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miércoles, 30 de septiembre de 2020

Santo Evangelio 30 de Septiembre 2020


Texto del Evangelio (Lc 9,57-62): 

En aquel tiempo, mientras iban caminando, uno le dijo: «Te seguiré adondequiera que vayas». Jesús le dijo: «Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza». A otro dijo: «Sígueme». El respondió: «Déjame ir primero a enterrar a mi padre». Le respondió: «Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el Reino de Dios». También otro le dijo: «Te seguiré, Señor; pero déjame antes despedirme de los de mi casa». Le dijo Jesús: «Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás es apto para el Reino de Dios».

«Sígueme»

Fray Lluc TORCAL Monje del Monasterio de Sta. Mª de Poblet (Santa Maria de Poblet, Tarragona, España)
Hoy, el Evangelio nos invita a reflexionar, con mucha claridad y no menor insistencia, sobre un punto central de nuestra fe: el seguimiento radical de Jesús. «Te seguiré adondequiera que vayas» (Lc 9,57). ¡Con qué simplicidad de expresión se puede proponer algo capaz de cambiar totalmente la vida de una persona!: «Sígueme» (Lc 9,59). Palabras del Señor que no admiten excusas, retrasos, condiciones, ni traiciones...

La vida cristiana es este seguimiento radical de Jesús. Radical, no sólo porque toda su duración quiere estar bajo la guía del Evangelio (porque comprende, pues, todo el tiempo de nuestra vida), sino -sobre todo- porque todos sus aspectos -desde los más extraordinarios hasta los más ordinarios- quieren ser y han de ser manifestación del Espíritu de Jesucristo que nos anima. En efecto, desde el Bautismo, la nuestra ya no es la vida de una persona cualquiera: ¡llevamos la vida de Cristo inserta en nosotros! Por el Espíritu Santo derramado en nuestros corazones, ya no somos nosotros quienes vivimos, sino que es Cristo quien vive en nosotros. Así es la vida cristiana, porque es vida llena de Cristo, porque rezuma Cristo desde sus más profundas raíces: es ésta la vida que estamos llamados a vivir.

El Señor, cuando vino al mundo, aunque «todo el género humano tenía su lugar, Él no lo tuvo: no encontró lugar entre los hombres (...), sino en un pesebre, entre el ganado y los animales, y entre las personas más simples e inocentes. Por esto dice: ‘Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza’» (San Jerónimo). El Señor encontrará lugar entre nosotros si, como Juan el Bautista, dejamos que Él crezca y nosotros menguamos, es decir, si dejamos crecer a Aquel que ya vive en nosotros siendo dúctiles y dóciles a su Espíritu, la fuente de toda humildad e inocencia.

Tierra Santa y una experiencia mística sacudieron la tentación atea de la hija de Mike Pence

Charlotte Pence en un programa de televisión... es extrovertida, le gusta comunicar y hablar también de su fe y sus valores provida

Tierra Santa y una experiencia mística sacudieron la tentación atea de la hija de Mike Pence

Charlotte Pence en un programa de televisión... es extrovertida, le gusta comunicar y hablar también de su fe y sus valores provida

Muchas veces se ha dicho que Tierra Santa es como un "quinto evangelio", que sus paisajes, incluso su gente, logran hablar al espíritu de muchas personas, acercando a Dios y a los hechos de la Biblia. Así sucedió en 2014 con Charlotte Pence, la hija del vicepresidente norteamericano Mike Pence. Ella lo ha recordado en un podcast que ha iniciado recientemente.

Mike Pence y su esposa Karen crecieron en hogares católicos, pero después se hicieron protestantes no denominacionales. Su hogar ha sido cristiano y devoto siempre. Su hija Charlotte recuerda que cuando sus padres buscaban una iglesia de su gusto, mientras no la encontraban, era su padre quien dirigía las oraciones en casa los domingos. Su padre, al llegar a la edad adulta, le insistía en que para lograr una vida adecuada era necesario el estudio, el ejercicio y la devoción en la fe.

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Charlotte Pence en septiembre de 2020 con sus padres y su conejo doméstico

Una joven alejándose de la fe

Charlotte, que trabaja como documentalista y comunicadora, hizo sus primeros estudios universitarios en Chicago. En su libro de memorias de 2018 Where you go, y después en el reciente podcast que ha iniciado este mes de septiembre, la joven explica que en esos primeros años pasaba mucho tiempo con gente de grupos cristianos universitarios, pero también con gente mundana. "Iba con quien no debía y hacía lo que no tenía que hacer", admite. Era una doble vida. No dudaba que Dios existiese, pero le molestaba. Tenía preguntas y no las llegaba a formular. No era todavía su fe, sino la fe recibida a medias de sus padres.

A los 21 años fue a estudiar todo un curso a Oxford, en Inglaterra. Lejos de su país,  durante un año dejó de ir a la iglesia y de leer su Biblia. No quería saber nada de Dios. Quería ir "por su cuenta", y al principio pensó que se sentía bien. Podía explorar cosas que antes no había osado explorar, incluyendo leer autores que escribían a favor del ateísmo y dedicó a eso bastante tiempo.

Evitó a los amigos religiosos y trató de vivir sin Dios. Creía en Él, pero no quería la responsabilidad de una vida cristiana. Pensó que dejando a Dios de lado "quizá podría vivir a la manera agnóstica. Quizá parte de mí lo deseaba, pero el ateísmo no respondía mis preguntas", escribía en 2018.

Pasaban los meses y entendió que algo le faltaba. Empezó a leer dos autores cristianos que antes habían sido no creyentes, C.S.Lewis y Alister McGrath, "que era teólogo pero había sido ateo, y eso me interesaba". Estos cristianos conocían las preguntas y tenían respuestas bastante consistentes. Pero, ¿era eso bastante?

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En Tierra Santa, la esperanza está cerca

Entonces fue a Tierra Santa. En Israel había quedado con sus padres, para un viaje juntos, en familia. "Creo que el tiempo que pasé en Israel es donde me hice cristiana de verdad, donde mi fe se hizo sólida", escribe.

Para empezar, en Tierra Santa, la mayoría de la gente "reconoce la verdad de las historias de la Biblia", comenta. "Reconocen que los hechos sucedieron, aunque no necesariamente están de acuerdo en todos los detalles".

"Sentí una conexión y una camaradería importante con esas personas. Es como si estuviéramos todos en el mismo viaje, coincidiendo en un sendero por un tiempo en particular. Seguí ese sendero y escuché sus historias y experiencias. Hablamos de la importancia de la fe en nuestras vidas y lo común en nuestras tradiciones compartidas", recuerda.

Las diferencias entre la fe judía y la cristiana no le parecían en ese momento muy grandes. Su guía, un hombre llamado Roni, las expresaba con cierta ironía. "Se cree que el Mesías volverá al Monte de los Olivos. Cuando llegue le preguntaremos: ¿estuviste aquí antes? Si responde que sí, bien, sabremos que los cristianos tenían razón. Si dice que no, sabremos que los judíos tenían razón. Y eso será todo".

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El Monte de los Olivos, en Jerusalén; quizá fue realmente en este lugar donde Jesús rezó, lloró y fue apresado

La esperanza y cercanía del Mesías en la Tierra Santa, de alguna manera tocó a Charlotte.

Una experiencia mística en el avión

Todo eso se concretó en una experiencia mística en el avión de vuelta a Inglaterra.

"Estaba en el avión, escuchando una canción religiosa, y empecé a llorar. En ese momento volví a casa de mi Salvador, mi amigo, entendí. Le necesitaba y Él me tomó en sus brazos. Esa sensación increíble de aceptación y renovación es algo que no puedo poner en palabras, no lo puedo recrear, justificar. Simplemente, es. Es un don gratuito, y no puedo vivir sin ello. Nunca he estado más segura de nada en mi vida", escribe con detalle en su libro de 2018.

En otra versión da más datos: "Simplemente sentí una presencia abrumadora a mi alrededor. No puedo describirlo de otra manera. Sentí que Dios me aceptaba. Era casi como una sensación literal de caer en los brazos de alguien que te perdona y dice: 'Aún te quiero, aún quiero que vuelvas, aunque te alejaste de mí'. Ahí fue cuando entregué mi vida a Cristo".

Después de esa experiencia en el avión ya no pudo mantenerse entre dos aguas. "No podía fingir que no era real, ya no podía negarlo". Tenía que poner a Cristo en el centro, y para eso dejó ciertas amistades y retomó otras, que la esperaban con paciencia y brazos abiertos.

Descubrió que ahora leía la Biblia y el texto estaba vivo, le hablaba a ella, le apasionaba. Repasando su diario del último año, encontró mil señales de que Dios la había estado tanteando, mandando señales, buscándola. Ella se alejó, pero Él no dejó de buscarla.

