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lunes, 30 de noviembre de 2020

Santo Evangelio 30 de Noviembre 2020

  



Texto del Evangelio (Mt 4,18-22):

 En aquel tiempo, caminando por la ribera del mar de Galilea vio a dos hermanos, Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés, echando la red en el mar, pues eran pescadores, y les dice: «Venid conmigo, y os haré pescadores de hombres». Y ellos al instante, dejando las redes, Le siguieron. Caminando adelante, vio a otros dos hermanos, Santiago el de Zebedeo y su hermano Juan, que estaban en la barca con su padre Zebedeo arreglando sus redes; y los llamó. Y ellos al instante, dejando la barca y a su padre, Le siguieron.


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«Os haré pescadores de hombres»


Prof. Dr. Mons. Lluís CLAVELL

(Roma, Italia)

Hoy es la fiesta de san Andrés apóstol, una fiesta celebrada de manera solemne entre los cristianos de Oriente. Fue uno de los dos primeros jóvenes que conocieron a Jesús a la orilla del río Jordán y que tuvieron una larga conversación con Él. Enseguida buscó a su hermano Pedro, diciéndole «Hemos encontrado al Mesías» y lo llevó a Jesús (Jn 2,41). Poco tiempo después, Jesús llamó a estos dos hermanos pescadores amigos suyos, tal como leemos en el Evangelio de hoy: «Venid conmigo y os haré pescadores de hombres» (Mt 4,19). En el mismo pueblo había otra pareja de hermanos, Santiago y Juan, compañeros y amigos de los primeros, y pescadores como ellos. Jesús los llamó también a seguirlo. Es maravilloso leer que ellos lo dejaron todo y le siguieron “al instante”, palabras que se repiten en ambos casos. A Jesús no se le ha de decir: “después”, “más adelante”, “ahora tengo demasiado trabajo”...

También a cada uno de nosotros —a todos los cristianos— Jesús nos pide cada día que pongamos a su servicio todo lo que somos y tenemos —esto significa dejarlo todo, no tener nada como propio— para que, viviendo con Él las tareas de nuestro trabajo profesional y de nuestra familia, seamos “pescadores de hombres”. ¿Qué quiere decir “pescadores de hombres”? Una bonita respuesta puede ser un comentario de san Juan Crisóstomo. Este Padre y Doctor de la Iglesia dice que Andrés no sabía explicarle bien a su hermano Pedro quién era Jesús y, por esto, «lo llevó a la misma fuente de la luz», que es Jesucristo. “Pescar hombres” quiere decir ayudar a quienes nos rodean en la familia y en el trabajo a que encuentren a Cristo que es la única luz para nuestro camino.


Francisco: La oración «necesita ser valiente, incluso hasta retar a Dios entre lágrimas»

 


Francisco: La oración «necesita ser valiente, incluso hasta retar a Dios entre lágrimas»

El Papa Francisco ha proseguido este miércoles con su catequesis sobre la oración celebrada nuevamente desde la biblioteca del Palacio Apostólico debido a las medidas contra el coronavirus llevadas a cabo por la Santa Sede.

En esta ocasión, el Santo Padre se ha centrado en la “oración perseverante” y ha indicado que Jesús invita a esta oración y a la perseverancia, que queda patente en tres parábolas que ofrecen “lecciones sobre la oración”. Se trata de las del amigo inoportuno, la de la anciana y el juez inicuo y la del fariseo y el publicano.

De este modo, Francisco destacó el continuó diálogo de Jesús con el Padre y que “en silencio y recogimiento fue el fundamento de toda su misión".



Tal y como recoge Zenit, el Pontífice ha subrayado la paciencia con que Dios “escucha nuestra súplica, aun cuando conoce nuestra miseria mejor que nosotros”. Asimismo, explicó que “con su silencio, el Señor busca incitar en nosotros el deseo y la esperanza filial, y nos pide también la perseverancia fundada en la firmeza de la fe”.



Pero la oración –agregó el Papa- “necesita ser valiente, incluso hasta retar a Dios entre lágrimas, sin rendirnos nunca ante el mal y la injusticia”. Además, añadió que “nos revela que la humildad y la verdadera contrición son el modo para acceder al corazón de Dios”.

Por otro lado, Francisco recordó que el Evangelio es muy “claro”, pues en él la “oración es vital para no desfallecer, es una cuestión de fe". 

Aunque “nos parezca a veces una fatiga inútil y que Dios enmudece ante nuestros ruegos, hemos de perseverar en la oración”, señaló.

Además, el Santo Padre volvió a remitir a la figura de Jesús para decir que “en esto no es solo un maestro y un ejemplo, sino que nos acoge en su oración”. “Él toma sobre sí cada grito, cada canto de júbilo, cada súplica; en definitiva, cada oración humana”, apuntó


Fuente: Religión en Libertad

domingo, 29 de noviembre de 2020

Santo Evangelio 29 de Noviembre 2020

  


Texto del Evangelio (Mc 13,33-37): 

En aquel tiempo, decía Jesús a sus discípulos: «Estad atentos y vigilad, porque ignoráis cuándo será el momento. Al igual que un hombre que se ausenta deja su casa, da atribuciones a sus siervos, a cada uno su trabajo, y ordena al portero que vele; velad, por tanto, ya que no sabéis cuándo viene el dueño de la casa, si al atardecer, o a media noche, o al cantar del gallo, o de madrugada. No sea que llegue de improviso y os encuentre dormidos. Lo que a vosotros digo, a todos lo digo: ¡Velad!».

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«A todos lo digo: ¡Velad!»


Mons. Josep Àngel SAIZ i Meneses Obispo de Terrassa

(Barcelona, España)

Hoy iniciamos con toda la Iglesia un nuevo Año Litúrgico con el primer domingo de Adviento. Tiempo de esperanza, tiempo en el cual se renueva en nuestros corazones el recuerdo de la primera venida del Señor, en humildad y ocultación, y se renueva el anhelo del retorno de Cristo en gloria y majestad.


Este domingo de Adviento está profundamente marcado por una llamada a la vigilancia. San Marcos incluye hasta tres veces en las palabras de Jesús el mandamiento de “velar”. Y la tercera vez lo hace con una cierta solemnidad: «Lo que a vosotros digo, a todos lo digo: ¡Velad!» (Mc 13,37). No es sólo una recomendación ascética, sino una llamada a vivir como hijos de la luz y del día.


Esta llamada está dirigida no solamente a sus discípulos, sino a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, como una exhortación que nos recuerda que la vida no tiene sólo una dimensión terrenal, sino que está proyectada hacia un “más allá”. El ser humano, creado a imagen y semejanza de Dios, dotado de libertad y responsabilidad, capaz de amar, tendrá que rendir cuentas de su vida, de cómo ha desarrollado las capacidades y talentos que de Dios ha recibido; si los ha guardado egoístamente, o si los ha hecho fructificar para la gloria de Dios y al servicio de los hermanos.


La disposición fundamental que hemos de vivir y la virtud que hemos de ejercitar es la esperanza. El Adviento es, por excelencia, el tiempo de esperanza, y la Iglesia entera está llamada a vivir en la esperanza y a llegar a ser un signo de esperanza para el mundo. Nos preparamos para conmemorar la Navidad, el inicio de su venida: la Encarnación, el Nacimiento, su paso por la tierra. Pero Jesús no nos ha dejado nunca; permanece con nosotros de diversas maneras hasta la consumación de los siglos. Por esto, «¡con Jesucristo siempre nace y renace la alegría!» (Papa Francisco).

Hay familias en necesidad a quienes les avergüenza decirlo: «¡Acudid vosotros!», insta el Papa

 



Hay familias en necesidad a quienes les avergüenza decirlo: «¡Acudid vosotros!», insta el Papa

El Papa recordó que en el día del juicio serán examinadas nuestras obras con los demás: qué hicimos a Cristo en los necesitados.

Tras el rezo del Ángelus, Francisco dedicó "un saludo especial" a las familias más castigadas por la honda crisis económica causada por la pandemia: "Pensad en tantas familias que en estos momentos se encuentran en dificultad porque no tienen trabajo, o lo han perdido, y tienen uno o dos hijos... y a veces, con un poco de vergüenza, no lo dan a conocer. ¡Acudid vosotros a buscar allí donde hay necesidad, donde está Jesús! ¡Hacedlo!"

Era una aplicación práctica de las obras de misericordia, a las que se había referido momentos antes en la homilía de la misa de Cristo Rey al instruir a los jóvenes de las JMJ sobre las decisiones importantes de la vida.

El Evangelio del día, al presentar el momento del juicio final en el que somos examinados precisamente por nuestras obras, nos habla de "la culminación de la Historia": un momento en el que "el Juez no se reviste de una realeza temible, sino que es un pastor lleno de ternura y misericordia".


La Plaza de San Pedro durante el Angelus de este domingo de Cristo Rey.

Un pastor que se identifica "no solo con el rey-pastor, sino con las ovejas perdidas, esto es, con los hermanos más pequeños y necesitados". E indica "el criterio del juicio: será en base al amor concreto dado o negado a esas personas, porque Él mismo, el juez, está presente en cada una de ellas... 'Cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis' (Mt 25, 40-45)... Seremos juzgados sobre el amor. No sobre el sentimiento, no. Seremos juzgados sobre las obras, sobre la compasión convertía en cercanía y pronto ayuda".

