puedan aceptar, pero el intento es en vano. En el fondo, morirá por decir la verdad sobre sí mismo, por ser fiel a sí mismo, a su identidad y a su misión. Como profeta, presentará una llamada a la conversión y será rechazado, un nuevo rostro de Dios y será escupido, una nueva fraternidad y será abandonado.

De nuevo se alza la Cruz del Señor con toda su fuerza como estandarte verdadero, como única razón indiscutible: «¡Oh admirable virtud de la santa cruz! ¡Oh inefable gloria del Padre! En ella podemos considerar el tribunal del Señor, el juicio del mundo y el poder del crucificado. ¡Oh, sí, Señor: atrajiste a ti todas las cosas cuando, teniendo extendidas todo el día tus manos hacia el pueblo incrédulo y rebelde (cf. Is 65,2), el universo entero comprendió que debía rendir homenaje a tu majestad!» (San León Magno). Jesús ha de huir al otro lado del Jordán y quienes de veras creen el Él se trasladan allí dispuestos a seguirle y a escucharle.


La Virgen de la Revelación se cruzó en su vida y dejó una gran carrera para una misión muy concreta



 La Virgen de la Revelación se cruzó en su vida y dejó una gran carrera para una misión muy concreta

Emanuela Edwards en los Museos Vaticanos

Emanuela Edwards ve una oportunidad preciosa el evangelizar mientras muestra los Museos Vaticanos

La hermana Emanuela Edwards es una monja británica de las Misioneras de la Divina Revelación, que ejercen como guías oficiales de la basílica de San Pedro y de los Museos Vaticanos. Ella es responsable de los grupos de habla inglesa y asegura que "muchos peregrinos que visitan estas obras de arte de la Iglesia, escuchan el Evangelio por primera vez”.

Esta religiosa debe su vocación a la Virgen de la Revelación, una advocación mariana que se cruzó en su vida y que le ha marcado para siempre. Finalmente acabó dejando una gran carrera profesional para ser religiosa trasladándose a Roma. En una entrevista con Gerardo Ferrara para CARF, fundación que ha becado a la hermana Emanuela en la Universidad de la Santa Cruz, habla de su vocación y de la gran oportunidad de evangelización de la Iglesia a través de su enorme patrimonio:

-Este oficio es una gran oportunidad para transmitir la fe y dar a conocer los evangelios, sobre todo siendo comunicadora y formada en la Facultad de Comunicación de la Universidad de la Santa Cruz de Roma. 

- Desde muy joven siempre amé al Señor y tuve un profundo interés en la vida y las enseñanzas de la Iglesia Católica. Participé en las peregrinaciones juveniles diocesanas a Lourdes y fui miembro activo del grupo de jóvenes de la parroquia.

- Pero no pensó usted en seguida en la vida religiosa…

- Bueno, sí, lo pensé, siempre tuve una atracción hacia la obra de evangelización de la Iglesia, pero luego lo descarté…

-¿Y eso?

-Pues, porque ¡no quería ir a África!

-Es muy curioso, porque mucha gente, al ver la necesidad de la evangelización, siempre piensa en las misiones. San Felipe Neri, por ejemplo, quería irse a las Indias  pero un monje le dijo que sus Indias iban a ser Roma…

-¡Precisamente! Y yo, un poco por ese perjuicio, no escuché en seguida la llamada del Señor y me fui a estudiar Economía a la Universidad de Manchester. Después trabajé primero en el sector bancario y luego como consultora de un proveedor de servicios informáticos. El pensamiento de que Dios me llamaba siempre estaba presente.

Detrás de mí tenía una hermana que siempre me preguntaba si quería ser monja. Mi respuesta inicial, continuamente era: ¡De ninguna manera!

-Y mientras, su carrera proseguía…

-Sí, hasta que, en 1988, un amigo me contó la historia de la Virgen de la Revelación, quien se apareció en Roma en 1947 a un protestante, Bruno Cornacchiola, y le llamó de regreso a la verdadera fuente del Evangelio. Esta historia me conmovió profundamente y por eso participé y luego dirigí el primer grupo de oración en Inglaterra dedicado a la Virgen de la Revelación.