Crecer en la fe, comunicarla, hacer preguntas

Charlotte se ha casado hace unos meses con un militar (ahora firma como Charlotte Pence Bond) y lleva un par de años estudiando teología en Harvard. Dice que siempre ha querido ser escritora o comunicadora, y quiere comunicar cosas que tienen que ver con la fe.

Charlotte también es muy activa en encuentros de jóvenes provida. En un encuentro nacional juvenil provida a inicios de 2020 animaba a los jóvenes a no dejarse amedrentar por la prensa hostil. "Somos los abolicionistas de esta época", decía.



Charlotte Pence hace unas declaraciones a favor del movimiento provida

"No estáis bien reflejados en la prensa generalista y no sois muy populares, pero está bien, porque los que han marcado la diferencia en la historia del mundo no siempre eran populares". Animaba a contar las historias que ayuden a optar por la vida, a aportar sanación y a salir adelante.

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"Cuando empecé a pensar en porqué los millennials tienen menos probabilidad de unirse a una afiliación religiosa, pensé que podía tener que ver con que sienten que no tienen un lugar donde expresar sus dudas de forma segura", comenta en su Twitter y en su podcast Charlotte

En su nuevo podcast, que ha empezado en septiembre, insiste en que muchos jóvenes dejan la religión y se mantienen sólo como vagamente espirituales porque tienen preguntas pero no tienen un lugar "seguro" donde formularlas. Anima a todos a hacer preguntas y recuerda que la Biblia enseña que eso está bien.

"En Mateo 7 dice: pedid y se os dará, buscad y encontraréis; el que pide recibe, el que busca encuentra", recuerda. "Me encanta ese versículo porque nos dice que hacer preguntas está bien", afirma. Eso sí, "tenemos que ser honestos acerca de nuestras dudas".

(Publicado originariamente aquí en la web de la Fundación Tierra Santa)
Fuente: Religión en Libertad

martes, 29 de septiembre de 2020

Santo Evangelio 29 de Septiembre 2020


Texto del Evangelio (Jn 1,47-51): 

En aquel tiempo, vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él: «Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño». Le dice Natanael: «¿De qué me conoces?». Le respondió Jesús: «Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi». Le respondió Natanael: «Rabbí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel». Jesús le contestó: «¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has de ver cosas mayores». Y le añadió: «En verdad, en verdad os digo: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre».


«Veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre»

+ Cardenal Jorge MEJÍA Archivista y Bibliotecario de la S.R.I. (Città del Vaticano, Vaticano)
Hoy, en la fiesta de los Santos Arcángeles, Jesús manifiesta a sus Apóstoles y a todos la presencia de sus ángeles y la relación que con Él tienen. Los ángeles están en la gloria celestial, donde alaban perennemente al Hijo del hombre, que es el Hijo de Dios. Lo rodean y están a su servicio.

«Subir y bajar» nos recuerda el episodio del sueño del Patriarca Jacob, quien dormido sobre una piedra durante su viaje a la tierra de origen de su familia (Mesopotamia), ve a los ángeles que “bajan y suben” por una misteriosa escalera que une el cielo y la tierra, mientras Dios mismo está de pié junto a él y le comunica su mensaje. Notemos la relación entre la comunicación divina y la presencia activa de los ángeles.

Así, Gabriel, Miguel y Rafael aparecen en la Biblia como presentes en las vicisitudes terrenas y llevando a los hombres —como nos dice san Gregorio el Grande— las comunicaciones, mediante su presencia y sus mismas acciones, que cambian decisivamente nuestras vidas. Se llaman, precisamente, “arcángeles”, es decir, príncipes de los ángeles, porque son enviados para las más grandes misiones.

Gabriel fue enviado para anunciar a María Santísima la concepción virginal del Hijo de Dios, que es el principio de nuestra redención (cf. Lc 1). Miguel lucha contra los ángeles rebeldes y los expulsa del cielo (cf. Ap 12). Nos anuncia, así, el misterio de la justicia divina, que también se ejerció en sus ángeles cuando se rebelaron, y nos da la seguridad de su victoria y la nuestra sobre el mal. Rafael acompaña a Tobías “junior”, lo defiende y lo aconseja y cura finalmente al padre Tobit (cf. Tob). Por esta vía, nos anuncia la presencia de los ángeles junto a cada uno de nosotros: el ángel que llamamos de la Guarda.

Aprendamos de esta celebración de los arcángeles que “suben y bajan” sobre el Hijo del hombre, que sirven a Dios, pero le sirven en beneficio nuestro. Dan gloria a la Trinidad Santísima, y lo hacen también sirviéndonos a nosotros. Y, en consecuencia, veamos qué devoción les debemos y cuánta gratitud al Padre que los envía para nuestro bien.


Cuando superó la bebida y el odio a Dios, le quedaba lo más difícil: no era capaz de perseverar

El caso de Gabriel muestra la importancia del acompañamiento y la amistad para perseverar en el bien y la oración.

Cuando superó la bebida y el odio a Dios, le quedaba lo más difícil: no era capaz de perseverar

El caso de Gabriel muestra la importancia del acompañamiento y la amistad para perseverar en el bien y la oración.

Gabriel se educó en una familia cristiana. Iban a misa, pero no rezaban juntos. Durante el colegio y la enseñanza secundaria tuvo amistades "complicadas", y en esa época murió su abuelo: "Lo pasé muy mal porque me sentía muy apegado a él y desgraciadamente no pudimos despedirnos".

Tal cóctel emocional se transformó, en su mentalidad adolescente, en un cierto reproche hacia su abuelo: "Ese gran dolor me lo llevé al instituto", explica a Découvrir Dieu.

Al llegar a la universidad las cosas cambiaron: "Comencé la buena vida. Salía mucho con los compañeros. Y bebía mucho, cada vez más, hasta acabar bebiendo todos los días".

Con espurias razones, pero acudió

La disipación empezó a frenarse gracias a una amiga que le propuso hacer un retiro espiritual. Confiesa que su objetivo en esos ejercicios, "más que la oración", era conocer alguna chica. 

"Pero no podía escapar de los ratos de oración con los demás", confiesa. Eso sí, su forma de rezar era algo particular... "Le decía al Señor: 'Señor, tú no me escuchas, no te importa ni lo que vivo ni lo que digo'”.

En un momento del retiro, un hombre tomó el micrófono y le dejó estupefacto: "En esta asamblea hay un joven que perdió a su abuelo y nunca pudo decirle adiós. Su abuelo le dice adiós”.

"Con el corazón profundamente impactado", relata Gabriel, "sentí el amor de Cristo, el amor de Dios por mí. Todo el odio que había abrigado contra Él en el pasado desapareció. ¡Veo que me ama, que soy amado por Él!"

Un sacrificio por la perseverancia

Tras esta experiencia y la conclusión de los ejercicios, su perspectiva había cambiado: "Me sentía feliz, me consideraba 'un buen tipo'. Es lo que me decía a mí mismo".

Al cabo de un par de semanas, "el fuego se extinguió": "Sé que amo a Dios, pero perseverar es difícil. Vuelvo a beber mucho. Me siento abrumado, mi vida no se corresponde en el fondo a la que yo querría vivir: vivir del amor de Dios. Me siento atrapado por el mundo, pero sé que eso no es coherente con lo que quiero vivir con Dios".



Gabriel tenía que optar entre volver a su existencia anterior o hacer lo que hiciese falta para perseverar en la senda que claramente había visto. Optó por la perseverancia.

"Me inscribo en un grupo de oración con estudiantes para no seguir solo y estar acompañado", recuerda: "Pero este compromiso, importante para mí porque sé que ahí reencontraré el amor de Dios, sigue siendo difícil de mantener. Enseguida prefiero volver con mis compañeros y beber".

Y así fue por un tiempo, pero la semilla estaba echada y germinó. Volvió al grupo: "Durante seis meses mantengo mi compromiso y quedo todas las semanas con ocho personas a quienes no necesariamente habría escogido como amigos, pero que me enseñaron a rezar y a mantener mi relación con Dios. Ahora llevo ya seis años en los que todos los días rezo. He aprendido a abandonarme completamente a Cristo, a decir 'Señor, Tú sabes lo que es bueno para mí'. Y en vez de mirarme a mí mismo, miro a Cristo y a los demás. Es una gran felicidad, un abandono. Ahora le digo al Señor: 'Confío en tus manos mi vocación, ya sea para ser sacerdote, o para amar a una mujer. A ti lo confío'".

En ese "gran abandono", concluye, ha encontrado "una alegría inmensa".