"¿Me acerco a Jesús presente en la persona de los enfermos, de los pobres, de los que sufren, de los encarcelados, de quienes tienen hambre y se de justicia? Ésa es la pregunta del día de hoy", insistió Francisco.

"Guardémonos de la lógica de la indiferencia, de mirar hacia otra parte cuando vemos un problema. Recordemos la parábola del Buen Samaritano", concluyó, porque "seremos juzgados por esto": "Por cómo me acerqué y miré a Jesús presente en los necesitados. Ésta es la lógica, y no lo digo yo, lo dice Jesús... Que Jesús nos enseñe esta lógica de la proximidad, de acercarnos a Él con amor en la persona de quienes sufren".


Fuente: Religión en Libertad

sábado, 28 de noviembre de 2020

Santo Evangelio 28 de Noviembre de 2020



 Texto del Evangelio (Lc 21,34-36): 

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Guardaos de que no se hagan pesados vuestros corazones por el libertinaje, por la embriaguez y por las preocupaciones de la vida, y venga aquel Día de improviso sobre vosotros, como un lazo; porque vendrá sobre todos los que habitan toda la faz de la tierra. Estad en vela, pues, orando en todo tiempo para que tengáis fuerza y escapéis a todo lo que está para venir, y podáis estar en pie delante del Hijo del hombre».

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«Estad en vela (...) orando en todo tiempo»


Rev. D. Antoni CAROL i Hostench

(Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)


Hoy, último día del tiempo ordinario, Jesús nos advierte con meridiana claridad sobre la suerte de nuestro paso por esta vida. Si nos empeñamos, obstinadamente, en vivir absortos por la inmediatez de los afanes de la vida, llegará el último día de nuestra existencia terrena tan de repente que la misma ceguera de nuestra glotonería nos impedirá reconocer al mismísimo Dios, que vendrá (porque aquí estamos de paso, ¿lo sabías?) para llevarnos a la intimidad de su Amor infinito. Será algo así como lo que le ocurre a un niño malcriado: tan entretenido está con “sus” juguetes, que al final olvida el cariño de sus padres y la compañía de sus amigos. Cuando se da cuenta, llora desconsolado por su inesperada soledad.


El antídoto que nos ofrece Jesús es igualmente claro: «Estad en vela, pues, orando en todo tiempo» (Lc 21,36). Vigilar y orar... El mismo aviso que les dio a sus Apóstoles la noche en que fue traicionado. La oración tiene un componente admirable de profecía, muchas veces olvidado en la predicación, es decir, de pasar del mero “ver” al “mirar” la cotidianeidad en su más profunda realidad. Como escribió Evagrio Póntico, «la vista es el mejor de todos los sentidos; la oración es la más divina de todas las virtudes». Los clásicos de la espiritualidad lo llaman “visión sobrenatural”, mirar con los ojos de Dios. O lo que es lo mismo, conocer la Verdad: de Dios, del mundo, de mí mismo. Los profetas fueron, no sólo los que “predecían lo que iba a venir”, sino también los que sabían interpretar el presente en su justa medida, alcance y densidad. Resultado: supieron reconducir la historia, con la ayuda de Dios.


Tantas veces nos lamentamos de la situación del mundo. —¿Adónde iremos a parar?, decimos. Hoy, que es el último día del tiempo ordinario, es día también de resoluciones definitivas. Quizás ya va siendo hora de que alguien más esté dispuesto a levantarse de su embriaguez de presente y se ponga manos a la obra de un futuro mejor. ¿Quieres ser tú? Pues, ¡ánimo!, y que Dios te bendiga.


El cardenal Pell confiesa sus viejas dificultades con la doctrina del infierno y qué le hizo cambiar

 


El cardenal Pell confiesa sus viejas dificultades con la doctrina del infierno y qué le hizo cambiar

El Papa recibió al cardenal George Pell el 12 de octubre, en un encuentro en el que le agradeció su testimonio cristiano en la prueba de su encarcelamiento por un delito que no cometió. Foto: Vatican Media.

¿Qué nos espera después de la muerte? ¿Es el infierno una de las posibilidades? ¿Cuántos y quiénes se salvan? Son preguntas que tienen respuesta en la teología, pero en la práctica esa respuesta ha desaparecido de la predicación.

El cardenal australiano George Pell ha dado a conocer recientemente sus propias dificultades con alguno de esos puntos, y cómo las resolvió, en un artículo en la revista norteamericana First Things (los ladillos son de ReL).


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Las Postrimerías

En 1972 participé en una mesa redonda cristiana dirigida a estudiantes de último año en un instituto público en la Australia rural. Al concluir, un estudiante se me acercó para debatir nuestras posiciones católicas. Era un no creyente que también buscaba respuestas en un pequeño grupo protestante. Yo salí perdiendo cuando le expliqué que la Iglesia católica no enseñaba que él fuese a ir al infierno si rechazaba ser católico. Su secta protestante era absolutamente clara en que rechazarles implicaba el infierno.

Durante mis recientes problemas con la ley, este antiguo estudiante me escribió para consolarme. También me agradeció que yo respetase entonces su autonomía. No rechazo ni lamento el consejo que le di en 1972. Lo que sí lamento es no haberle transmitido una mayor urgencia sobre la importancia de su búsqueda y de su decisión.

El éxodo postconciliar

Este estudiante era un caso infrecuente de alguien que estaba pensando en hacerse católico, pues la mayor parte del tráfico fue en la dirección opuesta. Desde el Concilio Vaticano II, todas las sociedades occidentales han visto un éxodo de miembros de la Iglesia y una disminución de la práctica religiosa. Las comunidades católicas en Bélgica y en Holanda, por ejemplo, casi han desaparecido.

Por desgracia y contra pronóstico, los “profetas de calamidades” explícitamente repudiados en el Concilio se han visto reivindicados porque los reveses se han sucedido en todos los ámbitos. Y es posible que las cuatro Postrimerías o Novísimos (Muerte, Juicio, Infierno y Gloria) no hayan acabado en el cubo de la basura, pero allí donde no son rechazados, con frecuencia se los ignora u oculta.

¿Acaso jugó el temor al infierno, el miedo a un castigo desproporcionado después de la muerte, un papel en el declinar de la Iglesia? Hace cuarenta o cincuenta años, la mayor parte de las parroquias en Australia tenían penitentes asiduos atormentados por los escrúpulos. Los escrúpulos causaban mucho sufrimiento, por lo que no es sorprendente que hubiese una reacción contraria. Pero ¿hay otro lado de la moneda? Nuestro silencio sobre el premio y el castigo después de la muerte ¿tal vez ha empeorado la indiferencia al destruir dos de nuestras más apasionantes afirmaciones doctrinales?

Dios como Juez

Todo el mundo se pregunta si hay vida después de la muerte, y la mayor parte de las personas a lo largo de la Historia han creído en algo como la inmortalidad del alma.

Por supuesto, la enseñanza cristiana sobre las Postrimerías es más concreta. Exige creer en un Dios Creador que es racional, bueno, que se interesa por nosotros y no es caprichoso. Dios pide a todos los hombres elegir el bien en vez del mal y la fe antes que la duda, la indiferencia o el rechazo.

El único Dios verdadero es así también el máximo juez, que separa a las ovejas de las cabras, remunerando con la felicidad o el castigo eternos en el Juicio Final, cuando tanto las almas de los buenos como las de los malos experimenten la resurrección del cuerpo.

Esta creencia puede llevar un inmenso consuelo a familiares y amigos en el duelo, como puede atestiguar cualquier sacerdote que haya celebrado un funeral para una comunidad de creyentes. Pero sigue siendo una enseñanza dura, a la que suelen resistirse con orgullo quienes se consideran autónomos y con derecho a definir por sí mismos el bien y el mal. Ni los antiguos laicistas ni los nuevos reciben amablemente la idea de un Dios que es a la vez Creador y Juez.

Qué dicen los Evangelios

Paratodos los cristianos se sigue una cuestión inevitable: ¿cuántos se salvarán?

Aunque Jesús no era un sentimental, Lucas nos dice que no respondió directamente a la cuestión de si solo se salvarían unos pocos. No da porcentajes: “Esforzaos en entrar por la puerta estrecha, pues os digo que muchos intentarán entrar y no podrán”. Con mayor optimismo, Jesús concluye diciendo que muchos vendrán a la fiesta desde todos los puntos cardinales, y que los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos (Lc 13, 22-30).

En el relato de Mateo, Jesús es más explícito. La puerta es estrecha y espacioso el camino que lleva a la perdición. Los árboles que no producen buen fruto y las viñas que producen espinos en vez de uvas serán cortados y echados al fuego, mientras que aquellos que escuchan las palabras de Cristo y las ponen por obra construyen sobre un fundamento sólido (Mt 7, 12-27).

Mateo también recoge la promesa explícita de Jesús de que el Hijo del Hombre no será inclusivo en el Juicio Final, sino que separará a las ovejas de las cabras para premio eterno o castigo eterno.


Capilla Sixtina, Juicio Final, de Miguel Ángel (detalle).

En cierta ocasión me pregunté por qué Nuestro Señor era tan poco comprensivo con las cabras. Llegué a la conclusión de que es por su individualismo y su terquedad, su rechazo a cooperar y entrar en el redil (Mt 25, 31-46). Las cabras no simbolizan la conversión y la comunidad.