En el grupo rezábamos el Rosario juntos y en cada encuentro profundizábamos la fe a través de la enseñanza de la Iglesia en el Catecismo y las Sagradas Escrituras.

Al mismo tiempo, mi carrera seguía y hasta florecía: en el momento en que respondí a la llamada del Señor, fui nombrada Directora de Operaciones de la Junta de una empresa en crecimiento.

Emanuela Edwards se ha formado en Comunicación Institucional



Emanuela Edwards se ha formado en Comunicación Institucional en la Universidad de la Santa Cruz gracias a una beca del CARF

-Y este hecho provocó que fuera más difícil elegir. ¿Qué le animó a tomar la decisión de su vocación? 

-Con el paso del tiempo noté que, aunque disfrutaba de mi trabajo, cuando enseñaba la fe, me sentía más realizada. Tuve una experiencia parecida a la de los discípulos del camino a Emaús que dijeron: “¿No ardía nuestro corazón dentro de nosotros mientras nos hablaba en el camino?” (Lc 24, 32). Finalmente, en 2005, durante unas vacaciones en Roma, fui a la gruta de “Tre Fontane” (Tres Fuentes) donde apareció la Virgen de la Revelación.

Una vez allí le pregunté al Señor qué quería que hiciera con mi vida. En ese momento, vi a dos Hermanas de las Misioneras de la Divina Revelación y supe que estaba destinada a ser como ellas.

-Igual que San Felipe Neri: el monje que sintió que Dios le llamaba a quedarse en Roma para evangelizar la ciudad y era precisamente un monje de ¡aquella abadía!

-Sí, fue algo muy fuerte pero al principio dejé de lado ese pensamiento un poco “loco”… Pero luego la Divina Providencia comenzó a liderar el camino. La madre Rebecca visitó Inglaterra para hablar con el grupo y finalmente le hice la pregunta que había enterrado durante mucho tiempo… “¿Cómo sabes si el Señor realmente te está llamando?”. Ella respondió con palabras que resonaron en mi corazón: “El amor por Él sobrepasa todos los demás amores”.

-¡La respuesta que usted estaba esperando!

-Así es… Tanto que, después de un período de discernimiento y un tiempo intenso de oración y reflexión con frecuente adoración eucarística, estaba totalmente convencida de la llamada del Señor, así que dejé Inglaterra y me vine a Roma, donde entré en la comunidad de las Misioneras de la Divina Revelación.

-Me imagino que eso de evangelizar le convenció para estudiar Comunicación en la Universidad de la Santa Cruz…

-Mi superiora decidió que debía estudiar Comunicación en la Pontificia Universidad de la Santa Cruz por dos razones: en primer lugar, por la calidad y el método de enseñanza en la universidad; en segundo lugar, porque sintió que la formación en esta disciplina era imprescindible para el desarrollo de nuestra Comunidad, pues a través de nuestra misión en la Iglesia participamos en la Nueva Evangelización, y utilizamos todos los medios modernos de comunicación social en nuestro trabajo.

-Justamente el objetivo de la Facultad…

-¡Por supuesto! Y descubrí que el tiempo que pasé estudiando en la Universidad de la Santa Cruz me permitía adquirir las habilidades profesionales que necesitaba para cumplir mi misión en la Iglesia. El curso permite el desarrollo de habilidades prácticas y proporciona el conocimiento teórico para desarrollar las habilidades de uno como comunicador en la Iglesia.

El énfasis en las comunicaciones de la Iglesia ha sido invaluable en el desarrollo de soluciones que se relacionan específicamente con nuestra misión en la Iglesia. Los profesores están muy bien preparados en su campo y siempre ofrecen presentaciones interesantes e interactivas sobre su tema.

-Usted y su congregación tienen una tarea muy especial: transmitir la fe cristiana a las generaciones de hoy utilizando la herencia cultural de la Iglesia Católica. ¿Qué importancia tienen la belleza, el arte y la comunicación para facilitar la evangelización?