Fuente: Religión en Libertad

lunes, 28 de septiembre de 2020

Santo Evangleio 28 de Septiembre de 2020


Texto del Evangelio (Lc 9,46-50): 

En aquel tiempo, se suscitó una discusión entre los discípulos sobre quién de ellos sería el mayor. Conociendo Jesús lo que pensaban en su corazón, tomó a un niño, le puso a su lado, y les dijo: «El que reciba a este niño en mi nombre, a mí me recibe; y el que me reciba a mí, recibe a Aquel que me ha enviado; pues el más pequeño de entre vosotros, ése es mayor».

Tomando Juan la palabra, dijo: «Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre, y tratamos de impedírselo, porque no viene con nosotros». Pero Jesús le dijo: «No se lo impidáis, pues el que no está contra vosotros, está por vosotros».

«El más pequeño de entre vosotros, ése es mayor»

Prof. Dr. Mons. Lluís CLAVELL (Roma, Italia)
Hoy, camino de Jerusalén hacia la pasión, «se suscitó una discusión entre los discípulos sobre quién de ellos sería el mayor» (Lc 9,46). Cada día los medios de comunicación y también nuestras conversaciones están llenas de comentarios sobre la importancia de las personas: de los otros y de nosotros mismos. Esta lógica solamente humana produce frecuentemente deseo de triunfo, de ser reconocido, apreciado, agradecido, y falta de paz, cuando estos reconocimientos no llegan.

La respuesta de Jesús a estos pensamientos —y quizá también comentarios— de los discípulos recuerda el estilo de los antiguos profetas. Antes de las palabras hay los gestos. Jesús «tomó a un niño, le puso a su lado» (Lc 9,47). Después viene la enseñanza: «El más pequeño de entre vosotros, ése es mayor» (Lc 9,48). —Jesús, ¿por qué nos cuesta tanto aceptar que esto no es una utopía para la gente que no está implicada en el tráfico de una tarea intensa, en la cual no faltan los golpes de unos contra los otros, y que, con tu gracia, lo podemos vivir todos? Si lo hiciésemos tendríamos más paz interior y trabajaríamos con más serenidad y alegría.

Esta actitud es también la fuente de donde brota la alegría, al ver que otros trabajan bien por Dios, con un estilo diferente al nuestro, pero siempre valiéndose del nombre de Jesús. Los discípulos querían impedirlo. En cambio, el Maestro defiende a aquellas otras personas. Nuevamente, el hecho de sentirnos hijos pequeños de Dios nos facilita tener el corazón abierto hacia todos y crecer en la paz, la alegría y el agradecimiento. Estas enseñanzas le han valido a santa Teresita de Lisieux el título de “Doctora de la Iglesia”: en su libro Historia de un alma, ella admira el bello jardín de flores que es la Iglesia, y está contenta de saberse una pequeña flor. Al lado de los grandes santos —rosas y azucenas— están las pequeñas flores —como las margaritas o las violetas— destinadas a dar placer a los ojos de Dios, cuando Él dirige su mirada a la tierra.

En la persecución yihadista el párroco perseveró: su ejemplo llevó a este joven iraquí al Seminario

Wameedh Khalid Francis tiene 21 años y tiene claro que quiere entregar su vida a Cristo

En la persecución yihadista el párroco perseveró: su ejemplo llevó a este joven iraquí al Seminario

Wameedh Khalid Francis tiene 21 años y tiene claro que quiere entregar su vida a Cristo

No es fácil dar el paso para ser sacerdote en un país donde los cristianos han sido fuertemente perseguidos y donde los consagrados están en el punto de mira constante. Sin embargo, en Irak ni el ISIS ni ninguna otra rama del islamismo ha logrado frenar que todavía haya jóvenes cristianos que decidan entregar su vida a Cristo a través de este ministerio.

Uno de ellos es Wameedh Khalid Francis, un joven de 21 años, natural de la llanura de Nínive que ha experimentado en sus carnes lo que es la persecución. Él es uno de 15 estudiantes del Seminario caldeo de San Pedro, en Ankawa. Pero la precaria pero firme Iglesia iraquí necesita más pastores.

El sacerdote de su pueblo, su gran ejemplo

Como le ha ocurrido a otros jóvenes, el ejemplo de fe, valentía y entrega de otros sacerdotes ha sido fundamental a la hora de su llamada vocacional. Por ello, Wameedh afirma que esta vida “es la cumbre del amor y del servicio”, pues “es lo que experimenté en mi aldea, Tesqopa”.

En una entrevista con AsiaNews, este seminarista señala que “en un contexto crítico [por el avance yihadista] el sacerdote se entregó tanto como el ingeniero o como el último de los trabajadores; las personas acudían a él para todo. En este contexto, comprendí el sentido de la misión”.

seminario

Wameedh Khalid Francis es oriundo de esta aldea cristiana situada en la Llanura de Nínive, en el norte de Irak, donde completó sus estudios de la escuela secundaria. Proviene de una familia numerosa, tiene un hermano y cuatro hermanas. Él mismo confiesa que crecieron felices a pesar de las dificultades y del avance de los yihadistas.

Precisamente, en los últimos días, el patriarca caldeo, el cardenal Louis Raphael Sako, ha hecho un llamamiento en el que decía que la Iglesia en Irak necesita “nuevas vocaciones, masculinas y femeninas”. Y para ello se dirigió a las familias para que alienten y sostengan a sus hijos en esta decisión, cultivando la fe “a través de la oración y la contemplación”.

Una vocación que viene de niño 

 “La primera vez que sentí el deseo de la vocación sacerdotal fue a los 12 años. En aquella época iba a la Iglesia todos los días para ayudar en la misa como monaguillo. Un día le pedí al cura que me llevara al monasterio, y me acompañara en una visita. Pero yo todavía era muy joven… él mismo me aconsejó que primero terminase la escuela secundaria y que volviera después, en caso de que todavía tuviera el deseo de ser sacerdote”, recuerda el ahora seminarista.

Una parte fundamental de su servicio será servir a un pueblo castigado por la pobreza, la discriminación y el éxodo por lo que es una prioridad luchar para mantener viva en Irak la cultura cristiana y sus tradiciones.

De este modo, afirma que “el corazón de la misión es justamente el servicio a nuestro pueblo, con el amor y la dedicación que Cristo mismo nos enseñó. Es más, se nos llama a dar a conocer a Jesús a todos los que todavía no lo conocen: con el anuncio y el testimonio, mediante nuestros acciones”. Aunque recuerda que hay que tener en cuenta también el contexto, que es mayoritariamente musulmán y que se caracteriza por el enfrentamiento y las tensiones entre sunitas y chiíes. 

Pee a todo, Wameedh considera que la mejor manera de responder a la tarea principal de anuncio “es vivir el Evangelio, de manera total y radical” y mostrarlo a las personas.

“El mundo actual, más que palabras, lo que se necesita son más gestos, más semillas plantadas en el terreno, porque muchas veces el riesgo es que las palabras queden vacías o no sean escuchadas. Un testimonio, a través de las obras y gestos, como el del sacerdote de Tesqopa frente a las enormes necesidades de la población necesitada y desesperada frente a la tragedia yihadista”. 

"Vivir la misión cristiana en su plenitud"

Una de sus pretensiones es poder mostrar la belleza del servicio sacerdotal o de la vida consagrada. “Ser sacerdote, monje o religiosa significa vivir la misión cristiana en su plenitud. Conlleva el servicio total, si bien para un cura o una personas consagrada este gesto tiene un valor y una plenitud mayores” en comparación con cualquier otra profesión o estilo de vida, afirma este seminarista.

Entre los ejemplos que más “han influenciado” su formación espiritual y vocacional destacan muchos santos, pero hay uno en particular que le ha ayudado sobremanera: San Charbel, el monje maronita libanés del siglo XIX, canonizado en 1977 por el papa Pablo VI. Se le atribuyen varias sanaciones milagrosas y es una de las figuras más conocidas y revenerenciadas de la Iglesia en Oriente.

Por último, el seminarista caldeo dirige su pensamiento a la comunidad católica internacional, y especialmente a la de Occidente. Entre ellas, algunas han acogido a cientos de miles de cristianos que huyeron de Irak a lo largo de este año. “A ustedes, cristianos y pueblos de Occidente, les pido no olvidarse de Oriente, no olvidarse de nosotros, y rezar siempre por nosotros. Para que la paz pueda reinar en todo el Oriente y para que los cristianos finalmente puedan vivir en paz en nuestra tierra”.

Fuente: Religión en Libertad

domingo, 27 de septiembre de 2020

Santo Evangelio 27 de Septiembre 2020


Texto del Evangelio (Mt 21,28-32): 

En aquel tiempo, Jesús dijo a los sumos sacerdotes: «¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Llegándose al primero, le dijo: ‘Hijo, vete hoy a trabajar en la viña’. Y él respondió: ‘No quiero’, pero después se arrepintió y fue. Llegándose al segundo, le dijo lo mismo. Y él respondió: ‘Voy, Señor’, y no fue.