El cristianismo tiene como centro en primer lugar el amor a Dios y luego el amor al prójimo (Mc 12, 30-31). Dios nos amó tanto que su Hijo murió por nuestra Redención (Rom 5, 8). Éste es el contexto en el que debe situarse la enseñanza tradicional sobre el cielo y el infierno.

Purificación, sí, pero... ¿infierno?

Nunca tuve problemas con la doctrina de que sea necesaria una purificación antes de estar en presencia de Dios o enfrentarnos a su bondad. Lo he comparado con la incomodidad que experimentamos cuando nos despierta de golpe una luz brillante. Pero siempre me ha costado reconciliar la idea de un Dios que nos ama con la idea de un castigo eterno.

Hace más de cincuenta años, estaba preparando a un grupo de jóvenes ingleses para la Primera Comunión. Por la razón que fuese, empezaron a asegurar con total tranquilidad que el infierno no existe. “¿Y qué pasa con Hitler?”, pregunté… y el infierno regresó con fuerza.

Así pues, he enseñado públicamente sobre el infierno durante décadas -en una ocasión, dando lugar a una larga carta de apoyo de Germain Grisez de gran profundidad teológica-, pero también he expresado la esperanza, quizá la expectativa, de que sean pocos los enviados al infierno, con la creencia compensatoria de que muchos necesitarán ser purificados en el purgatorio.

Doctores y Concilios

Era consciente de que la mayor parte de los teólogos, y desde luego los Doctores de la Iglesia, creían que la mayor parte del género humano se condenaría. San Agustín fue muy explícito en cuanto al destino de los no bautizados: "Pocos se salvan en comparación con los muchos que perecen”. Desarrolló sus enseñanzas sobre estos puntos contra los donatistas y contra Pelagio, aparentemente más razonable y “moderno” sobre el destino de los no bautizados.

Los estudiantes de licenciatura que acudían a mis seminarios sobre San Agustín, que se centraban principalmente en las Confesiones, se indignaban casi unánimemente por que destinase a los niños no bautizados a la condenación, si bien él insiste en que los niños sufren “la más suave de las condenas”.

Ochocientos años después, el veredicto de Santo Tomás de Aquino era igualmente claro, aunque menos provocador que el de Agustín. Quienes se salvan son una minoría, pero su número nos es desconocido y “es mejor decir que ‘solo Dios sabe el número de quienes tienen reservada la felicidad eterna’”.

El Concilio de Trento, en su Decreto sobre la Justificación de 1547, parece descartar la posibilidad de que al final todos se salven: “Aun cuando Él ‘murió por todos’ (2 Cor 5, 15), no todos, sin embargo reciben el beneficio de su muerte, sino solo aquellos a quienes se comunica el mérito de su pasión” (Capítulo 3, Denz. 1523 [795]).

Lumen Gentium

Pero la discusión sobre el número de los que se salvan se vio alterada por la constitución dogmática Lumen Gentium del Concilio Vaticano II, según la cual “quienes, ignorando sin culpa el Evangelio de Cristo y su Iglesia, buscan, no obstante, a Dios con un corazón sincero y se esfuerzan, bajo el influjo de la gracia, en cumplir con obras su voluntad, conocida mediante el juicio de la conciencia, pueden conseguir la salvación eterna” (n. 16). La doctrina de que “fuera de la Iglesia no hay salvación” se desarrollaba así sustancialmente.

Las generaciones que disfrutaban ahora del sufragio universal y asumían la Declaración Universal de los Derechos Humanos aceptaron fácilmente que ni una circunstancia en el nacimiento ni la debilidad humana normal les excluirían del paraíso. La desigualdad que fundamentaba la institución de la esclavitud quedaba rechazada. El Concilio animaba al diálogo más que a la condena, a la persuasión más que al castigo, de modo que el propio concepto de pecado mortal quedó atenuado. La participación en el sacramento de la confesión -ahora llamado reconciliación- cayó drásticamente.

Como muchos otros, yo llegué a creer que (casi) todo el mundo se salvaría. Invocaba en apoyo de esa tesis al teólogo alejandrino Orígenes (c. 185-254), quien enseñó que en la apocatástasis final todas las criaturas –incluido el diablo- se salvarían, y al gran teólogo contemporáneo Hans Urs von Balthasar?, autor de ¿Qué debemos esperar? y Pequeño discurso sobre el infierno. Pero ahora me he dado cuenta de que no hay mucha diferencia entre creer que todos se salvan y creer que no se salva nadie.

Una cuestión que define el compromiso sacerdotal

Mi opinión cambió de forma inesperada.

Todos los años, las autoridades del Vaticano hacen dos cursos en Roma para los “obispos novatos”, los recientemente consagrados. Yo me encontraba dirigiendo una jornada de debates cuando un obispo norteamericano expuso el principio de que toda nuestra actividad sacerdotal queda determinada por cuántas almas creemos que se salvarán. Si no hay castigo y todos se salvan, entonces ¿para qué molestarnos? ¿Para qué cargó Jesús con la Cruz?

Me vi forzado a repensar mi postura. Volví a las enseñanzas de Jesús en el Nuevo Testamento y encontré que ofrecían un respaldo insuficiente para mi optimismo. Uno no tiene que creer, con San Francisco Javier, que los no bautizados se condenan, pero quienes, como yo, se amparan en el sentimentalismo, ignoran con demasiada facilidad el terrible sufrimiento causado por el pecado y subestiman la obstinación de la voluntad humana.

Mi difnto amigo jesuita Paul Mankowski respaldaba el argumento de John Finnis de que "en el corazón de la crisis de la fe y de la moral" se encuentra el no habernos tomado en serio la afirmación de Jesús de que en el último día nos juzgará a todos. Ahora estoy de acuerdo. La esperanza cristiana en el triunfo del bien exige el juicio de Jesús.

Traducción de Carmelo López-Arias.

Fuente: Religión en Libertad


viernes, 27 de noviembre de 2020

Santo Evangelio 27 de Noviembre de 2020

 


Texto del Evangelio (Lc 21,29-33): 

En aquel tiempo, Jesús puso a sus discípulos esta comparación: «Mirad la higuera y todos los árboles. Cuando ya echan brotes, al verlos, sabéis que el verano está ya cerca. Así también vosotros, cuando veáis que sucede esto, sabed que el Reino de Dios está cerca. Yo os aseguro que no pasará esta generación hasta que todo esto suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán».

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«Cuando veáis que sucede esto, sabed que el Reino de Dios está cerca»


Diácono D. Evaldo PINA FILHO

(Brasilia, Brasil)


Hoy somos invitados por Jesús a ver las señales que se muestran en nuestro tiempo y época y, a reconocer en ellas la cercanía del Reino de Dios. La invitación es para que fijemos nuestra mirada en la higuera y en otros árboles —«Mirad la higuera y todos los árboles» (Lc 21,29)— y para fijar nuestra atención en aquello que percibimos que sucede en ellos: «Al verlos, sabéis que el verano está ya cerca» (Lc 21,30). Las higueras empezaban a brotar. Los brotes empezaban a surgir. No era apenas la expectativa de las flores o de los frutos que surgirían, era también el pronóstico del verano, en el que todos los árboles "empiezan a brotar".


Según Benedicto XVI, «la Palabra de Dios nos impulsa a cambiar nuestro concepto de realismo». En efecto, «realista es quien reconoce en el Verbo de Dios el fundamento de todo». Esa Palabra viva que nos muestra el verano como señal de proximidad y de exuberancia de la luminosidad es la propia Luz: «Cuando veáis que sucede esto, sabed que el Reino de Dios está cerca» (Lc 21,31). En ese sentido, «ahora, la Palabra no sólo se puede oír, no sólo tiene una voz, sino que tiene un rostro (...) que podemos ver: Jesús de Nazaret» (Benedicto XVI).


La comunicación de Jesús con el Padre fue perfecta; y todo lo que Él recibió del Padre, Él nos lo dio, comunicándose de la misma forma con nosotros. De esta manera, la cercanía del Reino de Dios, —que manifiesta la libre iniciativa de Dios que viene a nuestro encuentro— debe movernos a reconocer la proximidad del Reino, para que también nosotros nos comuniquemos con el Padre por medio de la Palabra del Señor —Verbum Domini—, reconociendo en todo ello la realización de las promesas del Padre en Cristo Jesús.

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«El Reino de Dios está cerca»


+ Rev. D. Albert TAULÉ i Viñas

(Barcelona, España)


Hoy Jesús nos invita a mirar cómo brota la higuera, símbolo de la Iglesia que se renueva periódicamente gracias a aquella fuerza interior que Dios le comunica (recordemos la alegoría de la vid y los sarmientos, cf. Jn 15): «Mirad la higuera y todos los árboles. Cuando ya echan brotes, al verlos, sabéis que el verano está ya cerca» (Lc 21,29-30).


El discurso escatológico que leemos en estos días, sigue un estilo profético que distorsiona deliberadamente la cronología, de manera que pone en el mismo plano acontecimientos que han de suceder en momentos diversos. El hecho de que en el fragmento escogido para la liturgia de hoy tengamos un ámbito muy reducido, nos da pie a pensar que tendríamos que entender lo que se nos dice como algo dirigido a nosotros, aquí y ahora: «No pasará esta generación hasta que todo esto suceda» (Lc 21,32). En efecto, Orígenes comenta: «Todo esto puede suceder en cada uno de nosotros; en nosotros puede quedar destruida la muerte, definitiva enemiga nuestra».


