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martes, 31 de marzo de 2020

Santo Evangelio 31 de marzo 2020



Día litúrgico: Martes V de Cuaresma


Texto del Evangelio (Jn 8,21-30): En aquel tiempo, Jesús dijo a los fariseos:«Yo me voy y vosotros me buscaréis, y moriréis en vuestro pecado. Adonde yo voy, vosotros no podéis ir». Los judíos se decían: «¿Es que se va a suicidar, pues dice: ‘Adonde yo voy, vosotros no podéis ir’?». El les decía: «Vosotros sois de abajo, yo soy de arriba. Vosotros sois de este mundo, yo no soy de este mundo. Ya os he dicho que moriréis en vuestros pecados, porque si no creéis que Yo Soy, moriréis en vuestros pecados».

Entonces le decían: «¿Quién eres tú?». Jesús les respondió: «Desde el principio, lo que os estoy diciendo. Mucho podría hablar de vosotros y juzgar, pero el que me ha enviado es veraz, y lo que le he oído a Él es lo que hablo al mundo». No comprendieron que les hablaba del Padre. Les dijo, pues, Jesús: «Cuando hayáis levantado al Hijo del hombre, entonces sabréis que Yo Soy, y que no hago nada por mi propia cuenta; sino que, lo que el Padre me ha enseñado, eso es lo que hablo. Y el que me ha enviado está conmigo: no me ha dejado solo, porque yo hago siempre lo que le agrada a Él». Al hablar así, muchos creyeron en Él.

«Cuando hayáis levantado al Hijo del hombre, entonces sabréis que Yo Soy»

Rev. D. Josep Mª MANRESA Lamarca
(Valldoreix, Barcelona, España)

Hoy, martes V de Cuaresma, a una semana de la contemplación de la Pasión del Señor, Él nos invita a mirarle anticipadamente redimiéndonos desde la Cruz: «Jesucristo es nuestro pontífice, su cuerpo precioso es nuestro sacrificio que Él ofreció en el ara de la Cruz para la salvación de todos los hombres» (San Juan Fisher).

«Cuando hayáis levantado al Hijo del hombre...» (Jn 8,28). En efecto, Cristo Crucificado —¡Cristo “levantado”!— es el gran y definitivo signo del amor del Padre a la Humanidad caída. Sus brazos abiertos, extendidos entre el cielo y la tierra, trazan el signo indeleble de su amistad con nosotros los hombres. Al verle así, alzado ante nuestra mirada pecadora, sabremos que Él es (cf. Jn 8,28), y entonces, como aquellos judíos que le escuchaban, también nosotros creeremos en Él.

Sólo la amistad de quien está familiarizado con la Cruz puede proporcionarnos la connaturalidad para adentrarnos en el Corazón del Redentor. Pretender un Evangelio sin Cruz, despojado del sentido cristiano de la mortificación, o contagiado del ambiente pagano y naturalista que nos impide entender el valor redentor del sufrimiento, nos colocaría en la terrible posibilidad de escuchar de los labios de Cristo: «Después de todo, ¿para qué seguir hablándoos?».

Que nuestra mirada a la Cruz, mirada sosegada y contemplativa, sea una pregunta al Crucificado, en que sin ruido de palabras le digamos: «¿Quién eres tú?» (Jn 8,25). Él nos contestará que es «el Camino, la Verdad y la Vida» (Jn 14,6), la Vid a la que sin estar unidos nosotros, pobres sarmientos, no podemos dar fruto, porque sólo Él tiene palabras de vida eterna. Y así, si no creemos que Él es, moriremos por nuestros pecados. Viviremos, sin embargo, y viviremos ya en esta tierra vida de cielo si aprendemos de Él la gozosa certidumbre de que el Padre está con nosotros, no nos deja solos. Así imitaremos al Hijo en hacer siempre lo que al Padre le agrada.

Tras un curso Alpha, quiso bautizars «Como soy un bromista, mi esposa al principio no me creyó»

Mickaël compara su pasado y su presente y su mensaje es de esperanza: su encuentro con Dios le ha hecho feliz, con otros será lo mismo.

Mickaël era ateo, pero lo hizo por contentar a un hermano suyo

Tras un curso Alpha, quiso bautizars «Como soy un bromista, mi esposa al principio no me creyó»

Mickaël compara su pasado y su presente y su mensaje es de esperanza: su encuentro con Dios le ha hecho feliz, con otros será lo mismo.

Mickaël fue el mayor de tres hermanos y el ambiente familiar en el que creció fue de “falta de recursos, intimidación y violencia física y verbal”: “No teníamos fe alguna, más bien al contrario, y en esas condiciones uno no puede desenvolver una visión de futuro”, explica en un testimonio recogido por Découvrir Dieu [Descubrir a Dios].

Su “prueba más dura” fue el suicidio de su hermano menor cuando tenía 17 años. Para entonces, Mickaël ya era “totalmente refractario a la religión, y acabaría integrándose en una banda de black metal (rock satánico).

Por amor a su mujer y a su hermano

Luego conoció a una mujer y, tras convivir diez años, se casaron civilmente. A los tres años de matrimonio se divorciaron, en una nueva “prueba” que tenía que atravesar en su vida… justo antes de que todo empezase a cambiar.

Porque entonces conoció a Stéphanie: "Estaba bautizada y era creyente, pero en aquella época no practicante. Yo me había jurado no casarme jamás, pero cuando ella me dijo que o nos casábamos, y por la Iglesia, o nada… dije que sí”.

Un día, el hermano que le quedaba, Sébastien, quien se había convertido, le propuso participar en un curso Alpha. “La primera vez acudí por dos razones”, confiesa: “Primera, porque a consecuencia de todo lo que habíamos vivido durante nuestra infancia, apenas compartía nada con él. Y segunda, y esto tal vez haga sonreír… porque nos daban de comer”.

El efecto Alpha

En efecto, en los cursos Alpha, una iniciativa de primera evangelización, las relaciones se establecen en torno a una comida más o menos formal, donde se favorece la conversación y la libertad absoluta de preguntar dudas o de plantear objeciones a la fe.

Así que Mickaël llegó a la reunión y aprovechó a fondo esa libertad: “Pude hacer preguntas, preguntas duras, yo era aún muy duro. Eran preguntas al ataque. Y debo decir que si bien, por un lado, obtuve respuestas que en ciertos aspectos no me satisficieron en aquel momento, por otro lado sentí la necesidad de volver”.

Completó las diez sesiones del curso: “Aquello me abrió. Abrí mi corazón, abrí mi espíritu, y al final del itinerario Alpha empecé a leer la Biblia. Y experimenté la necesidad de ir a misa. Un día mi esposa me lo propuso: ‘¿Y si fuésemos a misa?’ Le dije: ‘Vale, vamos’. Y a la salida de misa, un día, le dije que quería bautizarme. Como soy un bromista, al principio no me creyó. Se me quedó mirando. Yo insistí: ‘Quiero bautizarme’. Y entonces se echó a llorar, porque comprendió que era verdad”.

Pero a Mickaël le faltaba algo: “Iba a misa todos los domingos, pero me faltaba algo. Antes, cuando no era creyente y rechazaba la religión, para mí los cristianos –no los creyentes, sino los cristianos– eran todos idénticos, eran unos torpes, tenían que ser irreprochables y eran débiles, porque necesitaban un Dios para vivir, mientras que yo no lo necesitaba. Luego comprendí, claro, que era yo quien estaba en el error. Todo el mundo sabe que no es fácil, todos somos pecadores y es una labor de cada día".

El pecado que él encontraba en sí mismo era la violencia de su comportamiento: "En lo que concierne a la violencia, yo reproducía lo que había vivido de joven. Fui físicamente violento, pero también verbalmente, y con las palabras se puede hacer mucho daño, hacen sufrir. Ruego al Señor no volver a utilizar esa forma de expresarme. Lo consigo, no es fácil todos los días, pero lo consigo".

Antes y ahora

Mickaël sigue luchando contra esa tendencia, pero desde su conversión su vida tiene otro cariz: "Siempre estoy acompañado por Cristo, vayan las cosas bien o vayan mal. Se entiende la vida de otra manera, y yo respiro".

Por su trabajo, tiene que desplazarse con frecuencia en automóvil: "Tengo que conducir mucho, siempre estoy solo. Le voy rezando a la Virgen y a Cristo y les pido que llenen de amor el corazón de todos. Eso es lo que nos puede salvar. Solo eso. He visto la diferencia entre el antes y el ahora. Así que, si eso ha funcionado conmigo… ¡también funcionará con los demás!”.

lunes, 30 de marzo de 2020

Santo Evangelio 30 de Marzo 2020



Día litúrgico: Lunes V (A y B) de Cuaresma

Texto del Evangelio (Jn 8,1-11): En aquel tiempo, Jesús se fue al monte de los Olivos. Pero de madrugada se presentó otra vez en el Templo, y todo el pueblo acudía a Él. Entonces se sentó y se puso a enseñarles.