»¿Cuál de los dos hizo la voluntad del padre?». «El primero», le dicen. Díceles Jesús: «En verdad os digo que los publicanos y las rameras llegan antes que vosotros al Reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros por camino de justicia, y no creísteis en Él, mientras que los publicanos y las rameras creyeron en Él. Y vosotros, ni viéndolo, os arrepentisteis después, para creer en Él».

«¿Cuál de los dos hizo la voluntad del padre?»

+Dr. Josef ARQUER (Berlin, Alemania)
Hoy, contemplamos al padre y dueño de la viña pidiendo a sus dos hijos: «Hijo, vete hoy a trabajar en la viña» (Mt 21,29). Uno dice “sí”, y no va. El otro dice “no”, y va. Ninguno de los dos mantiene la palabra dada.

Seguramente, el que dice “sí” y se queda en casa no pretende engañar a su padre. Será simplemente pereza, no sólo “pereza de hacer”, sino también de reflexionar. Su lema: “A mí, ¿qué me importa lo que dije ayer?”.

Al del “no”, sí que le importa lo que dijo ayer. Le remuerde aquel desaire con su padre. Del dolor arranca la valentía de rectificar. Corrige la palabra falsa con el hecho certero. “Errare, humanum est?”. Sí, pero más humano aún —y más concorde con la verdad interior grabada en nosotros— es rectificar. Aunque cuesta, porque significa humillarse, aplastar la soberbia y la vanidad. Alguna vez habremos vivido momentos así: corregir una decisión precipitada, un juicio temerario, una valoración injusta... Luego, un suspiro de alivio: —Gracias, Señor!

«En verdad os digo que los publicanos y las rameras llegan antes que vosotros al Reino de Dios» (Mt 21,31). San Juan Crisóstomo resalta la maestría psicológica del Señor ante esos “sumos sacerdotes”: «No les echa en cara directamente: ‘¿Por qué no habéis creído a Juan?’, sino que antes bien les confronta —lo que resulta mucho más punzante— con los publicanos y prostitutas. Así les reprocha con la fuerza patente de los hechos la malicia de un comportamiento marcado por respetos humanos y vanagloria».

Metidos ya en la escena, quizá echemos de menos la presencia de un tercer hijo, dado a las medias tintas, en cuyo talante nos sería más fácil reconocernos y pedir perdón, avergonzados. Nos lo inventamos —con permiso del Señor— y le oímos contestar al padre, con voz apagada: ‘Puede que sí, puede que no…’. Y hay quien dice haber oído el final: ‘Lo más probable es que a lo mejor quién sabe…’.

10 sencillos puntos para un buen cuidado al final de la vida: consejos de un experto en paliativos

La aplicación real y efectiva de los cuidados paliativos es una ayuda para una muerte con menos sufrimiento

El doctor Jacinto Bátiz es ahora director del Instituto para Cuidar Mejor

10 sencillos puntos para un buen cuidado al final de la vida: consejos de un experto en paliativos

La aplicación real y efectiva de los cuidados paliativos es una ayuda para una muerte con menos sufrimiento

El doctor Jacinto Bátiz ha sido durante 25 años el responsable del área de cuidados paliativos del Hospital San Juan de Dios de Santurce (Vizcaya). En todo este tiempo por sus manos y el resto de esta unidad hospitalaria han pasado más de 10.000 enfermos a los que ayudaron a tener la mejor muerte con el menor sufrimiento posible.

En estos momentos, este doctor es secretario de la Comisión Central de Deontología de la Organización Médico Colegial así como director del nuevo Instituto para Cuidar Mejor del hospital vizcaíno.

A través de este nuevo centro “intenta investigar sobre cómo cuidar mejor a quién se está muriendo”, y la experiencia del área de paliativos de este hospital católico es una gran fuente de información para sus investigaciones.

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Para Bátiz es importante la labor de divulgación y para ello ha creado una guía, que se puede descargar aquí, titulada Cuidar a las personas en el proceso de morir. Su autor afirma que este librillo está creado para “orientar a otros profesionales de los cuidados a desarrollar su labor de acompañamiento a las personas que se encuentran en el final de sus vidas y también con el deseo de que cuando hayan leído la última página de este libro no sólo sean capaces de cuidar mejor desde la ciencia a aquellos enfermos que se encuentren en fase terminal de su enfermedad, sino, además, que lo puedan hacer también desde el acercamiento humano. En esta etapa final, los enfermos necesitan más a las personas”.

Esta pequeña obra explica qué son los cuidados paliativos, cómo responder a las inquietudes de los pacientes o cómo actuar si éste desea la muerte. Igualmente, habla de las necesidades de los enfermos y de la importancia de la compañía, del tacto, la escucha y la comprensión en el final de la vida.

A modo de pequeño resumen que engloba estos consejos para cuidar a estos enfermos, el doctor Bátiz ofrece un pequeño decálogo:

Decálogo para cuidar bien al final de la vida.

1.Tratar al enfermo como un ser humano hasta el momento de su muerte. Y que no solo se le contemple como una estructura biológica, sino que además se tenga en cuenta su dimensión emocional, social y espiritual.

2. Que se le permita al enfermo expresar sus propios sentimientos y emociones sobre su forma de enfocar la muerte.

3. Que se le permita al enfermo participar en las decisiones que incumban a sus cuidados.

4. Que no se le deje morir solo, abandonado por sus seres queridos ni por los profesionales.

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5. Que se responda a sus preguntas con sinceridad, que no se le engañe.

6. Que se le respete su individualidad y no se le juzgue por sus decisiones, aunque sean contrarias a las de quienes le atiendan.

7. Que le cuiden personas solícitas, sensibles y entendidas, intentando comprender sus necesidades y que, además, sean capaces de obtener satisfacción del hecho de ayudarle a afrontar la muerte.

8. Que quien le cuide al final de la vida lo haga como le gustaría que le cuidaran a él cuando llegue su momento.

9. Que no le precipiten deliberadamente su muerte, pero que tampoco prolonguen innecesariamente su agonía, sino que le ayuden a no sufrir mientras llegue su muerte.

10. Y que se atienda a sus seres queridos después de su muerte, para aliviar su pena.

Fuente: Religión en Libertad

sábado, 26 de septiembre de 2020

Santo Evangelio 26 de septiembre 2020



Texto del Evangelio (Lc 9,43b-45): 

En aquel tiempo, estando todos maravillados por todas las cosas que Jesús hacía, dijo a sus discípulos: «Poned en vuestros oídos estas palabras: el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres». Pero ellos no entendían lo que les decía; les estaba velado de modo que no lo comprendían y temían preguntarle acerca de este asunto.

«El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres»

Rev. D. Antoni CAROL i Hostench (Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)
Hoy, más de dos mil años después, el anuncio de la pasión de Jesús continúa provocándonos. Que el Autor de la Vida anuncie su entrega a manos de aquéllos por quienes ha venido a darlo todo es una clara provocación. Se podría decir que no era necesario, que fue una exageración. Olvidamos, una y otra vez, el peso que abruma el corazón de Cristo, nuestro pecado, el más radical de los males, la causa y el efecto de ponernos en el lugar de Dios. Más aún, de no dejarnos amar por Dios, y de empeñarnos en permanecer dentro de nuestras cortas categorías y de la inmediatez de la vida presente. Se nos hace tan necesario reconocer que somos pecadores como necesario es admitir que Dios nos ama en su Hijo Jesucristo. Al fin y al cabo, somos como los discípulos, «ellos no entendían lo que les decía; les estaba velado de modo que no lo comprendían y temían preguntarle acerca de este asunto» (Lc 9,45).

Por decirlo con una imagen: podremos encontrar en el Cielo todos los vicios y pecados, menos la soberbia, puesto que el soberbio no reconoce nunca su pecado y no se deja perdonar por un Dios que ama hasta el punto de morir por nosotros. Y en el infierno podremos encontrar todas las virtudes, menos la humildad, pues el humilde se conoce tal como es y sabe muy bien que sin la gracia de Dios no puede dejar de ofenderlo, así como tampoco puede corresponder a su Bondad.

Una de las claves de la sabiduría cristiana es el reconocimiento de la grandeza y de la inmensidad del Amor de Dios, al mismo tiempo que admitimos nuestra pequeñez y la vileza de nuestro pecado. ¡Somos tan tardos en entenderlo! El día que descubramos que tenemos el Amor de Dios tan al alcance, aquel día diremos como san Agustín, con lágrimas de Amor: «¡Tarde te amé, Dios mío!». Aquel día puede ser hoy. Puede ser hoy. Puede ser.