Yo quisiera hablar hoy como los profetas: estamos a punto de contemplar un gran brote en la Iglesia. Ved los signos de los tiempos (cf. Mt 16,3). Pronto ocurrirán cosas muy importantes. No tengáis miedo. Permaneced en vuestro sitio. Sembrad con entusiasmo. Después podréis recoger hermosas gavillas (cf. Sal 126,6). Es verdad que el hombre enemigo continuará sembrando cizaña. El mal no quedará separado hasta el fin de los tiempos (cf. Mt 13,30). Pero el Reino de Dios ya está aquí entre nosotros. Y se abre paso, aunque con mucho esfuerzo (cf. Mt 11,12).


El Papa San Juan Pablo II nos lo decía al inicio del tercer milenio: «Duc in altum» (cf. Lc 5,4). A veces tenemos la sensación de no hacer nada provechoso, o incluso de retroceder. Pero estas impresiones pesimistas proceden de cálculos demasiado humanos, o de la mala imagen que malévolamente difunden de nosotros algunos medios de comunicación. La realidad escondida, que no hace ruido, es el trabajo constante realizado por todos con la fuerza que nos da el Espíritu Santo.

La fuerza de Tierra Santa: llegó para unas prácticas y alejada de Dios, pero en Magdala todo cambió

 


La fuerza de Tierra Santa: llegó para unas prácticas y alejada de Dios, pero en Magdala todo cambió

Lesly Guerrero llegó a Magdala en febrero de 2020 para realizar unas prácticas

El Proyecto Magdala ha cumplido 10 años. Este hallazgo arqueológico a los pies del Mar de Galilea es considerado uno de los más importantes del siglo XXI y se ha convertido en una encrucijada de culturas y religiones. Pero no sólo es un impresionante lugar para conocer la historia de Israel en los tiempos de Jesús sino que es un lugar vivo que todavía hoy provoca conversiones y encuentros con Cristo.

Es el caso de Lesly Guerrero, una joven mexicana de 21 años estudiante de la carrera de Administración Turística que llegó en febrero a Magdala justo antes de que estallara totalmente la gran pandemia de coronavirus. Llegaba a este lugar para realizar unas prácticas profesionales, pero su experiencia ha sido mucho más profunda.

Ella misma cuenta lo que ha ocurrido en su alma en estos pocos meses en Tierra Santa. Lo hace en la propia web de Magdala:

“Mi historia en Magdala”

¿Alguna vez han sentido un vacío tan grande en el pecho que no les permite siquiera respirar? Así me sentía yo, perdida. Vivía mi vida rutinariamente, estresada, inconforme y en modo automático, no me detenía a ver atrás ni tampoco me entusiasmaba el futuro. Para ser honesta, hace muchos años había dejado atrás a Dios, había dejado de buscarle y de hablarle, pero Su amor es tan grande que no nos deja perdernos, Él siempre va a nuestro encuentro.

En noviembre del 2019 me llegó la noticia por parte de mi universidad, de que estaban buscando a tres alumnas para realizar sus prácticas profesionales en Magdala y, para mi gran sorpresa, yo había sido una de las elegidas. Cuando recibí la noticia, lo primero que pensé fue “No puedo aceptarlo”. Como era de esperarse, creé escenarios negativos alrededor de la idea de salir del país: ¿Cómo sería posible?, ¿por qué yo?, ¿de dónde sacaría el dinero necesario? Aunque me emocionaba, también estaba aterrorizada por la idea; sería la primera vez que saldría de México y, además, estaría sola. Pude haber dicho que no, pero, a pesar de todas las trabas, pronto me di cuenta de que había una razón por la cual yo tenía que ir a Israel, Dios me estaba llamando y no me dejaría decir que no.

El 4 de febrero de 2020 tomé mi maleta con todo lo que creí necesario para mis cinco meses de estancia y me fui. Cuando llegué a Magdala, me sentía confundida y frustrada; creí que al llegar a Israel sentiría un cambio inmediato, sentiría la presencia de Dios a mi lado, pero no fue así. Pasé casi un mes tratando de encontrar a Dios en un vago sentimiento humano, no me daba cuenta del misterio tan grande que es el amor de Dios y que tenía un camino largo por recorrer en mi fe.



¿Recuerdan que mencioné que me sentía perdida? Pues, Jesús vino a mi rescate. Fue en uno de los primeros paseos en el que todo cambió. Recuerdo que era un día en el que me sentía particularmente triste pero aún así, mi corazón estaba abierto y sensible. Fuimos a Jericó y al caer la tarde decidimos reunirnos a ver el atardecer en el desierto. Recuerdo que hubo un momento en el que todos empezaron a orar y yo, sin saber qué hacer, solo cerré mis ojos y pedí perdón por no saber rezar. Fue en ese mismo instante cuando vi a Jesús, sentado a mi lado. Quedé perpleja, intenté abrir mis ojos, creyendo que todo estaba en mi imaginación, pero no pude, así que decidí someterme y abrir mi corazón a Jesús. Recuerdo que en ese momento comencé a llorar y sentí una gran opresión en mi pecho, pero al mismo tiempo sentía cómo toda esa presión se desvanecía.

No hizo falta que Jesús dijera algo, su sola presencia me transmitió amor profundo y me hizo darme cuenta de que siempre había estado conmigo, diciéndome que todo estaría bien. Cuando por fin pude abrir mis ojos, uno de los voluntarios empezó a orar en voz alta diciendo algo como “Señor, permite a aquellas almas que están en busca de tu amor, encontrarte”. A partir de ese día decidí que abriría mi corazón y empecé a buscar y a reconocer a Dios en cada una de las personas y momentos que viví en Magdala.

Magdala es un lugar de encuentro y sanación, hoy me siento orgullosa de llamar a Magdala mi hogar, ya que ahí di mis primeros pasos en el camino de la fe y crecí en el amor a Cristo. Aquí me encontré a mí misma y pude aprender a verme con el mismo amor que Dios me ve, pude perdonar y sanar las heridas de mi pasado y puedo decir que me encuentro en paz y feliz.

Magdala es verdaderamente un instrumento del amor de Dios. Cuando apoyaba en el centro de visitantes, lo que más alegría me daba era darle la bienvenida a los peregrinos y ver sus rostros al irse, con un semblante diferente, alegres, conmovidos, en paz y llenos de Dios.


Ha sido una bendición para mí el haber tenido la oportunidad de venir a Tierra Santa, de recorrer los lugares de la mano de Jesús, donde él mismo me mostró cuánto me ama y pude crear una relación estrecha con Él. Muchas veces vivimos afligidos pensando que Dios no nos escucha y, a modo de consejo, puedo decir que es mejor dejar de preocuparse y dejar todo en manos de Dios ya que Él escucha nuestras plegarias. ¡Abran su corazón, sean humildes y déjense encontrar por Su amor!


Publicado en la web de la Fundación Tierra Santa

jueves, 26 de noviembre de 2020

Santo Evangelio 26 de Noviembre 2020

 


Texto del Evangelio (Lc 21,20-28): 

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Cuando veáis a Jerusalén cercada por ejércitos, sabed entonces que se acerca su desolación. Entonces, los que estén en Judea, huyan a los montes; y los que estén en medio de la ciudad, que se alejen; y los que estén en los campos, que no entren en ella; porque éstos son días de venganza, y se cumplirá todo cuanto está escrito.


»¡Ay de las que estén encinta o criando en aquellos días! Habrá, en efecto, una gran calamidad sobre la tierra, y cólera contra este pueblo; y caerán a filo de espada, y serán llevados cautivos a todas las naciones, y Jerusalén será pisoteada por los gentiles, hasta que se cumpla el tiempo de los gentiles. Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y de las olas, muriéndose los hombres de terror y de ansiedad por las cosas que vendrán sobre el mundo; porque las fuerzas de los cielos serán sacudidas. Y entonces verán venir al Hijo del hombre en una nube con gran poder y gloria. Cuando empiecen a suceder estas cosas, cobrad ánimo y levantad la cabeza porque se acerca vuestra liberación».

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«Cobrad ánimo y levantad la cabeza porque se acerca vuestra liberación»


Fray Lluc TORCAL Monje del Monasterio de Sta. Mª de Poblet

(Santa Maria de Poblet, Tarragona, España)

Hoy al leer este santo Evangelio, ¿cómo no ver reflejado el momento presente, cada vez más lleno de amenazas y más teñido de sangre? «En la tierra, angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y de las olas, muriéndose los hombres de terror y de ansiedad por las cosas que vendrán sobre el mundo» (Lc 21,25b-26a). Muchas veces, se ha representado la segunda venida del Señor con las imágenes más terroríficas posibles, como parece ser en este Evangelio, siempre bajo el signo del miedo.


Sin embargo, ¿es éste el mensaje que hoy nos dirige el Evangelio? Fijémonos en las últimas palabras: «Cuando empiecen a suceder estas cosas, cobrad ánimo y levantad la cabeza porque se acerca vuestra liberación» (Lc 21,28). El núcleo del mensaje de estos últimos días del año litúrgico no es el miedo, sino la esperanza de la futura liberación, es decir, la esperanza completamente cristiana de alcanzar la plenitud de vida con el Señor, en la que participarán también nuestro cuerpo y el mundo que nos rodea. Los acontecimientos que se nos narran tan dramáticamente quieren indicar de modo simbólico la participación de toda la creación en la segunda venida del Señor, como ya participaron en la primera venida, especialmente en el momento de su pasión, cuando se oscureció el cielo y tembló la tierra. La dimensión cósmica no quedará abandonada al final de los tiempos, ya que es una dimensión que acompaña al hombre desde que entró en el Paraíso.