Los escribas y fariseos le llevan una mujer sorprendida en adulterio, la ponen en medio y le dicen: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés nos mandó en la Ley apedrear a estas mujeres. ¿Tú qué dices?». Esto lo decían para tentarle, para tener de qué acusarle. Pero Jesús, inclinándose, se puso a escribir con el dedo en la tierra. Pero, como ellos insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: «Aquel de vosotros que esté sin pecado, que le arroje la primera piedra». E inclinándose de nuevo, escribía en la tierra.

Ellos, al oír estas palabras, se iban retirando uno tras otro, comenzando por los más viejos; y se quedó solo Jesús con la mujer, que seguía en medio. Incorporándose Jesús le dijo: «Mujer, ¿dónde están? ¿Nadie te ha condenado?». Ella respondió: «Nadie, Señor». Jesús le dijo: «Tampoco yo te condeno. Vete, y en adelante no peques más».

«Vete, y en adelante no peques más»

Rev. D. Jordi PASCUAL i Bancells
(Salt, Girona, España)

Hoy contemplamos en el Evangelio el rostro misericordioso de Jesús. Dios es Amor, y Amor que perdona, Amor que se compadece de nuestras flaquezas, Amor que salva. Los maestros de la Ley de Moisés y los fariseos «le llevan una mujer sorprendida en adulterio» (Jn 8,4) y piden al Señor: «¿Tú qué dices?» (Jn 8,5). No les interesa tanto seguir una enseñanza de Jesús como poderlo acusar de que va contra de la Ley de Moisés. Pero el Maestro aprovecha esta ocasión para manifestar que Él ha venido a buscar a los pecadores, a enderezar a los caídos, a llamarlos a la conversión y a la penitencia. Y éste es el mensaje de la Cuaresma para nosotros, ya que todos somos pecadores y todos necesitamos de la gracia salvadora de Dios.

Se dice que hoy día se ha perdido el sentido del pecado. Muchos no saben lo que está bien o mal, ni por qué. Es lo mismo que decir —en forma positiva— que se ha perdido el sentido del Amor a Dios: del Amor que Dios nos tiene, y —por nuestra parte— la correspondencia que este Amor pide. Quien ama no ofende. Quien se sabe amado y perdonado, vuelve amor por Amor: «Preguntaron al Amigo cuál era la fuente del amor. Respondió que aquella donde el Amado nos ha lavado nuestras culpas» (Ramon Llull).

Por esto, el sentido de la conversión y de la penitencia propias de la Cuaresma es ponernos cara a cara ante Dios, mirar a los ojos del Señor en la Cruz, acudir a manifestarle personalmente nuestros pecados en el sacramento de la Penitencia. Y como a la mujer del Evangelio, Jesús nos dirá: «Tampoco yo te condeno... En adelante no peques más» (Jn 8,11). Dios perdona, y esto conlleva por nuestra parte una exigencia, un compromiso: ¡No peques más!

Cántico: FELICIDAD DEL PUEBLO REDIMIDO Jr 31, 10-14

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Cántico: FELICIDAD DEL PUEBLO REDIMIDO Jr 31, 10-14

Escuchad, pueblos, la palabra del Señor,
anunciadla en las islas remotas:
«El que dispersó a Israel lo reunirá,
lo guardará como un pastor a su rebaño;
porque el Señor redimió a Jacob,
lo rescató de una mano más fuerte.»

Vendrán con aclamaciones a la altura de Sión,
afluirán hacia los bienes del Señor:
hacia el trigo y el vino y el aceite,
a los rebaños de ovejas y de vacas; 
su alma será como un huerto regado,
y no volverán a desfallecer.

Entonces se alegrará la doncella en la danza,
gozarán los jóvenes y los viejos;
convertiré su tristeza en gozo,
los alegraré y aliviaré sus penas;
alimentaré a los sacerdotes con manjares sustanciosos,
y mi pueblo se saciará de mis bienes.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

domingo, 29 de marzo de 2020

Santo Evangelio 29 de marzo 2020


Día litúrgico: Domingo V (A) de Cuaresma


Texto del Evangelio (Jn 11,1-45): En aquel tiempo, había un cierto enfermo, Lázaro, de Betania, pueblo de María y de su hermana Marta. María era la que ungió al Señor con perfumes y le secó los pies con sus cabellos; su hermano Lázaro era el enfermo.

Las hermanas enviaron a decir a Jesús: «Señor, aquel a quien tú quieres, está enfermo». Al oírlo Jesús, dijo: «Esta enfermedad no es de muerte, es para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella». Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. Cuando se enteró de que estaba enfermo, permaneció dos días más en el lugar donde se encontraba.

Al cabo de ellos, dice a sus discípulos: «Volvamos de nuevo a Judea». Le dicen los discípulos: «Rabbí, con que hace poco los judíos querían apedrearte, ¿y vuelves allí?». Jesús respondió: «¿No son doce las horas del día? Si uno anda de día, no tropieza, porque ve la luz de este mundo; pero si uno anda de noche, tropieza, porque no está la luz en él». Dijo esto y añadió: «Nuestro amigo Lázaro duerme; pero voy a despertarle». Le dijeron sus discípulos: «Señor, si duerme, se curará». Jesús lo había dicho de su muerte, pero ellos creyeron que hablaba del descanso del sueño. Entonces Jesús les dijo abiertamente: «Lázaro ha muerto, y me alegro por vosotros de no haber estado allí, para que creáis. Pero vayamos donde él». Entonces Tomás, llamado el Mellizo, dijo a los otros discípulos: «Vayamos también nosotros a morir con Él».

Cuando llegó Jesús, se encontró con que Lázaro llevaba ya cuatro días en el sepulcro. Betania estaba cerca de Jerusalén como a unos quince estadios, y muchos judíos habían venido a casa de Marta y María para consolarlas por su hermano. Cuando Marta supo que había venido Jesús, le salió al encuentro, mientras María permanecía en casa. Dijo Marta a Jesús: «Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano. Pero aun ahora yo sé que cuanto pidas a Dios, Dios te lo concederá». Le dice Jesús: «Tu hermano resucitará». Le respondió Marta: «Ya sé que resucitará en la resurrección, el último día». Jesús le respondió: «Yo soy la resurrección. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?». Le dice ella: «Sí, Señor, yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que iba a venir al mundo».

Dicho esto, fue a llamar a su hermana María y le dijo al oído: «El Maestro está ahí y te llama». Ella, en cuanto lo oyó, se levantó rápidamente, y se fue donde Él. Jesús todavía no había llegado al pueblo; sino que seguía en el lugar donde Marta lo había encontrado. Los judíos que estaban con María en casa consolándola, al ver que se levantaba rápidamente y salía, la siguieron pensando que iba al sepulcro para llorar allí. Cuando María llegó donde estaba Jesús, al verle, cayó a sus pies y le dijo: «Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto». Viéndola llorar Jesús y que también lloraban los judíos que la acompañaban, se conmovió interiormente, se turbó y dijo: «¿Dónde lo habéis puesto?». Le responden: «Señor, ven y lo verás». Jesús se echó a llorar. Los judíos entonces decían: «Mirad cómo le quería». Pero algunos de ellos dijeron: «Este, que abrió los ojos del ciego, ¿no podía haber hecho que éste no muriera?».

Entonces Jesús se conmovió de nuevo en su interior y fue al sepulcro. Era una cueva, y tenía puesta encima una piedra. Dice Jesús: «Quitad la piedra». Le responde Marta, la hermana del muerto: «Señor, ya huele; es el cuarto día». Le dice Jesús: «¿No te he dicho que, si crees, verás la gloria de Dios?». Quitaron, pues, la piedra. Entonces Jesús levantó los ojos a lo alto y dijo: «Padre, te doy gracias por haberme escuchado. Ya sabía yo que tú siempre me escuchas; pero lo he dicho por estos que me rodean, para que crean que tú me has enviado». Dicho esto, gritó con fuerte voz: «¡Lázaro, sal fuera!». Y salió el muerto, atado de pies y manos con vendas y envuelto el rostro en un sudario. Jesús les dice: «Desatadlo y dejadle andar».

Muchos de los judíos que habían venido a casa de María, viendo lo que había hecho, creyeron en Él.


«Yo soy la resurrección. El que cree en mí, aunque muera, vivirá»

Dr. Johannes VILAR
(Köln, Alemania)

Hoy, la Iglesia nos presenta un gran milagro: Jesús resucita a un difunto, muerto desde hacía varios días.

La resurrección de Lázaro es “tipo” de la de Cristo, que vamos a conmemorar próximamente. Jesús dice a Marta que Él es la «resurrección» y la vida (cf. Jn 11,25). A todos nos pregunta: «¿Crees esto?» (Jn 11,26). ¿Creemos que en el bautismo Dios nos ha regalado una nueva vida? Dice san Pablo que nosotros somos una nueva criatura (cf. 2Cor 5,17). Esta resurrección es el fundamento de nuestra esperanza, que se basa no en una utopía futura, incierta y falsa, sino en un hecho: «¡Es verdad! ¡El Señor ha resucitado!» (Lc 24,34).