Llega «La Divina Misericordia» a los cines: mucho más que Santa Faustina, una historia cercana

Santa Faustina, por encargo de Cristo, fue cada día a dar instrucciones a un pintor masón acerca del cuadro que hoy llega a millones

Llega «La Divina Misericordia» a los cines: mucho más que Santa Faustina, una historia cercana

Santa Faustina, por encargo de Cristo, fue cada día a dar instrucciones a un pintor masón acerca del cuadro que hoy llega a millones

En 60 ciudades de España se estrena hoy viernes la película La Divina Misericordia (Michał Kondrat, 2019), que combina escenas dramatizadas con testimonios y comentarios de expertos para explicar las revelaciones de Jesús a Santa Faustina Kowalska, el origen del popular cuadro y la coronilla de la Divina Misericordia y cómo, contra todo pronóstico, esta devoción se fue extendiendo, cuando podría haberse extinguido muy pronto.

La película tiene buena factura técnica, los actores son buenos y el ritmo es razonablemente ágil. Sus 104 minutos dan mucha información pero también emocionan.

Sólo el primer tercio del filme se centra en la historia de Santa Faustina. Una segunda parte recoge las vivencias de su confesor, el padre Michal Spocko, y cómo la providencia tomó sus esfuerzos por divulgar esta devoción, que en vida él vio hundida y prohibida. El último tercio de la película recoge testimonios de vidas transformadas por la Divina Misericordia: sanaciones milagrosas, el testimonio de un exorcismo, imágenes de oración acompañando enfermos...

El filme es edificante y fresco. No es la explicación de una devoción antigua, sino una ventana a un paisaje vivo y luminoso, en crecimiento hoy. Al terminar la película el espectador siente que Dios está cerca, rebosando una misericordia que quiere entregar a los hombres.


Comparando con la película de 1994

Es inevitable comparar con la película polaca Faustina, de 1994, que es media hora más corta, pero que para muchos se hace más larga. Faustina era una obra contemplativa y espiritual, de hermosa fotografía y magnífica música de Wojciech Kilar. La protagonizaba una guapísima, casi seráfica, Dorota Segda que tenía entonces 28 años.

Por contraste, aquí la protagonista es Kamila Kaminska, una actriz de 30 años con un rostro mucho más común y austero. Tenemos que creer en sus mensajes por su fuerza y humildad, no por su cara angelical.

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Kamila Kaminska, como Santa Faustina, tiene un rostro más austero que Dorota Segda en la película de 1994

Si la película de 1994 era contemplativa, ésta es periodística y narrativa: tiene muchas cosas que contar. La vida de Santa Faustina es breve, murió con 33 años, siete años después de empezar a recibir sus revelaciones de Jesús.

Kaminska muestra bien sus registros: la chica que baila en diversiones mundanas, la religiosa que escucha a Cristo y habla con su confesor, la enferma que sonríe en el dolor...

Es remarcable el papel de Dariusz Jakubouski. Vemos al padre Spocko, ya mayor, hablando con un eclesiástico polaco, defendiendo a Faustina. Entonces el eclesiástico se cubre la cara en un gesto peculiar y lo reconocemos: es el cardenal Karol Wojtyla, futuro Juan Pablo II. El gesto construye el personaje.

Muchas personas que han rezado la Coronilla de la Misericordia y han invocado el "Jesús en Ti Confío" ante el cuadro de los dos rayos aprenderán muchas cosas que desconocían.



Fragmento de la película que presenta la figura histórica del pintor

Por ejemplo, que el pintor del cuadro original, el de Vilnius, que se movía por ambientes ilustrados. La película considera probado que era masón. Se suicidó pocos años después. "No juzguéis, no conocemos las almas", recuerda la película citando el diario de Faustina. Diario que, por cierto, aprendemos que quemó, y tuvo que reconstruirlo a partir de su memoria por orden de su confesor.

Aprendemos que Spocko -se metió en líos ayudando a huir a judíos con documentos falsos- pudo huir luego de la zona ocupada por la URSS en el Transiberiano hasta Vladivostok, donde de forma quizá milagrosa consiguió un permiso para llegar a Japón y de allí a EEUU, donde empezaría a extenderse esta devoción.

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El cuadro de la Divina Misericordia de Vilnius, 
protagonista de buena parte de la película,
pintado según las instrucciones detalladas de Faustina

Jesús había prometido una fiesta, una devoción mundial y congregación para esta devoción. Durante décadas no parecía verse nada de eso. Un momento emocionante es la consagración de las primeras 6 hermanas de la nueva familia de la Divina Misericordia, en una iglesia sin bancos ni reclinatorios, tal como descubrieron después que Santa Faustina había previsto en una visión.

Y la película resulta muy convincente y pedagógica cuando explica las coincidencias asombrosas -bien argumentadas con imágenes y mediciones- entre el cuadro de Vilnius y el rostro del hombre de la Sábana Santa y las manchas de sangre del Sudario de Oviedo. El pintor, por supuesto, no sabía nada del sudario ni había visto imágenes del rostro de la Sábana Santa: él pintó según las indicaciones de Faustina.

Con dos botellas de vodka, rescatar el cuadro olvidado

La película se permite un momento tragicómico muy del gusto de quienes han vivido el absurdo comunista, cuando dos de las religiosas, vestidas de civil, acuden a una iglesia bielorrusa transformada en almacén y rescatan el cuadro original pagando un dinerito y dos botellas de vodka al conserje, "en agradecimiento y compensación al Estado", dicen, por "cuidar un cuadro feo y viejo de nuestra familia".

Es una película especial, que empieza desde lo más cósmico y general ("en el principio creó Dios el cielo y la tierra", con escenas del Génesis que recuerdan El Árbol de la Vida de Terrence Malick) y finaliza con historias muy cercanas y concretas, de niños que se curan y familias que recuperan la fe y la alegría. Acerca a Faustina y la Misericordia de Dios al lenguaje de nuestros días, enlazándonos con sus raíces de amor en el cruel siglo XX. Es una película que hará mucho bien.



Fuente: Religión en Libertad

viernes, 25 de septiembre de 2020

Santo Evangelio 25 de septiembre 2020


Texto del Evangelio (Lc 9,18-22): 


Sucedió que mientras Jesús estaba orando a solas, se hallaban con Él los discípulos y les preguntó: «¿Quién dice la gente que soy yo?». Ellos respondieron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que un profeta de los antiguos había resucitado». Les dijo: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». Pedro le contestó: «El Cristo de Dios». Pero les mandó enérgicamente que no dijeran esto a nadie. Dijo: «El Hijo del hombre debe sufrir mucho, y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser matado y resucitar al tercer día».

«¿Quién dice la gente que soy yo? (…) Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?»


Rev. D. Pere OLIVA i March (Sant Feliu de Torelló, Barcelona, España)
Hoy, en el Evangelio, hay dos interrogantes que el mismo Maestro formula a todos. El primer interrogante pide una respuesta estadística, aproximada: «¿Quién dice la gente que soy yo?» (Lc 9,18). Hace que nos giremos alrededor y contemplemos cómo resuelven la cuestión los otros: los vecinos, los compañeros de trabajo, los amigos, los familiares más cercanos... Miramos al entorno y nos sentimos más o menos responsables o cercanos —depende de los casos— de algunas de estas respuestas que formulan quienes tienen que ver con nosotros y con nuestro ámbito, “la gente”... Y la respuesta nos dice mucho, nos informa, nos sitúa y hace que nos percatemos de aquello que desean, necesitan, buscan los que viven a nuestro lado. Nos ayuda a sintonizar, a descubrir un punto de encuentro con el otro para ir más allá...

Hay una segunda interrogación que pide por nosotros: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» (Lc 9,20). Es una cuestión fundamental que llama a la puerta, que mendiga a cada uno de nosotros: una adhesión o un rechazo; una veneración o una indiferencia; caminar con Él y en Él o finalizar en un acercamiento de simple simpatía... Esta cuestión es delicada, es determinante porque nos afecta. ¿Qué dicen nuestros labios y nuestras actitudes? ¿Queremos ser fieles a Aquel que es y da sentido a nuestro ser? ¿Hay en nosotros una sincera disposición a seguirlo en los caminos de la vida? ¿Estamos dispuestos a acompañarlo a la Jerusalén de la cruz y de la gloria?