La esperanza del cristiano no es engañosa, porque cuando empiecen a suceder estas cosas —nos dice el Señor mismo— «entonces verán venir al Hijo del hombre en una nube con gran poder y gloria» (Lc 21,27). No vivamos angustiados ante la segunda venida del Señor, su Parusía: meditemos, mejor, las profundas palabras de san Agustín que, ya en su época, al ver a los cristianos atemorizados ante el retorno del Señor, se pregunta: «¿Cómo puede la Esposa tener miedo de su Esposo?».


El Universo ha sido hecho por Dios para la vida humana», explica el quimicofísico Franco Battaglia

 


El Universo ha sido hecho por Dios para la vida humana», explica el quimicofísico Franco Battaglia

Richard Smalley (1943-2005), Premio Nobel de Química en 1996, afirmó en mayo de 2005, poco antes de morir, en una carta dirigida al Hope College de Michigan con motivo de un homenaje que se le tributó como ex alumno distinguido, que "la finalidad de este universo es algo que solo Dios sabe con certeza, pero para la ciencia moderna es cada vez más claro que el universo fue puesto a punto exquisitamente para permitir la vida humana".

Dios y el principio antrópico

Es lo que se llama "principio antrópico" (de anthropos, "hombre" en griego), que ha sido formulado por científicos, y no por filósofos o teólogos. Establece que el hombre puede existir en el Universo solo porque las leyes y constantes físicas son exactamente las que son, y no podría existir en otro Universo donde fuesen mínimamente distintas de las que son.

No se trata de una demostración de la existencia de Dios, algo que, según el principio básico de la teología natural, logra la razón pura (son las célebres "cinco vías" de Santo Tomás de Aquino): de hecho, muchos científicos que sostienen el principio antrópico son ateos. Pero lo sugiere fuertemente, al dejar como únicas alternativas o bien la postulación, meramente especulativa, de la existencia de miles de millones de Universos distintos al nuestro; o bien la postulación de una casualidad única y excepcional que, ésta sí, exige una fe ciega en que no tiene su explicación en Dios.

Los primeros minutos tras el Big Bang

Por ese motivo, Franco Battaglia, profesor de Química Teórica y Química Física en la Universidad de Modena (Italia), y antiguo investigador en el Instituto Max Planck de Goettingen (Alemania) y en las universidades norteamericanas de Rochester, Buffalo y Columbia, considera que "quien sostenga que Dios no sería necesario para explicar el mundo comete un error no tanto filosófico como meramente técnico".

Así se lo explicó al escritor Rino Cammilleri en una entrevista de 2016 en La Nuova Bussola Quotidiana.

En ella aporta una explicación detallada del principio antrópico a partir de lo que pasó "pocos minutos después del Big Bang", un momento en el cual "la masa del Universo estaba constituida por 3/4 de protones y 1/4 de núcleos de Helio-4 (cada uno con 2 protones y 2 neutrones)".

Seguimos la exposición de Battaglia:

-Los protones terminaron por transformarse en núcleos de Helio-4.

-Los núcleos de Helio-4 siguieron otro proceso. Dos núcleos de Helio-4 se pueden fundir para convertirse en Berilio-8 (4 protones y 4 neutrones), muy inestable pero que antes de romperse puede fundirse a su vez con otro núcleo de Helio-4 para formar núcleos de Carbono12 (6 protones y 6 neutrones), de los cuales la mitad se estabilizan y la otra mitad se funden con otros núcleos de Helio-4 para formar Oxígeno16 (8 protones y 8 neutrones). Ese oxígeno se estabiliza, dado que no tiene ninguna probabilidad de absorber otro Helio-4 para transformarse en Neón-20.

-Es decir, el mecanismo que transforma 3 núcleos de helio en 1 de carbono y 4 núcleos de helio en 1 de oxígeno permite que en el Universo el carbono y el oxígeno, que son los elementos de la vida, se hallen en cantidades aproximadamente iguales.

Las condiciones de la vida

¿Qué consecuencias tiene esto en la formulación del principio antrópico? "La biología nos enseña que para el desarrollo de vida inteligente como la nuestra son condiciones necesarias, ante todo, que haya un planeta con una temperatura estable durante miles de millones de años y que haya aproximadamente la misma cantidad de carbono y de oxígeno. La primera condición la garantiza el hecho de que antes de que se completen las reacciones de fusión nuclear entre los protones en el Sol (es decir, antes de que el Sol muera) deben transcurrir unos 10.000 millones de años. La segunda condición se garantiza por el proceso que acabamos de describir del Helio-4".



El principio antrópico, explicado por el padre Manuel Carreira (1931-2020), jesuita y astrofísico.

Ahora bien, estas dos condiciones para la vida (que el Sol no se apague antes de tiempo y que haya igual candidad de carbono que de oxígeno) no podrían tener lugar si cuatro magnitudes concretas (la constante universal de Planck, la masa del protón, la intensidad de la interacción nuclear fuerte o el radio de acción de esa interacción) difiriesen un 3% del valor que tienen. Si una sola de esas magnitudes variase más de ese margen, "ello implicaría leyes de la física distintas".

"Alguien" surge como explicación

Esto es: "La física es la que es justo para permitir nuestra existencia, una circunstancia particularísima que necesariamente ha sido dispuesta por Alguien". 

¿Por qué extrae Battaglia esa conclusión? Él mismo lo explica así: "O bien la física que conocemos es casual, en el sentido de que en el Universo existen fantastillones [un número inimaginable de millones, por no decir infinito] de universos, cada uno de ellos como realización de fantastillones de posibles leyes de la física; esto es, que estamos en presencia de un único dado con fantastillones de caras, y el nuestro universo es la cara que ha permitido nuestra existencia, lo cual es imposible si Alguien no ha conducido a que salte esa cara al lanzar el dado...

»O bien estamos en presencia de fantastillones de esos dados, cada uno de los cuales con fantastillones de caras, y el Universo (o, más apropiadamente, el Multiverso) es la realización de todas ellas, una de las cuales es nuestro universo, fuera del cual existen fantastillones de otros universos, con leyes de la física distintas. Solo si este último fuese el caso (un 'si...' colosal), no sería necesario ese Alguien".

"¿Es posible descartar a ese Alguien?", concluye Battaglia: "Con la lógica en la mano, ciertamente no. Más bien parecería que quienes hemos podido llegar a comprender todo lo anterior somos su extraordinaria imagen".

Artículo publicado en ReL el 17 de julio de 2016.

miércoles, 25 de noviembre de 2020

Santo Evangelio 25 de Noviembre 2020

 



Texto del Evangelio (Lc 21,12-19): 

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Os echarán mano y os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y cárceles y llevándoos ante reyes y gobernadores por mi nombre; esto os sucederá para que deis testimonio. Proponed, pues, en vuestro corazón no preparar la defensa, porque yo os daré una elocuencia y una sabiduría a la que no podrán resistir ni contradecir todos vuestros adversarios. Seréis entregados por padres, hermanos, parientes y amigos, y matarán a algunos de vosotros, y seréis odiados de todos por causa de mi nombre. Pero no perecerá ni un cabello de vuestra cabeza. Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas».

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«Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas»


Rev. D. Antoni CAROL i Hostench

(Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)

Hoy ponemos atención en esta sentencia breve e incisiva de nuestro Señor, que se clava en el alma, y al herirla nos hace pensar: ¿por qué es tan importante la perseverancia?; ¿por qué Jesús hace depender la salvación del ejercicio de esta virtud?

Porque no es el discípulo más que el Maestro —«seréis odiados de todos por causa de mi nombre» (Lc 21,17)—, y si el Señor fue signo de contradicción, necesariamente lo seremos sus discípulos. El Reino de Dios lo arrebatarán los que se hacen violencia, los que luchan contra los enemigos del alma, los que pelean con bravura esa “bellísima guerra de paz y de amor”, como le gustaba decir a san Josemaría Escrivá, en que consiste la vida cristiana. No hay rosas sin espinas, y no es el camino hacia el Cielo un sendero sin dificultades. De ahí que sin la virtud cardinal de la fortaleza nuestras buenas intenciones terminarían siendo estériles. Y la perseverancia forma parte de la fortaleza. Nos empuja, en concreto, a tener las fuerzas suficientes para sobrellevar con alegría las contradicciones.

La perseverancia en grado sumo se da en la cruz. Por eso la perseverancia confiere libertad al otorgar la posesión de sí mismo mediante el amor. La promesa de Cristo es indefectible: «Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas» (Lc 21,19), y esto es así porque lo que nos salva es la Cruz. Es la fuerza del amor lo que nos da a cada uno la paciente y gozosa aceptación de la Voluntad de Dios, cuando ésta —como sucede en la Cruz— contraría en un primer momento a nuestra pobre voluntad humana.

Sólo en un primer momento, porque después se libera la desbordante energía de la perseverancia que nos lleva a comprender la difícil ciencia de la cruz. Por eso, la perseverancia engendra paciencia, que va mucho más allá de la simple resignación. Más aún, nada tiene que ver con actitudes estoicas. La paciencia contribuye decisivamente a entender que la Cruz, mucho antes que dolor, es esencialmente amor.