Jesús manda: «Desatadlo y dejadle andar» (Jn 11,34). La redención nos ha liberado de las cadenas del pecado, que todos padecíamos. Decía el Papa León Magno: «Los errores fueron vencidos, las potestades sojuzgadas y el mundo ganó un nuevo comienzo. Porque si padecemos con Él, también reinaremos con Él (cf. Rom 8,17). Esta ganancia no sólo está preparada para los que en el nombre del Señor son triturados por los sin-dios. Pues todos los que sirven a Dios y viven en Él están crucificados en Cristo, y en Cristo conseguirán la corona».

Los cristianos estamos llamados, ya en esta tierra, a vivir esta nueva vida sobrenatural que nos hace capaces de dar crédito de nuestra suerte: ¡siempre dispuestos a dar respuesta a todo el que nos pida razón de nuestra esperanza! (cf. 1Pe 3,15). Es lógico que en estos días procuremos seguir de cerca a Jesús Maestro. Tradiciones como el Vía Crucis, la meditación de los Misterios del Rosario, los textos de los evangelios, todo... puede y debe sernos una ayuda.

Nuestra esperanza está también puesta en María, Madre de Jesucristo y nuestra Madre, que es a su vez un icono de la esperanza: al pié de la Cruz esperó contra toda esperanza y fue asociada a la obra de su Hijo.

Una bendición papal que sólo se suele impartir en Navidad y Pascua, con indulgencia plenaria


Oración con bendición Urbi et Orbi este 27 de marzo en la Plaza de San Pedro, en lo peor de la pandemia del coronavirus

Una bendición papal que sólo se suele impartir en Navidad y Pascua, con indulgencia plenaria

Bendición Urbi et Orbi: fuego, agua, aire y piedra en la invocación al Señor de los elementos

Oración con bendición Urbi et Orbi este 27 de marzo en la Plaza de San Pedro, en lo peor de la pandemia del coronavirus

Los cuatro elementos parecieron someterse a la liturgia especialísima de este viernes a las seis de la tarde para pedir a Dios por el fin del coronavirus, mientras resonaba el Evangelio de la barca en la tormenta, donde despierta Aquél a quien incluso los elementos obedecen.  ¿Quién es éste, que aun los vientos y el mar le obedecen?, se asombraban los discípulos en las palabras bíblicas. 

Los braseros con fuego evocaban la Roma de antaño, el humo ascendía a un cielo de azul cada vez más oscuro, la humilde hermana agua cubría las losas de la Plaza de San Pedro reflejando luces y colores y el mismo Papa Francisco recordó que el escenario de piedra marcaba el lugar de la tumba de Pedro, la piedra en la que Cristo edificó su Iglesia. 

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El contexto era el más duro: Italia acababa de contabilizar 919 muertos más en las últimas 24 horas, superando los 9.000 muertos desde que empezó la crisis hace un mes. España contabilizaba 769 fallecidos en sus últimas 24 horas, y más de 4.800 desde el inicio.

El Papa Francisco llegó caminando  bajo la fina lluvia, solo, simbolizando la humildad con la que la Iglesia acude necesitada a Cristo en tiempos de zozobra. Toda la liturgia de la tarde se realizó con gran austeridad, excepto por la custodia dorada y de cristal en la adoración. El coro de la Capilla Sixtina, mínimo. Los acompañantes en la oración, apenas una docena muy repartidos. En la plaza, sólo algunos guardias y trabajadores.

El antiguo icono de María Salud del Pueblo Romano estaba a un lado de la entrada de la basílica, protegido de la lluvia. Al otro lado, el Cristo de la iglesia de San Marcelo, a quien se le atribuye haber detenido la peste de 1522. Ante ambas imágenes rezó el Papa Francisco antes de iniciar la adoración propiamente dicha.

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Era una oración excepcional: una bendición Urbi et Orbi [A la ciudad y al mundo] con indulgencia plenaria para quienes la sigan a través de los medios de comunicación, algo insólito, ya que sólo se hace en Navidad y en Pascua. El Papa Francisco animaba así a muchos a unirse en oración pidiendo el final de la pandemia de coronavirus y el bien para los enfermos y difuntos. Al empezar la oración, 150.000 personas la seguían en el canal de YouTube del Vaticano en lengua española. Al finalizar, eran más de 500.000. A las que hay que sumar numerosas televisiones de todo el mundo, cadenas de radio, otros canales de Internet en otros idiomas... una multitud se unía a ese espacio tan vacío.

"A la pandemia del virus queremos responder con la universalidad de la oración, de la compasión, de la ternura", había explicado ya el Papa el pasado domingo, cuando después del Angelus anunció el acto. La indulgencia que sana la purificación en el Purgatorio se podía ganar en este caso siguiendo la oración en los medios, arrepintiéndose de todo pecado y teniendo la intención de confesarse y comulgar lo antes posible... cuando lo permitan las circunstancias sanitarias. 

Un largo comentario sobre la barca en la tormenta

El Papa reflexionó largo tiempo sobre el texto del Evangelio de San Marcos que recoge la escena de Jesús durmiendo en la barca mientras los discípulos parecen indignarse.

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“La tempestad desenmascara nuestra vulnerabilidad y deja al descubierto esas falsas y superfluas seguridades con las que habíamos construido nuestras agendas, proyectos, rutinas y prioridades”, leyó el Papa Francisco. 

La tempestad también nos muestra “cómo habíamos dejado dormido y abandonado lo que alimenta, sostiene y da fuerza a nuestra vida y a nuestra comunidad” y pone al descubierto “todas esas tentativas de anestesiar con aparentes rutinas “salvadoras”, incapaces de apelar a nuestras raíces y evocar la memoria de nuestros ancianos, privándonos así de la inmunidad necesaria para hacerle frente a la adversidad”.

Pero esta tempestad también nos quita el “maquillaje” de los estereotipos con los que disfrazábamos egos pretenciosos y deja al descubierto “esa (bendita) pertenencia común de la que no podemos ni queremos evadirnos; esa pertenencia de hermanos”.

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“Mientras estamos en mares agitados, te suplicamos: “Despierta, Señor””. El Papa asegura que hemos avanzado rápidamente, sintiéndonos fuertes y capaces de todo y codiciosos de ganancias – dice – “nos hemos dejado absorber por lo material y trastornar por la prisa”. Es en este momento en el que el Papa, dirigiéndose al Señor, asegura que “no nos hemos detenido ante sus llamadas”, tampoco “nos hemos despertado ante guerras e injusticias del mundo” ni “hemos escuchado el grito de los pobres y de nuestro planeta gravemente enfermo”. De hecho, dice, “hemos continuado imperturbables, pensando en mantenernos siempre sanos en un mundo enfermo”.

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En esta Cuaresma resuena la llamada urgente: “Convertíos”

“Señor, nos diriges una llamada, una llamada a la fe. Que no es tanto creer que Tú existes, sino ir hacia ti y confiar en ti”, exhortó el Pontífice. En esta Cuaresma resuena la llamada urgente: “Convertíos” en la que se nos llama a tomar este tiempo de prueba como un momento de elección. “No es el momento de Tu juicio, sino de nuestro juicio – asegura el Papa – el tiempo para elegir entre lo que cuenta verdaderamente y lo que pasa, para separar lo que es necesario de lo que no lo es”. También es el tiempo “de restablecer el rumbo de la vida hacia ti, Señor, y hacia los demás”, puntualiza.

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El Papa recordó a "compañeros de viaje ejemplares" pero muchas “corrientemente olvidadas”, que no aparecen “en portadas de diarios y de revistas, ni en las grandes pasarelas del último show” pero, sin lugar a dudas, “están escribiendo hoy los acontecimientos decisivos de nuestra historia: médicos, enfermeros y enfermeras, encargados de reponer los productos en los supermercados, limpiadoras, cuidadoras, transportistas, fuerzas de seguridad, voluntarios, sacerdotes, religiosas y tantos pero tantos otros que comprendieron que nadie se salva solo”.

La oración y el servicio silencioso son nuestras armas vencedoras

El comienzo de la fe es saber que necesitamos la salvación. “Invitemos a Jesús a la barca de nuestra vida” nos pide el Papa y “entreguémosle nuestros temores, para que los venza”. Francisco asegura que si hacemos esto, experimentaremos, al igual que los discípulos, que con Él a bordo, no se naufraga”. En este sentido, el Papa nos hace un ejemplo gráfico: “Tenemos un ancla: en su Cruz hemos sido salvados. Tenemos un timón: en su Cruz hemos sido rescatados. Tenemos una esperanza: en su Cruz hemos sido sanados y abrazados para que nadie ni nada nos separe de su amor redentor”. Efectivamente, los cristianos antiguos, que no usaban casi nunca el signo de la Cruz (aún lo usaban las autoridades en crueles ejecuciones), sí aludían a él dibujando anclas y mástiles de barcas.