«Es un camino de cruz y resurrección (...). La cruz es exaltación de Cristo. Lo dijo Él mismo: ‘Cuando sea levantado, atraeré a todos hacia mí’. (...) La cruz, pues, es gloria y exaltación de Cristo» (San Andrés de Creta). ¿Dispuestos para avanzar hacia Jerusalén? Solamente con Él y en Él, ¿verdad?

jueves, 24 de septiembre de 2020

Santo Evangelio 24 de Septiembre de 2020


Texto del Evangelio (Lc 9,7-9): 

En aquel tiempo, se enteró el tetrarca Herodes de todo lo que pasaba, y estaba perplejo; porque unos decían que Juan había resucitado de entre los muertos; otros, que Elías se había aparecido; y otros, que uno de los antiguos profetas había resucitado. Herodes dijo: «A Juan, le decapité yo. ¿Quién es, pues, éste de quien oigo tales cosas?». Y buscaba verle.
«Buscaba verle»


Rev. P. Jorge R. BURGOS Rivera SBD (Cataño, Puerto Rico)

Hoy el texto del Evangelio nos dice que Herodes quería ver a Jesús (cf. Lc 9,9). Ese deseo de ver a Jesús le nace de la curiosidad. Se hablaba mucho de Jesús por los milagros que iba realizando a su paso. Muchas personas hablaban de Él. La actuación de Jesús trajo a la memoria del pueblo diversas figuras de profetas: Elías, Juan el Bautista, etc. Pero, al ser simple curiosidad, este deseo no trasciende. Tal es el hecho que cuando Herodes le ve no le causa mayor impresión (cf. Lc 23,8-11). Su deseo se desvanece al verlo cara a cara, porque Jesús se niega a responder a sus preguntas. Este silencio de Jesús delata a Herodes como corrupto y depravado.

Nosotros, al igual que Herodes, seguramente hemos sentido, alguna vez, el deseo de ver a Jesús. Pero ya no contamos con el Jesús de carne y hueso como en tiempos de Herodes, sin embargo contamos con otras presencias de Jesús. Te quiero resaltar dos de ellas.

En primer lugar, la tradición de la Iglesia ha hecho de los jueves un día por excelencia para ver a Jesús en la Eucaristía. Son muchos los lugares donde hoy está expuesto Jesús-Eucaristía. «La adoración eucarística es una forma esencial de estar con el Señor. En la sagrada custodia está presente el verdadero tesoro, siempre esperando por nosotros: no está allí por Él, sino por nosotros» (Benedicto XVI). —Acércate para que te deslumbre con su presencia.

Para el segundo caso podemos hacer referencia a una canción popular, que dice: «Con nosotros está y no lo conocemos». Jesús está presente en tantos y tantos hermanos nuestros que han sido marginados, que sufren y no tienen a nadie que “quiera verlos”. En su encíclica Dios es Amor, dice el Papa Benedicto XVI: «El amor al prójimo enraizado en el amor a Dios es ante todo una tarea para cada fiel, pero lo es también para toda la comunidad eclesial». Así pues, Jesús te está esperando, con los brazos abiertos te recibe en ambas situaciones. ¡Acércate!

El documento vaticano recorre el Magisterio en todo lo relacionado con el final de la vida


El documento vaticano recorre el Magisterio en todo lo relacionado con el final de la vida

«Samaritanus bonus», importante carta de Doctrina de la Fe sobre el final de la vidaContundente texto vaticano contra la eutanasia: aviso a políticos y religiosos indulgentes con ella

El documento vaticano recorre el Magisterio en todo lo relacionado con el final de la vida

La Santa Sede ha publicado este martes la carta Samaritanus bonus de la Congregación para la Doctrina de la Fe centrada en el cuidado de las personas en las fases críticas y terminales de su vida. Un texto que a la luz del Magisterio, y utilizando como ejemplo al “Buen Samaritano” del Evangelio arroja mucha luz en un debate político y social extremadamente complicado ante la ofensiva de imponer la eutanasia y de no apostar decididamente por los cuidados paliativos. 

¿Cómo aplicar esta imagen del Samaritano en un mundo como el de hoy? La Congregación para la Doctrina de la Fe explica que “a cada agente sanitario le ha sido confiada la misión de una fiel custodia de la vida humana hasta su cumplimiento natural, a través de un proceso de asistencia que sea capaz de re-generar en cada paciente el sentido profundo de su existencia, cuando viene marcada por el sufrimiento y la enfermedad”.

Y por ello añade que “el cuidado de la vida es, por tanto, la primera responsabilidad que el médico experimenta en el encuentro con el enfermo. Esta no puede reducirse a la capacidad de curar al enfermo, siendo su horizonte antropológico y moral más amplio: también cuando la curación es imposible o improbable, el acompañamiento médico y de enfermería (el cuidado de las funciones esenciales del cuerpo), psicológico y espiritual, es un deber ineludible, porque lo contrario constituiría un abandono inhumano del enfermo”.

De este modo, Samaritanus Bonus señala que “reconocer la imposibilidad de curar ante la cercana eventualidad de la muerte, no significa, sin embargo, el final del obrar médico y de enfermería. Ejercitar la responsabilidad hacia la persona enferma, significa asegurarle el cuidado hasta el final: ‘curar si es posible, cuidar siempre’”.

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La carta está firmada por el cardenal español Luis Ladaria

Un elemento indispensable es que “el valor inviolable de la vida es una verdad básica de la ley moral natural y un fundamento esencial del ordenamiento jurídico. Así como no se puede aceptar que otro hombre sea nuestro esclavo, aunque nos lo pidiese, igualmente no se puede elegir directamente atentar contra la vida de un ser humano, aunque este lo pida. Por lo tanto, suprimir un enfermo que pide la eutanasia no significa en absoluto reconocer su autonomía y apreciarla, sino al contrario significa desconocer el valor de su libertad, fuertemente condicionada por la enfermedad y el dolor, y el valor de su vida, negándole cualquier otra posibilidad de relación humana, de sentido de la existencia y de crecimiento en la vida teologal. Es más, se decide al puesto de Dios el momento de la muerte. Por eso, ‘aborto, eutanasia y el mismo suicidio deliberado degradan la civilización humana, deshonran más a sus autores que a sus víctimas y son totalmente contrarias al honor debido al Creador’”.

Una vez reconocida la importancia de toda vida humana sin importar su salud o circunstancias, ¿qué dice el Magisterio sobre el final de la vida? En esta carta, Doctrina de la Fe destaca 12 puntos a tener en cuenta (recomendamos también leer la carta íntegra por la importancia de los detalles y de su riqueza):

1. La prohibición de la eutanasia y el suicidio asistido

“La Iglesia considera que debe reafirmar como enseñanza definitiva que la eutanasia es un crimen contra la vida humana porque, con tal acto, el hombre elige causar directamente la muerte de un ser humano inocente”, afirma con claridad el documento vaticano, que incide en que la eutanasia “es un acto intrínsecamente malo, en toda ocasión y circunstancia”.

Además, lanza una advertencia a legisladores, médicos y todo aquel que sale en defensa de leyes de este tipo. “La eutanasia es un acto homicida que ningún fin puede legitimar y que no tolera ninguna forma de complicidad o colaboración, activa o pasiva. Aquellos que aprueban leyes sobre la eutanasia y el suicidio asistido se hacen, por lo tanto, cómplices del grave pecado que otros llevarán a cabo”.

eutanasia

En España la ley de eutanasia sigue avanzando en su tramitación 

2. La obligación moral de evitar el ensañamiento terapéutico

En este punto, el documento alerta no sólo de la anticipación de la muerte sino también de retrasarla con el llamado “ensañamiento terapéutico”.

“La medicina actual dispone, de hecho, de medios capaces de retrasar artificialmente la muerte, sin que el paciente reciba en tales casos un beneficio real. Ante la inminencia de una muerte inevitable, por lo tanto, es lícito en ciencia y en conciencia tomar la decisión de renunciar a los tratamientos que procurarían solamente una prolongación precaria y penosa de la vida, sin interrumpir todavía los cuidados normales debidos al enfermo en casos similares.  Esto significa que no es lícito suspender los cuidados que sean eficaces para sostener las funciones fisiológicas esenciales, mientras que el organismo sea capaz de beneficiarse (ayudas a la hidratación, a la nutrición, a la termorregulación y otras ayudas adecuadas y proporcionadas a la respiración, y otras más, en la medida en que sean necesarias para mantener la homeostasis corpórea y reducir el sufrimiento orgánico y sistémico). La suspensión de toda obstinación irrazonable en la administración de los tratamientos no debe ser una retirada terapéutica. Tal aclaración se hace hoy indispensable a la luz de los numerosos casos judiciales que en los últimos años han llevado a la retirada de los cuidados – y a la muerte anticipada – a pacientes en condiciones críticas, pero no terminales, a los cuales se ha decidido suspender los cuidados de soporte vital, porque no había perspectivas de una mejora en su calidad de vida”, aclara el texto en esta cuestión.