Quien entendió mejor que nadie esta verdad salvadora, nuestra Madre del Cielo, nos ayudará también a nosotros a comprenderla.


Enfadada con Dios, su hijita con leucemia... en Medjugorje empezó un cambio y hubo final feliz

 


Enfadada con Dios, su hijita con leucemia... en Medjugorje empezó un cambio y hubo final feliz

Simona, su marido Ambrogio, su hija pequeña Chiara -asombrosamente curada- y los hermanos de ella

Simona es una madre italiana que vive en Roma y ha contado en BrujulaCotidiana.com su testimonio de agradecimiento a la Virgen María, convencida de que fue su intercesión, señalada por una imagen que recuerda a un ángel, la que desde Medjugorje cambió la vida de su hija pequeña amenazada de muerte por la leucemia. La curación de su hija parece haber sido un milagro de la Virgen.

En junio de 2014 una maestra dijo a Simona que Chiara, su tercera hija, tenía fuertes dolores en el empeine y se quejaba. La madre pensó que podía ser un esguince o un golpe al jugar, pero ​​a la mañana siguiente la niña ya lloraba gritando: “¡llevadme al médico!”.

En el Hospital Umberto I de Roma los médicos tardaban en decidir el diagnóstico mientras las piernas de la niña se inmovilizaban; los médicos evitaban darle medicamentos contra el dolor para no afectar a las pruebas.

“Después de unos cinco días de hospitalización, el médico jefe nos llama y nos dice: “Espero que su hija tenga leucemia, en cuyo caso sabría cómo proceder. De lo contrario, con los análisis que tengo en la mano, tendría que darle el alta y dejarlas en la calle, porque nunca había visto nada igual”. En unos momentos, mi vida da un vuelco total: me encuentro en una cama de hospital con la esperanza de que mi hija de tres años, que pensaba que estaba perfectamente sana, tenga leucemia”, recuerda Simona. Era una leucemia que se había difundido con rapidez y sin síntomas. “La oncóloga nos dijo que, si nos presentábamos solo un mes más tarde, la situación hubiese sido desastrosa”.

Luchando contra la enfermedad

Durante dos años, Simona y su marido Ambrogio se volcaron en la lucha contra la enfermedad, el primero sin salir del hospital. “Mi reacción inicial fue de rebelión y rabia total, el dolor era realmente demasiado grande, también porque ya me estaba recuperando de una situación muy dura que había involucrado a mi familia de origen y que me había destrozado psicológicamente. Me enojé mucho con Dios y permanecí en este estado durante mucho tiempo”, admite Simona.

Simona en esa época estaba muy alejada de la vida de fe, pero un amigo de Ambrogio formaba parte de un grupo mariano de oración y al saber lo que sucedía puso a orar a sus amigos y compañeros del grupo. A Simona no le impresionó demasiado: “si querían rezar, que recen”, se dijo.

¿Medjugorje? Ni hablar: la madre enfadada

Después de un tiempo, su marido empezó a hablarle de ir a Medjugorje, en Bosnia, con la niña y el grupo de oración. “En esa época, si oía hablar de lugares como Lourdes, Fátima o, precisamente, Medjugorje, se me ponían los pelos de punta de los nervios. Además, Chiara todavía estaba en ciclos de quimioterapia, así que para mí el problema ni siquiera surgió: nunca hubiéramos ido en peregrinación, punto”.

La gente del grupo de oración se ofreció a pagarles toda la peregrinación, incluso el viaje. Ella telefoneó al amigo de su esposo para decirle que no, pero él dijo: “Simona, pero no soy yo quien te invita, es Nuestra Señora. Nos vemos en Medjugorje”. Y le colgó el teléfono.

Simona se enfadó mucho. “Le dije a mi esposo que solo los irresponsables pueden pensar en llevar a una niña de tres años y medio, con leucemia, a una tierra remota, haciendo terapias y con el grave riesgo de infecciones etc… Incluso fui a hablar con las oncólogas para tomar fuerzas con la opinión médica”.

Pero a las oncólogas les parecía bien que la niña fuera a Medjugorje. Simona se quedó sin argumentos y la familia acudió allí.

En Medjugorje

Una vez en Bosnia, a Simona le enfadaba escuchar entre los peregrinos que se hablara tanto de la Cruz, “de cómo aceptar la Cruz, de cómo amar la Cruz”.

En cambio, la niña parecía estar asombrosamente bien. “Hacía quimio como si bebiera agua dulce y escalaba las montañas como una cabra montesa, estaba muy feliz y cantaba a menudo”.

Mientras Simona descansaba en el hotel, la niña y el padre fueron con otros peregrinos a la estatua del Cristo Resucitado. Cuando al día siguiente repasaron las fotos, vieron una forma blanca que aparecía sólo en la foto con la niña, como las alas de una figura angelical.

Forma blanca en Medjugorje, como alas de ángel, y la niña que se curó


De vuelta a Italia, en su segundo año de quimioterapia, la niña se encontró en una crisis. “¡Señora, su hija se está muriendo!”, le dijo el médico en el hospital. “Las pruebas que tengo ante mí son un desastre, todos los valores de glóbulos blancos, glóbulos rojos y plaquetas son casi nulos y la niña podría sangrar en cualquier momento”.

Las pruebas parecían indicar sin ambigüedades que la leucemia alcanzaba una fase grave e irreversible. “Por primera vez rompí a llorar frente a Chiara”, recuerda Simona. Y recurrió a algo que nunca hizo antes: llamar al grupo de oración y pedir oración por la niña.

“A la mañana siguiente, a pesar de ser su día libre, la oncóloga regresó al hospital para que examinen inmediatamente la médula ósea de Chiara”, recuerda la madre. La niña había sufrido mucho con un tratamiento de inmunoglobulinas que la hacían vomitar y sentir muy débil.

Pero entonces el médico gritó a la madre: “¡Señora, señora! ¡El ángel salvó a su hija!”. Supo que su padre le había enseñado la foto especial de Medjugorje. “Señora, créame, el ángel de esa foto salvó a su hija porque las pruebas de médula son perfectas”. La niña mejoró asombrosamente.

Orar es lo importante, le dijo el farmacéutico

Pasó el tiempo, y un día, cuando la niña llevaba ya 3 años en buenas condiciones,  recuperándose bien, la madre fue a una farmacia a por algo para la tos de la niña.

En la farmacia, el médico le dio la medicina y le dijo: “¡En ​​fin, haga lo más importante! ¿Nos entendimos?”. Simona, asombrada, vio que el médico llevaba un rosario que sobresalía de la bata. Él le contó que se había convertido en Medjugorje y la animó a orar entregándose a la Voluntad de Dios.

“Ese hombre me miró y sin saber prácticamente nada de mí, de mi familia, de mi vida, me dijo: “Tu hija pequeña se enfermó, ella es el altar, es la puerta de tu conversión. Lo que te está pasando es una gracia, es un regalo para tu salvación”. Estas palabras fueron como una bofetada para mí, durante todo un día estuve atónita, y al mismo tiempo sentí que me tocaban profundamente el corazón. Era como si mi corazón estuviera esperando exactamente esas palabras. Créanme, no sé ni por qué, pero por primera vez en mi vida, desde ese momento, comencé a sentir una profunda gratitud dentro de mí por todo lo que nos había pasado, por nuestra historia, por toda nuestra vida”.

Desde entonces, la vida de la familia ha cambiado y agradecen la bondad de Dios y de la Virgen. “Medjugorje se ha convertido en un segundo hogar, vamos todos los años y Nuestra Señora se ha convertido en la verdadera Reina de nuestra familia”, explica esta madre. “La Virgen tuvo mucha paciencia conmigo, fue un camino de pequeños pasos, que aún hoy perdura”.

Artículo tomado de La Brújula Cotidiana.


martes, 24 de noviembre de 2020

Santo Evangelio 24 de Noviembre de 2020

 



Texto del Evangelio (Lc 21,5-11): 

En aquel tiempo, como dijeran algunos acerca del Templo que estaba adornado de bellas piedras y ofrendas votivas, Jesús dijo: «Esto que veis, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea derruida».

Le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo sucederá eso? Y ¿cuál será la señal de que todas estas cosas están para ocurrir?». Él dijo: «Estad alerta, no os dejéis engañar. Porque vendrán muchos usurpando mi nombre y diciendo: ‘Yo soy’ y ‘el tiempo está cerca’. No les sigáis. Cuando oigáis hablar de guerras y revoluciones, no os aterréis; porque es necesario que sucedan primero estas cosas, pero el fin no es inmediato». Entonces les dijo: «Se levantará nación contra nación y reino contra reino. Habrá grandes terremotos, peste y hambre en diversos lugares, habrá cosas espantosas, y grandes señales del cielo».

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«No quedará piedra sobre piedra»


+ Rev. D. Antoni ORIOL i Tataret

(Vic, Barcelona, España)

Hoy escuchamos asombrados la severa advertencia del Señor: «Esto que veis, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea derruida» (Lc 21,6). Estas palabras de Jesús se sitúan en las antípodas de una así denominada “cultura del progreso indefinido de la humanidad” o, si se prefiere, de unos cuantos cabecillas tecnocientíficos y políticomilitares de la especie humana, en imparable evolución.