Al final de su reflexión, el Papa ha pedido al Señor que bendiga “al mundo”, de salud “a los cuerpos” y consuele “los corazones”. “Nos pides que no sintamos temor, pero nuestra fe es débil y tenemos miedo”, concluyó su texto.



Fuente: Religión en Libertad

sábado, 28 de marzo de 2020

Santo Evangelio 28 de marzo 2020


Día litúrgico: Sábado IV de Cuaresma


Texto del Evangelio (Jn 7,40-53): En aquel tiempo, muchos entre la gente, que habían escuchado a Jesús, decían: «Éste es verdaderamente el profeta». Otros decían: «Éste es el Cristo». Pero otros replicaban: «¿Acaso va a venir de Galilea el Cristo? ¿No dice la Escritura que el Cristo vendrá de la descendencia de David y de Belén, el pueblo de donde era David?».

Se originó, pues, una disensión entre la gente por causa de Él. Algunos de ellos querían detenerle, pero nadie le echó mano. Los guardias volvieron donde los sumos sacerdotes y los fariseos. Estos les dijeron: «¿Por qué no le habéis traído?». Respondieron los guardias: «Jamás un hombre ha hablado como habla ese hombre». Los fariseos les respondieron: «¿Vosotros también os habéis dejado embaucar? ¿Acaso ha creído en Él algún magistrado o algún fariseo? Pero esa gente que no conoce la Ley son unos malditos».

Les dice Nicodemo, que era uno de ellos, el que había ido anteriormente donde Jesús: «¿Acaso nuestra Ley juzga a un hombre sin haberle antes oído y sin saber lo que hace?». Ellos le respondieron: «¿También tú eres de Galilea? Indaga y verás que de Galilea no sale ningún profeta». Y se volvieron cada uno a su casa.

«Jamás un hombre ha hablado como habla ese hombre»

Abbé Fernand ARÉVALO
(Bruxelles, Bélgica)

Hoy el Evangelio nos presenta las diferentes reacciones que producían las palabras de nuestro Señor. No nos ofrece este texto de Juan ninguna palabra del Maestro, pero sí las consecuencias de lo que Él decía. Unos pensaban que era un profeta; otros decían «Éste es el Cristo» (Jn 7,41).

Verdaderamente, Jesucristo es ese “signo de contradicción” que Simeón había anunciado a María (cf. Lc 2,34). Jesús no dejaba indiferentes a quienes le escuchaban, hasta el punto de que en esta ocasión y en muchas otras «se originó, pues, una disensión entre la gente por causa de Él» (Jn 7,43). La respuesta de los guardias, que pretendían detener al Señor, centra la cuestión y nos muestra la fuerza de las palabras de Cristo: «Jamás un hombre ha hablado como habla ese hombre» (Jn 7,46). Es como decir: sus palabras son diferentes; no son palabras huecas, llenas de soberbia y falsedad. El es “la Verdad” y su modo de decir refleja este hecho.

Y si esto sucedía con relación a sus oyentes, con mayor razón sus obras provocaban muchas veces el asombro, la admiración; y, también, la crítica, la murmuración, el odio... Jesucristo hablaba el “lenguaje de la caridad”: sus obras y sus palabras manifestaban el profundo amor que sentía hacía todos los hombres, especialmente hacia los más necesitados.

Hoy como entonces, los cristianos somos —hemos de ser— “signo de contradicción”, porque hablamos y actuamos no como los demás. Nosotros, imitando y siguiendo a Jesucristo, hemos de emplear igualmente “el lenguaje de la caridad y del cariño”, lenguaje necesario que, en definitiva, todos son capaces de comprender. Como escribió el Santo Padre Benedicto XVI en su encíclica Deus caritas est, «el amor —caritas— siempre será necesario, incluso en la sociedad más justa (...). Quien intenta desentenderse del amor se dispone a desentenderse del hombre en cuanto hombre

viernes, 27 de marzo de 2020

Santo Evangelio 27 de marzo 2020



Día litúrgico: Sábado II de Cuaresma


Texto del Evangelio (Lc 15,1-3.11-32): En aquel tiempo, viendo que todos los publicanos y los pecadores se acercaban a Jesús para oírle, los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: «Este acoge a los pecadores y come con ellos». Entonces les dijo esta parábola. «Un hombre tenía dos hijos; y el menor de ellos dijo al padre: ‘Padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde’. Y él les repartió la hacienda. Pocos días después el hijo menor lo reunió todo y se marchó a un país lejano donde malgastó su hacienda viviendo como un libertino. Cuando hubo gastado todo, sobrevino un hambre extrema en aquel país, y comenzó a pasar necesidad. Entonces, fue y se ajustó con uno de los ciudadanos de aquel país, que le envió a sus fincas a apacentar puercos. Y deseaba llenar su vientre con las algarrobas que comían los puercos, pero nadie se las daba. Y entrando en sí mismo, dijo: ‘¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, mientras que yo aquí me muero de hambre! Me levantaré, iré a mi padre y le diré: Padre, pequé contra el cielo y ante ti. Ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros’. Y, levantándose, partió hacia su padre.

»Estando él todavía lejos, le vio su padre y, conmovido, corrió, se echó a su cuello y le besó efusivamente. El hijo le dijo: ‘Padre, pequé contra el cielo y ante ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo’. Pero el padre dijo a sus siervos: ‘Traed aprisa el mejor vestido y vestidle, ponedle un anillo en su mano y unas sandalias en los pies. Traed el novillo cebado, matadlo, y comamos y celebremos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado’. Y comenzaron la fiesta.

»Su hijo mayor estaba en el campo y, al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la música y las danzas; y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello. El le dijo: ‘Ha vuelto tu hermano y tu padre ha matado el novillo cebado, porque le ha recobrado sano’. Él se irritó y no quería entrar. Salió su padre, y le suplicaba. Pero él replicó a su padre: ‘Hace tantos años que te sirvo, y jamás dejé de cumplir una orden tuya, pero nunca me has dado un cabrito para tener una fiesta con mis amigos; y ¡ahora que ha venido ese hijo tuyo, que ha devorado tu hacienda con prostitutas, has matado para él el novillo cebado!’ Pero él le dijo: ‘Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero convenía celebrar una fiesta y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto, y ha vuelto a la vida; estaba perdido, y ha sido hallado’».


«Me levantaré, iré a mi padre y le diré: Padre, pequé contra el cielo y ante ti»

Rev. D. Antoni CAROL i Hostench
(Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)

Hoy vemos la misericordia, la nota distintiva de Dios Padre, en el momento en que contemplamos una Humanidad “huérfana”, porque —desmemoriada— no sabe que es hija de Dios. Cronin habla de un hijo que marchó de casa, malgastó dinero, salud, el honor de la familia... cayó en la cárcel. Poco antes de salir en libertad, escribió a su casa: si le perdonaban, que pusieran un pañuelo blanco en el manzano, tocando la vía del tren. Si lo veía, volvería a casa; si no, ya no le verían más. El día que salió, llegando, no se atrevía a mirar... ¿Habría pañuelo? «¡Abre tus ojos!... ¡mira!», le dice un compañero. Y se quedó boquiabierto: en el manzano no había un solo pañuelo blanco, sino centenares; estaba lleno de pañuelos blancos.

Nos recuerda aquel cuadro de Rembrandt en el que se ve cómo el hijo que regresa, desvalido y hambriento, es abrazado por un anciano, con dos manos diferentes: una de padre que le abraza fuerte; la otra de madre, afectuosa y dulce, le acaricia. Dios es padre y madre...

«Padre, he pecado» (cf. Lc 15,21), queremos decir también nosotros, y sentir el abrazo de Dios en el sacramento de la confesión, y participar en la fiesta de la Eucaristía: «Comamos y celebremos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida» (Lc 15,23-24). Así, ya que «Dios nos espera —¡cada día!— como aquel padre de la parábola esperaba a su hijo pródigo» (San Josemaría), recorramos el camino con Jesús hacia el encuentro con el Padre, donde todo se aclara: «El misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado» (Concilio Vaticano II).

El protagonista es siempre el Padre. Que el desierto de la Cuaresma nos lleve a interiorizar esta llamada a participar en la misericordia divina, ya que la vida es un ir regresando al Padre.

Guillermo, padre de 5 hijos y evangelizador todoterreno: su muerte por coronavirus, testimonio de

Guillermo y Pilar, con sus cinco hijos durante el pasado Adviento.

Guillermo, padre de 5 hijos y evangelizador todoterreno: su muerte por coronavirus, testimonio de


Guillermo y Pilar, con sus cinco hijos durante el pasado Adviento.


El pasado domingo fallecía en el Hospital Gregorio Marañón de Madrid Guillermo Gómez tras haber estado varias semanas en la UCI y ser uno de los primeros casos de coronavirus diagnosticados en España. Deja a su mujer Pilar y cinco hijos: Juan, Belén, Isa, Clara y el pequeño Guille de seis años.