3. Los cuidados básicos: el deber de alimentación e hidratación

En este tercer punto, Doctrina de la Fe recuerda que “un cuidado básico debido a todo hombre es el de administrar los alimentos y los líquidos necesarios para el mantenimiento de la homeostasis del cuerpo”.

“La privación de estas ayudas se convierte en una acción injusta y puede ser fuente de gran sufrimiento para quien lo padece. Alimentación e hidratación no constituyen un tratamiento médico en sentido propio, porque no combaten las causas de un proceso patológico activo en el cuerpo del paciente, sino que representan el cuidado debido a la persona del paciente, una atención clínica y humana primaria e ineludible”, añade.

4. Los cuidados paliativos

Samaritanus Bonus señala que “la medicina paliativa constituye un instrumento precioso e irrenunciable para acompañar al paciente en las fases más dolorosas, penosas, crónicas y terminales de la enfermedad. Los así llamados cuidados paliativos son la expresión más auténtica de la acción humana y cristiana del cuidado, el símbolo tangible del compasivo ‘estar’ junto al que sufre”.



De este modo, agrega que “la experiencia enseña que la aplicación de los cuidados paliativos disminuye drásticamente el número de personas que piden la eutanasia. Por este motivo, parece útil un compromiso decidido, según las posibilidades económicas, para llevar estos cuidados a quienes tengan necesidad, para aplicarlos no solo en las fases terminales de la vida, sino como perspectiva integral de cuidado en relación a cualquier patología crónica y/o degenerativa, que pueda tener un pronóstico complejo, doloroso e infausto para el paciente y para su familia”.

5. El papel de las familias y los hospicios

En este punto, la Congregación para la Doctrina de la Fe afirma que “en el cuidado del enfermo terminal es central el papel de la familia” y que “en el cuidado es esencial que el enfermo no se sienta una carga, sino que tenga la cercanía y el aprecio de sus seres queridos. En esta misión, la familia necesita la ayuda y los medios adecuados. Es necesario, por tanto, que los Estados reconozcan la función social primaria y fundamental de la familia y su papel insustituible, también en este ámbito, destinando los recursos y las estructuras necesarias para ayudarla”.

Por ello, considera “bueno y de gran ayuda” que existan y se creen “centros y estructuras donde acoger los enfermos terminales, para asegurar el cuidado hasta el último momento”.

6. El acompañamiento y el cuidado en la edad prenatal y pediátrica

En este aspecto, el documento destaca que “los niños afectados por malformaciones o patologías de cualquier tipo son pequeños pacientes que la medicina hoy es capaz de asistir y acompañar de manera respetuosa con la vida. Su vida es sagrada, única, irrepetible e inviolable, exactamente como aquella de toda persona adulta".

Sin embargo, alerta que “a nivel social, el uso a veces obsesivo del diagnóstico prenatal y el afirmarse de una cultura hostil a la discapacidad inducen, con frecuencia, a la elección del aborto, llegando a configurarlo como una práctica de ‘prevención’. Este consiste en la eliminación deliberada de una vida humana inocente y como tal nunca es lícito”

Por último es importante destacar que “el concepto ético/jurídico del ‘mejor interés del niño’ – hoy utilizado para efectuar la evaluación costes-beneficios de los cuidados que se lleven a cabo – de ninguna manera puede constituir el fundamento para decidir abreviar su vida con el objetivo de evitarle sufrimientos, con acciones u omisiones que por su naturaleza o en la intención se puedan configurar como eutanásicas”.

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El caso de Alfie Evans dio la vuelta al mundo produciéndose un debate ético-médico sobre este punto en concreto.

7. Terapias analgésicas y supresión de la conciencia

“Un profundo sentido religioso puede permitir al paciente vivir el dolor como un ofrecimiento especial a Dios, en la óptica de la Redención;  sin embargo, la Iglesia afirma la licitud de la sedación como parte de los cuidados que se ofrecen al paciente, de tal manera que el final de la vida acontezca con la máxima paz posible y en las mejores condiciones interiores. Esto es verdad también en el caso de tratamientos que anticipan el momento de la muerte (sedación paliativa profunda en fase terminal), siempre, en la medida de lo posible, con el consentimiento informado del paciente. Desde el punto de vista pastoral, es bueno cuidar la preparación espiritual del enfermo para que llegue conscientemente tanto a la muerte como al encuentro con Dios. El uso de los analgésicos es, por tanto, una parte de los cuidados del paciente, pero cualquier administración que cause directa e intencionalmente la muerte es una práctica eutanásica y es inaceptable. La sedación debe por tanto excluir, como su objetivo directo, la intención de matar, incluso si con ella es posible un condicionamiento a la muerte en todo caso inevitable”, afirma el texto vaticano sobre el Magisterio.

8. El estado vegetativo y el estado de mínima consciencia

Sobre este asunto, el documento señala que “es siempre engañoso pensar que el estado vegetativo, y el estado de mínima consciencia, en sujetos que respiran autónomamente, sean un signo de que el enfermo haya cesado de ser persona humana con toda la dignidad que le es propia.  Al contrario, en estos estados de máxima debilidad, debe ser reconocido en su valor y asistido con los cuidados adecuados”. Por ello, considera que “el paciente en estos estados tiene derecho a la alimentación y a la hidratación”.

9. La objeción de conciencia por parte de los agentes sanitarios y de las instituciones sanitarias católicas.

"Ante las leyes que legitiman – bajo cualquier forma de asistencia médica – la eutanasia o el suicidio asistido, se debe negar siempre cualquier cooperación formal o material inmediata. Estas situaciones constituyen un ámbito específico para el testimonio cristiano, en las cuales ‘es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres’ (Hch 5, 29)”, afirma la Santa Sede.

De este modo, considera indispensable que “los Estados reconozcan la objeción de conciencia en ámbito médico y sanitario, en el respeto a los principios de la ley moral natural, y especialmente donde el servicio a la vida interpela cotidianamente la conciencia humana. Donde esta no esté reconocida, se puede llegar a la situación de deber desobedecer a la ley, para no añadir injusticia a la injusticia, condicionando la conciencia de las personas”.

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10. El acompañamiento pastoral y el apoyo de los sacramentos

En el momento de la muerte –asegura Samaritanus Bonus- “la Iglesia está llamada a acompañar espiritualmente a los fieles en esta situación, ofreciéndoles los 'recursos sanadores' de la oración y los sacramentos. Ayudar al cristiano a vivirlo en un contexto de acompañamiento espiritual es un acto supremo de caridad”.

Así, insiste en que “el ministerio de la escucha y del consuelo que el sacerdote está llamado a ofrecer, haciéndose signo de la solicitud compasiva de Cristo y de la Iglesia, puede y debe tener un papel decisivo. En esta importante misión es extremadamente importante testimoniar y conjugar aquella verdad y caridad con las que la mirada del Buen Pastor no deja de acompañar a todos sus hijos”.

11. El discernimiento pastoral hacia quien pide la eutanasia o el suicidio asistido

“Un caso del todo especial en el que hoy es necesario reafirmar la enseñanza de la Iglesia es el acompañamiento pastoral de quien ha pedido expresamente la eutanasia o el suicidio asistido. Respecto al sacramento de la Reconciliación, el confesor debe asegurarse que haya contrición”, recuerda Doctrina de la Fe. De este modo, podrá recibir la absolución, la unción y el viático “en el momento en el que su disposición a cumplir los pasos concretos permita al ministro concluir que el penitente ha modificado su decisión”.

Por otro lado, advierte el texto que “no es admisible por parte de aquellos que asisten espiritualmente a estos enfermos ningún gesto exterior que pueda ser interpretado como una aprobación de la acción eutanásica, como por ejemplo el estar presentes en el instante de su realización”.

12. La reforma del sistema educativo y la formación de los agentes sanitarios

En este último punto, la Santa Sede asegura que “los cuidados paliativos deben difundirse en el mundo y es obligatorio preparar, para tal fin, los cursos universitarios para la formación especializada de los agentes sanitarios. También es prioritaria la difusión de una correcta y meticulosa información sobre la eficacia de los auténticos cuidados paliativos para un acompañamiento digno de la persona hasta la muerte natural. Las instituciones sanitarias de inspiración cristiana deben preparar protocolos para sus agentes sanitarios que incluyan una apropiada asistencia psicológica, moral y espiritual como componente esencial de los cuidados paliativos”.

“La asistencia humana y espiritual debe volver a entrar en los recorridos formativos académicos de todos los agentes sanitarios y en las prácticas hospitalarias”, añade también.