-Uno de los mayores desafíos de nuestro tiempo, es la comunicación de la fe a los jóvenes. La fe cristiana que poseemos y las raíces de nuestra herencia cristiana deben volverse interesantes y desafiantes y ser comunicadas a todos. ¡Debe hacerse de tal manera que pueda reforzar la fe de los que creen, mientras que al mismo tiempo se extienda a la periferia para hablar del amor de Dios por todos, incluso para aquellos que normalmente no estarían interesados!

-Y Roma es también un territorio de misión, mejor incluso que África

-¡Sin duda! Las famosas obras maestras artísticas o las iglesias que albergan las historias de los santos y mártires brindan oportunidades para que las personas experimenten la fe. En nuestro tiempo, la gente puede hacer una visita cultural y, a través de la belleza del arte o el testimonio de la fe, escuchar el mensaje del Evangelio por primera vez.

Por lo tanto, la Iglesia debe usar su patrimonio cultural para hablar de Dios porque visitar estos lugares y explicar su historia, representa una oportunidad para contar la fe cristiana de una manera cautivadora.

El Papa León I preguntó una vez: “¿Por qué debe esforzarse la mente cuando la vista instruye?”. Y claro, de una manera sencilla, poderosa y hermosa las grandes obras maestras artísticas cuentan las maravillosas historias de la fe que todos pueden entender. ¡Mi África es Roma!

-Un patrimonio que muchas veces no consideramos…

Desafortunadamente… Y si lo pensamos, el mandamiento de nuestro Señor de “bautizar a todas las naciones” (cfr. Mt 28, 19) significa que la comunicación y transmisión de la fe es la misión misma de la Iglesia. Durante mi tiempo en la Universidad de la Santa Cruz también aprendí que la comunicación del mensaje del Evangelio es el mensaje más emocionante, fascinante e importante que se le puede dar a cualquier comunicador para comunicar.

Por lo tanto, como comunicadores de la Iglesia, debemos ser creativos al utilizar nuestro patrimonio cristiano y nuestra belleza artística para difundir el mensaje más grande jamás transmitido de manera atractiva e interesante a esta generación que está saturada con el ruido del mundo moderno.

La hermana Emanuela, guía de los Museos Vaticanos


-Aprender a valorar algo que se ha recibido y transmitirlo a los demás: ¡un gran reto!

-Sí, muy grande… Pero gracias a Dios y a la formación que recibí en la Facultad de Comunicación de la Santa Cruz, me desenvuelvo más fácilmente entre mi trabajo como guía oficial de las giras “Arte y Fe” en los Museos Vaticanos y la Basílica de San Pedro y, además, internamente, en las tareas de comunicación de mi Congregación. El programa de formación de la Santa Cruz ha sido muy relevante y útil.

-Como mujer religiosa, ¿qué cree que es más importante para la evangelización de los jóvenes, especialmente en el mundo occidental y secularizado?

-El aspecto más importante para la evangelización es mantener firme y con entusiasmo la fe que deseamos transmitir. Con respecto a la comunicación, se trata solo en parte de las técnicas que empleamos. Hoy, nuestra juventud necesita el testimonio de aquellos que aman a Jesucristo y creen en la fe que profesan. El Señor necesita auténticos testigos del mensaje del Evangelio que sean valientes para hablar de la belleza de la verdad a un mundo relativista.

Se habla mucho de un papel específico de la mujer en la Iglesia. ¿Cuál piensa que podría ser?

-Bueno, las mujeres que participamos en las comunicaciones podemos abordar este trabajo con una mirada maternal. La intuición natural de una mujer para tender la mano, formar y guiar a otros es particularmente útil en el campo de las comunicaciones sociales, donde se necesita dar un toque cariñoso a los mensajes que crean.

-Me gusta mucho esta definición de “intuición natural”, algo que en estos tiempos relativistas, como comentaba usted, no se valora mucho… Pero siempre, como hombre, he pensado en la inteligencia de las mujeres como algo más “refinado”, o capaz de  “escuchar” más, de intuir más…

-¡Precisamente! Y más: en cuanto mujeres y comunicadoras debemos buscar formas de llegar a todos y poder “escuchar” los signos de los tiempos para ayudar a los demás.

Fuente: Religión en Libertad