Muchos conocieron la noticia de su fallecimiento cuando lo anunció la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, que a través de Twitter escribía: “Acaba de fallecer mi primo Guille. Padre de 5 niños maravillosos, un marido ejemplar. Los que estáis contagiados, hayáis perdido a familiares o estéis desesperados por estar encerrados, sabed que no estáis solos”.

Una vida dedicada al Evangelio y a su familia

Sin embargo, otros muchos conocían a Guillermo y a su mujer Pilar por su vida entregada al Evangelio, a la familia y a la vida. Dedicaban una gran parte de su tiempo, pese a ser una familia numerosa, a las pastorales de su parroquia. Eran unos de los grandes colaboradores del sacerdote José Manuel Horcajo, párroco de San Ramón Nonato, en Puente de Vallecas, una de las iglesias más vivas de todo Madrid.

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Este párroco explica a Religión en Libertad que Guillermo y Pilar han sido una parte fundamental en el funcionamiento de la parroquia, y por tanto, clave en el impresionante éxito que está teniendo: dirigían el COF parroquia, eran responsables de un grupo de matrimonios, apadrinaban a parejas con problemas, colaboraban en el comedor social, ella ayudaba en la Escuela de padres y él en las misas dominicales tocando el órgano, formando al coro y dando clases de guitarra.

Esta prueba de enfermedad y muerte la afrontó esta familia desde la fe, de la misma manera que habían vivido su vida, siempre poniendo a Jesús lo primero. Todo empezó cuando el día del cumpleaños de una de sus hijas se empezó a encontrar mal y a tener fiebre. Los síntomas no remitían y finalmente tuvo que ser ingresado. Al ser uno de los primeros casos de coronavirus en España todavía no había muchos datos. Y finalmente el 3 de marzo fue ingresado en la UCI, dio positivo por coronavirus y allí ha permanecido hasta su muerte el pasado domingo.

"Cristo está conmigo en la cruz"

Como en muchos de los casos que se van conociendo, lo más duro para Pilar fue no poder estar a su lado. Aún así, ella se agarró a Dios y explicaba a Aleteia: “Es muy duro pero a mí me está sosteniendo Cristo. Sentir que Él está conmigo en la cruz y yo con Él y que nos acompañamos, y saber que Guillermo está en sus manos es lo que me da fuerzas”.

En las semanas que Guillermo estaba en la UCI tanto Pilar como sus hijos vivieron volcados en la oración. “Rezamos cada día el Rosario y estamos haciendo una novena a San José que hemos terminado y recomendado. También pedimos por todos los que están en situaciones similares”, afirmaba Pilar en ese momento.

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La aceptación de la muerte

Pero la fe que les hacía creer en la recuperación de su marido y su padre, también ayudó a esta familia a aceptar la inminente muerte que se acercaba. Así, la mujer de Guillermo explicaba igualmente que “hay días que he estado muy mal, pero ahora lo estoy viviendo con más paz, con aceptación. El vivirlo con aceptación te ayuda a vivir todo con menos desesperación, con el sufrimiento de no verle pero con la paz de que al final es la voluntad de Dios pase lo que pase”.

“Agradezco tantos mensajes de apoyo y oración. Esto a mí me da la vida. El saber que hay mucha gente rezando por él. Que al final si no se cura, es porque hay un bien mayor. Es algo muy duro, muy fuerte, pero también a la vez Dios te concede ver el amor de los demás, de cómo nos quiere. Y eso, es algo muy grande”, escribía también poco antes de la muerte de Guillermo.

Pocas personas conocen mejor a esta familia desde el punto de vista de la fe que el padre Horcajo, su párroco, y del que han sido fieles y grandes colaboradores. De hecho, Guillermo y Pilar acompañaron a este sacerdote a la I Edición de los Premios Religión en Libertad, donde salieron junto al párroco a recoger el galardón ‘Caridad en Acción’.

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Guillermo, a la derecha de la imagen durante la entrega de los premios ReL, en la que fue reconocida la labor de la parroquia San Ramón Nonato. En el centro, el padre Horcajo.

"Dios tiene sus planes"

“Cuando el martes tres de marzo me llamó Pilar diciendo que Guillermo estaba en la UCI del Gregorio Marañón, salí pitando hacia allí por si llegaba a darle la unción de los enfermos. Llegué justito y no me dejaban pasar –era el primer caso de coronavirus de ese hospital- pero insistió Pilar y pude entrar –plastificado higiénicamente- y le ungí con el óleo de los enfermos antes de sedarle e intubarle”, recuerda José Manuel Horcajo.

Tras salir de la UCI, Pilar se puso a llorar emocionada. Este sacerdote afirma que “yo pensaba que saldría adelante; también ella. Nos dijeron que debíamos ir a una sala de espera especial, aislada, porque no tenían muy claro todavía el protocolo de actuación. En aquella hora y media de espera, hasta que pudo verle de nuevo, sedado, rezamos el rosario y hablamos de Dios, de su amor, de su bondad, en medio de aquella tragedia”.

De este modo, el padre Horcajo confiesa también que “hemos estado rezando mucho por su curación. Dios tiene sus planes, más altos y mejores que los nuestros. Desde la fiesta de san José, Pilar se quedó muy tranquila. Podía comulgar a diario en su casa y había hecho una novena a San José. Un amigo le había regalado aquel día una imagen de San José dormido, y se imaginó también a su marido durmiendo con él.

El domingo 22 de marzo, Pilar fue a despedirse de él a la UCI. Este sacerdote le mandó un audio con su bendición. “Yo rezaba de rodillas –señala él- frente a una imagen de la Sagrada Familia. A las tres de la tarde me mandó un mensaje: ‘Ya se ha ido con el Padre’”.

Un matrimonio todoterreno en una parroquia viva

Horcajo hace además para ReL un recorrido por la vida de este matrimonio y en él queda claro que Dios era junto a sus hijos lo más importante en la vida. Y así lo manifestaban con obras.

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Ambos iniciaron su noviazgo en el Verbum Dei, a cuyo instituto han estado vinculados desde su juventud. "Guillermo y Pilar habían tomado una opción firme de dedicación a la familia, aunque causara una merma en los ingresos económicos y llevar una vida austera y sin posibles excesos”, cuenta el párroco. Tras un despido en una multinacional, Guillermo consiguió un puesto de profesor en un colegio salesiano. Ella, por su parte, se hizo monitora del método de fertilidad Creighton (Naprotecnología), respetuoso con la visión cristiana. Esto le permitió seguir con su apostolado familiar a la vez que cuidaba de su familia. Actualmente se dedica a atender a familias que desean tener hijos.

Horcajo recuerda que para esta familia “la parroquia ha sido siempre su casa”. Cada domingo llegan a las nueve y media de la mañana para las clases de guitarra, que impartía gratuitamente Guillermo, y el ensayo del coro familiar para la misa de once, la misa de familias. Guillermo enseñaba los rudimentos de los acordes y ensayaba nuevas canciones. Al terminar la misa de familias, él se quedaba a tocar el órgano en la misa de doce y de una. Pilar, mientras tanto atendía la escuela de padres. Al terminar regresaban a casa para comer.

“Al estar un barrio como el de Puente de Vallecas, han visto a diario muchas necesidades y colaboran con el comedor social. Pero de forma anónima se han hecho cargo de algunos problemas de familias del barrio. También, con delicadeza, han dado ayudas en momentos difíciles. Apadrinaban a parejas con graves problemas e incluso les tenían durante largas temporadas viviendo en su casa, donde ya quedaba poco espacio. Cuando se quedaron en paro y les dieron donativo, no lo cogieron para ellos, sino que lo dieron a una familia más necesitada”, revela este sacerdote.

Ayudar siempre a los matrimonios

Además, Guillermo y Pilar eran los responsables de un grupo de matrimonios de la parroquia que se reúne un domingo al mes. Animan a los matrimonios asistentes a cuidar su familia y dar testimonio de fe ante otras.

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Por otro lado, el párroco de San Ramón Nonato afirma que “su labor más iluminadora es la dirección del Centro de Orientación Familiar (COF), donde se atienden a unas cien familias, en diversos proyectos formativos, sanadores, experienciales y comunitarios. La coordinación de los doce proyectos en marcha suponen un reto importante de su dedicación a la pastoral familiar. Guillermo y Pilar se empeñaban especialmente en la formación de los matrimonios para que fueran luz de las familias. Cursaron varias asignaturas del Máster de Familia del Pontificio Instituto Juan Pablo II para profundizar en la misión familiar. Han dado charlas, cursos, preparaban la convivencia de revisión matrimonial que se impartían una vez al mes. Por sus manos habrán pasado más de quinientos matrimonios”.