Puede leer aquí la carta íntegra Samaritanus Bonus

Fuente: Religión en Libertad

miércoles, 23 de septiembre de 2020

Santo Evangelio 23 de Septiembre de 2020


Texto del Evangelio (Lc 9,1-6):

 En aquel tiempo, convocando Jesús a los Doce, les dio autoridad y poder sobre todos los demonios, y para curar enfermedades; y los envió a proclamar el Reino de Dios y a curar. Y les dijo: «No toméis nada para el camino, ni bastón, ni alforja, ni pan, ni plata; ni tengáis dos túnicas cada uno. Cuando entréis en una casa, quedaos en ella hasta que os marchéis de allí. En cuanto a los que no os reciban, saliendo de aquella ciudad, sacudid el polvo de vuestros pies en testimonio contra ellos». Saliendo, pues, recorrían los pueblos, anunciando la Buena Nueva y curando por todas partes.

«Convocando Jesús a los Doce, les dio autoridad y poder sobre todos los demonios, y para curar enfermedades»

Rev. D. Jordi CASTELLET i Sala (Sant Hipòlit de Voltregà, Barcelona, España)

Hoy vivimos unos tiempos en que nuevas enfermedades mentales alcanzan difusiones insospechadas, como nunca había habido en el curso de la historia. El ritmo de vida actual impone estrés a las personas, carrera para consumir y aparentar más que el vecino, todo ello aliñado con unas fuertes dosis de individualismo, que construyen una persona aislada del resto de los mortales. Esta soledad a la que muchos se ven obligados por conveniencias sociales, por la presión laboral, por convenciones esclavizantes, hace que muchos sucumban a la depresión, las neurosis, las histerias, las esquizofrenias u otros desequilibrios que marcan profundamente el futuro de aquella persona.

«Convocando Jesús a los Doce, les dio autoridad y poder sobre todos los demonios, y para curar enfermedades» (Lc 9,1). Males, éstos, que podemos identificar en el mismo Evangelio como enfermedades mentales.

El encuentro con Cristo, que es la Persona completa y realizada, aporta un equilibrio y una paz que son capaces de serenar los ánimos y de hacer reencontrar a la persona con ella misma, aportándole claridad y luz en su vida, bueno para instruir y enseñar, educar a los jóvenes y a los mayores, y encaminar a las personas por el camino de la vida, aquella que nunca se ha de marchitar.

Los Apóstoles «recorrían los pueblos, anunciando la Buena Nueva» (Lc 9,6). Es ésta también nuestra misión: vivir y meditar el Evangelio, la misma palabra de Jesús, a fin de dejarla penetrar en nuestro interior. Así, poco a poco, podremos encontrar el camino a seguir y la libertad a realizar. Como escribió san Juan Pablo II, «la paz ha de realizarse en la verdad (...); ha de hacerse en la libertad».

Que sea el mismo Jesucristo, que nos ha llamado a la fe y a la felicidad eterna, quien nos llene de su esperanza y amor, Él que nos ha dado una nueva vida y un futuro inagotable.

Los diez tipos de lengua viperina: son pecados muy comunes... y «los últimos que se superan»

Un don que se nos ha dado para hacer el bien... ¡y cuánto mal puede hacer la mala lengua! Una reflexión de monseñor Charles Pope. Foto: Ben White / Unsplash.

Los diez tipos de lengua viperina: son pecados muy comunes... y «los últimos que se superan»

Un don que se nos ha dado para hacer el bien... ¡y cuánto mal puede hacer la mala lengua! Una reflexión de monseñor Charles Pope. Foto: Ben White / Unsplash.

"¡El chismorreo es una peste más fea que el covid!", dijo el Papa Francisco en el Angelus del 6 de septiembre.  Más duro había sido en la audiencia general del 14 de noviembre de 2018, cuando comparó al chismoso con "un terrorista", porque "con su lengua lanza la bomba y se va tranquilo, pero lo que dice, esa bomba lanzada, destruye la fama del prójimo".

También en esta línea reflexionó recientemente en su blog monseñor Charles Pope, párroco en Washington, D.C., conferenciante y predicador de éxito en Estados Unidos, donde es uno de los más influyentes creadores de opinión católicos. 


Monseñor Charles Pope, durante una entrevista en EWTN.

"Algunos de los pecados más comunes que cometemos están relacionados con la palabra", recuerda el sacerdote: "Las murmuraciones, la conversación ociosa, las exageraciones, los agrios reproches y los comentarios sin caridad. Con nuestra lengua podemos expandir el odio, alimentar el miedo y la malicia, difundir falsas informaciones, inducir a la tentación y al desánimo, enseñar el error y arruinar reputaciones. ¡Con un don capaz de hacer mucho bien, sin duda podemos hacer mucho daño!"

De hecho, "el autodominio de la lengua está entre los done más raros y normalmente se consigue al final de la vida", añade, pues "aunque con la gracia de Dios se puede vencer numerosos pecados, los asociados a la palabra suelen ser los últimos que se superan".

Diez tipos de lengua que la Biblia rechaza

Siguiendo al pastor baptista James L. Menton, monseñor Pope enumera diez tipos de lenguas, según su inclinación a las diversas especies de malecidencias, y propone para la meditación un texto de las Sagradas Escrituras referido expresamente a ella.

1. La lengua mentirosa, que habla falsedades con la intención de engañar.

"El Señor detesta los labios mentirosos; le agrada, en cambio, el hombre sincero" (Prov 12, 22).

2. La lengua aduladora, que exagera las buenas cualidades de otros para congraciarse con ellos... una forma de mentir.

"Extirpe el Señor los labios embusteros y la lengua fanfarrona" (Sal 12[11], 4).

3. La lengua orgullosa, que, como dice el refrán, viene con las dos orejas cerradas. La lengua orgullosa está demasiado segura y jactanciosa de lo que dice. Quienes tienen la lengua orgullosa no se dejan corregir fácilmente y no saben valorar ni discernir sus comentarios.

"Extirpe el Señor los labios embusteros y la lengua fanfarrona de los que dicen: «La lengua es nuestra fuerza, nuestros labios nos defienden, ¿quién será nuestro amo?» (Sal 12[11], 4-5).

4. La lengua incansable, que habla demasiado, en particular de aquello de lo que sabe poco.

"El exceso de palabras descubre al necio" (Ecles 5, 2).

Fuente: Religión en Libertad

5. La lengua precipitada, que habla antes de lo debido, incluso antes de tener toda la información.

"Cuando lleves un asunto ante Dios, no tengas prisa en hablar ni tomes decisiones precipitadas. Dios está en el cielo y tú en la tierra: sean contadas tus palabras" (Ecles 5, 1).

"Que toda persona sea pronta para escuchar, lenta para hablar" (Sant 1, 19).

6. La lengua murmuradora, que habla de los demás a sus espaldas y deshonra taimadamente el buen nombre de una persona. Monseñor Pope recuerda la distinción entre dos pecados: la calumnia, que es mentir abiertamente sobre otra persona,  y la detracción, que es resaltar innecesariamente los defectos de los demás para dañar su reputación".

"Viento del norte trae la lluvia; lengua embustera, rostro furioso" (Prov 25, 23).

7. La lengua delatora, que difunde innecesariamente (a menudo de forme hiriente) información sobre otros. Los chivatos difunden información personal sobre los demás que no debería compartirse.

"El chismoso descubre secretos, deja la compañía del charlatán" (Prov 20, 19).

"No andarás difamando a tu gente, ni declararás en falso contra la vida de tu prójimo" (Lev 19, 16).

8. La lengua maldiciente, que desea el mal a los demás y que se condenen.

"Ya que amó la maldición, ¡recaiga sobre él!; despreció la bendición, ¡aléjese de él!" (Sal 109, 17).

9. La lengua punzante, que habla con acritud y severidad innecesarias.

"Proclama la palabra, insiste a tiempo y a destiempo, arguye, reprocha, exhorta con toda magnanimidad y doctrina" (2 Tim 4, 2).

"No increpes al anciano, sino exhórtalo como a un padre; a los jóvenes, como a hermanos; a las ancianas, como a madres; a las jóvenes, como a hermanas, con toda pureza" (1 Tim 5, 1-2).

10. La lengua silente, que no habla cuando debería advertir a la gente del pecado, atraerles al Reino y anunciar la Verdad de Jesucristo. "En nuestro tiempo", lamenta monseñor Pope, "los cristianos hemos asistido en silencio al triunfo del mal y de las malas conductas. Los profetas están para proclamar la Palabra de Dios ".

"Los guardianes están ciegos, no se dan cuenta de nada: perros mudos, incapaces de ladrar, vigías perezosos con ganas de dormir" (Is 56, 10).

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"Nuestras palabras disparan lo que no deberían y callan lo que deberían. ¡Qué lamentable es nuestra condición!", concluye Pope, antes de invitar a leer, sobre todo, los libros sapienciales de la Biblia, y en particular Proverbios, porque nos enseñan de numerosas formas la visión de Dios sobre este mal.