¿Desde dónde? ¿Hasta dónde? Esto nadie lo sabe ni lo puede saber, a excepción, en último término, de una supuesta materia eterna que niega a Dios usurpándole los atributos. ¡Cómo intentan hacernos comulgar con ruedas de molino los que rechazan comulgar con la finitud y precariedad que son propias de la condición humana!

Nosotros, discípulos del Hijo de Dios hecho hombre, de Jesús, escuchamos sus palabras y, haciéndolas muy nuestras, las meditamos. He aquí que nos dice: «Estad alerta, no os dejéis engañar» (Lc 21,8). Nos lo dice Aquel que ha venido a dar testimonio de la verdad, afirmando que aquellos que son de la verdad escuchan su voz.

Y he aquí también que nos asevera: «El fin no es inmediato» (Lc 21,9). Lo cual quiere decir, por un lado, que disponemos de un tiempo de salvación y que nos conviene aprovecharlo; y, por otro, que, en cualquier caso, vendrá el fin. Sí, Jesús, vendrá «a juzgar a los vivos y a los muertos», tal como profesamos en el Credo.

Lectores de Contemplar el Evangelio de hoy, queridos hermanos y amigos: unos versículos más adelante del fragmento que ahora comento, Jesús nos estimula y consuela con estas otras palabras que, en su nombre, os repito: «Con vuestra perseverancia salvaréis vuestra vida» (Lc 21,19).

Nosotros, dándole cordial resonancia, nos exhortamos los unos a los otros: «¡Perseveremos, que con la mano ya tocamos la cima!».


Sus dolores familiares explotaron en forma de rebelión... al pie de una Cruz pudo descargarlos


 Sus dolores familiares explotaron en forma de rebelión... al pie de una Cruz pudo descargarlos

.Jeanne comprendió que a los pies de la Cruz todos los sufrimientos de su joven vida tenían sentido.

Jeanne nació en una familia cristiana: "Con mucho amor a mi alrededor y padres muy creyentes".

Pero cuando tenía 6 años su mundo se desmoronó. Sus padres se divorciaron y su madre volvió a casarse con otro hombre. También cambió el entorno desde un punto de vista religioso: "Empecé a vivir en un medio que no era nada cristiano".

Más desgracias

Nacieron dos hijos más de esa nueva relación, una niña y un niño. Como el pequeño era el sexto hijo en casa, la madre de Jeanne estaba muy ocupada, así que se apoyó mucho en ella: "Me confió su cuidado, una misión que me tomé muy en serio e hizo surgir en mí el sentimiento de hermana mayor".

De ahí que lo sucedido un tiempo después fuese un golpe tremendo para ella: a los tres años y medio de edad, el pequeño murió de repente.

"De nuevo un gran desgarro para mí", confiesa con una serenidad que impresiona: "Mi madre comenzó a estar muy mal. Yo tenía que llevar su pena. Fue muy duro. Así que, cuando ella empezó a ir mejor, yo me pude permitir hacer por fin mi duelo".

Consistió en desmoronarse ella también: "Me empecé a hundir escolarmente y psicológicamente. Fue durísimo". Recibió además el imprudente consejo de una señora de que "tenía que aprender a vivir su vida". Ella, todavía una preadolescente, no supo cómo interpretarlo y el remedio fue peor que la enfermedad: "En aquel momento no comprendí qué quería decir con eso, pero empecé a hacer tonterías y a hundirme todavía más".

Para colmo, "cuando tenía 15 años me convertí en una rebelde porque mi madre quiso hacer de madre otra vez". Los respectivos papeles de madre e hija "se reajustaban", pero la que se desajustaba sin remedio era Jeanne.

El retiro y la Cruz

Entonces su hermana mayor dio un paso que resultaría decisivo: "Jeanne, me dijo, te voy a llevar a Paray-le-Monial", en cuyo convento de la Visitación habían tenido lugar las visiones del Sagrado Corazón de Jesús por parte de Santa Margarita María de Alacoque (1647-1690). Hoy es asimismo un lugar donde realiza frecuentes retiros la Comunidad del Emmanuel. Algunos de los ejercitantes comparten luego su experiencia para Découvrir Dieu, como es su caso.


"Ella había ido allí, un lugar donde había habido unas apariciones que yo realmente no comprendía. Cuando llegué me fastidió la forma en la que rezaba la gente, con esa proximidad al Señor. Yo me sentía muy distante", confiesa.

A continuación tuvo lugar la misa, y tras su celebración, el momento inesperado para aquella joven quinceañera que se veía tan perdida en la vida: "Había una cruz en mitad de la carpa. Me puse a rezar. Me senté en un banco... y en ese momento experimenté una especie de derrumbamiento interior. Fue como si llevara un saco enorme sobre los hombros y alguien me lo quitase. Aunque físicamente hundida, me puse de rodillas. Me caí de  fatiga, consumida, y lo puse todo a los pies de la Cruz".

"Sentí una gran liberación, un gran júbilo", afirma. En la siguiente sesión del retiro todo había cambiado: "Me sentía ligera, llena de alegría de vivir y de felicidad. Fue una transformación de mi corazón".

El perdón y la gracia

Cuando concluyeron los ejercicios espirituales y volvió a casa, allí seguían las "tensiones familiares": "Nada concreto había cambiado, y sin embargo mi corazón explotaba de alegría y de amor de Dios. Estaban todas aquellas cicatrices, todo aquel perdón que había que poner en práctica. Entregué mi corazón a Dios... y pude hacerlo".

Eso fue hace cinco años. Jeanne tiene ahora 20 y reconoce que en su vida "ha recibido muchos dones y maravillas, con una sanación completa": "Comprendí que tenía que hacer mi camino y que, a pesar de esos lastres familiares, ese camino era sano, era bello, y yo estaba llamada a grandes cosas. Sentí una verdadera liberación, en el sentido de que me dije que todo aquello no podía condicionarme durante toda mi vida. Todo lo contrario: esas heridas eran para mí una forma de crecer y de madurar y de ser más fuerte".

A la pregunta final de qué es ahora Jesús para ella, confiesa con sencillez: "Un amigo, un enamorado, un compañero que me hace crecer. Un buen pastor".

Fuente: Religión en liberta

lunes, 23 de noviembre de 2020

Santo Evangelio 23 de Noviembre de 2020

 



Texto del Evangelio (Lc 21,1-4): 

En aquel tiempo, alzando la mirada, Jesús vio a unos ricos que echaban sus donativos en el arca del Tesoro; vio también a una viuda pobre que echaba allí dos moneditas, y dijo: «De verdad os digo que esta viuda pobre ha echado más que todos. Porque todos éstos han echado como donativo de lo que les sobraba, ésta en cambio ha echado de lo que necesitaba, todo cuanto tenía para vivir».

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«Ha echado de lo que necesitaba, todo cuanto tenía para vivir»


Rev. D. Àngel Eugeni PÉREZ i Sánchez

(Barcelona, España)

Hoy, como casi siempre, las cosas pequeñas pasan desapercibidas: limosnas pequeñas, sacrificios pequeños, oraciones pequeñas (jaculatorias); pero lo que aparece como pequeño y sin importancia muchas veces constituye la urdimbre y también el acabado de las obras maestras: tanto de las grandes obras de arte como de la obra máxima de la santidad personal.

Por el hecho de pasar desapercibidas esas cosas pequeñas, su rectitud de intención está garantizada: no buscamos con ellas el reconocimiento de los demás ni la gloria humana. Sólo Dios las descubrirá en nuestro corazón, como sólo Jesús se percató de la generosidad de la viuda. Es más que seguro que la pobre mujer no hizo anunciar su gesto con un toque de trompetas, y hasta es posible que pasara bastante vergüenza y se sintiera ridícula ante la mirada de los ricos, que echaban grandes donativos en el cepillo del templo y hacían alarde de ello. Sin embargo, su generosidad, que le llevó a sacar fuerzas de flaqueza en medio de su indigencia, mereció el elogio del Señor, que ve el corazón de las personas: «De verdad os digo que esta viuda pobre ha echado más que todos. Porque todos éstos han echado como donativo de lo que les sobraba, ésta en cambio ha echado de lo que necesitaba, todo cuanto tenía para vivir» (Lc 21,3-4).

La generosidad de la viuda pobre es una buena lección para nosotros, los discípulos de Cristo. Podemos dar muchas cosas, como los ricos «que echaban sus donativos en el arca del Tesoro» (Lc 21,1), pero nada de eso tendrá valor si solamente damos “de lo que nos sobra”, sin amor y sin espíritu de generosidad, sin ofrecernos a nosotros mismos. Dice san Agustín: «Ellos ponían sus miradas en las grandes ofrendas de los ricos, alabándolos por ello. Aunque luego vieron a la viuda, ¿cuántos vieron aquellas dos monedas?... Ella echó todo lo que poseía. Mucho tenía, pues tenía a Dios en su corazón. Es más tener a Dios en el alma que oro en el arca». Bien cierto: si somos generosos con Dios, Él lo será más con nosotros.


El valor de la familia es algo que Europa puede aprender de India»: un seminarista indio en España

 


El valor de la familia es algo que Europa puede aprender de India»: un seminarista indio en España

Midhun Dominic tiene 28 años y es un seminarista indio natural de la provincia india de Kerala. Actualmente se encuentra formándose en España, concretamente en el Colegio Eclesiástico Internacional de Bidasoa gracias a una beca de CARF (Centro Académico Romano Fundación), que ayuda a seminaristas y sacerdotes de países pobres o perseguidos para su formación religiosa.