Por último, Horcajo cuenta que la opción radical por la familia se perfilaba en múltiples detalles: “la televisión está en su rincón y solo se pone para ciertos programas. El rosario diario antes de cenar, de forma participativa, con el pequeño Guille cogiendo las bolitas del rosario y gastando bromas. La misa diaria de los padres con los más mayores. Los cinco hijos son unos católicos convencidos y firmes en su fe con el deseo de evangelizar a sus compañeros. Hasta el pequeño Guille se ha inscrito en los monaguillos de la parroquia. Todos tienen dirección espiritual”.

Fuente: Religión en Libertad

jueves, 26 de marzo de 2020

Santo Evangelio 26 de marzo 2020


Día litúrgico: Jueves IV de Cuaresma

Texto del Evangelio (Jn 5,31-47): En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: «Si yo diera testimonio de mí mismo, mi testimonio no sería válido. Otro es el que da testimonio de mí, y yo sé que es válido el testimonio que da de mí. Vosotros mandasteis enviados donde Juan, y él dio testimonio de la verdad. No es que yo busque testimonio de un hombre, sino que digo esto para que os salvéis. Él era la lámpara que arde y alumbra y vosotros quisisteis recrearos una hora con su luz. Pero yo tengo un testimonio mayor que el de Juan; porque las obras que el Padre me ha encomendado llevar a cabo, las mismas obras que realizo, dan testimonio de mí, de que el Padre me ha enviado. Y el Padre, que me ha enviado, es el que ha dado testimonio de mí. Vosotros no habéis oído nunca su voz, ni habéis visto nunca su rostro, ni habita su palabra en vosotros, porque no creéis al que Él ha enviado.

»Vosotros investigáis las escrituras, ya que creéis tener en ellas vida eterna; ellas son las que dan testimonio de mí; y vosotros no queréis venir a mí para tener vida. La gloria no la recibo de los hombres. Pero yo os conozco: no tenéis en vosotros el amor de Dios.

»Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibís; si otro viene en su propio nombre, a ése le recibiréis. ¿Cómo podéis creer vosotros, que aceptáis gloria unos de otros, y no buscáis la gloria que viene del único Dios? No penséis que os voy a acusar yo delante del Padre. Vuestro acusador es Moisés, en quién habéis puesto vuestra esperanza. Porque, si creyerais a Moisés, me creeríais a mí, porque él escribió de mí. Pero, si no creéis en sus escritos, ¿cómo vais a creer en mis palabras?».


«Si yo diera testimonio de mí mismo, mi testimonio no sería válido»

Rev. D. Miquel MASATS i Roca
(Girona, España)

Hoy, el Evangelio nos enseña cómo Jesús hace frente a la siguiente objeción: según se lee en Dt 19,15, para que un testimonio tenga valor es necesario que proceda de dos o tres testigos. Jesús alega a favor suyo el testimonio de Juan el Bautista, el testimonio del Padre —que se manifiesta en los milagros obrados por Él— y, finalmente, el testimonio de las Escrituras.

Jesucristo echa en cara a los que le escuchan tres impedimentos que tienen para reconocerle como al Mesías Hijo de Dios: la falta de amor a Dios; la ausencia de rectitud de intención —buscan sólo la gloria humana— y que interpretan las Escrituras interesadamente.

El Santo Padre San Juan Pablo II nos escribía: «A la contemplación del rostro de Cristo tan sólo se llega escuchando en el Espíritu la voz del Padre, ya que nadie conoce al Hijo fuera del Padre (cf. Mt 11,27). Así, pues, se necesita la revelación del Altísimo. Pero, para acogerla, es indispensable ponerse en actitud de escuchar».

Por esto, hay que tener en cuenta que, para confesar a Jesucristo como verdadero Hijo de Dios, no es suficiente con las pruebas externas que se nos proponen; es muy importante la rectitud en la voluntad, es decir, las buenas disposiciones.

En este tiempo de Cuaresma, intensificando las obras de penitencia que facilitan la renovación interior, mejoraremos nuestras disposiciones para contemplar el verdadero rostro de Cristo. Por esto, san Josemaría nos dice: «Ese Cristo, que tú ves, no es Jesús. —Será, en todo caso, la triste imagen que pueden formar tus ojos turbios...—Purifícate. Clarifica tu mirada con la humildad y la penitencia. Luego... no te faltarán las limpias luces del Amor. Y tendrás una visión perfecta. Tu imagen será realmente la suya: ¡Él!».

De vicios y fiestas a las misiones: una experiencia de muertes y una oración le devolvieron a Dios

William lleva 12 años en los Siervos del Hogar de la Madre, de ellos 4 en las misiones de Ecuador. Pronto será sacerdote.

William es siervo del Hogar de la Madre y pronto será sacerdote

De vicios y fiestas a las misiones: una experiencia de muertes y una oración le devolvieron a Dios

William lleva 12 años en los Siervos del Hogar de la Madre, de ellos 4 en las misiones de Ecuador. Pronto será sacerdote.

William Andrés Esparza será pronto sacerdote de la Comunidad de los Siervos del Hogar de la Madre, una nueva realidad nacida en España y que se ha ido extendiendo por todo el mundo con gran rapidez.

Este seminarista colombiano se encuentra en estos momentos estudiando en Roma gracias a una beca de CARF (Centro Académico Romano Fundación), donde se prepara para la misión que le espera. Pero además ya estado con su comunidad en numerosos lugares de misión llevando el amor de Dios y el Evangelio. Pero William no siempre ha querido anunciar a Cristo, sino que durante mucho tiempo le rechazó y vivió completamente alejado.

En su testimonio, este colombiano cuenta que creció en una familia católica pero poco practicante. Esto se tradujo en que al poco de recibir los sacramentos de la confesión y confirmación “comenzaron mis luchas” y afirma que comenzó “a vivir una vida fácil y placentera, sin tantos compromisos. Estaba completamente seducido por las cosas del mundo”.

En su vida ya “no necesitaba de Dios, ni siquiera a mi familia” y comenzó a adorar a sus propios dioses: “lo que está de moda, el placer, un mundo de vicios, el alcohol, y para poder satisfacer todos mis vicios y caprichos necesitaba dinero, así que éste empezó a ser otro de mis grandes dioses: el deseo de poseer y poseer”.

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Una tarde de domingo después de varios días de fiesta, William entró en la habitación de su madre y la vio llorar de dolor. Entonces, con la voz rota, le dijo: “’William, ¿hasta cuándo me vas hacer sufrir…?’”. Eran las lágrimas y la voz de una madre que pedían a gritos la salvación de su hijo”.

Sin embargo, este seminarista señala que su “corazón permanecía endurecido, no era capaz de comprender, continuaba por el mismo camino, un camino de placer insulso y sin sentido”.

Pero entonces empezaron a suceder dolorosos acontecimientos en su vida, sobre todo de muerte en su familia, primero de su padre, al que diagnosticaron un aneurisma abdominal y falleció tras 30 días de lucha. Pero lo más duro fue que a los seis meses también murió su madre.

“Sin palabras, el Señor me lo estaba pidiendo todo, aunque yo, evidentemente, en aquel momento no lo entendía. De modo que, si ya antes me había separado de Dios, ahora quería saber menos de Él. Mi vida iba deslizándose velozmente por una pendiente cada vez más abrupta hacia la perdición… Pero Dios sigue obrando y a la espera”, afirma este hermano de los Siervos del Hogar de la Madre

En esas circunstancias, sus primeros pensamientos al despertar cada mañana seguían siendo cómo satisfacer sus placeres desordenados –a qué chica llamar o con qué amigo emborracharme... “Pero un 18 de diciembre –recuerda- nada más abrir los ojos, lo primero que pasó por mi cabeza fueron las palabras que me dijera mi abuela antes de morir: ‘¡William, no dejes nunca de ir a misa, de rezar el rosario y de confesarte!’”. Y para su sorpresa, esas palabras le estaban tocando.

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Tras muchos años alejado decidió acudir a la iglesia y hablar con su párroco. “Después de escucharme, me dijo: ‘Dios te ama mucho y está a la espera, así que ve a casa y prepárate una buena confesión, y luego vienes’”.

Así lo hizo y tras una hora confesión regada de lágrimas recibió el perdón de sus muchos pecados. William cuenta que el sacerdote le dijo que “hoy en el cielo hay una gran fiesta, porque un gran pecador se ha convertido…”.  Tras salir del confesionario era el hombre más feliz del mundo pues “esa felicidad que había anhelado durante tanto tiempo y que no había encontrado en ninguna cosa, se hizo de repente presente en aquel confesionario”.

Sin embargo, el diablo no quería dejar escapar una de sus presas sin luchar y tras cuatro meses viviendo en unión con Dios. Se encontró con un viejo amigo que le afeó el que estuviera todo el día en la iglesia y le invitó a una cerveza. “Era el comienzo de una recaída que duró un mes más o menos. La misma vida de antes, vicios y sin sentido… Una tarde de domingo, al despertar después de una fiesta, comencé en mi cama a pensar y a pensar: no es posible esta vida, nuevamente lo mismo… Fue tanta la angustia, que mi cuerpo se fue paralizando por momentos, no podía moverme, sólo alcancé con gran dificultad a llamar a mi hermana por el móvil balbuceando: ‘¡Ven, ven… que me muero!’”, cuenta el futuro sacerdote.

Además, recuerda que en aquellos momentos de angustia “Dios me lo estaba pidiendo todo, hasta mis pecados. Yo sólo le rogaba perdón a Dios. Sabía que, si moría en ese momento, mi fin no sería el cielo…”. Pero la misericordia de Dios fue más potente y de nuevo acudió a la confesión. Desde ese momento se vinculó más profundamente a la parroquia.

Después de unamisa, el sacerdote llamó a William para decirle que sería el encargado de hacer peregrinar a la Virgen de Fátima. “¡Vaya regalo y manifestación de amor del Señor dándome a su Madre! El tiempo de estas visitas se reducía al mes de mayo, pero llegué a estar con la imagen casi un año, y ya se pueden imaginar las miradas de la gente…: el que antes andaba por las calles con una botella en la mano ahora lleva en su lugar a la Virgen de Fátima”, cuenta orgulloso.

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Pero cuando vivía muy feliz en el seno de la Iglesia su corazón volvía a estar inquieto. “Resulta –agrega William- que Dios me empezó a llamar a un amor más extremo, a seguir dándolo todo por él: mi trabajo, mi familia, mis cosas, mi novia y el proyecto de tener una familia. Me lo pedía todo”.

El Señor le llamaba al sacerdocio, pero le costó aceptar esta llamada. “Después de un tiempo de lucha tratando de escuchar al Señor que me decía: ‘¿No te basto Yo?’, le di mi repuesta definitiva: sí, sólo para Él. Ahora pertenezco a los Siervos del Hogar de la Madre”.

Entre las misiones de esta comunidad está la defensa de la Eucaristía y de la Virgen, así como la conquista de los jóvenes para Jesucristo. “En esta comunidad de los Siervos del Hogar de la Madre ya llevo 12 años, y tengo votos perpetuos. Uno de tantos regalos que me ha dado el Señor ha sido el poder estar de misiones en Ecuador durante 4 años –allí tenemos algunas comunidades–, dedicándome totalmente a la evangelización”, afirma orgulloso.

Fuente: Religión en Libertad

miércoles, 25 de marzo de 2020

Santo Evangelio 25 de marzo 2020


Día litúrgico: 25 de Marzo: La Anunciación del Señor

Texto del Evangelio (Lc 1,26-38): Al sexto mes fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. Y entrando, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo». Ella se conturbó por estas palabras, y discurría qué significaría aquel saludo. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin».

María respondió al ángel: «¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?». El ángel le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios. Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y este es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril, porque ninguna cosa es imposible para Dios». Dijo María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». Y el ángel dejándola se fue.

«Alégrate, llena de gracia»

Dr. Johannes VILAR
(Köln, Alemania)

Hoy, en el «alégrate, llena de gracia» (Lc 1,28) oímos por primera vez el nombre de la Madre de Dios: María (segunda frase del arcángel Gabriel). Ella tiene la plenitud de la gracia y de los dones. Se llama así: "keharitoméne", «llena de gracia» (saludo del Ángel).

Quizás con 15 años y sola, María tiene que dar una respuesta que cambiará la historia entera de la humanidad. San Bernardo suplicaba: «Se te ofrece el precio de nuestra Redención. Seremos liberados inmediatamente, si tú dices sí. Todo el orbe está a tus pies esperando tu respuesta. Di tu palabra y engendra la Palabra Eterna». Dios espera una respuesta libre, y "La llena de gracia", representando a todos los necesitados de Redención, responde: "génoitó", hágase! Desde hoy ha quedado María libremente unida a la Obra de su Hijo, hoy comienza su Mediación. Desde hoy es Madre de los que son uno en Cristo (cf. Gal 3,28).

Benedicto XVI decía en un interview: «[Quisiera] despertar el ánimo de atreverse a decisiones para siempre: sólo ellas posibilitan crecer e ir adelante, lo grande en la vida; no destruyen la libertad, sino que posibilitan la orientación correcta. Tomar este riesgo —el salto a lo decisivo— y con ello aceptar la vida por entero, esto es lo que desearía trasmitir». María: ¡he aquí un ejemplo!

Tampoco San José queda al margen de los planes de Dios: él tiene que aceptar recibir a su esposa y dar nombre al Niño (cf. Mt 1,20s): Jesua, "el Señor salva". Y lo hace. ¡Otro ejemplo!

La Anunciación revela también a la Trinidad: el Padre envía al Hijo, encarnado por obra del Espíritu Santo. Y la lglesia canta: «La Palabra Eterna toma hoy carne por nosotros». Su obra redentora —Navidad, Viernes Santo, Pascua— está presente en esta semilla. Él es Emmanuel, «Dios con nosotros» (Is 7,15). ¡Alégrate humanidad!

Las fiestas de San José y de la Anunciación nos prepararan admirablemente para celebrar los Misterios Pascuales.


«No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios»

+ Rev. D. Josep VALL i Mundó
(Barcelona, España)

Hoy celebramos la fiesta de la Anunciación del Señor. Dios, con el anuncio del ángel Gabriel y la aceptación de María de la expresa voluntad divina de encarnarse en sus entrañas, asume la naturaleza humana —«compartió en todo nuestra condición humana, menos en el pecado»— para elevarnos como hijos de Dios y hacernos así partícipes de su naturaleza divina. El misterio de fe es tan grande que María, ante este anuncio, se queda como asustada. Gabriel le dice: «No temas, María» (Lc 1,30): el Todopoderoso te ha mirado con predilección, te ha escogido como Madre del Salvador del mundo. Las iniciativas divinas rompen los débiles razonamientos humanos.

«¡No temas!». Palabras que leeremos frecuentemente en el Evangelio; el mismo Señor las tendrá que repetir a los Apóstoles cuando éstos sientan de cerca la fuerza sobrenatural y también el miedo o el susto ante las obras prodigiosas de Dios. Nos podemos preguntar el porqué de este miedo. ¿Es un miedo malo, un temor irracional? ¡No!; es un temor lógico en aquellos que se ven pequeños y pobres ante Dios, que sienten claramente su flaqueza, la debilidad ante la grandeza divina y experimentan su poquedad frente a la riqueza del Omnipotente. Es el papa san León quien se pregunta: «¿Quién no verá en Cristo mismo la propia debilidad?». María, la humilde doncella del pueblo, se ve tan poca cosa... ¡pero en Cristo se siente fuerte y desaparece el miedo!

Entonces comprendemos bien que Dios «ha escogido lo débil del mundo, para confundir lo fuerte» (1Cor 1,26). El Señor mira a María viendo la pequeñez de su esclava y obrando en Ella la más grande maravilla de la historia: la Encarnación del Verbo eterno como Cabeza de una renovada Humanidad. Qué bien se aplican a María aquellas palabras que Bernanos dijo a la protagonista de La alegría: «Un sentido exquisito de su propia flaqueza la reconfortaba y la consolaba maravillosamente, porque era como si fuera el signo inefable de la presencia de Dios en Ella; Dios mismo resplandecía en su corazón».

¿Estás ocupada?



¿Estás ocupada?


Mientras te levantabas esta mañana, yo te observaba. Esperaba que me hablaras, aunque fuesen unas cuantas palabras, preguntando mi opinión acerca de algún tema o agradeciéndome por algo bueno que te hubiese sucedido el día de ayer. Pero noté que estabas muy ocupada... buscando la ropa adecuada que te ibas a poner para ir al trabajo. Seguía esperando mientras corrías por la casa arreglándote, creí que encontrarías unos cuantos minutos para detenerte y decirme "HOLA"... pero estabas demasiado ocupada...

Para ver si por fin me percibías, encendí el cielo para ti, lo llené de colores y dulces cantos de pájaros... pero ni siquiera te diste cuenta de ello. Te miré mientras ibas rumbo al trabajo y esperé pacientemente todo el día. Con tantas actividades supongo que... estabas muy ocupada para decirme algo.

De regreso, ví tu cansancio, quise rociarte para que el agua se llevara tu stress. Pensé que agradándote, te acordarías de mí. Sin embargo, enfurecida, ofendiste mi nombre. Deseaba tanto que me hablaras... aún quedaba bastante tiempo.

Después encendiste el televisor. Esperé pacientemente mientras veías tu serie favorita, luego cenaste, revisaste en tu teléfono móvil los whatsapps pendientes, la cuenta de facebook y twitter y nuevamente te olvidaste de hablar conmigo.

Te noté cansada, entendí tu silencio y apagué el resplandor del cielo pero no te dejé a oscuras. Lo cambié por un lucero... Verdaderamente fue hermoso, pero no estuviste interesada en verlo.