Este joven proviene de una arraigada familia católica india y tras un tiempo en España ya puede hacer un análisis de las diferencias para bien y para mal que existen entre ambos países en la cuestión religiosa y familiar. En este testimonio que ofrece para CARF habla de su vocación, de sus orígenes y de la Iglesia en su país:

“Europa debe aprender de India el valor de la unidad familiar”

 “Pertenezco a la diócesis de Vijayapuram de la región de Kerala en la India. Ahora estoy cursando tercer curso en la Facultad de Teología de la Universidad de Navarra y este es mi segundo año de estancia en Bidasoa. En el primer año tuve algunas dificultades en los estudios con el español, pero ahora estoy muy feliz de estar aquí. Doy muchas gracias a Dios por todo.

Me gusta mucho el Seminario Bidasoa porque aquí estoy recibiendo una buena formación integral. Especialmente aprecio y agradezco la formación espiritual que se imparte, pues esta dimensión espiritual es fundamental en la vida y el ministerio de los sacerdotes. Estoy realmente inspirado por la formación que se da aquí.


Desde que era pequeño siempre tuve el deseo de ser sacerdote; iba con frecuencia a un monasterio ubicado en mi pueblo y solía asistir todos los días a la Santa Misa. A lo largo de mi vida he encontrado a muchos sacerdotes amables y ejemplares que me han ayudado a descubrir mi vocación.

La voz de Dios sigue resonando

En el momento que tuve clara mi vocación, manifesté a mis padres mi deseo de ser sacerdote (mi padre se llama Dominic y mi madre se llama Regeena Dominic) y les llenó de alegría la decisión que había tomado. Pero esperé a terminar mis estudios para ingresar en el seminario y fui acogido por la diócesis de Vijayapuram. Desde entonces, siempre he sentido el amor de Dios en cada momento de mi formación.

El amor que Dios nos tiene a todos es inigualable, pero hay a quienes mira con una ternura especial para servir a su pueblo como pastores. Dios nos llama desde el primer instante a la vida, a la felicidad y, después, a cada uno a una vocación específica. En el mundo en el que vivimos la voz de Dios sigue resonando, pero a veces parece opacada por todo el ruido que existe a nuestro alrededor, y por eso a mucha gente le parece imperceptible esa voz.

Una larga tradición cristiana en la India

Mi país proviene de una larga tradición cristiana: actualmente los cristianos ascienden a 28 millones y la población católica es de 17. Mucha gente cree que nos hemos convertido recientemente del hinduismo al cristianismo, pero nuestra fe entronca con el Apóstol Tomás. Antes de que vinieran los holandeses, los portugueses o los británicos el cristianismo ya había arraigado en nuestras tierras, aunque no estaba en plena comunión con el Papa.

Según la tradición, el Apóstol Tomás llegó a mi país y proclamó la palabra de Dios a los Brámanos, considerados gente de alta clase social. Más tarde sufrió martirio a manos de los mismos Brámanos.

 Católico gracias a la fidelidad de sus antepasados

Santo Tomás no predicó en toda la India, pues sólo pudo llegar las provincias de Kerala y Thamilnadu. Casualmente, estas dos provincias son las que tienen más población católica en la actualidad. Además, conservamos el rito litúrgico propio que proviene del mismo santo Tomás y se mantiene vivo especialmente en la provincia de Kerala. Así pues, no soy un converso de otra religión, sino que soy católico gracias a la fidelidad de mis antepasados.


Somos muy religiosos, no tenemos ningún problema de convivencia con otras religiones en nuestro país. Sin embargo, tengo que decir que en la parte norte de la India hubo persecuciones en épocas pasadas, pero ahora no hay ningún conflicto interreligioso; especialmente en la región en la que vivo, la religión católica tiene mucho arraigo.

El valor de la familia

Sobre las circunstancias concretas de la India, podría decir que el principal problema al que se enfrenta la Iglesia católica en mi país es el anticlericalismo. Algunos ven con malos ojos a los sacerdotes católicos y otros se ven atraídos por sectas protestantes.

Algo que me gusta de mi nación es que seguimos manteniendo el valor de la familia: no tenemos divorcios. En Europa hay muchas cosas buenas que no existen en la India pero he visto con pena la extensión del divorcio, con los males que trae consigo para los hijos y para la sociedad en general. El valor de la unidad familiar es algo bueno que Europa puede aprender de la India.

Por otra parte, me siento orgulloso de lo que ha contribuido la Iglesia católica de la India a la Iglesia universal: por ejemplo, en el colegio cardenalicio hay actualmente tres cardenales indios que podrían salir elegidos Papa. Además, mi país ha dado cuatro grandes santos (el verdadero rostro de la Iglesia) a la iglesia universal: Madre Teresa de Calcuta, Santa Mariam Teresa, Santa Alphonsa y San Elías Chavara.

174 diócesis católicas

Actualmente, en India existen 174 diócesis católicas: 132 de rito latino y el resto de rito de Siro Malabar y Siro Malankara. Hay muchos sacerdotes indios que están trabajando en diferentes partes del mundo, especialmente en Italia, Alemania, Francia, América, África, Gran Bretaña y Canadá. Así, por ejemplo, hay 10 sacerdotes de mi diócesis que están trabajando en Roma.

También, en Gran Bretaña hay una diócesis de rito Siro Malabar al igual que en Canadá. Así mismo, en la Universidad Urbaniana de Roma ha trabajado un profesor indio que ahora es obispo de la diócesis de Bangalore, y  en 2016, un sacerdote de la India fue elegido vicerrector de la universidad Urbaniana. En la curia romana también trabajan muchas religiosas y sacerdotes indios, así como diversos nuncios.

Deseo expresar mi más sincero agradecimiento a los benefactores del CARF por lo que hacen por nosotros, a quienes apoyan con sus oraciones y donaciones, para continuar con nuestra formación, no solo religiosa sino también cultural, pues esta experiencia en Bidasoa nos permite conocer la universalidad de la Iglesia. Doy muchas gracias a Dios por esta oportunidad que me ha concedido inmerecidamente; agradezco también la confianza que ha depositado mi Obispo en mí.

Fuente: Religión en Libertad

domingo, 22 de noviembre de 2020

Santo Evangelio 22 de Noviembre 2020

  


Texto del Evangelio (Mt 25,31-46): 


En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria acompañado de todos sus ángeles, entonces se sentará en su trono de gloria. Serán congregadas delante de Él todas las naciones, y Él separará a los unos de los otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos. Pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda.

»Entonces dirá el Rey a los de su derecha: ‘Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a verme’. Entonces los justos le responderán: ‘Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; o sediento, y te dimos de beber?’. ¿Cuándo te vimos forastero, y te acogimos; o desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y fuimos a verte?’. Y el Rey les dirá: ‘En verdad os digo que cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis’.

»Entonces dirá también a los de su izquierda: ‘Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el Diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; era forastero, y no me acogisteis; estaba desnudo, y no me vestisteis; enfermo y en la cárcel, y no me visitasteis’. Entonces dirán también éstos: ‘Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento o forastero o desnudo o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?’. Y Él entonces les responderá: ‘En verdad os digo que cuanto dejasteis de hacer con uno de estos más pequeños, también conmigo dejasteis de hacerlo’. E irán éstos a un castigo eterno, y los justos a una vida eterna».

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«Cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis»

P. Antoni POU OSB Monje de Montserrat

(Montserrat, Barcelona, España)

Hoy, Jesús nos habla del juicio definitivo. Y con esa ilustración metafórica de ovejas y cabras, nos hace ver que se tratará de un juicio de amor. «Seremos examinados sobre el amor», nos dice san Juan de la Cruz.

Como dice otro místico, san Ignacio de Loyola en su meditación Contemplación para alcanzar amor, hay que poner el amor más en las obras que en las palabras. Y el Evangelio de hoy es muy ilustrativo. Cada obra de caridad que hacemos, la hacemos al mismo Cristo: «(…) Porque tuve hambre, y me disteis de comer; era forastero, y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; en la cárcel, y vinisteis a verme» (Mt 25,34-36). Más todavía: «Cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis» (Mt 25,40).

Este pasaje evangélico, que nos hace tocar con los pies en el suelo, pone la fiesta del juicio de Cristo Rey en su sitio. La realeza de Cristo es una cosa bien distinta de la prepotencia, es simplemente la realidad fundamental de la existencia: el amor tendrá la última palabra.

Jesús nos muestra que el sentido de la realeza -o potestad- es el servicio a los demás. Él afirmó de sí mismo que era Maestro y Señor (cf. Jn 13,13), y también que era Rey (cf. Jn 18,37), pero ejerció su maestrazgo lavando los pies a los discípulos (cf. Jn 13,4 ss.), y reinó dando su vida. Jesucristo reina, primero, desde una humilde cuna (¡un pesebre!) y, después, desde un trono muy incómodo, es decir, la Cruz.

Encima de la cruz estaba el cartel que rezaba «Jesús Nazareno, Rey de los judíos» (Jn 19,19): lo que la apariencia negaba era confirmado por la realidad profunda del misterio de Dios, ya que Jesús reina en su Cruz y nos juzga en su amor. «Seremos examinados sobre el amor».