A la hora de dormir creo que ya estabas agotada. Dijiste buenas noches a tu familia, caminaste hacia tu cama y casi de inmediato te dormiste. Acompañé con música tus sueños, mis animales nocturnos se lucieron. No hay problema... porque quizás no te dés cuenta que siempre estoy ahí para ti.

Tengo más paciencia de la que te imaginas. Quisiera enseñártela para que puedas tenerla con los demás.

Te amo tanto que espero todos los días una oración y el paisaje que diseño cada amanecer es para ti.

Bueno... te estás levantando de nuevo y no me queda otra cosa que entregarte todo el amor que siento por ti y continuar esperando que, al menos, el día de hoy me dediques sólo... un poco de tiempo.

Que tengas un buen día...

Dios
Fuente: web católica de Javier

martes, 24 de marzo de 2020

Santo Evangelio 24 marzo 2020


Día litúrgico: Martes IV de Cuaresma

Texto del Evangelio (Jn 5,1-3.5-16): Era el día de fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. Hay en Jerusalén, junto a la Probática, una piscina que se llama en hebreo Betsaida, que tiene cinco pórticos. En ellos yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos, paralíticos, esperando la agitación del agua. Había allí un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo. Jesús, viéndole tendido y sabiendo que llevaba ya mucho tiempo, le dice: «¿Quieres curarte?». Le respondió el enfermo: «Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se agita el agua; y mientras yo voy, otro baja antes que yo». Jesús le dice: «Levántate, toma tu camilla y anda». Y al instante el hombre quedó curado, tomó su camilla y se puso a andar.

Pero era sábado aquel día. Por eso los judíos decían al que había sido curado: «Es sábado y no te está permitido llevar la camilla». Él le respondió: «El que me ha curado me ha dicho: ‘Toma tu camilla y anda’». Ellos le preguntaron: «¿Quién es el hombre que te ha dicho: ‘Tómala y anda?’». Pero el curado no sabía quién era, pues Jesús había desaparecido porque había mucha gente en aquel lugar. Más tarde Jesús le encuentra en el Templo y le dice: «Mira, estás curado; no peques más, para que no te suceda algo peor». El hombre se fue a decir a los judíos que era Jesús el que lo había curado. Por eso los judíos perseguían a Jesús, porque hacía estas cosas en sábado.

«Jesús, viéndole tendido (...), le dice: ‘¿Quieres curarte?’»

Rev. D. Àngel CALDAS i Bosch
(Salt, Girona, España)

Hoy, san Juan nos habla de la escena de la piscina de Betsaida. Parecía, más bien, una sala de espera de un hospital de trauma: «Yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos, paralíticos» (Jn 5,3). Jesús se dejó caer por allí.

¡Es curioso!: Jesús siempre está en medio de los problemas. Allí donde haya algo para “liberar”, para hacer feliz a la gente, allí está Él. Los fariseos, en cambio, sólo pensaban en si era sábado. Su mala fe mataba el espíritu. La mala baba del pecado goteaba de sus ojos. No hay peor sordo que el que no quiere entender.

El protagonista del milagro llevaba treinta y ocho años de invalidez. «¿Quieres curarte?» (Jn 5,6), le dice Jesús. Hacía tiempo que luchaba en el vacío porque no había encontrado a Jesús. Por fin, había encontrado al Hombre. Los cinco pórticos de la piscina de Betsaida retumbaron cuando se oyó la voz del Maestro: «Levántate, toma tu camilla y anda» (Jn 5,8). Fue cuestión de un instante.

La voz de Cristo es la voz de Dios. Todo era nuevo en aquel viejo paralítico, gastado por el desánimo. Más tarde, san Juan Crisóstomo dirá que en la piscina de Betsaida se curaban los enfermos del cuerpo, y en el Bautismo se restablecían los del alma; allá, era de cuando en cuando y para un solo enfermo. En el Bautismo es siempre y para todos. En ambos casos se manifiesta el poder de Dios por medio del agua.

El paralítico impotente a la orilla del agua, ¿no te hace pensar en la experiencia de la propia impotencia para hacer el bien? ¿Cómo pretendemos resolver, solos, aquello que tiene un alcance sobrenatural? ¿No ves cada día, a tu alrededor, una constelación de paralíticos que se “mueven” mucho, pero que son incapaces de apartarse de su falta de libertad? El pecado paraliza, envejece, mata. Hay que poner los ojos en Jesús. Es necesario que Él —su gracia— nos sumerja en las aguas de la oración, de la confesión, de la apertura de espíritu. Tú y yo podemos ser paralíticos sempiternos, o portadores e instrumentos de luz.

De acosado a acosador, poliadicto y apóstata: un día descubrió que los católicos eran gente «normal»

Loïc llegó a apostatar públicamente. Su alejamiento de la fe era total, hasta que conoció a un amigo católico y se le empezaron a caer algunos prejuicios.

«Hoy mi roca es Cristo», proclama Loïc, con una vida nueva

De acosado a acosador, poliadicto y apóstata: un día descubrió que los católicos eran gente «normal»

Loïc llegó a apostatar públicamente. Su alejamiento de la fe era total, hasta que conoció a un amigo católico y se le empezaron a caer 

Loïc creció en una familia no creyente, incluso anticlerical, aunque fue bautizado por tradición. En su familia había además "un problema de violencia", explica él mismo al ofrecer su testimonio en la cadena católica francesa KTO: "Mi madre me pegaba habitualmente cuando era pequeño". Eso creó en él una "inmensa" inseguridad que se trasladó a la escuela, donde también fue "acosado".

Cuando llegó al instituto, decidió que esa situación no podía continuar: "Comencé a rebelarme. Me atreví a enfrentarme a mi madre, y dejé de ser yo el acosado para empezar a ser el acosador". Ese cambio de actitud supuso también introducirse en un mal camino: el de las adicciones "al alcohol, a la droga, a la pornografía": "Creo que para mí era una forma de olvidar todo aquello".

En cuanto a Dios, afirma que "con todo lo que le había sucedido hasta entonces, no creía que fuese posible creer": "Rechazaba a la Iglesia, y puse en marcha un proceso para des-bautizarme", esto es, figurar como apóstata en el libro de bautizos de su parroquia.

Los amigos católicos

Pero a los 21 años sucedió algo que empezó a cambiar su perspectiva: "Conocí a un amigo que se llamaba Thomas y era católico. Era alegre y feliz, era un tipo como podía ser yo, como cualquiera". Le rompió los estereotipos que se había fabricado sobre los cristianos: "Ver a Thomas y su testimonio de vida hizo que finalmente me diese cuenta de que los católicos eran como todo el mundo y de que podía ir con ellos".

A través de Thomas conoció y empezó a participar en algunos encuentros de amigos católicos, y uno de ellos le propuso formar parte de un pequeño grupo que se reunía en una abadía, en una capilla, para hacer oración: "No recuerdo exactamente cómo fue, pero al final me dije que no arriesgaba nada por ir, fui, y en aquella capilla me entregué a fondo a la meditación, en silencio".

¿Qué pasó en aquel momento? "Me invadió un intenso bienestar, algo que calmaba todas las heridas que tenía. Y, al mismo tiempo, la certeza de que Dios existía. Aquello trastocó completamente mi vida, pero afortunadamente tenía aquellos amigos que tenían fe que me guiaron poco a poco".

Así llegó la misa de Pascua, una misa "muy alegre", y se dijo: "Si todas las misas son así, quiero volver". Y empezó a ir a una misa, "luego a otra, luego a otra"... y fue así como finalmente me integré en la fe y empecé mi propio camino en la fe. Conocí muchos amigos católicos que me hablaron de las etapas que tenía que seguir después del bautismo para incorporarme plenamente en la propuesta de Cristo".

El problema de confesarse

Faltaba un paso: la confesión. Y era difícil de dar. Él mismo lo recuerda: "Para aquella preparación se me proponía el sacramento del perdón. Pero para mí era imposible ir a ver a una persona desconocida para decirle todo lo que había hecho mal. Sobre todo, ese gran pecado que tenía de haber rechazado mi bautismo era para mí una vergüenza imposible de sufrir, ni siquiera de hablar de ello".



Pero al final lo hizo. Fue al sacerdote y habló con él y se lo contó todo. "Me dijo: te perdono en nombre de Dios. Y me sentí completamente liberado de todo aquello. Es como si tuviese unos enormes grilletes que me mantenían todavía atado, y me había librado de ellos, y eso me permitía avanzar plenamente en la fe, y curarme poco a poco de todas mis adicciones".

¿Quién es ahora Jesús para Loïc? "Creo que es, en primer lugar, quien me ha salvado. Parece una tontería decirlo, pero lo siento realmente así. Yo había empezado muy mal y si hubiese seguido por ese camino no sé qué habría sido de mí hoy. Ahora estoy arraigado en la fe, estoy asentado en la roca. Esa roca es Cristo, y aunque a veces doy algún mal paso, estoy bien anclado a esa roca y de ahí no me muevo".

Fuente: Religión en Libertad